Mientras Mirella volaba alrededor mío, con esa energía inagotable, no pude evitar sonreír un poco. Esta nueva vida... es tan diferente, tan llena de cosas inesperadas. Cada día hay algo nuevo que descubrir. Magia, criaturas como Mirella, diosas, pactos… Nunca pensé que estaría viviendo algo así. Al principio todo esto me parecía surrealista, como si en cualquier momento fuera a despertar en mi antigua vida, pero ahora... me siento feliz.
Aunque no quiero decir que no me sentiría feliz si esto solo es un sueño, todavía no dejo de pensar en todo lo que dejé en mi vida pasada.
La verdad es que Mirella, con sus ocurrencias y ese carácter juguetón, me hace los días mucho más entretenidos. Y aunque a veces se pone fastidiosa con sus caprichos, como el querer dormir siempre cerca de mí, no puedo evitar sentir un cariño especial por ella. Es como una pequeña compañera, siempre está ahí, lista para ayudar o para hacer algún comentario que me saque una sonrisa. Además, siendo honesto, en este mundo lleno de cosas que aun no entiendo, es bueno tener a alguien en quien confiar, por más pequeñita y caprichosa que sea.
(Al día siguiente)
"Buenos días, hijo".
La que me saludaba era Rundia, dándome un abrazo rápido.
"Vamos a buscar más provisiones. Quédate aquí y ten cuidado, recuerda lo que siempre te dice tu padre".
Asentí con una sonrisa y les deseé suerte. En realidad, solo quería hacerme el niño bueno así se iban rápido, porque una vez que salieron, me dirigí inmediatamente afuera para buscar a Mirella.
Ella bajó inmediatamente de su árbol.
"¿Te gustaría ayudarme a hacer una cosa antes de lo del pacto?"
"Claro. ¿Qué tienes pensado hacer?"
"Es un invento que se me ocurrió... para dormir mejor. Vení que te muestro".
Llegamos al fondo de la cueva, donde estaban las plumas del hombre pájaro almacenadas ya hace como un año.
"Estas se llaman plumas, son de las mismas que encontraron las niñas y que se estaban peleando por ellas, no sé si llegaste a verla".
"No, pero sí entendí todo lo que hablaron. Me pareció que te trataron un poco mal, ¿no?"
"Bueno, sí, pero eso no importa ahora. Mejor mirá esto, es un pequeño invento que se llama almohada".
Agarré todas las plumas entre mis manos y las cargué hasta ponerlas sobre una de mis hojas grandes. Luego puse otra hoja por debajo, formando una cruz entre ellas y las uní con un nudo en un punto céntrico.
"Listo, ahora es mucho más suave".
Probé la almohada primitiva apoyando mi cabeza sobre ella. Esta era la primera cosa que había creado utilizando mi conocimiento del planeta tierra.
"¡Wow! Hay que tener mucha imaginación para crear algo así. ¿Yo también puedo tener una? No sé para qué sirve, pero se ve muy interesante". Voló hasta sentarse en el borde de la almohada, apoyando sus pies descalzos sobre ella.
"No creo, las plumas son demasiado grandes como para hacerte una almohada. Además, ya no tengo más".
"Uhm... entiendo tu punto. ¡Pero debes prometerme que encontrarás la forma!"
"Sí... sí, tranquila. Ya vamos a ver qué hacemos para solucionar esto.
¿Podemos hacer el pacto ahora?"
Mirella se sintió más entusiasmada, sus alas brillando con una luz suave. "¡Sí! ¡Sí! Estoy lista, ¡vamos a hacerlo!"
"¿Cómo funciona exactamente?"
"Es simple", explicó Mirella. "Solo necesitamos tomarnos de las manos, unir nuestra sangre a partir de una pequeña herida y decir unas palabras. Luego, una luz nos envolverá y el pacto estará hecho. Prometemos no hacernos daño y ser amigos para siempre".
Estaba claro que lo de ser amigos estaba de más.
A veces es difícil no verla como una niña pequeña, con esa mezcla de capricho y ternura que la caracteriza, pero a la vez, tiene una madurez extraña para algunas cosas. Su lealtad es inquebrantable, y en este mundo lleno de incertidumbre, eso es algo que valoro más de lo que podría admitir. Ella siempre está ahí, lista para ayudar, aunque muchas veces su manera de hacerlo me saque de quicio.
"¿Unir nuestra sangre?" Pregunté, intentando saber de qué manera lo haríamos.
"Sí, debemos tener un poco de nuestra sangre en las manos al juntarlas".
Me quedé mirándola por un segundo, admirado de cómo tomaba todo con tanta naturalidad. En otro momento, y con esta explicación con tanta falta de información, un pacto de sangre me habría parecido algo demasiado serio, casi aterrador, pero con Mirella todo parecía más sencillo. Era como si todo tuviera una solución o un lado amable con ella a mi lado.
"A ver..."
