Había llegado el día de hablar con los gnomos. Justo en el día de mi sexto cumpleaños, según mi mamá.
"Mirella, una esfera de luz, por favor".
No pasó ni un segundo que de repente mi sombra apareció delante mío. Yo estaba liderando el camino mientras bajábamos por la gran cueva hacia el que era el santuario.
"¡Ahí tienes, Luciano!" Gritó Mirella desde mi derecha.
"Gracias, Mirella".
A mi izquierda estaba Aya.
"Luciano, ¿cómo funciona el tema de las piedras mágicas?"
"Solo hay que chocarlas entre sí, después de eso, las partículas se transferirán a la piedra que más tenga".
"Sí, ¿pero qué va a pasar después?"
"Bueno, cuando lleguemos a recolectar todas las partículas, vamos a terminar liberando a su líder".
"Ah..."
"No entendiste nada, ¿no?"
Era de suponer, pues ella tenía varias de esas piedras en su santuario y se ve que nunca había descubierto su propósito.
De pronto sus orejas comenzaron a moverse rápidamente de un lado a otro, generando un sonido parecido a un aleteo, el cual se mezclaba con el leve sonido de las alas de Mirella.
"¡Aya no sabe como funciona,. eso es muy raro! Aya siempre sabe todo".
"¡Cállate, Mirella!"
La hadita se echó a reír.
"¡En cualquier momento Luciano te alcanzará, ya lo verás!"
"Ja, podrá hacerse más inteligente, pero alcanzarme en altura..."
Sí, por suerte tengo claro que soy enano.
Mirella se cruzó de brazos con una sonrisa desafiante.
"¡Ja! ¿En altura? ¡Que no te engañen tus orejas, Aya! Luciano es más inteligente de lo que crees, ¡y no necesita crecer en altura para superar a una zorra cabezadura!"
Aya se giró hacia Mirella con los ojos entrecerrados, claramente irritada, y sus orejas se tensaron aún más, erizadas con una especie de orgullo herido.
"¿Zorra cabezadura? Cuida tus palabras, hadita. Solo porque vuelas no significa que sepas más que yo".
"¿Ah, no? Entonces explícame, Aya, ¿cómo es que no sabías lo de las piedras mágicas? Mira que vivir tanto y no haber aprendido a usarlas… Suena como una falta de… ¡cómo era! Ah, sí, falta de creatividad y de curiosidad, cosa que Luciano sí tiene de sobra".
Creo que esta era la pelea más absurda que había escuchado desde que comencé mi vida en este mundo. Aunque bueno, si tienen ánimos como para pelear por eso, creo que es una buena señal.
Cuando noté que la esfera de luz solo me seguía a mí, apuré el paso, dejándolas discutiendo atrás.
Pensé en la charla que tuvimos ayer sobre el agua mágica. Era curioso, habíamos vivido en carne propia sus propiedades para curar, pero nunca hubiera considerado qué podría hacer en seres mágicos como ella. Y si Aya tomara agua mágica constantemente, ¿crecería? No me imagino una Aya de dos metros.
Ahora tenemos que ver hasta donde crece Mirella, al parecer el vestido no sería un impedimento... Lo que me preocupa es que su cambio físico termine afectando a su movilidad o algo así. Tengo que controlarla constantemente para ver cómo evoluciona.
¿Qué pasaría si termina creciendo del tamaño de un humano? Si ella fuera de mi tamaño... Tal vez la vería con otros ojos.
El eco de la discusión entre Aya y Mirella se fue apagando conforme avanzaba en la cueva. A medida que nos acercábamos al antiguo santuario, una sensación extraña comenzó a instalarse en mí. Hoy era el día de enfrentarme a los gnomos, y la visión del sueño me rondaba la cabeza. Ese gnomo raro, con sus palabras susurrantes y su extraña orden de 'despertar', seguía ahí, en algún rincón de mi mente. Era como si el sueño estuviera tratando de decirme algo más. Algo que se me escapaba.
También tengo que saber más sobre lo que dijo mi mamá sobre que escuchaba voces dentro de mí. Ella tiene una habilidad especial que podríamos aprovechar de diferentes maneras, aunque bueno, no sé qué otras cosas le podrían decir esas voces... ¡Al menos ya sé oficialmente mi edad!
