Usando magia, corté rápidamente la parte baja del tronco de manera oblicua.
"¡A un costado!" Grité, mi voz dirigida a Aya.
Rápidamente, Aya dio un salto hacia atrás, pero el árbol no se movía. ¿Fue un corte demasiado perfecto?
Me puse detrás de él y lo empujé lo más fuerte que pude, ahí recién comenzó a deslizarse hasta tocar el suelo y finalmente caer hacia delante.
"¡Funcionó! Ahora lo haré de esta forma".
"No entendí qué pasó... ¿Cómo hiciste?" Preguntó Aya, que ya tenía a Mirella a su lado.
"¡Qué increíble, otro árbol abajo!"
"Solo hice un corte especial para que cayera hacia delante", respondí, señalando el tocón que había quedado.
Los demás comenzaron a acercarse al escuchar la caída del árbol. Rundia y Samira llegaron primero.
"Estamos listos", dijo Rundia.
"Ahí voy".
Volví a repetir el mismo proceso que antes: separé las ramas del tronco principal y los demás las fueron guardando.
Aya, que parece que se había quedado a mi lado mirando, se puso en frente mío.
"Luciano, hay algo en lo que he estado pensando. Si estamos construyendo un hogar, debemos protegerlo. Deberíamos considerar una barrera, una protección mágica".
La miré mejor; estaba cargando los dos cubos que habían quedado sueltos.
"Ah, sí. Ya había pensado en eso. Quiero que vayas practicando a hacer barreras de diferentes formas, no solo que sean rectas".
"¿Más... formas?"
"Sí, podrías ir practicando el deformar tus barreras. Puede ser difícil, pero sí vas a poder hacerlo".
Ella apretó los cubos contra su cuerpo más fuertemente mientras los sostenía entre sus brazos.
"Nunca lo había pensado".
"¿Cómo que no? No puedo ver las tres barreras que protegen nuestra cueva, pero... ¿acaso no lo hiciste a medida con los bordes? Y no son rectos".
Ella abrió muy grandes los ojos al escuchar mis palabras.
"Yo..." Murmuró y, de un momento a otro, una sonrisa colmó su rostro.
"¡Me esforzaré, te lo prometo!"
Con esas últimas palabras llenas de emoción, se fue corriendo a guardar su carga.
"'Déjalos bien acomodados!" Grité, pero justo en ese momento, un gruñido a mis espaldas rompió con la tranquilidad de la ahora noche.
"¡Hmph! Ya veo que tienes una nueva mejor amiga, ¿no? Todo solo porque te está ayudando".
"Mirella, ya habíamos hablado sobre esto, que no debías tener estos ataques de celos", respondí a sus protestas, sentándome sobre el tronco.
"No hay ninguna mejor amiga, ni hay nada raro, ni tampoco deberías preocuparte tanto por cómo yo trato a los demás".
"¿Ah, sí? ¿Entonces solo tengo que dejar que la toques y ya? Porque se ve que te gusta mucho tocar su cuerpo".
Ah, lo del masaje...
Suspiré y observé cómo Mirella inflaba sus mejillas, los brazos cruzados frente a su pecho en un claro gesto de molestia. Las luces de sus partículas mágicas brillaban en su pelo lacio y rubio, resaltando sus ojos verdes que ahora me miraban con un brillo intenso, casi desafiante.
"Solo la estaba ayudando a relajarse".
Bajé la mirada al suelo, pensando en todas las veces que habíamos pasado juntos momentos similares, con Mirella celosa de algo o de alguien. Me pregunté por qué le afectaba tanto estas cosas ¿Era porque yo había sido quien la liberó de la piedra? ¿O había algo más...?
"¡Ja! Siempre tienes una excusa perfecta, ¿no? Pero, ¿qué hay de mí? ¿Cuándo fue la última vez que me miraste de esa forma o me tocaste como...?"
La tomé rápidamente entre mis manos, tapándole la boca. Justo estaba pasando Rin.
Le hice una risita nerviosa a la pasada, él también sonrió y siguió cargando unas ramas.
