Todavía seguíamos en la gran cueva y en frente mío estaba la mujer de colas blancas junto a Mirella.
Con un poco de dolor de cabeza y algo confundido, me acerqué y me presenté, admirando sus ojos.
"Hola, yo me llamo Luciano y vinimos a esta cueva para investigarla más a fondo. ¿Usted vive aquí?"
Intenté ser un poco formal, esta mujer parecía ser hasta más mayor que mi madre. Bueno, al menos es mucho más alta que ella y que Anya.
"¡Oh, pequeño! Eres muy amable, mi nombre es Aya, y sí, vivo en este lugar sagrado".
Ella se inclinó y me acarició el rostro desde el mentón hasta la mejilla. Justo en la parte que había sido destruida minutos atrás.
Me quedé anonadado, había algo en su porte físico que la hacía parecer surreal. Sus colas pomposas se meneaban detrás de ella. ¿Cómo podían ser tan largas y peludas?
Mientras tanto Mirella volaba a su alrededor, también parecía admirar su elegancia.
"¡Mi nombre es Mirella, y soy la mejor amiga de Luciano!"
"Me alegro mucho por ti, Mirella. Tienes un gran amigo".
"¿Por qué dices que este lugar es sagrado? ¿Sagrado para quién es este lugar?" Pregunté.
"Esto es un santuario, muchacho. Este lugar es sagrado para aquellos que lo habitan y lo protegen", respondió en un tono tranquilo y elegante. "Los requisitos para entrar son simples en apariencia, pero profundos en significado. Deben tener respeto por la naturaleza y la magia, así como una intención pura y noble".
¿Era alguna especie de acertijo? Dijo cosas muy raras como para estar hablando de una simple cueva.
"Entonces sí podemos entrar, ¿cierto?" Preguntó Mirella, tal vez pensando en que cumplíamos esos supuestos 'requisitos'.
"Claro, acompáñenme al fondo".
La señorita Aya comenzó a caminar tomando la delantera, sus grandes caderas se moviéndose de un lado al otro.
Sí, era importante remarcar ese detalle.
Había algo en ella que me causaba una fascinación inquietante, como si cada paso que daba retumbara en mi mente, nublando mis pensamientos. De alguna forma, el miedo que sentí hace solo unos minutos ya no existía. ¿Acaso no estábamos luchando por nuestras vidas hace un momento? La confusión me envolvía, pero no parecía importar. Las colas de Aya se mecían suavemente, hipnotizando mi vista mientras avanzábamos detrás de ella. Y encima a todo eso se le sumaban las partículas mágicas que revoloteaban a su alrededor.
El interior de la cueva se volvía cada vez más detallado y angosto, con estalactitas brillantes que colgaban del techo y la suave agua comenzando a desaparecer por entre el suelo rocoso.
Mirella me lanzó una mirada fulminante. ¿Acaso estaba mal admirar semejante belleza? Realmente parecía sacada de un anime.
"Luciano, ¿así que ya pudiste usar magia? Qué curioso..." Soltó Aya, riéndose mientras se tapaba suavemente la boca con la mano.
"Bueno, este... Simplemente sucedió sin querer, supongo que es por las partículas mágicas".
"¿Cómo es que le llamas?" Preguntó, sus colas blancas y pomposas empezando a menearse de un lado al otro.
"¡Parece que contigo no me voy a aburrir!"
Mirella voló hasta el frente de Aya.
"¡O-Oye! Luciano es mi mejor amigo, ¡no puedes hablarle a-así!"
Aya soltó una risa contagiosa y acarició la cabeza de Mirella con suavidad.
"Oh, pequeña hada, no te preocupes. Solo estoy bromeando un poco. Parece que eres muy protectora con Luciano, y eso es algo admirable. Veo que ambos tienen un vínculo muy especial".
¿Cómo sabía que era un hada?
Mirella infló las mejillas, pero no pudo evitar ruborizarse ligeramente.
"¡Es porque me importa! No quiero que le pase nada malo..."
Mientras tanto me quedé pensando sobre si me precipité al decirle partículas. Mirella nunca cuestiona las palabras que no conoce y hasta ahora me había manejado así.
Al cabo de unos segundos de caminata, llegamos a donde la cueva se hacía mucho más estrecha y luego parecía volverse más abierta del otro lado de lo que parecía ser una grieta en vertical sobre el fin de la cueva.
Aya se detuvo y se giró hacia nosotros.
"Ya llegamos. Tal vez no la vean, o tal vez si, pero justo acá hay puesta una barrera mágica. Caminen recto y vean si pueden pasar".
"¿Barrera mágica? Yo realmente no veo nada. ¿Y vos, Mirella?"
"Yo tampoco, ¡pero es emocionante!" Mirella voló por en medio de la entrada y pasó sin ningún problema.
Se escuchó un gritito de sorpresa con un poco de eco del otro lado.
Caminé por la entrada y no pasó nada... Supongo que somos admitidos entonces.
"Listo, ¿ahora que hacemos?" Pregunté, mirando alrededor mío.
El lugar, simplemente era un lugar abierto, casi como un cubo deforme con paredes de roca. En la pared del frente estaban dibujadas algunas cosas interesantes que después iba a ver. Mas allá de eso, no hay nada más. Se parece más a un bunker que a un santuario.
Si bien esto no parece un santuario, lo importante es que... ¡Hay piedras con partículas! Supongo que ella también las vio, y no sé si decirle algo o no. ¿Podría haber más criaturas mágicas que nacieran de esas piedras?
