Me desperté al día siguiente cuando mamá me estaba tocando el hombro.
"Hijo, ya tienes que despertar. Tu padre y los demás fueron a buscar algo de comida".
Sentí el calor de la luz del sol filtrándose por la entrada de la cueva, algo de lo que me había perdido en este último tiempo.
"Mamá... Sí, ya me despierto, es que estoy muy cansado".
De pronto ella se arrodillo al lado de mis pies.
"¡Hijo! ¿Qué te pasó acá?" Preguntó, tocando las puntas de mis dedos, donde antes había uñas.
Tardó en darse cuenta sobre la falta de uñas en mis dedos de los pies. Pensé que era más fácil darse cuenta cuando en una sí había y en la otra no.
"Ah, eso... Es que perdí mis uñas en la pelea en el santuario. No sé cómo pasó, solo me di cuenta después".
Otra pequeña mentira no haría daño, ¿no? La realidad es que Sariah me las sacó de una manera un tanto... erótica. Bueno, solo en la última vez.
"¿Cómo que no sabes cómo pasó, Luciano?" Insistió, mirándome con una mezcla de preocupación y confusión en el rostro, sus cejas fruncidas en una línea fina.
"Esas cosas no suceden simplemente sin una razón. Tienes que tener más cuidado. Sabes lo importante que es mantenernos a salvo".
"Sí, mamá, lo sé".
Intenté tranquilizarla con una sonrisa, pero mi voz sonaba más cansada de lo que esperaba. Es cierto, nadie sería tan tonto como para creerse que alguien pierde sus diez uñas y no sabe cómo sucedió.
"Prometo que la próxima vez tendré más cuidado. No fue nada grave de todas formas, ya se me ocurrió como arreglarlo. Ya lo verás".
Mamá me miró durante un momento más, su expresión suavizándose un poco, aunque por alguna razón su vista se desviaba hacia mi hombro.
"Luciano, no quiero que te lastimes, pero sé que siempre haces lo necesario para mantenernos seguros. Solo... ten más cuidado, ¿sí?"
"Sí, mamá. Ahora deberías ir a ver si Lucía se porta bien".
Lucía... todavía tengo que investigar si ella es una reencarnada o no.
"Ahora debes ir a tomar del agua que cura".
"Ya lo intenté. No funciona en estos casos".
"Ay... Luciano. Mi hijo... Realmente me sorprendes día a día".
Con un suspiro de por medio, y aún con una preocupación visible en su rostro. Se levantó y se fue a donde había dejado a Lucía, que estaba recostada sobre unas hojas en el suelo.
Luego se puso a amamantarla, a pesar de que ella estaba tranquila y no lloraba.
¿Ahora debería dejar los pies así o debería crearme las uñas postizas?
"No dejes que tu padre lo vea", gritó mamá desde la pared contraria, casi como si estuviera leyendo mi mente.
"Sí, mamá".
Al lado mío estaba la piedra mágica tirada en el suelo. No debo perderla de vista, porque si bien la mayoría ya se enteró sobre el significado de la piedra y que posiblemente haya una criatura mágica atrapada, no pueden ver las partículas mágicas que la rodean y así es como podrían confundirla con una común.
Además, mamá estuvo bastante curiosa aquella vez que la agarró. Eso me dio mucho miedo, dijo que podía sentir como si estuviera viva o algo así.
La tomé en mi mano, pero cuando me quise enderezar, un leve toque en mi hombro me hizo retroceder.
"Shhh, Luciano. Solo quiero asegurarme de que te sientas bien después de todo lo que has pasado... Solo estoy cuidando de ti, como me pidió Aya".
Sí, era Mirella, y parece que se estaba haciendo la dormida mientras mantenía un solo ojo abierto.
Dormir juntos ya se había hecho costumbre desde hace un tiempo, pero creía que eso era solo porque dentro del santuario estaba un poco más fresco que acá y nos convenía a los dos para calentarnos. En realidad, más a ella, pero bueno.
Aun así, no me molesta. De hecho, me gusta... eh... ¿Cómo lo digo...? Tener a una mujer al lado mío mientras duermo.
Últimamente ella se ha vuelto más cariñosa conmigo, hasta el otro día me dio un beso en el cachete. Vaya a saber qué es lo que pasa por su mentecilla.
"Gracias por cuidarme por la noche. Ahora debemos levantarnos".
Ella soltó una risa como si se estuviera felicitando a ella misma.
Me enderecé y me quedé moldeando una de las hojas grandes sobre la que estaba sentado.