Mordí mi dedo e hice salir un poquito de sangre, que la distribuí en mis dos manos.
"No vayas a traicionarme, ¡eh!" Bromeé, extendiendo mis manos hacia ella.
Ahora que estábamos palma con palma, sentir su mano tan pequeña en la mía me hizo pensar en lo frágil que parecía, pero a la vez sabía que ella era más fuerte de lo que aparentaba. Mirella puede ser juguetona y a veces parecer despreocupada, pero es leal, protectora, y siempre está dispuesta a todo por mí.
Ella copió lo mismo que yo hice y su dedo índice también sangró. "No, Luciano, todo está bien".
Entrecerró un poco los ojos antes de continuar. "Yo, Mirella, prometo no hacer daño a Luciano y ser su amiga para siempre".
"Yo, Luciano, prometo no hacer daño a Mirella y ser su amigo para siempre", dije, siguiéndole un poco el juego.
De repente una luz empezó a envolvernos e inmediatamente la vista se me puso blanca. En ese momento todo mi cuerpo se adormeció y caí desplomado al piso.
Por una fracción de segundos pude ver la cara de mi diosa. Solo la cara.
De pronto me encontraba en lugar super oscuro, ni siquiera supe si estaba en un lugar, porque se sentía como estar en un vacío negro.
"¿Eh? ¿Qué acaba de pasar?" Murmuré al aire, empezándome a desesperar.
Esta era la misma sensación que sentí cuando morí en mi anterior mundo, tenía un vacío en el alma a pesar de no saber qué fue lo que realmente sucedió.
La sensación de frío me llegaba hasta los huesos.
No se veía absolutamente nada, traté de moverme, pero solo mi brazo derecho respondía y lo notaba más grande.
Toqué lo que había alrededor y parecía ser como... ¿Metal? O al menos parecía algo similar. ¿Qué carajos acaba de pasar? Tal vez hacer el pacto me teletransportó bajo tierra o algo así.
El terror me paralizó por un instante cuando, al tocar mi cuerpo, lo noté más grande, familiar.
"¡Soy yo!" Grité desaforadamente, este era mi cuerpo en mi vida anterior.
Pero si ya morí... ¿Qué acaba de suceder? Esto no debería estar pasando... ¿Magia de ilusión?
No podía respirar bien. El espacio era tan estrecho que me costaba moverme, apenas podía alzar los brazos y se sentían como pesados. Mi mente intentaba desesperadamente encontrar alguna lógica en lo que estaba pasando, pero no había ninguna. ¿Cómo volví aquí? ¡Este cuerpo ya no debería existir! Las imágenes de mi vida pasada comenzaron a surgir como una corriente descontrolada.
Empecé a hiperventilar y sentir cómo la claustrofobia se apoderaba de mí. La oscuridad me oprimía, y el sonido de unos pasos distantes se hacía cada vez más fuerte.
La desesperación me consumía a tal punto de comenzar a golpear el metal con los pies. "¡Mirella! ¡Mirella!" Fue lo único que se me ocurrió gritar con todas mis fuerzas, esperando que ella pudiera escucharme y sacarme de este infierno. Si es que ella no tenía nada que ver con esta situación.
"¿Qué fue eso?"
Alguien con voz de hombre contestó, pero no pude localizar dónde estaba.
"¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí!"
Cuando grité, se escucharon pasos acercarse y de un momento a otro vi una luz llenar el pequeño sitio donde me encontraba casi congelado.
"¡AHHHHHHHHHH!"
Apenas pude ver el rostro aterrado de ese hombre vestido con un uniforme celeste, que salió gritando desaforadamente. Al fondo se veían cajones blancos y con nombres, inmediatamente reconocí que yo estaba... Yo estaba en la morgue.
Estaba en un maldito cajón de una morgue. Todo esto era real. Sentía el frío metálico bajo mis dedos, el olor a desinfectante denso en el aire. Mi vida, mis recuerdos… todo me invadía de golpe.
Con el cuerpo casi entumecido, pude apenas empujar y deslizarme por la salida de mi cajón. Al verme el cuerpo bajo la luz del foco, ahí pude darme cuenta de lo que era sentir la verdadera desesperación. Ya no tenía mi brazo derecho
"¡¡¡Maldición!!! ¡Agghh! ¡No quiero estar aquí de esta manera! ¡No quiero esto!" Grité, pero mi voz se ahogaba en el eco de la sala vacía.
Lo raro era que no sentía nada de dolor, pero sí el frío, como si realmente estuviera muerto en vida, viviendo un maldito sueño enfermizo y macabro.
"¿Qué mierda me hizo Mirella? ¡Maldita!"
Al intentar bajarme del cajón de la morgue me estampé la cara contra el suelo, pero ya me daba igual... ¿Qué le hacía un golpe más a este cuerpo?
"Esto no es real... no puede ser real".
