Tom no era consciente de su condición actual y no le hubiera dado importancia si lo fuese. Cada minuto de cada día durante más de una década se había dedicado a tratar de desvincularse de las distracciones de la vida, en tratar de obtener el ideal platónico de esforzarse por la verdad a través de la introspección--de tratar de ver más allá de las sombras imperfectas del mundo físico al reino de las verdaderas formas. No estaba amargado ni preocupado por las corrientes de la crítica que buscaban durante años llevarlo hacia el desden de sus colegas en la academia, ignorandolo al principio como equivocado, luego como un reaccionario aferrándose con tenacidad sin sentido a las nociones obsoletas de la realidad, y finalmente como un divertido anacronismo que no necesita ser reconocido ni explicado. Sólo estaba ligeramente molesto cuando sus tratados académicos ya no eran publicados por las principales revistas académicas arbitradas de filosofía; si no podían validar su punto de vista, no era una reflexión sobre el mérito del mismo, sinó sobre la ineptitud de los que pasan por los árbitros en la academia en estos días--colegas ineptos y obtusos que solo saben beber de una sola fuente comunal que no permite ni una sola gota de agua extraña. No había obtenido su doctorado en filosofía para el beneficio de nadie, excepto el suyo, y no necesitaba la aprobación de sus compañeros para legitimar sus teorías. Y, en cualquier caso, su trabajo en otros campos donde también había recibido sus otros Ph.D. (física, matemáticas y biología) lo publicaban regularmente.
Había aprendido hace mucho tiempo a deshacerse de sus emociones, a desarrollar y mejorar el poder de su mente, al despojarse del yugo de la influencia destructiva y extraviante del cuerpo en la búsqueda de la verdad. Su abnegación le había proveído sus frutos. Su cuerpo, por supuesto, había sufrido en el proceso, pero eso era algo de poca importancia. Los antiguos griegos, estaban equivocados en la búsqueda del ideal de un cuerpo sano y una mente sana. Tratar el cuerpo y la mente como iguales es pura locura. Ciertamente un cuerpo enfermo interferiría con los procesos mentales; el cuerpo debe recibir alimento y cuidado rudimentario, de lo contrario moriría. Pero ¿cuál es la lógica de dedicar horas interminables a la selección de la dieta, en el ejercicio, o, peor aún, en el ocio? ¿Quién más que un idiota agregaría cinco años de vida a través de cuidado constante y ejercicio y nutrición perfecta desperdiciando a cambio diez años de vida en el proceso? El cuerpo es el enemigo primordial de la mente; sus necesidades, deseos y anhelos constantes son una distracción intolerable que, lejos de ser fomentada, debe ser erradicada a través de la abnegación. Seguramente cualquiera podría ver eso. Pero es mucho más fácil negar un hecho obvio que admitirlo y luego carecer de la fortaleza para aplicar sus conclusiones lógicas. Tal es el poder destructivo de la carne, que ofusca la mente, no sólo nublando la razón, sino haciéndola cumplir su propósito a través de una racionalización sin fin, ignorando cualquier cosa que amenace su zona de confort estrecha y hedonistamente definida.
Qué triste, pensó, que los viejos sofistas, esos malditos enemigos de la verdad, finalmente se habían ganado las mentes y corazones de la humanidad moderna que premia la conveniencia, el pragmatismo, la corrección política y la comodidad del status quo por encima de su alma.
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Tom flotaba inmóvil en un vacío sin fin. Privado de información sensorial, su mente estaba aguda y marcadamente enfocada. Aunque no podía tocar, oír, ver, oler o hablar en su condición actual, no estaba en un estado de privación sensorial completa, ya que su mente podía percibir su entorno, aunque no muy claramente, como si estuviese viendo un viejo televisor analógico mal sintonizado a través de un vidrio manchado de aceite. Aunque incorpóreo, se mantenía consciente de sí mismo. Reconoció su estado como uno de preparación para entrar en un nuevo reino de conciencia, una comunión con el reino de las verdaderas formas-- de la verdad absoluta.
Había estado tan cerca antes tantas veces de lograr la verdadera iluminación; pero cada vez, alguna faceta maldita de sus apetitos lo arrastraba a la tierra de nuevo, la debilidad profana del cuerpo que lo condenaba a los reinos sombríos de la existencia pedante que llamamos la vida. Ya conocía bien las señales; reconoció el medio lugar entre la sombra y la luz en el que había habitado tantas veces antes, un plano más alto de la existencia que conduce a la verdad absoluta. Incluso ahora, sintió el poder de las verdaderas formas, recién cubiertas de sombras evanescentes, velando delgadamente su verdadera esencia tan cerca de su fuente. La verdad absoluta, la belleza absoluta, el conocimiento absoluto estaban cerca, a su alcance. Si sólo pudiese sostener su fuerza mental un poco más, sería capaz de levantar los malditos cegadoresde la carne.
No era una persona religiosa; esto no era para él una oportunidad de comulgar con Dios. De hecho, no creía en Dios, al menos no en el sentido tradicional. La religión, para él, no era diferente de todas las instituciones e ideas derivadas de las mentes de hombres y mujeres: representa sólo una visión imperfecta de una realidad superior filtrada por las percepciones imperfectas, la presunción y el interés propio de la humanidad. Creía en la visión de Platón del alma como perfecta y omnisciente antes de hacer su viaje al mundo material. Puede que no haya un río físico Styx para que el alma nade en su camino hacia el plano terrenal, un río cuyas aguas traen el olvido de la verdad absoluta con la que el alma comienza su viaje hacia la tierra--pero el principio es ciertamente preciso: al nacer olvidamos todo lo que sabíamos cuando nuestros espíritus eran libres y existían en el plano de las verdaderas formas. Sin embargo, a través de la introspección, invertimos los efectos adormecedores de nuestra existencia física y recuperamos la gloria de nuestra preexistencia. Esta fue la búsqueda de toda la vida de Tom: recuperar la gloria que su alma había perdido en cruce a reunirse a la carne, para poder percibir el bien y el mal, la belleza absoluta y la verdad absoluta.
A medida que se acercaba a la etapa final de su viaje de toda la vida, flotaba como una nube sin forma y sin peso a través de la cual fluían muchas sombras en su caminata desde el reino de las formas hacia el reino terrestre material. Mientras fluían a través de él, dejaban atrás el más mínimo indicio de su verdadera esencia, no muy diferente de la embriagadora ola de un buen perfume de una hermosa mujer que se percibe suavemente en transeúnte largos momentos después de que ella ha pasado.
“Chrissie”, pensó Tom, o más bien la sintió, por un momento, pero pronto pasó el momento, y siguió adelante.
Sí, conocía muy bien este camino. También sabía que el poder mental necesario para avanzar hacia el velo final en este lugar a medio camino sería realmente enorme, y requeriría un esfuerzo colosal. Pero fue paciente, y decidido a utilizar la última reserva de energía en su alma moribunda, si fuese necesario, para avanzar hacia la luz.