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Arcanum Veritas: Fractals (Español/Spanish)
Capítulo 29: Una celebración agridulce

Capítulo 29: Una celebración agridulce

Al cruzar el umbral, es recibido con el olor a rosas y claveles. En el medio del lugar se hallaba una cama recubierta de lianas que reptaban por el piso en todas direcciones; pequeñas aves hacían un nido en el respaldar mientras que ratones salían de las cuevas construidas debajo del lecho, moviéndose entre los pastos y flores, buscando las bayas multicolores que colgaban de las enredaderas. Acostado en ella, una figura de pelo rubio se encuentra durmiendo mientras que diferentes insectos se mueven por sus extremidades, entrando y saliendo de los diferentes huecos hechos en la madera que había reemplazado a la carne. John se acerca tratando de no pisar las flores ni las hierbas regadas por el piso del lugar. En camino hacia Oliver, toma una silla ubicada en un rincón de la habitación, sacudiéndola un poco para liberarla de las raíces que crecían en sus patas, y la arrastra al lado de la cama para luego sentarse. Él toma una botella que se encontraba dentro del cajón de una mesita de luz recubierta con hojas y empieza a rociar los brazos. Luego de unos segundos, varios tipos de insectos salen despedidos de los huecos, cayendo al piso y muriendo entre espasmos. Volviendo a guardar la botella, mira la bolsa que cuelga a un costado de la cama, el líquido verde cayendo lentamente en el tubo conectado a la yugular de Oliver, suministrándole supresores que con suerte retrasarán su transformación. A pesar de esto, John puede notar cómo la madera de su brazo derecho se había empezado a expandir hacia su pecho, recordándole que se les está acabando el tiempo.

El hombre se sienta y mira la expresión de paz de Oliver preguntándose que estará soñando y si sabe lo que le está pasando, tomando su mano John siente la corteza que reemplazo la piel, así como la dureza de la madera en lugar de la carne, en ese momento el sentimiento que le aprieta la base del estómago vuelve a atacarlo, con el paso del tiempo y la ayuda de Evergreen le pudo poner nombre, culpa, John se sentía culpable por lo que le pasó a su colega, tal vez si se hubieran detenido, llamado a alguien más arriba de la cadena de comando para preguntar que le habían llevado a la morgue, ahora no estarían en esta situación en donde Oliver está luchando por su vida y cada pocos meses algo quiere matarlo.

-Hola compañero, ¿cómo te encuentras? - dice por fin el hombre sabiendo muy bien que no va a tener respuesta, sin embargo, externalizar sus ideas a través de una conversación, sin importar lo unilateral que sea, le sirve para poner sus pensamientos en orden así que sin detenerse por mucho continúa- Tengo mucho que contarte a y antes de que me olvide tengo que darte esto-John procede a sacar una pequeña caja de cartón blanca con círculos negros adornándolas y la coloca en la mesita de luz- Este es tu regalo de navidad, me di cuenta de que no se mucho sobre ti, mas allá de lo que hablamos en los momentos en que estamos tomando café enfrente de la maquina así que si no te gusta puedes cambiarlo, como sea déjame contarte la semana loca que tuve…- el hombre pasa las siguientes horas hablando sobre su día a día, las ultimas noticias de su relación con Abigail, lo sucedido en el centro, sus preocupaciones y aspiraciones sobre lo que espera que pase cuando Oliver despierte. En un momento de pausa mira su teléfono y puede notar que ya son las dos de la tarde. Sorprendido con lo rápido que pasó el tiempo, se despide de Oliver y sale de vuelta al patio, en donde se choca de frente con Mouse.

—Hola, John, ¿qué andas haciendo? —pregunta la mujer, su voz siendo acolchada por una gruesa bufanda de color azul.

—Narciso me preguntó sobre lo que pasó en la misión la noche anterior y me presentó a hermano Oráculo, toda una experiencia si te soy sincero. Luego fui a ver a Oliver y ahora voy a buscar algo de comer y a pasar tiempo con Abigail. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer hoy? —responde el hombre sin pausar, relatando su itinerario a la mujer.