Intenté convencerme mientras me arrastraba como una oruga contra la puerta que el hombre dejó abierta, pero la sensación de cada baldosa bajo mi cuerpo magullado era auténtica.
La posibilidad de que tenga varias lesiones en las piernas era muy alta, de hecho, no sé cómo todavía puedo moverlas.
"Debe ser culpa de su magia... Control mental o algo así. Debo encontrar una salida de este lugar", dije, casi que mintiéndome a mí mismo.
Esto se sentía tan real...
Una vez que mi cuerpo tomó algo de calor, empecé a moverme rengueando hacia algún lugar.
El pasillo del hospital estaba completamente vacío, pero se oían voces aterrorizadas a lo lejos. También varios pasos de personas que no podía ver.
¿Cómo es que acá a lo pasaron a lo sumo tres días y en el otro mundo ya pasaron más de dos años?
Grité de nuevo, esta vez más débil, mi voz quebrada por el terror. "¡Mirella! ¡¿Dónde estás?!" Pero todo seguía siendo silencio. Ni una respuesta, ni una señal de esa luz que nos había envuelto antes. La única presencia era la mía y el eco de mis propios gritos en esta morgue infernal. Dios... esto es una pesadilla. Tiene que serlo.
Llegué a una bifurcación en el pasillo, las señales de salida iluminadas tenuemente. A lo lejos, los murmullos aterrorizados de los trabajadores y pacientes se intensificaban. Sabía que mi aparición había causado pánico, y no podía culparlos. Ver a un cadáver en los pasillos de un hospital no era algo que uno pudiera procesar ni creer fácilmente.
"¡Juro que lo vi! ¡Un cadáver de la morgue revivió!" Decía uno de los médicos.
"Eso es imposible. Debes estar cansado", replicó una enfermera, aunque su voz temblaba.
Era imposible salir, hay mucha gente en la salida del hospital y si me atrapaban todo podía terminar en un escándalo. Voy a intentar ver si hay algún teléfono que pueda usar.
El frío en mi cuerpo se comenzaba a ir mientras me ponía más y más nervioso.
Cuando encontré un teléfono colgado contra la pared, usé mi mano izquierda para marcar... No sé realmente a quién llamar.
Mi mente corría a mil por hora, y mi primera reacción fue llamar a alguien de confianza para que me ayudara. Mi madre... no, no podía asustarla así.
¿Algún amigo? Tampoco... ¿Cómo le explicaría mi situación?
¿La policía? Creerían que es una broma.
Al final marqué al novecientos once, mi idea era fingir que sufrí un accidente... ¿Dentro de un hospital? No...
Antes de que pudiera arrepentirme, contestaron.
"Servicio de emergencias, dígame su situación".
La voz del otro lado de la línea era de un hombre
Mi mente se nubló por un momento mientras intentaba articular las palabras adecuadas.
"Uh, hola, sí, soy... s-soy Luciano. Estoy... fuera de un hospital... y... necesito ayuda". Mi voz temblaba ligeramente, tratando de mantener la compostura.
"Señor, ¿está herido? ¿Puede especificar más a detalle su situación?" Preguntó el operador con un tono de calma entrenada, como si todo esto fuera una rutina más. Pero yo no podía pensar con claridad. Cada palabra que intentaba formar en mi cabeza se mezclaba con la ansiedad desgarradora de mi situación.
"Estoy... en... Estoy fuera... del hospital", murmuré, tragando saliva. Mi corazón golpeaba con fuerza en mi pecho, como si estuviera tratando de salir corriendo de este cuerpo extraño que apenas reconocía.
¿Cómo demonios terminé aquí? Mis manos temblaban, y la falta del brazo derecho era una especie de vacío que sentía incluso más que el miedo.
Un silencio incómodo reinó al otro lado de la línea. El operador dudó por un momento. Lo sé... suena ridículo. Debe pensar que es una broma. Pero esto no era una broma, y cada fibra de mi ser lo sabía. Aun así, algo dentro de mí deseaba que todo fuera una pesadilla, que al despertar, estaría de nuevo en mi horrible e incómoda cama de hojas.
"Señor Luciano, acabo de confirmar que la línea de la que está llamando figura adherida al hospital San Antonio. ¿Podría explicarme su situación más a detalle?"
"No, creo... estoy confundido, perdón. Es solo que... me desperté y... estoy asustado".
Cada palabra era un esfuerzo para no sonar como una broma telefónica o como un enfermo mental que escapó de un psiquiátrico.
"Por favor, espere en llamada mientras me comunico con el hospital para que puedan brindarle una ayuda más rápida y adecuada".
Inmediatamente corté la llamada, mis piernas ya no soportaban el peso de mi cuerpo y terminé cayendo al suelo.
Lloré en silencio por un rato, Era imposible creer lo que me estaba sucediendo.
