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Arcanum Veritas: Fractals (Español/Spanish)
Capítulo 18: Un interludio con una taza de café

Capítulo 18: Un interludio con una taza de café

El sonido de campanadas lo despierta; se sienta en su silla acolchada mientras se limpia la comisura de los labios, barriendo cualquier indicio de saliva seca; luego se estira, los huesos crujiendo, como si su cuerpo le dijera que dormir encima de su escritorio no es una buena idea. Tiembla un poco; la chimenea se había apagado en algún punto de la noche y ahora un frío seco imperaba en la habitación; varias hojas y libros se encuentran regados en la mesa enfrente de él, todos prometiendo respuestas, ninguno dándolas. Se levantó a duras penas, avanzando lentamente hacia una de las ventanas que se encontraba tapada con una pesada cortina purpura. La abre apenas lo suficiente para poder ver el mundo a través de esta, entrecerrando los ojos al ser golpeado por la claridad de la mañana. Cuando su vista se ajustó a la luz del sol, él pudo ver el panorama invernal que se desplegaba por el jardín delantero de su casa; las estalactitas de hielo colgándose de las ramas de los árboles junto con la nieve cubriendo el pasto como si fuera una manta helada generan un sentimiento de paz y melancolía en el hombre que intenta procesarlo respirando hondo y exhalando una bocanada de vapor. Debía haber alguna forma de cambiar la situación en la que se encontraba, pero la solución a su problema parecía evadirlo como si tuviera la peste y a medida que pasaba el tiempo se estaba quedando sin opciones.

Mientras se estaba recriminando por su ineptitud, un Mercedes negro atraviesa las rejas que separan los terrenos del exterior, subiendo la colina por el camino de grava que da a la entrada de la mansión. Él sigue el camino del vehículo con su vista; sabe muy bien a quien pertenece y el prospecto de verla no le agrada en lo más mínimo, pero si alguien podía ayudar, era ella o, en su defecto, alguien que le deba un favor. Cuando el auto por fin se detiene, de este sale una hermosa mujer de pelo negro y piel oliva, su esbelta figura envuelta en un vestido demasiado corto y ajustado para la estación. Sus ojos se cruzan por unos instantes, ella sonríe y saluda, él hace una cara de asco y se aleja de la ventana en dirección a una botella de Wiski casi vacía que procede a consumir sin siquiera poner en un vaso. Se siente en un sillón y se queda mirando la ceniza acumulada de la chimenea apagada como si ahí estuviera lo que está buscando hasta que escucha que alguien golpea la puerta de su despacho acompañado de una voz masculina que anuncia —Señor, la señorita Estevanuchi acaba de llegar ¿Le digo que pase?

El hombre cierra los ojos fuertemente mientras suspira, tratando de prepararse mentalmente para lo que viene, preguntándose qué pasaría si se hace el dormido. Tal vez su mayordomo se dé por vencido y no tenga que enfrentarse a la despiadada bruja, pero muy en el fondo de sí sabe muy bien que no puede. Ya no le queda tiempo para buscar otra forma; solo le queda esperar que el precio a pagar no sea demasiado caro. Cuando el mayordomo vuelve a golpear y preguntar si debería dejar pasar a la mujer, él se da vuelta tratando de responder, pero en vez de ver una puerta lo único que encuentra son las vigas de un techo desconocido.

John se sentó en la cama, la cabeza le palpitaba violentamente y a pesar del calor estaba temblando ligeramente. Una sensación de pánico lentamente se borraba de su consciencia al mismo tiempo que el sueño que la había provocado. Incorporándose, va hacia el escritorio, toma su celular, mira la hora y puede notar cómo son las 3 de la mañana, decidiendo que no iba a ser posible volver a dormir en la condición en la que está. Se cambia y estirándose un poco sale al pasillo en dirección al lavado. El silencio que imperaba a esa hora transformaba en algo lúgubre el tono monástico del edificio, haciendo que las extrañas sombras creadas por las pocas luces que quedaban prendidas se vuelvan un tanto más terroríficas. Ignorando los sentimientos de incomodidad que se empezaban a apilar dentro de él, continúa avanzando y poco después es recibido por la cálida luz del baño.

Entrando rápidamente, lo primero que escucha es el sonido de la ducha; al parecer no es la única persona a quien le cuesta dormir esa noche. Él se lava la cara para luego mirarse en el espejo, no gustándole para nada lo que el objeto devolvía. Ojeras profundas marcaban los ojos hundidos de John; su piel, antes de un color marrón claro, ahora parece casi gris. Su compleción nunca fue robusta, pero incluso en sus peores días nunca se había visto tan flaco. Tenía sentido que hubiera perdido algo de peso en los días en que estuvo recuperándose, pero no a tal magnitud. Lo peor de todo y lo que lo confundía de sobremanera es que ya se había visto en el espejo antes, pero solamente ahora podía entender lo mal que está. Concentrado como estaba en mirarse, John no nota la figura que sale de las duchas y cuando esta le habla le produce un sobresalto al hombre.

