Novels2Search
El pibe isekai [Español/Spanish]
Capítulo 11: Atrapados bajo sus alas.

Capítulo 11: Atrapados bajo sus alas.

Cociné un pescado mientras la dejamos hablar, Mirella se sentó a mi lado y Aya estaba al frente.

"Bien, el rey demonio era un ser muy malvado que habitaba bastante lejos de aquí, pero resulta que algunos seres mágicos enojados quisieron acabar con él. Sin embargo, todo terminó mal y encerró sus almas por algún lugar de estas tierras.

Esto es en principio lo que escuché de las personas que venían desde lejos escapando del acecho del rey demonio, pero yo les juro que una vez lo vi merodeando por entre los árboles. Tenía unas cosas alargadas en la cabeza y su cara era muy fea. Daba miedo.

Con respecto a qué le sucedió... Yo no lo sé con certeza, solo escucho lo que susurra el bosque, y oí dos versiones. Una es que murió y la otra es que se sumergió en las llamas eternas y allí se esconde".

"¿Las llamas eternas?" Preguntó Mirella.

"Si, es un fuego que no desaparece y se esparce como el agua", respondió Aya.

Parecía un acertijo, yo diría que es lava.

Aya tomó una pausa, su mirada se perdió en las llamas de la fogata antes de hablar.

"Estas llamas eternas están en un lugar muy lejos que pocos conocen y aun menos se atreven a visitar. Se dice que son una trampa creada por el mismo rey demonio, donde quedó atrapado al intentar usar su poder para controlarlas. Algunos creen que su espíritu sigue allí, alimentando el fuego con su maldad. Pero no hay certeza, y muchos prefieren no averiguar la verdad".

¿Tanto misterio para decir que el minotauro estaba en un volcán?

"¡Entonces vayamos a las llamas eternas!" Exclamó Mirella, muy ilusionada.

"Increíble, Aya, eres tan valiente que hasta lograste ver al min... ¡Al rey demonio! Te felicito y te doy las gracias por dejar estos dibujos aquí, tal vez en un futuro le sirva a alguien para que la lucha de esos seres mágicos no quede en el olvido".

Más allá de la ironía, es interesante ver que alguien haya comenzado a hacer pictografías en las paredes. ¿Será que los seres mágicos tienen mayor capacidad intelectual al ser creados por Sariah? Aunque no es que se note mucho en Mirella... Es una bromita.

Me hizo una sonrisa mientras movía sus orejas y luego le respondió a Mirella.

"No es tan simple, Mirella. Las llamas eternas son extremadamente peligrosas y hay muchos obstáculos en el camino. Además, si el rey demonio realmente está allí, enfrentarlo podría ser mortal. Podríamos quedar encerrados nosotros".

Mi pescado ya estaba cocinado y me puse a comer mientras las escuchaba hablar.

"¡Oh! ¡Pero yo quería conocer las llamas eternas!"

"No, Mirella. Eso no se puede".

"¿Tú ya las has visto?"

"No, nunca quise acercarme ahí. Además, me dijeron que están muy lejos de aquí".

"¡Pero yo puedo ir volando!"

"¿Entonces vas a dejar a Luciano solo?"

"¡Claro que no! Solo... bromeaba".

Ya con el pescado a la mitad, intervine en la conversación.

"Sí Mirella, en algún momento vamos a ir ¿Querés que te lleve?"

"¡Sí! ¡Eres el mejor!"

Aya suspiró y asintió.

"Pero Luciano, debemos estar preparados porque esto no es algo que podamos hacer impulsivamente. Necesitamos más información y entrenamiento. Debemos ser cuidadosos y asegurarnos de tener un plan".

Le hice un guiño a Aya, aunque no sé si entendió el gesto. Solo estaba intentando hacer que Mirella se pusiera feliz.

Aya me miró sorprendida, abriendo los ojos aún más.

"¿Estás loco, Luciano? Es un lugar extremadamente peligroso. No sabes lo que podrías encontrar allí".

"Pero si logramos encontrar alguna pista sobre ese rey demonio, podríamos evitar que otros seres malvados sigan sus pasos. Además, tengo a Mirella y a ti para ayudarme".

Ella jugueteó con su cabello mirando hacia otro lado. Sus colas se movían de un lado a otro, casi como limpiando el piso.

"B-Bueno... ya veremos entonces, ¡pero primero debes ser más adulto!"

Estaría bueno ir, obvio. Sin embargo, ella tiene razón con lo que dice, al menos tiene sentido común como para cuidar a sus compañeros de futuros peligros. Hasta diría que a veces actúa como una madre.

Quiero que Aya se convierta en mi nueva amiga, mi compañera. Sé que tiene un gran potencial para guiar a un grupo y eso me gusta. Aunque debo decir que hay otras cosas que me gustan de ella...

"Entonces iremos en un futuro".

Sin decir nada, se levantó y se fue a dormir a la esquina de siempre. Nosotros hicimos lo mismo con Mirella del lado contrario, luego de que ella me dijera las mil y una formas de ir a las llamas eternas.

Al día siguiente por fin pude notar un cambio en mi uso de la magia.

"¡Mira, Aya! Pude crear algo en vez de solo poder hundirlo", dije, mostrándole que había quitado un trozo de piedra de la pared con forma de círculo.

"¡Increíble! Entonces sí es posible que transformes las cosas a tu gusto. ¡Sabía que podías hacerlo!"

La impresioné más cuando tomé el círculo con las dos manos y lo transformé en una varilla pequeña. Para usar mi magia debía concentrarme bien y pensar en qué hacer. Una vez que le agarré el gusto ya me salían muy bien las cosas.

Mirella se acercó rápidamente.

