Novels2Search
El pibe isekai [Español/Spanish]
Capítulo 38: Aya y la playa.

Capítulo 38: Aya y la playa.

Aya parpadeó varias veces seguidas, procesando lo que acababa de escuchar.

"¿Qué dijiste?"

Sus orejas se alzaron por completo, y su cuerpo entero parecía tensarse como un arco a punto de disparar.

"¿El Rey Demonio?" Preguntó Mirella mientras se posaba sobre el suelo, entre mis piernas.

"Eso no es algo bueno, ¿no?"

"¡Claro que no es bueno! ¿¡Dónde lo viste!?"

"Estaba en la playa, casi donde comienza el bosque. No hizo nada... raro, pero me observó y después desapareció".

La expresión de Aya cambió de inquietud a terror en cuestión de segundos. Sus colas comenzaron a agitarse descontroladamente detrás de ella, como si intentaran expresar lo que sus palabras aún no podían. De pronto, llevó las manos a la cabeza, entrelazando los dedos en su cabello blanco.

"¡No, no, no! ¡Esto no puede estar pasando!"

Mirella retrocedió un poco, claramente sorprendida por la reacción de Aya.

"Aya, calmate, por favor".

Intenté acercarme, pero ella se levantó y dio un paso atrás, levantando una mano para detenerme.

"No entiendes, Luciano. Si él apareció, significa que sabe dónde estamos. ¡Nos está observando! ¡Tenemos que hacer algo, ahora mismo!" Sus palabras salían atropelladas una tras otra.

"Aya... Hay que mantenernos tranquilos, por favor", dije en un segundo intento de intentar calmarla, pero ella ya estaba en otro mundo. Se giró abruptamente hacia fuera de la casa, escaneando el espacio abierto como si buscara un lugar para empezar.

"¡Barreras mágicas! Necesitamos barreras mágicas alrededor de toda la casa. Y no cualquiera; deben ser fuertes, reforzadas... ¡No sé si tengo suficiente energía para cubrir tanto, pero lo intentaré! También deberíamos establecer puntos de vigilancia... ¡Luciano, esto es un desastre!"

Si bien admiraba su instinto de protección, creo que esto se estaba yendo de las manos.

Mirella, que solía bromear incluso en los momentos más tensos, se había mantenido callada hasta ahora.

"Aya, relájate un poco", dijo, flotando más cerca.

"Sabemos que Luciano puede manejar estas cosas. Él no nos pondría en peligro, ¿verdad?" Su intento de consuelo fue bien intencionado.

Sin embargo, Aya apenas pareció escucharla.

"No entiendes, Mirella. Él es la amenaza más grande que existe. No puedes simplemente... simplemente ignorarlo. ¡No podemos ignorarlo! ¡Tú deberías saberlo mejor que nadie!"

"¿Yo...?"

Hasta Aya se dio cuenta, ¿no? No quiero que este tema termine perjudicando a Mirella y que se sienta mal o algo así por no acordarse de lo que le sucedió antes de que la liberara de esas piedras.

"No estoy ignorándolo", dije firmemente, levantando la voz lo suficiente para que me escuchara.

"Pero tampoco podemos perder la cabeza. Necesitamos pensar con claridad. Sí, el rey demonio está ahí afuera, siempre lo estuvo, pero no nos atacó. Si hubiera querido, ya lo habría hecho. Por ahora, estamos a salvo".

"¡Luciano tiene razón!" Gritó Mirella.

Aya me miró, con sus orejas aún tensas y sus colas agitándose nerviosamente. A pesar de eso, su mirada parecía suavizarse un poco.

"¿Cómo puedes estar tan tranquilo, Luciano? Esto... esto no es algo que se pueda dejar pasar".

"Porque si entro en pánico, todos entran en pánico. Y no podemos permitirnos eso. Vamos a establecer defensas, sí. Pero vamos a hacerlo con calma y lógica. No quiero que te desgastes levantando una barrera gigante que no podamos mantener. Esto será un esfuerzo conjunto, ¿entendido?"

Hubo un silencio tenso. El viento sopló ligeramente, levantando un poco de arena.

Finalmente, Aya dejó caer los hombros y cerró los ojos, respirando profundamente.

