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Búsqueda Eterna - Parte I

El aroma de un césped recién recortado se percibía suavemente en el aire, surgiendo hacia arriba con la ligera neblina formada por el rocío del mañana calentado por un sol naciente. El sonido de un cortacésped de montar suavemente zumbaba en la distancia mientras el jardinero, un anciano negro vestido con ropa muy limpia y bien gastada, y luciendo un sombrero de paja deshilachado y demasiado grande, lentamente abrió camino alrededor de los terrenos bien mantenidos. De vez en cuando, detuvo el antiguo cortacésped para desarraigar una hierba intrusa que le llamó la atención.

A medida que el hombre se detuvo momentáneamente para recuperar una pequeña rama caída de un manzano, un pequeño pájaro cantó tentativamente a poca distancia. El jardinero miró hacia arriba, limpiando su frente húmeda con un pañuelo de algodón grande y suave, se sonrió, y silbó una melodía corta en la dirección del pájaro; fue respondida casi de inmediato por una canción larga y ondulante. El hombre respondió de nuevo de misma forma mientras continuaba su trabajo, y consiguió una réplica aún más fuerte del pájaro, que podría estar respondiendo a la llamada o simplemente tratando de atraer a una compañera.

Después de un corto espacio de punto y contrapunto entre los dos, el hombre reanudó su tarea. Mientras tanto, nuevas voces se unieron desde varios lugares del terreno al coro de aves, ignorando el zumbido discordante del cortacésped que no logró ocultar la belleza de sus cantos.

En el centro del terreno se divisa un edificio grande y cuadrado, sus paredes un compuesto de ladrillos marrón y rojizo y piedras planas grises que se eleva a la altura de tres pisos, con sus pequeñas ventanas de color oscuro y bordes afilados dando una nota incongruente, disonante en medio del entorno pastoral. Dentro de la estructura, en una pequeña habitación privada en una esquina en sombra del tercer piso, se sienta una mujer obviamente fatigada pero alerta de unos treinta años. Junto a ella, en una cama con barandillas de acero elevadas, frías y brillantes demasiado grandes para su ocupante actual, se ve un hombre que aparenta ser varios años mayor que ella.

Las paredes se ven limpias, pintadas en un lustroso color blanco, aunque grietas finas como líneas de cabello y pequeñas áreas de pintura astillada son discernibles en una inspección cercana, particularmente en el techo. El suelo, aunque recién pulido, muestra numerosas viejas cicatrices sobre sus baldosas que recuerdan un tablero de ajedrez en blanco y negro en lugares sobre los que el equipo pesado evidentemente se había movido durante muchos años. Un toque de amoníaco y alcohol flotan en el aire, junto con aromas más difusos y menos familiares que, aunque no en si desagradables, confieren algo inquietante en su presencia antinatural.

La mujer es delgada, ni hermosa ni fea, con un pelo suave, marrón claro cayendo de forma azarosa sobre sus hombros en contraste con su traje de seda bronceado impecable, aunque algo arrugado. Sentada erguida, a pesar de estar en evidente necesidad de descanso, con ambos pies en el suelo, palmas apoyadas sobre sus rodillas. Sus ojos relucientes y alertos, del color del cielo poco después del amanecer, enrojecidos por la falta de sueño, fijos en el hombre en la cama. Los ojos del hombre permanecen abiertos, pero sin vista, mientras permanece conectado a un respirador, con cables que se deslizaban hacia afuera de su pecho, brazos, piernas y frente. Varios tubos de plástico transparente transportan fluidos hacia y desde su cuerpo.

La mujer levantó la vista, sorprendida, al abrirse bruscamente la puerta de la habitación; había estado profundamente consumida en sus pensamientos para percibir los pasos que se acercaban a toda prisa resonando sobre el suelo de mármol. Un hombre, aparentemente un par de años menor que ella, se detuvo en la puerta. Estaba vestido con vaqueros azules bien gastados luciendo una camisa de algodón sin mangas de color azul pálido. Era guapo, aunque algo corpulento, con un pelo color de trigo con comienzos de calvicie sobre ojos expresivos de color de dulce de leche.

