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The Silver Traveler [Español]
Cap. 22. Peligro en la Jungla. P1:

Cap. 22. Peligro en la Jungla. P1:

La lluvia caería a cantaros, la tierra se volvería lodo y las carpas se inundarían debido a que, para evitar daños, estarían en trincheras bajo tierra. El equipo de Alex estaría en el cuartel Max sin decir palabra, sentiría un dolor bastante grande en el brazo, Steven estaría preocupado por Alex y los demás simplemente mirarían lo que se desenvuelve.

-Tenemos que buscar a Alexandr- Steven miraría a Max.

El lobo voltearía la mirada, con molestia. El felino miraría al ciervo y al gran lagarto, Félix observaría el brazo de Max. Observando como este tiene una herida horrenda, sin decir nada, tomaría nota y un dibujo de esta.

Steven miraría a sus amigos, la actitud de Max no ayudaba en nada. Acercándose a los demás se sentó en una banca, Oscar le dio una sonrisa y unas palmadas en la espalda, Gabriel le dio de su comida deshidratada y Félix seguía inseguro con lo que vio, esperando el mejor momento para hablar.

El comandante miraría sin mucha importancia al equipo fracturado Mientras tomaba un café mirando entre los huecos del “Cuartel” La lluvia no parecería amainar hasta la mañana siguiente.

-Mañana irán por su equipo, y cuando derribemos ese cañón podrán recuperar su nave. Jacob acorralado en una esquina, miraría en silencio el problema que afronta el equipo que le toco. Sabiendo que, aunque puede ayudar, sabe que no los conoce aún.

En otro lugar, la lluvia pegaba fuertemente en una choza de madera y barro, la lluvia se escuchaba atravesó del techo de hojas verdes gigantescas. Alex intentaría levantarse con pesar en sus ojos, al despertar completamente, se tallaría los ojos mirando alrededor una antorcha o lámpara iluminaria levemente el cuarto.

Mirando de una ventana la luz de la luna entrar débilmente entre unas delgadas cortinas de hierba. Al levantarse de una cama de hojas, termino escuchando voces, hay alguien al otro lado de la puerta, una puerta simple de madera, a su lado la ventana, sin hacer mucho ruido se acercaría a esta.

Intentando escuchar que dicen se toparía con un banco, subiendo en este, removería con cuidado la cortina, mirando un pasillo de madera con ramas como barandales. Alex extrañado escucharía lo que hablan los guardias.

- ¿Ya le pusieron el ungüento al chico? Estaba bastante mal, por poquito y lo hacen puré; Uruk- De la puerta se miraban las sombras moverse.

-Sí, Mándala y Amara lo recogieron en el campamento del risco del colmillo; Ñuck- Unos pasos pesados se escuchaban llegar.

Alex intento asomar más la cabeza, pero miro una enorme criatura que tapaba la ventana. El lobo se resbalo, casi cayéndose de la silla. Intentando no hacer mucho ruido. Una voz más gruesa e intimidante sonaría del otro lado del muro.

-Dejen de hablar y vigilen al prisionero… Puede que el viejo diga que es el elegido, pero solo es un guerrero más de los “Escupe fuego”- El ánima miraría la ventana.

La cortina se movería levemente, Alex al otro lado, la sostendría con la punta de los dedos, tapando su rostro, evitando que su respiración acelerada se note. El ánima quitaría a los guardias mientras estos evitarían que entre.

-No… Jefe… Tenemos ordenes de…- montándose encima del animal.

-El Maestro nos dijo que mantuviéramos descansando al lobo- Otro anima se colocaba enfrente de el en la puerta.

El gran anima abriría la puerta, Alex está descansando en esta, aun fuera de sí. El gran anima dejaría a los otros 2 caer al suelo. En su discusión Alex abriría lentamente un ojo, mirando quienes son. Un gorila de más de 2 metros que se carga sobre sus puños y un babuino rojo y un champase bastante robusto de pelaje café oscuro. El gorila cerraría la puerta después de que todos salieran.

Alex suspiraría completamente aliviado, escuchando susurros que se alejarían en la noche. Al ver mejor el lugar, se daría cuenta que es un tipo de choza de madera decorada con algunos muebles, a su lado izquierdo, vendas y una baba verde. Alex intentaría ponerse de pie nuevamente, dándose cuenta que su pecho duele mucho, palpándolo, sentiría las vendas en su uniforme desabotonado, cansado miraría al techo y quedaría nuevamente dormido.

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Al salir los primeros rayos de sol, entrando por la ventana, Alex se levantaría, tomaría su equipo que tiene y se dispondría a escapar.

Una anima llegaría al lugar, una simia iría a dejar un plato de comida al lobo, al entrar al cuarto, miraría que no se encuentra en el lugar. Al asombrarse, nuevamente, miraría al lobo caer del techo, del lado contrario por donde ella venia, tomando un silbato, alertaría a los guardias con un fuerte pitido. Alex correría con todo lo que tiene, mirando a su lado.

Observando que donde esta son las alturas, deteniendo su paso para respirar, miraría que se encuentra en un enorme árbol, un árbol como muchos otros de ese lugar. Recordando que está escapando, Alex reanudaría su carrera, pero sin dejar de ver el hermoso paisaje. Al momento de voltear su rostro, chocaría con un enorme simio.