Antes de que pudiera decir algo, reforcé mis palabras.

"Además, ¿no te había dicho que practicaras poner barreras de diferentes formas? Así vamos a proteger mejor nuestra casa".

"Está bien. Pero tienes que prometerme que no subestimarás esto, Luciano. No podemos correr riesgos innecesarios", respondió en voz baja, aunque aún se notaba un temblor en sus palabras.

"Y sí, he estado practicando un poco eso de las barreras de diferente forma... Necesito más tiempo... Estuve demasiado ocupada ayudándolos a todos a construir la casa, también a cazar..."

Me acerqué a ella, intentando transmitir un poco de tranquilidad con mi mirada de niño.

"Tranquila, Aya..."

Tomé su mano derecha con mis dos manos. Podía sentir su anillo de zafiro bajo mi palma.

"Gracias por preocuparte tanto por nosotros. Te agradecemos por todo lo que hacés por nosotros. ¿No es cierto, Mirella?" Dije, mirándola y haciéndole un guiño que no sé si entendió.

"¡Sí! ¡Aya es una gran amiga y es muy fuerte! La quiero mucho".

La terminó abrazando la cara mientras estaba parada sobre su hombro.

Tiempo atrás podría haber dicho que la estaba abrazando por el cuello, pero desde hace un tiempo estaba claro que Mirella había comenzado una nueva etapa de crecimiento gracias al agua mágica.

"Gracias, chicos. Yo también los quiero mucho, así que seguiré protegiéndolos como me sea posible".

Levanté la mano que tapaba el dorso de la suya; así pude ver esa hermosa joya que yo mismo había creado. No sé si realmente es zafiro, pero es algo que Forn había dejado con algún propósito y debo admitir que me molesta no saber cuál es. Solo espero no haber caído en alguna especie de trampa.

"Entonces, Aya... Confiamos en vos para crear la mejor barrera que hayas hecho hasta ahora. Podés pedirle ayuda a Mirella para ver si es resistente y seguir practicando en tus tiempos libres. Lo más importante de la casa ya está terminado, así que no te voy a pedir ayuda con eso".

Ella asintió, bajando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas.

"Está bien. Trabajaré en las barreras, pero... Luciano, si detecto cualquier actividad inusual, te lo haré saber de inmediato. No quiero que ninguno de nosotros sea tomado por sorpresa".

"¡Yo ayudaré a Aya!"

"Eso suena justo", respondí con una sonrisa, soltando su mano lentamente.

"Y no estás sola en esto. Todos colaboraremos para mantenernos a salvo. Ahora voy a ver qué podemos hacer con el interior de la casa mientras vos planificás esas barreras de diferentes formas".

Me di la vuelta y eché otro vistazo al interior de nuestra nueva vivienda. Las sombras de la tarde se colaban entre las ventanas sin cristales, iluminando un poco la sala principal. A pesar de estar vacía y carente de decoración, había algo acogedor en la simpleza de su estructura. Era un lugar que, con esfuerzo y dedicación, se convertiría en un verdadero hogar.

Eso sí, hacía mucho calor.

El siguiente paso a seguir era lógico: construir algo de mobiliario básico, tales como camas, una mesa para comer, sillas, cajas para almacenar herramientas y comida, estanterías y muchas cosas más.

Antes que todo eso, debo diseñar una puerta o no vamos a poder mantener la privacidad en nuestras habitaciones. El problema es que no sé cómo crear una cerradura.

En mi vida anterior, estas cosas eran tan básicas que ni siquiera pensaba en ellas o en cómo se fabricaban. Ahora, todo dependía de mi magia, de mi memoria y de mi inteligencia para crear algo funcional.

Me acerqué un poco a la ventana; desde ahí se podía ver a los demás ya volviendo por la playa. Habían seguido trabajando duro, pero ahora en el tema de la arcilla. Ya casi estaban logrando llegar a hacer un recipiente del tamaño de un balde y eso me ponía contento.

Los saludé con la mano.

"Luciano", la voz de Mirella me sacó de mis pensamientos. Se había sentado en la pequeña parte que sobresalía del marco de la puerta, balanceando las piernas. Su forma diminuta todavía era lo suficientemente ágil para ese tipo de cosas.

"¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Hay algo más que quieras que haga aparte de ayudar a Aya? ¿O sigo con la arcilla?"

"A ver..."

Tampoco quería ser alguien visto como el que mandaba a todos. Aun así, me estaba empezando a endulzar el tema de que todos comenzaran a ayudar a crear cosas nuevas y aprender de ello.

"Sí, seguí con la arcilla. Quiero que me sorprendas, Mirella. Quiero que, a pesar de que no puedas cargarlo, hagas algo lo más parecido al balde. Ese es el objetivo".

"¡Ohh!"

"¿Eh? ¿Dije algo raro?"

"No, es que me sorprendió que lo dijeras tan seguro".

Mientras tanto, Aya miraba desde afuera.

"Bueno, lo que pasa es que confío mucho en vos y pienso que en algún momento vas a terminar siendo la que les enseñe a los demás".

"¿¡En serio!?" Gritó, tirándose desde el marco hasta el suelo.

"¡Entonces voy a seguir esforzándome!"

Unas palabras dulces y llenas de motivación no venían mal antes de pedirle que me ayudara a crear un sistema de iluminación para la casa.

Que sí, sería fácil decir que deje de usar magia y comience a crear electricidad, pero en este momento no me daba la cabeza para comenzar algo así y tampoco tenía los recursos necesarios. Necesitaríamos empezar a recolectar minerales.

"Eh, Mirella... Ya que estamos hablando de esforzarse, ¿no te gustaría ayudarme en una cosa? Es fácil".

Justo antes de que ella pudiera contestar, Tarún gritó por la ventana.

"¡Luciano, ya volvimos! ¡Hey, estoy aquí! ¿¡Me ves!?"

Me giré y lo saludé con la mano.

"¡Hola, Tarún! ¿Te divertiste con la arcilla?"

"¡Sí, mucho!"

Luego, los demás empezaron a ingresar por la entrada principal. Se los veía bastante transpirados y encima la temperatura dentro de la casa no ayudaba mucho.

¿Acaso también tenía que fabricar un aparato que cumpla la función de ventilador? Yo y la mayoría elegimos construir la casa en la playa, así que ahora hay que aguantársela.

"¡Qué calor!" Gritó Anya.

"¡Hoy está insoportable!" Agregó Rundia a sus palabras.

Espera... ¿¡Quién querría un ventilador viviendo en plena playa!? ¿¡Cómo pude olvidarlo tan rápido!?

"¡¡Día de playa!!"

El grito salió de mi boca casi sin pensar. Fue algo automático, como si el calor me hubiera derretido no solo la paciencia, sino también las neuronas.

"¿Día de qué?" Preguntó Aya desde la entrada, ladeando la cabeza con curiosidad.

Qué afortunada es Aya de no sufrir tanto el calor como nosotros. Porque con esas ropas que lleva encima...

"De playa. ¡Ya saben, meterse al agua para refrescarse! Es algo que se hace... por diversión".

El silencio que siguió fue como una bofetada. Los demás me miraban como si acabara de proponer una locura. Tarún frunció el ceño, mientras Rin y Rundia se miraban entre ellos, confundidos.

"¿Meterse al agua... solo porque sí?" Preguntó Rundia, arrastrando las palabras con incredulidad.

"Pensaba meterme al agua luego, pero tenía pensado bañarme, no por diversión".

"¿Recordás lo que dije de ver las cosas con diferentes significados, no? Bueno, este es un claro ejemplo: se puede disfrutar jugando con el agua y en compañía de los demás".

Ella se quedó pensativa hasta que Mirella sorprendió a todos con un grito alegre.

"¡Entonces vayamos a divertirnos ya!"

Después de un rato de insistir y usar a Mirella como aliada, quien volaba emocionada alrededor de los demás, apoyando mi propuesta con entusiasmo desmedido, logramos convencerlos. Al final, la curiosidad ganó.

Eso sí, Aya se mostraba un poco reacia a la idea. Siempre había sido así con respecto a su intimidad. Ella siempre se bañó sola.

Nos quitamos las ojotas primitivas y caminamos esos pocos metros por la arena hasta llegar a la orilla.

