Zakarius, observando desde las sombras, había escuchado los rumores de la llegada de Elior. La presencia de un querubín de tanto prestigio en la academia le intrigaba. Sabía que los querubines poseían un poder puro, casi incomprensible para el resto de los celestiales. Pero, más allá de eso, percibió algo más: una oportunidad.
A través de sus proyecciones, Zakarius comenzó a seguir a Elior en silencio, observando cómo el joven querubín interactuaba con los líderes de la academia y con los reclutas. A pesar de su juventud, Elior hablaba con una seguridad poco común en los querubines, lo que indicaba su crianza entre la élite. Sin embargo, había algo en él, un matiz de inquietud, quizás el peso de la expectativa que recaía sobre él por ser hijo de un oligarca.
Zakarius sabía que debía proceder con cautela. Invadir los sueños de un querubín tan importante podría ser extremadamente arriesgado, pero también podría proporcionarle un peón de incalculable valor. Si lograba manipular a Elior, tendría acceso a las Repúblicas Oligarcas Celestiales, su influencia y, más importante aún, su vasto conocimiento científico.
Una noche, Zakarius decidió arriesgarse. Esperó hasta que Elior estuviera profundamente dormido en los aposentos especiales que le habían sido asignados dentro de la academia. A través de su proyección, Zakarius se adentró en los sueños del querubín.
El sueño de Elior era distinto a los de los otros reclutas. En lugar de las habituales imágenes de batallas y entrenamiento, Elior soñaba con el futuro: vastas ciudades cubiertas de cristal y metal, un cielo iluminado no por la luz divina, sino por ingeniosas estructuras construidas por la mano del hombre. En su sueño, Elior caminaba entre científicos y oligarcas, discutiendo grandes avances tecnológicos que podrían cambiar el destino de las Repúblicas y de Eternal.
Zakarius observó en silencio. Aunque Elior era joven, ya tenía una mente brillante, llena de ambiciones. Sus sueños revelaban una visión de progreso y control, pero también mostraban sus dudas. El joven querubín temía no estar a la altura de las expectativas de su padre y las Repúblicas. Ese temor era algo que Zakarius podía aprovechar.
Con una sutil intervención, Zakarius apareció en el sueño, no como una figura imponente o autoritaria, sino como una presencia en las sombras. Susurró palabras suaves al oído de Elior mientras el querubín caminaba entre sus visiones del futuro.
"No temas al fracaso... el verdadero poder no se encuentra solo en el avance científico, sino en lo que los demás no ven. En lo que está oculto... en lo que puedes controlar desde las sombras."
Elior no respondió en el sueño, pero Zakarius pudo sentir cómo las palabras se filtraban en su subconsciente. No debía apresurarse, pero ya había sembrado la duda. Si podía influir en Elior, entonces este querubín podría convertirse en uno de sus más valiosos aliados.
A medida que los días pasaban, Zakarius continuaba observando a Elior. El joven querubín parecía no recordar del todo las palabras susurradas en sus sueños, pero Zakarius podía notar pequeños cambios en su comportamiento. Había algo en la mirada de Elior, una sutil inquietud, una chispa de curiosidad que no estaba allí antes.
Sabía que no podía actuar demasiado rápido. Elior era más complejo que los reclutas jóvenes que había manipulado antes. Su mente era aguda, y cualquier intervención demasiado evidente podría hacer que sospechara. Pero la oportunidad que representaba era demasiado tentadora para ignorarla.
Zakarius decidió que, por ahora, debía ser paciente. Elior era solo el primer paso hacia algo mucho más grande. Si lograba atraerlo hacia su causa, podría tener acceso a los avances científicos de las Repúblicas Oligarcas Celestiales, una ventaja que podría usar en su plan para resurgir y recuperar el poder que alguna vez tuvo. La guerra contra los nigromantes aún no había terminado, pero si jugaba bien sus cartas, Zakarius podría inclinar la balanza a su favor desde las sombras.
Zakarius, atrapado en la oscuridad de la filacteria, sentía cómo la sombra de su antigua ambición comenzaba a tomar forma de nuevo. Aunque su parte maligna le susurraba constantemente que debía destruir a los celestiales desde dentro, había algo más que lo mantenía inquieto: sus antiguos anhelos.
A lo largo de su larga vida como ángel, siempre había envidiado la vida de los querubines. La juventud eterna, la despreocupación, la libertad de vivir sin el peso del deber. Y ahora, Elior, el joven querubín, representaba todo lo que Zakarius había deseado pero nunca pudo tener.
