Elior, acompañado por su cada vez más fiel y endurecida guardia, comenzó la exploración de los portales con una precisión meticulosa. Día tras día, seleccionaban uno de los portales dispersos a lo largo del desierto, entraban en él y recopilaban toda la información posible sobre el mundo al otro lado antes de regresar. Cada incursión revelaba un paisaje y un desafío diferente, pero ninguno lograba llenar el vacío que sentía en su interior.
El primer portal los llevó a un mundo volcánico, con ríos de lava y cielos teñidos de rojo fuego. El calor era tan intenso que incluso los colosos tecnomágicos sentían la presión sobre sus sistemas. Sin embargo, tras un breve reconocimiento, se retiraron rápidamente antes de que las condiciones extremas los superaran.
El siguiente portal reveló un paisaje helado, un vasto desierto de hielo y nieve en el que el frío era tan intenso que las máquinas mismas empezaban a crujir bajo las bajas temperaturas. Aunque inhóspito, también ofrecía una extraña belleza que los celestiales no habían presenciado antes.
Continuaron explorando. Encontraron un portal que los llevó a un bosque descomunal, con árboles gigantes que se extendían hacia los cielos. La fauna de ese lugar era sorprendentemente tranquila, aunque bajo la densa sombra de los árboles, había una sensación de vigilancia constante.
Otro portal los transportó a un mundo de pantanos oscuros y traicioneros. La atmósfera estaba cargada de humedad y el terreno era fangoso, lo que dificultaba el avance de los colosos. Sin embargo, el grupo de Elior logró recopilar muestras y datos antes de regresar.
El portal más inquietante los condujo a un vasto complejo subterráneo, lleno de ruinas antiguas y pasadizos oscuros. El ambiente estaba impregnado de misterio, y aunque no encontraron vida visible, la sensación de estar siendo observados nunca los abandonó. Este mundo, en particular, dejó una marca en Elior —o más bien, en Zakarius—, quien percibió una energía latente similar a la que había sentido en tiempos antiguos.
Toda esta información fue transmitida de vuelta al mundo celestial utilizando el nodo de transmisión tecnomágico instalado en la fortaleza fronteriza. Cada nuevo descubrimiento causaba asombro en Kael, quien supervisaba las comunicaciones desde la base. Los informes detallados hablaban de mundos más allá de la imaginación, cada uno con sus propios misterios y peligros.
Kael, impresionado y a la vez cauteloso, comenzó a comprender que los portales no eran simples puertas a otros lugares, sino parte de una red mucho más vasta y antigua de lo que jamás había considerado.
—¿Hasta dónde llegarán los celestiales? —se preguntaba Kael, observando los informes desde su sala de estrategia—. ¿Y qué se esconde en las profundidades de esta vasta red de portales?
Los celestiales habían dominado su propio mundo, pero el descubrimiento de estos nuevos reinos trajo consigo la incógnita de lo que yacía más allá. Mientras tanto, Elior, o más precisamente Zakarius en su interior, no podía evitar sentir una creciente curiosidad. El ansia por descubrir, por enfrentarse a nuevos retos y peligros, seguía empujándolo hacia adelante.
Los portales, cada uno más enigmático que el anterior, ofrecían promesas de nuevos horizontes, pero también escondían amenazas desconocidas. La travesía de los celestiales apenas había comenzado, y la red de portales, ahora más vasta y desconcertante que nunca, parecía un laberinto sin fin que guardaba secretos más allá de la comprensión.
Sin embargo, una pregunta persistía: ¿qué o quién había creado esta red, y con qué propósito? Mientras los exploradores celestiales continuaban su marcha, esas respuestas aún permanecían ocultas, esperando a ser descubiertas en los rincones más oscuros y distantes de los portales.
Con cada victoria y con cada nuevo portal explorado, los celestiales comenzaron a extender su influencia sobre el vasto mundo desértico. Las fortalezas y asentamientos estratégicos fueron levantados alrededor de los principales oasis, y las grandes ciudades de los Shemet, que alguna vez habían sido bastiones de resistencia, ahora se veían envueltas en una nueva era de prosperidad… bajo el dominio celestial.