Mientras tanto, Rundia y Anya ahora parecían tomarse el tema con más naturalidad, como si estuvieran acostumbradas a la idea de adaptarse rápido. Para mi sorpresa, Rundia soltó la mano de Lucía y se quitó su parte superior de piel sin pensarlo dos veces, quedando desnuda de torso.

"¿Eh?" Balbuceé, tratando de no parecer demasiado obvio al quedarme mirándola.

Anya, que siempre tenía una confianza desbordante, no se quedó atrás. Se despojó de su ropa con total tranquilidad, como si fuera lo más normal del mundo. Bueno, en este mundo primitivo sí era algo normal.

Support creative writers by reading their stories on Royal Road, not stolen versions.

"¿Qué pasa, Luciano?" Preguntó Anya al notar mi mirada fija.

"¿Acaso no tenemos que divertirnos como si fuésemos a bañarnos? Es mejor así".

Tuve que apartar la mirada rápidamente, pero no antes de notar cómo el sol resaltaba cada curva de sus cuerpos. No era la primera vez que veía algo así en este mundo. De hecho, Rundia lo estaba haciendo a menudo para amamantar a Lucía, solo que no pensé que mi idea de divertirnos terminaría así.

Nadie parecía inmutarse; para ellos era simplemente algo lógico.

Por suerte, nadie se quitó sus prendas bajas.

Suspiré y me metí al agua, esperando que me ayudara a enfriar un poco la cabeza.

"¡Vamos, chicos! No tengan miedo, el agua está buenísima".

Poco a poco, los demás se animaron. Tarún chapoteaba torpemente, intentando imitar mis movimientos mientras Aya se quedaba en la orilla, observando con atención. Mirella volaba cerca del agua, salpicándonos con pequeñas gotas mientras reía a carcajadas.

En un momento hasta se formó un círculo en el que estábamos Tarún, las gemelas, Mirella y yo tirándonos agua como desaforados.

Todo iba bien, hasta que al mirar atrás, vi a Aya todavía parada sobre la orilla sin hacer nada.

Su figura destacaba en la orilla, con las olas acariciando la arena a sus pies. Su ropa se notaba algo mojada, tal vez por haber sido salpicada por alguna que otra gota tonta. Estaba tranquila, como siempre, pero había algo en su postura que me resultaba... distante. Las manos las mantenía entrelazadas frente a su cuerpo, y aunque su expresión era neutra, sus orejas se movían sutilmente.

"Chicos, ya vengo", dije, desapareciendo rápidamente de la escena para acercarme a ella.

"Aya, ¿todo bien? ¿No te gustaría acompañarnos? Está divertido, y el agua está muy refrescante".

Si bien ya sabía la respuesta, quería entrar suavemente en un terreno delicado.

"No estoy segura, Luciano..." Su voz salió más baja de lo normal.

"Nunca he hecho algo como esto. No frente a todos".

Sonreí levemente. Sabía que Aya era reservada con este tipo de cosas, pero también entendía que, en el fondo, quería ser parte del grupo.

"No te preocupes por eso", respondí mientras me acercaba un poco más, hasta quedar a su lado. La arena mojada se pegaba a mis pies y se sentía agradable.

"Puedo ayudarte con eso. Pero lo más importante es que te sientas cómoda, ¿sí? Si no quieres, no pasa nada, aunque sería lindo verte disfrutar con nosotros".

"¿En serio... te gustaría?"

"Sí, claro. No quiero que te quedes afuera de la diversión".

La brisa marina despeinaba suavemente su cabello blanco y hacía ondear las mangas de su yukata. Aproveché el momento para acercarme un poco más y, con cuidado, apoyé mi mano en su brazo.

"¿Sabes?" Dije, intentando captar su atención.

"Sé que puede parecer extraño al principio. Pero a veces, hacer cosas nuevas puede ser divertido. Estoy acá contigo, Aya, no tenés que preocuparte por nada".

"Está bien", respondió finalmente, llevándose un dedo a la boca.

"Pero... ¿Cómo resolveremos lo de... mi ropa? ¿Me tengo que meter con la ropa puesta? No sé qué hacer..."

Solté una leve carcajada al notar su nerviosismo.

"Dejámelo a mí. No te olvidés que siempre encuentro una solución. Tenemos magia".

