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19 La Fundación de Elinvictus

Zakarius, dentro del cuerpo de Elior, permanecía en silencio mientras absorbía el misterioso poder de las ruinas. Sentía cómo la energía fluyó a través de su ser, llevándolo más allá del presente, más allá del frío y del hielo. En su mente, se desplegaba una visión clara de lo que alguna vez fue este lugar.

Ante sus ojos, la vasta extensión helada dio paso a una civilización brillante, insular, cuyas costas cálidas y tropicales estaban salpicadas de ciudades bulliciosas. Los barcos navegaban por los mares, transportando riquezas exóticas de tierras lejanas. Aunque desde la perspectiva de Zakarius y su dominio sobre la tecnomagia, esta civilización parecía primitiva, no podía negar la sofisticación de su organización. Gobernados por un consejo republicano, los habitantes de este mundo vivían en una sociedad estructurada, donde el comercio y el conocimiento prosperaban. Había orden, había prosperidad.

Pero todo aquello terminó de forma abrupta. En su visión, Zakarius pudo ver cómo una semilla de nigromancia, sembrada por el sacrificio de un liche ancestral, penetró en los cimientos de aquella sociedad. El calor tropical dio paso a un frío implacable. Los días se volvieron oscuros, los mares se congelaron, y el mundo fue cubierto por un manto de hielo eterno. La civilización cayó en un silencio mortal, sus habitantes perecieron, y solo los espectros de lo que alguna vez fueron quedaron para vagar sin rumbo, prisioneros de su propio pasado.

La frialdad de esa historia no lo afectaba. De hecho, mientras observaba el colapso de esta sociedad, Zakarius sintió que sus propios objetivos estaban cada vez más claros. Había obtenido un conocimiento valioso, un poder antiguo y oscuro que lo acercaba más a su meta: la vida eterna. Si esta civilización había sido aniquilada por la misma fuente de poder que él anhelaba, no importaba. Estaba dispuesto a pagar cualquier precio, a hacer cualquier sacrificio, si eso significaba alcanzar sus objetivos.

"Si debo usar métodos despreciables para conseguir lo que quiero, lo haré sin dudarlo", pensó Zakarius, sintiendo la oscuridad envolverlo.

Los espíritus de los muertos seguían susurrando en el aire frío, pero ya no le importaban. Para él, no eran más que vestigios de una civilización condenada. Zakarius estaba por encima de ellos, sobreponiéndose a sus lamentos y a su historia trágica. Solo veía el poder, y estaba decidido a aprovecharlo.

Al desvanecerse la visión, Elior —o más bien Zakarius— se incorporó, volviendo su atención a su guardia personal. Los serafines aún excavaban, los ángeles mantenían el perímetro, y todos parecían ajenos a la revelación que su líder acababa de experimentar. Zakarius ocultaba su satisfacción, pero en el fondo sabía que había dado un paso más hacia su objetivo.

Mientras las ruinas permanecían semienterradas en el hielo, Zakarius sentía que pronto algo cambiaría en el rumbo de su misión. Los secretos que había desbloqueado, sumados a la energía que ahora fluía por su cuerpo, lo impulsaban hacia adelante. Su ambición por la inmortalidad ya no era solo un sueño lejano, sino una posibilidad tangible.

Con una orden firme, Elior indicó a su guardia que era hora de seguir adelante. Había más secretos por desenterrar, y Zakarius no pensaba detenerse hasta alcanzar lo que tanto anhelaba.

Zakarius, oculto tras la imponente figura de Elior, sostenía la filacteria con cuidado, sintiendo el poder latente de otro liche profundamente dormido. Sabía que lo que había encontrado era mucho más que un simple artefacto; era una llave, una fuente de poder antiguo que había permanecido en letargo por siglos. Tras evaluar el entorno y la situación, dio la orden de retirada a su guardia, justificando el movimiento con explicaciones plausibles y estratégicas. "Es hora de reagruparse y descansar antes de continuar la exploración", dijo, su tono tan firme como siempre.