"¡Ohhh! ¿Qué estás haciendo? ¿Es algo para mí?"
Finalmente, la hoja tomó la forma de una bolsita muy chiquita con dos pequeñas manijas.
"No, es para guardar la piedra mágica.
Me decidí de utilizar un poco más mi magia, así que estos días me verás hacer más cosas que se me van ocurriendo".
Metí la piedra dentro y luego uní las manijas a un costado de mi única prenda de ropa hecha de piel de animal.
"Eso es genial..." Dijo Mirella, manteniendo la boca abierta mientras admiraba lo que sucedía.
Nos quedamos charlando mientras veíamos a Tarún esperar en la entrada y a Rundia junto a mi hermanita.
¿Y los gnomos?
Al rato volvieron todos con un gran cargamento de frutas y animales muertos. Era obvio que, al no estar por esta zona, los primeros días íbamos a conseguir bastante comida.
Todos nos saludaron a Mirella y a mí a la pasada. Sin embargo, Aya se detuvo en frente nuestro.
"Luciano, tenemos que hablar sobre esos gnomos".
"Sí... no los vi por acá. ¿Sabés dónde están?"
"Bueno, es que... ellos se fueron".
Ah, pero que bien...
La verdad que no me esperaba esto. ¿Cómo puede ser que los gnomos se hayan ido sin una respuesta? Si bien no sé detalladamente lo que buscaban hacer, ni siquiera llegamos a hablar del todo para aclarar la situación entre ellos y yo. ¿Se habrán sentido un poco ignorados? Bueno, es que nos pasaron tantas cosas...
Tampoco es que perdiéramos mucho al ellos irse, pero necesitaba saber si ellos realmente tenían algo que ver con la piedra mágica y el supuesto ser mágico atrapado en ella. ¿Realmente era ese líder que le mencionaron a Aya?
Ella estaba ahí, parada en frente mío, esperando una respuesta. Mientras tanto yo estaba sentado en el suelo junto a Mirella.
Su figura siempre había sido imponente para lo que es mi tamaño, pero ahora los rayos del sol que se colaban por detrás suyo la hacían ver un poco más especial. Tal vez sea por la sensación de que ahora estamos un poco más unidos, o por lo menos yo lo sentía así.
"¿Y qué más te dijeron?"
Mi respuesta fue un poco evasiva, más como intentando ganar algo de tiempo para procesar la situación actual. El dolor muscular que sentía en mis piernas era algo molesto y no me dejaba pensar en qué podríamos hacer al respecto.
"Bueno, es que no les entendí muy bien. Ya sabes... no se les entiende muy bien lo que dicen", respondió Aya, moviendo sus orejas de aquí para allá.
Tenía un poco de razón, a mí también se me hizo complicado entenderles en lo poco que pude hablar con ellos. Es como si les costara hablar y conectar sus frases.
Era lógico que al sentir que no recibirían nuestra ayuda inmediata, prefirieran actuar por su cuenta. Pero, ¿adónde podrían haber ido? Tal vez se fueron a buscar las demás piedras.
"Ya veo... ¿Pero no te dijeron si iban a volver o algo así?"
"Perdón, lo que pasa es que no paraban de repetir algo sobre 'gnomo rojo' y no pude entenderles bien. Pero sí me pareció que se iban por el mismo lugar en el que nosotros vinimos del mi santuario".
"O sea, se fueron al arroyo, por así decirlo".
"No, se fueron en dirección a mi santuario".
¡Pero si el arroyo lleva al santuario!
"Entiendo... No te preocupes, ya... Seguramente ya van a volver solos, así como cuando aparecieron en el santuario".
"Tienes razón, no nos preocupemos tanto", dijo Aya mientras sus orejas dejaron de moverse y se iba a ayudar a los demás con la comida.
Esa noche al fin me decidí, finalmente bajé la mirada para ver la edad de mi madre en su sombra, algo que había estado queriendo evitar levemente desde que obtuve este 'poder'.
Veintiún años y once meses... Así que apenas es un mes mayor que su amiga Anya y un año menor que papá, que curioso.
***
Los días siguieron pasando, pues claro, no había forma de detener el tiempo
Después de la partida silenciosa de los gnomos. Durante ese tiempo, intenté mantenerme ocupado ayudando a los demás y pensando en nuevas maneras de utilizar mis habilidades mágicas, pero, por más que había tenido un entusiasmo repentino por crear cosas, decidí no usar mi magia.
¿Por qué? A veces ni yo me entiendo, solo es que no estábamos en una mala situación y preferí pasar 'desapercibido' por un tiempo. Al menos hasta que sea un poco mayor.