"Pueden quedarse cuanto tiempo necesiten. ¡Bienvenidos a mi santuario!"
¿Y esa emoción? Pareciera como si fuese la primera vez que otra persona pisa este lugar.
Me pregunto si mi familia podría vivir acá, este lugar tiene bastante potencial para actuar como lugar seguro.
"¿Aya, en qué magia te especializas? Por ejemplo, Mirella es un hada de luz".
"Mirella parece ser increíble... Espero que nos llevemos bien".
"¡Claro que sí!"
"Con respecto a mi magia, me especializo en la defensa y... Solo eso".
Hizo una expresión que no llegué a comprender del todo.
Luego agregó: "solo magia de defensa, puedo hacer barreras mágicas y proteger lugares.
Tú también puedes usar magia, ¡eh! A pesar de que todavía eres tan pequeño pareces haber aprendido bastantes cosas... de la vida".
Mirella interrumpió. "¡Claro que Luciano puede! Luciano es el mejor y muy inteligente".
"Es que surgió de repente, cuando vi que la piedra se unía a mi cuerpo pensé en que podía ser útil en el combate y logré moldearla casi sin querer.
¿Será que ese es mi tipo de magia? El manipular los materiales.
Por cierto, ¿no sabes qué eran esas cosas que nos atacaron?"
"Así que simplemente imaginaste algo que sirviera en combate... ¿Te gustaría que intente enseñarte a usar tu magia?"
Evadió mi otra pregunta
"¡Si! Tengo muchas ganas de aprender más sobre la magia. Tal vez pueda volver a moldear la piedra, además tenemos un montón de partículas mágicas ahí en el agua, así que podemos probarlo en cualquier momento".
"Perfecto, Luciano. Veo que tienes una mente curiosa y un espíritu dispuesto a aprender. Eso es exactamente lo que necesitas para dominar la magia".
Se fue hacia una de las paredes donde no había nada dibujado.
"Ven, vamos a hacer una pequeña prueba".
"Bueno, vamos a ver qué pasa", dije y me puse a su lado. Casi que me sacaba un metro de altura.
Mientras tanto, Mirella se puso a ver los dibujos en la otra pared, seguramente después de esto iba a estar enojada conmigo por ignorarla momentáneamente.
"Ahora pon las manos sobre la pared y cierra los ojos, intenta fluir tu energía hacia tus manos e imagina algo que quieras crear", dijo Aya, haciendo todos los movimientos que mencionó.
Apoyé mis pequeñas manos sobre la pared y seguí sus pasos, estaba realmente emocionado por esta nueva experiencia, era el paso final.
Por unos segundos no sentí nada, pero cuando empecé a imaginar lo que más quería, un tenedor y un cuchillo, mis manos se comenzaron a hundir en la pared.
"¡Si, así!" Le escuche decir a Aya mientras yo mantenía los ojos cerrados.
Luego de un momento de intentar, lo único que pude hacer es hundir mis manos en la pared, al menos podía confirmar que este era mi tipo de magia.
Si realmente puedo crear cosas a partir de recursos naturales, tengo una cantidad inmensa de cosas por hacer. De hecho, es demasiado conveniente para lo que es mi objetivo en este mundo. ¿Será culpa de ella, de Sariah?
Abrí los ojos, mirando a Aya.
"Parece que tengo que seguir entrenando, sin querer te dejé una marca en la pared. Lo siento, señorita Aya".
Ella tocó el relieve en la pared suavemente y me miró, negando con la cabeza.
"No, esta marca representa tu primer gran paso hacia la magia. A partir de ahora tu vida va a cambiar por completo, porque eres alguien especial, Luciano, y sé que vas a lograr grandes cosas".
Ella tenía razón, por fin encontré lo que más anhelaba, el último paso para intentar cambiar este mundo para mejor. Si podía moldear la materia así, las posibilidades eran infinitas. ¿Qué más podría hacer con esa habilidad? Construir herramientas, mejorar las condiciones de vida de los demás... quizás incluso crear armas para defendernos.
"Tiene razón, señora Aya. Todo lo que dijo es cierto. Debo haber sido bendecido por algún dios", dije y reí tontamente.
Qué gran ironía...
Mirella flotaba cerca, examinando los dibujos en la pared con una concentración poco común en ella. Sus pequeñas alas vibraban levemente, y aunque no lo decía, sabía que estaba molesta por la atención que Aya me estaba dando. Podía sentirlo en la manera en que evitaba mirarme directamente. Cada tanto, su mirada se desviaba hacia mí, pero cuando intentaba decir algo, volvía a concentrarse en los dibujos como si nada más importara.
Me decidí ir hacia donde estaba ella.
"Eu, me parece que tenemos que volver a la cueva. Ya debe ser de noche. ¿O nos quedamos a dormir acá?"
Apenas me miró de reojo.
"¿Por qué no vas y mejor le preguntas a la 'señora' Aya? Se ve que ella es muy inteligente, ¿no?"
"No me digas que ya te enojaste".
Mirella infló las mejillas y cruzó los brazos, flotando a unos centímetros del suelo. "Claro que estoy enojada! Primero casi te mueres, luego ella aparece y tú... tú solo te quedas admirándola", su voz fue bajando mientras hablaba, como no queriendo que Aya escuchara. Bueno, yo tampoco quería que se enterara de eso.