“Phil” exclamó ella al ver al hombre entrar mientras se levantaba para encontrarse con él. Ella lo saludó con un cálido abrazo. “Estoy muy contenta de que estés aquí. Temía que no recibieras mi mensaje”.

“Vine tan pronto que me enteré. ¿Qué pasó, Chrissie? Dijiste que Tom estaba en coma. ¿Qué son...”

“Nadie lo sabe todavía, Phil”, interrumpió, alejándose suavemente de su amigo y dirigiéndose lentamente hacia el hombre en la cama. Phil siguió su mirada, tomando la figura frágil por primera vez. Señales de dolor imprimieron su rostro, y apenas oyó la voz de Christine sobre la cruda ola de emociones que se apoderaron de él.

“Al principio los médicos pensaron que era una sobredosis de drogas. Me hicieron todo tipo de preguntas sobre qué medicación podría estar tomando. Parecían no creer que ni siquiera bebía alcohol o fumaba, que ingerir cualquier sustancia química que pudiera afectar sus procesos mentales sería impensable para él. Los resultados toxicológicos verificaron eso con bastante rapidez.”

“Por supuesto que no” interrumpió Phil con impaciencia, volviendo su atención a Christine. “¿Qué más encontraron?”

“No mucho, en realidad”, continuó ella, respirando profundamente y exhalando lentamente. “Todas sus funciones corporales están bien. A pesar de su apariencia física y su evidente deshidratación, no pueden encontrar nada malo en él. Sus signos vitales son normales, y su actividad mental basadas en electroencefalogramas aparentan actividad anormalmente alta”.

“Espera un momento”, interrumpió Phil de nuevo, “¿Cómo puede estar en coma y tener altos niveles de actividad cerebral? ¿Y por qué diablos está en este estado de inanición? Dios, parece que no ha comido en semanas. La voz de Phil elevándose en consonancia con su creciente frustración y fastidio. “¿Qué clase de curanderos imbéciles lo están examinando? ¿Cómo pueden . . .”

“Cálmate, Phil”, Chrissie interrumpió suavemente amonestando, luchando contra su propio cansancio—y por mantener el control de sus emociones. “Está en buenas manos aquí, y ya han llamado a dos especialistas, un neurólogo y un neurocirujano del hospital Columbia Presbyterian. Deberían llegar aquí esta noche o lo mas tardar en la madrugada. Desde anoche, le han hecho todo tipo de pruebas para tratar de diagnosticar su situación. Hasta ahora sin éxito, pero tenemos que tener paciencia; están haciendo todo lo posible por él con muy poca informacion para seguir adelante. ”

“Pero deben tener alguna idea de lo que podría pasarle, al menos”, insistió, todavía enojado, pero un poco más tranquilo.

“No de momento. Simplemente nunca han visto un caso como este. No responde a los estímulos, y su cuerpo ni siquiera lleva a cabo sus funciones autonómicas sin asistencia; no respira sin el respirador, sus pupilas no se dilatarán, e incluso sus riñones no funcionan. Sin embargo, su cerebro parece ser hiperactivo, y no pueden encontrar ninguna razón fisiológica que explique su condición”.

“¿Cómo lo encontraron”? preguntó Phil. “¿Y por qué no estaba muerto si necesita un respirador y una máquina de diálisis para vivir?”

“Lo encontré yo, Phil”, respondió ella, mirando hacia atrás a la figura en la cama, y luego continuando con obvia dificultad, con una voz tensa. “Es extraño, de verdad. No lo había visto en años, no desde . . .”