"¡Wow! ¿Qué es eso? Se parece a una naña, me encanta. ¡Eres genial, Luciano!"

Voló cerca de mis manos mirando el objeto desde todos los ángulos posibles. Sus movimientos eran algo exagerados, pero ella demostraba su curiosidad de esa manera.

"¿Te gusta? Te lo regalo... No, mejor esperame un segundo".

Dividí la pequeña varilla en tres partes e hice 3 anillos de piedra de diferentes tamaños.

"Miren, esto es un regalo para ustedes, para que se vean más bonitas. Estiren su mano".

Ellas se quedaron mirando sorprendidas, casi sin poder entender para qué servía lo que hice, pero, aun así, me hicieron caso.

"¿Un... anillo?" Dijo Mirella.

"A-A-Ani..." Volvió a trabarse Aya.

"Anillo. Lo acabo de inventar y mientras lo tengan puesto en uno de sus dedos significa que seguimos siendo amigos".

Mirella, no pudo contener su emoción y comenzó a dar pequeños giros en el aire, agitando sus diminutas alas.

"¡Oh, qué emoción! ¡Yo también quiero el mío! ¡Luciano, dámelo, dámelo!"

Sus manos se alzaban hacia mí, esperando impacientemente. Le puse el anillo en el dedo índice su mano derecha y su sonrisa era tan radiante como su magia de luz.

Claramente no se lo iba a poner en el dedo anular, por más que ellas no supieran el significado.

Aya extendió la mano izquierda luego, con cierta cautela, como si no supiera qué esperar de mí. Sus dedos largos y delicados parecían dudar por un segundo. Era gracioso cómo, a pesar de su experiencia y sabiduría, todavía conservaba algo de esa inocencia, o tal vez simplemente no se fiaba de los gestos que yo solía hacer.

"Luciano, ¿esto... es para mí?" Preguntó en voz baja, casi como si no quisiera que Mirella escuchara, pero igual lo hizo.

"Claro que sí, Aya. Es un pequeño detalle, nada más", respondí, tomando su mano para deslizarle el anillo que había hecho.

El anillo encajaba perfectamente en su dedo. Me quedé mirándolo un segundo más de lo necesario, como si quisiera ver su reacción, pero también, porque había algo reconfortante en ver el fruto de mi magia transformado en algo tan tangible.

Aya, con su nuevo anillo en el dedo, miraba fijamente el objeto como si tratara de descifrar el propósito oculto detrás de él. Sabía que a veces podía ser difícil para ella entender por completo mis intenciones. Sus colas, que normalmente se movían de manera relajada, ahora parecían congeladas, como si algo en su mente estuviera trabajando en silencio, intentando comprender.

También lo olió, pero nada más que eso.

Luego me puse el último anillo en el anular de mi mano derecha.

¿Por qué lo hice? Ni siquiera yo lo sé, fue una reacción instintiva, tal vez

"¡Me encanta el anillo! ¡Soy la mejor amiga de Luciano!" Gritó Mirella, mirándolo de arriba a abajo.

Aya sonrió tímidamente mientras observaba el anillo en su dedo.

"Es un gesto muy bonito, Luciano. Gracias".

Mirella, entusiasmada, movía las manos para ver cómo le quedaba el anillo de piedra.

"¡Es genial! ¡Nunca había visto algo así! ¿Puedo usarlo siempre? ¿Te gusta cómo me queda?"

"Por supuesto, Mirella. Es tuyo ahora".

"Es curioso cómo has aprendido a usar tu magia tan rápido. ¿Será que tienes un talento innato para esto? Les aseguro que seremos buenos amigos, Luciano y Mirella".

Mirella se posó sobre el hombro de Aya y la abrazó por su cuello.

"Te quiero mucho, Aya".

"Tal vez haya nacido con grandes poderes, solo espero poder mejorar y seguir estando con ustedes, aunque ahora que ya aprendí a controlar mis poderes... serán nuestros últimos días en este santuario".

"Entiendo..." Dijo Aya, agachando la cabeza mientras acariciaba el anillo con su mano izquierda.

"¿¡Qué!? ¿Acaso piensas abandonar a Aya?"

"Mirella, no vamos a discutir sobre eso ahora..."

Dejé una chispa de suspenso en el aire mientras me iba a recargar mis partículas mágicas.

***

Dos días pasaron rápidamente. Durante ese tiempo, seguí practicando mis habilidades mágicas, intentando perfeccionarlas. Sabía que no podíamos quedarnos aquí para siempre, pero antes de irnos, quería demostrar que realmente había aprendido a usar la magia.

Reuní a las chicas para mostrarle más de mi magia. Creo que ya había desarrollado mis habilidades lo suficiente como para decir que realmente puedo usar magia.

"Miren, ayer mientras estaba por dormir, pensé en más cosas para crear", dije, intentando sonar con la emoción de un niño inocente.

"Pero primero quería saber si a Aya no le importaba que quitara algo de piedra de la pared".

"No pasa nada, estoy interesada en saber qué es lo que vas a hacer".

"Gracias, Aya. Luego de lo del otro día se me ocurrieron bastantes cosas".

"Luciano, ¿vas a hacerme otra cosa para que me vea más bonita?"

Los ojos de Mirella estaban mirándome como dos estrellas, pero realmente no sabía qué más hacerle.

"No te hacen falta más cosas, porque ya eres la mujer más bonita que he conocido".

No fue solo una respuesta para hacerla feliz. Era la verdad. No por su apariencia física, sino por cómo irradiaba esa luz que, en un mundo tan oscuro como este, era más necesaria de lo que ella misma se daba cuenta.

Mirella sonrió ampliamente, casi como si estuviera a punto de saltar en el aire de la felicidad. Pero más allá de esa sonrisa, no pude evitar notar que Aya observaba la escena con una leve inclinación de la cabeza, su mirada curiosa pero tranquila.