A veces termino en situaciones como esta. No puedo evitarlo. Cada vez que una nueva presencia femenina aparece en mi vida, mi mente puede llegar a divagar un poquito, como si un impulso primitivo se apoderara de mí. Mirella tiene razón. No es que ella sea menos o algo así, es solo que... no sé, simplemente me pierdo a veces. Pero no tiene nada de malo, ¿no? Después de todo, son seres fantásticos, o por lo menos yo las veo así y me impresionan visualmente.
Intenté tocarla con mi mano, pero ella retrocedió volando.
"Lo siento, sé que pasamos por muchas cosas en tan poco tiempo... Solo que este lugar se sintió muy cálido y lleno de energías renovadas que me hicieron olvidar lo que pasó antes".
"Está bien, me quedaré esperando allí si es que quieres quedarte a dormir aquí o no sé. Haz lo que quieras".
Señaló una de las esquinas del lugar y se fue volando hacia allá.
Me devolví hacia Aya, que cargaba una gran sonrisa al verme llegar.
"Señora Aya, quería preguntarle qué opinaba sobre..."
Ella cortó mis palabras de inmediato.
"Pasa esta noche aquí, ¿sí? Afuera a veces hay seres... no muy amigables. Además, ya debe ser de noche".
"Si, mejor me quedo y me levanto bien temprano para poder salir a la mañana.
Te molesta si dormimos con Mirella... ¿por allá?"
Señalé la esquina donde estaba Mirella, la que mirando desde la entrada estaba siguiendo la pared de la izquierda.
"Claro, pueden dormir donde les parezca más cómodo. Buenas noches", dijo y se fue a recostar en la esquina contraria.
Que feo dormir así en el piso duro, ¿no? ¿Cómo hacía ella para vivir acá en la oscuridad? Justo ahora tenemos la luz de Mirella, pero sino no se vería absolutamente nada acá abajo.
Mirella apagó la bola de luz y el supuesto santuario quedó sumido en una penumbra suave, apenas iluminada por las pobres partículas mágicas que flotaban por nuestros cuerpos. Me acerqué a Mirella, que seguía con los brazos cruzados, y me senté a su lado en silencio. El eco de la cueva amplificaba el suave murmullo del viento que se colaba por la grieta.
Me acosté en el piso... Estaba duro y frío.
"Buenas noches, Mirella".
"Adiós".
Simplemente me dio la espalda al recostarse. Luego, se escuchó un suave aleteo que iba intensificándose con el pasar de los segundos.
Estaba claro que no se aguantaba estar mucho tiempo enojada conmigo.
"No me vas a dejar dormir con ese ruido que hacés", dije en voz baja.
"¡Ay, ya!" Respondió, arrastrándose con las caderas hasta acurrucarse entre mis brazos, deteniendo su aleteo poco a poco.
No tenía suficiente experiencia con las mujeres como para entender del todo sus sentimientos, pero esta chica es demasiado predecible cuando se trata de sus berrinches. Mirella siempre empieza con ese tono molesto, pero al final termina buscando alguna excusa para estar cerca de mí.
Cerré los ojos, intentando relajarme, pero mi mente no dejaba de correr en círculos. Estar en este lugar oscuro, sin ningún tipo de comodidad, me hacía pensar en lo vulnerable que realmente éramos en este mundo, incluso con nuestras habilidades mágicas. ¿Qué criaturas podrían estar acechando fuera? Aya había mencionado seres no amigables. ¿Serían animales salvajes, o quizás algo peor? Tal vez se refería al hombre pájaro. No lo sabía, pero de todos modos, decidí quedarme. No había otra opción sensata. Aya parecía ser poderosa, al menos físicamente. También mencionó algo sobre una barrera, así que supongo que estamos a salvo
De repente, sentí a Mirella moverse un poco más, su pequeño cuerpo acomodándose aún más cerca de mí. A pesar de todo, ella siempre parecía encontrar la forma de dejar de lado sus emociones negativas, aunque fuera temporalmente. Pensé en lo mucho que había cambiado desde que la liberé de la piedra mágica. Se había vuelto tan protectora, a veces incluso de manera sofocante. Pero, a decir verdad, me sentía afortunado de tenerla a mi lado.
***
Al despertarme, el lugar seguía oscuro y Mirella ya no estaba a mi lado y en la otra esquina estaba Aya sentada, la podía ver por la tenue iluminación de sus partículas.
Al final parece que fui el último en despertarse.
"Señora Aya, ¿vio a Mirella?" Pregunté en voz alta.
"Dijo que ya volvía". Señaló en dirección a la salida del santuario que conectaba con la gran cueva.
El estómago me gruñía, ayer no había tenido la oportunidad de comer mucho.
Me levanté para hablar con ella.
"¿Siempre vive bajo esta oscuridad?"
"Lo único que necesito es mis ojos y la iluminación de mis par-part-".
Se trabó al hablar, creo que estaba interesada en copiar el nombre que yo le había puesto.
"Partículas mágicas, así es como las llamo".
Se aclaro la garganta antes de volver a hablar.
"Partículas y mágicas. Entiendo. Lo único que necesito son mis ojos y la iluminación de mis partículas, como tú le dices".
"¿Le parece bien llamarles así?"
"Es interesante... Debe ser que los niños tienen mucha imaginación".
"Bueno, es que simplemente se me ocurrió llamarle así".
Justo en ese momento, mi estómago volvió a gruñir.
"Señorita Aya, creo que voy a salir para..."
