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Arcanum Veritas: Fractals (Español/Spanish)
Capítulo 2: Una autopsia que nunca pasó

Capítulo 2: Una autopsia que nunca pasó

Dos personas avanzan rápidamente por un pasillo recubierto de baldosas blancas, los tubos fluorescentes que lo iluminan dejan puntos ciegos en donde las sombras se arremolinan escondiéndose de la luz. La figura delantera atraviesa una puerta doble mientras se coloca una bata médica, unos guantes y un barbijo. Esta puerta da a una sala con una mesa de disección; alrededor hay cuatro camillas en donde bolsas negras descansan.

La morgue es fría y el olor a productos químicos inunda el aire. Aunque John se había acostumbrado al olor, nunca pudo estar cómodo con la temperatura. Así que, con un ligero temblor, se acerca hacia la primera bolsa y abre el cierre. La figura de un hombre de mediana edad con claras señales de múltiples fracturas, incluso algunas expuestas, se hace presente. Con la ayuda de Oliver, lo pasan a la mesa y empiezan a catalogar las heridas de manera meticulosa, lo mismo con el segundo y el tercero, pero al llegar a la última bolsa, John se frena de repente al abrirla, no pudiendo creer lo que ven sus ojos, plumas, cientos de ellas.

Después de sobrepasar la sorpresa inicial, rápidamente mueven el cadáver sobre la mesa, bajo la luz el macabro trabajo es presentado en morboso esplendor, las plumas de color rojo y azul están intercaladas una después de la otra cubriendo los brazos, piernas y la mayor parte de la espalda y cabeza, esta a su vez está altamente modificada, particularmente la zona de la nariz y boca. Dos dedos de cada mano y cada pie fueron removidos y garras hechas de un metal marrón fueron insertadas en el lugar donde deberían estar las uñas.

-Parecen patas de pollo- comenta Oliver examinando las piernas del cadáver.

- Yo diría que es más un ave de presa - responde John mientras revisa más de cerca la base de las plumas, analizando cómo fueron colocadas.

Cada pluma está adherida a la piel con un conjunto de lo que parece ser metal quirúrgico y una especie de pegamento desconocido, las cicatrices en la base de esta demostraban que el procedimiento se había realizado cuando la persona estaba viva, dándole el tiempo a las incisiones de curar.

- Wow, eso está bastante jodido. ¿Quién podría hacerle algo así a otro ser humano? -dice Oliver con una cara de disgusto.

-No sé, lo único que puedo decir es que es bastante hábil, la posición de las plumas es casi artística- contesta John sin sacar su mirada del cadáver.

-¿Artística? ¿Le vas a pedir su autógrafo si te lo cruzas por la calle? —bromea el otro forense.

-Tal vez, si miras, las cicatrices de los brazos son más viejas que las de la espalda y las de la espalda son más viejas que las de la cabeza, ósea que pasó horas en el quirófano durante varios días para completar este proceso solamente, francamente es impresionante- John responde de manera completamente seria, pero al darse cuenta de lo que acaba de decir rápidamente agrega- Médicamente hablando, claro está.

Oliver lo mira por unos segundos y, con una sonrisa traviesa, comenta -Aja... Dilo con más seguridad ahora y límpiate la baba de la boca mientras lo haces- con una expresión de molestia. John ignora el comentario y se centra en el cuerpo que está frente a él.

Continuando con la autopsia, pasan a centrarse en la desfigurada cabeza de la víctima. La parte de la boca y nariz se encuentran reemplazadas con lo que solo se podría describir como un pico hecho con lo que parece el mismo metal marrón hallado en las puntas de los dedos mutilados. Las marcas de cicatrización en la base de este indican que también se hicieron pre-mortem.

Abriendo la cavidad bucal se puede apreciar cómo removieron todos los dientes dejando liso el pasaje hacia el esófago y cómo la lengua fue extendida hasta 3 veces su tamaño normal.

John toma un bisturí y corta la base del pico exponiendo el punto de conexión con la mandíbula, en el lugar en donde el metal y el hueso se encuentran. El segundo se extiende por varios centímetros por el primero, como si fueran picos dentados.

Al ver esto, le comenta a su compañero de trabajo -El artilugio de metal está cubierto en la base por crecimiento óseo pero...- El hombre se detiene a mitad de la oración y entrecierra los ojos tratando de reconciliar sus conocimientos médicos con la realidad enfrente de sus ojos. Intento que no pase desapercibido para Oliver, que se acerca para ver el motivo de tanta confusión en la expresión de su compañero, solo para terminar de la misma manera al verlo y con incredulidad decir.

- Eso... Es imposible- mientras levanta la vista, se cruza con los ojos color ámbar de John que lo encuentran con una mirada de acuerdo y después de unos segundos agrega a la declaración del otro forense.