Sin embargo, en su mente, Zakarius ya planeaba el siguiente paso. No era necesario eliminar a sus leales guerreros; aún le servían. Aunque podrían comenzar a sospechar, especialmente los serafines, manipular sus mentes era una solución mucho más efectiva. Distorsionaría la realidad a su favor, sembrando confusión y asegurándose de que ninguno de ellos pudiera recordar lo que realmente estaba sucediendo. Si bien podría matarlos para silenciarlos, lo consideraba un desperdicio innecesario, y no deseaba levantar sospechas que pudieran aumentar su ya creciente fama. No. Era mucho más útil conservarlos, al menos por ahora.

Mientras se dirigían hacia un área más segura para establecer el campamento, un extraño sonido comenzó a resonar en el aire gélido. El crujido del hielo, que hasta ahora había sido una constante tranquilizadora en este vasto mundo helado, comenzó a cambiar. No era solo el hielo que se rompía; era el hielo descongelándose, cediendo ante una fuerza que lo superaba. Chorros de agua brotaban desde grietas en el suelo, formando pequeños riachuelos que rápidamente se expandían. El hielo, que había cubierto este mundo por tanto tiempo, empezó a derretirse a una velocidad asombrosa.

Los colosos de Elior y su guardia observaban el fenómeno con asombro. Los sensores de sus máquinas alertaban sobre los cambios repentinos de temperatura y humedad, mientras la tundra se transformaba ante sus ojos. Las imponentes capas de hielo que habían cubierto el terreno comenzaron a desvanecerse, revelando lo que había permanecido oculto durante siglos. Bajo sus pies, el suelo pedregoso y desnudo emergía, y lo que más sorprendió a todos fue la ciudad que lentamente se revelaba.

Una vasta ciudad de piedra en ruinas se extendía ante ellos, cubierta por siglos de hielo y nieve, como si hubiera sido congelada en el tiempo. Edificios colapsados, plazas desiertas, y un aire de desolación impregnaban el ambiente. Los esqueletos de antiguos habitantes, quebrados y desmoronados, yacían dispersos por doquier, un testimonio silencioso de lo que alguna vez fue una civilización poderosa.

Pero para Zakarius, esto no era un escenario aterrador; era una confirmación de su poder. Sabía lo que había sucedido en este lugar. La filacteria que ahora poseía pertenecía a un liche tan poderoso que, en su último sacrificio, había absorbido toda la vitalidad de los seres de este mundo. Fue ese mismo sacrificio el que congeló el mundo, protegiendo el lugar y sellando su legado hasta el día de hoy.

"Todo esto...", pensó Zakarius, mientras observaba la ciudad desde su coloso, "es solo el principio". Su ambición por la vida eterna estaba cada vez más cerca de cumplirse. Ahora, con el poder del liche en sus manos, estaba listo para dar un paso más hacia su objetivo. Y aunque la ciudad revelada estaba desmoronada y vacía, Zakarius veía más allá del deterioro. Veía el potencial de lo que podría hacer con ese poder.

El silencio que siguió al deshielo era casi abrumador. Solo el murmullo de los riachuelos y el chasquido ocasional de la piedra rota interrumpían la quietud. Elior —o Zakarius— sabía que, tarde o temprano, la verdadera batalla comenzaría. Pero por ahora, el despertar de este mundo solo significaba una cosa: su plan estaba avanzando, y nadie, ni siquiera los espectros de este antiguo lugar, podría detenerlo.