Sentí unos pequeños mordiscos antes de soltar su cuerpo. Ella salió como una ráfaga de luz para mirarme desde arriba.
"¡Hey!"
"Eso te pasa por hablar payasadas".
"¿¡Qué son payasadas!?"
A la pasada, Anya nos miró raro.
"Nada, nada. Tengo que seguir trabajando para construir nuestra casa, así que si me lo permites..." Dije, pasando a su lado y yendo hacia el cuarto árbol en fila para sacar.
Me acerqué al siguiente árbol, que estaba al lado del único tocón en pie, enfocando toda mi atención en la base del tronco. Esta vez, el corte oblicuo tenía que hacer que caiga automáticamente.
Deslicé la palma lentamente por el costado del árbol, proyectando el corte en mi mente antes de ejecutarlo.
Un destello iluminó un poco mis manos, y el tronco empezó a crujir con un sonido bajo y profundos. Di un paso al costado, atento a cualquier movimiento.
"¡Todos atrás, va a caer!" Grité, asegurándome de que nadie estuviera en el rango de caída, aunque ya parecían haber terminado.
Le di un tiempo de espera y el árbol comenzó a inclinarse, primero de forma lenta y luego con más rapidez, como si entendiera que su destino ya estaba sellado. Cayó con un estrépito que hizo vibrar el suelo y levantó una nube de hojas y arena.
Al final, tardó como unos veinte segundos en caer, creo que a los siguientes los terminaré empujando un poco y ya. Total, teniendo ese tipo de corte no creo que caiga encima mío, ¿no?
Con un movimiento de la mano sobre el tronco caído, canalicé más magia para separar las ramas del tronco principal y las ramas terminaron cayendo en montones a los lados. Era como si el árbol se desarmara por sí solo ante mis ojos.
Creo que este fue el más grande que conseguimos hasta ahora.
"¡Perfecto!" Escuché la voz de Samira a la distancia. Cuando miré hacia ella, vi su expresión de alegría. Tarún y Suminia ya se acercaban con pasos rápidos para recoger todo.
Me permití un momento de pausa, observando la escena. Me di cuenta de que mi mamá estaba acostada sobre la arena, mirando hacia el cielo.
Lo que ella piensa sobre esta nueva vida todavía sigue siendo un enigma.
Mirella, a pesar de su reciente ataque de celos, también estaba ayudando, aunque de vez en cuando lanzaba miradas furiosas hacia donde me encontraba. Me pregunto por qué habrá dicho esas cosas, de que la mirara y la... tocara. Es un poco raro, más sabiendo que yo fui el que paró lo que estábamos haciendo con Aya.
Ya lo hemos hablado tantas veces que va a llegar un punto en el que voy a pensar que tiene un problemita personal con eso. ¿Será que el pacto de mejores amigos tendrá algo que ver?
***
Saltemos unos días.
Hoy mi mamá cumplía once meses. Qué lindo, es una ternurita.
Al final, paramos de tirar árboles abajo. En realidad, no terminamos trabajando todos los días, ya que se hacía un poco repetitivo y empezó a ser agotador cuando comencé a cortar los árboles de más atrás y tuvimos que empujar entre todos, porque no me iba a poner a cortarlos todos en fila. quedaría feo y además no iba a poder cumplir mi objetivo secundario, que consistía en armar un lugar cuadrado o rectangular para futuros cultivos o lo que sea.
Como resumen del tema de la recolección de materiales, terminamos con once árboles menos y construí más bolsones que se repartían entre doce con veintisiete cubos de madera cada uno y tres llenos de hojas.
Además de eso, ya todos vestimos las ojotas que diseñé y les enseñé a hacer el nudo ese que se hace en los zapatos. Con eso aprendido, tenemos las dos tiras atadas en los talones
Al que más le costó fue a Tarún, que intentó cientos de veces hasta que le terminó saliendo.
Actualmente tenemos varias pieles sobrantes de conejo, dos de serpiente y cuatro de iguana. Esto es algo nunca visto, porque la mayoría de las pieles se destrozaban cuando los adultos las quitaban con las manos, así que ahora se aprovecha mucho más y no tenemos que comer comida con pelos.
