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17 Hacia lo Desconocido

La fiesta continuaba, aunque la tensión se sentía en el aire. Elior, de pie en el centro del salón, levantó su copa, atrayendo la atención de todos los presentes. Con una sonrisa sarcástica, y sin importarle las miradas preocupadas, anunció con tono despreocupado:

—No permitiré que mi cumpleaños se arruine por disputas familiares. Así que, brindemos por lo que realmente importa. En unos días, estaré de vuelta en el frente, explorando la vasta red de portales. Quizás cuando regrese, mi padre finalmente entienda mis logros y me reciba con el orgullo que tanto ansía —dijo, su voz cargada de un sarcasmo que resonó en todo el salón.

Los invitados rieron nerviosamente, sin saber cómo reaccionar. Para muchos, Elior había sido el héroe que había salvado al mundo celestial, y su tono irreverente era visto como una manifestación de confianza y audacia. Pero para aquellos que lo conocían más de cerca, había algo inquietante en sus palabras. Sin embargo, ninguno se atrevió a cuestionarlo. Al fin y al cabo, Elior el Imparable se había ganado ese título por su implacable determinación y sus logros.

Auron, en cambio, permaneció inmóvil. Aunque su rostro mantenía una máscara de indiferencia, en su interior algo se había roto. Los murmullos se extendían rápidamente por la fiesta: ¿Acaso Auron no era capaz de ver el éxito y la grandeza de su propio hijo? ¿Cómo podía no estar orgulloso del héroe que todos admiraban?

La opinión pública comenzó a virar en contra de Auron. Algunos susurraban que tal vez no era el padre adecuado para alguien tan grandioso como Elior. Otros lo consideraban incapaz de reconocer la magnitud de los logros de su hijo, y eso empezó a afectar su imagen como uno de los oligarcas más importantes de las Repúblicas Celestiales.

Elior, satisfecho con el efecto de sus palabras, se retiró de la multitud para disfrutar en privado el resto de la velada. Mientras tanto, Auron se retiró a un rincón del salón, donde permaneció sentado, solo. En su mano sostenía una pequeña figura de cristal: un recuerdo de cuando Elior era apenas un niño, mucho antes de convertirse en el héroe que todos ahora veneraban.

Auron miraba fijamente la figurita, girándola entre sus dedos. Recordaba cómo solían jugar juntos, antes de que el destino los separara emocionalmente. "¿Cuándo fue que todo cambió?", se preguntaba, mientras una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla. Los recuerdos de su pequeño querubín feliz se desvanecían con cada día que pasaba, y el ser que ahora veía frente a él ya no parecía el mismo.

Sabía que algo oscuro había sucedido. Auron no podía ignorar la sensación de que su hijo, el querubín alegre y lleno de vida que había criado, se había perdido en algún lugar entre las sombras de los acontecimientos. "¿Quién eres realmente?", se preguntaba una y otra vez, mientras las dudas y el dolor lo consumían.

Los festejos continuaban, ajenos al sufrimiento de Auron, quien permanecía en silencio, observando cómo su hijo se alejaba cada vez más de la figura que él había conocido. Y aunque el público lo juzgaba severamente, Auron no podía dejar de pensar que quizás era el único que aún recordaba quién había sido realmente Elior.

Mientras la música seguía sonando, Auron se levantó lentamente, con la figurita aún en la mano. Se retiró de la fiesta en silencio, dejando a su hijo, o más bien a la figura que ahora llevaba su nombre, en medio de un ambiente festivo que para él ya no tenía ningún sentido.

El sol celestial brillaba con intensidad, reflejándose en las alas de los querubines que iban y venían por la vasta fortaleza. En el centro de todo aquel ajetreo, Elior supervisaba personalmente los preparativos para su próximo viaje a bordo del Invictus, su imponente coloso tecnomágico.

Diversas mejoras estaban siendo implementadas en el Invictus para resistir climas extremos. Equipos de ingeniería trabajaban sin descanso, instalando refuerzos y ajustando los sistemas de energía. Las tierras heladas, los mundos volcánicos y cualquier otro paisaje hostil que pudiera encontrarse serían ahora mucho más accesibles. Para Elior, no había tiempo que perder; cada ajuste debía ser perfecto. No podía permitirse fallos, no en su misión.