Antes de que la expedición continuara y mientras sus guardias se preparaban para acampar dentro de los imponentes colosos, Zakarius tomó un momento para organizar sus pensamientos. Sabía que manipular las mentes de sus compañeros sería un paso crucial, pero antes de eso, había que consolidar su posición. Los colosos, más que simples máquinas de guerra, estaban diseñados para ser autosuficientes. Cada uno tenía en su interior el equivalente a una pequeña casa, un refugio equipado con todas las comodidades necesarias para sus tripulantes. A través de conexiones tecnomágicas, podían unirse entre sí, formando una estructura aún más grande y protegida, lo que permitía a la expedición mantenerse segura mientras descansaban.

Zakarius, siempre pensando varios pasos adelante, decidió que era el momento perfecto para contactar con Angelus, al otro lado del portal. Sabía que debía mantener las apariencias y continuar cultivando la imagen de Elior, el imparable héroe de las Repúblicas Oligarcas Celestiales. Se dirigió al nodo de transmisión en el interior de su coloso, un dispositivo capaz de enviar mensajes a través de portales. Con una ligera sonrisa de satisfacción, comenzó la comunicación.

"Angelus, aquí Elior", dijo, con la voz firme y serena. "He contactado para informarte sobre los recientes sucesos. Como sabrás, hemos estado explorando este mundo helado, buscando antiguas reliquias y tecnologías que puedan ser útiles para nuestras repúblicas. Sin embargo, hemos encontrado mucho más de lo que esperábamos."

Zakarius hizo una pausa, como si sopesara sus palabras, antes de continuar. "Nos enfrentamos a una entidad oscura, una existencia que había corrompido y congelado este mundo durante siglos. Pero gracias a nuestra determinación, logramos destruirla y, con ello, hemos devuelto la vida a este lugar. El hielo que cubría todo comenzó a derretirse, revelando una vasta ciudad en ruinas, y las energías malditas que alguna vez gobernaron este lugar han sido disipadas."

Mientras hablaba, Zakarius se cuidaba de no revelar lo más importante: la verdadera naturaleza de la filacteria que había obtenido, el poder que ahora residía en sus manos, y el control que estaba ejerciendo sobre la situación. Sabía que Angelus confiaba en Elior, y usaría esa confianza a su favor.

"Este mundo", continuó, "está lleno de riquezas, tanto tecnológicas como naturales. Estoy seguro de que, con el tiempo, se convertirá en un lugar habitable y próspero. Y, por supuesto, todas esas riquezas le pertenecen a quien las conquistó... pero estoy dispuesto a compartirlas. Cualquier celestial que desee un nuevo comienzo, que esté dispuesto a ayudarme a establecer un dominio aquí, será bienvenido. Juntos, podemos construir algo grande."

Zakarius transmitió su mensaje con la habilidad de un maestro de la manipulación. Sabía que la promesa de nuevas tierras, riquezas y poder sería irresistible para muchos. Había creado un escenario perfecto, en el que podría atraer tanto aliados como seguidores sin que nadie sospechara de sus verdaderos motivos.

Al finalizar la transmisión, el coloso emitió un leve zumbido, señal de que el mensaje había sido enviado. Satisfecho, Zakarius se recostó en el asiento del piloto, pensando en los próximos pasos. Pronto, tendría que manipular a su guardia, distorsionando sus recuerdos de los eventos recientes. Pero primero, dejó que la noticia de su "éxito" viajara a través del portal, plantando las semillas de su nuevo dominio en las mentes de aquellos que estaban al otro lado.

Este mundo, pensaba Zakarius, sería solo el comienzo.

La noticia del éxito de Elior no tardó en llegar a Angelus. El mensaje transmitido a través del portal celestial dejó al capitán sin aliento. Las palabras de Elior no solo hablaban de una victoria sobre una oscura entidad, sino de algo mucho más grande: un nuevo mundo, lleno de oportunidades y riquezas, esperando ser reclamado por los celestiales. Angelus, emocionado y lleno de admiración por el que una vez fue su compañero en la guardia personal, no dudó en responder.