Elior, liderando el avance de la tecnomagia celestial, decidió que este mundo necesitaba ser reformado para servir mejor a los intereses de las Repúblicas Oligarcas Celestiales. Así, comenzaron a instalar nodos de tecnomagia en las principales ciudades Shemet, distribuyendo el Solaris como moneda oficial en los mercados y promoviendo la economía celestial. Los habitantes locales, aunque recelosos al principio, vieron en el Solaris una oportunidad para mejorar sus vidas, comerciando con productos que antes solo los celestiales podían ofrecer.
Sin embargo, con el crecimiento de las infraestructuras y la apertura de más portales, surgió un problema: el personal celestial era cada vez más escaso. A pesar de los refuerzos enviados desde el mundo celestial, los ángeles, serafines y querubines no eran suficientes para cubrir todos los puestos necesarios para gestionar la vasta red de portales, supervisar las nuevas ciudades y mantener el control sobre el flujo de recursos.
Fue entonces cuando Elior, o más bien Zakarius en su interior, tomó una decisión fría y calculada: comenzar a reclutar a los Shemet para que ocuparan las posiciones más simples y de menor importancia en la sociedad celestial. Aunque los Shemet no poseían la majestuosidad ni las habilidades innatas de los celestiales, podían ser útiles en trabajos como sirvientes, agricultores, guardias de segunda línea, e incluso en las tareas más básicas de mantenimiento en los nodos tecnomágicos.
Kael, que supervisaba esta expansión desde la fortaleza, no mostró objeciones. Aunque los Shemet habían demostrado ser resistentes y astutos en su propio entorno, para los celestiales seguían siendo seres inferiores. No poseían alas, halos ni el brillo de la pureza celestial. Los ángeles y serafines veían en ellos simples herramientas para mantener el dominio de las Repúblicas Oligarcas sobre este nuevo mundo.
Los Shemet fueron posicionados en roles secundarios dentro de la nueva sociedad. Se les ofrecieron pequeños beneficios a cambio de su lealtad, como acceso limitado a la tecnomagia y protección frente a las amenazas externas, pero su estatus siempre quedó claro: no eran iguales a los celestiales. Sus ciudades, aunque prósperas bajo la sombra de las torres celestiales, ahora operaban al servicio de la expansión del imperio celestial.
Los Shemet, por su parte, aceptaron su nuevo lugar en la jerarquía. Algunos lo hicieron por necesidad, otros por miedo, y unos pocos por la promesa de estabilidad que ofrecía la presencia celestial. Sin embargo, en el fondo, empezaron a crecer murmullos entre las filas Shemet. No todos estaban conformes con este destino. Aunque veían en los celestiales a seres poderosos, también comenzaban a notar la arrogancia con la que los trataban.
Mientras tanto, Elior —o mejor dicho, Zakarius— observaba el desarrollo de los acontecimientos con indiferencia. Para él, la expansión y la subyugación de los Shemet no eran más que un paso lógico en la consolidación de su control sobre este mundo. Pero en el fondo, la chispa residual de Elior comenzaba a hacer preguntas: ¿era esto lo que un héroe debía hacer? ¿Era justo subyugar a un pueblo entero para sus propios fines?
Pero Zakarius no era alguien que se dejaría detener por dudas morales. Su meta era clara: expandir el dominio celestial, descubrir los secretos de los portales y preparar su propio futuro. La creciente influencia de los celestiales era solo el principio de una campaña que se extendería mucho más allá de este desierto.
Sin embargo, mientras los Shemet trabajaban y los celestiales prosperaban, algo oscuro y silencioso comenzaba a gestarse en las sombras. Los portales, cada vez más misteriosos, parecían guardar secretos que los mismos celestiales aún no comprendían. Y aunque la amenaza de los nigromantes parecía haber sido erradicada, Elior —o más bien, Zakarius— sabía que el verdadero peligro aún no se había revelado.
