Era una tarde de otoño, el cielo estaba completamente nublado y un viento frío se abría paso entre los árboles, haciendo que cayeran sus hojas, dejándolos desnudos y pintando el piso de rojos, naranjas y amarillos.
Una figura se encuentra sentada en una banca mirando un pequeño estanque en donde un par de peces chapoteaban sin mucha preocupación. El hombre contemplaba la línea del horizonte casi en un trance, no hace muchos movimientos, solo se sienta ahí mirando sin decir una palabra.
Si bien físicamente su apariencia no da mucho que hablar, solamente una cara común en un cuerpo flácido, el ropaje que tiene cuenta otra historia. Las rasgaduras en forma de garras y los agujeros que riegan el traje demuestran, junto con las manchas de líquidos inciertos, el tipo de evento que fue la noche anterior.
Una persona se sienta al lado del hombre, pero él no se mueve, solo sigue mirando, casi como si esperara algo, casi como si no fuera importante lo que este individuo tenga que decir. Después de unos segundos, el hombre, ¿o era una mujer? se va, dejándolo otra vez solo con el viento.
Y así pasan las horas sin mucho cambio, las nubes se separan y dejan paso a un cielo estrellado, cientos de puntos luminosos que brillan cual diamantes se extienden por el éter nocturno, pero él, aun así, no los nota, no mira para arriba, solo para el frente, sosteniéndole la mirada al vacío abisal de la noche.
Cuando el cielo cambia de negro a un púrpura, seguido de un rojo anaranjado, los primeros rayos del sol empiezan a bañarle el cuerpo. Sin previo aviso, este se levanta y comienza a caminar en dirección al estanque. El agua fría y sucia cubre sus tobillos, luego sus rodillas, después su torso y al final la cabeza queda hundida debajo de la superficie. Las burbujas suben y revientan al salir del agua; esto continúa por unos segundos más hasta que se detiene por completo.
Primero el frío, luego la oscuridad, después el dolor y por último la calma. El hombre se encuentra levitando sin sentido del peso, el espacio o el tiempo, solo flota, podrían haber pasado segundos o eones, no lo sabe, no le importa. Pero nada dura para siempre y este momento no es la excepción, un sonido infernal, como un grito desgarrador, lo arranca de su momento de paz y lo obliga a despertar.
La alarma se esfuma tan rápido como llegó y ahora solo queda una voz femenina que declara con falsa autoridad el pronóstico del clima para ese día. — Buen día, habitantes de Hope y bienvenidos a conexión urbana, el programa para conocer todo lo que pasa en la ciudad. Hoy la temperatura se presta para ir a la playa y estrenar esa figura de verano con mínimas de 77 °F y máximas de 84 °F.
John abre los ojos lo más grande que puede, captando la mayor cantidad de la luz que se filtra entre las persianas. Está sudando frío, el recuerdo del sueño que se desvanece lo deja con un pavor primordial que lo inunda como una ola y amenaza con aplastarlo.
Con una desesperación palpable, el joven manotea en dirección a su mesita de luz y agarra firmemente un contenedor de plástico, trata torpemente de destaparlo, pero esto solamente hace que las pastillas de color verde oscuro salgan volando y se desparramen por el piso. Sin pensarlo, se lanza casi de cabeza y recoge un par que pasa a consumir de manera inmediata, el sabor amargo lo termina de despertar y los sentimientos que le apretaban la garganta empiezan a calmarse poco a poco. Se sienta en la cama, la cabeza palpitante, mientras la mujer sigue hablando sobre los últimos acontecimientos.
-Se reporta la desaparición de otro niño, este constituiría el décimo caso en lo que va del año, en este en particular el pequeño Sacarías Martínez, con 10 años de edad, desapareció de su hogar en el barrio imperial. La policía no tiene a ningún sospechoso todavía, “cualquier persona que pueda dar información útil será recompensada generosamente” afirma el jefe de policía-una música intensa aparece de la nada para separar las noticias, después de unos segundos la voz femenina vuelve a aparecer - ¿Arte o vandalismo? la nueva oleada de grafitis que asalta la ciudad, más información esta noche- por último, antes de salir a un corte comercial, la voz agrega- Si van a salir, asegúrense de no tomar la salida 25, puesto que el temblor de hoy a la madrugada ha tumbado un sobrepaso y ha generado un embotellamiento en toda la avenida Gulliver.
John apaga la radio/despertador con una mano y se dirige al baño. Su cara en el espejo demuestra que, a pesar de haberse acostado temprano, no descansó casi nada, pero no puede quedarse a dormir, así que se lava la cara, se cepilla los dientes, se prepara un café y se dispone a ir a su trabajo.
Sale de su departamento y cierra la puerta con la pesada llave de latón tallado que le fue otorgada cuando su abuelo materno murió y él heredó el estudio en donde ahora vive.