Si bien me sentía feliz y tranquilo sin los hombres pájaro, en el fondo no podía evitar sentir una inquietud persistente acerca de los gnomos. Algo no encajaba. ¿Por qué habían decidido irse tan abruptamente? Ellos estaban en mi mente todos los días.
El que también decidió volver a marcharse fue Fufi, bueno, en realidad siempre andaba desaparecido. Estaría bueno que se mantuviera más cerca de nosotros.
A medida que los días pasaban, la rutina en la cueva se volvió más tranquila. Seguíamos consiguiendo buena comida y todos parecían volver a adaptarse al entorno. Hasta Aya algunas veces se daba el lujo de comer algo de pescado. Parece que la lanza que le hice a papá le está sirviendo de mucho.
También, el padre de Tarún pasaba muy de vez en cuando por nuestra cueva para hablar con su hijo, hasta algunas veces se iba por un rato con él y volvían a la noche. Pero un día apareció con los otros dos, su otra mujer y su otro hijo.
El niño parecía ya saber caminar, pues la última vez solo andaba en brazos de su madre.
Era de noche, igual que cuando nos conocimos. ¿Acaso no sabían que el final del día era el peor momento para discutir? Encima algunos seguían comiendo.
Yo, mientras tanto, observaba toda la situación de parado y apoyando un hombro contra la pared.
En la entrada estaba Aya, así que ella fue la primera en recibirlos.
"Hola señor Tariq, veo que viene con compañía".
"Hola, sí. Me pareció un buen día para que podamos conocernos todos juntos", dijo el hombre, que seguía igual de flaco que la última vez.
¿Un buen día?
Aya miró hacia atrás, buscando la aprobación de alguien. Me miró a mí, ¿acaso pensaba que yo podía decir algo?
Obviamente Anya fue la primera en reaccionar, levantándose de cerca de la fogata para caminar rápidamente hasta al lado de Aya.
"¡Ya te dije que no vinieras por aquí con esa mujer!"
"Anya, yo también ya te dije que quiero seguir viendo a mi hijo. Es momento de presentarle a su hermano".
"¡No nos interesa tu otra familia, lárgate de nuestro hogar y no vuelvas!"
Me sentí un poco mal por la mujer y el niño, sinceramente no creo que ella hubiera sabido que él tenía otra mujer y un hijo. Sería difícil para las nulas formas de comunicación que existen.
Él no contestó y comenzó a avanzar, pero de pronto, justo cuando iba a pasar por al lado de Anya, se detuvo en seco, como si se hubiera topado con algo invisible.
"Disculpe, señor, pero todavía nadie le permitió pasar".
Una barrera mágica... ¿En qué momento la puso? Aya estaba actuando como guardia de seguridad, con sus dos orejas apuntando hacia adelante en alerta, pero su rostro mostraba una calma casi letal.
Esa barrera mágica que había levantado, aunque invisible para ellos, era completamente... perceptible para nosotros, por decirlo de alguna manera. Sabía que, detrás de esa serena mirada, había una fuerza descomunal y una disposición para defender lo que consideraba su territorio y su gente.
"¿Q-Qué es esto?" Preguntó el hombre, tocando con las palmas de su mano lo que a mi vista era invisible.
"¡Déjenme pasar! No sé qué es esto que está acá, ¡pero quítenlo!"
¿Tal vez debería hacer algo? No quiero que mis padres me regañen por eso, pero tampoco quiero que las cosas se vuelvan más intensas.
"¡Esto es ridículo!" Gritó Tariq, golpeando el aire con el puño cerrado.
"¡Solo quiero ver a mi hijo!"
"¡Y ya lo viste!" Respondió Anya, cruzándose de brazos.
"No tienes ninguna razón para traer a tu otra familia aquí. Este es nuestro lugar, no tu terreno de juego para jugar a ser padre".
Observé la escena mientras Tariq seguía golpeando la barrera mágica con frustración. Mirella, que estaba sentada a mis pies momentos antes, voló hasta mi hombro y susurró en mi oído.
"¿Vas a dejar que esto se salga de control? Tal vez deberías intervenir antes de que alguien salga herido".
Suspiré mientras los gritos seguían de fondo. No es que tuviera muchas ganas de intervenir en este tipo de drama, pero tampoco quería que las cosas se descontrolaran más. Miré a Aya, quien seguía manteniendo la calma de una manera casi sobrenatural. Ella no mostraba signos de querer quitar la barrera, y conociéndola, no lo haría hasta que alguien o yo se lo pidiera.