Pensar que Sariah me había dicho que necesitaría la ayuda de otra persona...
Al final llegamos al lugar que ahora era el centro de los pasadizos subterráneos.
Los gnomos ya se encontraban haciendo una fila en frente de uno que estaba hacia la derecha, un pasadizo que prácticamente era paralelo a por donde veníamos.
"¡Hola! ¿Qué tal? ¿Ya están listos ustedes? Vinimos Aya, Mirella y yo".
"Gnomo rojo", fue lo único que se escuchó al unísono. Todavía no sé si a mí me dicen así o es que gnomo rojo le dicen a su líder y de alguna forma me están ordenando que lo libere.
""Bueno, supongo que es mejor no perder el tiempo, ¿no? Además, mi padre me dijo que no nos demoráramos tanto porque necesitaban a Aya para salir a conseguir comida".
"Así es", agregó Aya.
"Los seguimos entonces. Vamos, liberemos a su líder".
Ellos asintieron y comenzaron a avanzar por el pasadizo. Nosotros los seguimos por detrás: Yo primero, Mirella segunda y Aya tercera. Al menos, el ancho era suficiente como para que las caderas y los hombros de Aya no se atoraran.
"Mirella, ¿podrías poner una esfera de luz que siga al primer gnomo?"
Sin dudarlo, Mirella me adelantó por encima de mi cabeza y alzó una mano, conjurando una pequeña esfera de luz que, como una luciérnaga, fue a posarse justo por encima del primer gnomo de la fila. La cueva se iluminó con ese brillo suave, revelando las paredes imperfectas. Me gustaría preguntarles a los gnomos cómo carajos es que hacen para hacer estas cosas, porque el pasadizo es bastante alto, de unos dos metros diría yo, y los gnomos son pequeños.
Mientras caminábamos, no podía evitar pensar en todo lo que había cambiado. Esa escena, caminar junto a un grupo de gnomos en fila, con una hada en crecimiento iluminándonos el camino y una zorra mágica con forma humana siguiéndonos... Si alguien me hubiera dicho que esta sería mi vida, probablemente no le habría creído. Pero aquí estaba, tratando de descifrar lo que estaba ocurriendo y de no meter la pata con esta liberación.
Mirella finalmente se recostó sobre mi cabeza, como si de una reposera se tratara.
"¿Estás cómoda? ¿No querés que te traiga una almohada también?"
Mirella soltó una risita.
"¿Qué? ¿Acaso tu cabeza no es lo suficientemente cómoda para mí?"
Le di un golpecito leve en el pie, sin detener mi andar por el pasadizo.
"¡Eso dolió!" Fingió protestar, pero no hizo el menor esfuerzo por levantarse. De hecho, parecía más bien que se acomodaba aún mejor.
"Además, desde acá arriba tengo una vista privilegiada del gran Luciano guiando a todo un ejército de gnomos".
Me reí por lo bajo. La situación era absurda y extrañamente normal al mismo tiempo.
"Lo cierto es que ellos nos lideran a nosotros en este momento".
"¡Bah! Fácilmente podríamos ir nosotros tres solos".
"Shhhh", se escuchó de atrás.
"Debes tener un poco más de respeto, Mirella".
Por favor, otra discusión de nuevo no... No acá.
"¿Qué pasa? ¿Acaso hablar es falta de respeto ahora?" Murmuró, lo justo para que solo yo escuchara.
Opté por hacerme el desentendido y no alimentar la pequeña chispa que ahora parecía arder entre ellas. Aún así, era difícil ignorar que, desde la llegada de Aya a nuestras vidas, Mirella estaba más... ¿inquieta? No sabría decir si era celos o una especie de orgullo competitivo, pero estaba claro que cada una quería ganarse su lugar. Me pregunto si eso podría ser un obstáculo más adelante.
Después de una caminata en silencio, llegamos a un espacio más abierto, donde Mirella puso una esfera de luz más grande, reemplazando la que les había puesto a los gnomos.