Realmente no sabía con certeza si esta prueba iba a funcionar.

Extendí las manos hacia su yukata y cerré los ojos por un momento, concentrándome en solo enfocarme en la ropa. Podía sentir cómo la tela respondía a mi toque, como sucedió con la de Mirella, moldeándose con suavidad bajo mi control.

"¡¿Q-Qué estás haciendo?!"

Lentamente, y sin prestar atención a Aya, el yukata comenzó a encogerse, ajustándose a su figura. Transformé las mangas largas en tirantes finos y el obi rojo en una especie de lazo que sujetaba la parte superior del bikini. La parte inferior del yukata se convirtió en una falda con cortes circulares en los bordes. Era algo modesto, para asegurarme de que ella se sintiera cómoda.

Me puse delante de Aya para ver mejor el resultado y, por un momento, me quedé completamente boquiabierto. Aya se veía… impresionante. No había otra forma de describirlo. Su figura, que normalmente quedaba oculta bajo la larga tela, ahora resaltaba de una manera que jamás había imaginado.

La tela blanca y el lazo rojo contrastaban perfectamente con su piel clara y el cabello blanco. Sus cinco colas, siempre majestuosas, parecían ondear con más gracia que nunca. Pero lo que realmente me dejó sin palabras fue lo enorme y voluptuosa que se veía su figura ahora que estaba más expuesta. Sabía que Aya era hermosa, pero esto era otro nivel.

Aya, en cambio, se quedó congelada. Sus ojos anaranjados estaban abiertos de par en par mientras miraba hacia abajo, inspeccionando la transformación de su ropa. De repente, su rostro se tornó de un rojo tan intenso que casi competía con el color de la tela que había usado para sujetar la parte superior.

"¡L-Luciano!" Su voz salió en un chillido agudo, muy poco característico de ella. Inmediatamente trató de cubrirse con las manos, aunque con su tamaño y proporciones, era una tarea completamente imposible. Usó los brazos para cubrir su pecho, pero eso solo hacía que se acentuara más su silueta. Bajó una de sus colas para intentar ocultar su parte inferior, pero eso dejó otra parte al descubierto.

"¡Esto es... es... indecente!" Balbuceó, mirando hacia otro lado.

"Pero solo es ropa más cómoda, y te queda bien".

Antes de que pudiera responder, se escuchó un grito desde el agua.

"¡Miren, Aya tiene ropa nueva!" La voz era de Samira.

Ese grito fue como una campana que llamó la atención de todos. En cuestión de segundos, el grupo entero comenzó a acercarse a la orilla, saliendo del agua como si estuvieran presenciando un espectáculo único. Tarún llegó primero, corriendo descalzo por la arena y dejando un rastro de huellas húmedas detrás de él.

"¡Wow, Aya! ¡Te ves diferente!" Exclamó, sin filtro alguno.

"¡Aya, estás preciosa!" Comentó Samira con una sonrisa inocente, mientras miraba la ropa con curiosidad.

"Luciano, ¿puedes hacer algo así para mí también?"

"¡A mí me gustaría algo más largo!" Añadió Suminia.

Intenté interponerme entre los demás y Aya, pero la figura desnuda de Anya llegando en frente de mí me hizo retroceder.

Ella dejó escapar una risa juguetona mientras se acercaba con Rundia a su lado. Ambas parecían genuinamente impresionadas.

"¿Ves, Rundia? Te dije que esta mujer es hermosa".

"Luciano, te esmeraste, ¿eh?" Comentó Rundia, ladeando la cabeza con una sonrisa que parecía de madre orgullosa.

Aya, que hasta ese momento había estado ocupada tratando de cubrirse sin mucho éxito, ahora parecía deseosa de desaparecer. Se había arrodillado sobre la arena y sus orejas blancas estaban completamente inclinadas hacia abajo, y sus ojos evitaban cualquier contacto visual.

"Yo no pedí esto..." Murmuró, pero su voz apenas era un susurro que se perdió en el ruido de los demás.

Mirella, que había estado revoloteando cerca, intentando ver por entre los demás, tardó unos segundos en procesar la escena.