Antes de hablar, Mirella me lanzó una mirada que a mi parecer fue algo coqueta.

"Oh, Luciano, siempre sabes cómo hacerme sentir especial".

Luego se acomodó un poco el cabello mientras me miraba.

Ya soy todo un galán, ¿eh?

Aya, aclarando la garganta, dijo: "Bueno, ¿qué tienes planeado mostrar hoy con tu magia? Estoy intrigada".

"Bueno, en realidad las cosas que voy a hacer ahora son para mí, para facilitar las cosas del día a día".

"¡Oh! ¿Por qué solo para ti?" Intervino Mirella

"Eso es porque esta vez solo pensé en mí. Qué egoísta soy, ¿no?"

"¡Sí, eres un tonto!"

"Tranquila, tranquila, ya voy a pensar en algo para hacerte".

"Bueno..."

Luego de ese ida y vuelta con Mirella, puse las manos contra la pared, cerré los ojos y pensé en la forma de un plato. En realidad, no sé para qué cerré los ojos, pero eso lo hacía ver más épico.

Lentamente pude ir hundiendo las manos en la piedra y saqué un trozo que se parecía a un simple cuadrado, pero luego fui moldeándolo hasta formar un verdadero plato de piedra pequeño.

"Miren, esto sirve para apoyar mi comida y no ensuciarme las manos", dije y se lo alcancé a Aya, que se quedó observándolo junto a Mirella.

Luego hice un cuchillo y un tenedor.

"Esto es para pinchar la comida, un tenedor", dije, levantando la mano izquierda con la que sostenía el tenedor primitivo.

"Y este es para cortar la comida, un cuchillo".

"Increíble... En serio eres el mejor Luciano. No entendí mucho, ¡pero me encantan!"

Aya parecía que practicaba algo en voz baja.

"¿Aya?"

"¡Tenedor y cuchillo!" Gritó fuertemente levantando su cabeza de manera brusca, su voz resonando por todo el santuario en un eco.

Solté una risita suave al escucharla.

"Vaya, parece que te lo aprendiste a la primera. Qué bueno".

Luego, Aya me pidió que le hiciera unos para ella. Mirella no se quedó atrás y también me los pidió, pero como debían ser de un tamaño tan pequeños, no me salieron.

"¡Tonto Luciano! ¡Tonto!"

Se fue volando hacia la esquina donde siempre dormíamos.

"¡Mañana nos vamos, así que si te portás mal te dejó acá!"

Me quedé con Aya hablando mientras comíamos usando nuestras nuevas cosas. solo que no pude evitar ponerme a observar a Mirella, que desde la esquina me lanzaba miradas fulminantes mientras jugaba con el anillo en su mano.

Su actitud era mitad berrinche, mitad algo más que no lograba descifrar del todo. Era increíble cómo pasaba de estar completamente feliz a enojarse en un segundo, solo porque no le había podido hacer un cuchillo y un tenedor a su medida. A veces parecía que quería todo de inmediato, como una niña malcriada, pero… ¿acaso no era eso parte de su encanto?

Aya, por su parte, observaba en silencio, con esa calma serena que siempre mostraba, casi imperturbable. Aunque había algo en su mirada, como si intentara comprender algo que no llegaba a decir en voz alta. La forma en que sostenía el plato de piedra que también le había hecho, sus dedos deslizándose suavemente por los bordes, me daba la impresión de que estaba más sorprendida de lo que mostraba. Tal vez ella también estaba intentando adaptarse a esta nueva vida, a este grupo tan peculiar que habíamos formado.

"Aya, mañana ya nos vamos con Mirella. Gracias por haberme ayudado a usar mi magia y haberle hecho mejorar la magia a Mirella. Ella también te lo agradece".

"Luciano, eres tan dulce... Es una lástima que debamos separarnos tan pronto.

¿Seremos buenos amigos mientras llevemos esto puesto?" Señaló su anillo.

"Claro, si mis padres me vuelven a dejar salir, te prometo que vamos a visitarte seguido y... ¡me seguirás enseñando más sobre la magia!"

Al final no le dije sobre las piedras con partículas que hay en este santuario... Después de cómo reaccionó al querer tocarle sus dibujos en la pared, es mejor hablarlo la próxima vez o cuando entremos un poco más en confianza.

***

Recién nos habíamos levantado y Mirella me recibió con un par de nañas para desayunar.

Pasamos un rato charlando hasta que llegó el momento de irse.

"¡Adiós, Aya! Te quiero mucho", dijo Mirella, saludando a Aya mientras me seguía junto a su bola de luz.

Al pasar por la estrecha salida que conectaba el santuario con la cueva, me di la vuelta para saludarla con la mano, regalándole una gran sonrisa. Mirella me iba tirando el agua del suelo para que vaya recargando mis partículas. Ayer me había olvidado.

image [https://img.wattpad.com/3c01261b834d833980965b719c7b1c6fc7c173fb/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f7655735a4e4b546a50314e6d30673d3d2d313435363737353937392e313765323030393437323364346166663136323736373238363433392e706e67]

"Luciano, espero que te vuelvan a dejar salir", dijo Mirella mientras subíamos la cueva. Había un atisbo de preocupación en su tono.

A ella no le gustaba nada la época en la que teníamos que salir a escondidas de vez en cuando y yo la hacía dormir sobre un árbol.

"Ya veremos..."

Llevaba conmigo el plato y los cubiertos que había creado, listo para mostrárselo a mi familia. Esa iba a ser la primera impresión, algo que nos sirviera a todos.

"Mirella, recordá que dijiste que ibas a portarte mejor conmigo. Lo de los celos..."