Este sitio era... muy parecido al santuario que conocíamos muy bien. De hecho, era prácticamente igual. Un especie de cubo mal formado con una sola entrada, la cual seguro daría a otra cueva.
Lo primero que hice fue darme la vuelta y mirar a Aya.
Ella me devolvió la mirada, sus ojos anaranjados tenían cierta expectación, como si en realidad estuviera esperando que yo tomara la iniciativa. Era raro verla tan seria en un ambiente como este, un lugar que de alguna manera replicaba el santuario que había sido 'remodelado'.
"¿Te recuerda algo?" Pregunté en voz baja, acercándome un poco más.
Noté que Mirella giró su cuerpo hacia el otro lado.
Aya asintió, sus orejas de zorro se agitaron levemente mientras observaba cada rincón del lugar.
"Sí... Aunque no sé si realmente es un recuerdo o solo la sensación de familiaridad".
Volví a ver el lugar, había tres piedras con partículas mágicas incrustadas contra la roca: Una en el techo y dos en las paredes.
"Gnomo rojo. Liberar líder", dijo uno de los gnomos, señalando a la piedra más cercana.
"Que sí, ya voy".
Saqué la piedra de mi bolsita y la sostuve en mis manos por un momento.
Esta era una de esas veces en las que la certeza parecía desvanecerse en el aire. Iba a liberar a alguien, un ser encerrado hace quién sabe cuánto tiempo, nada menos que por el supuesto Rey Demonio, y ¿por qué? Porque los gnomos lo pedían, porque había tenido un sueño, y porque hasta ahora había tomado decisiones confiando en mi intuición e intentando ganarme los favores de Sariah. Pero, ¿de verdad podía confiar en esto?
Empecé a apretar la piedra con más fuerza, como si eso me ayudara a aclarar mi mente. Liberar al líder de los gnomos podría significar desencadenar algo peligroso. Algo que ni Aya, ni Mirella ni yo podríamos prever, y que quizá ni siquiera podríamos enfrentar. ¿Y si sus intenciones no eran tan 'santas' como los gnomos parecían tener? ¿Qué tal si el Rey Demonio lo había encerrado por alguna razón importante, una razón que nosotros desconocíamos?
Aya siempre dijo que el Rey Demonio era malo, Tariq también se veía muy asustado al hablar de él y de su territorio. También se supone que hay otra mujer de fuego... Este lugar guarda demasiados misterios de tantos seres mágicos que no logro comprender del todo qué es lo que buscan o si yo termino siendo el centro de atención de todos.
Cerré los ojos un segundo y recordé el sueño. Aquella figura pequeña y oscura en medio de la bruma, susurrando con voz enigmática. Debió haber usado algún tipo de magia como para haber entrado en mis sueños, o al menos él estaba consciente del estado en el que se encontraba. Eso podría ser beneficioso para saber más sobre cómo fue encerrado.
Pero entonces, pensé en Mirella. La había liberado de esa prisión de piedra sin saber nada de ella, y resultó ser una aliada más leal y divertida de lo que jamás habría imaginado. Quizá esta vez sería igual; tal vez el barbudo, como le llamaba Tariq, también podría ser un aliado, alguien capaz de traer algo positivo a nuestro grupo. Por más absurdo que sonara, también veía en la mirada de esos gnomos una lealtad y una esperanza casi ciega, una especie de fe en mí que, aunque me parecía raro, no podía ignorar. Como si para ellos, la libertad de esa figura encerrada lo significara todo.
Solté un suspiro, dejé de apretar la piedra y la observé un momento. No era pesada, solo que me di cuenta de que, hasta cierto punto, era también una carga emocional, una decisión que podría cambiar algo en nuestra realidad.
"Mirella, ¿te gustaría ayudarme?" Dije finalmente, agarrando la piedra por encima de mi cabeza.
"Hay una piedra allá arriba que nosotros no podemos alcanzar".
"¡Claro que sí!" Gritó, enderezándose de inmediato y agarrando la piedra entre sus brazos.
Se elevó con ella hasta hacerla chocar con la otra. La piedra adquirió las partículas mágicas y Mirella me la devolvió.
