Mientras sentía el cálido abrazo de Mirella en mi estómago, me di cuenta de lo compleja que era esta situación. Siempre había sentido que su apego hacia mí era inquebrantable, pero ahora, al ver cómo sus inseguridades afloraban de una manera tan desesperada, entendí que esto iba más allá de lo que había imaginado. Acaricié su cabeza con suavidad, intentando transmitirle tranquilidad.
Ella había mencionado la otra criatura mágica, y al instante supe que esto iba a ser un problema. ¿Por qué siempre tenía que complicarse todo? Sólo había tratado de avanzar con distintos objetivos para ganarme un favor de Sariah, pero cada paso que daba parecía despertar más dudas, más celos, más conflictos.
"¿Por qué te preocupa tanto lo que pueda haber en esa bolsita?" Le pregunté en tono suave, aunque sentía la tensión subiendo de nuevo.
"No lo sé..."Murmuró Mirella, aferrándose más fuerte a mí.
"¿Y si es alguien más poderosa? ¿O alguien que te guste más?"
Ahí estaba otra vez. El miedo a ser reemplazada. Es increíble cómo algo tan pequeño en tamaño podía cargar con una inseguridad tan grande. Sentí una mezcla de frustración y compasión. ¿Cómo podía hacerle entender que no había nadie más en su lugar, que no necesitaba competir por algo que ya era suyo? Además, ni siquiera sabíamos a ciencia cierta si allí estaba atrapada una criatura mágica.
"Mirella, nadie va a ocupar tu lugar. No es así como funciona. Vos ya sos parte de mí, de este grupo, de todo lo que estamos construyendo. Pero... también tenemos que entender que no podemos avanzar solos. Necesitamos más aliados. No podemos hacerlo todo nosotros dos. Además, ¿no sería injusto para aquel ser mágico que esté atrapado?"
Sentí que mi voz sonaba cansada, pero era la verdad. Ya me costaba suficiente mantener el equilibrio con los demás. La última cosa que necesitaba era otra lucha interna entre nosotros. Pero sabía que si no abordaba esto con calma, se convertiría en un problema mayor.
Mirella se separó apenas un poco mientras pisaba sobre mi ropa, lo suficiente para mirarme a los ojos. Su mirada tenía ese brillo que mezclaba desafío y miedo. Estaba buscando una respuesta, algo que le diera seguridad.
"¿Cómo puedes estar tan seguro de que no cambiarás de idea?" Preguntó, su voz era apenas un susurro.
¿Seguridad? En este mundo, apenas podía estar seguro de lo que iba a pasar en la próxima hora, menos aún de lo que ocurriría a largo plazo. Pero había algo que sí sabía con certeza: Mirella era parte de mi vida, y no tenía ninguna intención de cambiar eso. Era un ancla, a veces pesada, pero necesaria.
"Mirella, si no confiás en mí, entonces todo esto no tiene sentido. Vos sabés quién soy, sabés lo que me importa, sabés mis ideales. Ya me conocés mejor que nadie. Y si liberamos a esa criatura, no es para que te reemplace, sino para que nos ayude. Así de simple".
Tomé su pequeño cuerpo entre mis manos mientras me levantaba del suelo.
"Ya no quiero más discusiones, vamos a dejarlo así por ahora. Además, tengo a Lucía esperándome".
Ella pisoteó un poco mis manos con furia, pero a los segundos se detuvo.
"Así me gusta, que te quedes quietecita", dije, riendo por dentro.
Me quedé unos segundos con Mirella en las manos, mirándola sin decir nada. Su pequeña figura irradiaba tanta energía emocional que casi podía sentir su tensión vibrar en el aire. Aunque el abrazo que me había dado hacía unos momentos era una especie de tregua, sabía que esto no se resolvería con simples palabras. Sus sentimientos estaban profundamente arraigados, y una parte de mí comprendía su miedo, aunque no lo justificara.
"Por cierto, ¿podrías poner luz? O sea, antes había demasiadas y ahora no hay ninguna. Gracias".