Mirella me miró de reojo, sin responder de inmediato. Flotaba a mi lado con una expresión que no lograba descifrar del todo. Quizás estaba pensando en cómo responderme, o quizás solo estaba irritada de nuevo por algo que ni siquiera había notado.

The narrative has been illicitly obtained; should you discover it on Amazon, report the violation.

Finalmente, Mirella rompió el silencio.

"Está bien... intentaré portarme mejor. Es solo que... no me prestas atención".

"Eso no es cierto".

No contestó nada.

Mientras seguíamos nuestro camino hacia el exterior de la cueva, mi mente seguía dando vueltas. ¿Qué esperaba de mí, exactamente? Sabía que nuestra relación había cambiado desde el primer día que la liberé de esa piedra, pero nunca me había detenido a pensar en las implicaciones. No solo era una compañera de aventuras, también era alguien que dependía de mí de una manera que no entendía del todo.

Ya fuera, la luz del sol que entraba por los árboles me cegó un poco, hacía rato que no salía fuera.

Con una mano haciéndome visera, me detuve un momento para admirar el paisaje que casi que había olvidado al estar encerrado dentro del santuario. Los árboles se mecían suavemente con la brisa y todo era muy tranquilo

¿Cuánto días habré estado? Yo creo que alrededor de un mes.

"¡Luciano, espera!" Se escuchó desde detrás nuestro, dentro de la cueva.

Me di la vuelta y esbocé una sonrisa de satisfacción. Era obvio que no iba a quedarse de brazos cruzados habiendo encontrado a alguien tan extraño como yo. Un humano que puede usar magia.

"¡Luciano! ¡Mirella! Por favor, yo quiero... Yo..."

Su respiración era algo agitada.

"¡Yo quiero quedarme con ustedes y que sigamos aprendiendo cosas juntos!"

Y así, tal y como lo había premeditado, se sumó un nuevo integrante a mi grupo.

"¿Estás segura de que querés venir con nosotros?" Pregunté, tratando de darle una oportunidad para reconsiderar la situación

Aya asintió vigorosamente, como si la duda no tuviera lugar en su mente.

"Estoy segura, Luciano. He estado sola mucho tiempo, y desde que llegaron, me he dado cuenta de cuánto necesitaba compañía. No quiero quedarme aquí encerrada nunca más".

"Está bien. Aya, eres bienvenida a unirte a nosotros. Vamos, debo presentarte a mi familia".

Un poco agitada, Aya se puso a caminar a nuestro lado.

Con la situación resuelta, emprendimos el camino hacia el bosque. El ambiente había cambiado. No era solo la brisa que nos acariciaba el rostro, ni el poco sol que calentaba nuestra piel; era algo más profundo, algo en mi interior. Tenía la sensación de que las cosas nunca volverían a ser las mismas después de la decisión que tomé. Mirella, Aya y yo… tres seres tan distintos, unidos por circunstancias extrañas, caminando juntos hacia lo desconocido. Bueno... en realidad solo íbamos a mi hogar.

"Gracias por dejar quedarme con ustedes, siempre me había sentido muy sola y ahora creo que gracias a los dos puedo ver las cosas de una manera diferente".

"¡Eso es lo que hacen los amigos!" Exclamó Mirella, sentándose sobre la cabeza de Aya.

Ella rio tapándose con la mano y cerrando los ojos. También movía sus colas suavemente, con una sonrisa en el rostro.

"Luciano, ¿qué es lo primero que vas a hacer cuando lleguemos?"

Había algo de entusiasmo en su tono de voz.

"Quiero mostrarles a todos mis nuevas habilidades. Creo que van a estar sorprendidos de ver lo que puedo hacer ahora".

"¿Y cómo son tus padres?"

"Ellos son amables, principalmente mamá".

"¿Solo eso?"

"Bueno, mamá es hermosa".

Aya se detuvo en seco.

"Hoy... el bosque está raro... Escucho demasiado movimiento".

"¡La otra vez nos atacó un oso! Deberíamos ir rápido", intervino Mirella, tomando la delantera.

Cuando finalmente llegamos, noté algo extraño. La cueva estaba en silencio, demasiado en silencio. No se escuchaban las risas y voces usuales de mi familia.

Aunque es cierto, este es horario de salir a recolectar comida.

Cuando llegué a la entrada de la cueva, sentí que definitivamente algo no estaba bien.

"Acá pasó algo raro", murmuré, apurando el paso y dejando mis creaciones apoyadas fuera de la cueva.

Aya se quedó asomándose tímidamente desde la entrada de la cueva, Mirella me siguió para ver si estaba todo bien.

"No pude hacer nada. No pude hacer nada. No pude hacer nada. No pude hacer nada", empecé a escuchar repetidamente desde el fondo de la cueva.

Samira se meceaba sentada en el final del lugar, con la cabeza contra sus rodillas.

"¡Samira! ¿Qué les pasó?"

Me acerqué corriendo hacia ella, su cuerpo se veía más flaco de lo normal y el tono de su voz era sombrío.

Levantó la mirada, sus ojos negros estaban desorbitados y clavados en los míos.

"¡Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento!"

Le di una sacudida en los hombros para que reaccionara.

"Samira, ¡dime qué es lo que pasó! ¿Dónde están los demás?"

"Samira, ¿qué... te pasó?" Preguntó Mirella con voz temblorosa mientras ponía una bola de luz en el aire.

"¡S-Se los llevaron... a-a todos! Vinieron unos hombres raros... ¡Vinieron unos hombres raros y...!" Gritó y se quebró en llanto sobre mi hombro.

Acaricié su espalda, intentando calmarla. Podía notar claramente sus vértebras al tacto.

