En el momento de respiro en el que se encontraban, John mira a su líder y puede notar lo cansado que está, no solo por la brutal pelea de hace unos pocos minutos, sino también por el peso de la responsabilidad que ser el capitán de este grupo conlleva, así como la última esperanza de traer del filo del abismo a un ser querido. El aspirante saca una barra de chocolate de su bolsillo y la abre, ofreciendo mitad de esta a Talón que la acepta sin decir nada, mientras saborea la dulzura. John cavila en los últimos acontecimientos y en el significado de la extraña visión que vio cuando fue atacado por la esquirla. Si bien estaba en un lugar desconocido junto a personas que nunca había visto, no se sintió en un lugar ajeno, más bien todo lo contrario. Mientras divagaba en el pensamiento, no notó como una figura se sentaba a su lado, tomando suavemente el roedor de su hombro y posándolo en su muslo, acariciando el pelaje verdoso del animal con movimientos largos.
—Estuvo bastante cerca eso —dice Lorena sin mirar al hombre.
—Más de lo que me hubiera gustado —agrega John las palabras de la mujer, deteniendo sus pensamientos en seco.
—Para casi morir te lo estas tomando bastante bien —comenta Aguilar en un tono de ligera sorpresa.
—No es la primera vez que me pasa —dice el aspirante encogiéndose de hombros.
—Y no va a ser la última —insiste la mujer mirando al hombre directamente a los ojos.
—¿Qué es esto, señorita Aguilar? ¿está tratando de asustarme? —bromea John mientras que en su cara se dibuja una sonrisa traviesa que rápidamente se borra al ver la expresión seria de la mujer.
—No, no estoy intentando asustarte, John, estoy intentando ver cómo te sientes, es normal tener miedo y ocultarlo solo te va a llevar a tomar decisiones equivocadas, créeme lo sé por experiencia —responde Lorena mirando al animal en su regazo con una expresión triste.
—Ok, entiendo tu preocupación y agradezco que te preocupes por mí; si necesito hablar con alguien te tendré en cuenta —dice John en un tono seco mientras se levanta, sacudiéndose la tierra de su pantalón.
—¿A dónde vas, camarada? —pregunta Mikail mientras saca su petaca de metal y procede a pegarle un largo sorbo.
—Al baño —contesta el aspirante, señalando una de las puertas cuyo cartel decía "Baños de hombre".
—Pues, déjame que te acompañe —dice el ruso entre sonrisas.
Ambos hombres entraron al baño, viejo y sucio; el cristal sobre los lavados, fragmentado en cientos de fragmentos que regaban el piso junto a la gruesa capa de polvo. Enfrente de estos 4 orinales se colocaba uno al lado del otro. El dúo se coloca uno en cada uno, dejando uno entre ellos y se disponen a hacer sus asuntos.
—No te tomes lo que dijo Lorena como un insulto, compañero; viene de un buen lugar —dice Mikail mirando hacia el frente.
Lo sé, y quédate tranquilo que no lo hago; solo quiero que me dejen de tratar como si no supiera lo que hago —expresa John su descontento claramente plasmándose en su voz.
—¿Lo haces? —pregunta con toda sinceridad Ivanov, mirando al hombre con una expresión desconcertada.
—Sí, pasé los últimos 3 meses siendo entrenado por ustedes; sufrí un montón en el proceso y que duden constantemente de mis capacidades francamente me parece una falta de respeto, no solamente a mí sino a aquellos que me entrenaron —dice el hombre acercándose al lavado, girando la canilla esperando que salga agua de ella; por suerte para él se ve que a pesar de su edad las tuberías todavía funcionaban.
El ruso se queda en silencio por unos segundos, mirando la pared para luego sumarse al aspirante en el proceso de limpiarse las manos. Antes de que ambos salgan del baño, dice —Tienes razón, John, la pérdida de un amigo nos llevó a protegerte de más, pero como dijiste es una falta de respeto. Yo confié en ti, espero que puedas hacer lo mismo, compañero.
