El Infierno Volcánico
El portal crepitó con energía cuando Elior, a bordo del Invictus, lideró a la Legión Elinvictus hacia el nuevo plano. El paisaje que los recibió era sobrecogedor: un horizonte dominado por volcanes activos con largos y serpenteantes ríos de magma los cuales fluían lentamente a lo largo del terreno mientras las erupciones ocasionales lanzaban rocas incandescentes al aire. El calor sofocante del ambiente hubiera hecho que cualquier ejército convencional vacilara, pero esta Legión Imperial, con sus colosos blindados y aeronaves de élite, se mantenía firme y preparada.
Mientras las primeras tropas comenzaban a desplegarse, Helios, desde su coloso el Aetherion, coordina las exploraciones preliminares. Los informes llegaron rápidamente. Diversos elementales de lava, vastas criaturas formadas por puro fuego y magma, deambulaban por la región, enfrascados en combates entre ellos. Los más fuertes devoraban a los más débiles, haciéndose más grandes y poderosos con cada lucha. Eran monstruos de fuego vivientes, alimentados por la rabia y la destrucción, y cualquier intento de acercarse a ellos sin la protección adecuada significa una muerte segura.
Las aeronaves siguieron sobrevolando el área, y pronto se detectó algo inusual en algunos de los volcanes, una serie de vetas oscuras que destacaban entre la lava ardiente. Los pilotos y técnicos enviaron imágenes a las bases de operaciones en el terreno, y los informes comenzaron a sugerir lo imposible: aquel metal oscuro, inalterado por el magma, podría ser adamantino si lo fuera sin duda alguna sería un gran descubrimiento…
Elior, desde la cabina del Invictus, observaba los informes con un destello de codicia en sus ojos. Adamantino, uno de los metales más raros y valiosos del mundo celestial, conocido por su increíble dureza y resistencia al calor. El propio Invictus tenía partes de su blindaje forjadas en este material, pero sólo en cantidades limitadas debido a su escasez. Si las observaciones eran ciertas, podrían extraer tanto adamantino como desearan, lo que les permitiría construir colosos indestructibles y aeronaves mejoradas capaces de resistir cualquier condición.
Pero Elior sabía que tal empresa no sería sencilla. Minar en un mundo lleno de elementales de lava, donde cada volcán podía despertar en cualquier momento, sería extremadamente desafiante además de peligroso…Aun así, su ambición no conocía límites, y veía este reto como otra prueba para su imperio los cuales consideraba extensiones de su propia voluntad y poder. “Esto será nuestro”, murmuró Elior para sí mismo, sus ojos fijos en el horizonte volcánico. “Nada podrá detenerme”
Los primeros destacamentos de la Legión se desplegaron, asegurando los perímetros mientras los ángeles ingenieros estudiaban las mejores formas de establecer bases mineras. Algunas aeronaves de reconocimiento más pequeñas fueron enviadas para analizar más de cerca las vetas de adamantino, pero apenas sin apenas resultados.
Mientras tanto, Helios organizaba la primera oleada de ataques contra los elementales de lava más cercanos. Sabía que enfrentarse a estas criaturas sería diferente a cualquier enemigo que hubieran enfrentado antes. No tenían corazones que detener, ni armaduras que perforar, solo una masa de fuego puro que seguía creciendo y devorando todo a su paso. Helios, con su mirada aguda, trazó estrategias con precisión, decidiendo que los colosos y las aeronaves atacarán en formaciones cuidadosamente diseñadas para desgastar a los elementales uno por uno, en lugar de enfrentarlos todos de una vez.
Mientras la infantería se encargará de desplegar las primeras fortificaciones para poder tener un puesto avanzado establecido donde poder dar órdenes así como distribuir los suministros y planear las futuras operaciones mineras.
Los primeros enfrentamientos fueron brutales. Los colosos resisten el calor gracias a sus blindajes reforzados, pero cada ataque de los elementales de lava golpeaba como una avalancha de fuego crepitante. Las aeronaves atacaban desde arriba, usando cañones tecnomágicos para dispersar a los elementales, pero cada vez que uno caía, otro se alzaba más poderoso al absorber la energía de sus hermanos derrotados.