“Lo sé, Chrissie”, interrumpió Phil, su ira disipada tan rápido como había surgido, desplazada por una creciente ternura. Suavemente colocó sus manos sobre los hombros de la mujer, y la ayudó a sentarse en una silla junto a la cama de Tom, tirando de una silla para sí mismo mientras continuaba hablando en un tono muy suave. “Después de ti misma, soy el amigo más intimo que Tom tenía, y yo no lo había visto en unos cinco años tampoco. Estaba demasiado ocupado con su trabajo para socializar. Nada personal, por supuesto, no tenía tiempo para la amistad ni otras distracciones”, se escatimó, un toque de amargura volviendo a su voz. Luego, quitándole suavemente un mechón de pelo de los ojos de Christine, agregó: “Me sorprende que trataras tu de mantener el contacto por tanto tiempo”.

Los ojos de Chrissie se estrecharon por un instante, pero ella sostuvo la mirada de Phil y rápidamente respondió en tonos uniformes y restringidos: “Era el amigo más gentil y amable que tú o yo hayamos tenido. No había nada en este mundo que no haría por nosotros, ni por ninguno de sus muchos otros amigos. ¿Has olvidado la hora de tu accidente de moto, cómo se quedó a tu lado durante diez días mientras estabas cerca de la muerte? No dejaron que tus padres se quedaran, pero suplicó y amenazó primero a la jefa de enfermeras, luego los médicos y finalmente el administrador del hospital hasta que lo dejaron quedarse. Dormía a tu lado un una incomoda silla de madera hasta que te dieron el alta, y te cuidó cada minuto que pudo permanecer despierto, día y noche, como el mas leal guardaespaldas. Y eso no fue de ninguna manera la primera ni ultima vez que él te demostró su amistad.”

“Lo sé, lo sé“, respondió Phil, nuevamente aplacado y algo avergonzado. “Supongo que me molesta que nos ha echado a un lado. No es fácil que te digan que eres una distracción. Lo siento, Chrissie. Por favor, dime. ¿Cómo lo encontraste?”

“Estaba conduciendo a casa del trabajo cuando tuve ganas de verlo. No puedo explicarlo; sabes que no soy impulsiva. Simplemente sabía que me necesitaba. Es como si me hubiera llamado, me hubiera atraído hacia él. Yo había pensado en él a menudo, pero nunca me había sentido de esa manera antes. Estaba a varios kilómetros de su casa, por la carretera I88, pero llegué muy rápido. Cuando llegué, no quiso abrirme la puerta, o eso supuse. Sabía que tenía que estar en casa; sabes que era un prisionero virtual en su propia casa, que hasta los comestibles le traían a casa y hacia que un servicio de lavandería recogiese su ropa en casa. Pero lo que es más importante, sentí que él estaba allí. Cuando no contestó el timbre, no volví a tocarlo. Encontré su llave de repuesto en su habitual escondite debajo de una maceta junto a la puerta principal y me dejé entrar. Le llamé de nuevo, pero no hubo respuesta. Pude ver que la luz de su estudio estaba encendida y me dirigí allí rápidamente. Estaba desplomado sobre su escritorio, con la cara en un libro abierto. Lo toqué; su piel se sentía febril, pero yo no podía verlo respirar, y no podía sentir su pulso. Lo arrastré al suelo, lo puse de espaldas y comencé a administrar RCP después de llamar una ambulancia. No pude conseguirte por teléfono y te dejé mensajes en casa, en tu trabajo y en tu móvil camino al hospital.

“¿Viste algo mientras estabas allí que pudiese explicar su condición?”

“No tuve la oportunidad de mirar dadas las circunstancias. Pero esa es una buena idea, sin embargo. Tal vez uno de nosotros debería volver; quizás pudiéramos ver algo que sirva de ayuda a sus médicos.”

“Voy yo y traeré cualquier cosa que pueda ofrecer una pista sobre su condición.”

Con eso Phil se levantó y esperó a que su amiga buscara la llave de Tom en su bolso. Después de tomar la llave, suavemente, sin palabras, tiernamente acaricio la mejilla de su amiga, tratando de asegurarle que todo estaría bien. Luego se volvió hacia Tom, sugetó la barandilla de la cama, y trató de decir algo, pero no pudo articular una sola palabra. El acero frío y brillante contra sus palmas sudorosas envió un escalofrío a través de la espina de Phil. Luchando contra sus emociones de nuevo, se volvió hacia la puerta y salió rápidamente.

