El lunes por la mañana, Dan se duchó, se cambió, tomó sus dos tazas de café habituales y salió de su apartamento a las 8:00 a.m. para caminar cinco cuadras hasta la estación de metro de la calle 65 para tomar el tren G con rumbo a Brooklyn. Después de una espera de cinco minutos, abordó el tren para el corto viaje a Queens Plaza, donde cruzó el anden para esperar el tren E. Cinco minutos más tarde, abordó el abarrotado tren E con destino a Manhattan y sufrió un viaje de aproximadamente quince minutos fuertemente presionado contra los cuerpos de decenas de almas sufriendo su martirio diario en rumbo al trabajo o a la escuela. Uno de estos que obviamente había tenido demasiado ajo en su cena la noche anterior o tal vez en su desayuno le quedó al frente. Moverse no era una opción. Dan trató de alargar lo más posible el intervalo entre respiraciones, e hizo todo lo posible para inhalar solo cuando el otro parecía inhalar también. Inmediatamente detrás de él, una mujer hermosa con un traje de negocios ajustado presionaba contra él, sin duda, por necesidad más que por elección. El calor de su cuerpo en la espalda de Dan y la esencia persistente de su costoso perfume eran muy difíciles de ignorar. Este último habría sido embriagador si no fuera por el olor incongruente y nauseabundo del aliento del joven directamente frente a él. Comenzó a sonrojarse, pensando en su novia y tratando de no detenerse en la hermosa mujer detrás de él, cuyo toque estaba lejos de ser desagradable, especialmente cuando el movimiento oscilante del vagón del metro y las curvas a lo largo de la ruta hicieron que ella se frotara íntimamente contra él. Se preguntó si ella estaba tan incómoda como él mientras trataba de no pensar cómo se sentiría si hubiera elegido mirar hacia ella en lugar de hacia el hombre que parecía haber intentado suicidarse por sobredosis de ajo, y su sonrojo se profundizó al pensarlo.
Después de lo que pareció una eternidad en su purgatorio del metro ya medio camino entre el cielo y el infierno, que era, de hecho, solo una parada un poco más larga de lo habitual mientras el metro se abría paso bajo el East River que separa Manhattan de Queens, el metro eventualmente se detuvo un poco bruscamente en la estación de Lexington Avenue 53rd Street dándole un último golpe de despedida involuntario contra la desafortunada dama detrás de él. Apenas logró salir del vagón del metro antes de que las puertas se cerraran de nuevo con solo empujones menores seguidos de súplicas de “disculpe, salgo aquí“. Luego procedió lentamente junto con la multitud de pasajeros del metro que se dirigían a la salida, a través de los torniquetes y subiendo las escaleras hacia una fresca y maravillosamente resplandeciente mañana de principios de septiembre en medio Manhattan. Esta era la parte de la ciudad que Dan amaba más, aunque generalmente amaba y odiaba la ciudad en igual medida. Su novia, por otro lado, la amaba con todo su corazón. Eso es algo que eventualmente les causaría problemas menores en su relación y más tarde mayores en su matrimonio.
No hay ciudad como la ciudad de Nueva York, e incluso la mayoría de los que crecieron en la ciudad o sus alrededores nunca superan la singularidad de su ciudad que muestra lo mejor y lo peor que la humanidad tiene para ofrecer. Ofrece oportunidades culturales, educativas, arquitectónicas, artísticas, comerciales y profesionales sin precedentes, con la riqueza única que solo una ciudad verdaderamente multicultural puede aportar a los nativos y visitantes por igual, junto con demasiados focos de pobreza abyecta, falta de vivienda desenfrenada que incluye a personas con enfermedades mentales y adictos. Las áreas plagadas crimen también abundan en muchos vecindarios donde los matones corren libres en los cinco condados, incluido Manhattan, no muy diferente de los problemas similares que enfrentan la mayoría de las grandes ciudades, aunque menos visibles quizás para los observadores casuales aquí detrás de una fachada de glamour, riqueza, belleza y el encanto de la ciudad que nunca duerme.
Afuera, disfrutando del aire fresco, finalmente libre de aroma a ajo, Dan respiró profundamente, sintiendo el ambiente inconfundible de Midtown Manhattan con sus montañas móviles de humanidad golpeando el pavimento, esperando impacientemente que las luces se volvieran verdes en las esquinas de las calles o caminando imprudentemente, ignorando semáforos en su contra. Caminó hacia el sur durante dos cuadras hasta la calle 51, luego volteó hacia el este durante dos cuadras adicionales hasta la 2ª Avenida y la escuela insignia PEMTI, ubicada en un edificio de oficinas que algún día había sido impresionante y que aún conservaba una fachada razonablemente elegante si uno no miraba demasiado de cerca. Entró sin obstáculos al vestíbulo principal y escaneó el directorio del edificio que enumeraba múltiples negocios, incluidos varios consultorios médicos, agencias de seguros y PEMTI en el último piso del edificio de cuatro pisos. Ya había numerosas personas esperando el ascensor que sospechaba debían ser estudiantes dadas sus edades y vestimenta, junto con un par de adultos mayores mejor vestidos. Esperó el siguiente ascensor mientras el primero se llenaba rápidamente, y finalmente llegó al área de recepción del cuarto piso aproximadamente quince minutos antes de su cita.
