Mouse se sienta en una silla, toma una de las copas con ambas manos, se la lleva a la nariz y, mientras cierra los ojos, inhala profundamente la refrescante fragancia a menta que disfruta por unos instantes antes de dar un sorbo a la infusión y luego, cuando sus labios se desprenden de la taza, suelta un ligero suspiro.
John la mira mientras él también toma de su propio pocillo, a pesar del calor el caliente líquido es bien recibido por el hombre ya que calma su agitada mente permitiéndole concentrarse y compartimentar la nueva información que acaba de recibir. Es increíble como la idea de que todo lo que vivió hasta ahora, no solo lo ocurrido estas últimas semanas, sino también aquellos sucesos de su juventud, sean algo real, explicable en una forma que tiene sentido.
El sentimiento de vindicación que siente en este momento es templado por un profundo miedo que se hace más presente a medida que aprende más sobre lo aterrador que puede ser el nuevo mundo que lo rodea. Su lado racional corre intentando arrear sus neuronas hacia pensamientos más productivos, pero a pesar de todos sus esfuerzos, la tarea parece casi imposible. Como última opción, hace que el hombre se distraiga con una conversación más mundana, dirigiendo su atención hacia la mujer.
- ¿Qué estás tomando? -pregunta John apoyando la copa en el pequeño plato de porcelana.
-Té de menta, me ayuda a relajarme y es bastante refrescante- contesta Mouse y levantando su taza agrega-Como puedes intuir, no se puede colocar un aire acondicionado aquí, así que esto es lo segundo mejor-después de tomar otro sorbo la mujer interroga- ¿Y usted señor Dole es fan del té?
-No mucho, me costó bastante ajustarme a esto de tomar té, si no fuera por mi vecina que de vez en cuando viene a invitarme a la hora del té, seguiría solo tomando café-responde el hombre pensando en la señora Brins, preguntándose si estará preocupada por él.
-En mi casa todos los días a las cuatro de la tarde debíamos dejar lo que estuviéramos haciendo e ir a tomar el té en familia a insistencia de mi madre-Mouse pausa recordando algo y mientras sonríe tristemente agrega- no tienes idea de cómo lo odiaba en ese momento, no había nada peor que estar en la parte más emocionante o interesante de un libro y escuchar el golpe en la puerta acompañado de “hora del té”, te lo juro, para colmo no es como que pudieras faltar-la mujer ríe por unos instantes y por último, antes de perderse en las memorias del pasado dice- hoy en día lo extraño un poco.
- ¿Eres de por aquí? - Pregunta John tratando de cambiar el tema para devolver a la mujer al presente.
-Sí, mis abuelos vinieron del viejo mundo y se instalaron en Hope después de la guerra. Cuando las cosas se calmaron un poco entre los arcanistas y el gobierno, el gen se saltó una generación y aquí me ves, en todo mi esplendor—contesta la mujer con una sonrisa, para luego preguntar—¿Y tú?
-No nací en la ciudad, pero hace 12 años que vivo aquí, así que es casi como si lo hubiera hecho-contesta el hombre mintiendo, él nunca se sintió parte de la ciudad y estaba seguro de que la ciudad sentía lo mismo, pero para ocultar este hecho rápidamente agrega- Nací en el pueblito rural de Wichatova…
- ¿Wichatova? ¿En dónde está el parque nacional? - Interrumpe Mouse antes de tomar un poco más de su infusión.
-Exactamente, es una localidad pintoresca, rodeada de naturaleza y buena gente- contesta John, siendo ahora él el que se pierde en sus recuerdos.
-Suena como un lugar bastante bonito ¿Por qué decidiste venir a la ciudad? ¿Mejores oportunidades? ¿La admiración que provocan las luces de la ciudad? ¿O quizás algún amor no correspondido? — Pregunta intrigada la mujer.
Ante la duda de su maestra, el hombre se lleva la copa a la boca, intentando ganar tiempo mientras busca las palabras adecuadas para explicar su situación.