De mala gana, alzó las manos hacia arriba y puso una esfera más grande que el promedio.
"¿Viste eso? Estuve practicando".
"Eso fue increíble, Mirella. Cada día te vas haciendo más fuerte".
Claramente, mis palabras debían ser lo más exageradas posibles, no podía darle espacio para que se volviera a enojar.
Su semblante fue cambiando durante el transcurso hasta la salida de la cueva, donde encontramos a mi mamá sentada en el borde del arroyo.
Espero que ahora ella no esté molesta, eso sería lo último que me faltaría.
"Mirella, tengo un encargo para vos, algo muy importante".
"¿Qué cosa podría ser tan importante en este momento?"
"Quiero que vayas a nuestra cueva y le avises a mis padres que salí para buscarte y que vamos a volver en un rato".
Mirella parecía algo confundida ante mi pedido, pero no replicó. Por un segundo, vi en su rostro esa mezcla de desconfianza y curiosidad que tan bien conocía. Esa hada siempre estaba buscando algo más en mis palabras, tratando de leer lo que no había dicho. Sin embargo, por una vez decidió simplemente asentir.
"Está bien, iré rápido. No te demores, ¿eh?" Su tono seguía siendo un poco suspicaz, pero al menos se estaba alejando de las discusiones.
"Sí, sí... Solo voy a ir con Lucía a ver a Tarún y vuelvo".
"¡Está bien!"
La vi elevarse con su luz brillante, desapareciendo entre los árboles con una velocidad que sólo ella podría alcanzar. Mientras la observaba irse, dejé escapar un suspiro profundo, sintiendo cómo el peso de la conversación comenzaba a disiparse, aunque no del todo. Mirella era parte esencial de mi vida, pero cada vez más me daba cuenta de que su protección podía volverse una espada de doble filo. Esa mezcla entre necesidad de sentirse útil y miedo a ser olvidada podría llevarla a lugares que ninguno de los dos queríamos explorar.
"Así que pudiste domar a la hada loca".
"Solo hablamos de nuestras cosas, nada más".
Ella se levantó ágilmente y pasó a mi lado, deteniéndose justo en el marco de la entrada a la cueva.
"Mirá, acá tenés tu preciado oro", dijo, señalando justo entre la tierra y la roca.
Me acerqué para ver mejor el lugar, eran cinco pepitas bien puestas y bien lavadas, en perfecto estado. Mis ojos se abrieron de par en par.
"Mami, esto es increíble..." Murmuré, juntándolas a todas en una sola.
"¿Y qué pensás hacer ahora? ¿Vas a mostrárselo a los demás?"
"A los demás no les interesa esto, sabes. Por ahora pienso seguir guardándolo hasta que se me ocurra algo para hacer".
Tomé el otro trozo que tenía en mi bolsita y lo volví a juntar, ahora era una sola bola pequeña de oro y más grande que la piedra mágica.
"Joyería, obvio... ¿Qué más podrías hacer sino?"
La agarré de la mano antes de contestar.
"Solo sé que la joyería es inútil por ahora. Vamos, no podemos perder mucho tiempo".
"Bien que te hiciste un anillo de piedra, eh. Y a las chicas también... ¿Acaso estaban jugando al matrimonio?"
Mientras Lucía soltaba aquella broma, sentí un pequeño golpe en el pecho. A pesar de que había estado enfocado en sobrevivir y encontrar formas de ayudar al grupo, el hecho de que ellas llevaran esos anillos... era un símbolo. Algo que, quizás sin darme cuenta del todo, ya había trazado una línea invisible entre nosotros.
"Es solo un símbolo de amistad, no te hagas ideas raras", respondí tratando de quitarle importancia, pero una parte de mí no podía evitar pensar que tal vez había más en todo esto. ¿Qué significaba realmente para Mirella o Aya? Lo bueno es que nosotros le dimos un significado propio.
Carolina, o Lucía, no contestó.