Me mordí el labio inferior, sintiendo la frustración y el terror acumularse como una tormenta en mi pecho, hasta que de repente escuché pasos acercándose nuevamente. Me preparé para lo peor, tal vez iban a matarme y deshacerse de mí antes de que alguien se enterara.
Un grupo de médicos y personal de seguridad apareció en la esquina del pasillo, mirándome con una mezcla de miedo y asombro.
"¡Es él!" Gritó uno de los médicos.
"¡El paciente de la morgue!"
"Tranquilos, tranquilos... No soy un monstruo", dije, secándome las lágrimas.
"Necesito ayuda".
Un hombre mayor, con una bata blanca, dio un paso al frente.
"¿Cómo es posible esto?" preguntó, más para sí mismo que para mí.
"¿Quién sos y qué te pasó?"
Al instante reconocí la tonada, claramente estaba en Argentina, mi país natal.
"Soy Luciano... y... no sé cómo explicarlo".
Hasta ahí llegaron mis palabras, no pude elegir las palabras adecuadas para expresarme.
"Ya te había dicho que es un cadáver de la morgue", repitió el hombre que había abierto mi cajón.
"Vamos a llevarte a un lugar seguro y ver qué podemos hacer por ti, tu estado no es muy bueno... eh... todavía no logramos entender qué pasó".
Giró la cabeza, mirando a otro doctor. "¿Ya llamaste al encargado de los cuerpos de la morgue?"
Support the creativity of authors by visiting the original site for this novel and more.
"Sí, doctor. Dice que está en camino al hospital".
"Está bien, no le comuniques esto a nadie más, ¿sí?"
"Entiendo... Aunque es posible que ya varios se hayan enterado, doctor".
Él se mordió el labio inferior y no respondió nada.
Me acostaron en una camilla y llevaron mi cuerpo a una sala de emergencia vacía.
El médico me miró con atención, evaluando mi cuerpo. Luego les dijo a los demás que se fueran y cerró la puerta.
"Pibe, ahora decime la verdad. ¿Qué mierda te pasó? Necesito que me digas todo lo que recuerdes".
El hombre parecía bastante molesto, sin poder entender qué es lo que pasaba o por qué nadie le daba una explicación.
Encendió una estufa a gas colgada en la pared antes de que yo empezara a hablar.
"Es que yo me desperté y estaba en la morgue. Lo que sí, estoy consciente de que tuve un accidente en algún momento, tal vez hace dos años... dos días, digo".
"Entiendo, debe ser por un siniestro... Había escuchado algunos casos en los que encierran por error a los pacientes en la morgue, pero... se nota que tu cuerpo está destruido. Estás hecho mierda".
Mientras tanto comenzó a conectarme al suero.
"Primero, estabilizaremos tu condición, mientras tanto vos intentá recordar todo lo que te pasó después del accidente".
Me tomó la presión, temperatura y controló mi pecho.
"¿Che, en serio estas vivo vos? Estás helado, treinta grados me marca el termómetro".
El médico me miraba con los ojos bien abiertos, sin terminar de procesar lo que estaba viendo. Se notaba que intentaba mantener la calma.
"Al menos, eso creo. Puedo sentir, pensar... Pero no sé cómo estoy vivo".
El hombre se apoyó contra la pared, exhalando profundamente. Se desató los dos botones del guardapolvo y se lo quitó, quedando en su uniforme completamente celeste.
"Mirá, te voy a ser sincero. No entiendo una mierda. No sé cómo es que estás consciente... tal vez tu sistema nervioso sigue activo por algún motivo raro. ¿Un coma? Pero aun así... tendría que haber signos vitales normales, y los tuyos no lo son. En realidad, no tenés pulso, pero sí estás respirando, tal vez solo por instinto.
Voy a tener que pedir una muestra de sangre".
"Escuchame... si alguien más se entera de esto, te van a tratar como un caso de estudio, o peor, te meten en algún laboratorio para ver qué sos. No sé cómo mierda pasó, pero no te veo como una simple persona más. Vos no sos alguien normal en este momento".
Mi corazón, o lo que quedaba de él, dio un vuelco ante esas palabras. Sabía que algo muy extraño me había pasado, pero escuchar a un médico confirmarlo me ponía en una posición aún más frágil.
Él se inclinó hacia mí y susurró: "Vamos a averiguar qué es esto. Pero necesito que te calmes y me digas todo lo que recordás. Detalle por detalle. Primero que nada, ¿me recordarías tu nombre? Yo me llamo Carlos".
"Sí, me llamo Luciano. Todo lo que recuerdo estar en otro mundo, una especie de... isla tropical. Ahí conocí a un hada llamada Mirella, hicimos un pacto y luego... todo se volvió blanco. Me desperté acá, en mi cuerpo anterior, en la morgue".