"¡Qué desconsiderada que soy! Lo siento, voy a buscar algo que puedas comer. Había olvidado que los humanos necesitan comer para recuperar fuerzas".
Se acomodó el cabello blanco hacia atrás antes de irse corriendo por la salida mientras sostenía la parte baja de su yukata... o kimono. Realmente no sé bien cómo se llama, o si son lo mismo, pero se la ve muy elegante vestida así.
Supongo que ella tampoco necesita comer, como Mirella.
Estar en la oscuridad es un poco molesto, ojalá pronto venga Mirella...
Me pregunto qué irá a traer Aya de comida. Los gatos suelen atrapar pájaros, ¿no? Solo que, salvo el hombre pájaro, no hay otros tipos de aves.
Al cabo de unos minutos, Mirella regresó cargando una naña entre los brazos. Parecía costarle mucho mantener el equilibrio.
"¡Luciano! Mira, te traje esto para que comas, ¿sí?"
La tomé con las manos y la comí desesperado en tan solo unos segundos.
"Gracias, esto me pasa por levantarme un poquito tarde".
"Luciano, por favor acepta eso como una disculpa, es que yo... ¡Yo no puedo controlar mis celos cuando le prestas atención a otras personas! Pero ahora ya no voy a enojarme contigo por esas cosas y voy a ser una hadita bien portad-portad....
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¡Luciano!" Gritó y se lanzó contra mi pecho.
Acaricié suavemente la cabecita de Mirella, sintiendo su pequeño cuerpo temblar ligeramente mientras se aferraba a mí.
"Está bien, Mirella. Lo entiendo, entiendo que no podés evitar ser sentimental. No me molesta que hagas eso si solo es conmigo, solo no quiero que te termines enojando con la otra persona.
No me molesta porque sé que somos dos amigos inseparables. Te prometo que siempre serás importante para mí".
Sentí su respiración acelerarse, y por un segundo pensé que iba a empezar a llorar, pero, conociéndola, probablemente solo estaba emocionada.
"¿Amigos inseparables?" murmuró en voz baja, como si saboreara esas palabras con la misma intensidad con la que yo las había pronunciado.
"Claro, además, en nuestro pacto dijimos que íbamos a ser mejores amigos por siempre, ¿no es así?"
"Tienes razón.
Gracias, Luciano, eres la mejor persona que conocí en toda mi vida. Nunca te vayas a separar de mí. Yo voy a intentar cambiar para que nos llevemos mejor".
Ella me devolvió una sonrisa pequeña pero sincera antes de volar de nuevo, como si esa breve charla le hubiera devuelto toda su energía. Luego puso una bola de luz en el aire.
Aya llegó al santuario con un pescado entre las manos.
"¿Esto sirve, Luciano?".
"¡Qué bueno! Sí, me recontra sirve, solo que... Bueno, también necesitaría palos y piedras para hacer una fogata y cocinar el pescado".
Mirella se acercó velozmente hacia ella, saludándola como si la hubiera aceptado como una amiga más. Sus relaciones se basan en ser amigo o no serlo.
Ella lanzó el pescado al suelo.
"¡Entendido!", dijo y salió corriendo de nuevo, dejando algunas gotas de agua a su paso.
Su agilidad era casi animal, pero su comportamiento y modales eran notablemente refinados. Era difícil no notar su aire misterioso, casi intimidante, como un gato que se desliza en la penumbra, siempre alerta, alguien acostumbrado a moverse en las sombras. Sus cinco colas, claramente impactantes, acentuaban esa imagen, como si representaran la dualidad entre la bestia y la mujer.
A los minutos volvió y trajo todo lo necesario para encender el fuego.
"Así está bien?"
Se quedó mirándome con sus ojos anaranjados, esos mismos ojos que parecían penetrar cualquier fachada que intentara mantener. A veces tenía la sensación de que ella podía ver más de lo que yo mostraba, y eso me daba un poco de miedo.
"Sí, perfecto. Ahora acomodo esto por acá..."
Mientras acomodaba las cosas, pensé en cómo Aya había interactuado con nosotros hasta ahora. Aunque era amable y hospitalaria, había algo en su comportamiento que me decía que no debía bajar la guardia. Los felinos son así, ¿no? Aceptan tu compañía, te observan, incluso pueden mostrarte afecto, pero nunca dejan de ser lo que son: cazadores. Aya tenía ese mismo aire. A pesar de la suavidad en su voz y sus palabras, no podía olvidar que ella, en su esencia, era una criatura que vivía en la oscuridad.
A todo esto, esta era la primera vez que intentaba armar una fogata, pero ya se me había ocurrido una mejor forma.
"Mirella, ¿podrías usar un poco de magia para ayudarme?"
"¡Sí! ¿Qué tengo que hacer?" Preguntó con entusiasmo mientras se ponía en el suelo, al lado de las ramas.
"Quiero que concentres tu magia de luz en un punto pequeño, justo en el centro de las ramas".
Mirella asintió, concentrándose. Pequeñas partículas luminosas comenzaron a brillar alrededor de sus manos mientras canalizaba su energía hacia el centro de la fogata improvisada. Un momento después, un haz de luz suave empezó a calentar las ramas secas, hasta que, finalmente, un pequeño fuego chispeó desde dentro de ellas.
"¡Lo hice!" exclamó con una sonrisa radiante, levantándose en el aire de un salto.
"Pude encender el fuego, como tu papá!".
"Gracias, Mirella. Esto hace que cocinar sea mucho más fácil".