Alex se quedaría frente a frente de aquel intimidante anima. El gorila se posaría a su nivel y con un enorme respiro, rugiría en la cara del lobo. Alex aturdido y presa del pánico, haría lo mismo, el anima al ver que es retado, volvería a rugir más fuerte.

Alex miraría al anima a los ojos, encima de este abría una liana ocurriéndosele una idea bastante arriesgada. Alex con todas sus fuerzas, rugiría logrando hacer retroceder un poco al gorila. Caminando hacia atrás y de regreso, golpeando su pecho, volvería a rugir con más fuerza, Alex saltaría a su espalda y con un salto tomaría la liana quedando detrás de este.

Sorprendido voltearía a ver al lobo, Alex esperaría a que se acercara. El gorila al rugir molesto una vez más, en ese momento Alex rápidamente activaría su habilidad, y en segundos su enemigo, seria atado de la cintura y con un movimiento extra, colgado del techo. Alex mirando al gorila de cabeza, se alejaría con una sonrisa.

-Parece que ser tan grande no te permite ser veloz…- Alex voltearía a ver a su contrincante.

El gorila se balancearía de lado a lado, rompiendo la liana y con ello, ramas y partes del tronco, más enojado perseguiría frenéticamente a Alex. El lobo al llegar a un camino cerrado, miraría al enojado gorila, corriendo de regreso a él. Una vez teniendo una buena distancia, regresaría a correr a la pared hecha de una rama enorme y de un salto en esta lograría cruzar del otro lado.

El Gorila frenaría en seco, evitando chocar, pero, aun así, sin entender que sucedió. Alex se iría lentamente del otro lado, hasta que rompió una rama de las que cayeron antes, su crujido alerto de nuevo al gorila, reanudando la persecución.

Alex en un desesperado inténtenlo, trataría de subir al segundo piso, desde un balcón que sobre sale, intentaría trepar, al llegar a arriba, otros primates sorprendidos al verlo, harían que caiga, el gorila trataría de atraparlo, pero fallaría. Alex miraría su fin.

Hasta que, usando nuevamente su habilidad, miraría su entorno y por casi nada, tomaría la liana del torso del gorila, la simia de antes con otros iguales a ella, llegarían mirando lo que sucede.

El gorila seria tomado por sorpresa y el peso de Alex, resbalando y cayendo al suelo de madera. Alex balanceándose desde las alturas hacia afuera del árbol, miraría una enorme plaza en el centro del árbol, columpiándose un par de veces, se lanzaría, llegando con una voltereta hacia el centro del lugar.

Cayendo rendido del cansancio. Sus pulmones ardiendo y el sudor recorriendo su cuerpo, una nube pasaría por el lugar, cubriendo todo de una densa neblina. Alex se daría unos minutos, hasta que oiría un golpe de un tambor, seguido de otros, una canción con múltiples tambores. Alex se pondría de pie con dificultad. Respirando aun pesadamente.

Con la nube pasando y la neblina bajando un poco, sin palabras miraría un circulo de primates rodeándolo desde un segundo piso. Asombrado de su gran numero, miraría más abajo, escondidos un circulo de primates más grandes, tocando unos tambores de piel gruesa con las palmas desnudas. Alex no tendría palabras para decir algo. Hasta que ese golpeteo rítmico se detendría.

El silencio y las miradas estarían clavadas en él. Alex sentiría la tensión que se creó de repente. La neblina terminaría de disiparse, saliendo de esta una estatua de barro y otros materiales en sima de un escenario a varios metros donde estaba, la estatua de un primate bastante grande y bien hecha.

A los pies de la estatua, Alex vio a un anciano, un simio bastante gordo de pelo canoso casi blanco, de brazos largos y ojos pálidos como la luna. El anciano alzó su brazo, y el silencio reinó de repente. Los demás primates se inclinaron de rodillas con una reverencia casi religiosa.

Alex, sin entender lo que sucedía, se inclinó levemente en señal de respeto. Cuando alzó la vista, los ojos blancos del anciano parecieron atravesarlo. No sabía si podía verlo realmente, pero sintió como si esa mirada buscara algo más profundo en él, algo que aún no comprendía.

El anciano tomó un bastón de madera y golpeó un platillo con un sonido metálico y penetrante. De inmediato, los primates gritaron y gemían extasiados, mientras los tambores retomaban un ritmo más frenético. Alex se mantuvo alerta, su corazón latiendo al compás de los tambores, sin entender del todo lo que estaba ocurriendo.

Entonces lo vio: el suelo bajo sus pies no era un área común. Los bordes improvisados y el desgaste de la madera le revelaron la verdad. Estaba en un “ring”. Antes de que pudiera reaccionar, el simio que lo había perseguido cayó desde las alturas con un estruendo que sacudió toda la estructura.

Los tambores se detuvieron por un instante. Alex, jadeando, se obligó a mantenerse de pie mientras el sudor corría por su rostro. La tensión en el aire era casi tangible.

Alex apretó los puños, sintiendo cómo el suelo temblaba bajo él. No podía huir, no ahora. Sus músculos se tensaron, y su respiración pesada llenó el silencio. Tenía que pelear, aunque cada fibra de su cuerpo le suplicara lo contrario. Se colocó en pose de lucha, preparado para lo que se avecinaba.