Mouse se detiene por unos segundos ante la noticia y duda si decir algo, pero termina respondiendo a la pregunta en su lugar —Pues como siempre tengo que catalogar los libros que llegan a la biblioteca; por suerte Ágata puede ayudarme a terminar más rápido, así que estoy casi segura de que voy a poder ir a la celebración de esta noche, asumo que voy a verte ahí.

—Sí, creo que después de todo lo que pasamos nos merecemos una pequeña celebración —dice convencido el hombre, esbozando una sonrisa y recordando algo; rápidamente agrega— ¿Pudieron ver algo sobre el grimorio y la piel?

—John, apenas llegamos a guardarlos de manera segura, va a tomar unos días a lo mínimo para que podamos dilucidar algo útil, así que no te apures, que si hay algo dentro que pueda servirnos, lo encontraremos —dice la mujer poniendo una mano en el hombro del hombre y al ver la expresión de decepción que tenía agrega— Bueno, hay algo interesante en cuanto a los símbolos en la piel; si bien todavía falta traducirlos, tiene una misteriosa esencia que se asemeja a la magia de sangre.

—Sí, cuando intentamos cortarla vimos chispas carmesíes y las runas pulsaban con Ether rojo —rememora el hombre al escuchar las palabras de la mujer.

Mouse se lleva la mano al mentón, pensativa, y luego de unos segundos comenta —Interesante, me pregunto si ese era el objetivo del procedimiento; como sea, no sabremos más hasta que terminemos de analizarla y el grimorio está primero.

—Prioridades —dice el hombre asintiendo.

—Exacto —concuerda Mouse y, luego de despedirse, continúa en camino a la biblioteca.

John va al comedor, al entrar, se dirige a la cocina, en donde Hermano Chef está empezando las preparaciones para la cena de esa noche junto a los demás cocineros. A pesar de que se veía ocupado, el hombre saluda al aspirante fervientemente y, sin que este le dijera nada, le pasa una bandeja de sándwiches con un refresco y un par de vasos, pidiéndole que se lo llevara a Abigail, puesto que él no podía salir de la cocina y estaba preocupado por el bienestar de la mujer. John toma la comida y, dándole las gracias a Chef, la lleva al cuarto. Al cruzar la puerta, puede notar cómo Abigail se encontraba sentada en el escritorio, todavía vestida con su pijama; llevaba sus auriculares puestos mientras escribía en su laptop. Acercándose lentamente para no asustar a la mujer, John deja la bebida en el borde del mueble y, agitando su mano, intenta llamarle la atención.

—Mmm, hola, no te escuché entrar —dice Abigail mientras se saca un auricular y se levanta para darle un beso a John.

Este lo recibe y, mostrando la bandeja, ofrece —Chef estaba preocupado de que no bajaste a comer, así que me mandó a traerte esto. ¿Quieres uno?

—Uy, sí, justo me estaba entrando hambre —responde la mujer tomando un sándwich y dándole un mordisco, atragantándose en el proceso.

Rápidamente, John toma el refresco y lo abre con un sonoro siseo para, luego de colocarlo en un vaso, pasárselo a la mujer que estaba tosiendo fuertemente. Después de asegurarse de que ella se encuentra bien, toma él también un aperitivo y se sienta en la cama observando comer a Abigail; como siempre es un espectáculo y siempre crea la duda de hacia dónde va tanta comida. Sea como sea, el hombre ojea por encima del hombro de la mujer que estaba escribiendo una especie de reporte sobre los sucesos de la noche anterior.

—¿Me estás haciendo quedar bien, ¿verdad? —bromea John mientras se levanta y toma un libro de su mesita de luz titulado “Viajes a ninguna parte”.

La mujer se sorprende ante la repentina pregunta y se vuelve a ahogar, pero rápidamente lo soluciona vaciando el vaso y mirando a John dice —Voy a decir lo que pasó y nada más; además, fuiste bastante impresionante sin que tenga que embelesar nada.