"Elior, tus logros nunca dejan de sorprendernos. Has hecho más que salvar este mundo... has abierto un nuevo horizonte para todos los celestiales. La grandeza de lo que has logrado aquí es inconmensurable. Estoy orgulloso de ti, de lo que representas, y del futuro que estás forjando para todos nosotros. Enviaremos refuerzos de inmediato."

Angelus, sintiendo que este era un momento histórico, no perdió tiempo en enviar un mensaje a Kael, quien, como comandante militar de las Repúblicas Oligarcas, entendería la magnitud de esta nueva conquista. Kael, al recibir la noticia, quedó cautivado por la idea de expandir el dominio celestial. Sabía que si los celestiales prosperaban en otros mundos, su futuro y el de las repúblicas se verían fortalecidos.

"Elior ha abierto las puertas de un nuevo mundo", pensaba Kael mientras preparaba su siguiente paso. "Si establecemos un dominio aquí, no solo será un refugio, sino un símbolo de nuestra expansión y poder. Los celestiales no estarán limitados a un solo mundo. Nuestro futuro será grandioso, y Elior será visto como el visionario que nos llevó hacia él."

Sin dudarlo, Kael ordenó que se movilizara la fortaleza del portal celestial. Él mismo supervisaría el inicio de esta migración masiva hacia el nuevo dominio. Sabía que no podía dejar pasar la oportunidad de ser parte del legado que Elior estaba creando. Pero Kael también vio en esta conquista una oportunidad para aumentar su propio poder e influencia. Si los celestiales prosperaban en ese nuevo mundo, él estaría a la cabeza de las operaciones, asegurándose de que todo se desarrollara según sus planes.

Tras preparar los refuerzos, Kael se dirigió personalmente a las Repúblicas Oligarcas. Convocó a los líderes y a los medios de comunicación, anunciando la grandiosa noticia con un aire de solemnidad y orgullo.

"Hoy," comenzó Kael ante la multitud expectante, "traigo una noticia que cambiará el curso de nuestra historia. Elior, el héroe que nos salvó a todos, ha conquistado un nuevo mundo, un mundo lleno de riquezas, de vida y de oportunidades. Este lugar, que durante siglos estuvo sumido en la oscuridad y el hielo, ha sido liberado por Elior y su equipo. Y ahora, está listo para convertirse en el nuevo hogar de los celestiales."

El impacto de sus palabras fue inmediato. Los murmullos de asombro se expandieron entre los presentes. Kael continuó, con una mirada decidida y visionaria:

"Elior no es solo una leyenda viviente, no es solo el guerrero imparable que nos ha protegido durante años. Hoy, Elior es nuestro mesías, el guía que nos lleva a un futuro más allá de lo que jamás imaginamos. Y ahora, es el momento de seguirlo. Es el momento de que nuestra gente emigre a este nuevo dominio, para construir un nuevo mundo para los celestiales. Todo aquel que desee formar parte de este glorioso futuro será bienvenido. Vamos a establecer nuestro nuevo reino, donde podremos prosperar como nunca antes."

Los medios transmitieron el mensaje por todo el mundo celestial. La figura de Elior, ya venerada por sus hazañas, se alzó aún más, hasta convertirse en algo más que un héroe: ahora era visto como un salvador, un mesías que había abierto las puertas de un nuevo horizonte para todos los celestiales.

Kael, por su parte, comenzó a destinar recursos y personal para organizar la primera migración hacia el nuevo dominio. Proyectaba un futuro brillante para las Repúblicas Oligarcas, sabiendo que si lograba asegurar su lugar en este nuevo mundo, su influencia crecería exponencialmente.

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Mientras tanto, en el mundo helado, Zakarius, oculto tras la máscara de Elior, observaba cómo todo se desarrollaba según sus planes. Sabía que la conquista de este nuevo dominio le daría aún más poder, y mientras las masas lo veían como un mesías, él seguiría trazando sus propios planes en las sombras, con la promesa de la vida eterna cada vez más cerca.