Me recosté en el suelo admirando a Mirella y su magia, es la primera vez que veo de tan cerca cómo funciona la magia de luz.
En cuestión de segundos, una pequeña llama apareció, creciendo lentamente mientras alimentaba el fuego.
Mientras pinchaba el pescado con una rama, me sorprendí pensando en lo mucho que la magia podía facilitar la vida cotidiana. Hasta ahora, la habían usado mayormente para defenderme o proteger a otros, pero… ¿Qué tal si empezara a explorar otras utilidades? Quiero decir, si Mirella puede encender un fuego con magia, ¿no podríamos utilizar nuestras habilidades para simplificar aún más nuestras tareas diarias? La supervivencia en este mundo sería mucho más sencilla si pudiéramos aprovechar al máximo lo que tenemos a nuestro alcance.
Aunque claro, debo crecer más para que no sospechen.
Aya se quedó mirando con la boca abierta y con los ojos ensanchados. Espero que no se pregunte por qué sé tantas cosas. Se levantó y salió corriendo de nuevo, como si fuese a buscar algo.
"Gracias, Mirella, ahora ya sabés que podemos hacer fuego con magia, simplemente hay que concentrar la luz en un punto y esperar a que encienda".
"Entonces sí sirvo para algo, ¿verdad?"
Su tono era algo sombrío, o tal vez eso solo era mi imaginación.
"No se trata de ser útil o no, sino de dar lo mejor de ti para ayudar a tus amigos".
La frase era un poco infantil, pero así podría llegar a entenderlo mejor.
Se quedó en el suelo abrazando mi cintura, sin decir nada.
Era curioso cómo, a pesar de su increíble habilidad, aún buscaba validación. Tal vez esa era otra de las consecuencias de estar tan atada a mí.
El pescado se terminaba de cocinar cuando Aya volvió al santuario con otro pescado y una rama en la mano.
"¡Yo también voy a probar!" Gritó mientras corría hacia nosotros, sentándose frente a la fogata.
"Pero realmente no te hace falta comer, ¿cierto?"
Mirella dijo que a ella no le hacía falta comer, así que pensé que era una regla común la de que los seres mágicos no necesitan alimentarse.
"Bueno, es que... ¿Por qué no probar algo nuevo?"
Ella pinchó el suyo y comenzó a cocinarlo.
Mirella, ahora con un semblante diferente, caminó hasta ponerse entre la fogata y mis piernas.
"¿Y-Yo también puedo comer, Luciano? Por favor".
"Claro, te voy a convidar parte del mío. Puedes morder del otro lado si quieres".
Le di un mordiscón al mío, para luego acercarle el otro extremo a ella.
Se notaba su cara de disgusto al masticarlo.
"Parece que no te gusta".
Por más que no le haga falta comer, tal vez al ser un hada ella es herbívora o algo así.
Mientras Mirella se apartaba ligeramente, escupiendo un trozo del pescado hacia el suelo y haciendo una mueca de asco, no pude evitar reír un poco.
"Sabía que no te iba a gustar", le dije entre risas.
Bueno, tampoco le podía decir que yo odiaba el pescado y que solo lo comía porque no tenía nada más. De hecho, la única carne que me ha gustado hasta ahora fue la carne del oso.
"Es... cierto. ¡Pero eso no significa que no pueda comer contigo otra cosa!" Protestó, sacudiendo sus pequeñas manos como si quisiera deshacerse del sabor amargo que quedaba en su boca. Aun así, se las arregló para sonreírme, quizás más por amabilidad que otra cosa.
Del otro lado de la fogata, Aya ya estaba comiendo. A simple vista parecía que estaba un poco crudo, pero se ve que le gustaba mucho.
"Señora Aya, creo que ya debemos irnos".
Sinceramente lo que me más me instaba a irme era el humo de la fogata en este lugar cerrado. ¿Cómo iba a apagarla? ¿Pisoteándola?
"Solo dime Aya, ¿sí? Trátame como a una amiga.
LA verdad es que pensé que ibas a quedarte para seguir aprendiendo..."
"Bueno, es que mis padres me deben estar buscando desesperadamente".
"¿Quieres que vaya volando y le diga lo que estamos haciendo?" Preguntó Mirella.
Me rasqué la cabeza antes de hablar. ¿Realmente era una buena idea aprender sobre la magia antes de volver a casa? No iba a tener la oportunidad de tener a alguien que me guíe o me escuche de la manera que lo hace Aya.
¿Y si vuelvo ahora qué dirán mis padres? Claramente no van a dejarme volver con Aya, van a castigarme...
"Tal vez sea una opción volver una vez que termine de aprender sobre mi magia. Aunque no creo que me vuelvan a dejar salir después de esto".
Luego la miré a Mirella.
"Mirella, intentá no decirlo de una manera tan dramática, no quiero que haya malentendidos. Simplemente diles que volveré con nuevo conocimiento, intenta poner una voz que sea... dulce. Que suene tierno. Confío en ti".
"Está bien. ¡Te aseguro que lograré convencerlos!"
Inmediatamente salió volando mientras nos dejaba otra bola de luz a nosotros.
Aya me miraba mientras dejaba a un lado su comida, el pescado todavía a medio terminar. Luego se acomodó un poco en el suelo y dejó ver un poco más sus piernas al echarse el yukata hacia atrás. ¿Era un movimiento deliberado? No creo, su cara no expresa esas intenciones.
¿Quién era yo ahora, el gran conocedor de expresiones?
