Luego del almuerzo y de que John le asegurara su bienestar a Chef, Mouse se retira a la biblioteca dejando a los dos aspirantes solos; con algo de tiempo antes de tener que ir al campo de tiro, el dúo decide pasar el tiempo jugando a las cartas. Después de estar perdiendo constantemente contra Abigail por lo que parece un largo tiempo, John levanta la cabeza y ve la hora marcada en un viejo reloj colgado en la pared del comedor. Son las una y treinta y cinco de la tarde, así que se levanta y dándose por vencido en una partida ya perdida le pregunta a la mujer —Abi, ¿me puedes acompañar al campo de tiro?
—Claro que sí, déjame guardar las cartas y enseguida te acompaño —contesta la mujer mientras empieza a guardar los naipes y cuando termina de hacerlo agrega— ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Creo que sí, no me dijo que llevara nada; ¿piensas que es una especie de prueba para ver si estoy preparado? —cuestiona John en un tono preocupado.
—No creo; Talón no es el tipo de persona que haría algo como eso —contesta Abigail intentando disipar las preocupaciones del hombre.
Ambos salen del comedor, cruzan el patio interno y salen por la puerta que da al exterior. Recibidos por los mismos árboles que vieron esa mañana, John mira el invernadero; un ligero temblor le recorre el cuerpo, pero obviándolo lo mejor que puede, continúa su camino por el pasto húmedo.
Llegando a la línea de los árboles, puede apreciar cómo un camino corta la densa arboleda a la mitad; sin dudarlo, Abigail empieza a transitarlo seguido de cerca por su compañero.
—Gracias por acompañarme, nunca he usado un arma antes y estoy algo nervioso —comenta John mientras respira hondo el fresco aire forestal intentando calmarse.
—No hay problema, igual tenía que practicar; Talón es muy insistente en que todos los miembros del equipo de campo sepan defenderse —asegura la mujer, sus palabras siendo puntuadas con ligeras detonaciones que se pueden escuchar en la distancia y dándose vuelta para mirar a su compañero. agrega —Yo tampoco había usado un arma antes, pero resultó que al final es bastante divertido y, a pesar de cómo se ve, Talón es un buen maestro. No te llevará nada de tiempo tomarle la mano a esto, estoy segura.
—Bueno, si tú lo dices —dice el hombre no muy convencido, mientras lleva su mirada a los árboles que los rodeaban.
Ambos aspirantes continuaban avanzando por el camino de tierra en silencio mientras escuchaban los variados sonidos naturales del bosque, que de vez en cuando eran reemplazados por el ruido de explosiones, cuyo volumen iba en aumento con cada paso. Después de unos minutos, la fuente de las explosiones se hace visible cuando el camino termina abruptamente en un espacio abierto en donde varias mesas techadas se encontraban una al lado de la otra. Apoyados en éstas, hombres y mujeres disparaban diferentes tipos de armamentos a varios objetivos de distintos tamaños y formas que se hallaban desperdigados hasta donde alcanzaba la vista. A unos metros de la mesa se hallaba una cabaña en donde varias personas entraban y salían con munición y armas; pasando esta, otro camino continuaba hacia dentro del bosque.
—Justo a tiempo novato, me alegra que no se te tenga que enseñar puntualidad —dice una voz conocida nada alegre.
El dúo mira a su derecha, pudiendo notar cómo Talón se encuentra a unos pasos de ellos mientras llevaba puesta una gorra roja, lentes de sol y las fundas que se pegaban a ambos flancos de su forma, llenas con 2 armas de fuego. Dos orejeras colgaban de su brazo derecho y en sus manos podían verse una caja de munición y una pistola.
—Hermano Talón, que gusto verte… —empieza a adular la mujer con su mejor sonrisa profesional, pero la mirada que le da el arcanista es más que suficiente para hacer que desista.
—Abigail, ve a entrenar; hermano Cache ya tiene tus cosas, ya sabes qué hacer con ellas —ordena el hombre en un tono duro.
—Sí, señor —dice la mujer acatando la orden mientras gesticula una disculpa a su compañero antes de dirigirse en la dirección de la cabaña.
John observa cómo Talón, sin decirle nada, se acerca a una de las mesas, no queriendo que la relación entre ellos se agrie más; este lo sigue de cerca. Cuando por fin llegan, el arcanista deja la caja de munición sobre la tabla de madera y girándose increpa a John.
—¿Sabes qué es esto? —pregunta el hombre mientras presenta el arma en su mano al aspirante.
—¿Una pistola? —pregunta tentativamente John mientras intenta tomarla.