"Entonces.. ¿A dónde estamos yendo?"
La voz era de Mirella, que me estaba acompañando mientras yo caminaba por la playa.
Miré hacia el cielo nublado. Por lo general los días suelen estar soleados, al menos tenemos un poco de sombra para así volver al trabajo.
"Estamos yendo a la cueva donde vive Tariq. Él me dijo que quería hablar conmigo para que le explique lo que estamos haciendo".
"¿Lo que estamos haciendo?"
"Sí, lo de la casa".
"¡Ah! Entonces Tariq también va a hacer una casa".
"Eso... es complicado. Por ahora vamos solo a hablar, ya veremos qué pasa en un futuro".
"Está bien, ¿pero cuándo vamos a seguir tirando árboles al suelo?"
"Creo que hoy".
Observé cómo el océano, o mar, se estiraba hacia el horizonte, su ritmo constante y eterno. Hasta parecía ser una metáfora de todo lo que aún me faltaba por hacer, todo lo que intentaba enseñar en este mundo que apenas comenzaba a conocer.
Había logrado que todos usáramos ojotas, sí, y había mostrado mi habilidad para quitar las pieles sin destrozarlas, pero cada avance dependía de mi magia. No dejaba de pensar en cómo ese hecho marcaba la diferencia entre yo y los demás. ¿Cómo enseñarles de verdad? ¿Cómo hacer que ellos se desarrollaran sin depender de mis habilidades? Hasta ahora, todo lo que lograba era por mi capacidad de manipular la magia y mi conocimiento de una vida anterior, de un mundo que ellos nunca habían visto ni entenderían completamente.
Por ejemplo, sería imposible enseñar a hacer una casa, ni yo mismo podría hacerlo ahora si no tuviera mi magia. Había que empezar a hacer hachas, clavos, martillos, etc. ¿Cómo carajos se hacía eso? Si tuviera un material que sirviera como cuerda al menos sería menos complicado, pero incluso así...
Pensé un poco más en mi vida anterior. Hasta en los videojuegos de supervivencia lograban hacerlo de alguna manera...
¿Quizás las enredaderas? Es lo más parecido que se me ocurre para utilizar como cuerda. Habría que probar su resistencia.
Al llegar a la cueva de Tariq, él estaba esperando justo en la entrada, sin nadie más a su alrededor. Me di cuenta de que le había crecido barba, algo que no se le notaba tanto antes.
Ahora que lo pienso, a Rin le está pasando lo mismo, pero es más como 'pelusita', por decirlo de alguna manera.
"Hola, Tariq".
Mirella también lo saludó.
Antes de que pudiera alcanzarlo, él vino hacia mí.
"Hola, chicos. ¿Podemos ir al lugar donde está lleno de cosas raras?"
"Ah, el lugar donde estamos por construir nuestra casa".
"Sí, algo así me dijo Tarún. Quiero saber más sobre eso".
"Claro. Solo quiero que sepas que no es nada peligroso, si es que lo dices por Tarún. Él solo se encarga de mover ramas y hojas, nada más".
"Está bien... Realmente no era por eso, solo necesito averiguar qué están haciendo".
"Vamos entonces".
A paso rápido, Tariq me adelantó.
En ese momento, me di cuenta de que llevaba atadas unas pieles en los pies. ¿Qué carajos? Parece que está queriendo copiar nuestros calzados.
"¿Dónde están los demás? Hablo de Yume y Kiran".
"Ah, ellos están buscando ramas para la fogata".
"Me alegro de que estén todos bien".
Ahí quedó la conversación. Tampoco es como si el recorrido fuera largo, pero no es como si supiera de qué hablar con él. Veremos qué quiere.
Además, Mirella estaba muy callada. El día en sí estaba bastante apagado, al menos así lo estaba sintiendo por ahora. Hay que subir un poco los ánimos.
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"Entonces, ¿qué quieres saber?" Pregunté al llegar cerca de los bolsones.
