El avión aterrizó puntualmente según los cálculos de Grivna. Un radiante sol iluminaba el exterior, y Hammya se sintió aliviada al saber que habían tocado tierra. La puerta del avión se abrió, y al hacerlo, Hammya quedó asombrada al contemplar las imponentes puertas de la O.M.G.A.B. Eran de hierro macizo, con la imagen de un león en cada puerta, cuyos perfiles se repetían de manera simétrica. Dos enormes pilares flanqueaban la entrada, y altos muros rodeaban la zona, con solo unos cuantos árboles dispersos en las cercanías.
—Esto es extraño. Hay guardias en las puertas. Parece que la administración ha cambiado mucho durante mi ausencia en los últimos meses —comentó Hammya, observando a los vigilantes.
—¿Bajamos o no? —preguntó impaciente.
—Sí, esmeralda —respondió Candado con determinación, dirigiéndose a todos—. ¡BAJEN DE LA NAVE!
Una vez que Candado dio la orden, todos descendieron del avión y se acercaron a las majestuosas puertas.
—Mira, mi querida esmeralda, observa "los pilares de la victoria". Es el símbolo más glorioso y respetado por todos los gremialistas —explicó Candado, dirigiéndose a Hammya.
Candado se acercó a la puerta y le dio dos golpes fuertes. En respuesta, dos cámaras emergieron del suelo y enfocaron a los presentes antes de volver a ocultarse.
—¿Cámaras topos en lugar de seguridad humana? Parece una broma. —Candado frunció el ceño—. Creo que la O.M.G.A.B. ha cambiado mucho.
Después de unos minutos de expectante espera, las enormes puertas se abrieron lentamente, y la majestuosidad de la sede de la O.M.G.A.B. se reveló ante los ojos de los recién llegados. Era un edificio de imponente blancura, con las banderas de la organización ondeando en cada balcón, todas ellas con el característico emblema del león blanco. En su entrada principal, una inmensa escultura de Harambee, tallada en mármol blanco, miraba el horizonte con sus ropas tradicionales y sosteniendo una lanza de más de quince metros de altura. La estatua estaba rodeada por un frondoso jardín de flores rojas que realzaban la majestuosidad del conjunto.
El edificio principal albergaba un amplio balcón, el lugar donde los líderes se reunían para pronunciar sus discursos. Allí se ondeaban las banderas de los países que componían la organización, entre ellos Alemania, Francia, Kenia, Paraguay, Irán, China, Argentina, Cuba, Venezuela y Japón. Los jardines y césped estaban impecablemente cuidados, y se encontraban rodeados de árboles de gran tamaño. Una elegante vereda pavimentada con piedra llevaba a asientos y mesas del mismo material, y fuentes de estilo europeo aportaban al ambiente un toque de serenidad y elegancia.
El entorno estaba repleto de personas de todas partes del mundo, vistiendo desde atuendos formales hasta ropas tradicionales y modernas. En este territorio tan extenso, que abarcaba más de doscientos kilómetros de largo, se hablaban todos los idiomas, lo que lo convertía en un lugar de diversidad cultural única. Para poder diferenciarse del resto del mundo, los Semáforos portaban un uniforme distintivo: vestían de blanco con una franja roja que cruzaba desde su hombro izquierdo hasta la cadera derecha, y llevaban una venda en su brazo derecho con los tres colores rodeados por una serpiente. En algunas ocasiones, usaban sombreros del mismo estilo.
Los habitantes de la isla se movían con tranquilidad por el lugar, muchos de ellos llevando libros bajo el brazo. En un edificio pintado de rojo, conocido como la escuela roja, se enseñaba a las personas a controlar y perfeccionar sus poderes, tanto a aquellos que los poseían como a los que no. También se brindaban clases de defensa personal y técnicas de combate. Además, se podía encontrar una amplia gama de personas, desde ancianos hasta jóvenes adultos, desempeñando roles como profesores, guardias, ingenieros, concejales, representantes y ex-representantes de la organización. En todo el lugar, se podían observar a individuos manifestando sus habilidades sobrenaturales para entretenerse o entretener, y algunos practicando técnicas de combate en entrenamientos al aire libre. Era común ver a personas pasear con sus mascotas, ya fueran perros, gatos o aves de todo tipo. Numerosas plazas adornaban el paisaje, muchas de ellas con fuentes en su centro, pero la más destacada era la "Plaza de los Grandes Hermanos", que albergaba enormes árboles, hermosas fuentes y áreas de descanso.
Hammya, ante el espectáculo de todo lo que se encontraba a su alrededor, no pudo evitar quedar impresionada.
—Mira, mi querida esmeralda, bienvenida a la Organización Mundial de los Gremios Adjuntos Bernstein —dijo Candado con orgullo.
—¡Guau, es realmente hermoso! —exclamó Hammya, maravillada por la vista.
—Y eso que todavía no has visto el resto del pueblo —comentó Clementina, agregando aún más a la emoción de Hammya.
—Bien, continuemos. Todavía tengo asuntos pendientes que atender.
Candado avanzó hasta la plaza central del lugar, donde se alzaba la imponente escultura en honor a Harambee. Se acercó a la fuente, donde miles de monedas descansaban en sus profundidades. Extrajo una moneda de un peso de su bolsillo, cerró los ojos y murmuró con reverencia.
—Señora Harambee, he regresado para cumplir con mi deber como gremialista.
Con un gesto certero, arrojó la moneda al agua. Cuando se dio la vuelta, notó que un puño se aproximaba a gran velocidad. Con sus reflejos y velocidad sobrehumanos, Candado detuvo el puñetazo con su mano abierta.
—¿Qué estás haciendo, Jacqueline? —inquirió Candado con su habitual expresión fría.
—Oh, Cadenas, comment tu vas? Ça faisait longtemps. (Oh, Candado, ¿cómo estás? Hace mucho tiempo) —respondió Jacqueline con su distintivo acento francés y una sonrisa traviesa en el rostro.
Jacqueline: de cabello largo y rubio, llevaba calzas blancas con botas negras, una camisa blanca debajo de un chaleco de gala rojo, un chaqué azul, un pañuelo blanco anudado al cuello, una boina negra y guantes finos blancos. Le costaba hablar en español, y su acento francés era inconfundible. Era conocida por su desenfado y capacidad para sorprender a la gente, a excepción de Candado, a quien solo le daba la bienvenida a su manera. Ella solía llamar cariñosamente a su amigo como "Cadena" (una traducción de Candado al francés).
Poder: Jacqueline tenía el control sobre el agua y el hielo, y sus cuerdas vocales eran resistentes y podían emitir un grito capaz de descomponer cualquier cosa o aturdir a sus enemigos. Además, tenía la habilidad de volar y transformarse en un búho.
Habilidad: Era maestra en sacar de quicio a las personas.
—Sí, estoy bien. Y estaría aún mejor si retiraras esa mano maldita —respondió Candado, con su expresión fría e imperturbable.
Jacqueline obedeció de inmediato y bajó su puño con una sonrisa juguetona en el rostro.
—Veo que tus reflejos han mejorado, Cadenas.
—Veo que tu español ha mejorado, aunque mi nombre es Candado, no Cadenas.
—Así se dice en francés —replicó Jacqueline con una sonrisa juguetona.
—Me da igual, prefiero que me llames por mi nombre en español, no en tu idioma —afirmó Candado.
—Lo que digas, Candado —aceptó Jacqueline, aunque con alguna dificultad en la pronunciación.
—Muy bien, Jacqueline, te presento a mis amigos, Hammya y Nelson.
—Oh, parece que Héctor no pudo venir, ¿verdad? Ya que trajiste a un hada contigo —comentó Jacqueline con cierta sorpresa.
—Sí, por ahora —respondió Candado.
Hammya extendió la mano y saludó amigablemente:
—Saludos y mucho gusto.
—¿Y el anciano? —preguntó Jacqueline.
—Es un turista. Después de todo, él también fue vicepresidente de la O.M.G.A.B. hace años —explicó Candado.