"Está bien, Samira. Yo debo pedirles perdón por dejarlos solos en estos días, puse por encima mis propios intereses y me salió mal... Siempre me salen mal las cosas".

En realidad más que calmarla a ella, me estaba hablando a mí mismo.

Mirella acarició mi pierna, intentando darme ánimos.

"Luciano, no es tu culpa..." Murmuró entre dientes.

La separé de mi hombro y la miré fijo a los ojos.

"Dime cómo eran ellos y qué les hicieron. Necesito saberlo, Samira".

"Bueno..."

Se secó un poco las lágrimas antes de continuar.

"Tenían esas... ¿plumas? Q-Que te mostramos u-una vez... y s-se... la quedó Suminia". Ella apenas podía hablar en un llanto ahogado.

¡El maldito hombre pájaro!

"Tranquila, voy a intentar buscarlos a todos y los traeremos a salvo, ¿si? Por favor, ya no llores..."

Me quedé acariciando su cabello negro junto a Mirella, intentando consolarla de algún modo. Admito que yo también estaba por llorar, pero me aguanté las lágrimas.

Le di una naña de las que había traído durante el camino y fuimos hacia la salida de la cueva, donde me encontré a Aya tirada en el piso, retrocediendo lentamente mientras me miraba asustada.

"¡Luciano, lo siento! ¡Fue mi culpa! ¡No debí convencerte de que te quedaras conmigo! ¡Por favor, perdónenme!"

De un momento a otro comenzó a intentar quitarse el anillo.

"¡No merezco ser su amiga!"

Ya no tenía paciencia para lidiar contra los problemas que se iban sumando una tras otro, así que fui y la agarre la cara con la mano, apretando sus cachetes con mis dedos.

"¡Basta ya! ¡Levantate! ¡Levantate, carajo! Levantate y luchá a nuestro lado, ¡eso es lo que significa la amistad! Los verdaderos amigos no se abandonan, ¡¿entendiste?!"

Aya me miró con ojos completamente abiertos, sorprendida por mi reacción. Sentí cómo temblaba bajo mi mano, pero lentamente dejó de retroceder. Mis palabras fueron duras, lo sé. Seguramente ella no merecía que la trataran así, pero eran necesarias. En ese momento no podía permitirme ser el Luciano amable y comprensivo que todos esperaban. No ahora. No cuando mi familia estaba en peligro.

Solté su rostro lentamente, viendo cómo el terror en sus ojos comenzaba a menguar y, sin decir una palabra, se levantó frente a mí, todavía sosteniendo con la otra mano el anillo que intentó quitarse. Me miró con una determinación renovada, pude sentirlo.

"Lo siento..." Susurró.

Mirella asintió apretando los puños en el aire, al parecer contagiada por mis palabras.

"Vamos a necesitar un plan", sugirió, mirando hacia el interior de la cueva donde Samira todavía se recuperaba emocionalmente.

"Hablemos de camino al bosque, vamos a buscar a todos y traerlos sanos y salvo, ¿sí? ¡Confío en ustedes, vamos!" Grité, yendo hacia la salida, pero...

Samira vino corriendo hacia nosotros, tropezando y cayendo al suelo. Se enderezó sobre él, volviendo a llorar mientras apenas podía mantenerse sentada apoyada contra la pared de la cueva. Su mirada se quedó perdida por un momento antes de hablar.

Samira vino corriendo hacia nosotros, tropezando y cayendo al suelo, luego se enderezó y habló volviendo a llorar mientras apenas podía mantenerse sentada apoyada contra la pared de la cueva [https://img.wattpad.com/fe00b1bcc0e80021268ec26a4ac8e91a1352ca85/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f677a6b43764967354235566334673d3d2d313435363737353937392e3137653364333666323332343439646234333834383134303033312e706e67?s=fit&w=1280&h=1280]

"Luciano... espera. T-Tengo que decirte algo..." Hizo una pausa antes de seguir, intentando limpiarse las lágrimas del rostro. "Tu madre... nos había d-dicho que... ¡Ella dijo que...!" Tosió, ahogándose en su propio llanto.

¡Qué estaba embarazada!"

El mundo pareció detenerse cuando las palabras de Samira golpearon mis oídos. Mi madre... ¿embarazada? Sentí cómo una especie de vértigo se apoderaba de mí. Todo lo que había estado planeando, toda la rabia que tenía acumulada por lo sucedido, quedó en un segundo plano. No podía procesarlo, no ahora, no después de todo lo que ya había pasado. Mi cabeza daba vueltas intentando unir las piezas, pero nada encajaba.

Me empezó a doler el pecho muy fuertemente. Rundia estaba embarazada... Ahora estaba en peligro y yo mientras tanto estaba jugando a hacerme el mago cien metros bajo tierra.

"¿E-Embarazada dices?" Mi voz salió más baja de lo que esperaba, casi como si estuviera por quedarme afónico.

"¡Es por eso que vinieron a buscarla!" Gritó y volvió a llorar desconsoladamente mientras se tapaba la cara con las manos.

Me detuve en seco y de pronto las piernas y manos me empezaron a temblar, dejándome paralizado y acabando con toda esa determinación que había tenido tan solo unos segundos atrás.

Tomé una respiración profunda, intentando calmar los latidos desenfrenados de mi corazón.

"¡Luciano, tranquilízate! ¡Vamos a ir a buscarlos y traer a Rundia sana y salva!" La que hablaba era Mirella, posándose en mi hombro derecho.

"¡Los odio! ¡Odio a todos los que hacen sentir mal a Luciano!"

Aya me tomó de la mano, tal vez intentando devolverme la determinación que yo le había contagiado.