Su guardia personal, que había estado presente en la fastuosa fiesta de cumpleaños, lo acompañaba en cada paso del proceso. Aunque sabían de las tensiones entre Elior y su padre, Auron, ninguno se atrevía a mencionar el tema. Después de todo, Elior había sido claro: su destino era suyo y nada, ni siquiera las dudas de su padre, lo detendría. Sin embargo, la mirada de varios guardias revelaba una mezcla de admiración y preocupación, al ver cómo su líder parecía tan seguro y decidido, y a la vez, tan distante.

Uno de los guardias, Caelus, observaba a Elior de cerca. Había sido testigo del enfrentamiento entre padre e hijo en la fiesta, y aunque admiraba a Elior profundamente, no podía dejar de notar la frialdad que había tomado su lugar desde aquel día. "¿Sigue siendo el mismo Elior que todos conocimos?", se preguntaba en silencio, mientras ajustaba los equipos en su armadura. Pero al igual que los demás, decidió no hablar del asunto.

Mientras los preparativos continuaban, los medios de comunicación del mundo celestial ya estaban centrados en la figura de Elior el Imparable. Los rumores sobre su decisión de partir una vez más hacia lo desconocido llenaban las publicaciones y programas de noticias. Los periodistas no paraban de hablar sobre el querubín que había desafiado todo límite y alcanzado la gloria. Algunos lo idolatraban, lo veían como el ejemplo de lo que todos debían aspirar a ser; otros, en cambio, comenzaban a dudar, murmurando sobre el precio que había pagado por convertirse en ese héroe.

Se hablaba cada vez más de lo "singular" que era Elior. Nunca antes un querubín había mostrado semejante indiferencia ante los placeres simples de la vida celestial, ni había asumido un rol tan implacable como guerrero. "Es un querubín fuera de lo común", decía una famosa reportera en una transmisión en vivo. "Algunos lo llaman un prodigio, otros una anomalía. Pero lo cierto es que Elior el Imparable no se parece a ninguno de los héroes que hayamos conocido".

Elior, desde su puesto de mando, observaba en silencio los preparativos finales. Los suministros estaban cargados, las mejoras técnicas del Invictus completadas, y su guardia personal lista para partir. Él sabía que los ojos de todos estaban puestos en él, no solo en sus seguidores leales, sino también en aquellos que comenzaban a cuestionar su naturaleza.

Mientras ajustaba las comunicaciones tecno-mágicas con los ingenieros, pensaba en las palabras de su padre durante la fiesta. Auron había insinuado que algo oscuro había sucedido en el ataque a la academia, que Elior había cambiado más allá de lo natural para un querubín. Pero para Zakarius, que habitaba en el cuerpo de Elior, todo aquello no era más que ruido. La vieja consciencia de Elior ya no existía, aunque Zakarius había aprendido a interpretar bien su papel. "Soy el héroe que necesitan", pensaba, "y lo seré hasta el final de sus días."

—Capitán Elior —dijo uno de los ingenieros, interrumpiendo sus pensamientos—, los preparativos están listos. Podemos partir cuando usted lo desee.

Elior asintió con determinación.

—Perfecto. Informen a todos los miembros de la tripulación y a mi guardia personal. Nos vamos.

El coloso Invictus se alzó imponente en la plataforma de despegue, listo para llevar a Elior y su equipo una vez más hacia lo desconocido. Mientras las puertas de la fortaleza se abrían, los cielos de Eternal se extendían ante ellos, llenos de oportunidades y desafíos aún por descubrir.

Y así, mientras los medios continuaban especulando sobre el futuro de Elior y el misterio de los portales, él partía hacia su próxima misión, decidido a descubrir los secretos que lo aguardaban al otro lado. Las preguntas sobre su verdadera identidad y los murmullos de duda quedaban atrás, aunque su sombra, Zakarius, no dejaría de acechar en cada decisión que tomaba, en cada paso que daba hacia lo desconocido.

La inmensa aeronave flotaba majestuosa en los cielos del mundo celestial, transportando los colosos a través del espacio y tiempo a través del portal. A bordo, Elior el Imparable, siempre en su fiel Invictus, observaba en silencio el paisaje etéreo que se desplegaba ante sus ojos. El viaje había sido rápido, como era de esperar, gracias a las gigantescas aeronaves que ahora facilitaban el transporte de los colosos por la vasta red de portales. Para Elior, sin embargo, el trayecto no era más que otro paso en su eterna misión, aunque esta vez tenía otro propósito en mente.