—Oh, bienvenido a nuestra organización —saludó Jacqueline.
Nelson comentó con aprecio:
—Guau, hace mucho tiempo que no he estado aquí. Ha cambiado mucho este lugar.
—Sí, es un honor tener a un veterano como tú en nuestra organización —dijo Jacqueline.
—Me gusta que los jóvenes de hoy en día se interesen en este tipo de cosas —añadió Nelson.
En ese momento, alguien gritó:
—¡VAYA! ¡PARECE QUE HAN LLEGADO!
Candado se volvió para ver a un rostro familiar acercándose.
—Oh, miren, ahí viene Alejandra, la nazi.
—Ich werde den Schädel zerstören (Voy a destrozarte el cráneo) —declaró Alejandra mientras pegaba su frente a la de Candado.
Alejandra: tenía el cabello largo y rizado de color rojo, vestía pantalones negros, una camisa roja de mangas largas, un saco blanco de paño y un chaleco negro con un listón amarillo. Era conocida por su mal genio, y pocas personas toleraban su comportamiento debido a que le temían, pero Candado nunca se dejaba intimidar por alguien como ella. De vez en cuando, discutían entre sí. Al igual que Jacqueline, cuando hablaba español, se notaba su acento alemán.
Poder: La fuerza bruta y el rayo.
Habilidad: Provocar temor a sus enemigos.
—Ich will sehen, wie du es versuchst, Idiot (Quiero ver cómo lo intentas, idiota), Alejandra —respondió Candado con una expresión fría.
—Ya, ya, paren ustedes dos, por favor —intervino Jacqueline, separándolos con sus manos en medio de ambos.
—Alejandra, me alegro de verte —saludó Clementina.
—Yo también me alegro de verte, aunque la verdad hubiera sido increíble que solo tú vinieras y no él —respondió Alejandra con cierto sarcasmo.
—Ya quisieras, niña.
—Voy a destruirte a ti y a esa ridícula boina que llevas.
—Vamos, que aquí te espero.
Candado encendió ambos puños con su flama violeta y se lanzó hacia Alejandra, pero Jacqueline intercedió, tomándolo del pecho, y Clementina sujetó a Alejandra para evitar que se acercara a Candado.
—Ya, por favor, paren, te van a sancionar de nuevo, Cadenas —instó Jacqueline mientras trataba de detener a Candado.
—Rata inmunda —insultó Alejandra.
—Por favor, no incites —rogó Clementina.
—Maldita...
—¡BASTA! —gritó Nelson.
En ese momento, ambos cesaron la lucha y se detuvieron. El anciano imponía respeto a Alejandra, y Candado sabía que si no se detenía, sería sancionado nuevamente y no tendría su ayuda.
Jacqueline soltó a Candado y, mientras se secaba el sudor de la frente, dijo:
—Discúlpate con la señorita, Cadenas.
Candado no se negó a obedecer a Jacqueline y arregló su boina y corbata antes de disculparse sinceramente:
—Mis disculpas por haber dicho eso. Como fui yo quien empezó, pido humildemente su perdón.
—Ah, entonces las aceptaré —respondió Alejandra.
—¿Qué tal si empezamos de nuevo? —propuso Candado, extendiendo su mano. —Hola, Alejandra, ha pasado mucho tiempo.
—Hallo, schön dich wieder zu sehen (Hola, gusto en verte de nuevo) —respondió Alejandra.
—Ya, sí, yo también es un…gusto.
—¿Qué tal si lo hablamos adentro? Después de todo, Yuuta ha querido hablar contigo —sugirió Jacqueline.
—¿Así? Entonces vamos, no quisiera hacer esperar a cara sospecha.
Con esas palabras, Candado y sus compañeros decidieron entrar al edificio. El interior era sumamente espacioso, con pasillos extensos y más de diez pisos de altura. Un inmenso silencio impregnaba el lugar, y todas las conversaciones se llevaban a cabo en voz baja. En la entrada del edificio, se alzaban majestuosas esculturas de los siete primeros presidentes de la O.M.G.A.B.: Jack Barret, Rosa Velázquez, Alex Bernstein, Shen Jun-Li, Iván Crusoe, Chizuru Aikawa y, en el centro, Ndereba Harambee sosteniendo su lanza. Candado se acercó a la escultura de su bisabuelo y tocó la placa que llevaba su nombre y fechas de vida: "Jack Gervasio del corazón de León Barret (1902—2005)". Con reverencia, Candado se quitó la boina e inclinó su cabeza.
—Estoy aquí para honrar a nuestra familia y a nuestra patria. Espero que estés orgulloso de mí.
Luego volvió a colocarse la boina y se dirigió hacia las escaleras, alcanzando a sus amigos, quienes ni siquiera lo habían notado cuando se detuvo frente a la estatua. Sin embargo, Candado no le dio importancia y continuaron hacia un pasillo que conducía a una enorme puerta. Candado abrió la puerta con un golpe de su puño derecho, lo que generó un fuerte ruido, llamando la atención de quienes estaban adentro, pues sabían que él era el único capaz de abrir esa puerta de esa manera. En la sala se encontraban siete personas, claramente los presidentes de la organización. La habitación era espaciosa, con grandes ventanales y una puerta de cristal que conducía al balcón desde donde se pronunciaban los discursos. En una de las paredes se veían los retratos de todos los presidentes que los habían precedido.
—Candado, su leal camarada, ha regresado.
Las palabras de Candado dieron lugar a que sus compañeros se precipitaran a abrazarlo (excepto Yuuta). No se habían visto durante meses, y aunque permitió los abrazos, Candado no mostró felicidad ni nostalgia en su rostro, manteniendo su expresión imperturbable.
—Yo también me alegro de verlos.
Después de un rato, todos se apartaron. Candado se acomodó la ropa y dirigió su mirada a Yuuta, quien estaba sentado con los brazos cruzados, sonriendo.
—Nankinjo, bienvenido a la O.M.G.A.B.
—Ahórrate esa bienvenida, Yuuta.
Luego, Candado procedió a estrechar las manos de sus camaradas. Primero, se acercó a Armando Castro.
Armando era un hombre de cabello negro, piel morena y ojos marrones. Vestía con ropa militar de su país, con un gorro verde, y rara vez se arremangaba su camisa militar. Tenía una profunda admiración por el Che Guevara y Fidel Castro, lo cual se reflejaba en su elección de vestimenta. Era el único que llevaba la insignia de líder en la cintura. Armando consideraba a Candado como un hermano.
Poderes: No tiene registro, Candado nunca lo vio pelear.
Habilidades: Es bueno en el arte de la sanación, cura a sus amigos con elementos que lleva en su mochila.
—Bienvenido, amigo.
—Gracias, Armando.
A continuación, Candado saludó a Aurora Solari, a quien le dio un apretón de manos. Aurora tenía el cabello corto y negro, una tez morena y unos preciosos ojos grises. Vestía con una pollera azul oscuro que le llegaba hasta las rodillas, medias blancas, zapatos negros, una camisa blanca con un listón azul y un chaleco de lana azul oscuro. Era una persona amable que rara vez mostraba enojo hacia los demás, siendo generalmente comprensiva. No obstante, cuando se trataba de defender a su país y a su presidente, Hugo Chávez, se transformaba en una fiera. Aurora se llevaba muy bien con Candado.
Poder: Puede transformar sus brazos en espadas y puede lanzar minerales como proyectiles de sus manos.
Habilidades: Es muy buena en descifrar códigos.
—Hola, compañera.
Solari le dio un abrazo y dijo:
—Te extrañé, boinudo.
Candado se separó de ella y le dio una palmadita en la cabeza. Luego se dirigió hacia el tercer miembro, Raúl Rojas, quien resultó ser un primo lejano de Candado.