Al escuchar esto, John sonríe y se acerca al hombre, mientras coloca una mano en el hombro de Mikail. pregunta —¿Todavía te queda algo de esa petaca?
Ivanov le devuelve una sonrisa traviesa y sacando un receptáculo metálico desde dentro de su ropa responde —Claro que sí, ¿quieres un poco?
John toma la botella con una mano y sin pensarlo toma un sorbo. El licor fuerte quema al bajar por su garganta, dejando atrás ardor y un fuerte sabor a frambuesa que sorprende al hombre.
—¿Qué pasa, compañero, muy fuerte la bebida o tal vez no te gusta el sabor a frambuesa? —dice el ruso con una sonrisa de oreja a oreja.
—No es que no me guste, es que no esperaba que tomaras licores frutales; se te ve más como un bebedor de Vodka —aclara el aspirante entre ataques de toz.
—Lo soy, pero el vodka se toma al terminar una misión, ya sea para celebrar con todos o para desearles un buen pasaje a aquellos que no lo lograron, algunas veces, las dos —explica el hombre, tomando la petaca y saliendo por la puerta.
John lo siguió de cerca y al salir al pasillo pudo notar cómo Talón se encontraba parado hablando con Dolche, Aguilar y Smith en un círculo. Mikail se acerca al grupo ofreciendo un trago a Lorena, que esta acepta pasando el licor de mano en mano. La mayoría toma un trago, excepto Talón, que apenas lo recibe lo pasa al siguiente par de manos. Cuando se percatan de la presencia del hombre, Dolche le hace una seña para que se acerque. Este lo hace sin dudarlo, y cuando está lo suficientemente cerca para escuchar, Talón comienza a explicar —Bien, según Lorena, la llave que John consiguió es la llave que abre la puerta de la oficina de Ombelton, así que cuando entremos buscaremos el libro, trataremos de hacerlo lo más rápido posible, pero seamos cuidadosos, tenemos que encontrar ese grimorio cueste lo que cueste ¿Alguna pregunta o podemos proceder?
Nadie dice nada, solo queriendo que la noche por fin termine. Asumiendo que el silencio indica que nadie tiene dudas sobre lo que hay que hacer, el grupo se pone en formación, Dolche esta vez a pocos centímetros de John, y avanzan en dirección a la oficina a paso apresurado.
Cortando rápidamente por la oscuridad el grupo llega enfrente de la puerta, mientras se ponen en una posición defensiva alrededor de esta Lorena toma la llave y después de unos segundos de trabajar con ella la cerradura produce un sonoro chasquido, ella empuja la pesada puerta de metal, las bisagras oxidadas chillando a medida que estas se mueven, la mujer mira dentro del cuarto cuidadosamente, la luz de su linterna revela un sillón enfrente de una decorada chimenea, entre medio de las dos se encontraba una mesa ratonera con una botella estilizada junto a un vaso cuyo fondo estaba manchado con una pátina naranja, del otro lado del cuarto un escritorio se encuentra flanqueado por dos estanterías llena de libros y detrás de todas estas una ventana cerrada con una pesada e imponente cortina de metal. Un cuerpo yacía sentado detrás del mueble de madera, tan disecado que no era posible distinguir su identidad a esta distancia, siendo lo único reconocible la manchada bata médica.
Liderados por ella, el grupo entra a la oficina; apenas lo hacen, pueden sentir un ligero olor metálico que les hace levantar la guardia, Dolche pegándose aún más a John, pero luego de unos segundos más, al darse cuenta de que el aroma no era tan intenso como la vez que fueron atacados, deciden continuar con la investigación del lugar.
—Recuerden porque estamos aquí, gente, bequen el grimorio, lo más rápido y metódico que puedan —ordena Talón mientras se va acercando a una estantería y empieza a rebuscar entre los libros.
—¿Cómo nos daremos cuenta que es el grimorio que estamos buscando? —pregunta John mientras se acerca junto con Smith al cadáver.
