Flotando en la densa oscuridad, casi como si se encontrara sumergido en un mar de pastosa tinta, John es asaltado por imágenes que aparecen y desaparecen como destellos de luz. Algunas son placenteras, otras son tan horribles que apenas entran a su mente; son olvidadas para proteger la poca cordura que le queda al hombre.
Si bien parecieran aleatorias en naturaleza, todas estas imágenes tienen algo en común: un símbolo. La figura de un círculo siempre impera en algún punto de la extraña visión, ya sea porque alguna persona lo lleva o porque alguna figura en el fondo termina con la forma, haciendo que sobresalga de manera claramente obvia para todo aquel que esté prestando atención.
John no entiende lo que las imágenes le quieren decir, pero, por algún motivo, un sentimiento de familiaridad que no sabe describir lo atrapa y no le permite a su mente vagar fuera de los límites que le impone, forzándolo a tratar de resolverlo antes de poder continuar.
Mientras intenta codificar la sensación que lo tiene encerrado, el ambiente alrededor de él se agita y el sentimiento anterior es cambiado rápidamente por uno de desesperación al sentir cómo su cuerpo inerte es arrastrado por una gran corriente provocada por algo gigantesco que se desliza en la oscuridad. No se puede ver nada en el vacío abisal que lo rodea, pero está seguro de que hay algo en él, algo que le para los pelos de la nuca y lo hace temblar de manera incontrolable.
A medida que pasa el tiempo, el hombre se mueve empujado por la corriente generada por la entidad. De vez en cuando, la dirección cambia de manera rápida y sin mucho sentido. El cambio abrupto genera náuseas en John que no parece poder descargar de ninguna forma.
Unos instantes luego la correntada se detiene y el cuerpo del hombre queda, otra vez, flotando en la negrura, pero ahora no está solo, puede sentir la presencia de algo, una ligera presión que proviene de todos lados al mismo tiempo. A lo lejos, una luz púrpura crea un horizonte, en un principio una fina línea que crece hasta cubrir toda la vista del aterrado hombre, y en el medio, casi como si la oscuridad se negara a abandonar su lugar, una línea vertical negra se mueve por el cielo purpúreo.
Al estar bajo esta nueva luz, la presión aumenta hasta el punto de ser tan grande que le causa dolor de cabeza, haciendo que le cueste pensar de manera clara. Eso y la imposibilidad de lo que ve hace que en un principio la mente de John no entienda lo que ven sus ojos, pero, lentamente la noción se hace obvia cuando el cielo parpadea un par de veces.
Con cada movimiento que el ojo hace, una ola invisible de energía mueve el cuerpo del hombre que, ahora con un punto de referencia, puede notar las incómodas posiciones en que lo dejan. Eso, sumado a la angustia mental que estar bajo la mirada del ser le provoca, hace que John lance un grito al aire, grito que es respondido con el ojo gigante siendo cerrado y la presión que aplastaba su mente levantándose lo suficiente como para poder formar un pensamiento conciso.
Mientras estaba pensando, ¿qué fue todo eso? y con el alivio de que la peor parte había terminado, se dispone a resumir el intento de procesar el sentimiento que lo seguía desde que se levantó esa mañana, pero antes de que pudiera lograrlo notó cómo cientos de pilares de color amatista que emanaban un brillo purpúreo empezaban a aparecer en la distancia, acercándose a él con una velocidad imposible para tan grandes estructuras, detrás de ellas la penumbra se arremolinaba en el negro más oscuro que había visto en su vida.
La corriente lo mete entre los pilares, cada uno más grande que un rascacielos, y es arrastrado hacia la gran oscuridad que se posa detrás de ellos. John trata de mover su cuerpo, pero este no le responde. Lo único que puede hacer es gritar mientras la negrura lo consume. Al atravesar el umbral, siente cómo cae en caída libre, la sensación de peso volviendo a él de manera sorpresiva, con un fuerte ¡TUD! Impacta algo blando, que amortigua el golpe haciendo que ruede por el piso y termine boca arriba, respirando agitadamente por unos segundos, para luego rodar sobre sí mismo, vaciando el contenido de su estómago en el suelo esponjoso debajo de él.
Con el sabor de bilis y café barato en la boca, tantea en la oscuridad hasta que encuentra algo sólido que usa para pararse. La superficie es lisa y huele fuertemente a sal y pescado. Extrañado, John rebusca en sus bolsillos el teléfono que siempre lleva consigo, un viejo modelo de tapita, sin tantas comodidades como los de última generación, pero útil y confiable, confianza que esperaba se mantuviese en esta situación, manifestándose en un haz de luz que le permitan observar con que se había topado.
A pesar de todo lo que había sucedido, pareciera que no toda su suerte era mala y el teléfono, aparte de una grieta en la pantalla, parecía funcionar de manera normal, claramente no había señal ni internet, pero el hombre estaba contento con poder ver por dónde pisaba, apuntando la luz en dirección de la estructura que usó para levantarse, puede observar tablones de madera uno al lado del otro. Dando un paso para atrás, la forma de un barco encallado, semihundido en un cúmulo de agua, aparece dentro de la visión del hombre, confundiéndolo aún más.