Raúl tenía el cabello corto y negro, siempre bien peinado, un lunar en su mejilla izquierda, ojos verdes y piel morena. Vestía de manera muy formal, como un empresario del siglo XV más o menos, y usaba anteojos debido a su mala vista. Era una persona ordenada y extremadamente culta, a menudo acudían a él sus compañeros para buscar soluciones a problemas difíciles. En muchas ocasiones, incluso Candado solicitaba su ayuda.
Poder: Armado de una libreta y un lápiz, puede dibujar y traerlos al mundo físico, usa un poder idéntico al de Candado que es el fuego blanco y los tatuajes blancos.
Habilidad: Ninguno en especial, es bueno en todo.
—Candado, es bueno tenerte en los laureles del trabajo.
—Me alegra haber vuelto, Raúl.
Candado dio un apretón de manos con su mano izquierda, mientras encendía su mano con la flama violeta, y Raúl hacía lo mismo con su mano derecha, pero su flama era blanca. Cuando sus manos chocaron, las flamas se separaron una de la otra.
—Bienvenido, Candado.
—Gracias.
Luego, Candado miró y saludó al cuarto miembro del grupo, quien resultaba ser el descendiente directo de Ndereba Harambee: Morani Kirinyaga Harambee. Candado se acercó a él y le extendió una mano.
—Hola, es un honor volver a trabajar contigo.
Kirinyaga: Es de cabello corto, blanco y bien peinado, descendiente de Harambee, sus ropas son tradicionales de su pueblo. Es una muy buena persona, trata de llevar todo lo que puede con su título de líder y representante. Es la persona muy comprensiva y cariñosa del grupo.
Poder: Maneja la antigua magia de sus antecesores.
Habilidad: Maneja muy bien el lenguaje del Baukúru (lenguaje que se utiliza para elaborar ataques).
—Lo mismo digo, señor Kufuli.
—Sería bueno que hables por mi nombre en castellano, si no es mucha molestia.
—Me gusta llamarte así, es un honor llamarte Kufuli.
Candado luego se volvió y vio a Banu Fereshteh, una joven nerviosa que no podía quedarse quieta ni un momento. Estaba constantemente moviéndose, como una botella que ha sido agitada varias veces. No estaba claro si su nerviosismo se debía al estrés o al entusiasmo. Candado se acercó a ella, se quitó la boina y le extendió la mano.
—Tanto tiempo amiga.
Banu, llamada por todos (excepto Candado y Jacqueline) por su apellido Fereshteh, era tratada como una princesa por todos a pesar de provenir de una familia humilde y sin ningún título nobiliario. Vestía con su hiyab, ocultando parcialmente su rostro y dejando a la vista sus ojos grises claros y nariz. Usaba ropa moderna, aunque seguía utilizando sus ropas tradicionales. Candado y Jacqueline fueron los únicos que pudieron ver su rostro verdadero, con cabello negro y piel morena. Era una persona que no tenía interés en dañar a otros con su poder, incluso a aquellos que eran malvados, ya que no estaba en su naturaleza. A menudo se ponía nerviosa en reuniones o al interactuar con otras personas en general, y para evitar tartamudear debido a su timidez, se sentaba al lado de Candado y jugaba con una pelotita amarilla.
—Hola, es un placer que vuelvas.
Banu colocó su mano en la palma de Candado, quien se inclinó y le dio un beso en la contra palma de la niña.
—He vuelto, Banu. Espero volver a jugar contigo, madame —dijo con ternura.
A pesar de su nerviosismo, Banu respondió en persa:
—من خوشحالم، میخواهم دوباره بازی کنم، قفل (Me alegra, quiero volver a jugar).
Candado sonrió y acarició su cabeza, respondiendo en persa:
—بله، این لذت بخش خواهد بود (Sí, será agradable).
Banu, aliviada, mostró una sonrisa tímidamente y dijo:
—¿En serio?
—Claro, jugaremos esta tarde —dijo Candado, tratando de mostrar una sonrisa amigable—. Será divertido volver a traer esos recuerdos del pasado.
Luego, Candado se colocó su boina y se dirigió a la quinta persona que iba a saludar, Yen Shaoran. Shaoran tenía el cabello negro y recogido con un pequeño cascabel como moño. Vestía una camisa roja con pantalones negros ajustados y zapatos blancos. Era conocida por su madurez e inteligencia en asuntos relacionados con la O.M.G.A.B., a tal punto que muchos pensaban que estaba a cargo de la organización.
En cuanto a sus habilidades, Shaoran poseía la capacidad de crear ilusiones de cualquier tipo, controlar el fuego y lanzar golpes potentes. Sus habilidades específicas eran desconocidas.
Candado le dio la bienvenida con una sonrisa cordial.
—Hola, Shaoran, es un placer verte de nuevo.
Shaoran inclinó la cabeza, indicando que las palabras de Candado habían sido apreciadas.
—Gracias, Candado. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en decírmelo.
Candado asintió con agradecimiento.
—Claro, sería un honor.
Luego, Candado dirigió su atención a Yuuta, la persona con la que no mantenía una relación buena. A pesar de su enemistad, ambos disimulaban su desprecio mutuo. Nadie sabía por qué no se llevaban bien, aunque era un hecho conocido en la O.M.G.A.B. Candado se ajustó la boina y se acercó a la mesa, donde Yuuta estaba sentado sin levantarse. Yuuta lo miraba a los ojos mientras sostenía una taza con una cruz de Jesucristo. Candado no le dio importancia al símbolo y se centró en Yuuta. Extendió su mano hacia él.
Yuuta tenía el cabello negro y vestía ropas tradicionales debido a su crianza en un templo. Sus ojos eran de un inusual color rojo, heredados de su familia. A pesar de las diferencias con Candado, Yuuta lo respetaba y viceversa. Yuuta tenía un año más que los presentes y compartía la misma estatura que Candado. Era considerado un sabio en la O.M.G.A.B., y aunque sus diferencias con Candado eran notables, ambos se respetaban.
En cuanto a sus habilidades, Yuuta tenía control sobre el aire y era experto en juegos de lógica.
Candado extendió su mano hacia Yuuta con una expresión seria, dispuesto a conversar.
—Vaya, vaya, nunca pensé que volvería a verte, Nankinjo.
—Ja, estás mintiendo, sino no estaría aquí.
—Bien, ahora que has vuelto, necesito tu ayuda.
—Yo también necesitaré tu ayuda—luego miró a su alrededor—la de todos.
—¿Qué necesitas de nosotros, hermano?—preguntó Armando.
—Por favor, siéntense en sus lugares y les contaré todo.
Cada uno tomó asiento en sus lugares. Clementina, Hammya y Nelson se sentaron en unas bancas que había en la sala, mientras Candado permaneció de pie para relatar todo lo que había vivido y visto en los últimos meses. Les habló de los casos de asesinato, tanto entre los gremios como en los circuitos. Les contó sobre los Testigos y su ataque a los Semáforos, y les relató sobre el desquiciado Desza y su venganza contra los gremios.
—Esa es mi historia. Todos quedaron en silencio, intentando procesar lo que acababan de escuchar.
No podían creerlo.
Después de casi cincuenta años de su desaparición, había vuelto.
—Imposible—murmuró Armando en voz alta.
—Esa es mi historia.
Todos quedaron en silencio, tratando de asimilar lo que habían escuchado. Lo que Candado relataba parecía sacado de una pesadilla, y la gravedad de la situación era evidente. Habían pasado décadas desde que Candado se había unido a la organización, y sabían que no regresaría solo para contar una historia inventada.
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—Imposible —murmuró Armando en voz alta.
—¿Y bien? ¿Me ayudarán?
Yuuta se puso de pie y miró a Candado a los ojos antes de responder.
—Me temo que no.
Las pupilas de Candado se dilataron y mostraron un fugaz color violeta en ellos.
—¿Cómo? ¿Acaso no escuchaste lo que acabo de decir?
—Lo he hecho, y lo siento, pero no voy a ayudarte.
—Yuuta, ¿Por qué? Esto es serio —dijo Armando.
—Sí, lo es, pero solo para Argentina. No es un problema mundial.