"Luciano, todos estamos de tu lado, así que daremos lo mejor de nosotros, ¿sí? Vamos, debemos arreglar nuestros errores".

¿Errores? ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo permití que las cosas se desmoronaran de esta manera? Tomé la ruta equivocada, no debí desviarme de lo natural, de lo que era lo normal... No debí seguir el arroyo, tampoco conocer a Aya.

Si nos quedábamos en la cueva Mirella nos protegería... Pero contra los golems se le hizo complicado... ¿Entonces, cual fue el error? ¿En qué fallé?

¿Era Aya la clave de todo esto? ¿Haberme encontrado con ella fue el principio del fin? No, no podía culparla a ella. No fue su culpa que los hombres pájaro atacaran, pero... si nunca la hubiera encontrado.... No, si ella me hubiera dejado ir el mismo día que la conocimos... tal vez mi familia estaría a salvo ahora. Pero no podía haber sabido lo que sucedería, ¿no? Era sensato hacerlo, lo hice por el bien de todos.

Mirella había estado conmigo desde el principio, y siempre me había apoyado, pero quizás debí haber sido más cauteloso. Quizás no debí dejar que nos distrajéramos. Pero ella también entró su magia, ahora se supone que es más fuerte.

Ya sé, debería encontrar a alguien que tenga magia de ver el futuro, así yo podría...

"Luciano ¡¿Qué te pasa?! ¡Debemos irnos ya!" Gritó Mirella, cortando con mis pensamientos intrusivos.

Me obligué a mirar a Aya. A pesar del miedo que vi en sus ojos, también había habido una chispa de valor en sus palabras. Tal vez esperaba que la reconfortara de la misma manera que lo había hecho antes. Pero... ¿cómo podía hacer eso cuando ahora ni siquiera confiaba en mí mismo?

“Luciano...” Comenzó a decir. “Sé que esto es difícil... pero todavía podemos hacer algo. Podemos arreglarlo, ¿no?”

¿Arreglarlo? Claro, ella no entendía lo que esto realmente significaba. Era más que solo un error. Esto era un abismo, una grieta que se había formado y que ahora estaba devorando todo lo que me importaba.

"Esperen... no me siento bien. Necesito calmarme".

Respiré hondo, pero el aire no llenaba mis pulmones como debería. Sentía que el suelo bajo mis pies era inestable.

Aya soltó mi mano y me cargó entre sus brazos.

"¡Vamos, Luciano! No te preocupes, nosotras te guiaremos".

"¡Samira, espera aquí hasta que volvamos!" Gritó Mirella.

Aya se puso a la cabeza del grupo, guiándonos con paso firme hacia el bosque. La luz del sol se filtraba entre los árboles y Mirella flotaba cerca, su cuerpo brillando con el resplandor tenue de las partículas mágicas.

Nunca había sentido una sensación como esta, el ser apoyado tan frenéticamente por dos mujeres y tan desesperadamente al mismo tiempo. Mirella y Aya... me estaban guiando, pero yo me sentía más perdido que nunca.

"Primero, necesitamos encontrar alguna pista de dónde se los llevaron", dijo Aya.

"¡Yo los encontraré!"

Mirella salió disparada volando por arriba de los árboles. La perdimos de vista en un santiamén

Me permití un minuto de paz mientras Aya me seguía sosteniendo entre sus brazos, como si yo fuera un bebé. Sentí la calidez de sus brazos alrededor de mí, y por un momento me aferré a esa sensación, buscando estabilidad.

Verla de más cerca me hizo enfocarme en intentar mejorar mi respiración.

"No te preocupes, Mirella sabe cuidarse sola y es fuerte. Ahora debemos mantenernos enfocados y no perder tiempo", dijo y me dejó en el suelo.

Yo seguía algo bloqueado y no sabía cómo salir de ese estado. Todo se me acumuló de repente, pero...

Caí arrodillado al suelo. Sacudí la cabeza y golpeé mis cachetes, intentando despertarme.

"¡Piensa! ¡Piensa, idiota! Puedo usar la mag..."

Aya me calló de un cachetazo.

"¡¿No me habías dicho que me levantara y luchara?! ¡No cometas el mismo error tú también!"

Me extendió su mano para que me levantara.

Sonreí y me llevé una mano a la mejilla, sorprendido por el golpe. ¿Esto era lo que necesitaba?

Empecé a reírme tontamente antes de tomarle de la mano.

"Te habías quedado con ganas de devolvérmelo, ¿no?"

"Bueno, puede ser..." Miró hacia otro lado, esquivando mi mirada.

"Gracias".

Refregué mis manos contra mi cara, limpiando algunas pequeñas lágrimas de dolor.

Aya podía haberse quedado en su santuario, podía haber vivido su vida en paz. Pero eligió seguirme, eligió estar aquí, justo en este momento, cuando todo parecía estar al borde del colapso.

Acomodé mi largo cabello hacia atrás antes de hablar.

"Vamos, sigamos buscándolos".

Juntos y de la mano, nos adentramos en lo que empezaba a sentirse como una selva. Aunque lo que me inquietaba más era Mirella, que aún no había regresado.

"Luciano, ¿ya sabes quién es el que se los llevó?"

"Son los hombres pájaros, ya habíamos tenido un entredicho con uno de ellos en el pasado. Son altos y tienen un pico largo".

Gesticulé con mis manos sobre mi cara, para que entendiera mejor.

"Por cierto, mi madre es la que tiene el cabello igual al mío".

"¡Cuidado!" Exclamó Aya en una especie de grito contenido, llevándome detrás de un árbol.

"Hay un animal cerca".

Ella tapó mi boca con su mano.

Se escuchaban pasos lentos en la lejanía, pero eran pocos y espaciados pasos como para pensar que era un animal a cuatro patas.

