Una vez que John aceptó formar parte de la operación y se le explicó el severo itinerario que iba a tener a partir de ahora, la reunión se dio por terminada; la gente se empezó a retirar poco a poco, pero antes de que el aspirante pudiera salir por la puerta, la voz de Narciso lo detiene —Este fin de semana Talón te presentará el resto del equipo; vas a ir con tu nueva identidad; asegúrate de aprenderte bien los detalles.
John se quedó quieto, recordando por primera vez en el día sobre los papeles que le dio Narciso esa misma mañana, papeles que definían su nueva identidad y la hacían legal ante los ojos del Estado, papeles legales extremadamente difíciles de conseguir, papeles que en la conmoción de lo sucedido en el invernadero había perdido. Volteándose a ver a su compañero, el aspirante intenta conjurar una explicación que lo salve de la ira del arcanista, pero su expresión debió traicionarlo porque antes que pudiera hacerlo escucha un largo suspiro.
—Perdiste el sobre, ¿verdad? —dice el hombre en un tono decepcionado.
John solamente asiente no sabiendo que decir, sintiendo que cada vez que hace un paso hacia adelante termina haciendo dos pasos para atrás.
—Te conseguiré otro apenas pueda, solo… no vuelvas a perderlo —pide Narciso claramente cansado, acentuando la oración con una larga exhalación que se clava en la mente del aspirante como un clavo.
John se disculpa rápidamente por las molestias y sale de la habitación con un sentimiento extraño, que otra vez le apretaba la boca del estómago. Él esperaba una explosión de ira más que una simple demostración de desilusión. Él podía manejar el enojo, a eso estaba acostumbrado, pero nunca le sentó bien decepcionar a alguien.
Mientras trataba de lidiar con lo que le pasaba, la figura pequeña de Mouse entraba en su vista —John, ¿estás bien? Se te ve molesto —pregunta la mujer con una expresión preocupada.
—No, perdí unos papeles importantes y creo que hice enojar al hermano Narciso —responde sinceramente el hombre mirando hacia atrás.
—Bueno, si los perdiste, vallamos a buscarlo; tienen que estar en alguna parte —propone la mujer intentando ayudarlo.
—No es posible, los perdí en el invernadero; probablemente estén en el estómago de anda a saber qué horror —dice descorazonado. John mirando para abajo mientras maldice su inutilidad
—Ok, entonces no puedes hacer nada al respecto ¿verdad? - vuelve a interrogar Mouse
—Sí, no puedo hacer nada sin arriesgarme a volver ahí y no pienso hacer eso —contesta el aspirante intentando entender el punto de la pregunta.
—Entonces déjalo ir, no vale la pena centrarse en equivocaciones que no puedes remendar; es mejor usar ese tiempo en cosas que sí puedes hacer, que si puedes cambiar —asegura la bibliotecaria impartiendo sabiduría más allá de sus años.
—Sí, debería, aunque no me sea nada fácil —concuerda el hombre mientras asiente.
—Lo sé, yo soy parecida a ti en ese aspecto. ¿Sabes qué es lo que hago cuando necesito una distracción? —pregunta Mouse mientras extiende dos libros y una rama que termina en una punta de cristal purpura en la dirección de John.
El aspirante analiza los objetos que le fueron presentados; el primero es un libro de tapa dura cuya portada estaba tapada por otro libro más pequeño, este con una cubierta de cuero cerrada con una pequeña cuerda del mismo material.
—¿Lees libros? —pregunta el hombre mientras toma el manojo de libros y levanta una ceja.
—Exacto, este es el libro que te comenté ayer, sobre la clasificación de las esquirlas; si vas a formar parte de esta operación, será mejor que empieces a familiarizarte con lo que puedas encontrar en el campo —responde la mujer con una sonrisa mientras señala el tomo de tapa dura y apuntando al de cuero. Agrega—Y ese es un diario que te va a servir para anotar la información que creas pertinente y los pensamientos que quieras preservar.
Mirando el diario, el sentimiento extraño que John sentía es reemplazado por el de aprecio y con un tono sincero dice—Ambos van a ser extremadamente útiles, muchísimas gracias, hermana Mouse.
Viendo que le gusta su regalo, la mujer sonríe de oreja a oreja y, al notar cómo el hombre observa extrañado la rama con punta de cristal purpura, rápidamente explica —Eso es una rama del escriba, también conocido como inkstick; es un objeto mágico que permite cambiar los pigmentos de algo siempre y cuando se le proporcione energía; lo usamos generalmente para escribir sin necesidad de preocuparse por la tinta —explica la bibliotecaria tratando de aclarar la confusión de John.
—Ok, ¿cómo le proporciono energía, baterías, la conecto a la pared? —pregunta el aspirante medio en broma.
—No, tienes que usar la radiación que está en tu cuerpo; mañana a la mañana Sigil te explicará cómo detectar y mover estas energías. Él usa metáforas un poco raras, pero si no entiendes algo, pregúntame y te lo traduzco—ofrece la mujer entre risas.
Cuando John estaba por agradecerle otra vez, alguien lo toma del hombro y forzosamente lo da vuelta.