—Buenas noches, señor Dole, ¿Acaso no puede dormir? —pregunta Narciso mientras se coloca alado del hombre.

—Lo mismo podría preguntar de ti, ¿no es un poco tarde para un baño?—interroga el aspirante tratando de reincorporarse.

—Lo es, pero acabo de volver de una misión y quería refrescarme antes de acostarme —contesta el arcanista mientras avanza hacia la puerta y deteniéndose en el umbral agrega— Pero, si necesitas que alguien te haga compañía, no tengo problemas en hacerlo.

John mira a Narciso con una expresión de confusión, pero siendo sincero consigo mismo no quería quedarse solo, así que con una sonrisa dice —Eso estaría bueno, porque podría usar una copa de café y no sé dónde están.

—Pues sígueme, sé exactamente a donde ir, pero primero tengo que buscar algo en mi cuarto —comenta Narciso mientras empieza a caminar.

El aspirante lo sigue sin decir una palabra, todavía consternado pero un poco mejor ahora que tiene a alguien alado para enfrentar la oscuridad del pasillo. Al llegar al final de este, Narciso entró en un cuarto que portaba una placa con su nombre. John se queda en el pasillo; entrar a la pieza del arcanista le producía más incomodidad que el tétrico corredor; por suerte la parada no es larga y después de unos minutos el hombre sale con un sobre marrón en las manos.

—Aquí tienes, esta vez no los pierdas y asegúrate de memorizarlos para esta noche —advierte el hombre en un tono serio.

John solo toma el sobre y asiente. Sabiendo que hacer otra cosa sería tentar demasiado a la suerte e intentando cambiar de tema, pregunta —Entonces ¿Dónde me decías que estaba ese café?

No era lo mejor que se le había ocurrido, pero al parecer, por cómo la expresión del arcanista lucía una ligera sonrisa, había funcionado.

—Por aquí —contesta Narciso mientras emprende el camino a las escaleras seguido por John.

Ambos bajan y se dirigen al comedor; la gran puerta de acceso estaba cerrada, pero solo bastó un pequeño empujón para poder abrirla. El arcanista toca una tecla y la luz se prende iluminando la desocupada habitación. Sin dudarlo, Narciso se adentra en la cocina y coloca agua en una tetera eléctrica que luego procede a encender. Mientras espera que hierva, empieza a abrir las alacenas encima de él, de una saca un par de tazas y de otra una bolsa con café que coloca sobre la mesada. John trae una silla cerca y se sienta esperando a que el hombre termine de buscar todo lo necesario.

—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunta el aspirante como una cortesía, esperando que la respuesta sea no.

—No, ya casi tengo todo, solo tenemos que esperar a que hierva el agua —contesta Narciso mientras procura la azúcar y la crema.

John mira con curiosidad al arcanista. La primera impresión que tuvo fue que él lo odiaba, por eso le parece tan raro el tan amable trato que está teniendo en estos momentos. Lo que estaba pensando se le debe haber notado en la cara porque Narciso detiene lo que está haciendo para preguntar—¿Pasa algo, señor Dole?

—Pensé que me odiabas— dice el hombre sin pensar, dándose cuenta demasiado tarde de lo que acaba de decir.

Sorprendido por la respuesta, Narciso suelta una carcajada y, mirando a John con una expresión de entretenimiento y algo de pena, dice —No te odio, pero es mi trabajo dudar de las personas, y seamos sinceros, tu llegada a Santuario me dio mucho que dudar.

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El aspirante mira para abajo un poco avergonzado y, tratando de evitar que se note, pregunta —¿tu trabajo? ¿A qué te refieres con tu trabajo?

—Como suena, Evergreen cura, Talón ataca y yo me aseguro de que toda persona que pretenda unirse a nosotros realmente lo quiera —responde el arcanista de manera simple.

—Para, me estás diciendo que tu trabajo es detectar espías —comenta John, incrédulo.

—Entre otras cosas —dice Narciso mientras apaga la tetera y procede a preparar los cafés.

—¿Hay muchos de esos por aquí? —pregunta el hombre mirando alrededor, buscando algo como lo que vio en las películas en las esquinas de la habitación.

—No, señor Dole, no hay espías por aquí —responde Talón con una sonrisa para luego de inmediato agregar— E incluso si los hubiera no lo notarías tan fácilmente.