"Todo. Quiero saber por qué hay árboles en el suelo, por qué hay cosas dentro de esas cosas y también por qué no me dijeron nada".
Ah, pero qué descarado.
"¡Estamos por hacer una casa!" Interrumpió Mirella.
"Sí, ya lo sé... Bueno, nunca vi una casa, pero sí sé que están por hacer eso de alguna forma".
"No hacía falta decirte porque no era necesario. Sobre lo otro, estamos recolectando madera para hacer una casa, que es un lugar para vivir más cómodo".
"¿Un lugar más cómodo para vivir? ¿Por qué no nos dijeron a los demás sobre esto?" Preguntó con un tono que parecía más serio de lo que había anticipado.
"Ya lo dije; no hacía falta".
"Pero yo también quiero un lugar más cómodo para vivir".
"Lo entiendo. Eso podríamos hablarlo cuando terminemos nosotros, para saber si realmente funciona".
"¿Y me vas a avisar?"
"Sí".
"¿Y puedo llevarme una de estas cosas?" Preguntó, tomando uno de los cubos.
"Sí, pero solo uno".
"Gracias".
Sin más, se giró y comenzó a alejarse con el cubo de madera bajo la mano derecha. Mirella y yo lo seguimos con la mirada mientras sus pasos se perdían entre la arena. Sin un adiós, se fue tan rápido como llegó, dejando solo una estela de preguntas en el aire.
¿Qué acababa de pasar? No lo sé, pero lo bueno es que ya se fue, no soporto hablar mucho tiempo con él.
Es raro que no haya preguntado acerca de mis ojotas y directamente haya intentado hacerse unas propias.
Desde que llegué a este mundo, nunca pensé en la posibilidad de tener que lidiar con preocupaciones tan… cotidianas, y ahora aquí estaba, con un vecino curioso que se llevaba un cubo de madera sin aviso. Suspiré, cansado y algo frustrado.
"Vaya, parece que no te gusta estar con ese señor", dijo Mirella, rompiendo el incómodo silencio.
"No es un señor, es un tonto". respondí mientras estiraba los brazos sobre mi cabeza y dejaba escapar un bostezo tan largo que sentí cómo se me humedecían los ojos.
"El día está aburrido, ¿no te parece?" Añadí con una sonrisa ligera, tratando de disipar la incomodidad. Pero la sonrisa se desvaneció tan rápido como había llegado; algo en mi interior seguía enroscándose en una sensación de disgusto.
Mirella me observó y su expresión se suavizó.
"¿Te sientes bien, Luciano?"
"Ah, sí. Solo que me molesta hablar con este tipo, me pone de mal humor".
"¿Entonces por qué lo hiciste?"
"Para que ya no molestara más... Ya se me va a pasar, no te preocupes".
"¿Por qué no descansamos un poco?" Sugirió Mirella, dando un par de saltitos en el aire mientras su vestido celeste ondeaba levemente con la brisa. Su energía era contagiosa, y por un momento, casi logré dejar de lado el peso de mis pensamientos.
No iba a decir que no, la idea de un descanso me parecía genial. Me dejé caer sobre la arena, sintiendo cómo los granos cálidos se adaptaban a la forma de mi cuerpo. El cielo azul y nublado se extendía sobre mí.
"¿Querés acostarte?" Pregunté, dando golpecitos sobre la arena a mi lado.
"Está bien".
Mirella se acomodó a mi lado, flotando por un momento antes de bajar y sentarse junto a mi cabeza. Sus pequeñas manos se apoyaron sobre mis hombros, y se dejó caer suavemente, quedando tendida junto a mí.
"¿Estás tomando agua mágica?"
"Sí".
"Ya me parecía, estás más grande. Avisame cuando quieras que te agrande el vestido".
"Por ahora no".
"Como quieras".
El murmullo del arroyo cercano y el golpe del viento contra los bolsones eran los únicos sonidos que rompían la calma. Sentí mis párpados pesados y, sin darme cuenta, empecé a cerrarlos. Mi respiración se volvió lenta y profunda, y la última imagen en mi mente fue la sonrisa de Mirella mientras ella también se dejaba llevar por el sueño, sus cabellos rubios cubriéndole parte del rostro.