—¿¡QUÉ ESTÁS DICIENDO!? —gritó Candado.
—Digo que solo es un problema menor.
—¿Menor? ¿Acaso esas víctimas son un problema menor?
—Nankinjo, sé que estás enojado y estás en todo tu derecho, pero la respuesta es no.
—¿Por qué? —preguntó Jacqueline.
—Verán, los Testigos son una plaga que ha sido erradicada, junto con sus conocimientos, así que estos solo son usurpadores, nada más.
—Usurpadores o no, han atacado a los Semáforos y hay que capturarlos antes de que hieran a más gente o, peor aún.
Candado se encontraba totalmente indignado con lo que había dicho Yuuta. Sus dientes crujieron de ira, y, soltando todo su enojo, dijo:
—¿Cómo se te ocurre? ¿No me escuchaste acaso? Se llevaron el pergamino en el cual estaba el dialecto de Harambee. Si llegaran a descifrarlo...
—Todavía necesitan la lanza, así que no importa. Jamás llegarán hasta aquí.
—¿Qué te hace pensar que no harán lo mismo con la O.M.G.A.B.?
—Es de pura lógica. Es la cumbre de nuestro esfuerzo. Algo así jamás podrá pasar aquí.
—Nuestro problema ya no es más los circuitos, sino que ahora son los Testigos. Date cuenta, Yuuta, esto ya no se trata de ellos.
—Candado, tus ideas de llegar a una paz con ellos te llevaron a mentirnos de esta forma.
El enfado de Candado era palpable, pero antes de que pudiera responder, un grito inesperado resonó en la sala, dejando a todos sorprendidos. Hammya, con su ceño fruncido y los puños apretados, se había levantado de su silla.
—¡CANDADO NO ES UN MENTIROSO!
La sorpresa se reflejó en el rostro de todos, incluyendo el de Candado. Clementina y Nelson también se levantaron, respaldando a Hammya. El ambiente se volvió tenso en la sala de reuniones.
La discusión entre Candado y Yuuta estaba llegando a un punto crítico, y el grupo parecía estar dividido en cuanto a la mejor manera de abordar la amenaza de los Testigos. Candado estaba decidido a proteger a la organización y a la lanza de Harambee, y no estaba dispuesto a permitir que nadie pusiera en peligro su legado.
—Es verdad, el muchacho nunca haría eso —dijo Nelson.
—Jamás mentiría con algo así —concluyó Clementina.
Pero Hammya caminó hasta estar al lado de Candado y siguió.
—Nosotros estuvimos ahí, yo, Clementina, Nelson y Candado, vimos lo que esos lunáticos le hicieron a esas personas. Lo sabemos porque lo vivimos y peleamos a su lado. Yo misma vi cómo Candado peleaba contra aquel loco que había empezado todo, así que no es mentira.
—Más allá de si es cierto o no, es un problema de Argentina solamente.
—Escúcheme, Candado intenta evitar que más gente inocente muera, mientras que usted se queja desde ese asiento cómodo. ¿No le da vergüenza? Candado solo intenta que ustedes les presten su ayuda y vos te niegas a dársela.
—No sé quién eres o qué eres, pero aquí mando yo.
—No es cierto. Candado me lo explicó todo. Usted no es el único que está al mando, sino que son diez los que tienen el mismo poder. Tú solo eres un empleado de los nueve que te postularon ahí. Los demás países comienzan a votar por quién debería ser presidente supremo, y tú no lo eres. Solo estás temporalmente hasta que Candado pudiera volver.
—Usted, señorita, es una vulgar. Candado, ¿dónde quedó ese respeto?
—¿Vulgar? Usted es el vulgar, y no lo meta a él. Candado solo pidió su ayuda, por lo que yo vi, jamás vino de prepotente y reclamó su cargo de sus manos. Todo lo contrario, solo pidió tu ayuda y tú le estás rechazando.
—Usted no tiene que meterse en esto.
—Si se meten con Candado se meten conmigo. No permitiré que alguien como usted lo trate de mentiroso.
—No pienso aceptar que usted me trate así, después de todo, solo es su problema.
—Planean traer de vuelta a Tanatos. Creo que si es un problema serio —dijo Raúl.
—No, no lo es, porque necesitan la lanza de Harambee, y eso nunca lo tendrán.
—Yuuta, sugiero escuchar a Candado y movilizar a todos los gremios para atrapar a esta gente.
—Jacqueline, siempre defiendes a Candado. Creo que ya es hora de que pienses por ti misma.
—Lo hago. Candado siempre tiene la razón en todo. Solo porque se cometió el error de lastimar a alguien, no lo convierte en alguien de quien hay que desconfiar.
—No creo que sea razón suficiente para alguien como él.
—¿Qué insinúas? —preguntó Shaoran.
—Nada, solo pienso que no creo posible que un grupo de once personas sea una amenaza para nosotros. No durarán mucho, tarde o temprano serán capturados.
—Harambee una vez dijo, "Jamás subestimes a tu enemigo, incluso si es pequeño." ¿No te suena a algo? —preguntó Alejandra.
—Sí, pero siempre hay excepciones.
—Esto ya ha ido demasiado lejos. Candado nunca se atrevería a pedirnos ayuda si fuera un problema menor —dijo Solari.
—No, porque no es un problema nuestro. Piensen un rato. Movilizar a todos los gremios del mundo para atrapar a un pequeño grupo de Testigos, es bastante estúpido. Nuestro problema es el Circuito.
—Si es un problema de Argentina, es un problema de todos. Nosotros somos de la O.M.G.A.B., y no negamos la ayuda a un hermano. Siempre lo ayudamos, incluso si es un problema mínimo. No hay que olvidar que Candado nos ha ayudado mucho cuando él estaba al mando. Yo, en particular, me siento en deuda con Candado, y si tuviera la oportunidad de ayudarlo, lo haría sin dudarlo. Si ustedes no van a prestarle su ayuda, entonces yo y mi país lo haremos.
Todos quedaron sorprendidos al escuchar lo que había dicho Banu Fereshteh. Era la primera vez que todos la escuchaban hablar tan claramente para defender una posición.
—Banu tiene razón. Todavía tengo que pagar una deuda con él, y tienes a Venezuela de tu parte. —Francia cubrirá tus espaldas, y la gran Jacqueline cubrirá a su amigo. —Cuba y la revolución merecen compartir su ayuda contigo, Candado Barret. Tendrás mi apoyo. —China capturará a todos los que intenten hacerte daño a ti o a tu patria. —Kenia defenderá a sus aliados. Tienes mi apoyo. —Eres mi primo, Candado. Nunca permitiría que hagan daño a mi familia. Yo y mis gremios te ayudarán. —No me caes bien, pero si te dejo caer, no seré más una gremialista. Enemigo o no, eres parte de los gremios. Alemania está de tu parte, y también yo, por supuesto.
Todos se pusieron de pie y pusieron sus manos en sus insignias del pecho. Yuuta se veía frustrado, no podía creer que Candado siguiera teniendo un apoyo tan grande en ese momento. Sinceramente, pensó que él sería el nuevo líder a quien todos querían y respetaban. Sin más opciones, Yuuta se puso de pie y miró a Candado a los ojos.
—Tú ganas, Nankinjo. Te prestaré mi ayuda, pero sigo pensando que es una locura movilizar a los gremios por la captura de esta gente que ni siquiera conocemos.
Candado mostró una sonrisa y extendió sus manos hacia atrás.
—Clementina, dame el formulario por favor.
Ella sacó unos documentos con un clip de una mochila y se los entregó en las manos a Candado. Este los abrió y sacó las fotos de los integrantes de los Testigos, luego las deslizó en las manos de sus compañeros.
—Estos son los enemigos a los que hay que cazar. Estoy seguro de que no será un reto para ustedes, ¿verdad, Yuuta?
Yuuta, tomando una de las fotos, dijo:
—Por supuesto que no. Será un juego de niños —añadió con una sonrisa.