La aeronave aterrizó suavemente en la fortaleza de Kael, el imponente ángel que presidía aquel bastión. Los soldados se apresuraron a recibir a su legendario héroe, pero Elior no prestó atención a los saludos ni a las formalidades. Estaba aquí por algo más importante que las reverencias. Bajó del Invictus con su guardia personal a su lado, y fue conducido rápidamente a una sala de reuniones, donde Kael lo esperaba.

Kael era una figura imponente, incluso para los estándares de los ángeles. Su armadura, pulida y brillante, reflejaba la luz celestial, y su mirada siempre afilada se suavizó al ver a Elior. Para Kael, Elior no era solo un héroe legendario, sino también alguien por quien sentía una profunda conexión. Habían luchado juntos en innumerables batallas, y Kael siempre había visto en Elior algo más que simple grandeza. A pesar de ser un querubín, Elior poseía una madurez y un liderazgo que Kael admiraba profundamente, casi como si fuera su propio hijo.

—Elior, hijo mío —dijo Kael con una sonrisa, extendiendo los brazos para recibirlo—. Me alegra verte, aunque sospecho que no has venido solo a charlar.

Elior, con su habitual compostura, sonrió levemente mientras tomaba asiento frente a él.

—Kael, siempre es un placer estar aquí. —Elior se acomodó, su voz transmitiendo una mezcla de confianza y serenidad—. Aunque sí, hay algo de lo que me gustaría hablar.

Kael asintió, sabiendo que cuando Elior tenía algo en mente, generalmente era algo significativo. Pasaron unos minutos hablando sobre las experiencias recientes de Elior, evitando cuidadosamente los temas sensibles que Zakarius sabía que debían mantenerse ocultos. Habló de las incursiones en los portales, de las mejoras en los colosos y de las tensiones políticas en las Repúblicas Oligarcas. Pero Kael, con su experiencia, notó que había algo más. Algo que Elior estaba evitando decir.

Finalmente, Elior decidió abordar el tema que lo había traído aquí. No había forma de darle más rodeos.

—Kael... —empezó Elior, fijando su mirada en el ángel—. Hay algo que he estado pensando desde hace un tiempo. —Hizo una pausa, sopesando sus palabras—. Me preguntaba... si alguna vez consideraste la posibilidad de que yo... fuera adoptado por ti.

La sala quedó en silencio por un momento. Kael parpadeó, sorprendido por la propuesta. De todas las cosas que podría haber esperado, esta no estaba en su lista. Elior, la leyenda viviente, el querubín que había salvado incontables vidas, estaba sugiriendo algo profundamente personal. Kael se inclinó hacia adelante, tratando de medir la seriedad en los ojos de Elior.

—¿Adoptarte...? —preguntó Kael con incredulidad, aunque su tono seguía siendo cálido—. Pero Elior, tú ya eres un héroe, una figura tan respetada que no necesitarías...

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—Soy una leyenda, Kael, eso lo sé —interrumpió Elior, con una sonrisa amarga—. Pero más allá de la leyenda, sigo siendo joven, al menos para un querubín. Mi relación con mi padre, Auron... está rota. Apenas hablamos, y cuando lo hacemos, solo hay tensión. —Hizo una pausa, dejando que las palabras calaran hondo—. Tú siempre has sido una figura paterna para mí, alguien en quien confío plenamente. Y aunque soy consciente de lo que podría significar, me pregunto si alguna vez consideraste... adoptarme como tu hijo.

Kael quedó en silencio, procesando la propuesta. Miró a Elior a los ojos, buscando alguna señal de duda o inseguridad, pero todo lo que vio fue determinación y una ligera tristeza. Sabía que la relación entre Elior y Auron había estado en declive durante mucho tiempo, pero esto era algo más profundo. Era como si Elior estuviera buscando un nuevo lugar al que pertenecer, un ancla que lo mantuviera conectado con su identidad mientras navegaba en un mar de cambios y responsabilidades.

Kael tomó aire profundamente y habló con franqueza.

—Elior, para mí siempre has sido como un hijo, incluso si no lo hemos formalizado de esa manera. —Hizo una pausa, sopesando lo que implicaría tal decisión—. Pero si decido adoptar formalmente... a mi propio hijo frente a los demás, Auron podría interpretarlo como una traición. Ya sabes cómo es. Aunque dudo que lo aceptes, estoy seguro de que esto podría empeorar aún más las cosas entre ustedes.

Elior asintió. Sabía que lo que estaba proponiendo no sería fácil para nadie, mucho menos para Auron, que aún lidiaba con el dolor de haber perdido la cercanía con su hijo.