"¿Puedo hacerlo con las otras?" Preguntó, poniendo la cara más adorable que se le ocurrió en ese momento.
"¿Por qué... mejor no dejamos que Aya pruebe también? Justo hay tres, una para cada uno".
Mirella infló las mejillas, cruzando los brazos con evidente molestia.
"Hmph... Bueno, si insistes. Supongo que Aya también se lo merece", murmuró, lanzándome una mirada de reproche antes de sacarme la piedra de las manos y entregársela a Aya con un gesto deliberadamente desganado.
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"Aquí tienes la piedra. No vayas a romperla".
Aya, serena como siempre, tomó la piedra sin prestar mucha atención a la actitud de Mirella. La sostuvo entre sus manos y, antes de dirigirla a la segunda piedra en la pared, se volvió hacia mí.
"Entonces, Luciano, ¿esto es todo? ¿Solo… chocar las piedras y listo?" Preguntó, aunque su tono dejaba claro que, a pesar de haber visto el procedimiento antes, no estaba convencida de que fuera tan simple.
Asentí, mirando la roca de reojo. Las partículas parecían vibrar al ritmo de mis pensamientos, como si también ellas esperaran el momento.
"Exacto, Aya. Como Mirella lo hizo. Todo indica que el líder de los gnomos debería… despertarse cuando se complete la última transferencia. Así que primero necesito que choques la piedra que está más alta".
"Espero que salga todo bien…"
Aya se acercó lo más que pudo a la pared rocosa y se puso en puntas de pie para llegar. Sí, a pesar de su estatura que rondaba el metro ochenta, tuvo que estirarse lo más que pudo para que las dos piedras chocaran entre sí, haciendo que la nuestra absorbiera todas sus partículas.
Luego de ver el pequeño espectáculo, Aya se acercó a mí y me la devolvió.
"Toma, Luciano. Tú debes ser quien finalice esto".
"Gracias, Aya".
Me acerqué a la pared, mirando la última piedra mágica que se encontraba incrustada contra la pared, justo a la altura de mi frente.
"Yo voy a decir una cosa antes... Si ustedes, los gnomos, junto a su líder, no tienen buenas intenciones con nosotros y solo nos buscaron por beneficio propio para hacer algo malo, yo quiero avisarles que no dudaremos en defendernos.
Yo le propondré a él hacer un pacto de no agresión".
Se me hizo un poco difícil decir eso, pero quería dejar en claro que nosotros no somos gente con la que se pueda joder. Tenemos que hacernos valer, aunque sea con palabras.
"Líder ser bueno", fue lo último que se escuchó decir de los gnomos antes de que las dos piedras colisionaran y el lugar se impregnara de una luz amarilla cegadora.
Cuando abrí los ojos... Bueno, él estaba ahí, parado frente a mí. Era el mismo que apareció en mi sueño, pero ahora estaba a color y tenía una partícula mágica revoloteando a la altura de la cintura. Eso era bueno, no había forma que nos atacara, al menos no de manera inmediata.
Lo llamativo, y lo que lo distinguía principalmente de los demás, era que este gnomo tenía el sombrero de color verde, no como los demás que lo tenían pintado de rojo.
Su capa era de color rojo y su conjunto de color verde, terminando con unas botas redondas color negro.
"Mucho gusto, señor líder. No hace falta ni que me presente, ¿no? Creo que ya sabés bastante sobre mí".
Él se acomodó su voluptuosa barba blanca antes de hablar.
"Mucho gusto, Luciano", comenzó diciendo. Sorprendentemente, hablaba muy fluido.
"Yo soy Forn, y sí, soy el líder de todos los gnomos".
Su voz era profunda, aunque su tono mantenía cierta gentileza, como si intentara demostrar no ser una amenaza.
Miré su rostro y me llamó la atención la mirada astuta que se escondía bajo sus pobladas cejas blancas. No era la primera vez que lidiaba con criaturas mágicas en este mundo. Había que tener paciencia y no dejarse sobrepasar.
Siempre con respeto, obviamente.