Al salir del hospital, el aroma del césped recortado y las flores fluyó a través de él, al igual que el calor del sol en su rostro, lo que le permitió darse cuenta por primera vez de que había estado muy frío el interior del edificio. La suave brisa, los sonidos de los pájaros, los soplos de nubes blancas flotando perezosamente en el cielo, los setos esculpidos y los macizos de flores cuidadosamente atendidos con su sinfonía de color y agradable perfume ayudaron a calmar sus nervios deshilachados y a levantar su espíritu. Tomó un momento para incorporarlo todo y, por un instante, fue transportado de vuelta a sus días universitarios. Casi podía oír al profesor Greenberg leer de las Canciones de Inocencia de William Blake. Detrás de él, sabía, estaban las Canciones de la Experiencia--la decadencia, la muerte y la decepción de la vida real, de sueños incumplidos que son el legado inevitable del fin de la infancia. Pero si evitaba voltear la cabeza hacia atrás, casi podría negar el lado más cruel de la naturaleza que estaba dejando a sus espaldas, y morar, aunque sólo fuera por un momento, en el calor calmante de su entorno que evocaba un tiempo más feliz e inocente. Las verdes ramas de recuerdos conmovedores se habían vuelto hace mucho tiempo gris en sus recuerdos, pero se sorprendió y se alegró de saber que no estaban más allá de aun sostener brotes tiernos si les dirigía su atención, si estaba dispuesto a mirar más allá del dolor y desviar su mente de los tiempos más difíciles.

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Mientras se acercaba a su coche, avanzando por un camino sinuoso, continuó recordando el tiempo más simple y feliz de sus días universitarios, donde, en unas instalaciones universitarias no muy diferentes a estos terrenos pastorales, Tom, Chrissie y él habían pasado los mejores años de sus vidas. Al ver a Chrissie de nuevo había comenzado en él a desbordar un pozo de profundas emociones que pensaba que había dejado atrás, o al menos había aprendido a mantener sumergidas por años de práctica instruida por la necesidad. Pero ella seguía siendo la misma mujer que había amado en silencio, sin expresar sus sentimientos, sabiendo que su corazón no era ni podía nunca ser suyo. Sin embargo, había compartido innumerables sueños y recuerdos mucho más íntimos que la relación sexual que nunca tendrían, y que ni siquiera podía fantasear sin generar fuertes sentimientos de vergüenza y traición hacia su mejor amigo. A pesar del dolor todavía recordado de su amor secreto y no correspondido, y a pesar de que su mejor amigo se retirara a un mundo interior que no le dejó espacio ni a el ni a Chrissie, esos años le habían dejado recuerdos que no habría cambiado por nada en este o en cualquier otro mundo.

Phil llegó a su coche, entró en él, lo encendió mecánicamente y comenzó a alejarse, su mente todavía flotando en la niebla de recuerdos tediosos. Media hora más tarde, cuando se acercó a la casa de Tom, Phil se sintió como si estuviera despertando de un sueño turbulento; se dio cuenta de su conducción, del viento corriendo a través de su cabello y de los sonidos guturales suaves de su Porsche poco característicamente impulsado a una velocidad legal. Sacudió la cabeza, tratando de disipar los fragmentos de sus recuerdos inquietantes. Mirando su velocímetro, se dio cuenta de que viajaba a sólo 40 kilómetros por hora en una zona de 80, un poco inusual para alguien que había tenido su licencia suspendida dos veces por haber acumulado un número excesivo de multas por exceso de velocidad.