—Escúchame con atención, novato, más vale que entiendas en donde te estas metiendo-dice Talón mientras clava su dedo índice en el pecho del aspirante y sin dejarlo responder agrega- porque lo que hacemos es peligroso y un error no solo te puede costar la vida a ti sino también a los demás, así que te voy a entrenar tan duro que desearás haberle dicho que no a Narciso, ¿está claro?
—S-sí, sí —balbucea John, aturdido por el repentino arrebato.
—¿SI QUÉ? —grita el arcanista, colocando el dedo a pocos centímetros de la cara del hombre.
—SÍ, SEÑOR —devuelve el hombre junto a un saludo militar que rápidamente se arrepiente de hacer.
Talón lo observa por unos segundos con el ceño fruncido, para luego caminar en dirección hacia el comedor, dándole la espalda a John. Al hacer unos pasos se detiene y sin darse vuelta en un tono serio dice —Te espero a las dos de la tarde en el campo de tiro; no te atrevas a llegar tarde.
—Pero… —John intenta reclamar que según el itinerario que le dieron, las prácticas de defensa personal empiezan mañana, pero cuando sus ojos se cruzan con los del arcanista, que al escuchar el inicio de una queja lo mira sobre el hombro, lo único que puede agregar es un derrotado —sí, señor.
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Sin importarle mucho la respuesta, Talón continúa su trayecto y cuando John se aseguró de que no lo iba a escuchar, dirigiéndose a Mouse pregunta claramente ofendido —¿Cuál es su problema?
Sin quitar la vista de la espalda de su colega, la mujer suspira y mientras empieza a caminar en la misma dirección, en un tono triste responde —No te lo tomes como algo personal, está bajo mucho estrés y es demasiado disciplinado para decir que tiene demasiado en su plato.
John camina detrás de la mujer mientras intenta adivinar por qué Talón tendría tanta hostilidad contra alguien que solo quiere ayudar y mientras se pone a la par de Mouse dice —Es que no lo entiendo, ¿Por qué tanta hostilidad contra mí? Después de todo estamos en la misma situación.
La mujer escucha la pregunta y lo mira de reojo, como un adulto ve a un niño que por su ignorancia acaba de decir algo extremadamente estúpido. Él capta el gesto y, confundido ante este, pregunta —¿Qué? ¿No lo estamos?
La mujer vuelve a suspirar y, tratando de corregir la falsa concepción que el hombre tenía, explica—Primero, él es el líder del equipo de campo, lo que hace que tu muerte o cualquier equivocación que hagas sea su responsabilidad; además es también uno de tus entrenadores, o sea que si cometes un error él tiene la culpa y segundo, Oráculo y Talón no son solo amigos— la mujer se detiene asumiendo correctamente que no tiene que describir la relación entre ambos hombres para que John entienda porque ella pensaba que lo que él dijo era estúpido, pero para que no queden dudas antes de atravesar el umbral que da al comedor, agrega—Así que no, John, tu situación y la de él no son iguales.
Entendiendo un poco mejor el punto de vista del hombre, John siente simpatía por la situación en la que Talón se encuentra y aunque no dice nada a Mouse, decide perdonar al hombre por cómo lo trató e intentar ayudarlo de la mejor manera que pueda.
Mientras estaba pensando qué hacer, una voz conocida descarrila su tren de pensamiento-John, Mousi, por aquí, les conseguí un plato de albóndigas —dice Abigail, llamando la atención del dúo mientras señala los dos platos calientes de albóndigas enfrente de ella.
Sin dudarlo, ambas personas se acercan a la mesa y se sientan en los lugares vacíos reservados para ellos, mientras respiran el apetitoso aire que emanaba de los platos.
—Hola, Abi, gracias por guardarnos un lugar —agradece Mouse tomando sus cubiertos.
—Al parecer, hermano Chef, no se enojó contigo —comenta John haciendo lo mismo.
—En un principio lo estaba, pero luego de explicarle exactamente que pasó se calmó; deberías pasar a hablar con él después de comer, a pesar de que le dije que estabas bien, todavía me parecía preocupado—dice Abigail mientras pone una albóndiga entera en su boca y mastica lentamente saboreando el magistral platillo.
—Sí, debería, tal vez le pueda pedir la receta de estas albóndigas; son deliciosas —elogia el hombre con una sonrisa.
—Hierbas mágicas; hacen toda la diferencia —bromea la bibliotecaria riendo.
—Por cierto, vi a Talón entrar hace poco; tenía una cara que daba miedo, ¿alguien sabe qué pasó? —la pregunta dirigida más a la bibliotecaria que a John.
—Hoy estuvimos hablando sobre la operación Jordán y llegamos a una decisión que hizo enojar a Talón —contesta la mujer en un tono serio y algo triste mientras mira en la distancia la figura del arcanista sentado mientras porta un férreo ceño fruncido que lentamente se va ablandando tras cada bocanada de la deliciosa comida.
- ¿Qué pasó? ¿Se cancela o al final la pista que encontraron terminó siendo nada? - Indaga Abigail en voz baja, dándose cuenta tarde de que John está lo suficientemente cerca para oírla.