El cielo del mundo helado se llenó de vida mientras innumerables aeronaves tecnomágicas y colosos alados surcaban las nubes, cargados con los sueños y esperanzas de aquellos que habían acudido al llamado de Elior. Los motores rugían y las alas metálicas batían con fuerza, impulsando a las naves hacia el horizonte lejano, más allá de las tierras congeladas, hacia el nuevo dominio celestial.

En su interior, miles de jóvenes celestiales, ansiosos y llenos de ambición, cargaban sus pertenencias más preciadas. Para ellos, Elior representaba algo más que un líder: era la encarnación de una nueva era, un faro de esperanza en medio de un futuro incierto. Estos jóvenes veían en él no solo al guerrero imparable que había enfrentado las fuerzas más oscuras, sino también una figura de inspiración, un ser destinado a guiarlos hacia un futuro mejor.

Muchos de ellos lo seguían con fervor, convencidos de que la promesa de un nuevo mundo, lleno de recursos y oportunidades, era lo que les aseguraría la prosperidad que siempre habían soñado. Dejaron atrás el mundo celestial, abandonando sus hogares, familias y trabajos, dispuestos a enfrentar cualquier desafío que este nuevo territorio les pudiera deparar. Sus rostros reflejaban la emoción de comenzar de nuevo, de ser los pioneros de una civilización que se alzaría bajo el estandarte de Elior.

Mientras tanto, en la distancia, los celestiales más mayores, aquellos que habían vivido la mayoría de su vida en el mundo celestial, observaban con una mezcla de nostalgia y escepticismo. Muchos de ellos optaron por quedarse, atados a sus responsabilidades, sus familias, o simplemente porque el riesgo de empezar de cero en tierras desconocidas no les atraía. Cuidar a los niños, mantener los negocios, y conservar la estabilidad en el hogar seguía siendo su prioridad. Para ellos, el nuevo dominio era un sueño para los jóvenes; sus vidas ya estaban demasiado arraigadas en el mundo que conocían.

Desde su posición en el imponente Invictus, Elior –o más bien Zakarius, oculto tras su identidad– observaba la migración con una mezcla de orgullo y frialdad. El proceso de expansión celestial seguía según lo planeado, pero mientras sus seguidores celebraban el futuro, Zakarius tenía objetivos más oscuros y profundos. Sabía que la grandeza que estos jóvenes esperaban no era más que una herramienta para él, y la promesa de prosperidad no era más que una fachada.

Mientras el éxodo continuaba, Elior decidió no quedarse quieto. Había explorado apenas una parte de este nuevo mundo, y aunque la conquista de las ruinas le había proporcionado poder y la filacteria de otro liche, Zakarius sentía que aún había más por descubrir. Cada rincón de este territorio inexplorado podría esconder secretos antiguos, energías ocultas o quizás portales que conectaban con otros mundos aún más lejanos. La posibilidad de un laberinto interdimensional lo intrigaba.

"Este no puede ser el único portal," pensaba Zakarius mientras contemplaba el horizonte helado. "Si encontrara más conexiones, tendría acceso a innumerables mundos, y con ello, a más conocimiento... más poder."

Ordenó a sus guardias personales que comenzaran a explorar más allá de las ruinas iniciales. Su misión era clara: buscar signos de otras estructuras, túneles subterráneos o cualquier indicio de un portal. Mientras tanto, las naves continuaban llegando, estableciendo campamentos provisionales a lo largo del deshielo que ahora cubría la región.

Los espectros de la antigua civilización insular habían desaparecido, pero los ecos de su caída aún resonaban en las ruinas. Zakarius sabía que el verdadero desafío apenas comenzaba. Si bien su poder estaba creciendo, también lo hacía el riesgo de ser descubierto. Cada paso en este nuevo territorio lo acercaba más a su ambición de la vida eterna, pero también lo exponía a peligros desconocidos. Y ahora, con miles de seguidores jóvenes confiando en él, el margen de error se hacía cada vez más estrecho.