—Lo sé —respondió Elior, con una seriedad poco común en su rostro—. Pero Auron y yo... ya no somos los mismos. —Hizo una pausa, y Zakarius, oculto tras la máscara de Elior, disfrutaba de la ironía de la situación—. Lo que sea que haya entre nosotros, no se arreglará. Y sinceramente, prefiero que él lo acepte de alguna manera antes de que todo termine de derrumbarse.

Kael miró a Elior con ojos comprensivos. Sabía que esta decisión no se trataba solo de formalidades, sino de una necesidad más profunda de estabilidad, algo que Elior, a pesar de toda su grandeza, seguía buscando. Pero también sabía que cualquier decisión que tomara tendría consecuencias.

Finalmente, después de un largo silencio, Kael habló.

—Lo pensaré, Elior. Esta es una decisión que afectará a más de una vida, y quiero estar seguro de que es lo mejor para todos. Pero, sea cual sea el resultado, siempre estaré a tu lado.

Elior, satisfecho con esa respuesta, asintió.

—Eso es todo lo que necesito escuchar.

El resto de la conversación fue ligera y relajada, pero la propuesta de Elior flotaba en el aire. Kael, mientras tanto, no podía evitar pensar en lo que implicaría tal decisión: ¿Sería este el inicio de una nueva etapa para Elior? ¿O solo una manera de distanciarse aún más de Auron?

Ambos sabían que, al final, las decisiones que tomaran en ese momento no solo definirían su relación, sino también el destino de las Repúblicas y la lucha que se avecinaba.

El día en la fortaleza de Kael llegó a su fin. Después de su íntima conversación, Elior se despidió del gran oligarca con un apretón de manos firme, mirándolo con una expresión que mezclaba admiración y respeto.

—Kael, siempre has sido alguien en quien confío plenamente —dijo Elior con sinceridad, aunque Zakarius, oculto detrás de esa mirada, disfrutaba del doble sentido de sus palabras—. Aprecio mucho tu sabiduría y espero que, pase lo que pase, sigamos manteniendo esa confianza.

Kael sonrió, aunque su mente seguía debatiendo la posibilidad de adoptar a Elior y las implicaciones que tendría. Sabía que no sería una decisión fácil, pero por el momento, dejó ese pensamiento en pausa.

—Tú siempre serás bienvenido aquí, Elior. Sabes que puedes contar conmigo en cualquier situación —respondió Kael.

Con eso, Elior reunió a su guardia personal, aquellos que lo habían seguido fielmente en sus aventuras más recientes y que también habían asistido a su polémica fiesta de cumpleaños. La atmósfera en el grupo era tranquila, aunque la tensión entre Elior y su padre, Auron, todavía se sentía entre ellos. Sin embargo, decidieron no mencionar el tema, pues sabían que Elior no toleraba que hablaran de su relación familiar.

Una vez a bordo de la gigantesca aeronave, Elior se permitió un pequeño suspiro de satisfacción. Aunque había mostrado gratitud y respeto hacia Kael, en el fondo Zakarius sabía que este movimiento le otorgaba más libertad para ejecutar sus planes. Ahora, con Kael de su lado, Auron tendría mucho más difícil investigarlo. Si Setti, el espía serafín de Auron, intentara seguir espiándolo en las Repúblicas, siempre podría acudir a Kael, quien intercedería o al menos complicaría los intentos de vigilancia de su padre. Todo encajaba perfectamente en su maquiavélico juego.

La aeronave surcaba los cielos a gran velocidad, rumbo a su próximo destino: la fortaleza limítrofe del desierto, bajo el mando del capitán Angelus. Esta fortaleza, ubicada en una de las regiones más peligrosas y desoladas del mundo celestial, vigilaba las fronteras de los portales y servía como primera línea de defensa en caso de incursiones nigrománticas.

Elior, desde la cabina del Invictus, observaba el vasto desierto a medida que se acercaban. Angelus había sido uno de los oficiales más leales bajo el mando de Kael, y su relación con Elior siempre había sido buena. Aunque la figura del capitán no era tan destacada como la de Kael, Angelus era un estratega astuto y eficiente, algo que Elior había aprendido a valorar con el tiempo.

—Nos acercamos a la fortaleza de Angelus, mi señor —informó uno de los guardias, interrumpiendo los pensamientos de Elior.