Caminamos en silencio por un rato, el bosque alrededor de nosotros se sentía más vivo, como si cada paso que dábamos reverberara en la tierra. El viento suave acariciaba las hojas, y los rayos de sol ya se colaban entre los árboles.
Me frené un momento.
"Che, no comiste nada vos, ¿no?"
"No".
"Vamos, te voy a dejar con Rundia, así mamás un rato".
"Está bien, pero si lo decís así... suena raro".
"Tenés razón... pasar por esta fase de niños es difícil e incomoda a la vez".
"Sí..."
No tardamos mucho hasta que llegamos cerca de la cueva y la dejé caminar hasta llegar dentro. Desde lejos se escuchaba la voz chillona de Mirella, solo que no logré entender bien qué decía.
Ojalá que sea suave en sus palabras, así no me retan.
Rodee la cueva antes de que alguien me descubriera y me fui hacia la playa. De ahí habría un recorrido corto hasta la cueva en la que antes vivía Anya.
¿Por qué estoy yendo a ese lugar? Bueno, es que quiero darle con el gusto a Mirella y en cualquier momento ir a las famosas llamas eternas, así que para eso debo juntar algo de información sobre lo que hay más allá del otro lado de la selva. Tariq debe ser el indicado para hablarme sobre eso. De paso conocía un poco más sobre él y su familia.
Como para hacer un paneo general, mi cueva está super cerca de la playa. Si vemos desde la entrada hacia fuera, al este tenemos la cueva donde estoy yendo ahora. Al suroeste tenemos el camino más cercano al arroyo y el santuario. Al sur la cueva que era de Kuri y las gemelas y también un claro en el cual antes se juntaban todos a charlar mientras recolectaban, y si vamos incluso más allá, tenemos el lugar donde estaban los hombres pájaro el día del secuestro. Al sureste está esa cueva horrible llena de moho y que es super pequeña.
Bueno, creo que hubiese sido más fácil de explicar si lo decía con respecto a la otra perspectiva... No importa, la cuestión es que hay que explorar hacia el oeste, por donde sigue el otro lado del arroyo y más hacia el sur o ir costeando la selva.
Tampoco es que tenga apuro en explorar y buscar al rey demonio, si no que mi idea es ir luego de construir la casa, siempre y cuando salga todo bien.
Ya estoy acá... No me gusta tratar mucho con esta gente, pero el que esté Tarún acá ayuda un poco.
Al fin y al cabo, ellos son nuestros vecinos y familia de integrantes de nuestro grupo.
Avancé hasta la entrada, parándome ahí mismo.
"¡Hola! Soy Luciano, vine a visitarlos".
"¡Luciano! ¡Estoy aquí!" La voz de Tarún resonó con una alegría que no podía evitar sacarme una sonrisa. El pequeño siempre estaba emocionado de verme, y eso hacía que cualquier incomodidad que pudiera sentir con los adultos se desvaneciera un poco.
Él salió corriendo hacia mí, con su pelo largo desordenado y esa expresión de pura felicidad que siempre llevaba consigo. Me dio un fuerte abrazo y me miró con esos ojos grandes y oscuros que parecían contener mucha emoción.
Parece que no le iba mal con esto de tener que pasar una noche con su padre y su otra familia. Se lo veía animado, hasta más de lo normal diría yo.
Eso es bueno.
"¿Viniste a jugar conmigo, Luciano?" Preguntó con la inocencia que solo un niño puede tener.
"Algo así, Tarún. Pero... más que todo vine a hablar, ¿sabes dónde está tu padre?"
En realidad, se los veía claramente desde mi posición. Estaban todos alrededor de la fogata.
Tarún asintió rápidamente y señaló hacia el interior de la cueva.
"Está con mamá y Kiran. ¡Están hablando! Pero seguro querrán verte, ven, yo te llevo
¿Y Mirella?"
"Mirella está en nuestra cueva. Ella debe estar esperando que regreses".
"¿En serio?"
Le hice una sonrisa, sin responderle.