“Daniel Amor para ver al Dr. Green”, le dijo a la recepcionista afroamericana de veintitantos años con cabello corto y un elegante traje de negocios de color púrpura claro con una blusa amarilla que levantó la vista de su material de lectura con una sonrisa amistosa. “Le ha estado esperando”, dijo, y levantó el teléfono para anunciarlo. “Por favor, tome asiento, Sr. Amor. El Decano Green estará con usted en breve”, agregó colgando el teléfono.
“Gracias”, dijo Dan mientras se movía hacia una de las sillas desocupadas a su derecha. Se dio cuenta de que varias personas, probablemente estudiantes, estaban sentadas en aproximadamente la mitad de la docena de sillas disponibles con portapapeles, escribiendo atentamente. Se preguntó si serian solicitantes de admisión o solicitantes de empleo.
Unos minutos más tarde, un hombre de mediana edad se acercó al área de recepción y lentamente caminó hacia Dan. Aparentaba tener algo más de cuarenta años, luciendo una camisa amarilla arrugada con mangas arremangadas, una fea corbata verde y pantalones marrones sobre los cuales colgaba una abundante barriga como pan con demasiada levadura desbordando su recipiente. Lucía una barba completa, gafas de plástico negro y cabello castaño oscuro largo, rizado y despeinado. “Debes ser Dan”, dijo, extendiendo su mano mientras Dan se levantaba para estrecharla. “Soy el Dr. Howard Green”.
“Encantado de conocerte”, dijo Dan, ofreciéndole un firme apretón de manos y una sonrisa.
“Ven conmigo. Me seguirás hoy y te informaré sobre tus responsabilidades mientras trabajo. Pero también tendremos algo de tiempo juntos, incluida aproximadamente media hora antes de algunas reuniones de estudiantes y profesores esta mañana”. Con eso, el hombre quien aparentaba más un detective privado arruinado en una antigua película de Hollywood que un administrador académico, se volvió y le indicó a Dan que lo siguiera. Dan hizo lo que se le pidió, su sonrisa desapareciendo. No era lo que esperaba, pero sabía que era mejor no juzgar un libro por su portada, por lo que siguió silenciosamente a su nuevo mentor hacia su oficina.
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La oficina era una habitación abarrotada, pequeña y sin ventanas de unos cuatro metros de largo por cuatro metros de ancho, no muy diferente de la suya, pero sin una ventana que diera al pasillo. Un escritorio de metal maltratado estaba ubicado directamente frente a la puerta, a uno metro y medio de la pared trasera. Las sillas de plástico con marcos de metal no muy diferentes de las que se encuentran en un patio de comidas típico en un centro comercial estaban ubicadas frente al escritorio, y una silla de respaldo alto de cuero muy gastada colocada detrás de el. Estanterías de metal cubrían lo largo de una pared, y un archivador similar al de la oficina de Dan estaba colocado en ángulo recto con el escritorio para facilitarle el acceso al ocupante del mismo. Había montones de papeles y libros por todas partes con poco espacio para moverse en el espacio reducido.
“Toma asiento”, ordenó el Dr. Green, señalando la silla de plástico más cercana frente a su escritorio mientras se senaba en su silla de cuero. Luego entrelazó los dedos de ambas manos detrás de su cuello y se reclinó en su silla. “Entonces.” continuó después de observar fijamente a Dan durante lo que a el le pareció mucho tiempo. “Eres el nuevo decano de la escuela de Queens. ¿Es este tu primer roce con el mercado de escuelas de negocios propietarias? ”
“Sí, lo es”, le contestó Dan. “No es un camino que había contemplado tomar hasta que vi el anuncio en el Times y decidí postularme. Había estado considerando un puesto académico, pero en un colegio o universidad tradicional”.
El Dr. Green sonrió. “Así que querías ser académico y terminaste en PEMTI, ¿eh?”
“Así es”, dijo Dan.
“Bueno, la academia esto no es”. El Dr. Green se burló con una sonrisa débil. “Pero hacemos lo que podemos por nuestros alumnos. Quiero enfocar directamente en unos temas de gran importancia, ya que eres un novato en esto y yo ya soy veterano en el mercado propietario. Debes entender que esto es ante todo un negocio, y que nunca puedes perder vista de lo que afecta el lucre o serás despedido más rápido de lo que puedes decir adiós”.
“No tengo ningún problema con apegarme a un presupuesto o generar ingresos para la escuela, siempre y cuando sepa que los estudiantes están siendo bien atendidos. No tendré que ser despedido si descubro que ese no es el caso, con gusto renunciaré“, respondió Dan sin intentar ocultar su molestia. “Aumentar las ganancias está bien para mí, siempre y cuando el producto proporcione un buen retorno de la inversión para los estudiantes. Si no lo hace, no seré parte de eso”.