John sonríe ante lo absurdo de la conversación, pero luego, poniéndose serio de golpe, pregunta —¿Qué te lleva a hacer todo esto?

El arcanista toma las dos tazas y coloca una en frente de John. Luego de tomar un sorbo de la suya, casi sin pensarlo, responde —Esa es una pregunta bastante profunda, señor Dole; ¿puedo preguntar porque quieres saber?

John se detiene por unos segundos al escuchar la pregunta: ¿Por qué la hizo? Tal vez solo era curiosidad para evitar un momento de silencio que lleve a pensamientos que no quiere tener o tal vez Narciso tenga un punto de vista que lo pueda ayudar a decidir qué hacer con el resto de su vida, no sabiendo cuál es verdad. Dice —No sé, todo está cambiando muy rápido y tengo miedo de que esté demasiado viejo para reaprender lo que necesito para sobrevivir en este lugar.

Narciso mira al aspirante con una cara de simpatía y un poco de pena. Dejando la tasa en la mesa, mira a John directamente a los ojos mientras dice —Señor Do… John, tienes 30 años; no estás ni cerca de ser considerado viejo ni siquiera en términos mundanos, menos aún si hablamos entre los arcanistas; además, aunque lo fueses, la idea de que un perro viejo no puede aprender trucos nuevos es solo una excusa usada por aquellos que no quieren intentar cambiar, y por lo poco que he visto hasta ahora tú no eres uno de esos.

John asiente, las palabras levantándole ligeramente el ánimo; la sensación de melancolía con que se despertó lentamente desaparece.

Al ver que sus palabras tienen efecto Narciso continúa—En cuanto a tu pregunta, en esta ciudad hay gente con mucho poder que busca subyugar a gente como tú o yo; o sirves o mueres, y a mí no me gusta ninguna de las dos opciones, así que elegí buscar una tercera. En mi búsqueda encontré gente con similares creencias y aquí estamos ahora. Con el tiempo, esta gente se volvió amigos y familia, así que se podría decir que tengo dos motivos de por qué hago lo que hago: mi creencia en la libertad y el deseo de proteger a aquellos cercanos a mí —el arcanista puntúa la oración con un sorbo de café.

—Eso es admirable —comenta el aspirante mientras toma otro sorbo de su café, mirando hacia el costado, centrándose en los azulejos de la pared, y piensa si alguna vez podrá tener algo así.

—Céntrate en lo que tienes que hacer, un paso a la vez; más temprano que tarde encontrarás tu camino—dice Narciso al ver que el ánimo del hombre decaía, para, luego de terminar su café de un sorbo, levantarse y agregar—Bien, había algo que quería darte esta noche, pero creo que es una buena idea dártelo ahora.

John se sorprende por el sobresalto, pero antes de que pudiera decir nada, Narciso ya dejó su tasa en el lavado y estaba saliendo de la cocina. Rápidamente hace lo mismo y sigue los pasos del hombre que ahora está cruzando el patio interno, yendo a una de las puertas a la que el aspirante nunca había entrado.

Narciso abre la puerta y avanza sin detenerse. En el momento en el que John llega a la puerta, se detiene a unos pocos centímetros del umbral; del otro lado de este puede notar un largo pasillo gris que lleva a la puerta doble de un ascensor. El cambio tan brusco de arquitectura lo confunde y duda de si avanzar o no, pero el titubeo dura poco puesto que al escuchar al arcanista llamarlo por sobre el hombro toma coraje y tentativamente avanza hacia Narciso.

Con un ring, las hojas de metal se separan y dejan a la vista el interior de un ascensor común. Ambos entran; una vez posicionados, el arcanista toca un botón de los tantos que había en la pared enfrente de él, y con un ligero temblor la caja de metal comienza a descender.

—¿A dónde vamos? —pregunta John más por el miedo al silencio que por propia curiosidad.

—Al garaje, vamos a dar una vuelta en auto —responde Narciso como si fuera algo obvio.

—¿Por qué? —vuelve a interrogar el aspirante no entendiendo la necesidad de esto.

—Cuando era joven, siempre que mi abuelo se sentía triste o enojado, salía a dar una vuelta en auto; decía que las estrellas lo calmaban y le aumentaban el ánimo; siempre pensé que se refería a que iba al bosque a beber cerveza y estar solo por unas horas, pero un día cuando estaba bastante molesto me llevó a uno de sus viajes nocturnos; yo pensé que me iba a dar algo de tomar e íbamos a charlar un rato, pero en realidad fuimos a un claro aislado en las afueras de Hope y miramos el cielo estrellado durante horas —responde Narciso mientras mira el vacío con una sonrisa triste y una expresión de añoranza.