"¿Por qué destruir cuando puedo reemplazar?", se preguntó a sí mismo. Vivir de nuevo en el cuerpo de un querubín, joven y poderoso, le permitiría escapar de la prisión de su filacteria. Ya no sería un espectro atrapado en el limbo, sino un ser vivo de nuevo, con el potencial de moldear el destino a su voluntad.
Fue entonces cuando su plan comenzó a tomar forma.
Zakarius sabía que reemplazar la conciencia de Elior no sería fácil. El querubín estaba protegido por su linaje y su naturaleza pura, pero Zakarius tenía algo a su favor: la conexión ya establecida en los sueños de Elior. A través de esa conexión, podría adentrarse más profundamente en la mente del querubín y, con el tiempo, intentar reemplazar su conciencia por la suya.
Cada noche, Zakarius penetraba más en los sueños de Elior, empujando los límites de su influencia. Al principio, solo plantaba pequeñas dudas, pero a medida que ganaba más control, comenzó a insertar fragmentos de sí mismo. Introdujo recuerdos falsos, haciéndole creer a Elior que siempre había tenido una segunda voz en su mente, una voz que le susurraba consejos y advertencias. Esa voz, por supuesto, era la de Zakarius, infiltrándose cada vez más en los pensamientos del querubín.
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"Tu vida puede ser mucho más de lo que te han dicho," susurraba Zakarius en los sueños de Elior. "Puedes ser más que un simple heredero... puedes ser eterno."
Mientras Zakarius trabajaba en la mente de Elior, no olvidaba el ejército de seguidores que había comenzado a formar entre los reclutas más jóvenes de la academia. Sabía que si su plan fracasaba o si alguien comenzaba a sospechar, necesitaría actuar rápidamente. No podía permitirse ser descubierto en su estado actual, aún débil y atrapado en la filacteria.
Así que, en las noches, además de invadir los sueños de Elior, también visitaba a sus seguidores. Los envolvía en sueños de gloria y poder, alimentando sus deseos más oscuros. Les susurraba que la academia los estaba engañando, que los serafines y ángeles superiores no eran dignos de su lealtad. Poco a poco, los fue preparando para el momento en que necesitaría desatar el caos en la academia.
Zakarius sabía que no podía actuar demasiado pronto. Necesitaba que el control sobre Elior fuera completo antes de dar el siguiente paso. Pero si la situación lo requería, no dudaría en usar a sus seguidores para iniciar una revuelta dentro de la academia, debilitando a las fuerzas celestiales desde adentro.
Con cada día que pasaba, Zakarius se acercaba más a su objetivo. Elior, aunque todavía no lo sabía, estaba siendo invadido poco a poco. La voz de Zakarius se había convertido en algo familiar para él, una presencia constante en sus pensamientos. El querubín había comenzado a cuestionar la autoridad de sus maestros y el destino que se le había trazado.
Zakarius sabía que no podía apresurarse. Si trataba de tomar el control demasiado rápido, Elior podría resistirse. Pero también sabía que el tiempo no estaba de su lado. La academia era un lugar lleno de secretos, y no podía permitirse ser descubierto antes de completar su plan.
"Pronto...", se decía a sí mismo mientras observaba a Elior dormir en la oscuridad de la noche. "Pronto seré libre."
Y si no lo lograba, no dudaría en provocar una revuelta, en desatar el caos entre sus seguidores y tomar lo que le pertenecía por derecho. Pero su primer deseo, el que había despertado desde lo más profundo de su ser, no era destruir. Era volver a vivir, sentir, experimentar la libertad de una nueva vida, aunque fuera robada.
Zakarius sabía que el momento había llegado. Cada noche había profundizado más en la mente de Elior, estableciendo su presencia, debilitando la resistencia del querubín. Pero esta noche, sería diferente. Esta noche, tomaría control completo.
En el silencio de la madrugada, mientras Elior dormía en su habitación, Zakarius se adentró en su mente por última vez. Esta vez, no planeaba ser solo una sombra susurrante; esta vez, planeaba apoderarse por completo de la conciencia del joven querubín.
Al entrar en los sueños de Elior, Zakarius sintió una oleada de resistencia pura y feroz, una presencia que era más que simplemente una barrera mental. Era la esencia de Elior, quien, aunque inconsciente, percibió la intrusión y respondió con toda la fuerza de su espíritu.