Elior, desde el Invictus, observaba el caos con frialdad. Como si fuera un nido de hormigas, había decidido venir por el adamantino, un mineral que abriría un nuevo capítulo en su poderío militar y tal parece que debería ensuciarse las manos para conseguirlo…
Mientras los combates prosiguen, Elior finalmente decidió que era hora de intervenir personalmente. El Invictus, con su armadura dorada reluciente incluso en medio del infierno volcánico, avanzó hacia el frente de batalla. -Ya basta de jugar-, pronunció en voz alta, y seguidamente cargó su cañón principal.
Los elementales más cercanos se volvieron hacia él, rugiendo con furia y lanzando torrentes de magma en su dirección. Pero el Invictus, imparable como siempre, no vaciló. Con un solo disparo, Elior desintegró a tres de los elementales más grandes, y con su espada tecnomágica, partió a otro en dos. aunque el mismo se regenero, dando cuenta de que los ataques físicos no servían. Aun así Elior, suspiró para sí mismo y seguidamente lo vaporizo con su cañón. La Legión, alentada por su presencia, redobló sus esfuerzos, y lentamente los elementales comenzaron a retroceder.
Sin embargo, a medida que la batalla se intensificó, Zakarius comenzó a percibir algo más, algo primigenio y oscuro que lo llamaba a un lugar más recóndito pero fácil de percibir a la distancia, un gigantesco supervolcán que dominaba todo el plano y donde la concentración del adamantino era más abundante-
Algo grande estaba al acecho en lo más profundo de aquel supervolcán, quizá un verdadero desafío lo aguardaba, durmiendo en su interior a la espera del momento que deba levantarse y surgir una vez más...
-Helios- llamó Elior -Aposta tres centurias y la infantería para las labores del puesto de avanzada-
-!A sus órdenes, Su excelencia!- Helios sabía que dejar algunas centurias y la infantería atrás significaba que el resto de la legión conformada por colosos y aeronaves se pondrían en marcha..
Finalmente Helios vio como el Invictus lideró nuevamente a la Legión hacia lo más profundo de aquel infierno ardiente sabiendo que a pesar de todo seguirán a Elior su Emperador imparable a cualquier lugar que los llevara…
Elior y su Legión Imperial avanzaban con decisión a través de las ardientes tierras volcánicas. El suelo bajo sus pies vibraba debido a las constantes erupciones a su alrededor con la fuerza latente del magma que emerge, Los elementales de lava, enfurecidos por la presencia de los invasores, empezaron a atacarlos con furia incontrolable. Sin embargo, la legión de élite no se dejaba intimidar. Cada enfrentamiento era una victoria, cada elemental una pila de cenizas y roca fundida al paso de su implacable avance.
Finalmente tras una marcha corta, llegaron a la base del supervolcán, su cumbre apenas era visible debido a las erupciones constantes que lanzaban columnas de ceniza al cielo. Elior, en un movimiento rápido y calculado, hizo que el Invictus se elevará por encima de los cielos, sus potentes motores rugieron mientras ascendía hacia la cúspide. Pronto, vislumbra las relucientes vetas de adamantino incrustadas en las paredes del volcán. -Esto es lo que vinimos a buscar- pensó Elior, sus ojos brillando con codicia.
Pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, un aullido ensordecedor resonó en todo el plano. El propio supervolcán tembló bajo el peso de un poder antiguo y primordial. Así pronto todo el magma que bullía dentro del volcán comenzó a converger en un solo punto, acumulándose en una masa gigantesca y líquida.
Ante los ojos de Elior, un enorme elemental había emergido como si fuera el dios omnipotente de este lugar, una manifestación colosal de magma y fuego, mucho más poderoso que cualquier elemental que hubieran visto y enfrentado hasta ahora.
Enfurecido, el elemental comenzó a lanzar torrentes de magma hacia el Invictus, como si quisiera borrar de la faz de la tierra a cualquier intruso que lo hubiera despertado de su largo letargo.. Pero Elior, siempre un paso adelante, movió al Invictus con agilidad, esquivando cada ataque con precisión milimétrica. El poderoso cañón tecnomágico del Invictus se cargó rápidamente liberando consigo una descarga devastadora.
El impacto fue brutal. La ráfaga de energía atravesó al elemental, desintegrándose en un instante. Pero la victoria fue efímera. El magma del volcán volvió a agitarse fuertemente, y en cuestión de segundos, el elemental se regeneró por completo, tan imponente y furioso como antes. Elior esbozó una sonrisa fría y fascinada, contemplando el poder regenerativo de la criatura. Este era un adversario digno de estudio, pero no de una verdadera batalla.
