Riley levanta la cabeza y clavó la mirada en el marcador. El resultado aún estaba en su contra, pero en algún rincón oculto de su ser, una fuerza misteriosa comenzó a latir. Era como si algo profundo, algo que no había sentido antes, le susurrara al oído que podía darle la vuelta al partido, que el destino aún no estaba sellado. Su respiración se volvió más firme, sus músculos tensaron con un fuerte sentido de voluntad, y en su mente, esa sensación extraña, esa energía oculta, comenzó a tomar forma.
El disco volvió a moverse, y Riley reaccionó al instante, dejando que sus instintos guiaran cada uno de sus pasos. Se movió con rapidez, su cuerpo vibrando de poder. Britney se acercó a ella, y con una sincronización casi perfecta, hicieron una combinación impecable, pasando el disco entre ellas con una fluidez que desconcertaba a sus rivales. Riley realizó una finta, dejando a una jugadora completamente desequilibrada. Con un movimiento ágil, se encontró cara a cara con el arco rival.
El estadio parecía contener el aliento. Riley, con la mirada fija en el arco, levantó el palo con decisión. El momento era suyo.
Pero justo cuando iba a golpear el disco, su movimiento se detuvo por un instante. Sus ojos, normalmente de un brillo sereno, comenzaron a iluminarse con un tono amarillo que crecía lenta, pero poderosamente. Era una luz que irradiaba fuerza pura, una fuerza que parecía dominar todo su ser. Y entonces, con un remate que surgió como un rayo desatado, golpeó el disco con una velocidad vertiginosa.
El disco voló a través del campo como una descarga eléctrica, tan rápido que la portera rival apenas pudo reaccionar. Todo ocurrió en una fracción de segundo. Lo único que pudo hacer fue mirar, impotente, cómo el disco se clavaba en la red, rebotando con fuerza dentro de la portería. Gol.
—¡¡VAMOS!! ¡¡SÍ!! —gritó Riley, levantando los brazos en señal de victoria, saltando con una energía desbordante.
Britney corrió hacia ella, completamente emocionada, sus ojos llenos de admiración y júbilo.
—¡Sí! ¡Así es como se hace! —exclamó, chocando su puño con el de Riley en su saludo especial, una celebración que habían perfeccionado a lo largo de tantos partidos.
La multitud estalló en una explosión de vítores y gritos, el ambiente cargado de emoción. Poco a poco, el público comenzaba a creer que la remontada era posible. Lo que antes parecía imposible ahora se volvía tangible. Las voces, los aplausos, las ovaciones... el estadio entero vibraba de pura adrenalina.
En el cuartel general, las emociones se encontraban en un estado de absoluta euforia. Nadie podía creer lo que acababan de presenciar. El rostro de Furia estaba rojo, pero no de ira, sino de asombro y admiración.
—¡¿Qué jugada fue esa?! ¡Fue espectacular! —gritó, sus puños apretados, como si quisiera lanzarse al campo para seguir golpeando el aire en señal de victoria.
Desagrado, aplaudía con una leve expresion de sorpresa.
—No sé qué haya hecho esa alarma —comentó, su tono un tanto irónico—, pero está claro que está haciendo que Riley juegue mucho mejor.
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En medio de la algarabía, una figura misteriosa se movía entre las sombras del cuartel general. Cubierto por una máscara y con pasos sigilosos, el intruso cambió de zona, aprovechando la distracción de las emociones para esconderse detrás de unas cajas.
—Bien... aprovecharé que están distraídos... y me esconderé mejor —susurró, mientras ajustaba su posición, manteniéndose fuera del campo de visión de las emociones.
La celebración dentro del cuartel general continuaba, pero de repente, algo cambió. La euforia de las emociones se calmó de golpe cuando un nuevo recuerdo comenzó a materializarse en la sala. Este no era un recuerdo cualquiera; una cegadora luz blanca lo rodeaba, atrayendo la atención de todas.
—¡Oh! Un nuevo recuerdo... —dijo Tristeza, con un gesto de sorpresa, acercándose lentamente.
Envidia fue la primera en moverse con rapidez, su rostro lleno de admiración al ver el brillo especial del recuerdo.
—¡Miren ese recuerdo! —exclamó, sus ojos brillando—. ¡Es hermoso! Se ve hermoso con esa cruz dorada encima. ¿Por qué no podemos tener recuerdos con ese diseño tan genial?
Tristeza se acercó, inclinando la cabeza mientras observaba el recuerdo más de cerca.
—Pero... se ve diferente a uno normal —dijo, entrecerrando los ojos.
Alegría corrió rápidamente hacia el recuerdo, con una sonrisa que reflejaba su entusiasmo.
---Genial! Debe ser un recuerdo mio! Lo pondré de inmediato en donde debe....
Al tomarlo en sus manos, su expresión comenzó a cambiar lentamente, y no logra terminar de hablar. Lo miró fijamente, inspeccionando con detalle cada centímetro, hasta que su sonrisa desapareció, dejando paso a una mueca de sospecha.
—¿Q-qué? —balbuceó Alegría, con el recuerdo en la mano—. E-esto no es un recuerdo mío... —sus ojos se fijaron en la cruz dorada que adornaba el centro—. Y tiene... esta cruz dorada?
Ansiedad se acercó lentamente, clavando su mirada en el recuerdo.
—Sé que es... visualmente espectacular, pero ¿qué tiene de especial, Alegría? —preguntó, con un tono de preocupación.
Furia, visiblemente impaciente, cruzó los brazos, mientras fruncía el ceño.
—Es solo un recuerdo más, ¿por qué te sorprendes tanto?
---Esta cruz... nunca la habia visto antes---Dijo Alegria, mientras seguia con su mirada fija en el recuerdo---
Temor se acerca tambien, e inspecciona el recuerdo minusiocamente.
---Mmm...no… este no es el recuerdo de ninguno de nosotros...
---No se que signifique, pero yo solo espero no tener que lidiar con mas emociones, con lo que ya tenemos ya es suficiente trabajo. ---Dijo Desagrado, rodeando los ojos, manteniendo un tono irónico.
Alegria, mientras mira al frente, se voltea hacia donde estan las demas emociones, quienes siguen "controlando" a Riley.
---Creen que esto sea...
Furia, ve de reojo a Alegria, pero algo mas llama su atención.
¡Miren la consola! ¡Es ese color de nuevo!
Las emociones se volvieron hacia la consola justo cuando el brillo blanco desaparecía tan rápido como había aparecido. Tristeza miró con el ceño fruncido.
—¿Mirar qué? Yo no veo nada —respondió, ladeando la cabeza con confusión.
Desagrado soltó una ligera risa.
—La consola ya es blanca, Furia. ¿Qué tiene de especial eso?
Furia, frustrado, apretó los puños y señaló nuevamente la consola.
—¡No era un blanco normal! Era... mucho más brillante —dijo, su voz cargada de frustración.
Desagrado soltó una carcajada entre dientes, agitando una mano con desdén.
—Sí, claro, como tú digas —respondió, rodando los ojos.
Mientras tanto, en las sombras, el intruso apagó su teléfono abruptamente, su rostro mostrando una mueca de preocupación.
—¡Demonios! —murmuró, maldiciendo para sí mismo—. Olvidé que podía crear recuerdos —pensó, buscando una solución mientras se ocultaba mejor—. Me pidieron que no fuera visto, y aunque no entiendo por qué, cumpliré lo que me encomendaron.
---Aunque...debería tener más cuidado...---- susurró a si mismo, volteando la mirada por ultima vez a la consola.