—No, esta es TU pistola, o lo será cuando entiendas cómo usarla de manera segura y eficiente —responde Talón, retirándola del alcance del aspirante antes de que pueda agarrarla y caminando lentamente alrededor de él, agrega— Un arma de fuego es un gran poder y responsabilidad para cualquier persona; si quieres portar una, debes saber 4 preceptos fundamentales que rigen su uso. Primero: considera cualquier arma como si estuviera cargada; incluso si sabes, estás seguro, de que no lo está, es mejor no arriesgarse a la posibilidad de que estés equivocado. Segundo: nunca apuntes tu arma a algo que no estés dispuesto a destruir; un arma es un instrumento de defensa, no un juguete con que recrear tu película de acción preferida. Tercero: siempre se consiente de lo que hay detrás de tu objetivo; las balas tienen la tendencia para bien o para mal de atravesar a lo que le estás intentando disparar y golpear lo que no, por último, algo que a toda persona nueva al uso de las armas de fuego le cuesta entender; a menos que estés preparado para disparar — el hombre pausa dejando claro el intento de enfatizar las siguientes palabras que saldrán de su boca y mirando fijamente al novato dice —MANTÉN. EL DEDO. FUERA. DEL GÁTILLO.
Talón traba la vista con John, intentando develar si este pudo entender lo que acaba de decir y después de algunos segundos, aún con algo de duda, le entrega el arma al aspirante. Él la tomó casi con reverencia; el pequeño objeto de metal y madera era mucho más pesado de lo que parecería; la superficie gris algo gastada junto con la empuñadura de madera le daban un aspecto clásico que llamaba la atención.
—¿Cómo se llama? —pregunta John sin quitarle la vista al objeto.
—Es una pistola, no tiene nombre, pero si preguntas por el modelo, es una Colt 1911, semiautomática, ajustada para aceptar balas de 9mm —responde el arcanista mientras se acerca a la mesa y abre la caja de munición mostrando las balas sueltas junto a los cargadores vacíos en el interior.
—Sí, me refería a eso —dice John ligeramente avergonzado mientras toma la pistola con una mano y se acerca a ayudar a Talón.
—Los cargadores son de 7 balas más una en la recámara; esto quiere decir que puedes disparar 8 veces antes de tener que recargar; es fundamental saber cuántas balas usaste y cuántas te quedan —explica el arcanista mientras empuja una bala tras de otra dentro del cargador. Imitándolo, John hace lo mismo y después de unos minutos todos los cargadores se encuentran llenos.
—Colocas el cargador en la parte de abajo, y tiras de la corredera hasta que escuches un clic, en ese momento la bala está en la recámara, no olvides las 4 reglas y no te olvides de contar —instruye el hombre mientras le pasa un cargador a John.
John lo hace, forcejeando un poco con la corredera, pero más temprano que tarde escucha el clic deseado, el arma preparada para ser usada.
Viendo que el hombre por fin pudo colocar el cargador en el arma, el arcanista continúa explicando —Para poder disparar una pistola, o cualquier arma, debes primero sacarle el seguro; este está colocado en la parte de atrás de la pistola; usa tu pulgar para quitarlo, luego usa ambas manos para mantener fija el arma y… —antes de que pudiera terminar, John dispara el arma. Apenas se produce la detonación, el sonido de metal impactando metal resuena en el bosque. Un dolor punzante que se manifiesta en el interior de su oído detiene al hombre en seco; por unos instantes todo lo que puede escuchar es un chillido agudo que ahoga cualquier otro sonido. Sorprendido por el repentino dolor, mira a su instructor. Lo primero que ve es una orejera colgando del dedo de Talón; éste mirándolo en silencio con una clara cara de enojo. John toma el objeto y lo mira, no entendiendo muy bien para qué son, pero cuando la bruma producida por el dolor se va disipando, por fin entiende cuál es su uso y bajo el ceño fruncido de su entrenador se los coloca alrededor del cuello.
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Luego del incidente, la práctica siguió normalmente. Talón terminó de explicarle a John cómo disparar y después de unas horas, cuando ya el sol estaba a sus espaldas, toda la munición que trajo fue usada.
—¿Esta es la primera vez que disparas un arma? —pregunta el arcanista con un tono serio.
- ¿Por qué? ¿Tanto se nota? —responde John en broma.
Talón se queda en silencio por unos segundos sin quitar la vista del campo de tiro, examinándolo detenidamente mientras entrecierra los ojos y frunce el ceño para luego retirarse, mientras sin mirar a John dice —Terminamos por hoy, limpia el lugar y deja los casquillos que encuentres en la caja de munición; luego mandaré a Abigail a que la busque.