Así la batalla se prolongó. Cada vez que Elior pulveriza al elemental con el cañón del Invictus, la criatura se regenera, alimentándose del mismo volcán que le daba vida. La lava era infinita, y con ella, también lo era el poder del elemental. A pesar de los bombardeos y ataques más feroces del Invictus, el resultado era siempre el mismo: la criatura volvía a surgir, incansablemente-
Después de largos minutos de esta danza sin fin, Elior finalmente perdió el interés. -Esto no es más que una manifestación de la naturaleza, un autómata de fuego y magma sin voluntad real- pensó. Aunque el elemental poseía un albedrío limitado, no era más que una extensión del volcán, incapaz de desafiar realmente al poder de la legión y mucho menos al de Elior. Si el elemental saliera del volcán, no duraría ni unos segundos. No era un desafío digno de su poder.
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Pese a todo esto por un momento llegó a pensar que este propio elemental tenía algo del antiguo poder de los liche o algo que le permitiera emanar tal aura totalmente diferente a los demás de su raza…
Con un leve suspiro de aburrimiento, Elior ordenó a sus tropas bombardear el volcán en espera si esto tendría algún tipo de resultado satisfactorio o si algo mucho más oscuro esta detrás de todo esto.
Pronto los diversos cañones tecnomagicos de las aeronaves y colosos abrieron fuego si bien había casi cien colosos y doscientas aeronaves estos no consiguieron hacer gran mella en el supervolcan aun cuando una parte de la roca se desprende y trozos de adamantino al menos salpicaron…
Finalmente Elior ordenó la retirada. Por primera vez en mucho tiempo, decidió que esta batalla no valía la pena. No porque no pudiera destruir al elemental, sino porque luchar contra una fuerza interminable carecía de sentido. El verdadero objetivo, el adamantino, ya había sido detectado, y eso era lo único que le interesaba. Mandaría a apostar una legión capacitada para las labores de extracción.
Elior transmitió sus órdenes con calma. -!Reagruparnos, nos marchamos!- esto es solo una perdida de tiempo así que prepárense para el siguiente destino- Prosiguió con un tono indiferente, casi despectivo. Este mundo volcánico no era más que un obstáculo sin importancia en su camino hacia la verdadera supremacía de su imperio.
La legión Elinvictus, siempre eficiente, comenzó a reorganizarse de inmediato. Mientras las aeronaves realizaban las últimas maniobras de reconocimiento. Elior ya no prestaba atención al caos que había dejado atrás. Su mente estaba en el próximo desafío: el último portal, que lo llevaría a un mundo desconocido y peligroso: un gigantesco pantano, del que se rumoreaba que albergaba no sólo peligros inimaginables, sino también secretos que podrían ser clave para la verdadera ambición de Zakarius.
El Invictus, imponente y brillante en medio del infierno volcánico, lideró una vez más a la legión hacia el portal, dejando atrás el rugido de los volcanes y la furia del magma. El próximo desafío los aguardaba, y Elior no tenía intención de detenerse…
Historia Paralela: Las Reacciones de Helios en el Mundo Volcánico
Desde que cruzaron el portal hacia el nuevo mundo volcánico, Helios había sentido una extraña mezcla de emociones. La majestuosidad del Invictus al frente de la legión siempre era un espectáculo impresionante, pero esta vez, algo sobre el propio Elior parecía fuera de lugar. La forma en que abordaba la misión, su falta de emoción genuina y la manera en que trataba a los enemigos con una indiferencia casi cruel, lo inquietaban. Elior había cambiado, y aunque Helios lo admiraba, cada vez le resultaba más difícil ignorar esa sensación de que algo estaba mal.
Mientras la Legión Imperial se movía entre ríos de lava y cráteres humeantes, Helios se mantenía al mando de las fuerzas de reconocimiento. Las aeronaves volaban en formaciones precisas, explorando el terreno con detalle. Cada informe que recibían de los pilotos y exploradores confirmaba que estaban en un terreno hostil, poblado por elementales de lava que parecían emanar de los propios volcanes. Para Helios, estos seres no eran más que enemigos a superar, otro reto en la larga lista de combates que había enfrentado.