“Maldición, debo estar envejeciendo”, se burló en voz alta mientras se introdujo en la entrada de coches de la casa de Tom. Se detuvo bruscamente y miró a su alrededor con incredulidad a la falta de cuidado evidenciado en lo que una vez había sido minuciosamente bien cuidado. Atrás quedaron los rosales blancos que habían flanqueado la entrada, y los cerezos, manzanas y melocotones en el huerto a la derecha estaban todos despojados de follaje, luciendo en lugar de docenas de grandes capullos de polilla gitana de color ceniza abultados con los portadores de la perdición desgarradora para toda vegetación cercana. El césped se había ido hace mucho tiempo a la semilla, y las hierbas altas crecían sobre de lo que habían sido impecables macizos de flores. Todo estaba invadido por hierbas malas, algunas cerca de dos metros de altura con diente de León y una amplia gama de otras malas hierbas dando al césped delantero un aspecto espectral a pesar del sol brillante. Savia rezumaba como sangre ámbar de los árboles cuyas extremidades muertas caídas cubrían el pequeño huerto, algunos de los cuales habían caído en la entrada e impedían su paso. Las polillas gitanas no eran los únicos huéspedes indeseados; Las hormigas carpinteras habían encontrado un refugio aquí, dejando atrás llagas gangrenosas y un gran agujero en un enorme roble al final de la entrada, junto a la puerta principal. Tampoco se había salvado la casa; un obturador colgaba en casi un ángulo de 45 grados enmarcando una gran ventana con una extensa grieta corriendo a lo largo de ella diagonalmente de derecha a izquierda; esta había sido, al menos, temporalmente reparada con varias capas de cinta transparente. El trabajo de las termitas también se podía observar alrededor de las ventanas y el marco de la puerta.

Phil se bajó de su coche, todavía aturdido por el sorprendente cambio en los alrededores desde su última visita hace unos cinco años. Paseó lentamente hacia la parte posterior de la casa, notando una gruesa capa de suciedad polvorienta que cubría el clásico Corvette del 1963 de Tom, haciendo que su color rojo pareciera un marrón oscuro moteado. Detrás de la casa, casi cuatro ecarias de bosques eran visibles, al igual que un gran estanque natural. Este había sido el campo de picnic privado de Tom, siempre abierto a sus amigos algunos de los cuales se podían encontrar perpetuamente nadando en el estanque, alborotando alrededor de la gran barbacoa de leña, o simplemente tumbados en el sol todos los fines de semana a finales de la primavera, en el verano y a principios de otoño. Ni rasgos ya de lo que había sido arena blanca que Tom había siempre mantenido en la pequeña playa, ahora vuelta fango. Las deshierbas altas y la hierba ahora cubrieron la mayor parte del paisaje, con la mayoría de los árboles un poco mejor que los robles y árboles frutales en la parte delantera de la casa. El estanque desbordó sus orillas con agua turbia de las lluvias recientes, un refugio para mosquitos, y otras plagas voladoras cerca de su superficie oscura, atraídas por la escoria y el hedor de la lenta descomposición.

La casa era un modesto rancho de tres dormitorios, pero los terrenos siempre habían sido mantenidos por un jardinero -- el único lujo que Tom se había permitido a pesar de su considerable riqueza heredada--y había sido su posesión más preciada por la alegría que brindaba tanto para él como para sus amigos. Phil no podía imaginar por qué Tom había permitido que se hundiera a tal nivel de abandono, y sintió una punzada opresiva de pérdida que parecía crecer más poderosa con cada respiro. Después de inspeccionar los terrenos durante un breve intervalo, se estremeció, parpadeó las lágrimas quemando las esquinas de sus ojos, y rápidamente se dirigió hacia la casa, incapaz de soportar aún más el entorno.

Después de buscar en su bolsillo la llave, abrió lentamente la puerta principal. Entrando después de un momento de vacilación, encontró el interior cubierto en la oscuridad a pesar del sol brillante de afuera. Buscó a tientas a su derecha para el interruptor de luz, lo encontró y prendió la luz. Cortinas oscuras y pesadas colgaban sobre todas las ventanas sobre persianas cerradas. Miró a su alrededor y encontró los muebles tanto como lo recordaba. En total, era bastante espartano: un sofá grande, acolchado en madera con almohadas amplias con un cómodo sillón reclinable de cuero a su lado, una mesa de lámpara rústica con una lámpara de bronce bruñido en él, una mesa de centro y un antiguo televisor de consola de madera que sólo podía ser visto hoy en las películas ambientadas en la década de 1970. Una capa de polvo cubría todo en una manta delgada, haciendo que la unidad de control remoto del televisor en la mesa de centro pareciera un ratón muerto, aplanado y sin cola.