John se sonroja, pero para ocultarlo toma otro sándwich y mira en dirección hacia la ventana, en donde se posa un ave de plumaje blanco.

—¿Narciso te explicó lo de los informes? —pregunta la mujer llenando los dos vasos y extendiendo uno de ellos hacia el hombre.

—Sí, le di el mío mientras íbamos a ver a Oráculo —responde el aspirante, tomando el recipiente con su mano libre.

—Uf, así que viste a Oráculo. ¿Cómo se encuentra? —vuelve a preguntar la mujer con una repentina cara de preocupación.

John titubea, tratando de buscar las palabras adecuadas para describir lo que vio— Mal, realmente mal, sinceramente tengo mis dudas si podamos traerlo de vuelta, pero qué sé yo, hasta hace 3 meses pensaba que la magia solo existía en los cuentos de hadas, así que puedo estar equivocado.

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—Sí, pero bueno, hicimos todo lo que pudimos; ahora les toca trabajar a la gente inteligente —bromea la mujer ocultando con una sonrisa la preocupación que sentía.

John asiente, no sabiendo qué decir, así que, intentando cambiar el tema, pregunta —¿Sabes qué te vas a poner para la fiesta de esta noche?

—Ulala, no sabía que al señor Dole le interesaba el mundo de la moda —dice la mujer en un tono burlón.

—A ver, no quiero hacerte pasar vergüenza, pero si no importa, siempre puedo usar el suéter que me regaló tu mamá, ya sabes, el de rayas verdes y blancas —dice irónicamente el hombre mientras muestra una sonrisa traviesa.

—No, no, no, eso sí que no, quiero mucho a mi madre, pero debo admitir que su sentido de la moda deja mucho que desear —niega la mujer levantándose y empujando al hombre fuera de su habitación en dirección a la de ella.

Avanzando unos metros hacia la escalera, entran a una puerta a su derecha; apenas cruzan el umbral, un sentimiento de náuseas invade a John y, antes de que pudiera recuperarse, un perro salta enfrente de ellos. El gran Mastif de pelaje verde saluda a su dueña mientras menea la cola. A lo lejos se puede escuchar un par de aves cantar una tonada feliz y un gato verdoso se estira perezosamente, lanzando miradas de vez en cuando hacia los recién llegados.

—Hola, Tila, ¿cómo estás, muchacha? ¿Todo en orden en mi ausencia? —dice la mujer acariciando el animal.

John ha estado en el cuarto de Abigail antes, pero siempre le sorprendía lo espacioso que era. Parecía más un departamento que una habitación, claramente el efecto de alguna magia que le permitía no solo tener el suficiente espacio para cuidar de tantos animales, sino también para tener un patio verdoso en pleno invierno. A medida que ellos caminan por el cuarto, la mujer va saludando a todos sus animales, viendo si necesitaban algo y, de hacerlo, trata de resolverlo. John la ayuda con lo que puede, seguido de cerca por el gato, cuando se agacha para juntar algo, este aprovecha para saltar en su hombro y frotarse contra su cuello mientras ronronea.

—Hola, Gilgamesh, ¿qué pasa? ¿Quieres algo de comer? —dice el hombre mientras camina hacia la cocina, conociendo que el afecto del animal siempre viene con una condición.

Luego de darle de comer al gato y de que Abigail asegurase el bienestar de los demás animales, van hacia el cuarto en donde se encontraba una gran cama en donde fácilmente podían caber 5 personas, enfrente de este, varios roperos se alineaban uno delante del otro. El dúo pasa la mitad del tiempo que les queda eligiendo la ropa que la mujer iba a usar y el resto para elegir algo en el guardarropa de John que pudiera combinar. Al final terminaron eligiendo para ella un vestido verde brillante sin espalda que ella rellenaba de manera ideal, junto a guantes largos de un color también verde, pero de un tono más suave, tacos no muy elevados y un saco caliente para combatir el frío invernal que concordaba con el color del atuendo. Por el lado del hombre, un saco, pantalón y camisa verde junto a zapatos negros, simple y elegante.