Sin embargo, la reacción de Elior ante los elementales fue lo que más lo perturbó. “No es el mismo Elior,” pensó Helios mientras observaba desde su nave cómo Elior, a bordo del Invictus, pulveriza uno tras otro a los elementales. Había algo mecánico en su forma de luchar, como si el desafío no le ofreciera ninguna satisfacción, como si el único objetivo fuera la destrucción por el simple hecho de hacerla.
A medida que avanzaban hacia el volcán principal, Helios no podía dejar de pensar en lo que venía después. Los informes de la presencia de adamantino eran emocionantes. Este material raro y valioso podría cambiar el futuro del Imperio, pero Helios no podía deshacerse de la sensación de que Elior estaba perdiendo algo más que su interés por los combates. -¿Dónde está el líder que nos inspiraba?- se preguntaba, intentando no dejar que esas dudas afectarán su mando sobre las tropas.
La llegada al supervolcán fue rápida, pero cada paso estuvo lleno de conflictos. Los elementales continuaban atacando, pero la legión, bajo el liderazgo de Helios, mantenía la formación impecable, respondiendo con precisión letal a cada embate. -Nada que no podamos manejar- pensó Helios con satisfacción, aunque no podía evitar fijarse en cómo Elior, desde las alturas del Invictus, no parecía estar interesado en la batalla en sí.
El punto de inflexión fue cuando el gigantesco elemental magmático emergió del volcán. Desde el suelo, Helios observó cómo Elior en el Invictus se enfrentaba a esa bestia colosal. Al principio, la batalla parecía emocionante, un desafío digno de un héroe como Elior. Pero pronto se hizo evidente que este combate, por espectacular que fuera, no le proporcionaba a Elior ninguna satisfacción.-Es como si estuviera luchando contra una sombra- pensó Helios, viendo cómo el elemental se regenera una y otra vez, y cómo Elior respondía con creciente aburrimiento.
Seguidamente recibió el comando de bombardear el mismísimo supervolcán pero Helios no sabia si esto siquiera serviría de algo o solo era una medida desesperada, finalmente aparte de las rocas fundidas y el polvo lo único de importancia fueron las pepitas de adamantino que saltaron.
Cuando Elior ordenó la retirada, Helios sintió una extraña mezcla de alivio y decepción. Por un lado, sabía que no podían seguir luchando contra una fuerza de la naturaleza que no podía ser derrotada de manera definitiva. Pero por otro, ver a Elior, el Imparable, retirarse de una batalla, aunque fuera por razones estratégicas, le dejó un mal sabor de boca.
Mientras las fuerzas se reorganizan, Helios dirigió las maniobras con eficiencia. Dio órdenes precisas para llamar una legión especializada que pudiera encargarse de las labores de extracción, consciente de que este mineral sería clave para sus futuras victorias.
Sin embargo, no podía evitar la sensación de que, por primera vez, Elior no estaba verdaderamente presente. Su líder, el gran Elior que había inspirado a tantos, parecía más distante que nunca, como si algo dentro de él se estuviera desmoronando lentamente.
Cuando finalmente comenzaron el camino de regreso hacia el portal, Helios miró una vez más hacia el supervolcán, ahora tranquilo tras la retirada del Invictus. No era el volcán lo que le preocupaba, ni siquiera los elementales que seguían rondando las laderas. Era Elior, ese héroe que una vez había sido su inspiración, y que ahora parecía más una máquina que un líder. Helios no sabía qué era lo que estaba ocurriendo, pero una cosa era clara: algo había cambiado, y no estaba seguro de si lo que vendría después sería para mejor o para peor.
Mientras la legión se dirigía al último portal, Helios se quedó en silencio, reflexionando sobre todo lo que había visto. El próximo desafío les aguardaba, pero ahora más que nunca, Helios sentía que las verdaderas batallas no se estaban librando en el campo de batalla, sino en el interior de Elior, y él no tenía idea de cómo reaccionar a estas.
Historia paralela: El cubrimiento de los medios imperiales
El Imperio de Elinvictus ha captado la atención de todos los rincones del mundo celestial con las hazañas recientes. Los medios imperiales cubren la epopeya del emperador con un entusiasmo sin precedentes, narrando la heroica campaña. Los titulares de los periódicos imperiales resuenan en todas las ciudades y provincias: “El Emperador Elior se enfrenta a las fuerzas de la naturaleza”, “El invaluable adamantino descubierto en los volcanes del nuevo mundo”, “El imperio avanza hacia un futuro invencible y lleno de riquezas”.