—No te preocupes, Abi, John es parte de la operación; es por eso que Talón está tan enojado —contestó Mouse al ver que la mujer empezaba a entrar en pánico.
Ambos aspirantes se miran con una expresión de sorpresa y la primera en romper el silencio es Abigail.
—John, ¿estás seguro de esto? Las misiones de campo son extremadamente peligrosas incluso para iniciados, más aún para aspirantes —la mujer pregunta en un tono preocupado.
John continúa mirándola por unos segundos, claramente ofendido, mientras busca las palabras adecuadas para responder la pregunta que le hicieron de manera ingeniosa, pero lo único que llega a decir es —Tú también eres un aspirante como yo, ¿no?
—Sí, pero para empezar tengo antigüedad; he sido un aspirante más tiempo que tú, además yo ya he estado en un par de operaciones menores y puedo decirte que no es broma: encontrarse una esquirla, incluso de bajo nivel, es aterrador, además mis poderes me permiten mantenerme fuera de peligro —explica Abigail en un tono serio poco característico de ella.
No pudiendo negar esa lógica, lo único que el hombre puede hacer es intentar cambiar el tema y el hecho de que la mujer mencionara sus poderes le da la excusa perfecta para hacerlo. Así que poniendo su mejor expresión de confusión mientras ladea la cabeza, dice —Nunca me dijiste que tenías poderes.
—Vamos, John, te tenía por alguien más listo. Todos aquí tienen poderes, magia, bendiciones o como quieras llamarlo; yo no soy la excepción ni tú tampoco. La única diferencia es que yo ya llevo unos años practicando y tú no—presume la mujer sacando pecho.
Por todo lo que había pasado en las últimas semanas, John no se había detenido a pensar en que cada persona alrededor de él en estos momentos tiene el poder de cambiar la realidad a voluntad y lo peligroso que eso era.
Tratando de poner una expresión valiente ante la repentina noción, John dice: —Bueno, si eres tan buena usando tus poderes, porque no lo demuestras.
Mouse trata de interceder en la conversación, intentando detener a los dos aspirantes, pero al ver la expresión de Abigail sabe que es inútil intentar razonar con la mujer, así que no lo hace y solamente se queda en silencio observando la demostración.
Abigail se arremanga, levanta una mano y cierra los ojos. Mientras ella se concentra, John puede sentir como los pelos de su nuca se paran y el aire se llena de estática. Los otros comensales sentados en la misma mesa miran en la dirección del grupo habiendo sentido lo mismo, y cuando la mujer abre sus parpados, el iris de sus ojos brilla con un tono verdoso.
De repente el sonido de un aleteo se puede escuchar en la habitación; desde alguna ventana abierta una pequeña ave se había colado y ahora se posa en la mano de Abigail. Un mirlo primaveral en todo su esplendor miraba alrededor con rápidos movimientos, pero en vez de su característico plumaje rojo, plumas verdes adornaban su pecho.
—John, te presento a Tim, es uno de mis compañeros— la voz de la mujer escapando del pico del pájaro.
—Wow, ¿eres una especie de domadora o druida? —Pregunta John mientras observa detenidamente la creatura en las manos de la mujer.
Mouse ríe un poco ante las palabras del aspirante, mientras observa entretenida la cara de asombro y curiosidad casi infantil que él porta.
—Algo así, puedo crear conexiones con diferentes animales. Compartimos sentidos y puedo comunicarme a través de ellos, útil cuando los teléfonos o las radios no funcionan —dice el animal mientras se posa en el hombro del hombre.
—Increíble…—comenta el aspirante buscando las palabras para explicar lo que siente en estos momentos y no encontrando ninguna que pueda hacerlo.
John extiende la mano intentando tocar a Tim, pero este sale volando, posándose en el marco de una ventana lejana. En ese momento, la luz que emanaban de los ojos de Abigail se apagan y con una sonrisa de superioridad dice —Tiene sus riesgos, pero con mi habilidad puedo hacer tareas de reconocimiento y comunicación de una manera relativamente segura, es por eso que se me permitió ser parte de las operaciones de campo, es por esto que te pregunto una vez más, ¿John estás seguro de que quieres hacer esto?
John mira su plato vacío; duda entrando en su mente por primera vez, pero si quiere no solo encontrar la forma de ayudar a Oliver sino también demostrar lo que vale al grupo, debe tomar lo que, según fuentes en las que puede confiar, parecería un gran riesgo.
—Sí, estoy seguro —dice el hombre levantando la vista y trabando la mirada con Abigail.
Esta entrecierra los ojos sin quitarlos de los de él, buscando un ápice de duda, pero al no encontrarlo se encoje de hombros y con una sonrisa mientras presenta su mano para un apretón dice —Está bien, si crees que estás preparado, te doy la bienvenida al equipo de campo.
El hombre lo acepta, agradecido de saber que contaba con alguien cuando inevitablemente llegara el momento, y luego de soltar la mano de la mujer, mirando su plato, pregunta: ¿Podemos pedir segundos?
Sonriendo de oreja a oreja, Abigail responde: —Solo si somos lo suficientemente rápidos.