Antes de que pudiera indagar sobre el origen del vehículo, algo más importante tenía la atención de John. Barriendo el área alrededor de donde estaba con la luz del teléfono, buscaba una señal de dónde su compañero podría haber terminado.
Mientras exploraba en busca de pistas, sin mucho resultado, pudo notar cómo el piso que formaba los cimientos de este lugar eran de un color negro profundo, con cada paso que daba el suelo cedía unos centímetros haciendo que parezcan un piso hecho de goma, en algunos lugares tenían espasmos que le dificultaban el camino al hombre, haciéndole perder el balance y caer.
Obviando las claras implicaciones y centrándose en el trabajo en mano, avanza lentamente por el oscuro lugar con tan solo la luz de la pantalla como guía. Después de unos minutos de caminar, se topa con una escultura romana hecha de mármol partida a la altura del pecho.
Pasando la luz por su superficie se puede notar cómo la primera parte muestra a un joven con una corona de laureles,vestido con una túnica y con los hombros recubiertos por una capa. Los rasgos bien tallados muestran un rostro bastante apuesto, coronado con un par de ojos pétreos que casi reflejan la pasión y aplomo del hombre.
Unos pasos más lejos, la segunda parte se hallaba parada sobre una losa de mármol, en esta se podía observar una placa de latón enverdecido que decía: “Hector et Dominicus custodes imperii”, subiendo la mirada, el resto del cuerpo aparece con el aspecto de un musculoso joven, pero lo que le llamó la atención a John no eran los detallados músculos sino la extraña figura acoplada al costado del hombre. En el lado derecho, pegado al flanco, una masa de carne sobresale, el semblante de una cara y dos brazos vestigiales pueden ser apreciados. A pesar de ser deforme y horrenda, la creatura tiene una mirada que denota inteligencia y astucia a partes iguales.
Unauthorized duplication: this narrative has been taken without consent. Report sightings.
Sin mucho tiempo que perder, deja la estatua atrás. Mientras continúa con su búsqueda, John piensa sobre lo que está haciendo, un reflejo de su lado racional, luchando para retomar el control de las acciones del hombre, control que le fue arrebatado por un impulso ajeno y lejano que todavía impera, haciendo que se arriesgue más y más intentando salvar a alguien con quien apenas tenía una relación laboral.
La convivencia de los dos forenses no era mala, algunos podrían decir que incluso era buena, pero, siempre hubo una pared invisible que los detenía de formar una verdadera amistad. John pensaba que era debido a su condición de extranjero lo que hacía que Oliver, nacido y criado en Hope, no quisiera formar un vínculo más allá de colegas de trabajo, o por lo menos esa era la noción que el hombre tenía y que debido a su naturaleza tímida y reservada nunca se aseguró de confirmar.
Pensar en la relación que tiene con Oliver le hizo reflexionar sobre los sucesos que pasaron hasta ahora. No solo lo que pasó el día de hoy sino en su vida en general. Hace 12 años que vive en Hope, 12 años que vive su vida solo, sin amigos, sin amantes, sin una persona a la que llamar cercana, solo existe como un fantasma moviéndose desde el estudio que su abuelo le dejó al trabajo, del trabajo a la universidad y otra vez de vuelta a su hogar, solo desviándose para pasar por la farmacia o el hospital de vez en cuando.
El encuentro cercano con la muerte lo hizo ver que dejó todo lo que tenía, a todos los que conocía, para intentar ser algo más, algo que al final nunca terminó siendo, y aunque podría diluirse en la idea de que su trabajo ayuda a traer justicia a las víctimas de los más horrendos crímenes, una pregunta seguía firme en su mente: ¿Valió la pena quedase tan solo?
Tal vez es por eso que está intentando salvar a Oliver arriesgando su vida, tal vez al sentir el terror de su mortalidad cara a cara hizo que, comparativamente, preguntarle a su compañero si quiere ir por unas cervezas después del trabajo ya no sea tan aterrador, tal vez John quería cambiar y esta era la oportunidad de hacerlo.
Mientras caminaba en la penumbra, rumiando la idea en su mente, no prestaba atención por dónde iba y se sorprende al escuchar un cambio en el sonido de sus pisadas. La humedad sonora que acompañaba cada paso que daba es reemplazada por el tono familiar de suelas impactando en asfalto.
La vista de un material conocido llena de esperanza al hombre haciendo que redoble el paso. A medida que avanza, puede ver las líneas pintadas en el suelo que definen los carriles de lo que parece ser una autopista, y después de unos minutos de caminata llega a ver un cartel dañado de color verde con letras y una flecha blanca que adorna el piso.