Carlos me miraba, claramente tratando de procesar mis palabras. No era la reacción típica que esperaba; algo así debería haberlo hecho reír o, al menos, preguntarme si estaba loco. Pero no, el tipo simplemente frunció el ceño, cruzó los brazos y apoyó la espalda contra la pared, como si estuviera intentando hacer sentido de todo lo que acababa de escuchar.
"¿Un hada? ¿Una isla tropical?" repitió, casi como si estuviera verificando que no lo hubiera malentendido.
"Mirá, si no estuviera viendo lo que tengo enfrente, te mandaría directo a psiquiatría. Pero vos… no tenés signos vitales. Eso ya me rompe cualquier esquema".
Se rascó los pocos pelos que tenía mientras pensaba.
Me quedé callado por un momento. Sentía el peso de sus palabras, pero también la confusión que me embargaba. Había una desconexión tan grande entre lo que viví en la morgue y lo que había experimentado antes. Mi cuerpo físico, el que tenía ahora, estaba muerto. No había otra forma de explicarlo. Pero seguía funcionando, de alguna manera, seguía pensando y sintiendo. ¿Qué carajo estaba pasando conmigo?
Carlos suspiró, caminando por la sala, claramente incómodo. "Es que no tiene sentido, loco. Mirá, vos no tenés idea de la cantidad de locuras que he visto trabajando acá, pero esto... esto es otra cosa".
"Doctor, seguro que logrará comprenderlo cuando..." De pronto la puerta de la sala se abrió de golpe.
Un hombre alto, delgado y de lentes entró apresuradamente.
"Soy el encargado de la morgue. ¿Dónde está el pacien-t-t-t-t...?"
Se quedó helado al verme, ni siquiera un experto podría entender algo así.
Se acomodó los lentes antes de hablar "¿Usted... está consciente? ¿Puedes hablar?"
"Si, sé que es difícil de creer, pero necesito entender qué está pasando".
El encargado de la morgue asintió lentamente.
"Esto es... sin precedentes. Pero intentaremos hacer todo lo posible para encontrar una explicación a lo sucedido", dijo, acomodándose el pelo negro hacia atrás con una mano
"Carlos, ¿te parece si me acompañas a la morgue? Tengo que verificar algunas cosas".
"Si, voy a dejar una enfermera a cargo del muchacho".
Luego de eso, los dos salieron de la sala hablando.
"¿A Carla? Mirá que es confidencial esto".
"Sí, me parece que ella..."
Sus voces se perdieron en el pasillo y a los segundos entró una enfermera a paso lento.
Parecía ser bastante joven, no pasaba los treinta años.
Llevaba puesto un barbijo celeste y en las manos una bandeja con algunos medicamentos y utensilios. Su expresión era una mezcla de asombro y preocupación.
"Hola, amor. Así que vos sos Luciano, ¿no?" Comenzó, su expresión era como si yo fuera un paciente más.
"Soy Carla, la enfermera de turno. ¿Cómo te sentís?"
"Hola, Carla. Estoy... confundido, asustado, pero estoy bien, supongo".
Carla asintió mientras preparaba una inyección. "Entiendo. Me dijeron que pasaste por algo realmente fuera de lo común. ¿Puedo preguntarte qué es lo último que recordás?"
Luego tocó un botón de debajo de la camilla y esta se elevó un poco a partir de mi cadera.
"¿Así estás mejor, corazón?"
Pude ver su cara más de cerca, era como ovalada, con ojos negros y su pelo estaba teñido de rubio. Eso se notaba claramente porque tenía las raíces negras.
Su manera de hablar me hacía tranquilizar de a poco. Hasta diría que era una atención de lujo para el estado en el que yo estaba.
"Recuerdo estar en otro lugar luego de morir, un mundo diferente... Conocí a alguien muy buena ahí, un hada llamada Mirella. Hicimos un pacto y luego... todo se volvió blanco. Y ahora estoy acá. Sé que es difícil de creer..."
"Che, pero qué historia interesante, Luciano. No te preocupes, he escuchado cosas más raras. Bueno, quizás no tan raras como esta, pero..." soltó una risita suave que hizo inflar su barbijo.
"Lo importante es que estás acá, ¿no? Vamos a cuidar de vos".
Sentí que sus palabras tenían algo especial, casi como si fuera capaz de apagar el caos que giraba en mi mente. Por un segundo, casi pude olvidarme de la locura en la que estaba atrapado.
Carla seguía con sus cosas, revisando mis pupilas mientras me hablaba en ese tono dulce, como si estuviéramos en un café charlando de la vida. Me ponía nervioso, pero al mismo tiempo me tranquilizaba de una forma que no sabía explicar.
"No soy quién para juzgar, he visto cosas extrañas en este hospital, pero esto definitivamente se lleva el premio", agregó
"Supongo que soy alguien especial... Por más que parezca joven, viví alrededor de dos años en otra vida. En serio lo digo".