Su expresión pasó rápidamente de la sorpresa al desconcierto, y luego, como un relámpago, se instaló en un enfado evidente. Voló hacia mí, plantándose justo frente a mi cara, tan cerca que casi podía sentir el aire de sus pequeñas alas.

"¡¿Qué es esto, Luciano?!" Chilló, con las mejillas hinchadas y los brazos cruzados.

"¿Por qué Aya tiene esa ropa tan bonita y a mí nunca me hiciste algo así? ¡Esto no es justo!"

La intensidad de su reacción me tomó por sorpresa, y retrocedí un paso, levantando las manos en señal de rendición.

"Mirella, no es lo que parece. Solo estaba ayudando a Aya para que se sintiera más cómoda y pudiera jugar con nosotros. También era un experimento para ver hasta qué punto podía modificar sus ropas mágicas".

"¿Más cómoda? ¿Y yo qué? ¡Siempre estoy contigo, ayudándote en todo, y ni siquiera me diste una ropa nueva!"

¿Cómo había terminado en esta situación? Solo quería que Aya se sintiera incluida, y ahora tenía a un hada celosa exigiendo justicia fashionista frente a todo el grupo.

Tomé aire y levanté la voz, ignorando el reclamo de Mirella.

"¡Escuchen todos! Solo intenté ayudar a Aya, pero si realmente quieren ropa nueva, podemos organizar algo. Pero no ahora, ¿está bien? Estamos aquí para relajarnos, no para estresarnos con quién lleva qué puesto".

Cuando giré la mirada para ver a Aya, Lucía le estaba susurrando algo en el oído. No logré captar exactamente qué decía, pero parecía tener un efecto inmediato. Aya asintió levemente, aunque seguía sin atreverse a levantar la mirada. El contraste de su piel pálida con el tono rosado que había aparecido en sus mejillas la hacía ver aún más vulnerable.

Rundia, que había estado observando la escena junto a Anya, finalmente dio un paso adelante y Lucía se apartó de inmediato.

Extendió una mano hacia Aya, sonriendo.

"Ven, Aya. No te preocupes por esto. Vamos al agua antes de que se haga de noche".

Aya levantó la mirada lentamente, sus ojos buscando los de Rundia como si evaluara si realmente podía confiar en esa invitación. Finalmente, tras unos segundos que parecieron eternos, tomó la mano de Rundia con delicadeza. La vi dudar mientras se ponía de pie, sus colas moviéndose de forma insegura detrás de ella, pero Rundia le dio un ligero apretón, casi como diciéndole que estaba bien.

"Gracias", murmuró Aya, tan bajo que apenas lo escuché, pero fue suficiente para notar que el gesto de Rundia había roto algo de la tensión que la tenía paralizada.

Así, las dos se fueron de la mano seguidas por los demás.

Mi mamá, a la pasada, me miró y me guiñó el ojo. Vaya a saber qué carajos le habrá dicho. Solo espero que no sea algo que se pueda malentender.

Claro, todavía tenía un 'pequeño' problema pendiente. Aunque bueno, ojalá el problema fuera tan pequeño como lo era su cuerpo.

Mirella seguía ahí flotando, agitando sus diminutas manos frente a mi cara como para enfatizar cada palabra.

"¡Luciano, no me ignores! ¡Estoy hablando en serio! No es justo que ella tenga toda tu atención. ¡Quiero algo especial también, y lo quiero ya!"

Di un suspiro mientras me acomodaba el cabello largo y mojado hacia atrás. Algún día de estos me lo tengo que cortar.

"Está bien, Mirella. Te lo voy a hacer, pero vos ya sabés muy bien que esta no es la forma de pedirlo ni de actuar. Ya hemos hablado un montón de veces sobre estas actitudes tuyas".

"Bueno, sí... ¡Pero igual no te voy a dejar que te salgas con la tuya tan fácil!" Esta vez su tono era más orgulloso que enojado.

No pude evitar reír mientras la agarraba y ponía sobre la arena.

"A ver qué te quedaría mejor..."

En un movimiento rápido de partículas, logré ajustar su vestido celeste más a su piel, formando un traje de baño de una pieza con una abertura en rombo en la espalda para darle paso a sus alas.

Cuando terminé, Mirella hizo un giro en el aire, inspeccionándose desde todos los ángulos.