No sé cuánto tiempo pasó; podría haber sido un par de minutos o una hora entera. Pero mi sueño fue interrumpido abruptamente por una voz que reconocí de inmediato, grave y persistente.
"¡Luciano! ¡Hey, despierten!"
Abrí los ojos de golpe y un rostro apareció ante mí. Tariq estaba de pie, con los brazos cruzados y una expresión mezcla de impaciencia y curiosidad. A su lado, Yume sostenía una papaya.
Bueno, al menos trajo a Yume, siempre es bueno ver a una chica tan linda como ella. Intentaré no perder la paciencia.
Mirella también se despertó, emitiendo un pequeño jadeo mientras se incorporaba y alisaba el vestido celeste que, por fortuna, aún le quedaba bien. Parpadeó varias veces, tratando de procesar la situación.
"¿Ahora qué pasó?" Murmuré, tratando de sonar lo más tranquilo posible.
"Vine a hacer unas preguntas, esta vez trajimos cosas para compartir".
A la mierda, esto es interesante.
Me incorporé de inmediato, quedándome sentado sobre el suelo.
"Ah, ya veo. ¿Quieren que charlemos acá sentados?"
Mirella me miró, y luego lo miró a él. Creo que estaba un poco perdida.
"Está bien, hablemos", respondió y se sentó frente a mí.
Tariq y Yume terminaron sentados uno al lado del otro, la papaya entre sus manos como una especie de ofrenda. Mirella, ahora más atenta, se acomodó a mi lado, observando con curiosidad.
Yume, que hasta ahora se había mantenido en silencio, me miró con una sonrisa que denotaba algo de timidez.
"Pensamos que podríamos charlar un poco sobre... eso de la casa y... los detalles. Ya sabes, para ayudar a Tariq".
"Entonces, Luciano, cuéntanos... eso de la casa... ¿cómo funciona exactamente? ¿Es como una cueva?" Comenzó Tariq, rascándose la barba con expresión pensativa.
Casi solté una risa, pero la contuve. La simpleza de la pregunta me hizo pensar en lo difícil que fue explicárselo a mi grupo en aquel momento. Me pasé la mano por el pelo, sintiendo la aspereza del viento y la fina arena pegada a mi cuello.
"Bueno, no exactamente. Una casa es más cómoda, podés organizar cosas en diferentes habitaciones, hay un lugar especial para dormir, otro para cocinar... No es como una cueva, porque no es oscura ni húmeda", expliqué, tratando de usar términos que pudieran comprender.
Yume ladeó la cabeza, sus ojos oscuros mirándome con interés.
"¿Y esas habitaciones... qué son?"
"Digamos que son las diferentes partes de la casa".
Ellos intercambiaron miradas, parecían no comprender lo que les decía.
"¿Y cómo se te ocurrió?" Preguntó Tariq.
"Se me ocurrió usando mi magia", mentí, pero era la única forma de zafar.
"Miren, así lo haría"
Me levanté y agarré varios de los cubos de madera. Iba a hacerlo, iba a construir la maqueta de la casa.
"Miren, así me la imagino".
Poniendo de a un bloque, fui transformando la madera en suelo, paredes, mesas, puertas y demás cosas.
La casa en miniatura terminó con una entrada principal dando a una especie de cocina-comedor. Luego una puerta en frente que conectaba con un pasillo horizontal y tres puertas a lo largo. En la del medio había un baño y a los costados dos habitaciones. En los extremos del pasillo había otras dos habitaciones más.
Un lugar donde cocinar y comer, un baño y cuatro habitaciones, así lo había pensado hasta ahora.
Dejé la maqueta sobre la arena, frente a nosotros. Era una casa en miniatura que, aunque rudimentaria, lograba transmitir lo que tenía en mente. Los ojos de Tariq y Yume se agrandaron, la curiosidad plasmada en sus rostros.