Carla se inclinó un poco hacia mí, con una aguja en la mano, su tono aún más dulce. "Entiendo... Ahora, amor, esto no te va a doler nada, ¿sí? Solo es para que nos aseguremos de que todo esté bien. Aunque, bueno, me parece que ya sabés que estás... un poco fuera de lo común".
Guiñó un ojo mientras desinfectaba mi brazo.
Sentí un ligero pinchazo, pero comparado con todo lo que había vivido en ese día, si es que se le podía llamar día, ni siquiera lo registré del todo. Mientras ella terminaba, me di cuenta de lo surrealista que era todo esto. Un hada, un mundo nuevo, mi cuerpo técnicamente muerto, pero aún aquí, sintiendo todo.
"Carla, ¿qué día es?"
"Hoy es..." Sacó su celular del uniforme azul.
"Ya son las una y cincuenta y siete, así que ya es veinticuatro de junio. ¿Hace falta que te diga el año?"
"Dos mil cuarenta y nueve, ¿no?"
"¡Exacto!" Exclamó mientras guardaba de nuevo su celular.
"Che, y decime… ¿esa hada, Mirella, era copada? Porque parece que tenías una vida de lo más interesante allá, ¿eh?" Me preguntó con una chispa de curiosidad real en la voz, mientras guardaba los utensilios que había usado.
Me encontré sonriendo por primera vez desde que había vuelto a este cuerpo.
"Si querés te puedo contar un montón de cosas que nunca creerías que son reales, hasta que mueres".
"A ver..." Dijo, agarrando una silla de la sala y trayéndola al lado de la camilla, luego se sentó y apoyo sus codos sobre la camilla.
Pasamos unos pocos minutos hablando hasta que únicamente volvió el señor encargado de la morgue. Traía consigo un maletín blanco y ahora puesto un barbijo igualito al de Carla.
"Hola Luciano. Este... Bueno, por donde empezar, ¿no? Esto es completamente nuevo para nosotros. No tenemos precedentes de que haya ocurrido algo así".
Tomó uno de sus documentos del maletín y comenzó a explicar. "Luciano, según el primer reporte forense, tu cuerpo fue encontrado sin signos vitales en la mañana del veintiuno de junio a las once y treinta a. m. A causa de un siniestro vial de impacto lateral".
Muerte... Esa palabra no dejaba de rebotar en mi cerebro. ¿Cómo es posible que me esté hablando de mi propia muerte? No era un accidente de alguien más, no era una noticia lejana en la televisión. Era yo. Pero, ¿cómo podía estar aquí ahora, respirando, viendo a este hombre?
"Bueno, el informe también detalla que el individuo del segundo vehículo involucrado se encuentra en estado estable luego de intentar darse a la fuga..." Dijo, salteando a la siguiente página.
Mis ojos se fijaron en el maletín blanco que tenía parado en el suelo, mientras él continuaba hablando. Decía algo sobre procedimientos y reportes adicionales. ¿Qué habría dentro de ese maletín? ¿Más pruebas de que yo ya no existo? Cada segundo parecía distorsionarse mientras mi mente intentaba encontrar algún tipo de lógica en esta situación. Solo quería irme de este lugar.
"Según protocolos estándar, se realizó una evaluación completa del cuerpo en el lugar del siniestro y se te llevó a la morgue del hospital San Antonio, en el cual tenés obra social. Debías permanecer almacenado temporalmente para reconocimiento, preparación del cuerpo y posterior traslado al depósito funerario. Pero... claramente algo cambió.
Tu recuperación de la conciencia y la funcionalidad motora son fenómenos extraordinarios y sin precedentes en nuestra experiencia médica y también científica. El hecho es que, según todos los registros y pruebas, tú no deberías estar aquí".
¿No debería estar aquí? Maldito... Las palabras del médico flotaban en mi cabeza como si no tuvieran ningún sentido. Cada palabra que salía de su boca me recordaba que, según todos los protocolos y procedimientos, estaba muerto. Sin embargo, aquí estaba, respirando, con mi corazón bombeando sangre... Bueno, eso creo que no. Pero, ¿cómo demonios podía suceder esto?
El encargado de la morgue continuó: "La dueña del hospital, la doctora Alejandra Alarcón, acaba de ser informada de la situación y pretende declarar tu caso bajo completa confidencialidad hasta tomar una decisión definitiva. Aunque, personalmente, creo que esto ya lo sabe mucha gente a causa del alboroto que causaste en un principio, porque estabas muerto, ¿entiendes?".
El barbijo que llevaba el médico hacía que su voz sonara distante, casi como si estuviera en un túnel. Parecía un eco en mi mente, repitiendo lo mismo: estás muerto, estás muerto, estás muerto. Traté de concentrarme, de seguirle el hilo a lo que decía, pero mis pensamientos eran una maraña imposible de desenredar.
Mientras tanto, Carla me iba conectando al aparato que toma mis signos vitales. Para confirmar si era verdad lo de que no tenía signos vitales. Claramente la pantalla no marcaba nada, o por lo menos había una raya horizontal.
