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Capullo de dragon (Español)
La guerra de las rosas.

La guerra de las rosas.

Mamá estaba en verdad muy molesta con esa señora, a Eri no le parecía una persona mala, era bonita, con largo cabello rubio en una cola y ojos que se parecían a su collar de esmeralda. Llevaba una espada extraña al cinturón. La otra señora también se veía muy enojada. Eri se preguntaba si ella también había arruinado algún vestido o se había perdido toda una tarde en la ciudad.

—Así que de todas las personas en el mundo que Artemia podía mandar a Pellegrin, mandan a su princesita —dijo la mujer rubia con una mano en la cintura, miraba a mamá como a veces a Eri la miraba el tonto de Bestenar.

—No te hagas la tonta, —le respondió mamá con su voz de regaño —estás aquí porque sabías que vendríamos, esperabas...

—Esperaba a Jimmer Runaesthera. ¿No creerás que de verdad tenía muchas ganas de volver a verte?

—Por favor ustedes dos. —Papá dio un paso al frente para interponerse entre ellas, su voz era la que usaba para darle órdenes al tonto, pero miraba a mamá como cuando ella se enfadaba con él. Tenemos casi siete años que no nos habíamos visto ¿Y esto es lo primero que hacen?

—Frey, a ti sí que me da gusto verte, —la mujer rubia hizo como que se acercaba, pero al final no lo hizo —tranquilo, no vamos a pelear, así nos saludamos nosotras. ¿Fuimos muy buenos amigos los tres no es cierto? Cuando matábamos dragones con la orden.

—Wooow —Eri no pudo contener su exclamación de asombro y corrió hacia la desaliñada mujer — ¿Usted también es genial como mi papá? ¿Mata a los dragones malos?

—Eri, ven acá —mamá se oía seria, lo mejor era obedecer, aunque le pareció que estaba intentando ser cordial, como cuando la llevaba a conocer a nobles en el castillo —la señora Valderant fue nuestra compañera en la orden hasta que renunció hace unos siete años. Ella y tu papá tuvieron el mismo maestro.

Eri, que ya había vuelto con mamá, abrió sus ojos redondos con asombro —¿En serio? ¿Porqué dejó de matar dragones? ¿Cuántos pudo matar? —Eri sabía que papá y los matadragones solo mataban a los dragones malos, pero se dio cuenta de que a su maestra, quien escuchaba en una mesa cercana, no le gustaban los matadragones.

La mujer se rió un poco y puso esa cara extraña que muchos ponían cuando la conocían, como si se estuvieran aguantando un gas y eso les diera mucha risa.

—Oh por la Diosa, ya había oído hablar de ti pequeña. —se agachó a pellizcarle la mejilla, así que era de esas, qué molesto —Eres mucho más linda de lo me imaginaba. Yo acabé con tres malvados dragones, creo que tu mamá todavía no ha matado ninguno según se cuenta en las tabernas.

—Sabes que los dragones son inmunes a la magia —dijo mamá esforzándose por no ser grosera, pero no le estaba saliendo bien —además yo te ayudé a matar a dos de esos dragones.

—Aún así en la orden no llevan la cuenta de las asistencias, que desafortunado.

—Serás...

Papá volvió a intervenir.

—Eri, es hora de que vayas a dormir, te llevaré yo mismo. —Se volvió a la mesa —Usted descanse lady Meracina. Runa ¿Nos acompañas?

Mamá miró a la señora Valderant a los ojos.

—No, vayan ustedes, hablaré con la capitana acerca del itinerario del viaje.

Papá tomó a Eri de la mano y la llevó al piso de arriba de la posada, a ella le parecía que era un poquito temprano para dormir, pero estaba ya cansada de tanto volar. Así que mejor no se quejó.

Mientras papá la ayudaba a lavarse y ponerse el camisón, Eri sintió curiosidad.

—Papi, ¿Porqué mami y la señora Valderant están enojadas?

—Pues mira Eri... la verdad es que no lo sé. Solían ser compañeras, quizá no las mejores amigas, pero cuando tu mami se unió a la orden de los matadragones, en pocos meses se terminaron odiando. Al parecer Val dice que Runa le hizo algo terrible pero ninguna de las dos quiso decirme qué era. Jimmer me dijo que era culpa mía pero nunca me lo explicó, tal vez Runa la ofendió y yo debía de haberme puesto de su lado, pero en fin, para los hombres, la mujeres son un misterio —mientras hablaba, estaba ya arropando a la pequeña niña dragón.