Las transmisiones muestran a Elior, imponente y majestuoso en su coloso tecnomágico, enfrentando a un gigantesco elemental de lava en lo alto de un volcán, mientras las emanaciones de lava ardiente lo rodean sin hacerle el menor daño. Los medios narran cómo, con una serenidad casi aburrida, Elior destruye repetidamente al monstruo, solo para verlo regenerarse una y otra vez. Esta lucha, catalogada como una muestra de poder ilimitado, refuerza la imagen de Elior como un semidiós intocable, controlando las fuerzas del mismo plano con su tecnomagia.
A pesar de los desafíos imposibles, lo que más fascina al público es la calma de Elior. Los artículos destacan la manera en que, al enfrentarse a algo tan indomable como los elemental del super volcán, el emperador decide retirarse no por incapacidad, sino por pura estrategia, entendiendo que esta fuerza de la naturaleza no es digna de su tiempo. Las imágenes del Invictus elevándose, con el super volcán en erupción como un mero telón de fondo, se difunden por todo el Imperio.
Historia paralela: La legión imperial encargada de la minería de adamantino
Tras la retirada estratégica de Elior del mundo volcánico, su interés en el preciado adamantino no desapareció. Una vez que se aseguró de que los elementales de magma no representaban una amenaza inmediata. Elior ordenó la creación de una legión especial dedicada exclusivamente a la extracción de este raro y valioso mineral. La Legión del Adamantino, como se la llamó, fue formada rápidamente, con soldados, ingenieros y tecnomantes altamente especializados, preparados para enfrentar los desafíos extremos que enfrentan.
Esta legión no estaba equipada como las fuerzas de combate convencionales del Imperio. Muchos de sus colosos estaban adaptados para soportar las altísimas temperaturas del entorno volcánico y contaban con herramientas de perforación y corte tecnomágicas. Los trajes de los soldados eran una mezcla de blindaje y dispositivos de protección térmica, diseñados para resistir el calor abrasador y las erupciones de lava inesperadas. Los medios imperiales relataban con admiración de cómo la tecnología de Elinvictus era capaz de crear equipos capaces de soportar incluso las condiciones más inhóspitas jamás conocidas.
La legión estableció campamentos en la base de varios volcanes mientras usaba el puesto de avanzada que creó Elior como base principal y almacén. Los soldados, bajo la supervisión de ingenieros tecnomagicos comenzaron a perforar las vetas de adamantino, extrayendo fragmentos enteros con sumo cuidado entre la roca fundida. El mineral, tan duro que ni siquiera las más avanzadas herramientas lo dañan fácilmente, requería un método de extracción preciso y laborioso. La legión trabajó incansablemente, enfrentando no solo la hostilidad del entorno, sino también los ocasionales ataques de los elementales que emergen ocasionalmente entre la lava.
Cada pedazo de adamantino extraído era tratado como un tesoro invaluable. La logística para transportar el mineral de vuelta a Elinvictus fue igualmente impresionante. Aeronaves de carga, especialmente reforzadas, transportaban los fragmentos al puesto de avanzada para su clasificación en tamaños y su limpieza de restos de roca y polvo finalmente era despachado vía aérea a través del portal, donde equipos de refinamiento tecnomágico esperaban para tratar el mineral y prepararlo para su uso en la fabricación de nuevas piezas para colosos y naves las cuales mejoraran su rendimiento excepcionalmente.
Dentro de la legión, había un sentido de orgullo y misión casi divina. Sabían que el adamantino que extraían no solo representaba una nueva fuente de poder de su imperio, sino que también era la clave para la futura expansión imperial. Las órdenes de Elior eran claras: maximizar la extracción mientras se minimizan las bajas.
Con el paso del tiempo, la legión comenzó a desarrollar nuevas técnicas de minería y defensa, adaptándose al entorno volcánico hostil. Algunas unidades incluso lograron establecer un sistema de vigilancia para predecir cuándo los elementales emergen, permitiendo a la legión continuar su misión con relativa seguridad.
La Legión del Adamantino se convirtió en un símbolo del ingenio imperial en la extracción de este recurso estratégico, y su éxito en el mundo volcánico fue celebrado en todo Elinvictus.