Elior: "¿Quién eres…? ¿Por qué siento esta oscuridad en mi mente?"
Zakarius: "No temas, joven querubín. Solo soy una voz… una guía que te llevará a un destino más grande de lo que tus mentores te han enseñado."
Elior intentó expulsar aquella sombra con una explosión de luz interior, pero Zakarius un pseudo liche sobrepasaba totalmente a Elior asi avanzo, proyectando imágenes de grandeza, dominio y poder en su mente.
Zakarius: "Tienes potencial, Elior. Tu lugar no es en las sombras de las Republicas oligarcas o la Sacrosanta Iglesia. Puedes trascender. Puedes ser inmortal."
Elior: "¡No! Mi lugar es junto a mi padre Auron!… junto a los que traen luz e innovacion al mundo. ¡Tú no eres parte de ese propósito!"
Zakarius sintió cómo las palabras de Elior lo repelían, pero sus ansias de control eran mayores. A medida que avanzaba, la sombra de Zakarius comenzaba a envolver la conciencia de Elior, intentando sofocar aquella esencia de luz. Pero el querubín era fuerte, mucho más de lo que Zakarius había anticipado.
Zakarius: "Tu vida, joven Elior, solo será plena si dejas que alguien con experiencia te guíe. Déjame ser tu guía… o simplemente ser tú."
Elior: "¡Jamás! Yo soy Elior, hijo de Auron oligarca de las Repúblicas Celestiales. ¡No cederé ante un ente oscuro como tú!"
Aquel destello de resistencia final fue suficiente para darle un respiro a Elior, quien usó un último recurso: un hechizo mental que dispersaría sus recuerdos mientras guardaba su ser en lo mas recondito esperando y reuniendo fuerzas para reclamar su vida si fuera posible, solo dirigio un ultimo pensamiento cargado de pesar de que quiza no volveria a ver a su querido padre su modelo a seguir, nunca deberia haber venido a un lugar como este ni la academia era segura.
Mientras Zakarius, alarmado, intentó detenerlo, pero fue demasiado tarde. La mente de Elior se desvaneció en un remolino de confusión, y Zakarius sintió cómo se apagaba, borrando cada rastro de sus memorias.
Zakarius abrió los ojos. La luz del amanecer se filtraba por las ventanas de la habitación de Elior. Todo parecía normal, pero algo estaba terriblemente mal. Se levantó del lecho, sintiendo el cuerpo ligero y juvenil del querubín. Era el cuerpo que siempre había deseado, lleno de vitalidad y pureza. Sin embargo, cuando intentó recordar por qué estaba allí, o qué había sucedido, su mente estaba en blanco.
"¿Quién soy?", pensó Zakarius, pero no pudo encontrar una respuesta. No podía recordar su pasado como ángel, su caída ni sus planes. Todo lo que sabía era que había algo diferente en él, algo que no encajaba. El cuerpo era de un querubín, pero su mente… su mente era la de alguien completamente diferente.
Intentó comportarse como Elior, pero todo parecía forzado. No sabía cómo moverse con la gracia infantil de un querubín, ni cómo interactuar con los demás de su especie. Su mente estaba llena de la experiencia y el juicio de un ángel caído, pero su apariencia seguía siendo la de un niño querubín, lo que provocaba miradas curiosas de aquellos a su alrededor.
A medida que Zakarius se movía por la academia en el cuerpo de Elior, no pasó mucho tiempo antes de que los demás comenzaran a notar que algo estaba mal. Elior siempre había sido una figura importante, no solo por su linaje, sino también por su carácter carismático y vivaz. Ahora, sin embargo, había algo en su comportamiento que resultaba extraño.
Los otros querubines lo observaban con curiosidad. Aunque solían ser caprichosos y extravagantes por naturaleza, Elior siempre había sido elocuente y seguro de sí mismo. Pero ahora, había una torpeza en sus movimientos, una frialdad en su mirada que no correspondía con la naturaleza despreocupada de un querubín.
"Debe de estar pasando por una fase," decían algunos, encogiéndose de hombros. Los querubines eran conocidos por su imprevisibilidad, y nadie en la academia, ni siquiera los ángeles de alto rango, sospechaba lo que realmente había sucedido. La importancia de Elior como el hijo de uno de los tres oligarcas de las Repúblicas Oligarcas Celestiales hacía que su comportamiento inusual se atribuyera a su estatus, y nadie osaba cuestionarlo abiertamente.