Chrissie se sentó al lado de Tom, su mano izquierda en la suya, acariciando suavemente su frente con una pequeña toalla húmeda en su mano derecha. Ella había estado hablando con él incesantemente durante las últimas dos horas en la ausencia de Phil, alternando entre peinar con sus dedos el pelo de Tom repleto de canas prematuras, y acariciando suavemente su cara, sus brazos y sus hombros. Ella le había relatado cuanta anécdotas le vinieron a la mente de sus días universitarios, llorando y riendo muchas veces en la narración. No había respondido el, pero ella perseveró, segura de que una parte de él podía escucharla y esperaba que las loes recuerdos emotivos de experiencias compartidas pudieran ayudar a extraerlo de las turbias profundidades de su coma.
Cuando Phil llegó, ella lo miró con ansiedad, pero vio a la vez en su cara que no tenía nada útil que contar. Phil fijó sus ojos en ella, notando por primera vez las ojeras bajo sus ojos, el pelo desaliñado y el enrojecimiento en sus ojos. También se dio cuenta de las débiles líneas que el tiempo había comenzado a esculpir sobre su rostro, un rostro que una vez había sido - y todavía era, para él – el más hermoso. Parecía alerta, sentada con una postura erguida que intentaba desmentir el alcance de un agotamiento físico y emocional demasiado profundo para disimular por completo. Phil bajó la vista después de unos momentos de silencio, quizás demasiado rápido, por miedo de mirarla a los ojos, miedo a ...”
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“¿Encontraste algo?“, Preguntó, tratando de sonar esperanzada, pero sabiendo ya la respuesta.
“Nada de uso, me temo. Pero mira, encontré algo que pensé que te gustaría ver”, le respondió, entregándole la caja de metal que había recogido en el escritorio de Tom. “Está repleta de fotos y cartas personales.”
Chrissie tomó la caja e inmediatamente la abrió. Primero tomó y abrió la pequeña caja de madera tallada que Phil había dejado encima de los papeles y fotografías. Luego abrió y leyó el soneto que Phil ya había leído, reconociéndolo inmediatamente como un poema que Tom había escrito en clase en respuesta a la declaración del profesor Miller que, a pesar de su aparente simplicidad, escribir un soneto shakespeariano es una tarea que la mayoría de los estudiantes encontrarían muy difícil de completar. Había sonreído ampliamente, Tom al oír esto, y arrancó una hoja de su cuaderno, entregando la misma a Chrissie con este soneto en menos de quince minutos después, mientras el profesor continuaba su lección. “Sólo se había reído de nosotros cuando nos gustó, diciendo que era sólo una broma y que cualquier idiota puede escribir un soneto; pero él lo había guardado después de todo”, comentó ella más a sí misma que a Phil en voz baja. Luego, inclinándose sobre el cuerpo de Tom, ella le leyó el poema en voz alta y temblorosa a través de ojos brillantes con la esperanza de que pudiera el oír, y recordar.
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