La pregunta que se cernía sobre todos era: ¿qué precio estaban dispuestos a pagar por el control absoluto de estos mundos desconocidos?
Con Elior ocupado explorando los portales y aventurándose más allá del desierto, Kael y Myrta tomaron el control directo sobre la expansión de las Repúblicas Oligarcas Celestiales en este nuevo mundo. A pesar de la ausencia del héroe que había dado la victoria inicial sobre los nigromantes, las decisiones prácticas de gestión recaían ahora en estos dos oligarcas, ambos con una visión pragmática y ambiciosa sobre cómo consolidar su poder.
Kael, encargado de la estrategia militar y la defensa, se dio cuenta rápidamente de que, aunque los celestiales poseían una fuerza aplastante, su número era limitado. La extensa red de portales descubierta por Elior requería un control más estricto, con fuerzas estacionadas en cada uno para evitar posibles emboscadas y asegurar el dominio territorial. Sin embargo, el personal celestial no era suficiente para mantener todos los puntos estratégicos bajo control.
Fue Myrta, la líder económica y comerciante por excelencia, quien vio la solución. Los Shemet, los nativos del desierto, aunque primitivos en comparación con los celestiales, podían ser aprovechados. Myrta comprendió que, con la tecnomagia celestial y el Solaris como moneda, estos habitantes podían integrarse en la maquinaria celestial como mano de obra y fuerza auxiliar.
"Son resistentes, conocen este mundo mejor que nosotros, y con la promesa de protección, aceptarán su lugar bajo nuestro mando", dijo Myrta en una reunión con Kael.
Kael, quien había sido testigo de la utilidad de los Shemet en la fortaleza, asintió. Aunque desconfiaba de depender demasiado de una raza sin el poder celestial, sabía que no tenían otra opción si querían mantener su dominio a largo plazo.
Así, ambos comenzaron a establecer una estructura que integrara a los Shemet en la sociedad celestial, pero siempre en posiciones subordinadas. Kael reclutó a varios de ellos como guardias y centinelas en los portales, asignándoles tareas de vigilancia básica y labores logísticas. Con la ayuda de los Shemet, los celestiales podían destinar sus propios soldados a tareas más estratégicas, asegurando que su élite permaneciera en las posiciones más críticas.
Por otro lado, Myrta promovió el uso del Solaris en los mercados locales. Con acceso a bienes que los Shemet jamás habían soñado, como alimentos procesados, armas tecnomágicas y objetos de lujo traídos del mundo celestial, los habitantes del desierto comenzaron a depender cada vez más de los celestiales. Myrta era consciente del poder de la economía: cuanto más dependieran los Shemet del comercio celestial, más fácil sería controlar sus recursos y sus voluntades.
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Los Shemet, por su parte, aceptaron las ofertas celestiales. A cambio de sus servicios como agricultores, comerciantes y artesanos, se les permitía acceder a la tecnomagia celestial y utilizar el Solaris en sus transacciones diarias. Sin embargo, Myrta se aseguró de que siempre hubiera una jerarquía clara: los Shemet nunca serían iguales a los celestiales. Su acceso a la tecnomagia estaba limitado, y aunque podían comerciar con Solaris, nunca alcanzaban los niveles de poder o influencia de los ángeles, serafines o querubines.
A medida que la influencia celestial se expandía, Kael supervisaba la construcción de nuevas fortalezas alrededor de los principales portales. Cada fortaleza estaba equipada con un nodo tecnomágico que permitía la comunicación directa con la fortaleza del portal, donde se controlaban las operaciones globales de las Repúblicas Oligarcas en este nuevo mundo. Kael también fortaleció las defensas de estas instalaciones, sabiendo que, aunque los nigromantes habían sido derrotados en gran parte, otras amenazas desconocidas podrían estar al acecho en los múltiples mundos conectados por los portales.
Entre tanto, Myrta trabajaba para asegurar que los Shemet se convirtieran en la columna vertebral económica de esta nueva expansión. Aunque eran tratados como una raza inferior, la comerciante les proporcionaba suficiente incentivo para mantener su lealtad. "Que piensen que son útiles", solía decir Myrta a sus asesores. "Así, nunca intentarán rebelarse."