-Perdón si fui muy intrusiva con mi pregunta, señor Dole, todos tenemos nuestros problemas personales, si no se siente cómodo compartiéndolos no tiene que hacerlo-comenta la mujer disipando el silencio incómodo que se había creado entre ellos.
-No tiene que disculparse, hermana Mouse, es una pregunta completamente normal, para nada intrusiva-asegura el hombre para después agregar-Digamos que vine a la ciudad para poder tener un nuevo inicio, lejos de ciertos temas y personas.
Mouse asiente todavía curiosa sobre el tema, pero entendiendo que es un asunto incómodo para él, decide guardarse su curiosidad y, después de terminar su té, continuar con la clase.
-Bien, querías saber algo sobre los supresores, ¿verdad? -pregunta la mujer mientras deja la copa a un lado y se para.
-Sí, ¿qué son? ¿Qué hacen? Y ¿por qué me lo recetarían? - Responde el hombre mientras se sirve otra copa de té.
-Bien, los supresores son un producto que sale del procesamiento de las flores del árbol Gerrmanicoles Puncaria, también conocido como Barunti, es un árbol que crece en los climas fríos de la tundra siberiana y tiene la increíble capacidad de bloquear diferentes tipos de radiación, ejemplos de su uso se pueden ver en la madera usada como parte del sarcófago puesto en la planta nuclear de Chernóbil o como sus hojas son usadas como aislante extremadamente efectivo contra el fuego- Mouse explica mientras dibuja la silueta de un árbol en el pizarrón y dando se vuelta para mirar a su discípulo agrega -Sus flores al ser consumidas tienen la habilidad de evitar que los arcanistas liberen radiación hacia el exterior, también evitan que la radiación del exterior entre en ellos, dependiendo de la dosis esto puede significar la total anulación de los poderes para alterar la realidad que poseen, pero un consumo tan elevado de la sustancia está destinado a dejar secuelas.
-Para, entonces…- Al escuchar lo que dice la mujer, el color se desvanece de la cara de John, dejándolo pálido, no pudiendo creer lo que le dice la mujer. A pesar de que si lo mira de manera objetiva es obvio, todavía le cuesta aceptar la noción de que no solo no es una persona normal, sino que no lo es desde hace mucho tiempo.
-Sí, señor Dole, usted es uno de nosotros, por lo que me contaron desde hace bastante-confirma Mouse mirando fijamente al hombre.
-Entonces, la apatía y la insociabilidad ¿Son todos síntomas del uso excesivo de supresores? -Pregunta el hombre mientras siente cómo el calor de la ira se eleva hacia su rostro devolviéndole el color.
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-Sí, una sobredosis de supresores afecta la química cerebral creando episodios de todo lo que acaba de comentar y más- responde la mujer mientras asiente.
-¿Pero, por qué? ¿Qué necesidad hay de hacerme pasar por eso? -dice el hombre golpeando la mesa, la ira que sentía escapando en un exabrupto que resuena por la silenciosa librería.
Mouse calmadamente mira a John y con una voz suave intenta calmar al hombre-Señor Dole, entiendo cómo se siente, concuerdo con la idea de que los supresores solo deben darse a personas que entiendan los riesgos, pero sería una ilusa si no entendiera el motivo por el que alguien hiciera esto.
-No lo entiendes, todos estos años de sentirme apático, este vacío que nada podía llenar y la idea de que todo era mi culpa- el hombre pausa, el enojo disolviéndose en una profunda tristeza que se decanta en los bordes de sus ojos, llevándose la mano a la frente mientras trata de contener las lágrimas él se retrae dentro de su mente mientras mira fijamente una esquina de la habitación.