"Bueno, Forn. Realmente es un gusto tenerte acá y por fin poder terminar con el misterio de quién estaba atrapado dentro de estas dispersas piedras. Sé que tenemos demasiado de qué hablar, pero primero me gustaría presentar formalmente a mis compañeras. Ellas son dos criaturas mágicas al igual que tú, así que espero que nos llevemos bien en un futuro".
Mientras tanto, los otros gnomos se iban acumulando a su costado, pero no decían nada, ni Forn tampoco les hablaba.
Extendí la mano izquierda, abriendo la palma por completo.
Mirella entendió la señal a la perfección y se posó sobre mi mano, hasta diría que esto ya lo hace por instinto.
"¡Hola! ¡Yo soy Mirella, y soy la mejor amiga de Luciano!"
Ella siempre se presentaba de la misma manera. Al parecer, ser mi mejor amiga era lo más importante en su vida.
"Mucho gusto, señorita hada Mirella, aunque debo decirle que ya nos conocíamos desde antes".
Las palabras de Forn hicieron que mi mente se detuviera de golpe. ¿Mirella y Forn ya se conocían? ¿Desde antes? Si Mirella no tenía recuerdo alguno de antes de que la liberara de esa piedra... Esto confirma del todo que ella fue la tercera en luchar contra el Rey Demonio.
Como dijo Tariq, eran tres.
Mirella, en cambio, no pareció darse por enterada, aunque la mención de su conocimiento previo también la dejó momentáneamente en silencio. Por un momento, me miró de reojo, ladeando la cabeza, y luego volvió a sonreír como si nada.
“¿Nos conocemos, en serio?” Preguntó, con su típica voz juguetona y risueña.
"¡Y ella es Aya!" Dije en un tono más fuerte, intentando desviar el asunto mientras extendía mi mano hacia mi derecha.
Ella inclinó un poco su cuerpo hacia delante
"Mucho gusto, señor Forn. Espero que nos llevemos bien".
"Es un placer. Es la primera vez que veo a alguien de tu especie".
"Aya usar barreras mágicas", acotó uno de los gnomos que los rodeaban mirándolo con admiración.
"Ah, mis pequeños.." Respondió Forn y le tocó la punta del sombrero al otro gnomo.
"Así que barreras mágicas, eh", dijo y comenzó a caminar hacia Aya.
Al verlo pasar a mi lado, vi que tenía varios anillos en las manos. Unos cinco, más o menos.
"¿Me permitiría tomar una de sus manos?"
"¿Yo? Bueno... está bien".
Aya extendió la mano donde tenía puesto el anillo y Forn la agarró, manteniendo una de sus manos por encima y otra por debajo.
"¿Y esto para qué es?" Pregunté, viendo cerrar sus ojos.
Sin embargo, él no respondió y Aya lo miraba con cara preocupada.
Esa forma de sostenerla, con una concentración plena, parecía una especie de ritual silencioso, y aunque él no contestó a mi pregunta, el movimiento sutil de su cabeza y su semblante enfocado me dieron la impresión de que estaba haciendo algo más que un simple saludo.
Se le están traspasando algunas partículas de Aya... Espero que no sea ese su objetivo.
Finalmente, abrió los ojos y la miró fijamente.
"Lo siento si pareció extraño, pero cuando uno ha estado encerrado tanto tiempo como yo… no puede evitar querer saber con quién trato. Aya tiene una esencia mágica que rara vez he percibido. Muy interesante... Aunque hay algo que no me cuadra".
Hizo una pausa y le soltó la mano.
"¿Está usted segura de que solo usa ese tipo de magia?"
Aya frunció el ceño de inmediato.
"¿Perdón?"
"Perdón, perdón, solo era una pregunta", dijo poniendo las manos en alza.
La pregunta también me dejó desconcertado.
"¿A qué te referís, Forn? Ella usa magia de barreras, y nunca la he visto usar otra cosa..."
Forn sonrió con un aire enigmático, deslizando la vista hacia Mirella y luego hacia mí.
"Es curioso lo que la energía mágica revela… cada ser la porta de forma distinta, casi como una firma. Aya tiene algo en su magia que es... especial. No sabría cómo explicarlo, pero parece incompleta, como si tuviera un potencial latente".