"Realmente no sé qué decirle, doctor", fue lo único que me salió decir.
"Luciano," agregó con tono más suave, "entiendo que esto es mucho para asimilar, pero lo que necesitamos ahora es estudiar tu caso a fondo. No solo para entender lo que pasó, sino para evitar posibles riesgos... No sabemos si este estado es temporal, si tu cuerpo está realmente funcionando o si, en cualquier momento, puede colapsar de nuevo".
¿Colapsar? ¿Qué significaba eso en términos médicos? Yo quiero seguir viviendo, no ser un sujeto de experimentos encerrado en una jaula.
"¿Te gustaría ver tu estado físico actual? Puedo traerte un espejo si quieres".
"Preferiría no saberlo ahora. Este... ya más o menos me imagino como es el tema".
"Perfecto entonces, ahora Carla se quedará a tu cuidado. Estarás bien por ahora, no te preocupes.
Me retiro hasta mañana".
Y así, se fue con los documentos en mano. su pelo lacio rebotando sobre él.
La verdad que no parecía tan mal tipo, solo que es muy frío al expresarse...
Tengo mucho sueño... voy a dormir... un rato.
Las siguientes horas fueron un torbellino de exámenes médicos, preguntas y más preguntas sobre mi experiencia [https://img.wattpad.com/94a396609d2921cd03f5621c5e7693353fbb4638/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f554f696c466159364e664c5843413d3d2d313435343839363431312e313764653436653433323436363265303737313334313233303431332e706e67?s=fit&w=1280&h=1280]
¿Dónde estoy? Ah... Carla... ¿Me doparon?
Al dormir pensé en mamá, papá y mi hermana, algo que hace rato que no me sucedía. ¿Será que están todos bien? Ahora que estoy acá quiero volver con ellos, explicarles todo lo que pasó. Mi accidente... deben pensar que estoy muerto.
Debo decir que ya me había acostumbrado a mi nueva vida.
El señor encargado de la morgue, que no me había dicho su nombre, también estaba en la sala con su maletín siniestro sobre una mesa. Se ponía unos guantes de látex mientras lo miraba.
Fuera se escuchaba el zumbido de un helicóptero, por alguna razón sentía que el ambiente era sombrío y no sabía lo que estaba pasando.
"Luciano", empezó diciendo el hombre.
"Desde arriba ya nos dieron órdenes estrictas y... me temo que te vamos a tener que poner de vuelta a dormir".
A sangre fría me estaba diciendo que iban a cometer un... ¿homicidio? Me quedé impactado porque había empezado a confiar en ellos.
"E-Espere, señor... esto debe ser un malentendido... dijeron que iban a ayudarm..."
"Acá el único que entendió mal las cosas fue usted", cortó en seco mis palabras.
Miré a Carla, pero ella no parecía sorprendida ni asustada. Parecía que todo era parte de un protocolo, pero para mí, esto se estaba convirtiendo en una pesadilla de la que no podía despertar. ¿Ella no era buena? ¿Solo estuvo endulzando mi oído para divertirse? ¿Era posible que ella estuviera completamente de acuerdo con esto? ¿O simplemente estaba siguiendo órdenes?
Intenté moverme para escapar, pero parece que ya lo tenían todo listo de antes. Mi cuerpo estaba completamente paralizado desde los hombros hacia abajo. No podía mover nada más que la cabeza
"¡Maldito, me la vas a pagar! ¡Pedazo de mierda! ¡Escoria! ¡Idiota! ¡Embustero!"
Moví la cabeza para todos lados mientras veía al hombre preparar una aguja.
"¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Me quieren matar!".
Él simplemente tomó la aguja con sus manos enguantadas y la clavó por el tubo que transportaba el suero a mi brazo izquierdo.
"¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO LO HAGAS, MALDICIOOOOOON!
¡Papá! ¡Mamá! ¡Mirella! ¡Rin! ¡Rundia! ¡Alguien, quien sea, ayúdeme!"
Empecé a delirar en un llanto desconsolado mientras veía que el líquido empezaba a fluir por el tubo transparente.
De pronto, la puerta se abrió de una patada.
"¡Servicio de inteligencia argentino! ¡No se muevan y pongan las manos sobre la cabeza!"
Comenzaron a entrar uniformados armados vestidos de negro, tenían todo el cuerpo cubierto con un traje, así que no podía ver sus rostros.
En un momento de desesperación, alcancé el tubo con mis dientes, intentando cortar el flujo de líquido.
El helicóptero afuera hacía retumbar las paredes de la sala, y en ese momento me di cuenta de que lo que estaba pasando no era una simple intervención. Había algo mucho más grande sucediendo. Carla, que hasta ese instante había permanecido completamente impasible, comenzó a retroceder lentamente.
"¡Desconectá esa mierda!" Gritó y señaló el que parecía ser el comandante de la operación, el que había entrado primero.