Cuando finalmente llegamos a donde estaban los demás, vi a Tariq y Yume sentados juntos, mientras Kiran terminaba de comer una mandarina. Tariq levantó la vista cuando nos acercamos, y sus ojos oscuros se entrecerraron ligeramente, como si estuviera evaluando mis intenciones antes de siquiera decir una palabra.
Claro, si ya de por sí era raro que alguno de nosotros los visitara, yo debía ser el que menos pintaba acá. Pero bueno, yo soy medio rarito.
Miré a la señorita Yume y parecía que realmente sí me hizo caso con el tema del agua del arroyo. Ya no tiene esas cicatrices en el cuerpo.
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"Luciano", dijo Tariq, con voz profunda y tranquila. Parecía tener una buena mañana.
"¿Qué te trae por acá?"
Claro, si había un día en el que pudiera charlar tranquilamente con él era justamente hoy, cuando está junto a Tarún.
"Quería hablar un poco contigo, Tariq. Quiero saber más sobre este lugar, sobre lo que hay más allá de la selva. Estoy pensando en explorar más allá del arroyo, y pensé que tal vez podrías tener alguna información sobre el lugar en el que estabas viviendo antes de volver acá".
Él levantó las cejas y se incorporó del suelo. Por un momento, su figura flaca, alta y de tez morena me hizo acordar a los hombres pájaros.
"No te hace falta saber esas cosas".
Mierda, empezamos mal. Tampoco es como si él fuera mi única fuente de información, pero no tenía ganas de hablar con mis padres sobre esto.
Aunque bueno, él es el humano más mayor de todos los que conozco actualmente, es posible que sepa más cosas.
"Por favor, necesito saber si hay más gente del otro lado. Sé que ha habido más movimiento en el bosque en los últimos tiempos... ¿Ustedes también lo notaron? La gente se está empezando a movilizar más".
Pasaron varios segundos en los que él se quedó en silencio, solo mirándome fijamente.
"¿Papá?" Preguntó Tarún, acercándose a él.
Finalmente él habló, después de humedecerse los labios con la lengua.
"Obvio que hay más gente del otro lado".
¡Vamos, hombre! ¡Eso no me dice nada!
"Papá, ¿puedo ir a las llamas eternas con Luciano y Mirella?"
Ante la pregunta de su hijo, Tariq abrió los ojos muy grandes y su mandíbula empezó a endurecerse.
¡No se suponía que debías contarle eso, maldición!
"¡Nadie va a ir a ese lugar! ¡No al lugar del Rey demonio!"
El ambiente cambió de golpe. La tensión en la cara de Tariq era notable, y su voz había salido con una autoridad que ya le había visto antes. Su reacción fue tan fuerte que me dejó paralizado por un segundo, sin saber bien cómo manejar la situación. Tarún dio un salto hacia atrás, sorprendido, y su expresión se tornó de miedo. Él no esperaba esa respuesta tampoco.
Yume se levantó del suelo y puso una mano en su hombro.
"Amor, los niños no lo dicen de verdad... Solo están jugando".
"Tranquilo, Tariq", dije, intentando sumar tranquilidad a las palabras de su mujer.
"No tengo intención de poner a Tarún en peligro. Solo quiero conocer más sobre lo que hay más allá. No voy a ir a ningún sitio sin estar preparado".
Él hizo caso omiso a todo lo que le dijimos y me tomó por los hombros.
"¡No juegues con eso! ¿Acaso quieres terminar como ellos?"
"¿C-Como ellos?" Murmuré, sintiendo el apretón de sus dedos sobre mi hombro.
"¡La mujer de fuego y el barbudo! También había alguien más... Todos perdieron contra él".
Esto no era solo una advertencia, parecía más una amenaza, o tal vez una advertencia disfrazada de amenaza. Pero algo me decía que Tariq sabía más de lo que estaba dispuesto a contar.
"¿Hablas de las tres criaturas mágicas encerradas? Ya me lo habían contado".
"¿¡Entonces para qué piensas ir?"
Me sacudió más fuerte.
"¡Papá, ya suelta a Luciano!" Gritó Tarún, tironeando de uno de sus brazos.