Su abuelo era un hombre extraño y reservado, las pocas veces que lo vio fue cuando el hombre visitó la casa de sus padres y siempre, sin falta, las visitas terminaban en una gran pelea. Su madre nunca le dijo por qué había tanta hostilidad entre ellos, pero los sentimientos encontrados eran obvios incluso para un niño. Cuando le llegó un email con la noticia de su muerte, sabiendo que era la última oportunidad de ver a su abuelo, decidió atender el funeral en contra de los deseos de su madre.
Mientras baja por las escaleras hacia el primer piso, juega con la llave en su mano derecha; el metal frío bailando entre sus dedos lo lleva al momento en donde la obtuvo.
El velorio no fue una buena memoria, la atmósfera que imperaba en el lugar lo puso bastante incómodo, pero no importa cuánto lo intenté, todavía hasta el día de hoy le cuesta rememorar las caras o el servicio en general, tal vez haya sido la pena, pero ni siquiera puede imaginar cómo se veía la cara de su abuelo en sus últimos momentos fuera de la tierra. Lo único que recuerda con claridad es cuando el abogado le dio la llave, vieja y gastada como estaba. tenía una atracción extraña que lo cautivó desde el primer minuto.
Mientras estaba mirando la llave en la base de la escalera, una voz lo saca del pasado y lo devuelve al presente.
-Buen día, señor Dole- La voz pertenece a una anciana encorvada por el peso de los años, pero que aún conserva el resplandor juvenil en la cara.
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-Buen día, señora Brins- responde el joven de la manera más amable que puede mientras pasa rápidamente por la puerta principal hacia su auto. La anciana no dice nada ante el gesto y solo devuelve una resplandeciente sonrisa con sus impecables dientes postizos.
Al salir, un extraño viento frío pasa por la vereda, desentonando con el ambiente veraniego que la temporada impone y agarrando por sorpresa a más de un peatón.
John apura el paso y avanza hacia un vehículo estacionado a pocos metros. El destartalado Cadillac de color marrón se encontraba estacionado en la calle, oxidado y con excremento de ave,ha visto mejores días, aun así, tenía una extraña aura de prestigio que ni el tiempo ni los elementos pueden borrar. Su dueño lo mira, otra herencia inesperada que cayó en sus manos, perteneció hace un tiempo a un amigo que lamentablemente ya no está entre ellos y ahora mantiene vivo su recuerdo en la mente del hombre, recuerdo que con gusto disfrutaría de no estar llegando tarde, así que rápidamente se sube y empieza a manejar en dirección a su trabajo.
Avanzando por la ciudad, la visión diaria se repite casi con precisión de relojería. Los hermosos edificios de las colinas rojas que derraman personalidad e individualidad contrarrestan de manera brusca con el mar de gente que camina con la nariz pegada a sus teléfonos, como pequeñas partículas de agua que forman un océano de indiferencia.
John continúa conduciendo mientras el pensamiento de que él también es parte de esa procesión insípida y rígida le revuelve el estómago. La cantidad de autos iba en aumento, pero recordando lo que escuchó en el programa de radio, toma un camino aledaño y logra esquivar el embotellamiento.
El camino que escogió lo llevó directamente al barrio imperial, un antiguo vecindario con tintes británicos. Una gran concentración de la gente que vivía en este lugar tenía descendencia de Gran Bretaña. Este barrio es uno de los pocos recuerdos de la época cuando los Estados Unidos eran colonia del superpoder europeo, por lo menos en Hope. Varios grupos han luchado desde las guerras revolucionarias para mantener este barrio como un sitio histórico y hasta ahora lo han logrado.
John maneja mirando la arquitectura gótica, los callejones estrechos y las casas que se apilan y estrujan para poder formar parte de lo que pareciese una construcción aún más grande. Puede notar varios grafitis en diferentes paredes, los nombres y símbolos de lo que él asume son de un grupo de adolescentes buscando dejar su marca en un mundo que los abandonó hace tiempo.
Mientras continúa por las calles adoquinadas pensando sobre qué marca deja en este mundo, el Cadillac llega al final del barrio y a unas pocas cuadras de su lugar de trabajo.
El departamento de policía de la ciudad de Hope (HPD), un gran edificio de dos pisos puesto sobre una colina, con una fuente con 3 ángeles vendados que portan uno un libro, otro un martillo y el último una balanza perfectamente equilibrada. La mayoría de los que trabajan en este lugar dirán que es un monumento a la justicia, otros que conocen el verdadero rostro de la bestia te dirán que es la lápida bien pulida de la tumba de lo que alguna vez fueron los protectores de esta ciudad.