Mientras Kael y Myrta consolidaban su control sobre el mundo desértico, sabían que el éxito de su empresa dependía de mantener el equilibrio entre la fuerza militar y la dominación económica. Para Kael, cada fortaleza que se levantaba era un testamento a la creciente influencia de las Repúblicas Oligarcas Celestiales. Para Myrta, cada mercado que adoptaba el Solaris significaba más poder en las manos de su nación.
Y aunque Elior estaba lejos, explorando los confines de los portales, Kael y Myrta sabían que tarde o temprano necesitarían su presencia para enfrentarse a los retos que se avecinaban. Por ahora, la expansión continuaba, pero las preguntas sobre el verdadero propósito de estos portales aún persistían.
Elior seguía siendo el héroe ausente, mientras los oligarcas, en su pragmatismo, moldeaban un imperio bajo la luz de la tecnomagia.
Elior se encontraba ahora en uno de los entornos más desafiantes hasta el momento: un vasto mundo subterráneo, donde las ruinas de una civilización olvidada se extendían más allá de lo visible. El aire era denso, cargado de una humedad opresiva y una oscuridad impenetrable, a pesar de las luces tecnomágicas de su coloso, El Invictus. Su guardia personal, aunque entrenada bajo su rigurosa supervisión, mostraba signos de incomodidad, no tanto por las condiciones del terreno, sino por algo más profundo, algo que resonaba en el ambiente.
Elior había decidido concentrar sus esfuerzos en este mundo subterráneo después de múltiples expediciones a los portales más hostiles. A través del nodo tecnomágico de comunicación, envió un mensaje a Kael, expresando la necesidad de adaptar mejor los colosos para climas extremos como los del mundo volcánico y el helado. Sin embargo, hasta que eso fuera posible, consideraba que explorar este lugar subterráneo era su mejor opción.
"Kael, las condiciones aquí son sombrías, pero estables por ahora. Necesito refuerzos, además de suministros adicionales para asegurar la expedición. Vamos a establecer un campamento temporal mientras evaluamos lo que estas ruinas tienen que ofrecer. Las temperaturas y la falta de luz no son un problema inmediato, pero será esencial equipar a los colosos con tecnologías de adaptación más específicas si queremos ir más allá de este sitio."
La respuesta de Kael llegó con la misma frialdad militar a la que Elior estaba acostumbrado. "Los refuerzos estarán en camino en las próximas horas. Prepara el área para recibir una segunda oleada de tropas. Confío en que ya has explorado los puntos estratégicos."
Elior solo asintió en su coloso, transmitiendo a su guardia las instrucciones necesarias para preparar el terreno. Sin embargo, mientras avanzaban por las ruinas, algo inquietante comenzó a tomar forma en sus mentes. Ecos vagos, como murmullos distantes, resonaban en las paredes oscuras, pero ninguna fuente visible podía explicar esos sonidos. Al principio, pensaron que era el viento que soplaba a través de los pasajes destruidos, pero pronto las voces parecieron volverse más claras, más… persistentes.
"¿Lo escuchaste?" preguntó uno de los guardias, deteniéndose y mirando a su alrededor. El resto de los soldados asintió, claramente incómodos. No era la primera vez que exploraban terrenos inhóspitos, pero este lugar tenía algo distinto. Elior, sin embargo, no mostró ninguna emoción visible, aunque en su interior, Zakarius comenzaba a preguntarse si no había subestimado las fuerzas que podrían habitar este extraño mundo.
"Continúen. No permitiremos que simples ecos nos detengan," ordenó Elior en un tono firme. Pero incluso él podía sentir el peso de esas voces. Parecían arrastrarse desde lo más profundo de su mente, evocando recuerdos olvidados y sentimientos reprimidos.
Las ruinas, aunque arquitectónicamente impresionantes en algún momento, no parecían tener mucho que ofrecer. Edificios colapsados, templos antiguos llenos de escombros y lo que quedaba de una civilización que, claramente, había sucumbido a algún desastre hace mucho tiempo. Los ojos de Elior recorrían los alrededores, pero todo lo que encontraba era un vacío.