—Papi.

—Dime amor.

—A veces puedes ser muy tonto.

Valderant, Val, la que había sido una compañera y casi amiga, al menos así lo recordaba Runa. Era la única otra discípula del maestro de espada Akdergos el enano. La única mujer en el mundo que le había hecho sentir celos.

—Entonces —le dijo por fin cuando Frey y Eri ya no podían escucharlas —no tenemos opción, tenemos que hacer este viaje juntas.

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—Sí, eso parece —le respondió cruzando los brazos y evitándole la mirada —vamos a tener que hacerlo, vamos a donde tu marido no pueda detenernos. Pero antes —con una señal de la cabeza, indicó al posadero su orden y les trajeron dos enormes pintas de cerveza. Conociéndola, sería una oscura y amarga. Pero no iba a perder contra ella en nada.

Las dos bebieron la pinta de un largo y penoso trago. Fue evidente para todos los demás, a pesar de sus bravatas, que ninguna de las dos era una gran bebedora. Dejaron los tarros en la barra casi al mismo tiempo y se dirigieron a la puerta sin decir nada más.

—¿A dónde? —Preguntó Runa con la voz agria, mareada por la cerveza y su sabor tan amargo, no era ni un poco de su agrado.

—Detrás del faro no habrá ni un alma. Esta noche no se esperan arribos y el guardafaro estaba en la taberna.

Caminaron juntas sin mirarse hasta que llegaron a su destino. detrás de aquel faro había una pequeña playa, las dos tomaron posición una frente a la otra, a pocos pasos de distancia, como quien se dispone a disputar un duelo.

—¡Runa! ¿Vas hoy por fin a admitir que fuiste una cobarde?

—Tal vez —le respondió, los ojos casi despidiendo llamas —si me dices de qué orcos estás hablando.

—Ya madura, tienes qué ¿Cien años? y hablas como una niña regañada —dio el primer paso al frente.

—Me hablas de madurez —dio un paso a su vez —cuando lo mejor que supiste hacer fue tratarme con tanto desprecio, solamente porque yo me gané primero...

—¡No lo metas en esto! —un paso más, estaban casi al alcance —Sí te odio por habértelo llevado, pero eso no es lo que estamos arreglando aquí. Eras mi amiga, te confié mi mayor secreto, mi mayor vergüenza.

—Jamás se lo conté a nadie, hasta hoy no lo sabe nadie —el último paso.

—Y aunque lo sabías —con los dientes apretados, los ojos destellantes a la luz de la luna, Val lanzó el primer golpe a las costillas de Runa, ella no lo bloqueó ni se movió para evitarlo — ¡No me dijiste la verdad!

Runa, doliéndose del costado lanzó su propio golpe al estómago de su rival, quien tampoco se movió —No iba a ser yo quien te lastimara, pensé que era lo mejor.

—Te toca de nuevo, peleas como insultas mocosa anciana —le dijo ofreciéndole la cara —eres una hipócrita, dejaste que me enterara de aquella horrible forma.

—¿De qué hablas? —preguntó asestando una bofetada con todas sus fuerzas —Frey y yo te lo dijimos antes que a nadie, ni siquiera mi padre lo sabía.

La mujer rubia se llevó la mano a la cara donde el golpe de Runa sin duda dejaría una marca.

—¡No finjas! —tomó a Runa del cuello de su camisa, la agitó como a una muñeca y la arrojó a la arena con la misma facilidad, cayó sentada —estoy segura de que te diste cuenta, esa noche, después de que matamos a mi tercer dragón.

Esa noche, ella y Frey se habían escapado del campamento para estar juntos en privado, tenían un lugar especial, al otro lado de un arrollo. No podía ser..

—Dices que tú... —Runa ni siquiera hizo ademán de levantarse.