—Dalo por hecho, Candado. Mi equipo recorrerá toda Argentina y estará en alerta máxima. No descansaré hasta atraparlos.
—Gracias, Jacqueline. En fin, me alegra que hayan aceptado mi petición.
—Tengo una pregunta para ti, Candado.
—Sí, ¿cuál es?
—¿Quién es esa endemoniada dama de cabello verde?
Candado puso su mano sobre el hombro de Hammya y dijo:
—Su nombre es Hammya Saillim, y es mi vicepresidenta.
Hammya quedó sorprendida por lo que acababa de escuchar, tanto que no pudo contradecirlo. Clementina y Jacqueline intercambiaron sonrisas traviesas por las palabras de Candado.
—Rayos, sí que elegiste a la persona ideal, Candado. Por fin hiciste tu elección —dijo Armando.
—Eres increíble, Hammya. Muy poca gente sabe hablar así como tú lo hiciste —expresó Banu.
—Vaya, espero que estés bien, Candado —dijo Solari irónicamente.
—Bueno, por favor, guarda silencio.
Yuuta se puso de pie, tomó un mazo de juez y dijo:
—A partir de ahora, la ayuda para atrapar a los Testigos de Argentina ha sido declarada legal por un año.
Dichas estas palabras, Yuuta se disponía a golpear la mesa con el mazo, pero justo antes de tocar la mesa, Raúl puso su mano en el lugar, evitando que Yuuta lo hiciera.
—¿Algo que quieras agregar, compañero Raúl?
—Sí, sugiero que la caza sea indefinida, por favor.
—¿Alguien está de acuerdo con el compañero Raúl?
Todos levantaron las manos, y con un gesto desinteresado, Yuuta golpeó dos veces la mesa.
—Listo, legalizado. Ya podéis pasar la voz a los demás.
Luego de decir eso, todos se pusieron de pie para felicitar a la valiente Hammya. Nunca antes, además de Candado, le habían hecho frente de esa manera. Mientras todos la rodeaban para invadirla de preguntas sobre el tema y sobre su persona, Yuuta se rascó la mejilla y salió de la sala hacia el balcón para tomar aire fresco. Candado, notando esto, se separó de Hammya y decidió ir tras él. Abrió la puerta y la cerró detrás suyo.
—¿Qué quieres, Nankinjo?
—Nada, solo vine a hablar.
—¿Hablar?
—Sí, hablar —Candado se acomodó la corbata y continuó—Quiero disculparme por la forma en que actué.
—No, yo debo disculparme. No soy bueno en ser un líder, incluso si la mitad del mundo me trata como el hijo del traidor.
—Tú eres diferente a tu padre. Sé que podrás limpiar esa deshonra que llevas cargando en tu familia.
—Ah, no me lo recuerdes. Me hubiese gustado ser el descendiente directo de mi bisabuela. En lugar de eso, Iván Crusoe decidió casarse con ella, y a causa de eso, el hermano de Chizuru tomó su lugar —luego suspiró y continuó—Soy conocido como el mestizo y lo peor de todo, el hijo de un traidor. Ni siquiera tengo el poder que tú tienes como líder. No lo consigo y parece que jamás lo haré.
—Bueno, Yuuta, creo que deberías cambiar esa forma de pensar. Tú no eres tu padre. Eres una persona con un punto de vista único.
—Ah, me pregunto cómo sería, si alguien como tú estuviera en mi situación.
Candado se recostó en la baranda del balcón y dijo:
—Yuuta, tu padre expulsó a mi madre de la O.M.G.A.B. porque quiso investigar la verdad de los GreenBlood. Como consecuencia de eso, ella fue expulsada por sus mismos amigos y las personas a las que había jurado proteger.
—Yo…
—Sin embargo, ella no se rindió y desde las sombras siguió investigando, con la ayuda de Francia, Paraguay, Venezuela y Cuba. Gracias a ellos, mi madre supo la verdad y el gremio corrupto fue expulsado de una vez y para siempre. Yo creo que tú también deberías seguir luchando, pero no para limpiar tu pasado, sino para asegurar un futuro. El pasado nos ayuda a no cometer los mismos errores. Ese es mi consejo de mí para ti —luego Candado se reincorporó, caminó hasta la puerta y continuó—Es tu decisión en cambiar tus hilos del destino, así que sé sabio en la respuesta —dijo Candado mientras se iba del lugar.
Yuuta quedó muy pensativo tras escuchar lo que Candado le había contado. Pensó en lo que podía hacer y en su interior se sintió agradecido de que Candado lo hubiera ayudado a salir de su confusión. Cuando Candado se marchó, Yuuta miró al cielo y dejó escapar una sonrisa.
—Je, él es bastante bueno en esto. Creo que Candado sería bueno en el cargo de líder.
Cuando Candado salió del balcón, vio que Hammya era alabada y querida por su cabello verde. Candado no pudo evitar soltar una sonrisa de satisfacción al ver lo rápido que la habían aceptado. Se sentía feliz consigo mismo al saber que Hammya había empezado a tener nuevos amigos. Candado decidió salir de la oficina sin que sus amigos notaran su ausencia. En la sala, estaban tan ocupados hablando con Hammya que no habían notado su ausencia. Nelson y Clementina charlaban sobre temas que no eran importantes para Candado, así que decidió salir de la agencia y recorrer el lugar. Después de todo, quería visitar los lugares que no había visto en meses.
Primero, decidió ir a la gran plaza, donde imperaba la gran escultura de Harambee. Los árboles eran grandes y las flores eran bonitas; era un lugar limpio y hermoso, con un aire puro. Candado sentía nostalgia a cada paso que daba. Hasta que notó una pequeña piedra de color celeste. Sorprendido, sacó las manos de sus bolsillos y corrió hacia el lugar con todas sus fuerzas. Llegó hasta la piedra y se arrodilló para moverla. Debajo de ella encontró un agujero pequeño cubierto de arena. Candado sacó su facón y comenzó a excavar, hasta que tocó algo duro. Puso su facón a un lado y continuó cavando con sus manos hasta que pudo ver el objeto: un pequeño cofre de madera pintado y adornado con piedras preciosas. Afortunadamente, Candado pudo abrirlo fácilmente sin tener que romperlo. En su interior había dos cartas, escritas bajo los seudónimos "El gaucho" y "La inspectora". Una carta era de él y la otra era de ella. Fue en ese momento que Candado recordó el día en que ambos las escribieron.
En aquel entonces, Candado tenía nueve años y su hermana dieciocho. Recordó que ella le había contado que aquellos que escribían sus más grandes deseos y los enterraban bajo ese árbol con una piedra de color celeste veían esos deseos cumplirse. Candado tomó primero su carta, la abrió y la leyó.
Candado Ernést Barret, 5 de junio del año 2010:
Mi sueño más profundo es que Gabriela se cure de su terrible enfermedad. Es una buena persona, rezo para que Dios me ayude a salvarla. Cuando se haya recuperado, me gustaría hacer un viaje a Misiones para ver las cataratas una vez más con ella, como hacíamos antes.
Candado arrugó la carta con una ira descomunal.
—No era verdad, solo una fantasía. Ni algo como esto pudo salvarla.
Luego se calmó un poco y fijó su atención en la siguiente carta. La tomó con cuidado, la abrió y la leyó.
Gabriela Esperanza Barret, 5 de junio del año 2010:
Mi deseo es que mi hermano, Candado Barret, sea feliz, al igual que mi familia y amigos, y que nunca más tengan que sufrir. Aunque sé que esta enfermedad termine matándome, sé que Candado terminará odiándose a sí mismo por mi culpa. Tal vez esta sea mi última carta, pero quiero que él sea siempre feliz y alegre, que jamás tenga que sufrir por mí. Estoy orgullosa de él y quisiera un último deseo: quisiera llegar a ver el cumpleaños número 10 de mi hermano. Solo quiero que me des la suficiente fuerza para sobrevivir cinco meses para poder despedirme de él de la forma adecuada y desearle felicidad. Candado, yo te quiero mucho, eres el mejor hermano que jamás tuve.