John mira también al campo de tiro, preguntándose qué tan mal lo hizo. No pegó todos los tiros, ni siquiera se atrevería a decir que pegó la mayoría, pero algunos de ellos impactaron el objetivo; lo que asume es bastante bueno para su primera vez manejando un arma de fuego. No teniendo un punto de referencia para confirmar lo que pensaba, decidió hacer lo que le ordenaron y empezó a juntar cada casquillo que encontró en el suelo cerca de su mesa. En el proceso, se dio cuenta primero de lo sudado que estaba; si bien no hizo muchos movimientos, lo concentrado que estaba más el inclemente sol del verano lo hicieron transpirar bastante; aun así, no sintió incomodidad alguna en toda la práctica y segundo de que pasó bastante tiempo disparando hasta el punto de que cuando terminó de juntar todos los casquillos y ponerlos en la caja de municiones, el cielo empezaba a tornarse naranja.
Después de unos minutos de esperar a que su compañera viniera, John puede apreciar la figura de Abigail que se acercaba a paso apurado llevando dos botellas, una en cada mano.
—Joooooohn —grita la mujer mientras se acerca.
—¿Qué pasa, Abi? ¿Por qué tanto alboroto? —pregunta el hombre con una ligera sonrisa.
—Mira lo que hermano Cache me dio —responde Abigail mientras estira la botella que tiene en su mano derecha en la dirección del hombre.
John la toma y lo primero que nota es lo fría que está. Observándola más de cerca, resalta el color negro del líquido en su interior. Mirando la etiqueta, la caricatura de una soldado de falda corta que cargaba con varias cajas de munición lo miraba con ojos caricaturescos, y encima de ésta se puede leer "Flavor Cache, zarzaparrilla".
—Ho, gracias, me hacía falta algo que tomar —agradece el hombre mientras quita la tapa de metal.
—No te preocupes ¿para qué son los amigos? —dice la mujer mientras presenta su botella para un brindis.
John acepta el gesto y choca su botella con la de ella, produciendo un sonoro clanck. Abigail se sienta en la mesa y se apoya en la caja de munición mientras toma un sorbo del dulce líquido, Ambos beben observando en silencio como el sol se esconde detrás de los árboles.
—¿Cómo te fue? —interroga la mujer con un tono lleno de curiosidad.
—Bien, acerté algunos tiros, fallé la mayoría —responde John bromeando.
—Haa, normal entonces —dice la mujer haciendo lo mismo.
Ambos ríen por un momento, disfrutando de la compañía del otro. Un viento frío se colaba entre los árboles, moviendo el pelo de la mujer y haciendo que un mechón rojo se deslizara por su frente; esta lo toma y lo coloca detrás de su oreja, mostrando su tez blanca salpicada de pequeñas pecas.
—¿Qué pasa, tengo algo en la cara? —pregunta Abigail al notar como el hombre la mira atentamente.
—No, solo estoy disfrutando de la vista —responde galantemente John.
La mujer miró para abajo intentando ocultar cómo su rostro había tomado un tono más rojizo, pero sus orejas la traicionaron, mostrando cómo se sentía a todo el que las viera.
John mira para arriba, complacido con la reacción que acababa de ver. El cielo empezando a ponerse oscuro y las primeras estrellas brillando junto a la silueta de la luna hacen de un buen espectáculo para el cansado hombre. Él respira hondo, saboreando la calma y sintiéndose en paz; en ese momento otra vez un extraño sentimiento le agarra la boca del estómago y le retuerce la cara en un gesto de dolor.
—¿Estas bien? ¿Te sentó mal el refresco? —pregunta Abigail en un tono preocupado.
—No, solo estoy algo cansado —responde John tratando de calmar a su compañera.
—Ok, déjame guardar esto y te acompaño, a menos que quieras volver solo —dice la mujer mientras da un golpecito al contenedor enfrente de ella.
—No, no, te espero, de hecho, déjame ayudarte —ofrece el aspirante mientras toma una de las manijas de la caja.
—Genial, así podemos seguir hablando —dice Abigail tomando la otra manija y mientras caminan en dirección a la cabaña, agrega— Hoy hay noche de trivia y cocteles en el comedor, si te interesa podemos ir juntos.
John lo piensa por unos segundos. La invitación es atractiva, pero su itinerario está sobrecargado de cosas y el entrenamiento de la tarde lo había dejado exhausto, así que con una clara expresión de decepción el hombre dice —Lo lamento, Abi, mañana a la mañana tengo mi primera clase con hermano Sigil y debería dormir temprano.
—Claro, claro, mañana es un día importante, por fin sabremos lo que puedes hacer —comenta la mujer tratando de camuflar su decepción.
—Pero este fin de semana me van a presentar al grupo de campo, así que asumo le podemos pedir a Talón que nos lleve a comer a algún lado— bromea rápidamente el hombre tratando de levantarle el ánimo a su colega.
—Sí, cierto; ¿piensas que nos llevará a Burger King? —comenta la mujer siguiéndole el juego a John mientras empieza a sonreír.