—Sí, en ese tiempo yo era la idiota. Los vi salir y los seguí, no podía creerlo, no quería creerlo, sobre todo porque tú lo sabías, lo que sentía por él, y no te conformaste con quitármelo sino que no tuviste el valor para decírmelo en ese momento. Jimmer me dijo después que todos ya los suponían, solo yo estaba así de ciega. Así que no me vengas con eso de que me dijeron antes que nadie. Cuando me dijeron Frey me dio un abrazo y me preguntó si estaba feliz por él. Ustedes ya estaban comprometidos desde hacía meses, y yo —dio una patada en el hombro a Runa, que cayó de lado en la arena.

Runa se quedó un momento en silencio, no tenía idea de que Valderant los hubiera visto, la verdad era que había sido una cobarde, pero quizá la realidad era algo peor.

—¿No dices nada niña abuela? —repentinamente, Valderant se dio cuenta de que no podía moverse.

—Val —Runa se levantó, una de sus manos refulgía de poder, esos hechizos no funcionaban contra los dragones, pero Valderant, no era uno, no tenía oportunidad —ya te desahogaste. ahora es mi turno —con un movimiento de su mano, el cuerpo de Val salió despedido hacia el agua —cuando me uní a los matadragones, ¿Sabes qué fue lo primero que vi? A una mujer hermosa y fuerte, amable, amistosa, casi perfecta, que tenía todo un común con mi prometido. Frey es un bobo, no creo que ni hoy sepa lo que sentiste por él, pero yo lo supe el primer día, porque tus ojos eran como los míos cuando lo mirabas.

Las nubes de tormenta comenzaron a acumularse, Runa estaba sosteniendo a Val con una mano mientras las invocaba con la otra.

—¿Y tú crees... —el viento comenzó a soplar, movido por las tormentas —que fue sencillo imaginarte esos años antes de mi? Haciendo todo lo que nunca hace conmigo. Entrenando juntos, cazando a los dragones, hablando de armaduras, espadas y caballos. Durmiendo a metros el uno del otro, viajando por todo el continente. Incluso cuando me uní eso no cambió, ustedes eran lo mismo, parte de todo aquello, y yo... sólo quería estar con él —el poder mágico de Runa se agotó, el viento se detuvo, las nubes se dispersaron, la luz de sus manos se extinguió como la última brasa de un fuego de hogar. Runa bajó los brazos y la cabeza, agotada y aún dolorida.

Val se levantó, empapada, agotada por resistir el hechizo, su cabello un desastre, su cola se había deshecho. Jadeaba al hablar.

—Eres increíble princesita. —Su voz estaba aún más cargada de desdén —serías capaz hasta de quitarme lo poco que tuve de él si pudieras, parece que nada te basta, tienes ese grandioso poder mágico, pareces una muñeca con esa piel perfecta y ese rostro de hada, vas a vivir miles de años y eres la princesa del reino más grande del continente. ¿Y tienes el descaro de sentir celos de mi?

—Por supuesto tonta —le dijo mientras trataba de tomar aire —ustedes hubieran podido compartir toda su vida. Yo tendré miles de años para llorarlo cuando me deje.

—Entonces ya no pierdas el tiempo, ve con él.

—Runa la miró confundida.

—Yo tengo mi propia familia ahora ¿Pensaste que iba llorarlo toda mi vida? Creo que nunca fue para mi. Pero nunca te perdoné por tu cobardía.

—Yo tampoco te pedí nunca perdón.

—¿Y vas a hacerlo ahora?

—Depende ¿Eso nos hará amigas de nuevo?

—No lo creo princesita, sigues siendo una muñequita inmadura y creo que Frey pudo hacerlo mejor.

—Eso pensé. Igual, te pido perdón fui una mala amiga y una cobarde.

—Ahora dí que eres una mala bebedora.

—¿Qué?

—¡Jajajaja! —La risa de la desaliñada mujer rubia resonó por todo Cerrem. Quería ver si picabas. Pero en serio, esa cerveza por poco te noquea, recuerdo que golpeabas más fuerte.

—Mira quien habla, si te tiré al agua para que no se te notaran las lágrimas, te pusiste toda sentimental.

—Eso no es cierto pedazo de...

No sería ni el inicio, ni la continuación de la amistad que las había unido, pero podrían tener una de las mejores enemistades que dos mujeres hubieran disfrutado jamás.