"Bueno... está aceptable. ¿Por qué no lo hiciste como el de Aya?"

No podía decirle que porque era planita...

"Porque esto se adapta mejor a tu tamaño de cuerpo y te queda lindo.

Ahora vamos a divertirnos al agua, que los demás ya deben estar preguntándose qué estamos haciendo acá".

"¡Sí, vamos a divertirnos!"

Lo mejor del día llegó cuando vi que las colas de Aya, que solían ser bien pomposas, estaban tan mojadas que apenas tenían el grosor de una rama.

"¡Oigan, ya les dije que paren!" Gritó, pero nadie se detuvo ante sus plegarias y le siguieron tirando agua, especialmente Anya.

"¡Vamos, Aya! ¡Así no vas a divertirte!"

De un momento a otro, justo cuando me estaba por sumar para tirarle agua, Aya levantó una mano y creó una barrera que nunca antes había visto; tenía la forma de una media esfera.

Lo increíble no solo era la forma nueva de la barrera, sino que también podía verla en un verde traslúcido. No era común poder ver las barreras mágicas que ella hacía.

Pero si recién había dicho que necesitaba tiempo y no sé qué más, ¿no? O es muy buena o simplemente se quería hacer la importante.

"¿Una barrera?" Se preguntó Anya, dejando de tirar agua.

Poco a poco, todos se fueron acercando.

"¡La maginica!" Gritó Tarún.

Aya se les quedó mirando. No parecía poder explicar por qué hizo eso. Aunque tal vez tampoco sabía cómo había creado algo así.

"¡Aya! ¡Esto es increíble!" Grité, mientras me acercaba para inspeccionarla de cerca. La barrera brillaba levemente con la luz del atardecer, y las gotas de agua chorreaban hacia abajo.

Aya me miró, cambiando su expresión a una más de sorpresa. Sus orejas se alzaron un poco, dejando claro que mis palabras le habían llegado.

"¿Increíble? Bueno, yo... Lo siento, no debí hac..."

"No. No. No", corté sus palabras de inmediato mientras sacudía la cabeza.

"¡Esto es justo lo que te pedí! ¡Una barrera diferente!"

"¿Una barrera diferente? ¿Esto te parece bien?" Preguntó rápidamente Suminia, poniéndose al lado mío y tocando la barrera, que claramente era sólida.

Me llevé las manos a la cabeza.

"¿¡Que si me parece bien!? ¡Esto es lo mejor que podía haber pasado! Madre mía... Que alguien mejore su magia es beneficioso para todos".

Me acomodé el pelo hacia atrás mientras veía a Aya sacudir sus colas dentro de la especie de cúpula.

"Yo le había pedido a Aya que empezara a practicar hacer barreras mágicas de distintas formas para así proteger nuestra casa de una manera más eficiente. ¡Y ahora ella lo hizo sin querer! ¿¡Pueden creerlo!?

Aunque claro, ustedes fácilmente podrían haber dicho: 'pero Luciano, solo hubiéramos puesto cuatro barreras alrededor de la casa y así formar un cuadrado'".

Me detuve un momento, pensando en si realmente sabían qué era un cuadrado. Bueno, no importa.

"¡Obviamente algo tan ineficiente no iba a servir! Aya me había dicho que le era difícil mantener tantas barreras activas y ahora solo necesitaría una en vez de cuatro".

"¿No se dan cuenta de lo que significa?" Seguí de inmediato, ignorando la mirada de 'por favor, cállate' de Suminia.

"Una barrera de esta forma implica que podemos protegernos en todas direcciones, desde abajo, desde arriba, ¡desde los costados! Si llega una tormenta eléctrica, o alguien nos ataca, o, no sé, un montón de gnomos deciden volverse malos de repente, ¡Aya podrá mantenernos a salvo sin desperdiciar más energía de la necesaria!" Mi voz se alzó un poco, y al darme cuenta, me forcé a bajar el tono. No quería parecer demasiado loco o exagerado... aunque puede que ya lo estuviera logrando.

Volví a mirar a Aya y luego a Mirella; verlas con la ropa que yo mismo había creado me puso orgulloso y me hizo pensar en otra cosa buena.