Ya cuando faltaba una hora para el momento pactado, ambos se suben al Cadillac de John y comienzan a manejar hacia la ciudad. A esta altura ya no necesitaba el GPS, habiendo transitado estos caminos varias veces los últimos meses; aun así, no se detiene a apreciar el bosque de noche y aprieta el acelerador lo suficiente como para tener una buena velocidad al mismo tiempo que no se note lo apurado que está. Media hora después se encuentran en la autopista que da hacia el parque industrial. Si bien salieron con tiempo de sobra, la cantidad de autos que entraban y salían de la ciudad por la temporada les hizo perder bastante de este, haciendo que para cuando estaban pasando los primeros edificios de la ciudad ya solo quedaban 10 minutos antes de que llegaran tarde. Entrando al barrio como tal, el tráfico no aminoraba, por suerte, las calles de la ciudad todavía emanaban el espíritu navideño con las humildes casas y bloques de apartamentos todavía adornados con parafernalia de la festividad, haciendo que el tedio del embotellamiento sea más llevadero.

Siguiendo el GPS de su teléfono, John dobla en una esquina, continuando unos metros hasta llegar al lugar indicado. Él estaciona en la calle del frente y sale del auto caminando con apuro hacia la puerta del acompañante, abriéndola mientras extiende una mano para ayudar a bajar a Abigail. Ella la agarra y desciende del vehículo. Una vez abajo entrelaza su brazo con el de John y ambos cruzan la calle en dirección a una modesta taberna.

Al entrar pueden notar que todos los comensales del lugar eran caras conocidas, excepto por una, un hombre flaco, largo y de pelo blanco que vestía un impecable traje azul. La figura desconocida estaba hablando con Talón, Leonel, Narciso, Sigil y Dolche en un círculo; con cada palabra que decía, gesticulaba con una elegancia que era difícil de encontrar hoy en día.

—Abi, Jay, por fin llegan, vengan, estamos por abrir una botella —la voz de Lorena resuena en el lugar, haciendo que todos los presentes se giren a ver a los recién llegados.

Mirando en la dirección de la voz, pueden ver cómo Mikail, Mouse y Aguilar estaban detrás de la barra buscando vasos en donde poner la bebida.

—Se ve que llegamos justo a tiempo para la mejor parte —comenta Abigail mientras avanza hacia la mujer, abrazándola cuando llega junto a ella.

—Camaradas, acérquense por un vaso; ahora que estamos todos, brindemos por una misión exitosa —dice en voz alta el ruso, dirigiéndose hacia todos los presentes.

Una a una las copas llenas pasan de mano en mano hasta que todos tienen una. En ese momento Narciso se aclara la garganta y, parándose sobre una silla, en voz alta dice —Compañeros, hoy estamos juntos aquí para celebrar un paso más cerca de lograr completar la operación Jordán, de por fin poder ayudar a aquellos que se sacrificaron por nosotros y asegurarnos de que ningún arcanista pase por lo mismo —el hombre pausa mirando a cada una de las personas rodeándolo para luego agregar- Aprecio mucho la ayuda de todos hasta ahora; solo espero que la próxima vez que hagamos esto esté entre nosotros la gente que falta, por nosotros, salud.

Junto a Narciso, todos levantan sus copas y toman un trago de sus vasos, festejando por una misión cumplida de manera exitosa. Luego de unos segundos de chocar copas, John es llamado por Narciso hacia un rincón junto con el hombre misterioso, mientras que Abigail fue a hablar con Dolche y Smith.

—John, quiero presentarte a alguien, este es hermano Discovery, es nuestro investigador en jefe y la persona a cargo de analizar el grimorio —presenta el arcanista.

—Señor Dole, es un placer conocerlo, he escuchado mucho sobre usted —dice el científico extendiendo su mano, ofreciendo un apretón.