Mientras ellos inspeccionaban la maqueta, yo me permití un momento para reflexionar. Esto podría ser una oportunidad enorme. Si lograba convencer a Tariq y a su familia de la utilidad de una casa de este estilo, podrían intercambiarme comida, ropa y otros suministros que nos vendrían bien. No es que estuviéramos necesitados ahora, pero nunca se sabe cuándo podría surgir una emergencia. Y más allá de eso, sería un paso importante para hacer que este lugar evolucionara, para dejar mi huella en este mundo que, por más salvaje que fuera, se estaba volviendo mi hogar.
"¡Esto es... increíble! ¿Y todo esto es parte de una casa de verdad?" Preguntó, extendiendo una mano para rozar con cautela una de las pequeñas puertas de madera.
"Pero es muy pequeña..."
"Sí", respondí, obviando su frase final.
"Mirá, esta parte de acá es el comedor, donde se come y se pasa el tiempo con los demás. Las habitaciones a los lados son para dormir, así cada uno tiene su espacio propio. Y acá, al fondo, está el baño. Se usa para... bueno, para cuestiones de higiene", expliqué, observando cómo sus expresiones se deformaban en un gesto confuso al oír esa última parte. Parecía que la idea de un espacio específico para esas necesidades era algo totalmente ajeno a ellos.
Yume se llevó una mano a la boca, tapando una sonrisa nerviosa.
"¿Y las cosas que hay dentro, qué son?"
"Otros inventos que se me ocurrieron. Lo importante es que cada objeto tiene una función específica".
De pronto, Mirella caminó por la arena hasta meterse dentro de la casa. Las paredes le llegaban hasta la cintura.
"Me imagino lo cómodos que estaríamos en una casa así, Luciano".
"Podríamos hacer un trato", dije, quitando a Mirella de la casa.
"Yo les prometo que en un futuro construiré una casa como esta, pero a cambio, necesitaría su ayuda. Podríamos hacer intercambios de comida, ayuda en la construcción y, quién sabe, quizás en el futuro podríamos hacer más cosas juntos".
Volvieron a intercambiar miradas por unos segundos. Era claro que la idea les atraía, aunque no entendieran del todo lo que implicaba.
"Esto es interesante, Luciano", dijo finalmente Tariq.
"No sé si podremos ayudarte con todo lo que pides, pero haremos lo posible. La idea de tener un lugar así... no lo sé, parece increíble".
"Podríamos empezar con esto", agregó Yume, estirando las manos para entregarme la fruta.
"Gracias. Estaremos hablando más adelante sobre esto. ¿Les parece?"
"De nada, Luciano", respondió Yume, sin perder la calidez en sus ojos. Era una mujer con una gracia que pocas veces se veía.
"Luciano, esto podría cambiar muchas cosas. No sé cómo lo pensaste tan bien, pero es... impresionante. Vendremos otro día para ayudarles también".
"¡Eso es genial!" Gritó Mirella.
"¿Por qué no se quedan? Creo que hoy podrían ayudarnos. Claro, si es que está bien que Kiran se quede solo".
"Yo iré con él, que Tariq se quede", dijo Yume, levantándose rápidamente.
Asentí con un gesto, agradecido.
"Perfecto. Te veré en otro momento, Yume. Mándale un saludo a Kiran de mi parte".
"Eso haré, adiós".
Me quedé un momento mirando cómo ella se alejaba, sin poder dejar de preguntarme qué tanto estaba ocultando, o mejor dicho, qué tanto había dejado de mostrar desde que la conocí. Realmente, a mí me parecía una buena chica con el hombre equivocado.
Después de un par de minutos, tomé la decisión de ir a buscar a los demás en la cueva mientras Tariq esperaba en la playa. Todos se encontraban allí, ya que hoy no salieron a recolectar nada.
Pero claro, a Anya no le causó mucha gracia el ver a Tariq junto a nosotros.
"Anya..." Murmuró él cuando ella pasó a su lado
Anya esbozó una sonrisa bastante falsa.
