Evergreen vuelve con dos platos llenos con ensalada de ave, una comida refrescante, excelente para la época veraniega en donde se encontraban. La mujer pone uno delante de John con un CLANK y se sienta enfrente de él mientras le sirve un vaso con agua. El sonido lo saca del trance en el que se encontraba y, después de agradecerle, rápidamente ataca el montón de papas y pollo con buen apetito.
Cuando se digna a levantar la vista de su plato, observa cómo Evergreen lo mira. Una rápida inspección al plato enfrente de ella muestra que no lo ha tocado en lo más mínimo. Extrañado, el hombre traga y con un tono de preocupación cuestiona —¿Está todo en orden?
Ante la pregunta, la mujer se ve algo confundida, pero al ver hacia abajo rápidamente entiende a lo que se refiere y con una carcajada responde- ¡Ja! Sí, sí estoy bien, solo estaba pensando en algo —ella pausa, utilizando el silencio para ver a John directamente a los ojos mientras busca las palabras adecuadas.
- ¿Se puede saber en qué estás pensando? -indaga el hombre tratando de darle un motivo para que le diga lo que pasa por su cabeza.
La pregunta le dio el empujón que necesitaba y sin mover los ojos de los de él, explicá - Mira John, uno de los valores que considero esencial como médica y en general es que el consentimiento es extremadamente importante y este no se puede dar a menos que se tengan los conocimientos necesarios para entender las consecuencias a las que te estás arriesgando, es por eso que preparé las clases con Mouse, para que puedas entender bien en donde te estás metiendo.
John aparta la mirada tratando de entender por qué Evergreen le dice esto, pero luego de pensar por unos segundos, levanta la vista y dice-Los supresores, ¿todo este discurso es por los supresores?
La mujer asiente y responde con una voz firme -Desearía poder explicarte qué son, qué hacen y por qué recetártelos sin explicártelo es algo extremadamente jodido, pero no puedo- la mujer puntúa la frase con un sorbo de agua y, ante la expresión ofendida del hombre, rápidamente aclara -No porque pienso que eres demasiado estúpido para entenderme, sino todo lo contrario, eres un hombre inteligente, John . Tu visión lógica del mundo es una estructura que te protege y al mismo tiempo te limita. Yo no tengo eso y, por ende, cualquier explicación que te pueda dar va a ser muy difícil de entender por qué es como si no habláramos el mismo idioma.
El hombre la escucha atentamente, extrañado por el cuidado y consideración que Evergreen le está teniendo, después de todo se habían conocido hace solo unas semanas, de las cuales la mitad él había estado en un coma. A pesar de lo bizarro que le parece el comportamiento que ella está teniendo, decide seguirle la corriente. Después de todo, necesita toda la ayuda que pueda conseguir y abusar un poco de las buenas intenciones de la mujer no solo le parecía conveniente sino necesario. En el momento en el que tuvo ese pensamiento, un dolor punzante le perforó la boca del estómago, haciéndole hacer una mueca de dolor. Al verla, la mujer hace una expresión de preocupación que el hombre aprovecha preguntando -¿Y entonces la Hermana Mouse puede?
-Sí, tiene un trasfondo científico y puede usarlo para explicártelo de una manera que puedas entender- Ella quería decir más, pero una persona la llama diciéndole que la están esperando en la sala de reuniones y entre disculpas, mientras levanta sus utensilios, le explica a John- La biblioteca está del otro lado del patio interno, vas a ver varias personas yendo y viniendo con libros, no puedes perderte- y por último, con una expresión seria agrega-Una vez que estés listo para tomar una decisión ven a verme, si no me encuentras por lo general estoy en el gran invernadero en el patio.
El hombre asiente y la mujer se retira por la puerta doble por donde entraron, dejándolo solo con sus pensamientos, tan solo como se pueda estar en una habitación llena de gente.
Cuando terminó de comer, le preguntó a una de las personas cercanas dónde debía dejar su plato y esta amablemente le apuntó al final de la barra en donde Evergreen había obtenido la comida. Agradecido al extraño por su ayuda, se dirige al lugar indicado y deja sus utensilios para luego salir al patio interno buscando un lugar para sentarse a esperar que sea la hora pactada.
El piso de piedra deja paso a un camino de grava flanqueado por pastos y flores hermosamente colocadas. El sendero termina en una banca situada debajo de un gran y sólido roble cuyas hojas proporcionaban sombra para todo aquel que la necesitase.