El encargado de la morgue, comenzó a balbucear. "No tienen idea de lo que están haciendo... Este caso es... un fenómeno... ¡no entienden las órdenes que me dieron!"
Por detrás suyo mantenía una mano sosteniendo un bisturí, pero yo no podía decírselo a nadie porque tenía la boca ocupada mordiendo el tubo lo más fuerte que podía.
"¡Dije que todos con las manos en alto, carajo!"
Cuando uno de los uniformados se acercó a mí para desconectarme la aguja del brazo, el doctor saltó sobre él con el bisturí en la mano.
En un instante le vaciaron medio cargador en el pecho.
Lo vi... morir frente a mis ojos. El susto me hizo apretar más fuerte los dientes, parecía que en cualquier momento iba a terminar cortando el tubo de plástico y iba a quebrar mis dientes. No me importaba la forma, solo me importaba el resultado final, sobrevivir…
Desde lo más profundo de mi ser, sentí algo de satisfacción al verlo muerto. Pero estaba asustado, nunca había visto una escena así.
La sangre del encargado de la morgue comenzaba a formar un charco en el suelo, extendiéndose lentamente hacia mi camilla. Sentí náuseas, pero no podía soltar el tubo; mi cuerpo aún estaba paralizado, mi cabeza atrapada en un acto de pura supervivencia.
El que hace un rato quería matarme terminó siendo un cadáver, y en algún momento se encontraría con un dios y comenzaría una nueva vida.
El hombre de negro se levantó y me desconectó todo lo que tenía en el cuerpo.
Al fin, solté el tubo de mis dientes, mis mandíbulas doloridas por la presión que había estado haciendo.
"Bien hecho, muchacho, ahora nos vamos de acá".
Aseguraron mi cuerpo a la camilla con unas fajas y rápidamente avanzaron por la sala moviendo la camilla. De reojo vi cómo arrestaban a Carla.
Mientras recorríamos a toda velocidad los pasillos del hospital, pensaba en si realmente esto era algo bueno o malo. ¿Realmente estaba a salvo? Sí, me acababan de salvar la vida, pero no sé quiénes eran o qué objetivo tienen conmigo.
Aún con la mente nublada por el sedante y el caos que se estaba desatando a mi alrededor, podía sentir el movimiento frenético de la camilla mientras estos tipos me sacaban a toda prisa del hospital. Las luces del techo parpadeaban en un ritmo vertiginoso y las voces de los uniformados se entremezclaban con el estruendo ensordecedor del helicóptero que parecía cada vez más cerca.
De repente, un sonido sordo y brutal retumbó por los pasillos. El piso vibró bajo mis pies. ¡Boom! Una explosión en algún lugar del hospital. El aire se llenó de polvo y escombros, y el caos se convirtió en puro infierno.
"¡Mierda, son los yankees!" Gritó uno de los agentes mientras el sonido inconfundible de disparos automáticos retumbaba por el lugar. Balas silbaban por los pasillos, impactando contra las paredes de y rompiendo las ventanas de las puertas cercanas.
¿Los Estados Unidos atacando Argentina? ¡Lo único que me faltaba era que comenzara una guerra por mi culpa!
"¡Contacto! ¡Contacto! ¡Necesitamos los refuerzos del helicóptero!" Gritó otro agente mientras corrían empujando la camilla, apuntando sus armas en todas direcciones.
Las balas continuaban volando. Vi a un médico que trataba de escapar corriendo ser alcanzado por un proyectil. Cayó como un saco de papas, inmóvil en el suelo. Mi visión estaba borrosa por el miedo y el shock, pero todo se sentía peligrosamente real.
"¡Cubran al objetivo!" gritó el comandante del equipo argentino, acercándose rápidamente. Algunos avanzaron al frente mío, sacaron sus armas y devolvieron el fuego, apuntando hacia los atacantes que se acercaban desde el otro lado del pasillo.
Varios enemigos cayeron al suelo mientras el fuego de las ametralladoras resonaba en el aire. Pero justo cuando pensé que habíamos ganado algo de ventaja, las paredes cercanas explotaron en pedazos, y un grupo de soldados enemigos entró en tromba. Eran muchos. Demasiados.
Rápidamente una bomba de humo impregnó por completo el lugar y en ese momento me tiraron algo que cubría mi torso y cabeza, pero no pude detectar qué era. ¿Algo anti balas?
Traspasamos el humo y llegamos a la salida trasera del hospital, donde un helicóptero esperaba con las hélices ya en movimiento. Había varios soldados haciéndonos una fila para que avanzáramos hacia él.
El viento era tan fuerte que casi se lleva toda la camilla entera, pero fue asegurada dentro del helicóptero y este despegó rápidamente, dejando atrás el caos del hospital.
"Lo único que nos faltaba era comenzar una guerra contra los yankees por un zombie..." Murmuró el piloto.