-Para desarrollar crecimientos óseos de este tamaño no tomaría años sino décadas, pero las cicatrices de la base del pico no pueden ser más viejas que unos meses.

- Un año a lo mucho - agrega Oliver sin sacar la vista de la extraña herida.

Ambos hombres dan un paso para atrás, Oliver toma un portapapeles y anota el bizarro suceso médico en las hojas del reporte mientras pregunta a John -¿Qué podría haber causado algo así? ¿Una mutación? Tal vez el cuerpo estuvo expuesto a radiación- el tono del forense es un claro intento de broma para ocultar una medida bastante grande de miedo y fallar haciéndolo.

Tranquilamente, John cierra los ojos y trata de recordar los síntomas de envenenamiento por radiación y, después de unos segundos en donde la tensión es palpable, él concluye lo siguiente -No creo, a pesar de que no tenemos uñas ni pelo, tampoco he detectado ningún enrojecimiento extraño mientras examinaba el resto del cuerpo, ya veremos el interior cuando lo abramos, si encontramos órganos dañados podría ser radiación-. El hombre pausa un segundo, pensando y, con una sonrisa escondida por su barbijo,agrega -De todas maneras, si el cadáver tiene tanta radiación como para hacerle crecer los huesos, te puedo dar tiempo para que llames a tu abogado.

Ni lento ni perezoso. Oliver capta la broma y le responde con una propia - Sí, ahora que lo mencionas debería hacer un testamento, recuérdame ¿cuál era el número de tu madre?

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Con una gran carcajada compartida, el momento de estrés se disipa y los dos hombres vuelven al trabajo en mano, descendiendo de la cabeza hacia el centro del cuerpo.

De facciones femeninas, la parte delantera del torso fue dejada sin plumaje, exponiendo una tez blanca marcada con varias cicatrices regadas por toda su superficie. Tomando un bisturí, John corta una línea desde ambas clavículas hasta el centro del pecho y desciende hasta el vientre, separando piel y tejido, revelando el interior de la pobre mujer que, por segunda vez en el transcurso de unas horas, deja a ambos forenses rascándose la cabeza, no pudiendo entender lo que ven sus ojos.

El interior del cuerpo es, a palabras simples, un desastre, órganos extra, crecimientos cristalinos extraños y engranajes hechos del metal marrón estaban acoplados en una maraña bizarra que solo el loco que la construyó podría llegar a entenderla.

Unos segundos de silencio se transforman en minutos mientras los hombres intentan encontrar las palabras para describir lo que ven, hasta que por fin el forense rubio rompe el silencio con un tono inseguro, poco característico de su parte y mirando a John dice.

-Por lo menos podemos quitar envenenamiento por radiación de la lista, aunque todavía me gustaría el número de tu madre- Oliver mira a John esperando un insulto, una mirada de burla o ira pero lo único que obtiene es la vista del pelo azabache que se agita cuando el forense mueve la cabeza.

-¿John?- El hombre intenta llamar la atención de su compañero aunque este lo ignora, lo único que puede escuchar es el murmullo de él hablando en susurros y la realización de que John no solo no lo está mirando, sino que tampoco lo escucha, se hace presente haciendo que Oliver levante la voz.

-¡JOHN!-La voz del forense resuena en la habitación y logra atravesar el estupor que nubla los sentidos de su colega.

-¿Qué? perdón, no te estaba escuchando. ¿Qué pasa? - El hombre responde con una ligera expresión de aturdimiento que tarda en disiparse.

-Me di cuenta- replica Oliver y mostrando preocupación por la repentina actitud de John, ofrece-¿Quieres tomarte un descanso? Este caso es bastante raro y macabro, no hay vergüenza en tomarte 5 minutos para tomar aire y organizar tus pensamientos, yo puedo terminar de catalogarlo.

La sola presunción de que necesita un descanso extrañamente ofende grandemente al forense, en sus años en el trabajo ha visto lo peor que esta ciudad puede hacer, desde mutilaciones extensivas, hasta niños pequeños. Él nunca negó un trabajo ni tuvo que tomar un descanso, incluso si tenía que hacer varias autopsias seguidas, pero antes de que pueda decir algo emocional, su lado racional, como siempre, se impone y quitándose lentamente el barbijo dice- creo que será mejor que me tome un descanso, voy por un café. ¿Quieres uno?

Aliviado Oliver sonríe y dice en un tono burlón -Na, casi me mata esa máquina, si lo intento de nuevo voy a ser yo el que termine en esta camilla.