"Nada de valor aquí," murmuró para sí mismo. "Solo desolación." Sin embargo, mientras seguía adelante, esas voces persistentes no dejaban de acosarlo. A veces eran susurros, otras veces gritos lejanos, pero siempre estaban ahí, como una sombra en el borde de su conciencia.
La guardia, cada vez más inquieta, comenzó a murmurar entre ellos. Aunque habían entrenado bajo el liderazgo implacable de Elior, las voces empezaban a afectar su moral. "Esto no es normal," comentó uno de ellos. "Ni siquiera en las campañas más difíciles hemos enfrentado algo así."
Elior se detuvo un momento, observando a sus soldados con una mirada impasible. "Si alguno de ustedes se siente incapaz de continuar, puede quedarse en el campamento. Yo seguiré adelante," dijo, sabiendo que ninguno se atrevería a dejarlo solo.
Al caer la noche en este mundo subterráneo, el campamento provisional fue finalmente establecido. Las luces tecnomágicas crearon un brillo artificial en medio de la negrura, pero no disiparon la sensación de inquietud que se cernía sobre el equipo. Mientras se preparaban para la noche, Elior permaneció dentro del Invictus, reflexionando sobre los eventos del día.
A pesar de su aparente tranquilidad, las dudas de Zakarius comenzaron a aflorar una vez más. Las voces que escuchaba, aunque sin forma ni origen, evocaban recuerdos de su pasado. No el de Elior, sino el suyo propio, los años en que Zakarius había jugado con la nigromancia, buscando desafiar la muerte y la eternidad. ¿Era posible que estas ruinas guardaran algún vestigio de esa magia oscura? ¿O eran simplemente el eco de su propia culpa, resonando en el vacío?
Sea lo que fuera, Zakarius, oculto en el cuerpo de Elior, sabía que no podía retroceder. No todavía. "Sea lo que sea lo que habita este lugar," pensó para sí mismo, "lo encontraré. Y si está relacionado con mi pasado, lo enfrentaré."
Al día siguiente, cuando llegaron los refuerzos y los suministros solicitados, Elior estaba listo para continuar. Las voces seguían allí, persistentes y enigmáticas, pero no lo iban a detener. El Invictus se puso en marcha nuevamente, adentrándose aún más en las ruinas, mientras Kael observaba desde lejos, esperando los próximos informes.
Lo que no sabían era que, más allá de las ruinas, algo más profundo y antiguo los esperaba.
Elior avanzaba al frente, acompañado de su fiel guardia personal, mientras el miasma oscuro comenzaba a espesarse con cada paso que daban hacia el corazón de las ruinas subterráneas. A pesar de la creciente tensión en el ambiente, Elior—con la presencia de Zakarius oculta bajo su identidad—mantenía una calma fría e implacable. El poder corrupto que saturaba el aire no afectaba a los colosos, que habían sido adaptados para resistir este tipo de fuerzas. Además, la esencia celestial que irradiaba Elior purgaba cualquier vestigio de corrupción a su alrededor.
A medida que se adentraban, las voces que habían comenzado como tenues susurros ahora resonaban con mayor claridad. Eran casi inteligibles, pero no lo suficiente como para entender su mensaje. Mientras los miembros de su escolta sentían el creciente peso de esas misteriosas voces, Elior—o mejor dicho, Zakarius—las ignoraba. Para él, eran meros ecos de una energía oscura a la que ya estaba acostumbrado. Nada de esto le resultaba verdaderamente inquietante.
"Capitán," dijo uno de los guardias con voz tensa, "estas voces no son normales. Siento que vienen de todas partes... y que algo nos está observando."
Elior giró lentamente la cabeza, sus ojos brillando con indiferencia. "Son solo fantasmas del pasado, ilusiones provocadas por el miasma. No te distraigas de nuestra misión."