A la derecha de la sala de estar, al final de un pasillo corto, Phil podía ver un poco de luz por el marco de una puerta casi cerrada en el estudio de Tom. Caminó allí con creciente temor, atraído por la necesidad apremiante de ayudar a su amigo, pero impedido por sus fuertes emociones y los fantasmas de los recuerdos frescos y descoloridos. La habitación era exactamente como él lo recordaba: un pequeño escritorio en su centro con estantes de libros cubriendo toda la superficie disponible de espacio en las paredes. Sabía que las habitaciones serían de la misma condición. Sólo la sala de estar había escapado las librerías que avanzaban del estudio como apéndices de algún monstruoso pulpo, deslizándose implacablemente hacia el mundo exterior. A diferencia de la sala de estar, esta habitación estaba libre de polvo y era obviamente bien utilizada. Phil no podía detectar nada fuera de lo común. En el escritorio de Tom, notó varias notas escritas a mano y un libro abierto, un viejo volumen de la República de Platón, encuadernado en cuero tallado a mano, fuertemente anotado en la letra nítida y clara de Tom y bien gastado por su uso. Una computadora portátil abierta y encendida estaba ubicada al lado del libro abierto, pero Phil no tuvo tiempo de intentar adivinar la contraseña para sacarla del modo de suspensión y mostrar lo que Tom había estado trabajando en ella. En cualquier caso, estaba seguro de que sólo mostraría cualquier artículo académico o libro en el que Tom estuviera trabajando actualmente. Apartando su atención de la computadora, Phil abrió el cajón superior del escritorio y lo encontró lleno de numerosos implementos de escritura y hojas de papel en blanco. El segundo cajón contenía una pila de varios manuscritos, todos con el nombre de Tom. El primero llevaba el título de “Filosofía occidental: una reacción continua a las epistemologías de Platón y Aristóteles”. Phil sonrió, y atravesó varios otros papeles debajo del mismo con títulos que Phil estimo igualmente inútiles. Estos representaban una mezcla ecléctica de trabajo académico en una gama de disciplinas que incluían filosofía, física, matemáticas y biología. También frunció la nariz Phil al ver estos, y cerró el cajón con una mezcla de disgusto y frustración. En el último y más amplio cajón en la parte inferior del escritorio encontró una curiosa mezcla de artefactos, libros y papeles. La mayoría parecía trivial, y algunos eran inexplicables: envoltorios de caramelos, viejos talones de entradas de cine, programas de teatro, entradas para conciertos, un par de ensayos universitarios y antologías de poesía, y otros artículos que sólo podían tener sentido para Tom. Debajo de estos, Phil encontró y extrajo una pequeña caja metálica; coloco la misma en la parte superior del escritorio y la abrió, después de una breve lucha con un pestillo algo oxidado. Contenía algunas hojas de papel con escritura, y varias fotos Polaroid instantáneas. Fue estas últimas que miró primero; sus manos temblando ligeramente mientras miraba trozos de su propio pasado, ahora tan aparentemente distante e irrecuperable. Todos sus viejos amigos estaban allí, así como docenas de fotos de Chrissie, Tom y Phil tomadas durante un período de más de una década, muchas alrededor de esta misma casa y terrenos, algunas en la universidad, y otras de los muchos viajes que habían hecho juntos. Tom, después de todo, se había quedado con estas. Este hecho lo conmovió profundamente por razones que no podía entender fácilmente. Finalmente perdió el control de las emociones que había estado tratando sin éxito de enterrar y comenzó a llorar, sollozando en silencio durante algún tiempo.