Dándole un poco de espacio al hombre, John se queda callado, esperando a que el viaje termine, por suerte para él, lo que quedaba del recorrido no alcanzó para que sus pensamientos intrusivos lograran materializarse.

Otra campanada suena y las puertas metálicas se abren, mostrando un atestado garaje lleno de autos de todo tipo y tamaños. Varias personas van y vienen llevando, ya sea repuestos, combustible o quitando la basura apilada en el medio del lugar. Narciso avanza sin dudarlo; al reconocerlo la gente se aparta dejando el paso libre y cuando por fin llegan al punto en donde el arcanista quería llevarlo dándose media vuelta, dirigiéndose al auto, dice —Hombre Spark, quiero presentarle a alguien, este es John Dole, un nuevo aspirante a nuestro selecto grupo.

John se quedó paralizado al ver el vehículo enfrente de él; el Cadillac marrón en mejor estado de lo que recordaba estaba ahí, con las ventanas tintadas, pero aún con las mismas abolladuras y raspones que lo diferenciaban de otros iguales a él.

—No puede ser ¿Cómo? —dice el aspirante mientras una sonrisa dientuda se pinta en su cara; la idea de que un memento tan importante que creía perdido volvía a estar cerca lo llenaba de una felicidad difícil de poner en palabras.

—Costó un poco sacarlo del embargo de la policía, pero conozco a alguien que conoce a alguien —alardea Narciso.

Mientras ambos hombres hablaban entre ellos, una figura masculina se deslizaba saliendo debajo del auto, de barba blanca y cabello escaso. El anciano se sienta en el suelo y mirando hacia arriba en dirección a John dice —Así que este es el dueño de esta belleza, pues déjeme decirte, jovencito, que deberías cuidar mejor de ella; estaba en muy mal estado —regaña el mecánico mientras se levanta forzosamente con la ayuda de Narciso y continuando con su lectura agrega: —Arreglé todo el daño interno que pude y algo del exterior, pero todavía le falta trabajo.

—Perfecto, ¿podemos dar una vuelta de prueba? —pregunta el arcanista.

—Sí, iba a mandar a alguno de mis chicos a hacerlo, pero si se ofrecen mejor, ya les doy la llave —contesta Spark mientras tantea los bolsillos de su overol.

—No hace falta, John ya tiene una copia —comenta Narciso mientras empieza a limpiar los alrededores del auto.

—Bien, solo no se olviden de decirme cómo se siente el auto cuando vuelvan —pide el mecánico mientras guarda sus herramientas en una caja.

John ayuda a terminar de limpiar para luego colocarse en el asiento de conductor. Narciso se sienta en el asiento de pasajeros y se coloca el cinturón.

—¿Todo listo? -pregunta el arcanista mirando al aspirante.

—Solo falta una cosa —responde éste colocando la llave en la ignición y girándola.

Como nunca el auto ruje a la vida en el primer intento, el sonido sonaba más claro de lo que nunca lo había escuchado. Lentamente, la pesada cortina de metal se abre, dejando ver una rampa que giraba hacia arriba. John lentamente mueve la palanca de cambios y encara la subida. Luego de unos pocos segundos otra mampara de metal los encuentra, pero cuando se acercan lo suficiente, esta automáticamente se levanta. Al atravesar el umbral, un camino de tierra lo recibe junto a un cielo abierto, cubierto de estrellas.

John lo sigue; el camino serpentea entre los árboles, subiendo y bajando caprichosamente. Por unos segundos se detiene en una curva; se ve que están en una especie de colina, lo que les da un punto elevado para ver el bosque. Observando detenidamente, se puede apreciar cómo las copas de los árboles se extienden hasta donde alcance la vista, y a lo lejos, justo sobre la línea del horizonte, la brillante silueta de Hope contrastaba con el cielo nocturno como un faro que invitaba a todo aquel que lo viera con falsas promesas de seguridad. A pesar de que John sabía esto, no podía negar lo atraído que se sentía por la mística y el glamur de la ciudad, como entre esos edificios leyendas eran creadas y olvidadas cada segundo que pasaba y como al final lo quiera o no él es parte de la ciudad, como la ciudad lo es de él.

—Bonito, ¿verdad? —pregunta Narciso mirando también los lejanos edificios.

—Sí, demasiado incluso —contesta el hombre en un tono serio.

—Si quieres ir, conozco el camino; no nos tomara más de unas horas ir y volver —ofrece el arcanista.

El hombre duda, temiendo de que si se va de este lugar no pueda volver, pero algo dentro de él extraña el constante murmullo de la masa de gente y las luces segadoras de los edificios, así que mirando a Narciso directamente dice —¿Por dónde?