Con una débil sonrisa, John asiente y se quita los guantes, dejándolos en una mesa cercana mientras atraviesa la puerta doble que se abre al pasillo por donde entró. Caminando en dirección a la máquina de café, pudo notar cómo la cabeza le palpitaba, no sabía si era por la falta de sueño o por el estrés de tan extraña autopsia, pero tal vez Oliver tenía razón y un descanso le era necesario.

Cuando por fin llega ante la antigua máquina, lentamente presiona los botones y con una cacofonía mecánica, el aparato empieza a hacer su magia.

El dolor de cabeza. Iba en aumento, así que aprovechando los minutos que tiene antes de conseguir su café, toma del bolsillo de su pantalón un frasco de pastillas que procede a destapar y coloca dos de ellas en su boca que traga sin mucho reparo. El sabor amargo que se desliza por su garganta se expande lentamente por su cuerpo, callando el incesante tamboreo entre sus sienes y cuando por fin se volvió manejable, el sonido de una taza de plástico seguido de un chorro negro de café barato se pudo escuchar debajo de él.

Tomando el café y sentándose en una silla cercana, John mira el líquido en la copa y por fin logra entender la preocupación de su colega, puesto que la imagen reflectada muestra su pésimo aspecto, ojeras color ámbar adornan sus ojos y su tez marrón clara, ahora mucho más pálida que antes, le daban un aspecto enfermizo.

Mientras se frota los ojos con la mano que tiene libre, intenta entender el sentimiento que lo acompaña desde la morgue, una sensación no de temor o tristeza sino de familiaridad, la extraña fisiología del cadáver, aunque claramente alien, ante los ojos del forense tenían un sentido difícil de explicar en palabras, era un caos controlado con un propósito oculto, pero claro, que no debería funcionar, pero que, sin embargo, parece hacerlo.

A medida que el hombre lidia con lo imposible de su pensamiento, algo en su pantalón empieza a vibrar. Pensando que es su teléfono, deja el café sobre una mesa, mete la mano en su bolsillo y nota con sorpresa que aquello que está vibrando no es su celular sino la llave de su departamento. John toma la llave y la mira, el objeto de metal marrón está moviéndose ligeramente en el lugar mientras produce un casi imperceptible zumbido agudo. El forense no puede quitar la mirada de la llave, la atracción que siente hacia ella amplificada por el bizarro suceso, su mente se pierde cada vez más entre la danza incesante de lo que debería ser un objeto inanimado, la realidad se distorsiona en un caleidoscopio de figuras no euclidianas en donde los azules y púrpuras imperan.

John intenta no ser arrastrado por la atracción de la llave, pero no logra resistir la tentación que lo empieza a llenar desde la punta de los dedos. Debe usar la llave, debe encontrar una cerradura, debe abrir el camino. De un salto se pone de pie y empieza a caminar en dirección a la puerta más cercana, que en este caso es la puerta que da al clóset del conserje. John coloca la llave en la cerradura, una corriente estática le levanta los pelos de la nuca, pero justo cuando iba a dar la vuelta escucha la campanilla del ascensor que lo quita del trance con un ¡DING!

La puerta se abre y de la caja de metal dos figuras son presentadas: un hombre alto de mediana edad, con pelo negro salpicado de blanco y un pulcro traje, es seguido por una persona cuya única descripción debería ser sapoide, de estatura baja y con el cuerpo cubierto con una gabardina, el sombrero que porta oculta pelo negro y uno que otro parche calvo, sobre el labio un pulcro mostacho se sienta y la mirada que porta debajo de finas cejas demuestra ser penetrante e inquisitiva.

John esconde la llave, que se encuentra todavía vibrando, apenas las puertas se abren y se sorprende al reconocer la figura alta como Edward Lancaster, capitán de la policía de Hope, héroe de la ciudad, un absoluto gusano que haría todo lo que fuera para mantener o avanzar su carrera política y técnicamente su jefe. John no reconocía a la otra persona que acompañaba a Lancaster, pero por cómo era tratado por el oficial pareciera que tenía cierta autoridad que la alimaña podría aprovechar.

Ambos hombres están hablando entre ellos, o mejor dicho, Lancaster estaba tratando de besarle el culo, pero el hombre de la gabardina no parece impresionado por las alabanzas del escalador social y, cuando posa los ojos sobre el forense, una sonrisa aparece en la cara circular del hombre. Al notar esto, el policía levanta la vista y por fin reconoce la presencia de John con una mirada fría y dura que no deja duda sobre el poco respeto que tiene el hombre hacia el forense.

Mientras Lancaster avanza hacia John con el hombre del sombrero por detrás, levanta el brazo haciendo un gesto como alguien llamando a un perro y dice- Señor Dole, creo que necesitamos hablar sobre unos temas usted y yo.

John traga saliva, no queriendo pensar lo que Lancaster pudiera querer con él.