John se levanta de la cama. La bruma mental del despertar le borra la memoria por unos segundos, haciéndole olvidar donde está e incluso quién es, pero lentamente, a medida que se va despertando, los recuerdos vuelven junto a un gran dolor de cabeza. Abriendo su teléfono de tapita y mirando los números en la parte de arriba, nota que son las 6:30 de la mañana; se había levantado antes de que sonara su alarma, así que la desactiva y lentamente se levanta, estirándose mientras bosteza de manera exagerada. Luego de buscar un conjunto de ropa salió de su habitación en dirección al baño, devolviéndole el saludo a un par de personas que conocía solo de vista en el camino.
Después de darse una ducha y cambiarse, John toma el inkstick y el diario que le regaló Mouse y va al comedor. Los cocineros apenas habían terminado de preparar las diferentes mesas con los variados tipos de desayunos. Él toma una manzana junto a una taza de café y se dirige a la mesa más cercana en donde procede a sentarse. Mientras toma un sorbo del caliente líquido, deja sus cosas en la mesa e intenta recordar todo lo que tiene que hacer ese día. Dándose cuenta de la gran tarea que tenía en sus manos, empieza a dudar de si podrá lograrlo y a recriminarse por no haberlo pensado mejor antes de aceptar la proposición de Narciso. Después de unos minutos, el comedor se empieza a llenar de gente y, no mucho más tarde, una voz familiar corta la meditación del hombre.
—Buen día, John —la figura de Evergreen se sienta en el otro lado de la mesa, dejando un plato colmado con diferentes frutas en frente de ella.
—Buen día, hermana Evergreen —devuelve el saludo el hombre, suavizando su expresión ante la llegada de la doctora.
—¿Cómo te estás sintiendo? —pregunta la mujer mientras baña los trozos de fruta con miel.
—Bien, bien —responde John tratando de actuar como si todo estuviera bajo control.
—John, mira, no tienes que decirme nada si no quieres hacerlo, pero no soy solo tu médica sino también tu amiga, así que si hay algo que te moleste lo menos que puedo hacer es escucharte —dice la mujer, no tragándose el acto y ofreciendo consuelo de ser necesario.
El hombre pausa, juzgando que decirle a la mujer podría preguntarle por los sueños, pero ahora son más un embrollo de memorias malas y buenas que no quisiera tocar, por lo menos no por ahora. Así que se decanta por lo sucedido la noche pasada con Abigail, como dudaba si los sentimientos que tuvo en esos momentos eran realmente suyos o la consecuencia de la falta de supresores en su sistema.
Evergreen escucha atentamente mientras come, y cuando el hombre terminó su relato, se queda en silencio, pensando por unos segundos para luego decir —Entiendo tu preocupación, la idea de que los sentimientos de cariño que le tengas a Abigail pudieran desbordarse y parecer románticos cuando no lo son es algo que da miedo; no dejarse llevar por ese impulso fue una buena decisión. Ahora la pregunta es la siguiente: ¿ella parecía estar interesada o no? Porque si no, no hay drama, pero si la respuesta es sí, deberías hablarle sobre cómo te sientes y poner expectativas realistas en la relación. Quien sabe, John, puede que todo esto pueda terminar en algo bueno.
El hombre se pausa, mirando su reflejo en la copa de café. Si fuera hace unas semanas, el mero prospecto de una relación amorosa le hubiera parecido un sueño lejano, pero ahora quisiera darle una oportunidad a la idea. En ese momento, un dolor en la boca de su estómago hace que casi devuelva lo poco que acababa de meter en él y, haciendo su mejor esfuerzo para ocultar la repentina dolencia, dice —Debería hablar con Abigail, ¿no la habrás visto por las dudas?
—No, lo que es extraño, por lo general a esta hora ya está parada en la línea del tocino —contesta la mujer extrañada mientras mira alrededor en busca de la aspirante, pero luego de unos segundos se da por vencida y encogiéndose de hombros agrega —debe estar todavía en el gimnasio.
—Espera, ¿tenemos un gimnasio? —cuestiona John sorprendido.
—Sí, en vez de doblar en dirección hacia las escaleras vas para la izquierda y pasas la puerta de la derecha; ahí está el gimnasio —explica Evergreen.
—Haaaa, nunca fui de ese lado, tal vez debería —bromea a costa suya el hombre tocando su flácido bíceps mientras ríe.
—Si la veo, le diré a Abigail que la estás buscando, ¿tienes esta tarde libre, verdad? —pregunta sonriendo la mujer.