"Entonces necesito que estés cerca apoyándome por si pierdo la discusión o la paciencia. Que seamos dos pensando lo mismo me ayudaría bastante".
Antes de ir directo al lío, fui con Tarún, que estaba sentado entre mis padres y hablando con ellos. Estiré mi mano hacia él antes de hablar.
"Tarún, ¿quieres venir así solucionamos este problema?"
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Él me miró con sus ojos bien negros, no se lo veía asustado, pero sí un poco indeciso. Finalmente agarró mi mano.
"Sí, gracias. Es que no sé qué decirles, papá se enoja mucho y mamá también".
Mis padres también se levantaron junto a él, tal vez intentando saber qué tanto iba a entrometerme.
"Todo se puede solucionar conversando, vos no te preocupés que algo vamos a lograr hacer".
"Hijo... no deberías meterte en los problemas familiares de los demás", dijo papá.
"Solo vamos a conversar, además, yo los siento a todos como parte de mi familia".
Nunca viene mal tirar una frase algo aniñada para comprar a mis padres. Aunque igual, esa contenía algo de verdad.
Los dos fuimos tomados de la mano hacia Anya.
"Anya, Tarún y yo vinimos para poder arreglar las cosas de una forma más tranquila. ¿Crees que podrías dejarnos conversar con él?"
"Luciano, ¿¡qué haces aquí!?" Contestó, aunque luego de decir eso, su mirada se suavizó un poco al ver a Tarún a mi lado, quien me apretaba la mano con fuerza.
Suspiró y miró de reojo a Tariq, que seguía intentando atravesar la barrera de Aya con la mujer y el niño pequeño detrás de él, esperando en silencio.
"Solo queremos hablar", dije con un tono más elevado, para que Tariq también escuchara.
"Luciano, no hay nada de qué hablar con este hombre. ¿No ves que lo está haciendo a propósito para hacerme enojar?"
"Sí, entiendo, solo venimos a hablar tranquilamente, ¿cierto, Tarún?"
Tarún no respondió inmediatamente, solo se quedó pensando y sin soltar mi mano. Pude sentir cómo temblaba ligeramente, lo cual era comprensible dado lo tensa que estaba la situación. A pesar de todo, traté de mostrar una sonrisa alentadora para calmarlo.
"Sí, solo... solo quiero que papá y mamá dejen de pelear".
Su voz era débil, pero decía lo que realmente sentía. Él se quedó mirando a Anya con ojos esperanzados.
"Hijo, tienes que entender que este hombre... ¡Ay, dios! ¡Está bien, díganle lo que tengan que decirle y luego que se vaya!"
"Gracias, Anya", le dije con calma, aunque sabía que todavía quedaba mucho por resolver.
Me acerqué a Tariq con Tarún a mi lado, pero todavía siendo separados por la supuesta barrera.
"Hola Tariq, yo me llamo Luciano y soy el hijo de Rin y Rundia", comencé, manteniendo mi tono calmado. "Entendemos que quieras ver a tu hijo, pero traer a toda tu otra familia acá sin previo aviso no fue lo mejor. Esto no es un terreno neutral para discusiones familiares, ¿entiendes? Siempre cuando viniste a ver a Tarún vos solo no hubo tanto problema.
Tal vez deberían llegar a un acuerdo para saber cuándo y dónde puedes ver a tu hijo, porque bien sabés que no tenés la aprobación de su madre".
Tariq se quedó en silencio por un momento. Miró a Tarún, y luego a la mujer y al niño pequeño que esperaban detrás de él. Finalmente, suspiró antes de soltar las palabras.
"Niño, entiendo lo que estás diciendo, de verdad. No quería causar más problemas, pero ustedes no quieren que mis hijos se conozcan. Yo quiero que sepa que tiene más familia que solo a mí.
Solo quiero ser un padre para ambos".
Anya bufó, visiblemente molesta, pero mantuvo su posición junto a Aya. Ella tenía los brazos cruzados y la mirada fija en Tariq, claramente reacia a permitirle cualquier tipo de acercamiento más allá de lo necesario.
"Bueno, Tariq. Pero estas cosas se hablan antes, no de sorpresa. Debemos encontrar un lugar neutral, como decía, para que puedan conocerse, no así, en medio de la noche, cuando todos estamos cansados y tensos.
O sea, no estoy diciendo que no puedas presentarle a su hermano, sino que necesitamos hacerlo de una manera que no cause conflictos".
De pronto, su cara cambió a una más enfadada.
