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Capullo de dragon (Español)
La noche de las lágrimas

La noche de las lágrimas

Frey regresaba de acostar a la pequeña Eri cuando escuchó la voz del monarca.

—El día que atacó el rey dragón —El rey Bestolf de Meyrin se había calmado un poco, explicaba su desasosiego a los asistentes que se congragaron a su alrededor para escucharlo —cuatro grandes bestias llegaron con él, pasaron por el fuego a todo aquel tan valiente o tan tonto para enfrentarlos, mi castillo estaba preparado para incursiones, pero nunca una tan grande como esta. Y el rey dragón... oh Diosa mía, te ruego nunca más me dejes ver a esa bestia, tomó la torre más alta y llenó el castillo con su fuego negro. Erina... mi hija estaba en esa torre, trató de enfrentar a ese monstruo con su lanza plateada, pero sólo consiguió herirle un ojo —el rey levantó la mano derecha como si tratara de alcanzar algo que solo él podía ver. —Ay mi niña, ella era como usted general Freydelhart, había acabado con dos dragones desde que recibió su lanza, estábamos tan orgullosos, era toda una soldado, pero esto fue demasiado para ella, el rey dragón, esa infame bestia la aplastó contra los muros con sus garras. La ví morir ese día hace cinco años ya. Pero jamás podría olvidar su rostro por mucho dolor que me trajera...

Habían enviado a Eri a dormir antes que el rey comenzara su historia, en su presencia, el rey Bestolf apenas podía articular palabra. La reina Eyren, su esposa, era descendiente de la familia de la Madre de Runa, era lago así como su sobrina nieta. Aún así Runa solo conocía a Erina por las historias de sus hazañas. Frey miraba a los monarcas sin saber qué decir, siempre había sido su punto débil, terminaba quedándose callado en situaciones como esta. Dependía totalmente de su prometida para que le dijera qué hacer. Esta vez, ella simplemente abrazó a la reina y le pidió perdón por haberle traído un recuerdo tan doloroso. El rey Alistor se limitaba a escuchar a su igual con las cejas bajas y los labios apretados mientras éste se sumergía en recuerdos de su hija.

Freydelhart estaba abrumado con sus pensamientos. Quizá fuera una simple coincidencia, o quizá los dragones tomaban forma humana imitando a los humanos que veían más de cerca, pero Eri... ¿Qué edad tenía realmente? Si crecía como un humano, y se podía confiar en lo que decía, tendría unos cinco años, habría nacido alrededor de la fecha de la invasión, ¿Eso qué significaba? Y algo que no había pensado... ¿Cómo era realmente Eri? ¿Podría cambiar a una forma humana diferente? ¿Volverse un dragón y volver a ser humana?

Trató de concentrarse, por miles de años la forma humana de los dragones había sido un mito, algo que sólo creían unos pocos ahora cabía la posibilidad de que hubiera dragones por todas partes. El anciano que cuidaba la sala del trono de Meyrin... ¿Tenía cuernos o alas antes de convertirse en dragón? A Frey le parecía recordar que se veía muy normal hasta el momento de transformarse... Y los huesos en la sala del trono... los que había notado junto al cascarón... Eri dijo que el viejo le decía que su madre estaba ahí, pero los dragones no dejan sus huesos al morir... estallan y se consumen en su propio fuego...

Excepto el viejo, su cuerpo no había estallado como los demás.

Se hallaba totalmente absorto cuando el rey Alistor se le acercó —Freydelhart, por favor, traigamos a mi nieta de regreso, despiértala si es necesario, con ofrecerle algo más de pastel debería bastar para que no se niegue, pareció ser de su gusto.

—Si la princesa está de acuerdo —respondió pensando en qué opinaría Runa al respecto.

—Ella me ha dicho lo mismo —la expresión irritada del rey elfo se acentuó al llevarse los dedos al entrecejo —van a ser ustedes padres muy molestos... tú ve por ella, no quiero que el rey Bestolf y la reina Eyren la sigan viendo como fuente de su dolor.

Frey obedeció sin comprender del todo y se puso en camino nuevamente, afortunadamente Eri no lo había obedecido esta vez, la encontró mirando desde detrás de un pilar, hasta había vuelto a ponerse el vestido, aunque no había podido sacar sus alitas sin ayuda de la doncella, se removían incómodas bajo la seda hasta que Frey se arrodilló para ayudarla.

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—Eri, ¿Porqué no te fuiste a dormir? —El tono suave pero autoritario le salía cada vez mejor mientras arreglaba el vestido y el cabello de su hija.