¿Será eso bueno? Hasta ahora no he visto alguien que use dos tipos de magia al mismo tiempo.
Mirella, sin poder contener la curiosidad, flotó rápidamente frente a él, mirándolo de cerca.
"¡Entonces…! ¿Tú puedes saber la fuerza de la magia de alguien solo con tocarlo? ¡Qué habilidad tan útil! ¡Yo también quiero saber la mía!"
"Vaya, vaya. Pero la tuya ya la sé".
"¡Ohhhh!"
"Tú, querida, tienes una energía inmensamente luminosa. La verdad es que me encantaría poder encontrarme con más hadas".
Finalmente, Forn se volvió hacia mí, mirándome con una seriedad que no había mostrado hasta ahora.
"Luciano, ¿quieres saber lo que veo en ti?"
La aparente pequeña propuesta de Forn me tomó desprevenido, y mi mente se llenó de dudas. ¿Qué es exactamente lo que él ve en la gente? Porque si realmente puede percibir lo más profundo de la energía de alguien, tal vez podría llegar a descubrir algo que, por ahora, prefiero que permanezca oculto. Nadie, salvo Lucía, sabe lo que significa tener esta conexión con Sariah a pesar de que hayan descubierto pequeñas señales como mis dos pelos rojos o mi falta de uñas en los pies. Y en este momento, lo último que necesito es que alguien sepa que la diosa de este mundo está vinculada a mí, y mucho menos que comiencen a hacer preguntas al respecto.
"No, gracias", murmuré casi sin darme cuenta. Mi respuesta salió antes de que pudiera procesarla, como si estuviera rechazando a un vendedor ambulante en un mal día.
El lugar por un momento se quedó en silencio, cortado por algunos gnomos que murmuraban "Gnomo rojo".
Mirella, por supuesto, no estaba satisfecha. Flotó a mi alrededor, como una pequeña molestia en forma de hada, con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados.
"¡Oh, vamos, Luciano! ¡Esto es una oportunidad única! ¡Imagínate lo útil que sería conocer tu propia energía mágica!"
"No hace falta, Mirella. Ya sé mi tipo de magia y todo eso".
Ella soltó un suspiro, claramente frustrada.
“Luciano, sé que debes tener tus secretos y que te guardas cosas… ¡Pero no puedes decirme que no tienes curiosidad de saber qué tan fuerte eres! Solo un segundo, Forn va a decirte lo que ve, nada más. ¿Qué puede salir mal?”
No es que no sintiera curiosidad; claro que la sentía. Pero, al mismo tiempo, había algo que me decía que seguir adelante con esto no sería la mejor idea. Sin embargo, Mirella no iba a dejarme tranquilo hasta que aceptara.
Miré a Aya, intentando buscar un aliado en esta situación, pero no parecía estar del todo de mi lado. De hecho, se la veía media enojada.
"Mirella, de verdad no es necesario hacer esto. No tenemos mucho tiempo, recordá lo que me dijo Rin".
En lugar de tomarlo como una razón, ella me lanzó una mirada de reproche y bajó sus pequeñas manos hasta mis clavículas, como si fuera capaz de obligarme físicamente.
"Luciano, si no aprovechas esto, no te lo voy a perdonar. Además… confío en ti. Confío en que sea lo que sea, sabrás manejarlo. Forn ya sabe algo de mí, y aún sigo aquí, ¿no?"
No, Mirella. No es ese tipo de miedo el mío...
"Está bien", respondí de mala gana mientras estiraba mi mano derecha. De vuelta quedaba el anillo de piedra a la vista.
"Disculpa las molestias, Luciano", dijo Forn mientras volvía a repetir lo mismo que con Aya,
Su mano izquierda estaba sobre el dorso de la mía, ahí pude ver que tenía dos anillos idénticos. Parecían ser de piedra, pero tenían una gema roja y circular en la parte de arriba. ¿Rubí?
Apenas cerró los ojos, pude ver que hacía diferentes muecas, mezcladas con algunos "uhmm", "ahh", "ya veo..."
Sin abrir los ojos, finalmente habló.