—Solo hasta las dos, luego tengo entrenamiento con Talón y después teoría con Mouse hasta entrada la noche —responde el hombre, ya sintiéndose cansado de solo pensar todo lo que tiene que hacer hoy.
Evergreen asiente mientras lo mira con una ligera expresión de simpatía y sin decir más continúa con su desayuno. Él hace lo mismo, el dolor en el abdomen disminuyendo gradualmente hasta que, cuando ambos salieron del comedor, pareciera que nunca pasó.
Caminando por el patio interno, John se dirige a la sala de reuniones; justo en el momento que llega a la puerta, pudo ver la figura de Sigil que bajaba las escaleras con una caja de madera en las manos.
—Señor Dole, ¿preparado para la clase? —pregunta el arcanista con una sonrisa mientras se acerca a la puerta y la abre.
—Algo nervioso, si te soy sincero, hermano Sigil —responde el aspirante de manera franca.
—No te preocupes, hoy solo veremos cuál es tu afinidad y te explicaré cómo circular energía —dice Sigil mientras entra a la habitación. Dirigiéndose a un lado de la mesa coloca la caja de madera y apuntando a la silla enfrente agrega —Por favor, siéntate, tenemos mucho que hacer y poco tiempo que perder.
John se sienta en la silla y observa la caja. Su superficie estaba grabada con extrañas runas, que parecían moverse ligeramente si las veía por mucho tiempo.
—Según tengo entendido, Mouse te explicó un poco cómo funciona la magia, ¿verdad? —pregunta el arcanista mirando directamente al hombre sentado enfrente de él.
—Más o menos, lo que me explicó es que hay ciertas radiaciones cósmicas que vienen desde afuera del universo conocido y que al concentrarse lo suficiente producen mutaciones y cambios en la realidad —responde John intentando no olvidarse nada.
—Sip, eso suena a una explicación que Mouse daría—dice Sigil, precediendo a quedarse unos segundos pensando la mejor manera de explicarle lo que sabe al aspirante y luego agregar—Las radiaciones cósmicas a las que alude Mouse son conocidas en círculos más ortodoxos como Ether; estas energías son absorbidas por un órgano especial llamado Enki, que si conoces el cuerpo humano también es llamado apéndice, para luego ser usadas a través de las encantaciones adecuadas para cambiar la realidad.
John se llevó las manos al costado del cuerpo, en donde las pequeñas marcas de las garras de Arktack todavía estaban y efectivamente se posaban encima de su apéndice. Un sudor frío le recorre el cuerpo ante la noción de que no solo casi es canibalizado por la entidad, sino que, además, casi perdía la habilidad de usar sus poderes sin haber siquiera entendido cómo hacerlo.
—¿Se encuentra bien, señor Dole? —preguntó Sigil, mirando como la tez del hombre se volvía de repente más pálida.
—Sí, no es nada grave, ¿de qué estábamos hablando? —contesta rápidamente John, tratando de aparentar estar más tranquilo de lo que en realidad está.
—Enki, es el órgano con el que procesas Ether y este, a través de medios, lo transforma en magia —recapitula el arcanista lentamente y una vez se percató de que seguía teniendo la atención de John, agrega—El Enki de todo arcanista puede procesar y usar todo tipo de Ether, pero si se quiere usar magia de mayor poder, esto solo puede ser posible si el órgano es capaz de procesar una mayor cantidad de energía; esto hace que cada Enki esté sintonizado a cierto tipo de Ether sobre otro y limita los hechizos de mayor nivel a los que uno tiene acceso.
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—Ok, entonces sí quiero hacer algo súper poderoso; necesito saber cuál es la afinidad de mi Enki y asumo que para eso usamos sea lo que sea que hay en esa caja —comenta el aspirante mientras apunta hacia la caja con grabados.
—Exacto, esto nos ayudará a saber qué tipo de Ether tu Enki disfruta más —concuerda Sigil mientras abre la caja.
Cuando la tapa se abre, John puede sentir como los pelos de su nuca se paran. Dentro del cofre, lo primero que pudo notar son 14 esferas de cristal, del tamaño de una moneda, cada una estaba echa o encerraba diferentes materiales. Estas estaban apoyadas en una elevación de terciopelo blanco colocada en un círculo. El interior del contenedor estaba recubierto de madera imposiblemente oscura que exudaba un olor familiar.
El aspirante se quedó mirándolas; algunas parecían canicas que uno compraría en la tienda de la esquina, otras se veían de mucho más bizarras en apariencia y a unas pocas le costaba entender lo que estaba viendo.