"¡Sí, sí que lo estás diciendo! ¡¿Por qué quieres entrometerte entre mi familia y yo?! ¡Un niño no me puede decir qué hacer!"
Luego de gritar, volvió a golpear con sus puños la barrera invisible.
"¡Oye! ¡Cómo te atreves a decirle esas cosas a Luciano!" Gritó Mirella mientras seguía observando desde detrás mío.
"Luciano, atrás", exclamó Aya mientras nos cubría a los tres con su cuerpo y brazos extendidos.
"Señor Tariq, ya deténgase".
“¡Papá, para! No quiero que te lastimes”, suplicó Tarún con una voz temblorosa.
Tariq se tambaleó un poco hacia atrás después de golpear la barrera mágica de Aya y cayó de espaldas contra el suelo, su frustración era evidente en su rostro. Tarún, nervioso, se aferró al borde de la ropa de Anya con su otra mano.
Un cuchillo salió volando en el momento que él cayó al suelo. Espera... ¿Ese no era el que yo dejé abandonado cuando escapábamos hacia el santuario? También dejé un tenedor y un plato, todo hecho de piedra.
La otra mujer, que no recuerdo su nombre, le ayudó a enderezarse mientras le hablaba.
“Cariño, no vale la pena pelear de esta manera. Escucha a Tarún. Él solo quiere paz… tal vez deberíamos reconsiderar cómo estamos manejando esto”.
Su voz era apenas audible y parecía tener mucha paz interior como para hablar tan tranquilamente en esta situación.
Tariq se levantó y se sacudió el polvo del cuerpo.
"Está bien, pero volveré pronto... Antes de que se ponga el sol, cuando tú no estés, Anya", dijo, dándose la vuelta y saliendo de la cueva.
Realmente, todas las pocas veces que vino y pudo ver a Tarún, fue de día. No sé qué se le pasó por la cabeza para justo ahora venir de noche.
"¡Nadie quiere verte por aquí, mujeriego!" Le gritó Anya, para luego agarrar la mano de su hijo e irse al fondo de la cueva.
Aya relajó un poco su postura y bajó las manos cuando Tariq se alejó, dejando escapar un suspiro de alivio. Luego se acercó a levantar el cuchillo del suelo, examinándolo cuidadosamente.
"Luciano, ¿esto no era tuyo?" Preguntó cuidadosamente, estirando hacia mí la mano con la que sostenía el cuchillo primitivo. Sus ojos anaranjados reflejaban la luz de la fogata que todavía se mantenía encendida. Pronto Mirella pondría una bola de luz en el aire y nos iríamos a dormir.
"Sí, lo es," respondí, tomando el cuchillo y convirtiéndolo en una piedra común y corriente.
Antes de seguir, bajé un poco la voz.
"Debe haberlo encontrado cuando llegó a esta cueva. Su nombre es cuchillo, pronto estaré haciendo más de estas cosas".
Aya asintió y luego miró en dirección a donde Anya y Tarún se habían marchado.
"Esto se está volviendo complicado, ¿no crees?"
"Sí... Tal vez Tariq quiera hacer lo correcto, pero la manera en que lo está haciendo no es la adecuada".
Así se acabó el tema por un tiempo. En esos días Anya no salió a buscar comida junto a los demás, sino que se quedaba para ver si él regresaba, pero no lo hizo y todo volvió a su estado normal.
Supongo que se lo encontrarán cuando recolectan comida, pero no sé los detalles sobre eso, ya que yo no salgo fuera por más que papá me hubiera prometido hacerlo. Supongo que eso ya no es válido.
***
Hoy Lucía cumplió cinco meses. No sé si fue coincidencia, pero por fin papá me trajo algo de piel de animal para crearle ropa a mi hermanita.
El tener que verla así, con todo el cuerpo desnudo, me daba mucho pudor y no solía acercarme mucho a ella por ese motivo. Suelo mirarla desde lejos.
Si es que ella es una reencarnada, entonces me lo va a agradecer mucho.
El pelaje era de color blanco, estaba dividido en dos trozos relativamente medianos, lo que me hacía pensar que era piel de conejo.
Hablando de conejos, todavía me falta mucho por aprender sobre la flora y fauna de este mundo, pero si quitamos a los seres mágicos que creó Sariah, todo es bastante parecido a mi anterior mundo. Lo único raro que vi hasta ahora fue a Fufi y las nañas. Fufi sí que es un animal raro.
Sobre los gnomos, todavía pienso que pueden ser un caso similar a los de los hombres pájaros, donde uno era especial y los demás no.