Él finalmente cedió, pero su mirada seguía tensa.
"Nadie debe pisar esas tierras, ¿entendiste?"
"Sí..."
En realidad, iba a ir lo mismo.
"¿Podemos seguir hablando? No sobre eso... Quiero saber cómo es el lugar de donde venías y si conocías a mis padres antes de que yo naciera".
Él se cruzó de brazos.
"Primero debes prometer que no meterás a mi hijo en nada peligroso. Debo serte sincero, no me gustan mucho tus intenciones".
"¡Papá! ¿Por qué le dices eso a Luciano? Él es mi amigo".
"Hijo, ahora no te metas. Tu padre está hablando con Luciano", intervino Yume.
"Tranquilo, Tariq", le dije en tono bajo, levantando las manos en señal de paz.
"No pienso arriesgar a Tarún ni a nadie. Prometo que no haré nada estúpido".
"Eso espero..." Murmuró, pero su expresión se suavizó ligeramente. Aún con un toque de recelo, pero ya no con la intensidad anterior. Me miró fijamente por unos segundos más, como evaluando mis palabras, y luego, casi de mala gana, se dejó caer sobre el suelo, apoyando su espalda contra la pared rocosa.
La fogata la tenían bastante pegada a la pared, así que él se puso a cocinar un pescado mientras tanto. Bueno, en realidad era la mitad de un pescado. ¿Estarán pasando hambre?
Yume, al ver que la situación se había calmado un poco, acarició el cabello de Tarún y lo hizo sentarse al lado de su padre.
Luego, se acercó a mi oído.
"Gracias por el consejo del otro día", susurró con una gran sonrisa en la cara. Hasta se le podían ver todos los dientes, los cuales estaban en perfecto estado.
No tuve tiempo para responderle, ya que ella se fue rápidamente a sentarse del otro lado de Tariq, disimulando la escena.
Yo, tratando de mantener el flujo de la conversación anterior, me acerqué también, sentándome enfrente de Tariq, las llamas y el humo haciendo de separación entre los dos.
"Cuéntame entonces... si no es mucho pedir", comencé, eligiendo bien mis palabras para evitar que se volviera a encender un nuevo problema.
"¿Cómo y dónde eran las cuevas donde vivían antes? ¿Conocías a mis padres antes de que naciera? Me interesa saber más de la historia de esta zona, del lugar de donde todos venimos".
Tariq soltó un suspiro pesado, como si el tema lo trajera recuerdos que no estaba seguro de querer compartir, pero finalmente empezó a hablar. Lo hizo en un tono más calmado, aunque aún con algo de distancia.
"Las cuevas... No es que fuéramos una gran comunidad o algo por el estilo. No siempre estábamos en el mismo lugar, pero nos movíamos por las mismas zonas. Rin y Rundia, por ejemplo, ya se conocían desde antes. Sus familias vivían en cuevas vecinas, pero no hablaban mucho. Al menos eso es lo que yo notaba".
Lo miré intrigado. Esto era nuevo. Siempre había pensado que Rin y Rundia se habían encontrado en alguna casualidad posterior, cuando las circunstancias los unieron. Pero tenía sentido, Rin había dicho que conocía bien a los padres de Rundia y que le caían bien, en particular su padre.
"Rin... siempre fue un tipo reservado", continuó Tariq. "No era de hablar mucho, pero en esas épocas, cuando éramos jóvenes, él... Bueno, digamos que no era el más amigable. Se enfocaba en estar con su familia y poco más. Tal vez ya lo sepas, pero su padre murió cuando él era un niño pequeño, y luego también falleció su madre.
Luego de quedarse solo, el padre de Rundia le llevaba comida. En realidad, todos intentábamos ayudarlo, solo que en mi familia éramos demasiados como para reglar comida".
Noté cómo su mirada se perdía un poco en el pasado mientras hablaba. Lo que estaba contando era parte de su propia vida también, no solo una historia ajena. Se ve que había vivido tiempos duros.