Después de unos minutos, recuperado nuevamente el control de sus siempre volátiles emociones, Phil puso a un lado las fotos y volvió su atención a los papeles en la caja. Algunos eran cartas; reconoció la letra de Chrissie y la suya en varias. Estas no las leyó. Finalmente, encontró una ultima hoja de papel cuidadosamente doblada en la parte inferior de la caja adentro de una caja de joyería de madera hecha a mano. Lo desplegó cuidadosamente y comenzó a leer un poema en la propia mano de Tom escrito en ingles, y traducido aquí, en una media hoja de papel arrancada de un cuaderno en espiral:

Oh medio recordado, fugaz, tiempo feliz,

Cuando nada importaba más que el amor y el juego,

La imaginación estaba entonces en su mejor momento,

Y la vida comenzaba de nuevo con cada día.

Una flor era entonces una alegría, un misterio,

Y no un pétalo, raíz y simple tallo,

Y la vida estaba repleta de maravillosas fantasías,

Incontaminada por el intelecto del hombre.

Ese tiempo se ha ido ahora, No puede volver,

El fruto ha sido consumido, su lento veneno mata,

Y, sin embargo, mi corazón caído siempre anhelará,

Ese tiempo efímero de habilidades desconocidas.

¡Oh dios falso, el conocimiento, todos los días destruyes,

Todo lo que fue sagrado en mí cuando era niño!

Con ojos húmedos, dobló el pedazo de papel y lo reemplazó en la pequeña caja de madera en la que lo había encontrado, luego colocó la pequeña caja dentro de la caja de metal más grande y se llevó la caja con él fuera de la habitación. Una inspección completa de cada habitación de la casa no descubrió ninguna pista que pudiera ayudar a desentrañar el misterio de la condición actual de Tom. Revisó debidamente todos los demás cajones y armarios, prestando mucha atención al gabinete de medicina del baño en busca de signos esperanzadores de cualquier sustancia que Tom pudiera haber ingerido deliberadamente o inadvertidamente que pudiera explicar su condición, pero no encontró ninguno. Su botiquín contenía sólo una botella nueva de Mylanta, una botella casi vacía de aspirinas y nada más.

En la cocina, todo lo que Phil pudo encontrar fue una recipiente plástico de lechuga casi desecada y varias botellas de medio litro de agua de manantial. Incluso buscó pistas en el sótano infestado de arañas, pero Tom claramente no había estado allí en mucho tiempo. Aparte de algunas telarañas grandes y complejas, todo lo que pudo encontrar fueron docenas de archivadores repletos de artículos académicos, tanto obras publicadas como inéditas, no muy diferente de las docenas de manuscritos similares en el cajón del escritorio de Tom en su estudio. Aunque los tratados filosóficos eran claramente el campo dominante representado aquí, también habia publicado obras sobre una gama alucinante de temas, desde Antropología hasta Zoología. También había cientos de revistas polvorientas que reforzaban estanterías a lo largo de cada pared cubriendo casi una gama igualmente deslumbrante de disciplinas. Inspeccionando varios al azar, se encontró con que la mayoría contenían algunos artículos publicados por Tom. Si Tom había dedicado su vida a la búsqueda del conocimiento, ciertamente no lo había despilfarrado en el pensamiento ocioso.

Al encontrar nada en la casa que pudiera ayudar a explicar la condición de Tom, Phil recorrió sus pasos hacia fuera, llevándose consigo la caja de metal que había extraído del escritorio de Tom con la intención de dársela a Chrissie con la esperanza de que pudiera brindarle a ella un poco de placer--y validación por su lealtad y amor a Tom a través de los años. Después de cerrar la puerta, permitió que el calor del sol se lavara sobre él por unos momentos antes de subir a su coche y regresar al hospital; inmediatamente comenzó a sentirse mejor como si el sol estuviera limpiando el frío sepulcral y la mosqueta que había experimentado en el interior, quemando la neblina de su mente.