—Te darás cuenta, es más como un sentimiento de "Sip, eso es un grimorio" más que nada —responde Leonel mientras posa la luz de su linterna en el piso detrás del escritorio y luego de unos segundos de inspección agrega —Hay un charco de sangre en el piso.
—Creo que viene del buen doctor— dice John, apuntando al manchón de sangre en el torso de la víctima. Moviendo la ropa, puede ver que la piel reseca se separa en un profundo corte justo en donde estaría su bazo.
Continuando la investigación del cuerpo, el aspirante observa la parte del pecho de la bata y se sorprende al detectar un cartel que dice "Dr. Ombelton"; él le muestra esto a Smith y este solo se encoje de hombros al conocer el final del psicólogo. No viendo a simple vista otra herida, el aspirante se centra en los papeles desperdigados por el escritorio, principalmente el libro abierto de par en par enfrente de la silla. Lo toma cuidadosamente, desprendiendo una gruesa capa de polvo que cae al suelo; por un milagro las hojas amarillentas aún son legibles, así que girando las hojas se coloca en la primera y comienza a leer.
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"20 de junio de 1943:
Mi padre ha muerto hoy y me ha dejado su centro psiquiátrico; en su última voluntad me deja saber que si miro de cerca puedo "llegar más alto", no sé a qué se refiere; él siempre fue un hombre excéntrico y distante que nos dejó a mí y a mi madre cuando yo tenía 8 años de edad. Si bien no tengo una buena relación con él, las personas del centro no tienen la culpa, y mis estudios en psicología me permitirán ayudarlos a ellos y a todo el que necesite ayuda.
15 de agosto de 1943:
El centro siempre se siente frío, como si el invierno se hubiera asentado en las paredes. Es extremadamente incómodo y, a eso sumándole los gastos exorbitantes que tenemos de leña incluso en los meses más cálidos del año, no sé qué le veía de bueno mi padre a este lugar.
23 de diciembre de 1943:
En estos últimos meses he dedicado mi tiempo libre a investigar la historia de este edificio y debo admitir que es bastante interesante. Resulta que un grupo de monjes cristianos se instalaron en este lugar para seguir sus prácticas. Se hacían llamar la Orden de San Lázaro. Según algunas historias, esta orden de monjes fue exiliada de Europa, debido a su obsesión con descubrir cómo Jesús resucitó al tercer día, hasta el punto de romper las reglas de la iglesia y practicar la necromancia. No hay mucho más sobre este grupo después de 1850. El antiguo monasterio fue destruido unos años después, y décadas más tarde se levantó el centro psiquiátrico sobre las ruinas. Lo único que perdura de esa época es la fuente en la entrada.
14 de enero de 1944
Hoy llegó un paciente muy particular al centro; según teníamos entendido era un superviviente de un asesino en serie. La pobre mujer estaba recubierta de pies a cabeza con cicatrices y no había hablado una palabra desde que la encontraron. Me da mucha pena el estado de esta pobre alma, así que voy a tratar a esta paciente de manera personal; espero poder ayudarla.
28 de enero de 1944:
Todavía no pudimos identificarla, sus huellas dactilares parecieron haber sido limadas y no hay reportes de personas desaparecidas que coincidan con su apariencia, así que decidimos dejar el nombre de Jenny Doe por ahora; veremos si podemos encontrar algo más sobre ella más adelante.
04 de febrero de 1944:
He intentado varios métodos, pero el que parece funcionar mejor es el de hidroterapia con agua helada. Aunque no haría esto convencionalmente, he estado más predispuesto a implementar el procedimiento yo mismo; por algún motivo, el tapiz de cicatrices que porta esta mujer es increíblemente cautivador, como si quisiera decir algo debajo de la piel y el dolor.
30 de abril de 1994:
Sin bien Jenny todavía no es comunicativa, las cicatrices de su cuerpo hablan a gritos; he pasado horas observando cada corte, y ahora casi puedo imaginar cada vuelta, cada giro del cuchillo como si fuera un pincel pintando una obra maestra sobre un lienzo de carne. Su piel es tan fría. Creo que estoy entendiendo lo que mi padre me quiso decir.