—Yo también tenía ganas de conocerlo; por favor, dígame John; después de todo estamos trabajando juntos —comenta el hombre esbozando una sonrisa y aceptando el gesto.

—Bien, ahora que se conocen podemos hablar de lo verdaderamente importante, Discovery pasó las últimas horas leyendo el grimorio que trajimos y pudo develar una parte que se mantiene constante; el libro habla sobre necesitar metal estelar —explica Narciso mirando al aspirante.

—Es una especie de metal que se consigue de los meteoritos —interrumpe Discovery ante la cara de confusión del hombre.

—Exacto, lamentablemente no es algo que aparezca en el mercado fácilmente; es por eso que debemos asegurar un cargamento nosotros mismos —termina de decir el arcanista mirando al hombre, esperando una respuesta.

En un principio John no entiende qué quieren que diga, pero en ese momento recuerda algo crucial que los años casi habían borrado: Wichatova era un lugar conocido por ser un lugar en donde varios meteoritos habían caído. En el momento en que la realización de que le pedían volver a su pueblo natal se hace presente, el color se drena de la cara del hombre.

—¿John? ¿Te encuentras bien? —pregunta Narciso, notando el cambio en el aspecto del aspirante.

—Sí, sí, pero no sé qué decirles, hace mucho tiempo que me fui de Wichatova, no tengo ningún contacto en ese lugar y las pocas personas que me conocen piensan que estoy muerto, así que no sé qué tan útil haber nacido ahí sea en estos momentos —dice el hombre mirando hacia abajo, una ola de malos recuerdos derribándole la moral.

—Lo sabemos, pero aún quedan unas semanas antes de que vallamos al lugar; si se te ocurre algo que puedas hacer, alguien a quien puedas dirigirnos que pueda ser de ayuda, todo cuenta, John —pide Discovery mientras pone una mano en el hombro del hombre.

—Veré qué puedo hacer, pero no prometo nada —dice el aspirante con un ligero tono de molestia apareciendo en su voz.

—Bueno, habiendo dicho esto, disfrutemos de lo que queda de la noche; aún hay bastante que celebrar —dice Narciso tratando de levantarle el ánimo a John.

Él asiente sin decir nada y vuelve al grupo tratando de ignorar los sentimientos que resurgen al pensar en su pueblo natal, pero a pesar de su mejor esfuerzo, los recuerdos lo arrastran a los lugares más oscuros de su conciencia, haciendo que se encuentre de vez en cuando mirando al vacío con una expresión vacua.

—John, ¿qué pasa? —dice Abigail, tomando la manga del traje del hombre mientras lo mira con una expresión preocupada.

La voz de la mujer lo saca del pasado; una expresión de tristeza y preocupación reflejándose en los ojos color verde que lo veían le hace entender que tal vez debería hablar con alguien sobre su pasado, que a pesar de lo mucho que había cambiado, algunas cosas se mantenían iguales y, al final, si quería que las cosas fuesen a mejor, debería ser él el que tome la iniciativa.

—¿Quieres ir a dar una vuelta en el auto? —pregunta John tomando la mano de Abigail.

—Sí, claro, déjame tomar mi saco y vamos —acepta la mujer, captando que había algo más en la oferta del hombre.

Mientras Abigail busca su ropa, él aprovecha para salir sin despedirse de nadie. Cruzando la calle, entra en el auto y se sienta en el asiento del conductor. Cerrando los ojos, enciende el vehículo; el rugido del motor lo lleva a momentos buenos y le hace recordar que no toda memoria del pasado era mala. Incluso si son escasos y bastante apartados, intenta centrarse en los momentos felices, como cuando jugaban a la pelota con sus amigos, los fines de semana acampando en el bosque o aquellas noches en donde se quedaban mirando las estrellas hasta que despuntara la mañana, momentos simples y felices como lo era pasar tiempo con su hija. En ese momento, John abre los ojos de par en par, la última visión erizándole los pelos de la nuca, terror empezándose a formar en su mente; él… él no tiene una hija.