Las palabras de la carta comenzaron a dañarlo. Era un dolor muy grande. Sin embargo, como aquella vez en el avión, no pudo aguantar más el dolor que estaba sintiendo. Ella sabía que moriría, y aún así solo pidió que él fuera feliz y alegre, que nunca se sintiera responsable de su muerte. Ella de verdad era una buena persona. Candado no pudo tolerar la emoción, una vez más, ella seguía mostrando su amabilidad hacia alguien como él. Luego, las lágrimas aparecieron nuevamente en sus ojos.
Entonces llegó Hammya, quien lo estaba buscando por el lugar y, entre una pequeña multitud que paseaba, logró ver a Candado de perfil, sentado bajo un árbol y sosteniendo una carta, que ella podía visualizar pero no leer. Aun así, ella fue corriendo a su encuentro. Cuando se estaba acercando, pudo ver que, en la parte visible de su rostro, brotaba una lágrima de ese rostro frío y serio que tenía mientras sostenía la carta con una fuerza tal que terminó por arrugar el papel. Sin embargo, Hammya decidió acercarse y puso su mano en el hombro de él.
—¿Estás bien?
Candado no respondió, solo se quedó quieto mientras miraba la carta que sostenía, sin sentir la mano de Hammya en su hombro rígido, mientras las lágrimas seguían cayendo.
—¿Candado? Responde —dijo Hammya mientras movía su hombro.
—Hola, esmeralda. Veo que has hecho nuevos amigos por ahí —dijo Candado desinteresadamente.
—Candado, ¿por qué estás llorando?
—Recordé algo que había hecho hace mucho tiempo atrás —luego mostró su expresión habitual—una cápsula de deseos —dijo Candado mientras se recomponía.
—Ella debió ser una muy buena persona —dijo Hammya mientras se sentaba al lado de Candado.
—Sí, fue una persona con un gran corazón, incluso con ese terrible conjuro que le lanzaron, y yo no pude protegerla. Soy un asco de persona. Ni siquiera mis padres se preocupan por mí. A veces pienso que ellos nunca quisieron tener un hijo como yo. Ella debió tener los poderes de la sangre violeta, no yo. Ella debía ser líder de la O.M.G.A.B., no yo. Mi existencia en este mundo es...
Hammya abrazó a Candado, evitando que dijera otra cosa mala de sí mismo.
—Cálmate, no sigas diciendo esas cosas de ti —luego se separó de él y lo tomó de los hombros—no conocí a tu hermana, pero sé que ella no estaría contenta si te escuchara decir algo como eso.
—Lo sé, pero mis padres no demuestran su amor por mí. Cuando ella se fue, estuve solo y odié a mis padres ese día, pero los perdoné y seguí adelante por mi cuenta, solo y sin ayuda.
—Candado, tus amigos estuvieron a tu lado siempre, Clementina me lo contó. Jamás estuviste solo.
—Pero me hubiera gustado que mis padres estuvieran conmigo.
Hammya volvió a abrazar a Candado y pudo calmar la amargura que estaba sufriendo.
—¿Por qué haces esto? Hace un rato quise echarte del avión y ahora estás aquí, ¿por qué?
—Candado, soy tu amiga y tu vicepresidenta, por ende, jamás te dejaría solo.
—Aprecio tu ayuda.
Candado guardó la carta de su hermana en su bolsillo, puso la otra en el cofre, la enterró y se puso de pie. Luego extendió su mano y ayudó a Hammya a ponerse de pie.
—Bueno, es hora de entrar, ¿no?
—Por supuesto.
—Qué mal, es lindo estar afuera.
—Hammya.
—¿Sí? ¿Qué pasa?
—Gracias por ayudarme, Hammya.
—No te hagas drama, siempre puedes contar conmigo.
Candado atenuó su expresión y dijo:
—También quiero agradecerte por ayudarme aquel día, cuando Desza iba a matarme. Tú apareciste y me ayudaste. Luego te preocupaste por mi herida y la sanaste. Ahora me has ayudado, y todo eso sin que yo te pidiera ayuda. Siempre me ayudaste, gracias.
Dichas estas palabras, Candado abrazó a Hammya y por primera vez mostró una sonrisa genuina para ella, sin cinismo ni engaño. Aunque Hammya estaba muy avergonzada de que él la hubiera abrazado, pudo relajarse al ver que Candado había sonreído por ella.
—Bien, es hora de volver adentro con los demás.
—¿Por qué? Si nosotros estamos afuera, Nankinjo.
En ese momento, ambos voltearon y vieron a sus compañeros: Yuuta, Jacqueline, Alejandra, Raúl, Armando, Kirinyaga, Banu, Solari, Shaoran, Clementina y Nelson.
—Hola muchachos, ¿qué hacen aquí?
—Verás, Cadenas, cuando vimos que Hammya fue a buscar a su amor, decidimos seguirla.
—No es mi amor —dijo Hammya sonrojada.
—Veo que tu lengua sigue afilada, Jacqueline.
—¿Tú crees? La verdad es que no lo he notado.
—Espero que no hayas hecho llorar a la señorita Hammya.
—¿Me veo como un machista acaso, Clementina?
—No, claro que no.
—¿Entonces?
—Para recordárselo, nada más.
—Candado, creo que hiciste una promesa con una dama, ¿me equivoco?
—¿Qué insinúas, Armando?
—Chico, hiciste una promesa con Fereshteh, dijiste que ibas a jugar con ella.
—Cierto. —Candado caminó hasta Banu y tomó su mano—Ven, es hora de divertirnos.
Candado llevó a Banu hasta un campo rojo, con pilares en los cuatro vértices cerca de la plaza donde se encontraba la estatua de Harambee, y pegó un silbido muy fuerte. Luego, miró a Yuuta y levantó su mano. Este, entendiendo lo que le quería decir, sacó dos cascabeles de sus bolsillos y se los tiró a Candado. Él los tomó en el aire y se los ató en su brazo izquierdo, y con el segundo, se lo ató a Banu, pero en su hombro derecho.
—¿Preparada?
—Sí, verás que estado practicando mucho.
Candado acarició la cabeza de Banu y dio una sonrisa torcida. Luego, ambos se separaron a veinte pasos uno del otro.
Mientras ellos se alejaban, los demás se acercaron y tomaron sus asientos para disfrutar del espectáculo.
—Bien, ¿por quién apuestas? —preguntó Yuuta.
—¿Yo? Veamos... Ya lo tengo, Candado —dijo Armando.
—Entonces yo apoyo a Fereshteh —dijo Solari.
—Yo apuesto por ambos —dijo Raúl mientras leía un libro.
—Interesante, apuesto a Cadenas.
—¿Qué apostamos? —preguntó Hammya.
—Nada, solo es un decir, no tenemos moneda —dijo Alejandra.
—¿Qué?
—Es sencillo, la raíz de todas las crisis del hombre es el dinero, pero si esta nación no dispone de eso, entonces no hay crisis, inflación, devaluación, etcétera —dijo Jacqueline.
—Así que pagamos con bienes materiales —dijo Shaoran.
—Wow —se sorprendió Hammya.
—Voy por Fereshteh —dijo Kirinyaga.
—Creo que apuesto por mi joven patrón —dijo Clementina.
—¡Te oí! —gritó Candado.
Nelson y Hammya se miraban entre sí por lo que había dicho ella. Mientras apostaban por sus favoritos, más y más personas se iban acercando para ver lo que estaba pasando, y para cuando se dieron cuenta, ya era una gran multitud. Candado y Banu, quienes estaban en el campo, vieron a su alrededor, y la multitud comenzaba a gritar y a celebrar.
—Oh, cielos, sí que somos llamativos.
Banu sonrió al comentario de Candado.
—Lo siento, Banu, te he arrastrado a esto sin querer.
—No, está bien, así me ayudará a perderle el miedo al público.
—En fin —Candado se puso en guardia—. Vamos a ofrecer un espectáculo.