—Perfecto —respondió Elior—. Necesito saber los últimos informes sobre los portales y sus actividades. Angelus siempre ha sido confiable en ese sentido.

La gran aeronave descendió suavemente en las inmediaciones de la fortaleza, levantando una nube de polvo del desierto. Elior bajó del Invictus junto a su guardia personal, siendo recibido por Angelus y su escuadrón de élite. Angelus, con su armadura brillante y su porte firme, se acercó a Elior con una sonrisa.

—Elior, qué honor tenerte aquí —dijo Angelus, inclinando la cabeza respetuosamente—. Espero que tu viaje haya sido cómodo.

—Tan cómodo como siempre —respondió Elior, estrechando la mano del capitán—. He venido a revisar el estado de los portales y asegurarme de que todo esté bajo control.

Angelus asintió y caminó junto a Elior hacia la sala de mando de la fortaleza.

—Los portales han estado tranquilos en su mayoría —explicó Angelus mientras caminaban—, pero hemos detectado algunas anomalías en los últimos días. Energías extrañas han comenzado a fluctuar, y aunque no hemos tenido incursiones directas, estamos manteniendo una vigilancia constante. Las defensas están en su lugar y la línea está bien protegida.

Elior escuchaba con atención, aunque parte de su mente estaba enfocada en otros asuntos. La calma en los portales le daba la oportunidad perfecta para continuar con sus propios planes, y Zakarius no podía evitar sentirse complacido. Sin embargo, mantenía su fachada como Elior el Imparable, el líder que todos admiraban.

—Me alegra escuchar eso, Angelus —respondió Elior—. Sabes que no puedo permitir que algo tan peligroso como los portales quede desprotegido. El mundo celestial ha sufrido demasiado como para bajar la guardia ahora.

Angelus asintió solemnemente.

—Por supuesto. Siempre estamos listos para lo que venga. Kael confía en mí, y no pienso decepcionarlo.

Elior sonrió, pero no pudo evitar pensar en la ironía de la situación. Con cada paso, cada palabra de confianza, Zakarius se acercaba más a sus verdaderos objetivos, mientras la máscara de Elior se mantenía intacta.

—Por ahora, parece que todo está en orden —dijo Elior, después de revisar los informes en la sala de mando—. Pero quiero que mantengas una vigilancia aún más estricta. Si algo cambia, quiero ser el primero en saberlo.

—Así será, Elior. Tienes mi palabra —respondió Angelus, con determinación en sus ojos.

Después de revisar las defensas y asegurarse de que todo estaba bajo control, Elior decidió pasar una última noche en la fortaleza antes de continuar su viaje. Angelus lo acompañó durante la cena, donde hablaron de sus antiguas campañas juntos, pero Elior, como siempre, evitó cualquier tema relacionado con su familia o sus problemas personales. Zakarius sabía cómo mantener a las personas a una distancia segura, mientras controlaba la narrativa de su propia historia.

Al día siguiente, Elior reunió a su guardia personal una vez más, listo para partir hacia su próximo destino. Los medios cubrían cada movimiento del querubín legendario, alabando su constante dedicación y su voluntad incansable de proteger a las Repúblicas Oligarcas Celestiales. Y mientras la opinión pública seguía maravillada por el heroísmo de Elior, Zakarius continuaba tejiendo sus oscuros planes en las sombras, sin que nadie lo notara.

El viaje continuaba, pero Elior sabía que la verdadera batalla estaba solo comenzando

Elior, al mando de su guardia personal, lideraba la formación de colosos mientras la gran aeronave los acercaba al portal que conectaba con el inhóspito mundo helado. Cada uno de los guerreros estaba preparado para lo que fuera, pero incluso el más veterano entre ellos no podía evitar sentir una creciente tensión a medida que se aproximaban a aquel paraje desolado.

La entrada al portal fue tan abrupta como siempre, una mezcla de sensaciones que distorsionaban la percepción del tiempo y el espacio. El chirrido metálico de los colosos resonaba mientras las gigantescas máquinas se adaptaban al gélido ambiente. Las mejoras tecnológicas realizadas en las Repúblicas Oligarcas Celestiales habían demostrado ser cruciales: los motores de los colosos, reforzados con reactivos alquímicos, seguían funcionando incluso en las extremas temperaturas.