Aya me miraba mientras terminaba de comer, luego se acomodó un poco en el suelo y sin querer dejó ver un poco más sus piernas al echarse el yukata hacia atrás [https://img.wattpad.com/426b7e0c7638afa2cdd139bd95584ef88d51be57/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f6f30674d6f6776464274734530413d3d2d313435363737353937392e313765313564646635316166323031383337303836333639343837352e706e67?s=fit&w=1280&h=1280]
"Aya, ¿vos sos un zorro místico?"
No... ¿Qué carajos acabo de decir? ¡Me había preocupado tanto por seguir fingiendo ser un niño y ahora digo esta tontería!
Aya me miró fijamente, ladeando un poco la cabeza hacia su izquierda.
"¡No me digas que ya viste a uno antes!" Gritó, inclinándose desde sus rodillas y acercando su cabeza por encima de la fogata.
Su... llamémosle yukata, casi parecía estar a punto de arder al sobrevolar las llamas.
Realmente no sé por qué lo dije, tal vez intentaba hacerme el inteligente. Ella era una figura que ya había visto antes en los animes y así los llamaban.
"No, eres el primer zorro místico que veo, fue solo intuición", reí tontamente.
Me encanta ver sus ojos anaranjados bien abiertos al sorprenderse, es mi color favorito.
Pareció tranquilizarse un poco al escuchar mis palabras y se devolvió a su posición inicial, esta vez cubriéndose un poco más las piernas.
"Bueno, sí, soy un zorro místico y tengo cinco colas, pero no me gusta hablar mucho de eso.
¡Mejor hablemos de la comida! Me gustó mucho probar algo de comer, es la primera vez que lo hago".
¿Sabe contar? Parecerá una tontería, pero creo que nunca había escuchado a alguien decir un número.
"Me alegro, a mí no me gusta mucho el pescado, pero es de lo que más comemos y se podría decir que ya me acostumbré a su sabor.
¿Crees que hoy pueda seguir probando usar mi magia?"
Ella se levantó y se sacudió la ropa antes de hablar.
"Si, tengo que seguir enseñándote a usar tu magia así puedes volver lo más pronto posible con tu... tu familia". Fue bajando la voz al terminar de hablar.
Preferí no preguntarle nada. Tal vez su pasado familiar no sea bueno.
Los dos nos fuimos hacia la misma pared en la que habíamos practicado ayer. Todavía seguían las dos marcas de mis manos hundidas contra la roca.
Al cabo de un rato de práctica, esta vez logré hundir la piedra, solo que dándole algo de forma. Hice círculos y cuadrados hasta agotar mis partículas.
"¿Mejoré?"
"Claro que sí. El siguiente paso es usar la magia sin cerrar los ojos".
"Sí, solo que así mi imaginación fluye mejor".
"¿Quieres ir al agua y recargar algo de part-part...?"
"Partículas".
"Sí, eso. Partículas".
"Está bien, ya vuelvo".
Mientras caminaba, la bola de luz que dejó Mirella me seguía constantemente. Se ve que queda programada para seguir a un objetivo.
Puse los pies sobre el agua y esperé un ratito hasta que se traspasaran todas las posibles. Antes de irme vi llegar a Mirella a toda velocidad.
"¿Y? ¿Qué te dijeron?"
Ella se quedó mirándome por unos segundos.
"Bueno, hablé con ellos y dijeron que..."
(Hace aproximadamente una hora, desde la perspectiva de Mirella.)
Estoy tan feliz... ¡Luciano me encargó hacer algo muy importante y dijo que confía en mí!
Volé lo más rápido posible hasta llegar a la entrada de la cueva. No había nadie, así que espere en la cima del tonto árbol en el que siempre me quedaba a dormir antes.
"¡Tonta Aya, espero que no estés haciéndole algo malo a Luciano!" Grité, no pude evitarlo.
Me crucé de brazos mientras esperaba a la familia.
¡Ahí vienen! Me bajé del árbol y me posé sobre una roca, esperando a que ellos me vieran.
"¡Miren, es Mirella!" Gritó la mamá de Luciano y vino corriendo hacia mí, arrodillándose en sobre tierra.
"¡¿Sabes dónde está mi hijo?!"
"¡Sí! Él me envió para dejarles un mensaje muy, muy, muy importante".
El papá de Luciano se puso al lado de la mamá de Luciano y dijo: "¿En serio? Por favor, dile que lo hemos estado buscando todo el día".
Mientras tanto, la amable Samira y su tonta hermana escuchaban atentamente detrás de ellos.
"Luciano dice que aprendió a usar magia y también dice que va a practicar mucho para volver con mucho conocimiento nuevo".
Cerré los ojos, esperando a que al abrirlos todos tuvieran una gran sonrisa.
"¿¡Cómo!? ¿Quién se cree que es? ¡Dile que vuelva ya mismo!"
Abrí un ojo lentamente al escuchar la voz fuerte del papá de Luciano. Sí lo dije lo más dulce posible, ¿cómo es que se enojó?
Mientras tanto Rundia se quedó mirándome, sin palabras.
"¡¿Qué estás diciendo?! ¡Luciano se está esforzando mucho para aprender a usar su magia!
Luciano está con Aya... ¡ella lo está cuidando! Y no está haciendo nada peligroso, solo está practicando para ser más fuerte. ¡De verdad quiere aprender a protegerlos a todos!"
"¿Magia? Luciano es solo un niño. ¡No deberías dejar que haga cosas tan peligrosas! ¡Dime ya dónde está así voy a darle una lección!".