"¡Y no solo eso!" Continué, ahora caminando en círculos alrededor de la barrera como un profesor apasionado en medio de una clase.

"Una barrera como esta no es solo funcional; es estética. Miren el color; un verde translúcido que combina perfectamente con el entorno. Si alguien nos ve desde lejos, ni siquiera sospechará que estamos protegidos... Bueno, o tal vez sí. Sin embargo, parece un camuflaje natural al estar al lado del verde intenso del bosque".

En ese momento, Aya desactivó la barrera.

"Y ahora, a todos los demás que están acá, ¡les digo algo!" Dije, girándome dramáticamente hacia ellos. Esto hizo que Samira se enderezara y me mirara con atención.

"No olviden lo que pasó hoy. No solo fue una tarde de diversión, no. Fue el día en que Aya demostró que, con dedicación y práctica, cualquiera de nosotros puede superar cualquier obstáculo. Si ella puede hacerlo, ¡ustedes también pueden! ¡Y vamos a lograrlo juntos, como grupo, como familia!

¡Así que espero que hagan el balde de arcilla!"

Sí, el cierre fue bastante absurdo.

***

Luego de pasar una última noche en la cueva y de devolver las ropas de las chicas a la normalidad. A la mañana siguiente, las gemelas salieron a cazar junto a Rin y Mirella. Tarún, Rundia, Lucía y Aya se fueron junto a Tariq para seguir trabajando con la arcilla.

La única que quedaba, que era Anya, vino conmigo para ayudarme en la mudanza. Justo ahora estábamos trayendo un bolsón vacío cada uno desde la playa hacia la cueva.

"Así que no te convenció la idea de trabajar junto a Tariq".

"Para nada. Ayer no podía ni verlo. Lo odio... Bueno, eso ya lo saben todos ustedes".

"Bueno, yo no tengo mucha idea sobre esas cosas", empecé, intentando no sonar tanto como un adulto.

"Pero a mí no me gustaría para nada que mi padre me abandonara solo para irse con otra mujer. Me parece correcto cómo piensas en este momento".

"Ay... Eres tan dulce, Luciano", respondió, refregándome su mano libre contra la parte superior de mi cabeza.

Lo bueno era que ella ya había tocado mi pelo rojo.

"No es nada. Solo dije lo que pensaba".

Una vez en la cueva, Anya se puso a meter algunas frutas y un poco de carne que había por ahí. Yo me encargué de ir metiendo la gran cantidad de pieles que teníamos acumuladas, algunas ropas usadas y también la almohada de Rin.

Tampoco es que tuviéramos muchas cosas de valor. Eso es algo que va a cambiar de un momento a otro, porque la casa va a estar llena de cosas nuevas.

"¿Sabes, Anya? Hoy vamos a tener que decidir quiénes van a dormir en cada habitación".

"¿Y cómo funciona eso?" Preguntó mientras ponía una última mandarina dentro de su bolsón.

"Tenemos cuatro lugares que se llaman habitaciones. En esas habitaciones vamos a dividirnos para dormir. Por ejemplo, vos tendrías tu habitación junto a Tarún".

"Es cierto, ¿pero y los demás?"

"Es por eso que vamos a decidirlo cuando estemos todos".

"¿Y qué vamos a hacer mientras tanto? Por cierto, ya no hay más comida por aquí".

"Por ahora volvamos a la casa y después te digo qué hay que hacer".

"Está bien".

Ya que mi carga era más pesada, intercambiamos los bolsones para la vuelta.

"Estas cosas se dejan adentro, ¿no?" Preguntó, señalando la entrada a la casa.

Esa era una buena pregunta. Tal vez necesitábamos un lugar que funcionara de almacén.

"Creo que por ahora solo vamos a dejar adentro la comida. Vos dejá ese bolsón ahí fuera, al lado de la entrada".

"Está bien".

Cargándolo con los dos brazos, lo dejó donde le acababa de decir. Mientras tanto, yo entré dentro de la casa arrastrando mi carga hasta una esquina de la sala principal.

Me acerqué al pasillo, que por ahora era el lugar más oscuro de la casa, y observé las habitaciones sin puertas.

Creo que voy a exigir dormir con Aya y Mirella. Tengo algunas excusas en mente para que me den la razón.