Al pasar la luz por el rectángulo, las letras que se podían discernir sorprenden a John haciendo que se pare por unos instantes tratando de entender dónde está parado. La señal de tráfico, parcialmente destruida, porta el mensaje de “Avenida Gulliver” seguido de una flecha que se curva a la derecha. Si entendió de manera correcta, esto quiere decir que tal vez no fue un temblor lo que causó el desastre de la noche anterior sino algo más extraño, algo que no quiere considerar ahora. Con la flama de la esperanza que portaba el hombre, reducida grandemente por la realización de que no está más cerca de casa de lo que estaba hace unas horas, continúa caminando siguiendo el trayecto enfrente de él.
Después de unos minutos de avanzar por la carretera, un olor conocido asalta la nariz del forense, repugnantemente dulzón y picante, el aroma a putrefacción inunda el aire, haciéndolo difícil de respirar. John se lleva el brazo a la cara para intentar cubrir un poco el intenso hedor y camina lentamente hacia adelante tratando de localizar la fuente, esperando que no fuera el cuerpo de Oliver.
Unos metros más adelante, la luz del teléfono se refleja en la pintura de un auto rojo estacionado en el centro del camino. Al acercarse a él, puede apreciar cómo el olor nauseabundo va en aumento hasta el punto que le hace lagrimear los ojos. Mirando por la ventana del conductor, se puede notar cómo está rota en cientos de pedazos y detrás del marco vacío, el cuerpo de un hombre joven se encontraba tirado encima del asiento, agarrado firmemente a este por el cinturón de seguridad.
Las heridas eran serias, el ojo del lado izquierdo había sido arrancado dejando solo una cuenca vacía, el mismo lado de la cara tenía varias heridas punzantes en donde pedazos de carne faltaban, pero, la verdadera causa de la muerte fue el corte en la yugular que manchó la ropa del hombre con lo que ahora es una pátina de color marrón. John no sabía qué podría haber causado estas lastimaduras y no pensaba en quedarse a averiguarlo, así que, viendo alrededor del cadáver, buscó con la luz las llaves del vehículo, al encontrarlas, las giró, intentando ver si la máquina podría volver a la vida, pero lamentablemente, además de unos rugidos impotentes, el motor no parecía querer arrancar.
Frustrado, decide sacar la llave de la ignición y dirigirse al baúl, pensando que tal vez haya algo que pudiera utilizar. Lo abre y rebusca en su interior encontrando una caja de herramientas con una linterna dentro. Con una sonrisa, la toma y presiona el botón, esperando que no funcione, pero pareciera que su suerte está cambiando cuando un poderoso fulgor ilumina varios metros alrededor de él, mostrándole el panorama de donde se encontraba con más claridad.
Guardando el celular en su bolsillo, John observa la fila de autos detrás del primero que encontró. Él la sigue a una distancia prudente, puesto que solo puede imaginar lo que hay adentro de los vehículos y lo que ve en su mente no es nada bonito. Después de unos minutos llega a lo que parece el final de la carretera, que se decanta en una colina que da a un espacio abierto. Mientras desciende, su nueva fuente de luz llega a la base antes que él y gracias a esto puede notar un pequeño cúmulo de pelo blanco con lo que pareciera una madera saliendo de este.
Al acercarse pudo ver cómo la pila de pelos toma una forma simiesca. John nunca había visto el animal enfrente de él pero era parecido a un babuino con la única diferencia siendo la piel azul, la cabeza pelada, los ojos color púrpura y que portaba un pelo lacio, largo y blanco. La creatura no respiraba, asumiendo que la culpable de esto es la madera afilada que protruye del pecho del ser. El forense busca alrededor otras señales de lucha, encontrando varias alrededor del lugar. Estas continúan en una dirección marcada por maderas desperdigadas y creaturas empaladas al piso.
Si bien cualquier persona racional iría en la dirección contraria, John avanza siguiendo los indicios de lucha y llega a un espacio en donde una figura de pelo rubio y largo con extremidades de madera, rodeada de varios cadáveres de los bizarros primates, se ve. Su forma extrañamente cambiada, pero aún reconocible, se encuentra parada en el medio de una masacre.
- ¡Oliver!- John grita mientras agarra a su amigo del hombro y ante la poca respuesta aclara rápidamente- Soy yo, John.
El hombre solo lo mira y el forense se empieza a desesperar, más aún cuando siente que se le paran los pelos de la nuca y al voltear ve cientos de ojos púrpura
-Este lugar no es seguro, tenemos que salir de aquí, ¡Oliver! -implora John mientras mira alrededor buscando una oportunidad que llega en la inesperada forma de una puerta en el medio de la nada.
Sin mucha más opción ni tiempo para pensar, toma a su compañero por debajo del brazo y lo arrastra hacia el umbral mientras escucha el clamor de los primates que se acercan corriendo y lanzando piedras. Cuando estaban a unos centímetros, un pedrusco impacta en la espalda de John, haciendo que esté pierda el equilibrio y caiga hacia adelante. Golpeando la puerta, abriéndola con un fulgor de luz.