En ese momento, me di cuenta de que probablemente debería haber suavizado aún más el mensaje. Y mi intento de presentarlo de forma "dulce" solo había generado más preocupaciones. No sabía qué más decir para calmarlos y ya me estaba empezando a enojar
"T-Tú no tienes idea de nada de lo que Luciano puede hacer".
De reojo pude ver a la tonta Suminia irse dentro de la cueva mientras yo discutía con el padre de Luciano.
"¡Serás insolente!" Gritó, queriéndome agarrar con su mano, pero la madre de Luciano lo frenó agarrándole el brazo.
"Amor, por favor, déjala hablar. La culpa no es de Mirella, sino de nuestro hijo".
Luego me miró a mí y me dijo: "Mirella, por favor dile que vuelva a su hogar, que lo estaremos esperando. Y si no entra en razón, solo te pido que lo protejas".
"¡No voy a dejar que se salga con la suya!" Volvió a gritar Rin, esta vez yendo hacia el interior de la cueva mientras hacía resonar fuertemente sus pasos, pero antes de desaparecer por completo, se detuvo y, sin girarse, murmuró con un tono de advertencia: "Más te vale que vuelva sano y salvo, Mirella... Si le pasa algo a mi hijo..."
Me mordí el labio, aguantando las ganas de responderle con algún comentario sarcástico, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas. Él no entendía. Rin no tenía ni idea de lo que Luciano realmente era capaz.
"Luciano ha estado diferente desde hace un tiempo, más maduro..." Susurró, pero pude escucharlo a la perfección.
"Por cierto, ¿quién es Aya?"
"Ella es una nueva amiga y le enseña sobre la magia a Luciano.
Y sí, prometo protegerlo y también les prometo que volveremos dentro de poco".
"La magia... Todavía no puedo entender esas cosas... Él es solo un niño, mi niño..."
"¡Luciano puede manejarlo!" Dije, cruzándome de brazos.
"Estará bien, lo prometo".
Sentía el peso de esa promesa en mi pecho, pero sabía que debía mantenerme firme. Luciano estaba en un momento crucial, y la última cosa que necesitaba era que alguien lo detuviera.
Para no causar más inconvenientes y que a Luciano no le gustara cómo hice las cosas, decidí volver al santuario y me fui volando mientras saludaba a Samira con la mano.
No me fue tan bien, pero bueno... ¡Sé que Luciano me entenderá, como siempre!
Siempre estaré del lado de Luciano.
"... y eso fue todo".
Lo contó con lujo de detalles, como si realmente fuera algo realmente importante para ella.
"Ah, ya veo. Definitivamente fue como lo imaginé, pero estoy decidido a terminar de aprender magia y luego volver con ellos.
Gracias por todo, Mirella"
Extendí la palma de mi mano derecha, para que se posara sobre ella. Tenía que consentirla un poquito.
"¿Y tú qué estás haciendo ahora? ¿No deberías estar dentro del santuario practicando magia? ¡No me hagas quedar mal!"
Se sentó sobre mi mano con las piernas cruzadas mientras me miraba con solo un ojo abierto.
"Vine a recargar partículas para seguir probando mi magia".
Ella inmediatamente salto de mi mano y se tiró contra el agua mágica.
"Yo también necesito recargarlas, ¿sabes? Y-Yo también voy a intentar mejorar mi magia".
"¿Mejorar tu magia?"
"Eh... Sí, voy a mejorar mi magia".
"¿Y cómo se mejora la magia?"
"¡Ay, ya! ¡Deja de hacer tantas preguntas!"
Dejé escapar un suspiro mientras Mirella seguía jugando con el agua mágica. Su risa, aunque infantil y despreocupada, me llenaba de tranquilidad. Sobre lo que dijeron mis padres... Mi mente no es la de un simple niño; soy alguien con conocimientos y recuerdos de otra vida. A veces me pregunto si alguna vez podré explicárselo a ellos, si algún día entenderán que no soy el Luciano que creen conocer.
Ahora que lo pienso detenidamente, es como si yo hubiera usurpado el cuerpo de otra persona justo al momento de nacer. Si lo pienso de esa manera suena aterrador. Es mejor no darle muchas vueltas a eso.
No sé el porqué, pero me siento realmente a gusto viviendo acá. No por la forma del lugar, sino por la compañía. Estar solo junto a Aya y Mirella me hace sentir calmado y alegre a la vez. Debe ser porque ahora sí estoy viviendo la vida de fantasía que me imaginé al llegar aquí. Una vida completamente diferente, tal vez llena de problemas, pero al final del día soy feliz y le agradezco a Sariah por darme esta oportunidad.
Es emocionante vivir todos los días aprendiendo algo nuevo y pensar en otras mil cosas nuevas por hacer.
Finalmente volvimos al pseudo santuario.
"Aya, ya estoy listo, sigamos".
"¡Aya, yo también! Quiero mejorar mi magia para ser más fuerte".
"Está bien, Luciano seguirá practicando lo que ya le enseñé y tú vendrás conmigo".
Aya se puso a construir barreras mágicas para que Mirella las rompiera con su luz. Al menos supongo que son barreras, ya que son como paredes traslúcidas de color verde. Mientras tanto, mis pruebas seguían igual y ya estaba llenando la pared de figuras geométricas de distintos lados. Luego probé a escribir letras usando solo un dedo, y de hecho me salieron bastante bien.