Septiembre 05 de 1994:
Los conocimientos que el cuerpo de Jenny me proveyó hicieron que me diera cuenta de que mi acercamiento al tratamiento de enfermedades mentales ha sido incorrecto. Cuando tratamos de curar con palabras y drogas nos salteamos la parte más importante del camino; para que haya cambio se necesita sacrificar algo, se necesita extirpar con el filo todo aquello que nos saca de nuestro estado más cercano a lo que deberíamos ser. Las cicatrices son el camino y mis manos el filo que las seguirán de cerca.
Noviembre 14 de 1994:
He estado probando mis teorías en pacientes con severos problemas mentales. El método que pareciera funcionar mejor es la terapia de electroshock debido a que puede causar suficiente dolor como para capturar ese momento en donde la parte más primordial del ser humano se manifiesta, el impulso hemorrágico de la vida en todo su esplendor y magnitud. A pesar de los últimos fallos, no puedo evitar sentirme celoso puesto que no puedo suministrar el tratamiento a mí mismo y solo yo sé los pasos necesarios para llevarlo a cabo. Es un hecho triste con el que tengo que lidiar.
Enero 28 de 1995:
Otra muerte, otro fracaso; los materiales que tengo no son lo suficientemente resistentes para soportar el procedimiento, si solo tuviera alguien que pudiera sobrepasar el dolor, alguien lo suficientemente fuerte como para llegar más alto.
Marzo 12 de 1995:
Hoy Jenny me dio otro regalo de conocimiento, el último que me dará, puesto que su cadáver se encuentra en mi sala de operaciones, silenciosa hasta el final. El deleite de dolor se proyectó en sus ojos, el filoso estallido de violencia, de lucha por sobrevivir, ese momento en donde el siguiente escalón está tan cerca que podés tocarlo con solo dar un paso, ese momento que solamente 800 voltios de electricidad dirigidos directamente al cerebro pueden lograr. Por todo lo que ha hecho por mí quise elevar a Jenny, pero algo salió mal y solo el frío de la muerte queda en sus ojos lechosos. El fin se acerca, he despertado algo que no puedo controlar; con suerte mi muerte será rápida como un tajo, filosa como un cuchillo y hermosa como las cicatrices de Jen...”
Una gran mancha marrón cubre el resto de la página, pero John presiente por la cantidad que no hay nada debajo de esta y, consternado por lo que leyó sin decir nada, le pasa el diario a Leonel. Este lo lee atentamente, su ceño frunciéndose cada vez más con cada oración que pasa hasta que al final, acompañado por un suspiro, cierra el libro y lo deja encima de la mesa.
—Siempre es triste cuando pasa esto —murmura el hombre casi para sí mismo.
—¿Qué cosa? —pregunta John, curioso de si hay una explicación para lo que se encontraba en aquellas páginas.
-Psicosis por exposición a la radiación, generalmente cuando alguien queda manchado y no toma supresores, puede desarrollar una fuerte obsesión con un tema esotérico que se desenvuelve lentamente en un estado alterado de la realidad que lo lleva a pensar que ciertos objetos o el mismísimo aire les están revelando los secretos del cosmos, en realidad no son más que las voces de su cabeza que se crean debido a un cambio drástico de la química cerebral por una mutación- explica el hombre entre miradas hostiles de sus compañeros al escuchar el término "manchado".
—O tal vez, algo realmente le estaba hablando, y al estar solo no pudo entenderlo lo suficientemente bien para usarlo; digo, si me despertara un día y podría hacer cosas increíbles, yo también me obsesionaría —dice Dolche mientras continúa buscando la librería ubicada a la derecha.
—Vamos, Dolche, no me digas que eres parte del grupo que piensa que las SILRR son alguna especie de Dios —comenta el Leonel con un tono incrédulo ante la interrupción de su compañera.
—No, pero con las cosas que hemos visto, vivido y sobre todo hecho, creo que deberíamos tener una mente más abierta a las posibilidades —explica la mujer encarando a Smith.