Dentro de la cabina del Invictus, Elior ajustó los sistemas de navegación, observando el ambiente hostil que se desplegaba ante sus ojos. Todo era blanco, un paisaje de hielo infinito salpicado de imponentes icebergs que parecían salir de la nada. Aunque había atravesado múltiples portales a lo largo de su carrera, este lugar tenía algo diferente, algo que inquietaba incluso a Zakarius, escondido bajo la máscara del imparable querubín.

—Todos los sistemas operativos, listos —informó uno de los oficiales desde el coloso que marchaba al lado del Invictus.

—Mantengan la formación —ordenó Elior—. Aquí afuera, el menor error puede significar el fin.

El viento cortante y helado azotaba las enormes máquinas, cubriéndolas poco a poco de una capa de hielo. Los días se sucedían, uno tras otro, y las temperaturas seguían bajando. Salir de las cabinas sin las protecciones adecuadas significaría una muerte segura. No había otra opción más que avanzar. El tiempo en este mundo helado se sentía distorsionado, como si estuvieran atrapados en una burbuja de monotonía. Cada día que pasaba, la incertidumbre crecía.

El avance era lento, las enormes patas de los colosos dejaban profundas huellas en la nieve compacta mientras intentaban avanzar a través del interminable desierto blanco. La neblina, densa y espesa, envolvía todo a su alrededor, obligándolos a caminar casi en formación cerrada, tomados de las manos para no perderse. La sensación de aislamiento era palpable. A veces, la única señal de que no estaban completamente solos era el crujido del hielo bajo sus pies.

—Esto es un infierno blanco —comentó uno de los guardias por el comunicador, su voz amortiguada por el sonido del viento.

—No es el infierno, pero podría serlo —respondió Elior, su tono grave pero calmado—. Mantengan la calma, estamos cerca de los campos de hielo más grandes, debemos seguir adelante.

Los enormes icebergs se alzaban como gigantes dormidos a medida que avanzaban. La nevada era constante, a veces suave, otras acompañada de tormentas de granizo que golpeaban con furia las armaduras de los colosos. Pero más allá del clima, lo que más inquietaba a la tripulación era el silencio. Un silencio abrumador que parecía envolver todo el paisaje, un vacío tan profundo que Elior comenzaba a pensar que este mundo podía consumirlos por completo.

A pesar de las dificultades, Elior mantenía su atención al frente, buscando algún indicio, algún rastro de lo que realmente había venido a buscar en ese lugar tan remoto. Sabía que en algún rincón de este inhóspito paraje, yacían secretos antiguos, quizás respuestas a preguntas que aún no se había atrevido a formular. Y, en su interior, Zakarius sentía que este lugar ocultaba algo más, algo que quizás podría utilizar para sus propios fines.

El silencio persistente comenzaba a jugar con las mentes de los soldados. Algunos, tras días de marcha incesante, empezaron a murmurar sobre el desasosiego que les producía la falta de vida en el área. Ni siquiera los animales más resistentes del universo celestial se atrevían a habitar estas tierras.

—¿Qué se supone que estamos buscando? —preguntó uno de los soldados más jóvenes, su voz cargada de nerviosismo—. Aquí no hay nada... ni siquiera señales de vida.

Elior, desde su cabina, mantuvo la vista fija en el horizonte blanco. Sabía que los guardias estaban empezando a sentirse impotentes, pero no podía revelarles la verdad. La misión oficial era explorar, asegurarse de que no hubiera amenazas provenientes de este portal, pero en realidad, Zakarius estaba buscando algo más profundo, un rastro de poder que pudiera vincular con su propósito oculto.

—Hay más de lo que pueden ver, soldado —respondió Elior—. Lo que buscamos no siempre está a la vista.

Zakarius, más que nadie, sabía que los secretos de los portales a menudo se encontraban en los lugares más insospechados, y este frío desierto no sería la excepción. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaban en este vacío, más difícil le resultaba encontrar alguna pista, algún indicio de lo que estaba buscando.

Finalmente, después de días de incertidumbre, uno de los exploradores en la vanguardia informó sobre una estructura visible a lo lejos, apenas discernible entre la espesa neblina. Elior ajustó su visión a través del visor del Invictus y pudo ver lo que parecía una construcción enterrada en el hielo, solo unas pocas torres asomando entre la nieve.

—Eso es lo que estábamos buscando —dijo Elior para sí mismo, sintiendo cómo una chispa de emoción se encendía en su interior. Sin embargo, no compartió ese sentimiento con los demás. Su voz sonó fría y calculadora—. Prepárense para una investigación. Esto es solo el comienzo.