John mira el reloj, las agujas casi colapsando en la octava hora, con un sentimiento de apuro dobla en la intersección que lo lleva a la entrada, donde una barrera con un guardia le impide el paso. Casi como por reflejo, extiende su mano sosteniendo una tarjeta con su foto y nombre.
-Buen día, señor Dole, hermosa mañana, ¿verdad?- La voz afable de un hombre ligeramente obeso se hace escuchar desde dentro de la caceta de seguridad.
-Sí, Roger, un buen día, ciertamente- John trata su mayor esfuerzo para conjurar una sonrisa sincera pero la cara del guarda le dice que ha fracasado estrepitosamente.
Ignorando la incómoda situación, casi como si fuera habitual, Roger sonríe de oreja a oreja y exclama con un tono bonachón:
-Bienvenido y que tengas un buen día.
Apenas termina de decir la frase, la barrera se levanta permitiendo empezar la subida hacia su lugar de trabajo habitual.
Lo primero que aparece en vista es la hermosa fuente, el agua cristalina que sale de los ojos tapados de los ángeles y recorre sus cuerpos hasta llegar al receptáculo inferior. Si se los ve desde ciertos ángulos, las esbeltas figuras de latón reflejan la luz formando pequeños arcoíris que bañan la entrada del departamento mostrando una ilusión idílica de paz, pero él no se frena ni un minuto a apreciar el espectáculo, tal vez por ya estar acostumbrado o tal vez porque su entrada no es esta, sino una un poco más lúgubre.
Mientras se acerca a la pesada puerta de metal, esta lo mira estoicamente. John se detiene a pocos metros y saca su brazo por la ventana para pasar su tarjeta por un lector colocado al costado de la abertura. Después de unos segundos, se escucha primero un Bep y después el estrépito del metal moviéndose. La pesada cortina se levanta y deja notar su garganta oscura. El hombre dudó por unos instantes debatiéndose consigo mismo si continuar o no, podría darse la vuelta e irse para no volver. Su mano lentamente se mueve hacia la palanca de cambios, pero cuando está a punto de poner la reversa, un bocinazo le arrebata el pensamiento y hace que instintivamente avance hacia la oscuridad.
Con cada 5 metros que el vehículo desciende, una luz se enciende para marcarle el camino hacia el lugar donde debe ir. Él las sigue lentamente, como si no quisiera llegar, pero la bajada termina en un umbral que da paso a un estacionamiento precariamente iluminado.
John maneja hasta su lugar asignado y se baja del auto. El sonido del portazo resuena en el vacío y se pierde en la inmensidad del lugar. Después de unos segundos respirando el aire viciado, camina sin detenerse hasta el ascensor y se sube. Una vez adentro, aprieta el botón que lo llevará a su piso.
El viaje es corto pero la música hace que los segundos dentro de la caja de metal parecieran años, lo que hace que la campanita que indica la llegada a su piso se escuche como la gloria y cuando por fin las puertas se abren el joven sale directamente a un largo pasillo en donde la figura de un hombre parado al lado de una máquina de café se hace visible. Su bata blanca, manchada con líquidos no identificados, le llega a las rodillas, debajo de ella se asoma una camisa celeste y unos pantalones marrones.
La persona de camisa celeste toca un par de botones y espera unos segundos, una copa desciende desde las entrañas de la máquina y de la misma forma un líquido marrón claro empieza a caer en ella. Cuando por fin el aparato deja de descargar la sustancia, toma el vaso y da un sorbo.
-¡Ouch!, Carajo- exclama mientras se lleva la mano a la boca en donde el café hirviente dejó su marca y tirando un manotazo al aparato agrega –Maldita chatarra, ¿Cómo puede ser que con todo el presupuesto de la estación no podemos permitirnos una máquina de café que no quiera matarte? - La frustración del hombre es palpable, dejando su café sobre una mesa cercana, se da vuelta para retirarse cuando se detiene en seco.
- ¡JOHN! Compañero, gracias por darme el honor de tu presencia —el hombre dice en voz alta mientras hace una reverencia burlona.
-Tuve que hacer un desvío, Oliver, había un embotellamiento en la avenida- responde John sin darle mucha atención al gesto.
-Cierto, el temblor de anoche tiró un par de sobrepasos y hubo un par de accidentes, creo que incluso trajeron a un par de fríos- dice Oliver con abrupta realización.
Con una expresión de disgusto momentánea, John continúa caminando dejando a Oliver detrás mientras comenta en vozalta-Asumo que vamos a tener que identificar los cadáveres, odio tener que lidiar con víctimas de aplastamiento.
-Bueno, no enteramente, hay un frío que llegó y no está aplastado- aclara Oliver mientras toma su café y sigue a su compañero-Tendrías que haber visto la cara de los tipos que trajeron la bolsa.
John se frena, mirando a su colega con una mirada llena de curiosidad,dice-Interesante- . Luego sigue su camino en dirección a la morgue.
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