A veces pienso si esto de usar magia para moldear los materiales fue algo impuesto a propósito por Sariah, por ejemplo: Mirella usa magia de luz, Aya de defensa, los hombres pájaros usaban magia de aire... Pienso que es demasiado conveniente que justo que mi misión en este mundo es hacer que se desarrolle a través de la creación de herramientas y demás. Que yo pueda justamente moldear las cosas casi a mi antojo para crear lo que necesite es demasiado conveniente. Ahora no lo utilizo mucho solamente por el hecho de seguir fingiendo que soy un niño, pero más adelante voy a intentar crear todo lo que pueda y esté a mi alcance.
Pensamientos aparte, finalmente uní los dos trozos de piel bajo la atenta mirada de Mirella.
"Luciano, no me voy a cansar de decirlo todo el tiempo, pero eres increíble".
"Gracias, Mirella. Esto es solo algo simple, pero de mucha utilidad para ella".
Lucía estaba durmiendo boca arriba en una cama improvisada de hojas grandes, ajena a los pensamientos que corrían por mi mente. Sus pequeñas mejillas se movían suavemente con cada respiración, y parecía estar disfrutando de un sueño tranquilo.
Mientras tanto, mamá rezaba un poco a su dios Adán en su pequeño 'altar' y papá se había ido a limpiar su lanza fuera.
Mirella se posó delicadamente al lado de su cabeza y se quedó observando a Lucía con una sonrisa tierna en su rostro.
"¿Crees que algún día ella será tan fuerte como tú, Luciano?" Preguntó en voz baja, girando su cabeza hacia mí, mirándome con esos encantadores ojos verdes.
"Tal vez", respondí mientras pasaba la 'tela' por debajo de su cadera, para luego unir los extremos con magia, quedando como una especie de falda.
"Dependerá de cómo la criemos y de las oportunidades que tenga para aprender".
Aproveché el momento para mantener mi mano sobre su panza. Pensé que tal vez se le transferirían las partículas mágicas, pero no sucedió. Esto casi que confirmaría que ella no es una reencarnada, o al menos no tiene la posibilidad de usar magia.
Espera... A mí tampoco se me transferían las partículas de Mirella hasta que tuve contacto con el agua del arroyo.
"Bueno, ahí tienes, hermanita", murmuré con una sonrisa ligera.
"Un regalo de tu hermano mayor".
En ese momento mamá se acercó a nosotros.
"Gracias por hacerle su ropa, hijo. Siempre te preocupas tanto por los demás..." Dijo mientras secaba con el dorso de su mano algunas lágrimas que se deslizaban por su rostro.
"Estoy... tan feliz".
Me acerqué a ella de costado, pasando una mano por detrás de su espalda.
"No es nada, mamá. Solo hago lo que considero mejor para todos".
"Sí... sé que serás un buen hermano para Lucía".
Me dio unos golpecitos en la cabeza y se fue a recibir a papá.
"Mira, Luciano, se despertó".
Mirella estaba moviendo sus pequeños brazos intentando llamar mi atención.
Me acerqué, poniéndome de rodillas, pero Lucía miraba atentamente a Mirella.
"Hola, Lucía".
Apenas me miró unos segundos y volvió a girar la cabeza hacia la hadita.
"¡Ay, eres hermosa!"
Justo en ese momento papá se acercó a nosotros.
"Vaya, qué rápido le hiciste la ropa a Lucía, yo siempre me tardo un montón".
"Eso es lo bueno de la magia".
A partir de ese día me hice un poco más cercano a mi hermana. Supongo.
***
Hoy se me salió mi primer diente, un incisivo inferior, que, si lo veo desde mi perspectiva, es el de la derecha de los dos del medio. Qué molestia... y pensar que tengo que pasar por toda esta etapa de nuevo...
Lo agarre y lo tiré al piso, a la mierda.
¿Qué pasaría si ahora tomo agua mágica? Na, no creo que salga el otro ahí nomas. Solo sanaría la abertura que dejó el anterior diente.
"¿Qué haces, tonto?"
Uh, justo se tenía que dar cuenta la gemela malvada.
"Mirá, se me cayó un diente", abrí la boca por completo, señalando donde faltaba la pieza dental.
"Sí, y lo tiraste al suelo, tontito".
Suminia se acercó a mí con una mezcla de curiosidad y burla en su rostro. Se agachó y recogió mi diente del suelo, mirándolo de cerca como si fuera un objeto extraño.
"¿Por qué lo tiraste? Podrías haber hecho algo divertido con él", dijo con una sonrisa. Sus ojos negros casi entrecerrados tenían una pizca de malicia, como si estuviera considerando alguna travesura.