"Disculpa que te interrumpa, pero, ¿cuántos eran en tu familia?"
"Tengo dos hermanos y una hermana, también están mis padres y dos tías. Son ellos los que andan por aquí a veces".
Así que la familia de Tariq son parte de los que empezaron a caminar nuestro bosque... Entendido, no voy a enemistarme con él, eso no sería bueno.
"¿Cómo era entonces vivir así? Parece que era todo un desafío el vivir con tanta familia", comenté, queriendo que continuara.
Él giró la mitad de pescado antes de continuar.
"Lo era. Nunca sabías cuándo ibas a tener que huir, o si lo que cazabas iba a durar lo suficiente para alimentar a todos. Cada día era una lucha para mí y para ellos. Rin, Rundia, sus familias, la mía, la de Yume... todos sobrevivíamos como podíamos. Nos conocíamos de vista, pero no éramos tan cercanos. Solo Rundia y Anya eran las que siempre hablaban entre sí".
"Entiendo... ¿Y qué puedes decirme sobre mi abuelo? Me gustaría conocerlo".
"La última vez que anduve por allí se lo veía en perfecto estado... Ese hombre es una bestia, es el mejor cazador que han visto mis ojos".
Luego me apuntó con la rama en la que tenía pinchado el pescado.
"No se te ocurra ir a verlo, él odia a tus padres".
"¿Es para tanto? Sé que papá me dijo que estaba enojado con mi madre, pero..."
Él cortó mis palabras de inmediato.
"No. No. No. Él los echó a los dos de una patada en el culo, todo porque su hija quedó embarazada a corta edad. Si te apareces por ahí, lo más probable es que también te quiera echar a ti.
No hay forma de tratar con él, en serio te lo digo".
Las palabras de Tariq pesaron en mi mente. Mi abuelo, alguien a quien nunca había conocido, era un cazador formidable, pero con una actitud tan intransigente que había expulsado hasta a Rin, que todavía no era de su familia.
A todo esto, qué descarado por parte de Tariq decir eso tan a la ligera, ¿no? Si él dejó embarazada a Anya días antes de que eso sucediera.
No voy a mencionar el nombre de Anya por respeto a Yume, pero hay que tener la cara de piedra como para hablar tan tranquilo sobre este tema, eh.
Finalmente asentí, intentando calmar los pensamientos que empezaban a agolparse en mi mente. Las palabras de Tariq seguían retumbando, como si cada frase hubiera sido diseñada para alertarme de un peligro que no comprendía del todo. Estaba claro que había mucho más en la historia de mi familia, y de este lugar, que aún desconocía. Y cuanto más me adentraba en esa realidad, más me daba cuenta de que no sería fácil obtener respuestas sin enfrentamientos.
Miré a Yume, quien seguía sonriente y observando en silencio, con una especie de ternura en sus ojos que contrastaba con la dureza en las palabras de su marido. Sabía que había mucho más entre ellos, algo que no se expresaba en las palabras. ¿Qué tan diferentes habrían sido sus vidas si hubieran nacido en otras circunstancias? ¿Si no hubieran tenido que luchar día a día por sobrevivir? Claro, pensar en todo eso era un poco absurdo.
Y luego estaba Tarún, sentado junto a su padre, todavía mirando el fuego, con sus ojos llenos de admiración hacia mí. ¿Cómo podía asegurarme de que no lo pondría en peligro? En realidad, él ya había estado en peligro.
Cada vez que pensaba en las aventuras que quería emprender, en lo que deseaba descubrir en este mundo lleno de misterios, me daba cuenta de que la curiosidad no era solo mía. Tarún quería seguirme, aprender, ser parte de ese futuro incierto.
Creo que fue Rundia la que hace poco me dijo que Tarún no quería salir... Yo acá veo todo lo contrario, vaya a saber si es solo porque se siente seguro al lado de Mirella como para salir a un lugar inexplorado.
También estaba Kiran, jugando a patear algunas piedras en el suelo. Debería presentármele formalmente.