“Oh, lo siento, no te vi ahí. Estaba ocupada haciendo cosas importantes”, enfatizó la última parte, como si clavase un cuchillo invisible en el pecho de Tariq. De hecho, si pudiera clavarle un cuchillo o tirarlo en medio del océano, yo creo que lo haría.
"Espero que realmente nos ayudes y no dejes las cosas a medio terminar, como a ti te gusta hacer".
Con esas últimas palabras, dejó a Tariq con una mano colgando en el aire y se fue exagerando sus movimientos de la cadera, como si de una modelo desfilando se tratase. Qué mujer.
Bueno, su modelaje venía bien hasta que de repente se tropezó con la maqueta y cayó al suelo
"¡Quién dejó... esta cosa aquí? ¿Qué es esto?"
"¿Estás bien, Anya?" Preguntó Rundia mientras la ayudaba a levantarse.
Me apresuré a llegar lo más rápido que pude, solo se raspó las manos y las rodillas.
"Mamá, acompañala hasta el arroyo así toma del agua".
"¡Ves, te dije que la necesitábamos al lado nuestro!"
Solo atiné a agachar la cabeza. Todavía no había solucionado ese tema.
"No es nada, Rundia. No culpes a Luciano por esto", dijo Anya, sacudiendo la arena clavada a su piel.
"Yo dejé la casa de miniatura acá. Perdón".
"¿La casa en miniatura?"
Alcé la maqueta y la sostuve en mis manos.
"Hice la forma que va a tener nuestra casa, pero más chica. Obviamente, cuando la construyamos va a ser más grande".
De pronto, todos los demás se acercaron, curiosos.
"¿Una casa más pequeña? ¿Eso es una casa?" Preguntó Rin, tocando con el dedo una de las camas.
Samira también metió la mano, pasándola por las sillas.
"¿Y eso para qué sirve?"
"Todas estas cosas ya las explicaré cuando creemos la casa".
"¡Entonces hagámosla ya!" Gritó Samira en conjunto con su hermana.
Aya se acercó al tumulto de gente.
"Si quieren terminarla rápido, entonces tendremos que seguir trabajando".
"Eso es cierto", respondí, intentando recuperar la compostura y el control de la situación.
"Vamos a necesitar mucha madera".
Lo cierto era que no llegábamos ni a la mitad de madera de la que necesitábamos.
Lo bueno fue que esa noche, gracias a la ayuda de un adulto como lo era Tariq, logramos conseguir la madera de cuatro árboles.
***
Saltemos un mes de recolección.
¡Feliz primer año para Lucía!
Bueno, lo importante es que creo que ya tenemos la suficiente madera como para empezar a construir. Para ello, terminamos bajando treinta y seis árboles, formando una especie de cuadrado en el que había un 6x6 de árboles.
Ahora falta extraer la piedra del suelo. No va a ser difícil, porque en los días libres ya estuve practicando el estirar un poco mi rango de trabajo.
Soy un chico ocupado, ¿saben? Ahora sí me puse serio, así que espero que Sariah esté observando atentamente desde arriba.
A todo esto, también renovamos todas nuestras ropas de pieles y les hicimos... Bueno, hice, las ojotas a Tariq, Yume y Kiran. Creo que nos estamos empezando a llevar un poco mejor.
Hablando de ellos, Tariq estaba de nuevo junto a nosotros en la playa.
"Luciano, te traje lo que me pediste".
Él traía en sus manos un montón de enredaderas.
"¡Ah, las enredaderas! Muchas gracias, trajiste un montón.
¿Podrías ponerlas ahí?" Dije, señalando uno de los bolsones vacíos que había preparado justo para eso.
Lo cierto era que esta zona de la playa se había llenado de nuestro almacenamiento de madera y hojas.
Tariq se acercó al bolsón y dejó las enredaderas que había conseguido, empujándolas lo más al fondo posible.
"¿Vas a necesitar más?"
"Sí... Si es posible, quiero que traigas más hasta llenar el lugar en donde recién los pusiste".
"¿Tanto hay que traer? ¿Para qué son?"
"No te preocupes, recuerda que todo esto es una ayuda para que en un futuro construyamos tu casa".