—Estas esferas son materiales que pueden atraer y conservar Ether de una manera eficaz, para saber cuál es tu afinidad solamente tienes que soltar un poco de energía; si reacciona, esa es tu afinidad, sino pues seguimos con la siguiente hasta que una reaccione—explica el arcanista mientras se coloca alado de John.
—¿Puedo tener más de una afinidad? —pregunta lleno de curiosidad el aspirante sin sacar su vista de la caja.
—En teoría no, aunque ha habido casos de personas que han nacido con 2 Enkis y por ende pueden usar dos tipos de Ether; hasta esas alturas, lo normal es que un arcanista solo pueda usar de manera proficiente un tipo —responde Sigil mientras se arremanga las mangas.
—¿Por qué? —vuelve a interrogar John con una expresión de confusión.
—Cuando el gen M461 se activa, modifica tu Enki para protegerte del Ether que te rodea; esto hace que se especialice en procesar el primer tipo de Ether que te marque, reduciendo su fuerza, salvándote la vida en pocas palabras —dice el arcanista poniendo la mano en la espalda de John y respirando hondo. agrega—Bien, ahora para probar tu afinidad usualmente bastaría con tocar las esferas, pero como tienes demasiados supresores en tu organismo, te voy a enseñar primero a circular energía por tu cuerpo. Concéntrate en la sensación en tu espalda y trata de llevarla a tus manos; cuando esté ahí, déjala fluir libremente.
Sin mirar para atrás John se concentra en el sentimiento cálido que se encontraba en el medio de su espalda e intenta moverlo imaginando una esfera que empieza a arrastrar a través de su cuerpo, pero a pesar de su mayor esfuerzo, la masa de energía se movía extremadamente lento, casi como si estuviera anclada con cadenas al piso.
—No te apures, los supresores hacen que tus canales internos estén cerrados; solo concéntrate en llevar el Ether a tu hombro, luego a tu codo y por último al centro de tu palma, uno a la vez —dice Sigil al ver que el hombre empezaba a sudar por el esfuerzo que estaba haciendo.
Siguiendo el consejo, se concentra en mover la esfera hasta cada una de las articulaciones y lento pero seguro lo va logrando. A medida que la energía circula por su cuerpo, pudo sentir el olor a papel viejo en su nariz junto al casi imperceptible sonido de susurros que le hablan en idiomas desconocidos; cuando el Ether llegó a su palma, un ligero brillo azulado empezó a emanar de esta para rápidamente disolverse en el aire del cuarto.
Retirando la mano de la espalda del aspirante, Sigil suspira, gotas de sudor brotándole de la frente y con una sonrisa dice —Bien, ahora tienes que hacer lo mismo, pero con la energía guardada en tu Enki, una vez que llegue a tu mano, toma una esfera y transfiere el Ether dentro de ella.
Cerrando los ojos, John se concentra en su abdomen, particularmente en la zona en donde su apéndice debería estar; en ese lugar siente una masa de energía más tenue pero más estable que la que sintió en su espalda y lentamente empieza a moverlo a su mano, pasando por el centro del pecho, el hombro, el codo y por fin el centro de su palma. El sonido de algo arrastrándose cerca suyo, el sentimiento de que su piel era tirada en todas las direcciones y unas ligeras náuseas acompañaban el movimiento de Ether a medida que se movía por su cuerpo; cuando por fin sintió la calidez en sus manos, abrió los ojos para encontrarse con ligeras motas de luz purpura que salían de su mano. Sin perder el tiempo tomó la primera esfera de la izquierda; esta tenía una pasta escarlata que se agarraba del vidrio translúcido. La agarró por unos segundos y nada. Así siguió con las otras esferas, ninguna dando resultado hasta que llegó a la séptima. En ella vio un líquido purpura que se enrollaba sobre sí mismo en una espiral infinita; apenas cerró sus dedos sobre ella, el aire empezó a vibrar y cuando los volvió a abrir no había nada en su palma.
Sorprendido, John estaba a punto de preguntarle a su profesor qué había pasado, pero antes de que pudiera, un sonoro golpe seco se pudo escuchar del otro lado de la mesa y ahí, como si siempre hubiera estado en ese lugar, se hallaba la esfera con el líquido purpura todavía girando en espiral.
Sigil camina lentamente hasta donde está la esfera, tomándola con una mano; mientras vuelve para guardarla en la caja, dice —Así que Ether purpura, quién hubiera dicho que teníamos un Sarashai entre nosotros.
—¿Zarazai? ¿Yo soy eso? —pregunta John, no pudiendo copiar la pronunciación de la extraña palabra.