"Así que tienes dos pactos con un mismo individuo. Qué interesante".
"¡Sí, es conmigo!" Gritó Mirella.
"También siento algo más. No es un poder fuerte ni se siente importante, pero está grabado muy dentro de ti".
¿Será lo de ver las edades en las sombras? Es bueno saber que no lo mencionó explícitamente. Eso o lo está ocultando.
"Hay demasiada potencia dentro de tu cuerpo, muchacho. Cuidado con eso", agregó.
"Sí, voy a tener cuidado", dije haciendo una risa forzada.
"¿Algo más?"
Sin responder, abrió los ojos y miró a Aya y luego a Mirella.
"No les recomiendo llevarse mal con él, ¿saben? No quiero que lo tomen como una advertencia, pero... Tiene pinta de que en cualquier momento va a estallar de magia... Ya de por sí, es extraño que pueda usarla siendo un humano".
Me soltó las manos de una manera extraña, deslizando su dedo índice hasta la uña del mío. Luego me miró.
"A mí tampoco me gustaría mantener una mala relación contigo. Disculpa que te lo diga así, pero... Solo espero que nos llevemos bien".
Literalmente... ¿Qué carajos acabo de escuchar?
No era la primera vez que alguien me decía que mi poder parecía ir más allá de lo común. Claro, pensar eso es obvio al yo ser un humano que destaca por sobre los demás, pero siempre había tratado de no pensar demasiado en ello para no sentirme un raro. Sin embargo, Forn acababa de ponerlo de una manera que me hacía sentir como si llevara una bomba de tiempo en el cuerpo. ¿Acaso quería decir que un día, sin querer, podría perder el control de la situación?
¿Me verán como un monstruo, acaso? ¿Un humano que por error o mala fortuna fue llenado con algo que no le pertenece? No sé cómo manejar esa mirada que, de vez en cuando, algunos, como Forn ahora, me lanzan... esa mezcla de cautela y respeto forzado, como si estuvieran sosteniendo una espada de doble filo.
Mirella voló rápidamente hacia él, interrumpiendo mis pensamientos. Su expresión normalmente alegre y despreocupada se había tornado seria. Cruzó los brazos, haciendo que sus pequeñas manos apenas se movieran sobre el pecho.
"¿Qué querés decir con ‘no llevarse mal con él’? Luciano jamás nos haría daño. Forn, se ve que eres muy bueno con eso de ver la magia, pero no entiendes nada de quién es Luciano realmente".
Forn suspiró y volvió a mirarme, como si quisiera suavizar la situación.
"Lamento si mis palabras han sonado... duras. La magia es algo que respeto, y cuando vi tanto poder en alguien así, me preocupó. Eso es todo".
Justo después de que terminara de hablar, Aya se fue hacia el pasadizo por el que habíamos venido.
"No sabés nada, Forn. ¡Luciano controla su magia mejor que nadie! Y si él tiene algo especial, seguro es porque lo merece. No por ser un ‘peligro’ como tú decís".
"Está bien, Mirella. Ya está... Deberíamos irnos o se nos va a hacer tarde", dije, agarrándole uno de sus bracitos.
Mirella miró mi mano sujetando su brazo y bajó la mirada, con una expresión de duda que rara vez mostraba. Parecía haberse calmado un poco, pero no completamente. Forn, por su parte, nos observó, dándome una mirada algo diferente esta vez. Era más cercana, como si, de alguna forma, intentara comprenderme.
"Pero Luciano, él..."
"No pasa nada, Mirella. Vamos, que se nos hace tarde".
"Está bien..."
Sin mirar a nadie más, siguió los mismos pasos que Aya, llevándose consigo la gran esfera de luz.
"En cualquier momento volveré para seguir hablando contigo. ¿Voy a seguir encontrándolos acá?"
"Yo diría que sí. Si vuelves, me gustaría que vinieras solo".
"¿Solo, por qué?" Pregunté, frunciendo el seño.
La ocurrencia era media rara, más sabiendo que yo todavía soy un niño.
"Para que hablemos mejor. Me gusta más hablar las cosas importantes a solas".