"¿Ah? ¿Y por qué iba a hacer algo con un diente?"
"Eres tú al que se le ocurren ideas raras. No me preguntes a mí", respondió, estirando su mano con el diente sobre su palma abierta.
Recuerdo que había videojuegos de supervivencia en el que había tribus que hacían collares o cosas así con dientes. Qué horrible.
En todo caso, el esmalte natural de los dientes es bastante resistente y hacer alguna herramienta con ellos no sería tan mala idea, pero el problema es que necesitaría como cincuenta o cien dientes para hacer algo que sea útil, como... un pico... o un cincel. Algo así se me ocurre, pero ahora es imposible.
"No, no voy a hacer nada con un diente".
Lo tomé de su mano y lo arrojé fuera de la cueva.
"Qué desagradable eres..."
Soltó un gruñido y se dio media vuelta, yendo hacia su hermana.
Tal vez su verdadera intención era verme crear algo con magia. Qué se le va a hacer, tampoco le voy a dar con el gusto si me trata tan mal, la desagradable es ella.
Más tarde, mis padres se alegraron por la noticia del diente, es más, hasta me dijeron que dentro de poco iban a empezar a dejarme volver a salir a recolectar comida con los demás y hasta me dejarían explorar junto a Mirella o Aya.
Los días transcurrían normalmente hasta que Tariq y su familia aparecieron en la entrada de nuestra cueva. Tal vez habían venido hoy al ver que nadie salió a recolectar comida, porque hoy no lo necesitábamos. Se podría decir que estábamos viviendo una buena vida.
Salvo que él viniera de mala manera a hablar, nosotros no teníamos la intención de discutir, porque durante este tiempo yo ya había hablado con Anya y Tarún para encontrar una solución a este problema familiar.
Ellos venían agarrados de la mano, el niño al medio y sus padres a los costados.
"Hola. ¿Dónde está Anya?" Preguntó Tariq al aire, intentando buscarla con la mirada.
"Aquí estoy", respondió ella, caminando hacia él mientras llevaba a su hijo de la mano.
Se paró frente a él, sin mirar a los otros dos.
"Llévate a Tarún contigo hasta mañana. Será así por ahora, vendrás a buscarlo algunos días y te quedarás con él hasta el día siguiente, pero no quiero volver a ver a tu otra familia por aquí. ¿Entendiste?"
Luego de hablar soltó la mano de Tarún, quien se quedó sin saber qué hacer.
Anya se mantuvo firme frente a Tariq, con su postura rígida y el mentón ligeramente levantado, como si quisiera demostrar que no iba a ceder ni un milímetro.
Aya se acercó lentamente hacia Anya, por si las dudas. Igualmente, esta vez no parecía que la situación pudiera escalar a algo peor.
"Yume y Kiran no te han hecho nada. Si tienes problemas conmigo, resuélvelo conmigo, pero no los metas a ellos en esto".
"No me hagas reír, Tariq. No es un asunto de lo que hayan hecho o no. Es el simple hecho de que no quiero que tu segunda familia esté cerca de mí ni de Tarún. No voy a permitir que ellos estén merodeando por aquí. Esto no es un sitio donde pueden venir cuando les plazca. Si quieres ver a Tarún, lo haces solo tú, y solo cuando yo lo decida".
Su amenaza, aunque no explícita, estaba clara. Y esa claridad hizo que Tariq se quedara callado unos segundos, como si estuviera evaluando sus opciones.
"Está bien, acepto. Lo haremos de esa manera, por ahora".
Tariq agarró la mano de Tarún, soltando la de su otro hijo.
"Vámonos, Tarún. Regresaremos mañana".
"Está bien, papá", respondió con resignación.
¿Dónde se supone que está viviendo esta gente? Yo supongo que en la cueva donde vivía Anya, sería lo más lógico según lo que dijo él la otra vez, que estaban en su anterior cueva, o algo así. A no ser que antes hayan vivido en otro lado.
Cuando parecía que todo estaba solucionado, la mujer se quedó parada mirando a Anya.
"Lo siento si somos una molestia para ustedes, pero no quiero que piensen mal de mí y de mi hijo.
Yo nunca supe que Tariq tenía otra muj..."
"¿¡Qué estás diciendo, Yume!?" Gritó Tariq, cortando en seco sus palabras mientras la tomaba por detrás del brazo derecho.
Yume soltó un pequeño jadeo de sorpresa cuando Tariq la tomó del brazo. Se la veía visiblemente nerviosa, sus ojos se movían inquietos entre Tariq y Anya. Yo observaba en silencio, sabiendo que cualquier palabra fuera de lugar podría empeorar la situación.