El guardia asintió, aunque seguía visiblemente inquieto. La guardia personal de Elior, aunque valientes y disciplinados, empezaba a sucumbir a la paranoia causada por las voces que se intensificaban. A medida que continuaban su marcha por las ruinas, la atmósfera se volvía más sofocante y las ruinas, más desoladas.
De repente, Elior hizo una señal para detenerse. A lo lejos, algo se movía entre las sombras, más allá del miasma. Su mirada se afiló, y Zakarius dentro de él pudo percibir que se trataba de una emboscada inminente. "Prepárense," dijo con voz firme. "Nos están esperando."
No pasó mucho tiempo antes de que se desatara el caos. Desde las profundidades de las ruinas, varias criaturas esqueléticas, portando armas rudimentarias y envueltas en la misma niebla nigromántica, comenzaron a emerger. Eran vestigios de las fuerzas que alguna vez habitaron este lugar, ahora despertadas por la presencia de los celestiales.
Elior no dio ninguna orden inmediata; no era necesario. Con un simple movimiento de su mano, sus guardias se dispusieron en formación, sus colosos rugiendo con poder mientras se preparaban para la batalla. Aunque estas criaturas no eran rivales dignos, el combate estalló con violencia. Las espadas de los colosos cortaban con facilidad a las abominaciones, mientras que Elior permanecía en el centro, observando con cierto desinterés.
"No son más que restos olvidados," murmuró para sí mismo. Había venido buscando un desafío, pero hasta el momento solo se había encontrado con enemigos débiles y sin propósito. Las fuerzas nigrománticas que habían despertado eran apenas una sombra de lo que Elior—o mejor dicho, Zakarius—había enfrentado en el pasado.
Sin embargo, las voces seguían resonando, ahora con una intensidad mayor. A pesar de haber destruido a las criaturas, el entorno no se calmaba. Elior, con su conexión tecnomágica, contactó a sus refuerzos para transmitir el estado de la expedición.
"Kael," transmitió Elior con voz firme, "hemos encontrado resistencia, pero es insignificante. Sin embargo, algo en estas ruinas... algo nos está observando, pero no puedo definirlo aún. Voy a continuar avanzando. Solicito más refuerzos y suministros. El miasma está empeorando, pero no será un problema con las adaptaciones de los colosos."
Kael, que había estado escuchando con atención, respondió casi de inmediato. "Elior, ten cuidado. Las fuerzas que habitan en esas ruinas son impredecibles. Aunque no parezcan una amenaza inmediata, no subestimes el entorno. Te enviaré más recursos cuanto antes."
"Entendido," fue la fría respuesta de Elior antes de cortar la comunicación.
La marcha continuó, pero a medida que avanzaban más profundamente en las ruinas, las voces que resonaban en las cabezas de los guardias se volvieron insoportables para algunos de ellos. A pesar de la resistencia que presentaban, los soldados no pudieron evitar sentir que algo estaba mal.
Finalmente, llegaron a una enorme cámara subterránea, donde las paredes estaban cubiertas de símbolos antiguos y extrañas inscripciones. No había nada particularmente mágico o significativo en ellas, pero el lugar desprendía una sensación de antigüedad. Parecía ser el corazón de las ruinas.
"Instalen el campamento aquí," ordenó Elior, señalando el lugar. "Permaneceremos en este lugar por ahora. Necesitamos analizar el terreno y preparar un informe más detallado antes de continuar explorando. No quiero más sorpresas."
Mientras sus guardias comenzaban a instalar el campamento, las voces parecieron disminuir, aunque no desaparecieron por completo. Elior se mantuvo vigilante, sabiendo que, aunque las criaturas no eran un verdadero desafío, el peligro real aún no se había manifestado.
En su interior, Zakarius reflexionaba. El miasma, las voces, las criaturas... todos eran vestigios de la misma fuerza oscura que él había intentado controlar en el pasado. Pero ahora, en este nuevo cuerpo, con todo el poder que había deseado, sentía que algo más grande acechaba en esas ruinas, algo que aún no había despertado del todo.
y esa idea lo emocionaba…