—¿Por qué no dejamos los debates filosóficos para el bar y nos concentramos en hallar lo que vinimos a buscar? ¿Alguien encontró el grimorio? —pregunta Talón mientras empieza a abrir los cajones del escritorio vaciando sus contenidos sobre este.
Todos los miembros del grupo dicen que no y enseguida resumen su búsqueda, todos excepto John, que todavía pensando sobre lo que leyó, se pregunta, ¿si un grimorio es tan poderoso y Ombelton tenía este grimorio porque no escribió sobre él? Estaba dispuesto a escribir sobre sus horrendos crímenes y sobre la obsesión que tenía con las cicatrices de esta mujer; ¿pero nada del grimorio? Además, Ombelton menciona que las fuentes estuvieron antes de que el centro se creara y estamos seguros de que los monjes tenían el libro. Todo lentamente empezaba a encajar, pero, antes de que pudiera decir nada, una figura aparece en el rabillo de su ojo sobresaltando al hombre.
—¿John? ¿qué pasa? ¿en qué estás pensando? —pregunta Talón mirando atentamente al aspirante.
—Creo que estamos perdiendo el tiempo aquí; ¿alguien encontró la llave a la sala de operaciones? -dice el hombre dirigiendo la pregunta al resto de sus compañeros.
—Sí, estaba en el bolsillo del muerto —responde Lorena acercando una llave de latón con símbolos marcados en toda su superficie; un pequeño cartel que colgaba de la parte posterior leía "Sala de operaciones".
—Explícate, John, no te sigo —pide el capitán mientras observa con curiosidad al hombre.
John toma otra vez el diario y se lo pasa a Talón mientras comienza a explicar —Si el libro hubiera sido la fuente de la psicosis, Ombelton no pararía de hablar en su diario sobre él, pero ni siquiera lo menciona una vez. Lo que sí menciona es que la fuente fue construida por los monjes antes de que se fundara el lugar y no es la primera vez que esta fuente ha sido mencionada. Tal vez esta tenga algo que ver con el grimorio y para abrirla necesitamos 3 piezas de las cuales tenemos 2, solo falta una…
—La lanza —termina la oración Talón, mirando intensamente la llave en las manos del hombre.
—Exacto y según el diario del titiritero, Ombelton la tenía; tal vez la utilizó en sea lo que sea que estaba haciendo en la sala de operaciones— dice convencido John.
Un silencio se apodera de la sala; todos los demás miembros del equipo de campo miran a Talón esperando una decisión. Después de cavilar las palabras del hombre por unos segundos, suspira y luego decide —Tiene sentido, además no estamos encontrando nada aquí; veremos qué hay en la sala de operaciones; si encontramos la lanza iremos a ver cómo funciona la fuente, sino por lo menos esperemos encontrar alguna pista que nos guie hacia el libro.
Sin discutir, todos empiezan a revisar su equipo. Una vez terminadas las preparaciones, salen de la oficina y se colocan en frente de la puerta doble que da a la sala de operaciones. Se ponen en posición liderados por Talón; este a su vez saca la llave de su bolsillo y la acerca a la puerta; a medida que lo hace, las runas, que parecieran ser escritas con sangre fresca, empiezan a titilar cada vez más rápido y cuando la coloca a unos pocos centímetros de esta, unas cadenas de energía carmesí se materializan de la nada junto a un pesado candado del mismo color. El capitán mete la llave que calza perfectamente en el candado hecho de energía; al girarla este se abre con un sonoro clank y las cadenas que mantenían ambas hojas se disipan en polvo que se disuelve en el aire como si nunca hubiese existido. De repente y sin previo aviso la puerta se abre de par en par, todos se tensan esperando un ataque, pero lo único que los recibe es una brillante luz rosácea que tan rápido como llega se va. Talón hace esperar a sus compañeros mientras él avanza solo, doblando apenas entra y perdiéndose de vista por los siguientes segundos para luego regresar haciéndole señas que lo acompañen. Todos obedecen y entra a lo que la mayoría espera sea el último tramo del viaje