Corrí un poco su mano para poder hablar.

"Debe ser uno de ellos, de los hombres pájaro".

Ella me volvió a tapar la boca y se asomó por el costado del árbol. Sus orejas se movían rápidamente mientras parecía susurrar algo repetidamente en voz muy baja.

"No puedo verlo, pero oigo sus pasos", finalmente dijo.

"Sigámoslo entonces", hablé, apenas pudiendo hacerlo al intentar abrirme paso entre sus dedos.

Ella no respondió y me llevó de la mano hacia donde se escuchaban los pasos, pero el sonido incesante de las ramas y hojas bajo nuestros pies hizo que el que sea que estaba ahí se diera cuenta de nuestra presencia.

"¿Hay alguien ahí?" Preguntó, su voz era parecida a la del hombre pájaro, más no igual

Aya se movió rápidamente y se acercó a él, haciendo un movimiento con las manos.

"Lo encerré entre cuatro barreras", dijo al girar la vista para mirarme. "Tal vez no puedas verlas. Así que no te acerques".

"¡Oye, tú! ¿Eres un... hombre pájaro?"

Él intentó correr, pero algo invisible no lo dejaba avanzar.

"¿Magia? Ya veo... El líder tenía razón".

"¿Líder?"

"Estás con ese niño, ¿no? Supongo que ya se enteraron. Ja. Ja. Ja".

Hizo la risa que nunca pude soportar oír, pero no me salí del árbol donde me dejó esperando Aya.

"¡Eso no te interesa! ¡Dime dónde está su madre y qué quieren de ellos!"

"Eres muy bonita y rara... ¿No te gustaría unirte a nosotros esta noche? El líder está buscando una nueva parej... ¡Waaaaaghhhhh!"

Su pico se quebró a la mitad en tan solo un instante y, de alguna forma, el grito fue algo satisfactorio.

"¡¿Qué hiciste, maldita?!"

Apenas pude ver entre las hierbas largas que comenzaba a recoger los trozos de pico del suelo, pero algo invisible le impedía agacharse del todo.

En ese movimiento que Aya hizo para romperle el pico, vi que gastó varias de sus partículas mágicas, solo que no pude entender bien lo que sucedió.

Aya no pudo contener su ira y apretó los puños con rabia.

"Eso fue solo una advertencia. Si no quieres perder más, dime lo que queremos saber", su voz más suave de lo que pensaba que sería.

"Solo vivimos para que el líder se haga más poderoso. ¡Él es el único que puede usar magia!

Vivimos y morimos por él, así que no me importa lo que me hagas. ¡Muérete de rabia, maldita!"

Me escapé de mi escondite y me lancé sobre Aya, abrazándola por su cintura.

"¡Aya, ya vámonos! No debes caer en la trampa de este tipo, no debes mancharte las manos por mí, por lo menos todavía no".

Si bien tengo mucha ira acumulada, a este mundo no fui enviado a destruir, sino a construir. Es por eso que debo intentar no matar a seres mágicos que podrían terminar extinguiéndose. Al menos no hasta saber qué es lo que planean.

"¿Quieres dejarlo aquí?" Preguntó, mirándome y frunciendo el ceño.

"Sí, por favor. Que se quede encerrado ahí si es posible... No sé bien qué hiciste, pero dejémoslo así por ahora".

El hombre pájaro número dos interrumpió nuestra conversación.

"¡Eres tú! ¡Eres tú el niño de oro!"

Sus puños golpeando la pared invisible que lo contenía.

Me quedé más sorprendido por la palabra 'oro' más que por el sobrenombre que me puso.

¿Acaso ya descubrieron el oro? ¿O será que saben el significado de mi conexión con Sariah?

El oro, en cualquier mundo, es un metal que puede desatar guerras, codicia y ambición. Y si los hombres pájaro lo han descubierto antes que nosotros, podrían estar en una posición de poder considerable, más de lo que ya imaginaba..

Tal vez solo es parte de una consciencia colectiva que tienen al ser creados por la diosa

"¡El niño de oro! ¡Niño de oro! ¡Niño de oro!" Gritaba y comenzó a saltar en el lugar mientras parecía querer arrancarse las plumas da la cabeza con sus garras.

"Aya, tenemos que irnos", dije y esta vez fui yo quien le agarró la mano, intentando convencerla.

Aya asintió y nos fuimos rápidamente hacia donde suponíamos que iba al que ahora tenemos prisionero.

"Algo viene, ¡cuidado!" Gritó, intentándose agachar, pero algo le golpeó la cabeza y terminó cayendo al suelo.

"¡Auch!” Escuché, la voz era de Mirella, que estaba sobándose la cabeza mientras estaba sentada sobre el pecho de Aya.

"¡Tonta! ¿Por qué venías tan rápido?"

Aya estaba enojada. Quitó a Mirella de encima suyo y la puso sobre el suelo, como si de un juguetito se tratara.

"¡Ay! ¡Es que ya los encontré a todos! Es por allá".

Mirella señaló el sendero por el que venía volando a gran velocidad.

"¡¿En serio?!" Pregunté emocionado.

"Entonces dinos qué es lo que viste, por favor".

Mientras Aya se sacudía la ropa, Mirella se puso a hablar en el aire.

"Bueno, esos hombres pájaro horribles están justo en la entrada de una cueva que es muy rara. También dentro logré ver que dentro están tu papá, tu mamá, Anya, Tarún y la tonta. Pero hay algo que no los deja mover del lugar en el que están, como si estuvieran encerrados".

Cuando escuché que los nombraba uno por uno, sentí una mezcla de alivio y frustración. Alivio porque parecían estar vivos, pero también frustración porque la situación era un poco peor de lo que había imaginado. Están atrapados, y ahora no solo tenemos que enfrentarnos a los hombres pájaro, sino también descubrir cómo liberarlos de esa extraña cueva.