Ahora en la pared decía 'Mirella y Luciano mejores amigos'.
Antes de que vieran las letras, las superpuse con más magia. Si llegasen a descubrir que hago cosas raras no sabría qué responderles
También tengo que enseñarles a escribir y leer, supongo…
Y así fueron pasando nuestros días de práctica en este nuevo lugar en el que casi no tenía noción del tiempo, porque había días en los que no salía fuera para no tener encontrarme con mi familia, y también porque me tardaba mucho en subir y bajar toda la cueva, lo que me cansaba mucho el cuerpo.
"Aya, ¿estos dibujos en la pared para qué son?"
"Bueno, yo los hice para contar la historia de cómo el rey demonio trajo el mal a estas tierras hace mucho tiempo y encerró el alma de tres criaturas mágicas".
"¿Encerrar? ¿Rey demonio?"
¿Tendrá algo que ver con las piedras mágicas? Así es como surgió Mirella. De hecho, hay varias en este lugar.
"No sé quiénes eran o por qué los encerró, pero sí sé que el rey demonio existió. Yo lo vi con mis propios ojos".
"¿Estás segura? ¿Hace cuánto?"
"Claro que estoy segura, solo que fue hace mucho tiempo".
Me quedé pensando, mirando los dibujos mal hechos en las paredes. No me creo eso del rey demonio, es que sería medio raro. Parece tener cuernos, así que yo apostaría a que es una especie de minotauro o algo así.
"¿Nos dejarías mejorar tu dibujo? Creo que podría decirle a Mirella que..."
"¡No! ¡No los toquen!" Gritó, cortando mis palabras de inmediato.
Apoyó su espalda contra la pared y estiró los brazos. Su respiración era agitada.
Mirella, que estaba encendiendo la fogata, vino volando al escuchar los gritos.
"Luciano, ¿está todo bien?"
"Sí, solo fue un malentendido entre nosotros, pero no pasó nada. Tranquila", dije, intentando que la situación no terminara en un problema.
Lo dejé ahí y me retiré a seguir practicando mi magia. Mientras tanto, ellas dos se quedaron mirando sin decirse nada.
La voracidad de Aya para defender lo suyo me sorprendió, no por el hecho, sino por la manera en que lo hizo. Me hizo pensar que detrás de esos dibujos hay algo más, algo que no me está contando. Aunque no pude evitar una pequeña sonrisa al verla tan aferrada a su versión de la historia, como si fuese sagrada.
Claro, lo del santuario debía tener un significado, tal vez no por el mismísimo rey demonio, sino tal vez por ser una forma de ir contra él. Digo, no la veo venerando a alguien malvado, más la veo como alguien intentando contar su propia versión de la historia.
Al final, este mundo es tan desconocido para mí como para cualquier otro. A pesar de tener todos mis recuerdos y conocimientos, hay demasiadas incógnitas que no puedo resolver solo con lógica.
Me puse a dejar bien liso el suelo, ya que lo único que sabía hacer hasta ahora era hundir las cosas. Lo bueno es que ya aprendí a usar mi poder sin tener que cerrar los ojos.
A los minutos, Aya se me acercó, ahora pareciendo un poco más tranquila.
"Luciano, lo siento por gritarte, es que este santuario es algo sagrado para mi y me asusté al pensar que podrías arruinar mi historia", dijo, inclinando su cuerpo hacia delante como disculpa.
"No, está bien, Aya. No tocaremos esa parte.
No te molesta que arregle el suelo, ¿no?"
Es cierto, me puse a toquetear el santuario sin pedirle permiso.
"No, de hecho, me gusta mucho que te preocupes por dejar más lindo el lugar".
"Aya, ¿qué harás si logramos liberar esas criaturas mágicas?", le pregunté sin apartar la vista de la pared, como si fuera un comentario casual, algo para cambiar de tema. Pero en realidad, tenía curiosidad por saber más de lo que ella pensaba sobre ese pasado que tanto protege.
"No lo sé, Luciano. Fue hace tanto tiempo que ni siquiera sé si sigue siendo posible. Pero si alguna vez llegamos a liberar esas criaturas... sería algo bueno".
"¿No conoces a ninguna de esas criaturas mágicas?"
"No".
"¿Y crees que el rey demonio es malo? Digo, tal vez las criaturas encerradas eran malas".
"Luciano, no me preguntes eso", respondió, algo cortante.
"Pero es importante saberlo, ¿no crees? Si realmente queremos entender lo que sucedió, tenemos que cuestionar todas las partes de la historia, no solo una".
Si el supuesto rey demonio había encerrado a esas criaturas, tal vez tenía una razón válida. ¿Y si estaban causando algún daño y él estaba protegiendo a la gente?
Mientras tanto yo seguía alisando el suelo, de vez en cuando mirándola de reojo
Aya me miró con los ojos entrecerrados.
"El rey demonio trajo caos a esta tierra. No hay más que discutir".
"¿Crees que podrías contarnos a Mirella y a mí más sobre el rey demonio? Quiero saber qué pasó en ese momento".
"Pero yo no lo sé todo, algunas cosas las he escuchado... por ahí".
Se acomodó hacia el costado el pelo que caía sobre su frente.
"No importa, solo quiero aprender".
"Entonces vayamos a hablar al lado de la fogata mientras comes, Mirella ya la encendió", dijo y señaló hacia detrás mío.
Lo cierto es que el humo ya se empezaba a sentir en el ambiente, creo que me va a terminar quitando años de vida.