"Eso sería... complicado. Pero sí lo que podríamos hacer es que los que me acompañen me esperen afuera o algo así".
"Me parece bien".
Me giré, evitando que viera mi cara de sospecha.
"Nos veremos pronto, entonces. Chau".
"Adiós, muchacho. Eres bienvenido para venir cuando desees".
Que gente más rara. Veremos qué sucede en el futuro...
El camino de vuelta a mi cueva fue agotador, principalmente porque el andar pisando la roca uniforme todo el tiempo me hizo empezar a doler la planta de los pies.
Mirella me esperó a mitad del pasadizo, diciendo que estaba molesta porque no le contesté nada a Forn, pero claro, yo quería evitar alargar el tema más de lo necesario para que Forn no hablara de más.
Alcanzamos a ver a Aya a mitad del bosque, ella estaba cazando pescados en el arroyo. De hecho, ya tenía cuatro entre sus brazos.
Le dije a Mirella que nos escondiéramos detrás de un árbol para observarla. Esta era la primera vez que la veía cazar comida.
Aya estaba inclinada sobre el arroyo, con los pies firmemente plantados en las piedras resbaladizas mientras cazaba. Su yukata se ceñía a sus curvas mientras se movía, pero, si bien eso era un atractivo visual, lo que más me impresionó fue la velocidad y precisión de sus garras. En un momento estaba quieta, observando, y al siguiente, sus manos se movían como un rayo, clavando las garras con una precisión tan exacta que cada pez quedaba inmovilizado al instante. Los atrapaba con una destreza casi animal, como un verdadero zorro, pero al mismo tiempo, sus movimientos mantenían una elegancia sorprendente.
Mientras la observaba, algo en mi pecho se tensó. No sabía si era sorpresa o admiración. O al menos, eso fue lo que pensé al principio… pero a medida que la miraba, me di cuenta de que una pequeña voz en mi mente comenzaba a formarse. Una voz que no parecía mía.
“Qué cosa tan ridícula”, pensé de repente, sin entender de dónde venía el impulso.
“Mirá cómo se esfuerza por llamar la atención. Solo quiere mojarse la ropa para mostrar sus enormes caderas”.
Mi propia mente se estremeció ante esos pensamientos. ¿Qué demonios? Aya era… no, Aya era sorprendente. Sin embargo, cuando intenté decírmelo a mí mismo, mi mente rechazó la idea.
Qué increíblemente ineficaz y estúpida se veía con esos pescados en las manos.
¿Increíblemente ineficaz? ¿En qué estaba pensando?
De pronto, mis palabras salieron sin querer.
“Qué pérdida de tiempo… No sé para qué se molesta en cazar así. Seguramente ni le salgan bien las cosas”.
Mirella, sin embargo, no me prestó atención; sus ojitos verdes se veían horribles mientras observaba a Aya con admiración.
“¿Viste, Luciano? ¡Aya es increíble! Caza como si fuera parte del arroyo, como si ya supiera cada movimiento que hacen los peces antes de atraparlos. ¿No es asombrosa?”
Abrí la boca para asentir, pero en lugar de eso, un pensamiento brotó desde algún rincón oscuro de mi mente, rápido y venenoso, y lo dije sin poder contenerme.
"No me parece para tanto… Parece que solo está jugando a impresionar. Cualquiera puede atrapar un pez si se concentra suficiente tiempo”.
“¿Qué? ¿En serio piensas eso, Luciano? ¿En serio crees que está fingiendo? Yo la veo tan rápida como siempre”.
Mi corazón empezó a palpitar. No había querido decir eso, o al menos, no de esa manera. Intenté justificarme, aclararme, pero mis pensamientos estaban enredados, y una ola de confusión me invadió. Me sentía como si algo ajeno a mí estuviera revolviendo mis ideas.
Antes de que pudiera responder para retractarme, escuché algo, una voz, algo tenue, pero nítida al mismo tiempo. Era de Forn, pero no parecía venir de fuera, sino de adentro, como si estuviera hablando directamente en mi mente.
"Luciano, tu mente es débil. Mírate, no puedes controlar tus pensamientos ni la gente que se entromete en tus sueños".