—Bueno, no ahora, tienes la posibilidad de serlo; los Sarashai, o más comúnmente conocidos como hacedores de caminos, son arcanistas que pueden controlar el espacio a su antojo y pueden surcar el interior de manera casi instintiva —responde Sigil con una sonrisa.
—¿A qué te refieres con interior? —continúa interrogando el aspirante, siendo asaltado otra vez con palabras que desconoce.
—El interior es el espacio que usamos para teleportarnos a distintos lugares; un par de metros ahí pueden ser ya sea un par de centímetros o cientos de kilómetros en el afuera. La diferencia entre los dos es si tienes un guía lo suficientemente experimentado o un objeto que sirva de compás—explica el hombre mientras se sienta en una silla cercana.
—Y estos guías serían los sarashai —afirma John intentando entender.
—Sí, pero esos son raros, así que nos decantamos por usar puertas; estas, a través del Ether purpura, están conectadas con otras puertas a través del interior —dice el arcanista mientras cierra la caja de madera.
—Puertas ¿cómo las que usamos para entrar y salir del invernadero? —pregunta el aspirante intrigado.
—Exacto, muchas de las puertas del santuario y alrededores son compases conectados a otros lugares y nos permiten viajar a través de ellas —responde Sigil, contento de poder expresar su conocimiento arcano.
John se queda en silencio unos segundos, preguntándose si el lugar que atravesó para llegar al santuario podría tener relación con el lugar que denomina el interior.
—Hermano Sigil, ¿usted sabe cómo llegué hasta aquí? —pregunta el aspirante intentando no tener que tocar más de esos recuerdos de los que necesita.
—Sí, de Echo estaba ahí cuando apareciste —responde el arcanista sonriendo.
Una vez que se aseguró de donde partir, John le contó toda la historia que pudo recordar sobre el lugar, aunque al final de su relato sintió que faltaban pedazos que por alguna razón no podía recordar. Además de dejar afuera la información de la llave, puesto que algo le dice que no debería compartir la existencia del objeto y presumiendo haber dicho lo necesario, pregunta —¿Esto tendrá que ver con el interior y mi capacidad de usar Ether purpura?
Sigil se queda en silencio analizando la historia que le acaban de contar, buscando una explicación satisfactoria, y a pesar de que no parece encontrarla mirando a John, dice —Las puertas que usamos en santuario son como caminos protegidos, asegurados por magia antigua y poderosa para que no nos tengamos que enfrentar a los peligros del interior. En mi vida como arcanista solo he estado en el interior dos veces y, obviando algunas cosas, suena exactamente igual a lo que describes. Tal vez, como estabas en peligro, usaste magia de manera instintiva; aunque abrir un portal hacia el interior sin la ayuda de un compas requiere mucha energía, a la que no tendrías acceso en tu estado en ese momento, también existe la posibilidad de que haya habido una resonancia u otro Sarashai que te haya sacado de la situación. ¿No tendrás alguien conocido que sepa hacer eso, verdad?
John niega con la cabeza y al verlo Sigil se encoje de hombros diciendo —Es todo lo que tengo, en síntesis, lo más probable es sí, pero quien sabe, tal vez la próxima vez que encontremos un Sarashai podemos preguntarle, como sea, a partir de ahora vamos a concentrarnos en mover tu energía interna hasta que la densidad de los supresores descienda lo suficiente como para poder externalizar tu Ether, ¿ok?
—Bueno, ¿solo tengo que hacer lo mismo que hice antes? —pregunta John un poco sorprendido por el cambio en la conversación.
—Sí, ven, siéntate aquí y mientras respiras de forma calmada y constante circula la energía a los pies y a la cabeza hasta que yo te diga —responde el arcanista colocando una alfombra en una sección del piso cerca de una ventana.
John hace lo que se le indicó y empieza a lentamente mover la esfera alrededor de su cuerpo. El proceso es lento y costoso, así que para cuando Sigil lo detuvo solo pudo hacer el circuito una docena de veces.
—Mañana a la misma hora —dice Sigil mientras toma sus cosas y sale de la habitación.
—Nos vemos mañana, hermano Sigil —saluda John antes de hacer lo mismo.
Ambos hombres van por caminos separados. John se dirige a una banca situada debajo de un roble hallado al final del camino de graba del patio interno; al sentarse, el sentimiento cálido del Ether todavía se mantenía por todo su cuerpo y cerrando los ojos disfruta el momento que marca los primeros pasos para convertirse en un arcanista de verdad.