—Papi —¿Que tiene la señora Rena? —Frey imaginó que se refería a la reina —Llora cuando me ve ¿Hice algo malo?

—No Eri... —Frey no tenía corazón para explicarle la verdad, menos aún las sospechas que tenía, aún así le contó lo más cercano que se le ocurrió —Es que extraña a su hija, y ella se parece a ti.

—¿Podemos ir a buscarla? —la pequeña parecía decidida.

—No Eri, su hija fue a un lugar del que no se puede regresar.

—Oooh, tal vez está con mi otro papá, y por eso él tampoco regresó.

—Puede ser Eri, —la diosa de la paz permitiera que tuviera razón —pero ahora ven, tu abuelo quiere verte.

El rey Alistor tomó a Eri de la mano en cuanto la vio, la fue acercando a la reina Eyren, quien sollozaba escuchando las historias que contaba su esposo tras un pañuelo de seda azul.

—Majestad, —dijo el rey con la sonrisa más afable que su barba falsa dejaba ver —quiero presentarle formalmente a mi nieta, hija adoptiva de mi hija Runaesthera, ella dice llamarse Eri, le pido por favor, que la mire, aunque traiga dolor a su corazón.

—Hola su... jajestad. Soy Eri, me gustan los pollos y el pastel, es esa cosa esponjosa que solo te dan al final de la cena, es muy rico. Hoy lo comí por primera vez.

La reina Eyren escuchaba la voz de Eri y comprendía, aunque no sin un gran esfuerzo. Seguramente no compartía la colosal comprensión y sabiduría de mil años del rey Alistor, pero su corazón se reblandeció ante la inocencia de la dragoncita.

—¿En verdad? A mi hija Erina nunca le gustaban los dulces —atinó a decir, con un intento de sonrisa, a Frey le pareció franca a pesar de las lágrimas contenidas —¿te gustaría un caramelo de miel? Son un dulce típico de mi país, a lo mejor había en el castillo, tu papá dice que viviste ahí...

—Sí quiero. No, a mi nunca me daban dulces en el castillo, el señor de la puerta decía que no debía comer nada, que los dragones no necesitan comer. Pero yo siempre tenía hambre. —se metió el dulce en la boca que se derritió de inmediato al calor de su aliento, se llevó las manos a las mejillas, encantada por el dulce sabor —mmm que rico.

—¡Qué horror! — la mujer se llevó la mano al pecho —¿Entonces no comiste nada antes de que te encontraran?

—A veces, —dijo sin dejar de sonreír por el sabor del caramelo —el señor de la puerta me traía un cerdito o un conejo de vez en cuando. Pero él se comía casi todo. Mi pancita siempre estaba rugiendo.

Era obvio, Eri como dragón era inmortal, pero aún sentía hambre, la reina Eyren soltó un par más de lágrimas, esta vez por Eri a quien dio un cálido abrazo. El rey Bestolf sonreía con los ojos húmedos mirando la escena.

—Alistor, viejo taimado, siempre te las arreglas para convencer a todos. De acuerdo, esa niña no tiene nada que ver con mi hija, aún me preocupa el parecido, no quiero ni pensar en las posibilidades. Tu caballero dice que hay un cadáver intacto de dragón en mi patio, enviaré a los magos y sabios por delante, veremos qué podemos averiguar. Hoy, beberemos por la victoria, y ustedes, tórtolos —señaló a Runa y Frey con su copa llena —Denle a esa niña un nombre, si es suya ahora, bendíganla con su nombre familiar —al parecer el rey había estado calmando su dolor con vino.

—Majestad, —dijo Frey —para eso tendríamos que...

El rey Bestolf y Runasthera hablaron casi al unísono:

—"'¡Pues ya va siendo hora maldiciones!"

El rey continuó:

—Les exijo que contraigan nupcias y bendigan esa niña antes de mi partida en dos meses, y hablo en serio, si no lo hacen, la reclamaré por derecho de vasallaje, nació en mi castillo y puedo hacerlo, esa niña será princesa de Artemia antes de dos meses o lo será de Meyrin, y no me mires así Alistor, tengo todo el derecho de mi lado, y sabes que ya era hora de meterle presión a este estirado de yerno que tienes.

—¡Ja!, el problema es justo que aún no es mi yerno, te apoyo Bestolf, yo mismo firmaré un tratado estableciendo la obligación. Y el compromiso.

Eri miraba a un rey y a otro sin entender una palabra. La reina Eyren, acariciando su cabeza, le explicó dulcemente que pronto Frey Y Runa se convertirían de una vez por todas, en su papá y su mamá.