John se sienta y cierra los ojos, disfrutando de la brisa cálida que sopla por el lugar mientras piensa en lo que pasó hasta ahora y las opciones que tiene. Por un lado, su cuerpo ya se sentía mejor, lo suficiente como para caminar sin la ayuda de nadie, podría darle las gracias a Evergreen y compañía por la ayuda que le brindaron y volver a su vida normal, pero en ese momento se dio cuenta de que después de todo lo que le pasó a él y a Oliver ya no sabía que era normal y que además va a tener que explicar dónde estuvo durante todo este tiempo, cómo hizo para escapar, un sinfín de cosas que de solo pensarlas hace que le duela la cabeza.
Por el otro, Oliver está atrapado aquí; según lo poco que le dijeron, su condición es tan extrema que presenta un peligro para sí mismo y los demás. La noción de abandonar a su compañero cruzó por su mente, pero un intenso dolor abdominal hace que desista rápidamente de la idea. El hombre hace una nota mental de preguntarle la próxima vez que vea a Evergreen qué podría ser esto. Tal vez tenga que ver con el tema de los supresores, otro problema más con el que tenía que lidiar tarde o temprano.
John no sabe qué hacer; su lado racional lucha a capa y espada contra este sentimiento que le perfora las entrañas por el control de su cuerpo, haciendo de su mente un caos y no dejándolo tomar una decisión. Si bien cada una quería algo distinto, ambas partes tienen algo en común. La idea de que si el hombre tuviera más información, claramente seguiría su opinión. Es por eso que una tenue tregua fue formada entre ellas hasta que puedan aprender más de la situación, salvando al hombre de más dolores de cabeza, por lo menos por ahora.
Lentamente, abre los ojos, un cielo celeste lo recibe junto a la calidez del sol y el dolor se va tan rápido como llegó, dejándolo con un inesperado momento de paz que John disfruta sin apuro.
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El tiempo se difumina en la calma de la tarde mientras el hombre mira fotos antiguas en su teléfono de tapita. Las imágenes pixeladas muestran tiempos mejores, personas y lugares ya perdidos por cosas que en su momento parecían lo más importante y que con la sabiduría de los años terminaron siendo poca cosa.
Mientras iba pasando una a una las imágenes, se detiene de golpe frunciendo el ceño. En la pantalla del celular aparece una gran mansión rodeada de árboles que albergan un par de aves negras con plumaje púrpura. Enfrente de la morada, un grupo de personas de varias edades se encontraban posando para una foto grupal junto a un él más joven. John no tenía memoria de esta foto, por cómo se veía. Esta fue tomada hace varios años, probablemente cuando todavía estaba en Wichatova, el pequeño pueblo en donde nació y creció, pero ninguna de las caras que lo acompañaban en la imagen le traía la memoria de alguna persona conocida, intensificando la pregunta de ¿por qué estaba ahí? y más aún, ¿por qué no puede recordarlo?
John mira atentamente la imagen intentando encontrar, sin mucho éxito, una pista que le explique de dónde viene. Cuando sus ojos vagaron sobre los pequeños números ubicados en la parte de arriba de la pantalla informándole que tenía 10 minutos para llegar a la biblioteca, decide dejar el misterio para otro momento e ir yendo hacia el lugar de la reunión. No vaya a ser que deje una mala impresión en su nueva profesora.
Cruzando el patio interno, llegó a un pasillo de piedra. Varias personas caminaban con libros en las manos, así que se aproximó a la más cercana, que en este caso era una mujer joven. Con una sonrisa, preguntó por direcciones. Ella amablemente le apuntó en la dirección por donde ella venía y, efectivamente, una gran puerta doble se encontraba abierta de par en par. Desde esta distancia, se podía ver una constante corriente de gente que entraba y salía de la habitación llevando distintos manuscritos.
Caminando rápidamente en la dirección indicada, entra a la biblioteca. Cuando cruza el umbral, siente cómo se le paran los pelos de la nuca y el dorso de su mano brilla verde por unos segundos. Mirando alrededor, pudo notar cómo el lugar era inmenso; filas sobre filas de estanterías rodeaban un escritorio central en donde varias personas atendían a las masas en busca de conocimiento.
Él se acerca en busca de la Hermana Mouse y la encuentra en una posición central del escritorio, en un asiento elevado, leyendo . En una mano tenía el mismo libro con el que se la vio a la hora del almuerzo y en la otra tenía un cigarrillo electrónico que usaba de vez en cuando expulsando bocanadas de humo azulado. John intenta llamar la atención de la mujer, pero al abrir la boca se da cuenta de que ningún sonido sale de ella. Intentando escuchar sus alrededores, aún puede oír el sonido de pasos o los suaves golpes de las tapas de los libros al caer sobre la madera de la mesa, pero en este espacio el ligero murmullo de gente hablando, siquiera en voz baja, no podía ser encontrado.