Mouse va alrededor de la mesa, toma una silla, se sienta alado de John y mientras toma su mano dice- Si, no entiendo, pero lo que sé, según lo que me dijo Evergreen, es que la dosis que te dieron es suficiente como para suprimir a un poderoso arcanista, ser uno de nosotros es peligroso y tal vez la persona que te lo dio tenía miedo de lo que tu mutación podría hacerle a los demás o de lo que pudiera hacerte a ti.
Las palabras atraviesan el denso estupor del hombre y, mirando a la mujer con ojos vidriosos, se disculpa - Lamento la reacción hermana Mouse, últimamente me está costando controlar mis emociones.
-No te preocupes, eso también es una consecuencia de bajar la dosis de los supresores, vas a empezar a sentir más, cuando esos momentos lleguen, no los reprimas, déjalos fluir-asegura la mujer mientras saca un pañuelo y se lo da.
Agradecido por el pañuelo y las palabras de aliento, John agradece a su maestra y, mientras se limpia las lágrimas, pregunta -Si esto me pasa solo con bajar la dosis, ¿qué sucederá si ya no los tomo?
-Pues los arrebatos emocionales van a ser peores por un tiempo, piénsalo como si un dique se rompiera. Pero al final, con tiempo y práctica, se van a estabilizar -Responde la mujer mientras mira su reloj y después de chequearlo agrega- Sea como sea, es tu decisión, puedes ser una persona común que de vez en cuando tiene cambios bruscos de humor o puedes ser un arcanista con todo el riesgo que conlleva. De todas maneras, esa es una conversación que tienes que tener con Evergreen, ¿ok?
El hombre asiente y se para mientras dice - Creo que tengo suficiente información por ahora, gracias por responder mis dudas. hermana Mouse.
-De nada, señor Dole, cualquier consulta que tenga, sabe dónde encontrarme-dice la mujer mientras se dirige a la puerta y la abre.
Ambos vuelven por los pasillos por donde entraron, después de despedirse de Ágata y Mouse. John sale de la biblioteca, un cielo teñido de naranja lo saluda haciéndole saber que la noche se acerca. Exhausto, se dirige hacia su cuarto y se desploma en la cama. Su mente trata de organizar la información que acaba de aprender, pero no logra avanzar mucho antes de que el sueño se manifieste y la obligue a descansar.
En la tranquilidad del sueño, una voz familiar lo llama. En un principio es difícil distinguir qué dice, pareciera que intentara hablar a través de la estática de la radio, pero poco a poco se hace más clara -¡John, despierta!- La voz resuena alrededor de él junto a un temblor que lo hace despertar de golpe. Al abrir los ojos ve el interior de una cabaña, latas de cervezas, un par de colillas de cigarrillo colocadas en un cenicero y varias bolsas de papa se encontraban regadas encima de una mesa ratonera y sus alrededores. El ambiente placentero de la noche de verano inundaba el aire junto con el sonido de la música transmitida de un pequeño parlante que se colaba por la puerta abierta de par en par.
A medida que la bruma mental empieza a disiparse, John mira en dirección de donde viene la voz que lo despertó. La figura de una mujer joven de pelo marrón y enrulado lo mira con una expresión de preocupación.
-Arriba, ya casi son las doce de la noche, ¿te vas a perder tu cumpleaños? -pregunta la mujer mientras lo toma del brazo.
-Bueno, bueno, tranquila, creo que se me durmió la pierna- Responde mientras trata de no perder el balance.
-Te dije que era de la buena- Una voz masculina intercede entre ellos, la figura de un adulto joven de pelo negro y lacio aparece buscando una bolsa de papas que pasa a consumir y con la boca medio llena agrega-Lo bueno del cultivo casero.
-No queremos saber nada sobre tus asuntos ilegales. Mich, solo trae las bolsas, Murphy está cuidando solo la hoguera - Otro joven de pelo rubio y vestido con una campera de jean aparece llevando varias botellas sin marcar.
-No me jodas, Edwin, como si hacer cerveza en el sótano de tu casa fuera tan legal-retruca Michel escupiendo una lluvia de migajas.