"¿La tonta?" Preguntó Aya, sin conocer a las personas que había mencionado Mirella.

"¡Sí! ¡La odio a la tonta Suminia!"

"Bueno, bueno, ahora no hablemos sobre eso. Lo importante es que ya sabemos dónde están, ahora hay que pensar cómo los vamos a salvar".

"Yo haré lo que tú me digas, Luciano", dijo Mirella.

Estaba claro que siempre va a intentar buscar que primero yo le dé una orden para hacerme caso.

"Si quieres podemos estar a tu disposición, Luciano. Seguro que tú sabes mejor que nadie cómo ayudar a tu familia, recuerda todo lo que aprendiste", dijo Aya, cediéndome el liderazgo del grupo que hasta ahora había mantenido ella.

Ellas hablaban como si yo fuera alguien en quien confiar. Confiaban en un niño que a lo sumo podría tener... ¿Cuatro años? Ni siquiera creo que llegue a esa edad. ¿Será por mi forma de hablar o porque parezco saber mucho más que ellas?

Aunque si por Mirella fuera, me seguiría hasta el mismísimo infierno.

La verdad era que, aunque había visto y vivido cosas en mi vida anterior, este mundo prehistórico con sus criaturas y dioses me hacía sentir igual de perdido que cualquiera.

El sol apenas se colaba entre los densos árboles mientras intentaba regresar mi determinación inicial de regreso, debía tomar el control de la situación y pensar en un plan de rescate.

Puse a Mirella sobre el hombro de Aya para que nos miráramos todos de frente y respiré hondo antes de hablar, de cierto modo estaba ansioso por intentar usar mi magia, pero también me sentía nervioso porque las cosas podían salir muy mal y estaba mi familia en juego. Ya no era cuestión de intentarles mostrar lo que podía hacer, sino que tenía que ser algo útil que nos ayudara en este momento crítico.

"Está bien, si son muchos, entonces debemos usar toda la magia que tenemos a disposición. La idea es rescatarlos sin tener que herir a nadie, así que de entrada yo iré solo y me presentaré para hablar con ellos. Detrás de todo eso ustedes irán posicionándose estratégicamente en caso de que todo salga mal, que es la opción más probable.

Mirella esperará lejos y en lo alto de algún árbol justo detrás de mi posición. Aya intentará rodear la supuesta cueva sin que la vean y mientras yo intento atraer su atención".

"Es que no es como nuestra cueva, Luciano. ¡Es como si se hubiera hundido la tierra y por encima siguen los árboles!" Exclamó Mirella, sin explicarse del todo bien. Pero me daba más o menos una idea de cómo era.

"Entonces, Aya, vos vas a ir por encima y esperar para ver cómo termina mi conversación, si me atacan te tocará defenderme desde lo lejos, ¿sí?"

"Entiendo, pero, ¿y Mirella?"

"Mirella, vos también vas a esperar, pero en caso de que todo salga mal, vas a tener que utilizar tu luz para cegarlos, o sea, cuando vean tu luz brillante no van a poder ver nada con sus ojos. Por eso es que te vas a poner detrás mío, para no darme con tu luz a mí".

"Luciano, eres muy inteligente", dijo Mirella, saltando sobre el hombro de Aya.

La verdad es que tener todas las partículas mágicas al máximo nos daba una ventaja enorme.

"Vamos entonces. ¡Vamos a salvar a todos!"

Seguí por el sendero mientras Aya se desvío hacia la derecha y Mirella hacia la izquierda.

La selva se oscurecía sobre el sendero a medida que me adentraba más en la dirección que había señalado Mirella. El aire se volvía denso y el silencio era perturbador, porque uno pensaría que la selva estaría llena de sonidos de animales o algo así, pero el silencio era total.

El miedo de caminar solo se mezclaba con la adrenalina. Sin embargo, mis pasos eran firmes al recordar que tenía a dos seres mágicos de mi lado listas para ayudarme en todo lo que estuviera a su alcance.

Frente a mí, el paisaje era imponente y extraño. Los árboles alrededor se inclinaban hacia la abertura como si hubieran sido atraídos por una fuerza que se originaba en el suelo. La entrada de la cueva no era como la que conocíamos, con sus paredes de roca bien definidas; esta parecía un enorme cráter natural, como si la tierra se hubiera abierto abruptamente, dejando un hueco que descendía en picada. Las paredes de roca se erosionaban con suavidad hacia abajo, creando escalones irregulares que llevaban al fondo de lo que parecía ser una depresión profunda cubierta de musgo y vegetación baja.

Desde mi posición, vi a cinco hombres pájaro vigilando lo que a simple vista uno reconocería como la entrada, pero ninguno llevaba las partículas mágicas que si llevaba el que yo ya había conocido. Sus siluetas eran altas e imponentes, con sus plumas oscuras y esos picos largos que los hacían parecer criaturas de pesadilla.

Salí de entre los árboles, acercándome a ellos. Tuve que hacer algo que llamara la atención porque parecía que a Aya se le estaba complicando rodear el lugar.

"¡Hey! ¡El niño de oro ya está aquí! Vine a recuperar a mi familia. No quiero violencia, pero haré lo necesario para proteger a los míos".

Hubo un murmullo entre los hombres pájaro antes de que uno de ellos se apartara, probablemente para informar a su líder. Luego de unos segundos, del hueco salió el hombre pájaro de toda la vida, el que tenía los ojos anaranjados brillantes, algunas partículas mágicas y me molestaba el solo verle la cara.

"Tanto tiempo... ¿no? Te has estado escondiendo de mí".