El Dr. Green no dijo nada mientras Dan hablaba. Simplemente lo miró con la misma sonrisa. “Ya veremos”, fue su única respuesta una vez que Dan terminado de hablar. “Por ahora, déjame tratar de darte una idea básica de lo que se te pedirá que hagas. Tienes suerte de tener un director razonable para trabajar con el en la escuela de Queens, y también tienes una lista bastante estable de maestros allí. Además, las inscripciones están dentro de límites aceptables y el personal de apoyo también ha sido bastante estable, gracias en gran parte por el estilo de liderazgo de Marvin, que en su mayor parte apoya a sus gerentes y trata a su personal decentemente. Así que los empleados están relativamente contentos con su suerte y no tienes demasiados problemas serios de los que preocuparte de inmediato”.
“Es bueno saberlo”, señaló Dan, agradecido por esa evaluación.
“Dicho esto, este es un negocio difícil. Debes comprender que tratamos con la clase más baja de estudiantes. Muchos eligen la escuela de negocios solo porque necesitan trabajar o estudiar para mantener los cheques de bienestar, y la escuela es más fácil que el trabajo real. Al menos la mitad de los estudiantes están aquí solo para estafar al sistema, incluso los que realmente quieren una educación. Tomarán préstamos estudiantiles que nunca tienen la intención de pagar, al igual que cualquier otro crédito que puedan haber tenido en el pasado, si es que lo tienen, y aprovecharán las subvenciones federales y estatales que pagan la mayor parte de su matrícula. Esto es tan cierto para la escuela de Queens en general como lo es para el resto de nuestras escuelas y para toda la industria. Básicamente estamos siendo subsidiados por el gobierno y por préstamos estudiantiles que casi la mitad de los estudiantes no tienen intención alguna de pagar. Y esa es la espada perpetua que pende sobre nuestras cabezas, ya que el gobierno puede cortar nuestra capacidad de calificar para préstamos y subvenciones estudiantiles garantizadas en cualquier momento si las tasas de incumplimiento se vuelven excesivas, lo cual ellos juzgarán generalmente alrededor de un 50-55 por ciento de tasas de incumplimiento estudiantil”.
“No tenía idea de nada de esto”, dijo Dan.
“Por supuesto que no. Nadie fuera de la industria lo sabe. Además, el Departamento de Educación del Estado (SED) en general no piensa muy bien de nuestra industria, por lo que pueden ser un verdadero dolor de cabeza cuando se trata de auditorías periódicas o en rechazar nuevas propuestas de cursos. Debes asegurarte de que tus maestros mantengan sus planes de lecciones y que estos contengan información razonable y relevante. Esa es una parte importante de tu trabajo. Muchos, si no la mayoría, de tus maestros probablemente serán perezosos y retrasarán esa parte de sus trabajos mientras puedan salirse con la suya. Debes asegurarte que mantengan sus planes de lecciones actualizados y que los revises y mantengas en práctica regularmente. Sospecho que tendrás problemas con varios de tus maestros, incluso con aquellos que son bastante decentes en el aula según las conversaciones con su predecesor. Si no impons mano dura sobre ellos, te pasarán por encima y harán la menor cantidad de trabajo posible, y el escribir planes de lecciones no es una parte favorita del trabajo para ninguno de ellos. ”
“Ya que mencionas a la facultad”, intervino Dan, “¿con qué frecuencia los evaluamos, y hacemos que los estudiantes los evalúen regularmente?”
“Eso depende de ti, Dan. Si te sobra el tiempo, puedes evaluarlos anualmente, trimestralmente o en cualquier momento que quieras hacerlo. A SED no le importa mucho eso, siempre y cuando sus credenciales se verifiquen y tengan planes de lecciones actuales archivados en tu oficina. Durante una auditoría, eso es todo lo que querrán ver. Las evaluaciones de los estudiantes son irrelevantes, al igual que las observaciones de sus clase, excepto en los casos en que tiense sospechas sobre lo que está sucediendo en un aula o desea construir un caso contra un maestro determinado. Como sabes, se emplean a voluntad y pueden ser despedidos en cualquier momento con o sin causa. Pero debes tener cuidado en despedir a cualquier persona en una clasificación protegida, ya que probablemente demandarán o presentarán cargos de despido discriminatorio, independientemente de la culpa o la incompetencia galopante que tengan. Los hombres blancos heterosexuales los puedes tirar por las ventanas sin problema y a nadie le importará, pero ten cuidado con casi todos los demás. Personalmente, no evalúo a mis maestros a menos que tenga un problema o sospecha de un problema de uno de ellos, incluidas demasiadas quejas de los estudiantes”.
“Ya veo”, dijo Dan, sin ver realmente nada en absoluto y sin tener intención alguna de seguir el consejo de evaluar a la facultad solo como un protocolo de gestión de riesgos.
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