—Por cómo le caigo a Talón, asumiría que sí —contesta el hombre mientras sonríe de oreja a oreja.
Ambos empiezan a reír a carcajadas y continúan bromeando mientras terminan de tomar el refresco. El viaje es corto y pronto llegan al porche de la cabaña en donde un hombre viejo y canoso se encontraba sentado en una mecedora, con una conservadora a un lado y un sabueso casi tan viejo como él en el otro.
—Hola, Albert, hola, Louie —saluda Abigail mientras sube al porche junto a John y abre la puerta.
Tanto el anciano como el perro asienten aceptando el saludo de la mujer y clavan la mirada fijamente en el hombre que la acompañaba. Este saluda también, pero no recibe respuesta de ninguno de los dos, solo silencio y miradas frías.
Cuando entra a la cabaña, lo primero que ven son filas y filas de estanterías llenas de diferentes armas, munición y equipo. El olor a cigarrillos colmaba el aire y podía ser rastreado a un escritorio con una vieja computadora en donde un hombre de mediana edad, piel marrón y pelo negro, se encontraba sentado con un abano en una mano y una cerveza en la otra.
—Hermano Cache, ¿dónde dejamos esto? —pregunta Abigail mientras avanza en la dirección del fumador.
—Déjalo aquí, niña, yo me encargo de guardarlo —contesta Cache con un pesado acento centroamericano.
Dejando el contenedor en el lugar indicado, lo único que les queda a los aspirantes en las manos son las botellas vacías. Al notar esto, Cache sonríe y pregunta —¿Qué tal los refrescos, les gustaron?
—A mí me encanta —contesta Abigail devolviéndole la sonrisa.
—Sí, es bastante bueno —concuerda John asintiendo.
—Qué bien que les haya gustado, es una receta de mi madre, hermano Cache, por cierto —dice el hombre mientras extiende una mano prostética que mueve de manera tan fluida como la normal en la dirección del hombre que no conocía.
—John Dole, nuevo aspirante, un placer conocerlo —se presenta el hombre mientras agarra firmemente la prótesis, sorprendiéndose de lo cálida que es.
—Mira, ¿el chico de los rumores? El placer es todo mío, John —dice el hermano Cache en un tono de sorpresa.
—No sé qué rumores serán esos, pero no los creería; la mayoría son exageraciones —comenta John, intentando ya sea disminuir cualquier rumor negativo o si son positivos darse un aire de humildad.
—Puede que sí, eso lo veremos más adelante, pero por ahora ya casi anochece; deberían volver al santuario, el bosque es mucho más peligroso en la noche —advierte el hombre de pelo oscuro y antes de que el dúo pueda hacer un paso apuntando al escritorio, pide —Antes de que me olvide, dejen las botellas aquí.
Después de hacer lo que se les pide, se disponen a volver, no sin antes despedirse del hermano Cache, Albert y Louie. El viaje de regreso es en silencio; los dos no sabiendo qué decir deciden concentrarse en los sonidos naturales que ahora se escuchaban con mucha más claridad gracias a que no eran sofocados por explosiones cada dos por tres. El camino es iluminado por luces incrustadas en ciertos árboles que flanquean el paso por donde caminaban, dejándolos transitar cómodamente incluso en la oscuridad que empezaba a tomar todo el lugar. Cuando por fin vieron el invernadero, que brillaba como un faro con un tono blanquecino, ya era completamente de noche. El dúo entró por la puerta que daba al patio interno y se paró mirando las linternas que colgaban de los distintos árboles, iluminando el interior.
—¿Te veo mañana en el desayuno? —pregunta Abigail mirando a John fijamente.
—Claro que sí, no me lo perdería por nada —responde el hombre con una sonrisa.
En un momento de quietud, de pausa, en donde ambas personas se miran a los ojos y todo el mundo alrededor parece difuminarse hasta casi desaparecer, John siente un impulso algo primordial que lo mueve a tomar acción, pero cuando este sentimiento se iba a imponer, algo lo detiene. Le advirtieron que sus sentimientos se pueden salir de control, cuanto menos supresores toma. ¿Qué tal si lo que siente en este momento es un reflejo de eso? No sería justo para Abigail si esto es solo un síntoma de abstinencia, así que duda y, como antes, la duda lleva a que pierda la oportunidad de actuar.
—Hasta mañana, John —se despide Abigail con una expresión un poco triste.
—Hasta mañana —dice John tratando de ocultar su propia decepción.
Después de darse un baño, John se acuesta sin comer, demasiado cansado como para buscar sustento. Da vueltas en su cama recriminándose sobre lo ocurrido hace poco y mientras trata de convencerse que fue la decisión correcta, el sueño por fin lo encuentra llevándolo lentamente hacia la inconsciencia.