Luego de decir esto, ambos se quedaron callados e inmóviles, leyendo la situación del otro y esperando el momento para dar inicio al combate. La gente, por otro lado, solo gritaba y murmuraba entre ellos.
Candado y Banu quedaron mirándose durante un breve momento. Él la observaba atentamente, buscando cualquier movimiento en falso por parte de ella. Aunque Banu era muy inteligente, cubría todas las posibles vulnerabilidades que podrían ayudar a Candado. Sin embargo, Candado se lanzó hacia ella, corriendo con su facón en la mano. Banu estaba a punto de atacarlo con sus poderes cuando, de repente, Candado desapareció de la vista del público, lo que dejó a todos sorprendidos, excepto a Banu, quien se volteó rápidamente y lanzó arena desde sus manos.
Candado reapareció y evitó la arena, luego se acercó al cascabel de Banu. En respuesta, Banu se convirtió en arena y se desintegró. Candado se detuvo y saltó al aire, evitando tocar la arena en el suelo. Luego, Banu emergió del suelo y tomó forma nuevamente, mientras sus ojos comenzaban a brillar de color azul.
—Nada mal, niña —dijo Candado mientras guardaba su facón.
—Gracias, tú tampoco lo haces mal.
Candado sonrió y se lanzó nuevamente hacia Banu. Cuando estaba cerca de ella, la arena que estaba en el suelo se acercó violentamente hacia él para frenarlo, pero Candado dio un salto y se impulsó con su mano izquierda para volar hacia ella. Banu lanzó su arena hacia él en el aire, pero Candado encendió sus manos con la flama violeta y golpeó la arena con fuerza. Luego aterrizó en el suelo y trató de agarrar el cascabel de Banu, pero ella no se lo permitió y tomó la mano de Candado, que estaba encendida con la flama, y lo lanzó lejos de ella. Candado aterrizó en pie y se preparó para el próximo ataque.
Cuando levantó la vista, Banu ya no estaba allí. Con calma, Candado comenzó a buscarla por los alrededores hasta que sintió a alguien detrás de él. Instintivamente, lanzó una esfera de color violeta hacia atrás, pero Banu la interceptó con su escudo de arena, anulando por completo el ataque de Candado. Aunque estuvo sorprendido por la reacción rápida de Banu, Candado se acercó a ella. Antes de poder alcanzarla, Banu levantó un muro de arena delante de ella, y Candado quedó del otro lado.
Lanzó un puñetazo con su flama violeta, su mano atravesó el muro, pero no pudo llegar a donde estaba Banu. Sin embargo, al sentir que Candado había enterrado su puño en el muro, Banu endureció la arena, y Candado quedó atrapado en la defensa de la niña.
—No debiste hacer eso —dijo Candado con una sonrisa y continuó—. ¡Isí' tumby! (luz violeta).
Sus manos se encendieron con más poder, y se notaba un ligero color violeta en las grietas de la pared de arena que lo tenía atrapado. La pared explotó y la arena se esparció por el aire y el suelo. La batalla continuaba. Hasta ese momento, Banu solo se había estado defendiendo, y ahora era el momento de atacar, algo que Candado sabía. El público estaba emocionado por la inteligencia de Banu y la fuerza de Candado.
—Vaya, parece que tardaremos un rato.
—¿Te diviertes, Banu?
—Sí, mucho. ¿Y tú?
—Claro, pero creo que es hora de jugar en serio —dijo Candado mientras se acomodaba la corbata.
—Sí, creo que será mejor así —dijo Banu mientras se acariciaba el mechón de pelo negro que le caía en la frente.
Mientras esto ocurría, en la tribuna, los ojos de Clementina hicieron un ruido que llamó la atención de Hammya.
—Oh, parece que Candado peleará en serio.
—¿Qué?
—Vas a ver, como Candado suelta el 18,6% de su poder.
—Pero esas veces, ¿no eran en serio?
—No, señorita Hammya, Candado ni siquiera usó el 5% de su poder.
—Eso significa que va a pelear en serio —concluyó Nelson.
—Pero ¿y Banu?
—Banu también es inteligente, solo que peleó con el 4,9% de su poder, mientras que Candado soltó, para este combate, el 3% de su poder.
—No hay casi diferencia.
—En la pelea, los cálculos son totalmente al azar; muchas veces, el que tiene la ventaja termina perdiendo. Solo doy cálculos teóricos —luego mostró una sonrisa—. Esto va a ser interesante.
—Solo espero que no salgan lastimados.
—Oh no, Hammya, te aseguro que Candado y Banu no saldrán lastimados; ambos buscan quitarse el cascabel y no eliminarse —luego mostró una sonrisa y miró el cascabel que tenía en su mano—. Me recuerda a mí; estoy ansiosa por volver a pelear con él.
Candado emitió un resplandor de sus ojos, y su color pasó de ser oscuro a ser violeta por completo. No eran llameantes ni nada, simplemente violetas puros. Además, aparecieron tatuajes del mismo color en su cara y sus guantes blancos, que mantenían esos símbolos extraños, también brillaron de ese característico color.
—Estás radiante, Candado.
—Je, espero que tú también me muestres tus radiantes ataques.
—De eso no hay duda.
La flama de Candado se apagó, y en su lugar, mostró una energía eléctrica del mismo color. Se cruzó de brazos y corrió hacia ella a una velocidad increíble; apenas podía verse. Banu, consciente de su poder, se refugió en su arena mientras Candado aparecía y desaparecía. Sin embargo, no le estaba dando ningún golpe; solo aparecía y desaparecía en diferentes ubicaciones. Banu estaba oculta en un muro de arena y tenía que pensar en cómo salir de allí. Miraba a su alrededor a través de pequeños orificios que le permitían ver por dónde estaría Candado. La tensión era muy alta para ella, y seguía buscando cómo salir de ahí, aunque él no le estaba propinando ningún golpe, y su rendimiento físico seguía al margen, le costaba mucho usar la arena como muro, especialmente si tenía que endurecerla para posibles golpes de él.
Sin embargo, de la desesperación llegó la solución. Banu se dio cuenta de que, si bien los movimientos de Candado eran impredecibles, siempre había uno que no lo era. Aprovechando esto, Banu soltó una especie de brazo arenoso y golpeó en el aire. Candado lo detuvo con ambas manos y lo estiró con fuerza. Banu hizo todo lo posible para retenerlo, hasta que atravesó la arena y se lanzó hacia él. Pero Candado, sabiendo muy bien lo que estaba por ocurrir, chasqueó los dedos y dijo.
—Asinóh (Perro).
De la nada, dos perros aparecieron; eran grandes como lobos y de un color diferente, orgánicos. Su pelaje era violeta, sus ojos eran sólidamente verdes, con dientes puntiagudos y afilados que emanaban una flama violeta de sus cuerpos continuamente. Eran aterradores a la vista de cualquier humano. La multitud en la tribuna quedó horrorizada y sorprendida al ver a esas temibles criaturas. Banu no sabía qué hacer, el aspecto de esas bestias le dio tanto miedo que se detuvo a medio camino. Cuando reaccionó, los perros saltaron sobre Banu, y ella, tratando de evitarlos, se transformó en arena y desapareció nuevamente. Candado se inclinó y dio un golpe muy fuerte en el suelo, creando un pequeño cráter y un momento de sismo en la tribuna.
—¡Qué fuerza descomunal! —exclamó Hammya.
La batalla continuaba, y parecía que la táctica de Candado había dado resultados. Banu emergió del suelo y se transformó nuevamente en su forma normal. Sin embargo, ella también estaba dispuesta a mostrar su potencial. Creó una tormenta de arena para nublar la visión de Candado y creó muñecos de tierra, vestidos con la indumentaria del imperio Persa, para luchar contra las bestias. Pero Candado sorprendió a todos con su reacción. Se acomodó la boina y se lanzó hacia la tormenta de arena con los ojos cerrados, utilizando sus oídos para seguir a Banu. Finalmente, llegó a ella y la sujetó por los brazos, impidiéndole utilizar más poder con la arena que estaba cubriéndola. Candado estaba totalmente sucio y lleno de arena, pero no podía aguantar más.
