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Mantícora

Eri saltó a los hombros de su padre como había practicado cuando sonó el cuerno, corrieron en la dirección a que se había dirigido el equipo de Asterión, el cuerno sonó una segunda y una tercera vez antes de que finalmente los alcanzaran, uno de los exploradores estaba en el suelo y Asterión lo defendía lanza en mano contra una mantícora.

La criatura tenía el cuerpo de un león, cola de escorpión y unas alas parecidas a las de los dragones, pero su rasgo más aterrador era su rostro parecido al de un hombre, hasta tenía protuberancias parecidas a orejas humanas, aunque delataba su naturaleza desencajando una amplia mandíbula con tres hileras de afilados dientes. Al parecer había usado ya su aguijón contra el explorador, Asterión trataba de mantener sus mandíbulas a raya con su lanza mientras el tercero del equipo seguía sonando el cuerno pidiendo ayuda.

Runa corrió hacia el soldado caído comenzando de inmediato la curación mágica, el veneno de mantícora era rápido y difícil de combatir. Frey tenía que ayudar, pero Runa no podía permitirse parar para infundirlo de magia, así no podría invocar su mandoble. Su espada corta tendría que bastar. Eri se bajó de sus hombros y se quedó atrás animándolo.

Se unió al capitán y entre ambos consiguieron poner al monstruo a la defensiva, atacando por ambos flancos, pero era muy ágil, combatirla no tenía nada que ver con pelear contra un dragón, dejaba poco espacio y atacaba frenética con garras y colmillos, la cola era un problema, pero ya había usado su aguijón y tardaría un día en que le creciera otro, de todos modos, podía usarla para derribarlos si se descuidaban.

Frey consiguió arrinconar a la mantícora contra los árboles cercanos y herirla en el cuello, el monstruo rugió con un sonido entre un un trombón y un chirrido antes de batir sus alas y escapar volando. Frey tenía apenas algunos rasguños pero Asterión estaba agotado, sangraba de heridas en las muñecas y en una pierna. Runa seguía tratando de salvar al hombre del suelo con su magia curativa, pasaron varios minutos hasta que anunció que iba a estar bien, pero debían cargarlo al campamento, la cacería había empezado muy pronto a ir mal.

Eri fue todo el camino tocando las heridas de Frey y preguntándole si estaba bien. Le preguntó una y otra vez si le dolía. Pobre Eri, no se había herido hasta ahora, y le costaba saber qué tan herido estaba alguien o cuánto dolor sentía. Frey sólo podía pedirle que fuera paciente.

El tercer equipo se les había unido atraídos por la alarma, ellos ayudaron a sus compañeros a llevar al hombre caído. Llegaron todos al campamento para decidir qué hacer.

Mientras Runa revisaba a Asterión, Eri miró las heridas de su padre. Tenía un corte abierto en el brazo que estaba sangrando aunque no fuera demasiado grave.

—¿Te duele papá? ¿Te doy un besito? La mamá de Koro dice que así se cura.

—Está bien Eri, eso seguro ayudará —Accedió, seguro eso podría ayudarla a sentirse más tranquila.

—¡Mua!

La pequeña puso sus labios sobre el corte sólo un segundo, pero Frey sintió un dolor agudo, tuvo que morderse el labio inferior para no gritar, era como el dolor de una quemadura, apartó el brazo para verlo y se dió cuenta de que su herida se había cerrado, no estaba cauterizada, sino que había cicatrizado a toda prisa, en los labios de Eri alcanzó a ver cómo se apagaba una débil llama azul, Eri respiraba fuego como un dragón, eso ya lo sabía, pero esto era diferente.

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—Eri, ¿habías curado a alguien antes con un beso?

—Solo a Koro, una vez que se cayó, me estaba ayudando a volar.

—Hija, ve con tu mami, está ayudando a los señores heridos, diles que te dejen intentar soplarles despacito, recuerda, despacito.

—Sí papi.

Eri fue con su madre quien igual que Frey le siguió el juego para descubrir que la llama azul de Eri ayudaba a cerrar las heridas, no mejoró el estado del soldado envenenado pero la herida del aguijón se curó de inmediato. Frey felicitó a su hija por un trabajo bien hecho lo que la hizo muy feliz, Era una razón para dejar de ver su naturaleza como algo malo, sería muy bueno cuando se lo explicaran.

—Es increíble, su hija es en verdad muy especial Príncipes, tienen mi gratitud por dejarme conocerla. Ahora lo mejor es prepararnos, las mantícoras son bestias devora hombres, ahora que estamos todos juntos vendrá de seguro por nosotros.

Uno de los soldados la había visto ya volando en círculos no demasiado lejos. Esta vez, Frey invocó su espada con ayuda de Runa y se preparó. A ella le quedaba poca magia para usar después de ayudar a los heridos, pero seguramente, Frey bastaría para acabar con la mantícora. Lo mejor era enfrentarla lejos del campamento. Tomó la lanza del capitán y corrió colina abajo hacia los árboles más altos que tenía a la vista, esperando llamar la atención y que le persiguiera.

La treta funcionó, atrajo a la bestia a un entorno en que el aire no era una ventaja, los árboles podían esconderlo de ataques desde arriba, pero le dejaban poco espacio para usar su espada. La mantícora siguió atacando sin terminar de tocar el suelo, con veloces embestidas que él seguía evitando, hasta que por fin, sintió que estaba en posición perfecta.

Se plantó en el suelo a esperar el ataque que llegó veloz y violento, tomó la lanza del capitán y la arrojó contra el monstruo, lastimándole el ala izquierda y haciéndole caer pesadamente retorciéndose de dolor. Frey se defendió de las zarpas desesperadas con su mandoble hasta que la criatura se incorporó y logró aletear torpemente poniéndose fuera de su alcance. Era lo que esperaba.

Con la mantícora limitada por los árboles y más lenta por sus heridas, Frey podía sacar provecho de su mejor habilidad, saltó varios metros hacia arriba hacia un árbol que usó para impulsarse hasta un segundo y finalmente, justo encima de la mantícora para caer sobre ella empleando la pose de la harpía, poniendo toda su fuerza y peso en un mandoble vertical, atravesando la cabeza y el torso como quien parte un melón, la sangre salpicó la hierba mientras Frey caía al suelo en un golpe ruidoso y seco.

Había ganado por fin, sería mejor no dejar que la espada desapareciera, aunque casi lo permite por la fuerza de la costumbre. Además al parecer se había lastimado el tobillo al caer, podría usarla de muleta, Diosa… Runa le iba a gritar de nuevo por pelear descuidadamente. ¿Quizá el poder de Eri le curaría antes de que se diera cuenta? No, era poco probable que no lo notara de inmediato.

Llegó cojeando al campamento, lo recibió la propia Eri quién estaba emocionada de sentirse útil, le dio su beso curativo en lugar de soplar su llama pero el tobillo no mejoró, al parecer sólo podía cerrar la piel, pero no curar músculos o huesos. Runa lo golpeó en la cabeza con rabia antes de usar sus últimas reservas de magia para curarlo.

—Las mantícoras son seres muy territoriales, nunca hay más de una en un área grande, deberíamos estar a salvo, la última vez no nos la encontramos. Podremos buscar al pegaso sin peligro desde ahora —el capitán Asterión hablaba siempre seguro, daban ganas de creerle. Descansaron esa tarde, aunque apenas habían avanzado, esperarían al día siguiente para continuar.

Esa noche, cuando todos estaban dormidos, una luz pequeña, como una luciérnaga apareció frente a Eri, quien despierta por la emoción, la persiguió hacia el claro donde habían pedido su deseo…