Por suerte, una persona que estaba trabajando en el escritorio ve cómo el hombre lucha con la situación y con un leve gesto le dice que se acerque. Sin mucha más opción, él lo hace. Cuando llega enfrente de ella, esta le da lo que parece ser un anillo y gesticula que se lo ponga. Cuando lo hace, una voz femenina que parece venir de todos lados y ninguno a la vez resuena en la mente de John - Bienvenido a la librería, mi nombre es Ágata, ¿en qué puedo ayudarte?
El hombre se queda aturdido por la extraña situación, mirando en todas las direcciones, intentando discernir de dónde viene la voz que acaba de escuchar, puesto que la mujer enfrente de él no movió los labios. Una risilla hace eco dentro de la cabeza de John y la voz vuelve a resonar . Ja, ja, ja, asumo que nunca habías usado un anillo de telepatía, solo tienes que concentrarte en lo que quieres decir y a quién se lo quieres decir, el anillo hace el resto.
John duda unos instantes, pero no viendo otra forma de llamar la atención de la bibliotecaria, decide seguir el consejo de la mujer y se concentra en la figura encima del asiento central mientras piensa fuertemente - Hola, hermana Mouse, ¿puedes escucharme?
En silencio, la mujer mueve la cabeza y, con una expresión de sorpresa, saca la vista del libro buscando la silueta del hombre entre la gente. Unos segundos después, lo encuentra y, mientras saluda, comienza a bajar del asiento en su dirección. Aun estando lejos, la voz de Mouse llega a la mente de John de manera clara -Buenas tardes, señor Dole, justo a tiempo, veo que ya conoció a Ágata, es una de mis mejores asistentes-antes de que el hombre pudiera intervenir, Mouse agrega -Ágata, corazón, puedes traernos una taza de té a la sala de estudio 58.
-Claro que si, Bibliotecaria enseguida se lo llevó, ¿alguno en particular?
-Lo mismo de siempre para mi corazón- responde Mouse sin dudarlo.
-Un té negro estaría bien-piensa casi al mismo tiempo John.
La asistente asiente y se pierde en uno de los tantos pasillos de la librería. Mouse se da vuelta y empieza a caminar por otro camino distinto mientras se comunica con John -Señor Dole, sígame por este lado y por favor no se despegue de mí, este lugar es mucho más grande de lo que parece, perderse por aquí es bastante común.
Traga saliva y sigue a la mujer que lo guía por los diferentes pasillos, algunos estrechos, otros bastante amplios, de vez en cuando las estanterías y el piso pasan de ser de madera a piedra tallada, mármol o metal, incluso en ciertas intersecciones, se podían ver pasillos hechos de una extraña sustancia roja y fibrosa que se movía levemente por voluntad propia. Cada vez que el ambiente cambiaba, se podía sentir como si algo lo arrastrara por unos breves segundos, haciendo que se revuelva el estómago del hombre.
- ¿Dónde estamos? -Cuestiona mientras camina detrás de Mouse observando sus alrededores asombrado por el extraño lugar.
-Esta es la biblioteca infinita- responde la mujer mientras abre los brazos, respirando profundamente el olor a viejo pergamino que inunda el aire- todo libro que es quemado, todo fragmento de información que es destruido termina aquí, desde los rollos perdidos en el fuego de Alejandría hasta los libros calcinados por el partido nazi, pasando por los documentos que el gobierno no quiere que leas y las fanfiction que escribiste cuando tenías 14, todo termina en estas estanterías, esperando ser redescubierto por una mente lo suficientemente inquisitiva.
En tanto Mouse avanza girando en una esquina, John se frena un momento para entender lo que le acaban de decir. Si fuera hace unas semanas hubiera tachado a la mujer de loca o de una estafadora, pero los sucesos de los últimos días hacen que posiblemente lo que dice sea cierto. Él estira la mano y toca el dorso de un libro, se siente sólido, no brilla ni hace nada raro, parece un libro normal. Lo toma y abre una hoja al azar, la cual lee; hay mucho que no comprende, pero parece ser una disertación sobre los hábitos migratorios de creaturas marinas. Algunas reconoce, otras son más esotéricas en naturaleza.
Mientras se preguntaba por qué alguien destruiría un libro tan inocuo, una voz lo sacaba fuera de su mente, devolviéndolo a la realidad.
-Señor Dole, ya va a tener tiempo de examinar detenidamente la colección de libros cuando terminemos la clase. venga por aquí, ya casi llegamos al salón de estudio.
-Sí, lo siento, solo estaba tratando de... entender este lugar- piensa John mientras deja el libro donde lo encontró y apura el paso para llegar alado de su profesora.