El explorador en su interior, combinado con la astucia de un nigromante ancestral, le decía que no debía detenerse. Este mundo era solo una pieza en un rompecabezas mucho mayor. Zakarius estaba decidido a encontrar el siguiente paso en su camino hacia el dominio absoluto, y sabía que, tarde o temprano, lo hallaría.

Así, mientras los jóvenes colonos se preparaban para construir su nueva vida, Zakarius continuaba con sus propios planes en las sombras, convencido de que este territorio no era más que una puerta a algo mucho más grande. Y cuando encontrara la clave, no habría quien pudiera detenerlo

En esta historia paralela, seguimos a una familia de Serafines colonos: Nyrion, su esposa Aris y su hija joven Lyara. En el mundo celestial, la familia poseía una tienda minorista que había pasado de generación en generación, especializada en vender artefactos mágicos y productos exóticos traídos de tierras lejanas. Sin embargo, la llegada del mensaje de Elior despertó algo en Nyrion, quien veía en este nuevo mundo una oportunidad para empezar de nuevo, lejos de la competitiva economía celestial y sus limitaciones.

-Historia Paralela "Un nuevo horizonte"-

Nyrion miraba la pequeña tienda que había dirigido durante años con una mezcla de nostalgia y anticipación. El negocio había sido la base de su familia, pero siempre sentía que había algo más allá de las paredes de la tienda que los Serafines podrían conquistar. El mensaje de Elior le pareció una señal divina, una oportunidad de embarcarse en una aventura para encontrar un nuevo futuro.

—Es nuestra oportunidad, Aris —dijo Nyrion mientras empaquetaba algunos artefactos para la expedición—. Podemos llevar lo que hemos aprendido aquí y aplicarlo en un nuevo mundo. Nuestra hija crecerá en un lugar lleno de posibilidades, en un mundo que construiremos con nuestras manos.

Aris, más pragmática y menos inclinada al riesgo, miraba a su esposo con preocupación.

—¿Y si no es lo que esperamos? —preguntó mientras envolvía los objetos más preciados de la tienda—. Tenemos estabilidad aquí. ¿Qué nos espera allá? Un mundo helado, desconocido, lleno de peligros que ni siquiera imaginamos.

—Elior lo ha transformado —insistió Nyrion—. Lo que era un páramo helado ahora es una tierra rica, llena de recursos. Si no lo intentamos ahora, nos arrepentiremos.

Lyara, su hija, observaba emocionada. Para ella, la idea de dejar el mundo celestial y aventurarse en un nuevo lugar donde podrían empezar de cero la llenaba de esperanza. Soñaba con explorar ese vasto territorio, descubrir artefactos perdidos y, quizá, tener su propia tienda algún día, una más grande y próspera que la de su padre.

Finalmente, Aris aceptó, aunque con cierto recelo. No podían quedarse atrás mientras otros prosperaban, y Nyrion estaba decidido. Se unieron a las caravanas de aeronaves y colosos que cruzaban el portal hacia el nuevo mundo, llevando con ellos no solo sus pertenencias, sino sus esperanzas de construir una nueva vida.

Al llegar al nuevo dominio, la familia quedó maravillada por la inmensidad del paisaje y la recién desenterrada ciudad en ruinas. Nyrion vio oportunidades en cada esquina, imaginando tiendas, mercados, e intercambios de bienes entre colonos. Ya planeaba cómo podría establecer un nuevo negocio allí, uno que sería incluso más exitoso que en el mundo celestial.

—Este lugar es... magnífico —dijo Nyrion con una sonrisa, observando las ruinas de la antigua ciudad. Se giró hacia su familia—. Aquí es donde comenzaremos de nuevo. Aquí es donde prosperaremos.