Aproveché el momento en el que Tariq comenzó a comer el pescado y me acerqué al niño. Ahora no podía leer su edad, pero debería tener poco más de año y medio.
"¡Hola, Kiran! Yo soy Luciano, ¿puedo unirme a tu juego?"
Kiran levantó la vista, observándome con una mezcla de curiosidad y timidez. Parecía estar evaluando si era seguro dejarme participar en su pequeño universo de fantasía. Finalmente, asintió con la cabeza y me ofreció una tímida sonrisa, dándome permiso para unirme. Me senté en el suelo, justo frente a él, dejando que la piedra rodara hacia mí.
Cuando la piedra me tocó la pierna, él largó una carcajada y se empezó a golpear las caderas, donde tenía envuelta un trozo de piel de animal haciendo la función de ropa.
"Luciano. Juga. Jugar", balbuceó.
Bueno, al menos estaba claro que él no era un reencarnado, o al menos fingía demasiado bien.
Tomé la piedra entre mis dedos, notando la rugosidad de su superficie. Por un momento, me quedé mirándola, y un pensamiento cruzó mi mente: ¿qué pasaría si la hiciera más interesante para él?
Con un simple pensamiento y un toque de magia, la piedra comenzó a transformarse entre mis manos. Primero dejé hueco su interior y expandí es restante hacia fuera, duplicando su volumen. Luego suavicé su superficie y terminé moldeándola en una esfera casi perfecta. La magia fluyó con naturalidad, y pronto tuve algo más cercano a una pelota en lugar de una roca irregular.
Kiran, con los ojos abiertos de par en par, soltó un pequeño "¡Oh!" de sorpresa al terminar de ver la transformación. Le sonreí mientras me paraba y colocaba la pelota en el suelo, entre nosotros.
"Vamos a hacer esto más divertido, ¿quieres?" Dije, dándole un ligero empujón con el pie para que la pelota rodara hacia él.
El niño no se lo pensó dos veces. Con una risa espontánea, pateó la esfera hacia mí, y de inmediato supe que estábamos listos para jugar. En ese momento comencé a moverme lentamente, mientras él intentaba alcanzarme junto a la pelota. Había algo reconfortante en esa sensación, como si por un momento me transportara a aquellos tiempos en los que mi mayor preocupación era marcar un gol. Sin embargo, esto no era una canchita de fútbol en Argentina, sino un pequeño espacio entre rocas y el fuego. Pero la esencia estaba ahí, intacta.
Cada vez que la pelota rodaba hacia mí, sentía la satisfacción de ver a Kiran reírse, disfrutando del juego con una intensidad que me hacía pensar en lo poco que necesitábamos para ser felices cuando éramos niños. Y aunque ya no lo era, aunque mi vida en la Tierra había quedado atrás, este pequeño momento me recordó la simpleza de la felicidad.
Luego Tarún se sumó al juego y le di con el gusto de jugar, como él quería.
Salí de la cueva luego de despedirme de todos y, aunque pasé mucho tiempo fuera, nadie había venido a buscarme. Supongo que Aya les habrá dicho que estoy bien.
Entonces voy a aprovechar para explorar un poco hacia este lado y de paso veo si encuentro un buen lugar para construir nuestra casa... Cierto, no le conté a Mirella sobre eso.
Llegué hasta la playa y me puse a caminar más allá de la cueva de Tariq mientras sacaba algunas conclusiones.
¿Quiénes serán las personas que mencionó Tariq? Él hablo de 'la mujer de fuego y el barbudo', claramente a la mujer de fuego no la conozco y a los únicos barbudos que conozco son los gnomos, los cuales nunca más vimos desde que se fueron, qué lástima.
Me imagino que quizás volverán en algún momento. Siendo sincero, no confiaba en ellos del todo, pero eran un misterio que me quedaba pendiente.
Creo que tener de mi lado a alguien con magia de fuego sería algo extremadamente bueno, porque facilitaría varias cosas del día a día, como prender fogatas de un toque, crear antorchas y hasta podríamos fundir cosas... Hace poco yo había pensado en crear vidrio.