El público no podía ver lo que estaba ocurriendo, ya que la arena bloqueaba su vista. La energía que Banu generaba seguía creciendo, y Candado lo percibía claramente.
—Creo que doy por finalizado este juego —dijo Candado.
—Oh, no, todavía no, tengo mucho que dar —respondió Banu.
Banu trató de quitarle el cascabel de su brazo aprovechando la inmovilidad de Candado y su ceguera. Cada vez que sentía el ruido del cascabel de Banu, le indicaba por dónde ella iba a atacar. Intentó acercarse a ella una y otra vez, pero Candado era astuto. Cuando sintió que sus muñecos de tierra se acercaban, llamó a sus perros con un silbido que solo ellos podían oír.
Y cuando los perros se abalanzaron sobre Banu, distrayéndola, Candado aprovechó la oportunidad para liberarse de las arenas movedizas y prepararse para tomar por sorpresa a Banu. Los perros saltaron sobre ella y desaparecieron en el aire. En ese momento, se produjo un gran estruendo, pero la arena levantada ocultó la vista del público, y nadie pudo apreciar lo que estaba ocurriendo.
La gente en la tribuna estaba ansiosa por saber quién había ganado, y Jacqueline expresó su frustración gritando: "¡MALDICIÓN! ¿¡QUIÉN HABRÁ GANADO!?"
Cuando finalmente la arena se dispersó, se reveló que Candado estaba arrodillado, cubierto de lodo, con sus tatuajes y llamas violetas desaparecidos. Por otro lado, Banu estaba sentada, con su hiyab casi destruido, mostrando parte de su mejilla izquierda y su labio.
Candado tenía algo en su puño, lo abrió y mostró el cascabel de Banu en su posesión. Luego se volteó y lo mostró a Banu con una expresión fría. Banu abrió lentamente sus ojos, sonrió y mostró el cascabel de Candado sostenido entre su dedo índice y pulgar.
Candado estaba asombrado y se preguntó en qué momento lo habría perdido. Luego encontró la respuesta al recordar cuando Banu lo golpeó en el pecho con su palma, aunque en ese momento pensó que ella intentaba empujarlo, en realidad lo que había hecho era frenarlo momentáneamente y esperar la oportunidad para arrancarle el cascabel.
—Banu, eres buena —admitió Candado—. Esperaste a que me acercara para quitarme el cascabel. ¡Qué astuta!
—¡EMPATE! ¡Qué aburrido! —dijo Armando.
Banu mostró una sonrisa y se desmayó, pero antes de caer al suelo, Candado la sostuvo. Lo último que pudo ver antes de perder el conocimiento fue el rostro de orgullo de su maestro y amigo, Candado.
La tribuna enloqueció y aplaudió a sus presidentes. Sus amigos se apresuraron a ayudar a Candado a ponerse de pie mientras llevaban a Banu en una camilla. Candado sostenía su mano y, con una sonrisa, le dijo:
—Felicidades, eres muy buena.
Banu, agotada, apenas pudo hablar:
—Eres... el mejor... Candado.
Nelson alzó a Candado y lo levantó en el aire, festejando. La multitud coreaba los nombres de Candado y Banu. Candado, en su característico estilo frío, levantó las manos y exclamó:
—¡HERMANOS MÍOS, ESTA VICTORIA ES DE AMBOS PAÍSES!
Después de la pelea, Banu se recuperó y se cambió el hiyab, dejando de usar el negro para usar uno blanco. Candado fue aseado con las manos ventilador de Clementina y perfumado con colonia prestada por Jacqueline. Hammya simplemente le dio agua. Todos los demás volvieron a sus actividades, dejando solos a los presidentes, que estaban a punto de despedir a Candado, ya que era hora de volver a casa.
Shaoran comentó:
—Entonces, ¿ya te vas?
Candado respondió:
—Sí, Shaoran, pero volveré, no te preocupes.
Banu agregó:
—Fue divertido volver a jugar contigo, Candado.
Candado acarició la cabeza de Banu y le dijo:
—Lo mismo digo, Banu. Has hecho un gran progreso, niña.
Banu preguntó con esperanza:
—¿Ya no me enseñarás?
Candado aseguró:
—Por supuesto que sí, seguiré enseñándote.
Shaoran añadió:
—Vuelve pronto, Cadenas.
Candado respondió:
—Sí, lo haré. Adiós, camaradas.
Todos se despidieron de Candado, y la puerta del avión se cerró detrás de él. Una vez dentro, Candado pidió prestado el teléfono celular de Nelson y llamó a Héctor. Después de unos cinco minutos, Héctor contestó:
—¿Hola?
Candado comunicó:
—Hola, Héctor. Solo quería decirte dos cosas, ¿de acuerdo?
Héctor respondió:
—Claro, ¿cuáles son?
Candado dijo:
—La primera es que aceptaron ayudarme.
Héctor preguntó con emoción:
—¿De verdad? ¡Eso es genial! ¿Y la segunda?
Candado respondió con un tono algo molesto:
—Tú ganas. Hammya será mi nueva vicepresidenta. Me ha demostrado que tiene lo necesario para el cargo.
Héctor exclamó emocionado:
—¿De verdad? ¡GENIAL! Quiero decir, me alegro mucho. Sabía que la elegirías.
Cuando colgó el teléfono, Candado le entregó el dispositivo a Nelson. Del otro lado de la línea, Héctor saltaba de alegría mientras sostenía a Viki en brazos.
—¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan feliz?
—He ganado la apuesta gracias a dios, nunca más en la vida volver a apostar, lo juro.
Mientras que Héctor celebraba su victoria, Candado se sentó en una de sillas y se recostó, sintiéndose relajado, luego vino Hammya y se sentó a su lado.
—Oh, eres tu niña.
—Veo que sigues siendo el mismo de siempre.
—Claro, pero he decidido hacer un pequeño cambio.
—¿Qué cambio harás?
—Respetare mi promesa que hice contigo, voy a dejar de tratarte como una alimaña.
—¿Lo hacías?
—Eres una estúpida.
—Pero dijiste que….
—A partir de mañana.
—Ah, siempre juegas sucio.
—Ja, eso es lo que yo llamo, picardía gaucha.
Las charlas entre Hammya y Candado se extendieron durante aproximadamente una hora. A menudo, la niña conversaba sobre temas que a él no le interesaban, y en más de una ocasión, Candado lanzaba indirectas en forma de broma. Era entretenido observar cómo Hammya intentaba descifrar lo que él le decía. Finalmente, cuando cesaron las conversaciones, ambos se quedaron dormidos.
Clementina, que estaba absorta en su lectura, levantó la vista y notó que los dos se habían quedado dormidos. Sin embargo, había una escena inusual entre ellos: Hammya se recostaba en el hombro de Candado, y sus manos se tocaban de manera indirecta. Durante el sueño, el rostro de Candado reflejaba seriedad, mientras que el de Hammya mostraba una sonrisa y relajación.
Clementina llamó la atención de Nelson, quien estaba absorto en la lectura de un diario.
—¿Qué opina, señor?
—Oh, parece que ella está enamorada de él, su comportamiento es idéntico al de Andrea.
Clementina comentó:
—Vaya, me gustaría gastarles una broma, pero solo con verlos dormir así, me invade una sensación de ternura.
—Deberíamos tomarles una fotografía, mi niña—sugirió Nelson.
Clementina extrajo su cámara de la mochila y capturó ese entrañable momento.
—El joven patrón, o más bien el señor Candado, lleva una herida en su corazón. Sin embargo, estoy seguro de que la señorita Hammya la sanará con el amor que siente por él.
El anciano sonrió y recordó su infancia con Alfred y con Andrea, recordó una situación muy similar, dos jóvenes tomados de la mano durmiendo en un asiento.