Mientras la familia Serafín comenzaba a construir su futuro en este nuevo mundo, sabían que no sería fácil. Pero con la fe en su capacidad y la esperanza de un mañana mejor, estaban dispuestos a enfrentar los desafíos que vinieran, confiando en el liderazgo de Elior y en la promesa de un futuro más brillante.

La colonia celestial en el nuevo mundo comenzó con gran entusiasmo. Las aeronaves tecnomágicas habían aterrizado en terrenos previamente inexplorados, y los colonos, entre ellos Nyrion, Aris y Lyara, estaban listos para construir una nueva vida. La familia Serafín, cargada con lo que pudieron traer de su tienda en el mundo celestial, se instaló en una pequeña estructura temporal en las afueras de lo que algún día sería la ciudad principal.

El nuevo mundo estaba dividido en sectores, cada uno designado para diferentes funciones. La estructura principal que lideraba la organización de la colonia era una suerte de consejo de líderes, designado por Elior, que incluía estrategas militares, comerciantes y magos expertos en tecnomagia. La idea era crear una comunidad autosuficiente, organizada y eficiente, donde cada colono aportaría su habilidad particular.

—Nos asignaron un lugar cerca del mercado —comentó Nyrion mientras instalaba la tienda temporal en el área designada para los comerciantes—. Es perfecto. Aquí podremos vender artefactos y productos de otros mundos que trajimos con nosotros. Además, pronto habrá una afluencia de nuevos colonos.

El consejo había sido muy claro: la supervivencia de la colonia dependía de la colaboración entre los colonos. Mientras que los tecnomagos se dedicaban a activar antiguas instalaciones tecnológicas encontradas en las ruinas, y los soldados establecían defensas para proteger el perímetro, los comerciantes como Nyrion debían asegurar el flujo de bienes esenciales.

El primer día de operaciones de la tienda fue un éxito modesto. Algunos de los colonos necesitaban artefactos para establecer sus propios hogares, y los productos que Nyrion había traído, aunque limitados, despertaron el interés de muchos. Lyara, emocionada por la novedad, ayudaba a su padre atendiendo a los clientes y mostrando algunos de los artefactos más curiosos.

—Mira este cristal de almacenamiento de energía —explicaba Lyara a un joven colono—. Puede almacenar energía mágica durante días y se puede usar para encender las herramientas tecnomágicas sin necesidad de una fuente externa.

El colono, impresionado, compró el cristal, agradeciendo a Lyara. Poco a poco, la tienda comenzó a hacerse conocida en la colonia.

Sin embargo, no todo fue fácil. Aunque la colonia había sido fundada con grandes esperanzas, los días siguientes revelaron los verdaderos desafíos del nuevo mundo. Los colonos se enfrentan a temperaturas fluctuantes, una tierra extraña con recursos no explorados, y la constante amenaza de lo desconocido, especialmente de criaturas y energías mágicas residuales de la civilización antigua que había sido devastada por la nigromancia.

Una noche, mientras la familia descansaba en su nuevo hogar dentro de la tienda, se escucharon ruidos extraños provenientes de las ruinas cercanas. Aris, siempre más cautelosa, miró a Nyrion preocupada.

—¿Crees que estamos realmente a salvo aquí? —preguntó, mirando la tenue luz que emitía la tienda.

—Estamos en el perímetro protegido por los colosos de Elior —respondió Nyrion, aunque en su interior también sentía una ligera inquietud—. Si algo ocurre, seremos los primeros en enterarnos.

Esa noche, ningún ataque ocurrió, pero todos sabían que la tranquilidad del nuevo mundo era frágil.

Con el paso de las semanas, la colonia comenzó a prosperar. Nuevas estructuras se levantaron gracias a la tecnomagia, y más colonos llegaron a través del portal. La tienda de Nyrion se expandió, y pronto la familia Serafín se convirtió en una pieza clave dentro de la economía emergente de la colonia.

—Estamos comenzando algo increíble aquí —dijo Nyrion a Aris mientras observaban la creciente ciudad desde una colina—. Algún día, seremos uno de los principales comerciantes en este nuevo mundo.