"¡Ah, es cierto!" Contestó, levantando la voz con emoción.
"¿Querés quedarte? Ahora voy a empezar con el primer paso para mi casa".
"Sí, claro. Quiero aprender".
Aprender... Esa era la motivación que necesitaba que todos ellos tuvieran, pero se me está dificultando el enseñarles de un modo en el que no se necesitara magia. Esto me estaba sucediendo justo ahora, ya que estoy a punto de levantar toda una base de piedra para construir una casa. ¿Cómo carajos lo hacía sin magia? Sé que necesito cemento y cal, pero no sé... Siento que me faltan los materiales.
"Entonces vamos con los demás. Hoy va a ser un día especial".
Me acerqué junto a Tariq a la zona de construcción que, si lo miro desde el agua hacia el bosque, está a la derecha de donde cortamos todos los árboles. Ahí es donde todos estaban recostados sobre la arena, mirando cada detalle de la maqueta.
"¿Están listos, chicos? Necesito que salgan del lugar así comienzo con el proceso",
Rin fue el primero en levantarse junto a Lucía.
"Ah, sí. Te estábamos esperando".
"Así que hoy vamos a hacer esa casa, ¡eh! ¡Qué emoción!" Dijo Mirella mientras arrastraba la maqueta por el suelo.
Ahora está un poquito más grande, se nota el efecto del agua mágica.
Una vez que todos se alejaron del lugar, me recosté boca abajo contra la arena, hundiendo lo más que pude mis manos sobre ella.
Empecé a tantear el fondo del terreno, había mucha tierra y mucha piedra. La idea que siempre tuve en miente consiste en llevar toda esta arena de la superficie hacia abajo, dejar la tierra como capa intermedia y extraer toda la piedra posible hacia arriba, dejando unos centímetros por fuera de la superficie para equiparar la pendiente que tiene la playa.
Estaba poniendo en riesgo mi propio cuerpo al hacer esta locura, pero confío en mis habilidades y también confío en las partículas mágicas, que sé que de alguna manera me ayudan. Mi mamá me dijo que es posible que tengan vida propia, porque ella escucha voces provenientes de aquellos que las portamos alrededor de nuestro cuerpo. Aunque claro, ella dice no poder verlas.
"¡Mirella!" Grité, buscándola con la mirada en la lejanía.
De pronto, ella apareció volando frente a mí.
"¿Qué pasó?"
"Bueno, yo necesito que... Necesito que te quedes sentada arriba mío. No sé si mis partículas van a alcanzar para hacer todo esto, así que necesito que me compartas alguna de las tuyas durante el proceso".
Mirella parpadeó un par de veces, y una sonrisa cruzó su rostro.
"¡Entendido!" Gritó, como si de una orden se tratara.
Se acomodó en mi espalda y sentí cómo se sentaba delicadamente, su vestido celeste tocando apenas mi piel.
"¿Lista?" Pregunté, tratando de controlar mi respiración.
"Siempre lista para ti, Luciano",
"Ahí voy".
De repente, mi percepción se amplió, como si pudiera sentir cada grano de arena y cada roca oculta bajo la superficie. La magia vibraba en mi cuerpo, bailando al compás de mis pensamientos.
La primera parte del proceso era simple en teoría: desplazar la arena y hundirla hasta formar una capa estable, luego extraer la piedra de abajo.
Uno se podría preguntar por qué no dejo la arena más arriba que la tierra, pues lo que pasa es que la arena es buena para drenar la agua, así que si tenemos una capa de arena lo más cerca posible, podemos crear un sistema para hacer un baño con un pozo entubado que llegue hasta la capa de arena o más allá incluso.
Primero bajé la tierra más cercana, deslizándome por el suelo para acaparar todo esa esfera imaginaria que era mi campo de acción.
Pasaron varios minutos hasta que en la parte superior, y debajo de la arena, solo se encontraba piedra. El siguiente paso era hundir la arena hasta el fondo, debajo de la tierra, y al mismo tiempo subir las otras dos.