"Suéltame, Tariq", dijo Yume con un tono firme, pero no muy fuerte mientras trataba de zafarse de su agarre.
"Solo quiero que ellos entiendan mi lado. No es justo que Tarún sufra por las decisiones que tú tomaste sin pensar en los demás".
A pesar de la apariencia que había mostrado anteriormente en el primer encuentro, se ve que no es para nada sumisa la mujer.
"¡No te metas en esto! Vámonos ya".
Ella finalmente se zafó.
"No, si no se los explico ahora, no voy a poder decirlo más adelante.
Estaba diciendo que yo no sabía que Tariq tenía otra pareja. Vine aquí porque merezco respeto y mi hijo también.
No sabíamos nada de ti, Anya. No sabía que él ya tenía un hijo. Él nos engañó a las dos, esa es la verdad".
Qué drama, che... Qué molesto es todo este problema de infidelidades y demás, ojalá que se termine rápido.
Tariq en este momento estaba atrapado en una telaraña de mentiras y estaba tratando de manejar la situación con una compostura que se desmoronaba rápidamente.
"Eso ya lo sé", dijo Anya, cruzándose de brazos.
"Pero no es justo que los niños sufran por esto".
Tariq volvió a interrumpir.
"Yume, ya basta. No hace falta remover el pasado, ahora estamos tratando de buscar una solución por los niños".
Luego de decir eso, escapó de la escena, desapareciendo junto a Tarún entre los árboles del bosque.
"Está bien. Entonces espero que nos volvamos a ver. Adiós".
Logré ver que Anya murmuraba algo, pero no escuché bien lo que dijo.
Una vez que ya se habían ido la señorita Yume y su hijo Kiran, Mirella se posó en mi hombro.
"Luciano, ¿Tarún estará bien?"
"Claro que sí, Mirella. El problema es entre los adultos, nada más".
"Bueno, si tú lo dices, entonces todo va a estar bien".
"Además, las condiciones ya están puestas. Si las siguen como corresponde, no debería haber más problemas".
Justo en ese momento, Lucía, que estaba recostada sobre unas hojas en el suelo, se largó a llorar muy fuerte.
Mamá y yo nos acercamos inmediatamente.
"Tranquila. Tranquila, hija. Mamá ya está aquí".
Anya también se acercó rápidamente.
"L-Lo siento, Rundia, no quise traer mis problemas aquí. Lucía debe estar molesta porque estuvimos discutiendo".
"No, no es nada, Anya. Está todo bien".
A pesar de estar en sus brazos, ella no se calmaba y seguía de alarido en alarido.
"Mamá, ¿qué te parece si salimos afuera con Lucía? Tal vez nos venga bien despejarnos un rato".
"Puede ser... Vamos al arroyo entonces, ese lugar es muy tranquilo".
"¿Puedo ir yo también?"
"Sí, Mirella, sería bueno que nos acompañases, es más seguro así".
"¡Sí!"
Al salir de la cueva, noté que los cuatro estaban cruzando el bosque en dirección a la anterior cueva de Anya. Seguro que viven ahí.
Durante la caminata al arroyo mágico, Lucía se fue calmando mientras le hacía caras tontas desde detrás de Rundia, también le demostré mi magia creando varias figuras pequeñas con piedras.
Mamá y ella se sentaron al borde del arroyo mientras Mirella nos seguía por el aire. Este era el momento ideal para confirmar si mi hermana era una reencarnada. Solo tendrían que transferírsele las partículas mágicas del agua.
"Mamá, ¿qué tal si la bañas un poco? Tal vez necesite eso, un baño".
"¡Yo también!" Gritó Mirella, sumergiéndose en el agua.
Últimamente, ella no había estado gastando sus partículas para hacer magia, salvo en los momentos en los que necesitábamos iluminar la cueva por las noches, pero nada más que eso. Así que apenas se le recargó una sola partícula.
"Tienes razón, Luciano. Voy a bañarla, además esta agua es muy buena".
Cuántos elogios para el lugar, ¿no? Que no se note que le encanta.
Me acerqué y también me senté al borde del arroyo, mojándome los pies mientras observaba el momento. Eso me recordó que no había vuelto a hacerme las uñas postizas. Estoy indeciso con el tema ese.
Cuando le quitó la prenda que yo le hice y le fue echando agua de a poco con su mano, pude confirmarlo al ver su rostro detenidamente...
Lucía viene de otro mundo.