Edwin se prepara para responder, pero una voz desde afuera le quita la oportunidad.
- ¿Ya tienen todo? vengan, que casi es la hora - Murphy grita desde la fogata apurando a sus amigos.
Ambos jóvenes se apuran a salir por la puerta, seguidos de Rachel que arrastra a John desde la muñeca, este dejándose llevar por la mujer sin mucha resistencia.
Al salir afuera, el grupo encuentra una gran fogata rodeada de troncos y sillas; la figura pelirroja de Murphy se hallaba sentada enfrente de una mesa a un costado. Él estaba poniendo salchichas o malvaviscos en la punta de ramas para asarlos después en el fuego mientras cantaba junto a la música de fondo. Apenas ve a sus amigos llegar dirigiéndose a Edwin, dice -Ed pásame una y ven a buscar un pincho, casi están todos listos.
El joven le pasa una botella y deja el resto sobre la mesa, luego procede a tomar uno de los palos y sentarse en un tronco a cocinar. Michel y Rachel hacen lo mismo, dejando a John y a Murphy cara a cara.
-Hey, ¿cómo te sientes? -pregunta el hombre pelirrojo mientras le pasa una botella a su amigo.
-Bien, solo estaba descansando, se ve que me pego mal la hierba-dice John mientras le da un sorbo a la bebida que le acaban de dar.
-Sí, te lo digo. Mich no sabrá hacer mucho, pero tiene unos dedos particularmente verdes - bromea Murphy mientras termina de insertar el último malvavisco.
- ¿Saben que puedo escucharlos, verdad? - pregunta irónicamente el joven, no sabiendo si sentirse alagado o insultado.
-Vamos, hombre, que es un alago- responde el pelirrojo mientras se acerca a la hoguera y se sienta al lado de Rachel.
John lo acompaña y se coloca a su lado mientras coloca su palo en el fuego, y se queda en silencio mientras sus amigos hablan entre ellos y cantan al son de la música. Algo no estaba bien, un sentimiento difícil de describir le estaba perforando la boca del estómago y le hacía fruncir el ceño.
- ¿Qué pasa, John? ¿No te sientes bien? -pregunta Rachel, siendo la primera en percatarse de la expresión del hombre.
-No, es solo que tengo un sentimiento raro-responde John agarrándose la boca del estómago.
-Estás nervioso porque vas a ser un adulto, quédate tranquilo, no es para tanto, créeme, sé de lo que hablo-presume Michel.
-No seas pendejo, Mich, si le llevas solo dos meses a John- responde Edwin mientras le da un golpe ligero en la parte de atrás de la cabeza.
-Pueden dejar de pelear ustedes dos-regaña Rachel al dúo mientras mira preocupada a John.
Murphy pone suavemente su mano en el hombro de su amigo y, lleno de preocupación por lo que pasó más temprano ese día, dice -Háblanos, bro, describe cómo te sientes.
John mira para arriba, las estrellas brillan como cientos de luciérnagas en el cielo nocturno. -No sé, siento como…- Los puntos luminosos empiezan a girar hasta deformarse en manchones de blanco. El joven baja la cabeza y, mirando a sus amigos, dice-…si estuviéramos en peligro.
- ¡Dios mío! - exclama Rachel, su rostro tomando una expresión de horror igual a la del resto.
-Mierda, bro, estás sangrando otra vez- deja escapar Murphy mientras toma a su amigo, evitando así que caiga hacia la fogata.
- ¿¡Otra vez!?- cuestiona la mujer en un tono claramente ofendido.
John está sorprendido por la reacción de sus amigos, pero entiende por qué apenas mira hacia abajo y unas gotas rojas manchan su pantalón. Cuando intenta levantar la vista, puede apreciar cómo su visión se hace borrosa y, a pesar de que puede ver los labios de Murphy moverse, su voz se escucha lejana. Intenta levantarse, pero sus piernas fallan y cae encima de su amigo para luego, lentamente, perder el conocimiento.