También, Tariq habló de otra persona, a la que intuyo que será Mirella. Ella es la que estaba atrapada en la piedra, así que supongo que ella también luchó contra el rey demonio, solo que no lo recuerda.
¿Qué papel jugó realmente Mirella en todo esto? ¿Había sido tan poderosa en algún momento como para enfrentarse a semejante amenaza? Si ese era el caso, ¿por qué perdió sus recuerdos? Nunca lo dijo directamente, pero si no recuerda el nombre del rey demonio ni sabe cómo terminó encerrada en una piedra, es porque perdió sus recuerdos por completo.
El sonido de las olas rompiendo en la orilla era tranquilizador, un ritmo constante que acompañaba mi andar. Pero luego de varios minutos de caminar, algo en el horizonte llamó mi atención, un destello brillante más allá de lo que solía recorrer.
Me detuve, entrecerrando los ojos para enfocar mejor. A lo lejos, casi oculto por una leve neblina, se levantaba una forma imponente. Era un volcán. ¿Estas serían las famosas llamas eternas? No podía evitar pensar en la mujer de fuego de la que había hablado Tariq. Quizás...
Mis pensamientos fueron interrumpidos de golpe cuando algo, o mejor dicho, alguien, me empujó violentamente por la espalda. No tuve tiempo de reaccionar antes de sentir una fuerza aplastante que me tiraba al suelo. Apenas pude voltear la cabeza cuando vi unas figuras, borrosas al principio, que se acercaban a mí a toda velocidad. Intenté incorporarme, pero antes de que pudiera hacer algo, uno de ellos, un hombre, me tomó por el brazo, con una fuerza sorprendente.
"¡Oye!" Grité, intentando zafarme, pero el agarre era firme. Otro hombre me apuntó con una especie de piedra afilada, mientras el tercero parecía examinarme de arriba abajo, sus ojos oscuros y desconfiados, esa era una mujer y llevaba su torso descubierto.
Todos eran similares físicamente, con el pelo negro, los ojos negros y la piel algo morena. ¿Acaso me estaba secuestrando una tribu?
"No hagas escándalo", dijo uno de ellos, el que me sostenía. Tenía la voz rasposa, casi como si no estuviera acostumbrado a hablar.
Intenté verlos un poco mejor antes de hablar: Su ropa estaba hecha de pieles y sus aspectos feroces delataban que vivían en una situación similar a la de nosotros, pero había algo en su postura... Estaban organizados, tenían un plan.
"¿Quiénes son ustedes?" Pregunté, intentando mantener la calma mientras mis pensamientos se aceleraban.
No respondieron. Uno de ellos, la mujer; alta y musculosa, hizo un gesto con la mano, y los otros dos me empujaron hacia el interior del bosque, alejándome de la playa. Traté de resistirme, pero cada vez que intentaba liberarme, el hombre que me sostenía solo apretaba más.
"Ya sabemos quién eres... Eres el hijo de Rundia", dijo la mujer con un tono frío.
Su voz era firme, y aunque ahora no podía verle la cara con claridad debido a la penumbra de los árboles, su presencia imponía respeto.
Sabían quién era. Eso cambió las cosas.
"¿De qué me acusan?" Insistí, con más fuerza esta vez, mientras caminábamos por el bosque. Estaban demasiado callados, como si no quisieran revelar más de lo necesario.
De pronto, uno de los que tomaban de los brazos habló.
"¡Nura, este niño tiene algo oculto al costado de su ropa!"
Y como si su grito no fuera poco, empezó a tantear y querer arrancarme la bolsita hecha de hojas en la que tenía mis dos pertenencias más importantes.
"¡Detente! ¡No les voy a dar nada!"
"¡Quédate quieto, niño!"
"¡Suelten a Luciano!" La voz imponente de Aya resonó por todo el bosque.
Ahí estaba, parada en frente de todos y con una mano extendida hacia delante.
Menos mal... No me iba a contener si es que me trataban de robar.
¿Habrá venido sola?