Aris, aunque aún preocupada por los riesgos, finalmente sonrió. Habían sobrevivido las primeras semanas, y poco a poco, el nuevo mundo se sentía más como un hogar. Lyara, por su parte, ya soñaba con cómo expandir la tienda, quizás añadiendo artefactos que encontrarían en las ruinas cercanas.

La colonia seguía organizada por sectores: defensa, investigación, comercio, y exploración. La familia Serafín, con su tienda, fue posicionándose como un punto de encuentro para los exploradores que regresaban con artefactos desconocidos o para los comerciantes que llegaban con mercancías de otros mundos.

—Este lugar tiene más potencial del que nunca imaginamos —decía Nyrion mientras negociaba con un grupo de exploradores sobre un artefacto encontrado en las ruinas—. No solo estamos construyendo un nuevo hogar, sino una nueva sociedad.

El futuro prometía muchas oportunidades, y aunque el peligro siempre acechaba, Nyrion, Aris y Lyara sabían que habían tomado la decisión correcta al seguir a Elior a este nuevo mundo.

-Fin de la Historia Paralela-

Elior, o más bien Zakarius en su cuerpo, recorría el nuevo mundo con creciente entusiasmo. Los vastos territorios helados comenzaban a derretirse, revelando nuevos secretos y más portales que conectan este mundo con otros. Cada descubrimiento le llenaba de una mezcla de ambición y euforia. Este lugar ya no era simplemente una colonia, sino el primer paso hacia algo mucho más grande: su propio imperio celestial.

Mientras observaba desde lo alto de una colina la incipiente ciudad, una idea empezó a germinar en su mente. Zakarius, oculto en la imagen heroica de Elior, se visualizaba como el arquitecto de una nueva era, donde sería más que un héroe: un emperador inmortal, regente supremo de un imperio que abarcaría incontables mundos.

—Su Excelencia Elior —murmuró, probando el título en sus labios.

Sí, tenía un buen sonido. Era hora de que su estatus cambiará y su poder se manifestara en forma tangible. No solo sería recordado por sus hazañas, sino por su dominio absoluto.

Al llegar a la colonia, Elior convocó a los arquitectos y artesanos más talentosos de la colonia. Les encargó la construcción de una gran estatua en el centro de la ciudad. Quería que su imagen fuera eterna, visible para todos los que habitan este mundo y aquellos que vinieran después. La estatua sería de un querubín juvenil, con alas desplegadas y mirada desafiante, simbolizando su lucha contra la adversidad. Debía ser una representación perfecta del Elior invencible que había derrotado a los colosos de hielo y conquistado un mundo helado.

Los artesanos trabajaron durante días sin descanso, y poco a poco la estatua fue tomando forma. A medida que el monumento crecía, también lo hacía la influencia de Elior sobre los colonos. Todos comenzaron a referirse a él como "Su Excelencia", un título que al principio parecía exagerado, pero que pronto se convirtió en costumbre.

Junto a la creación de su estatua, Elior tomó otra decisión trascendental: nombrar la ciudad principal de sus dominios. Después de mucho pensarlo, decidió que la llamaría Elinvictus, en honor a su nombre y a su coloso más fiel. Este nombre, fuerte y evocador, representaba su dominio absoluto sobre el nuevo mundo y su invencibilidad en la batalla.

—Esta ciudad será la capital de un nuevo imperio —declaró Elior a su guardia personal y a los líderes de la colonia—. Será el faro que guiará a los celestiales hacia un futuro glorioso. Desde aquí, conquistaremos más mundos, y nuestro poder será inconmensurable.

Los colonos lo observaban con reverencia y lealtad. Para ellos, Elior era no solo un líder militar, sino un mesías que había transformado un mundo muerto en una tierra llena de oportunidades. La promesa de riquezas y gloria atraía cada vez más jóvenes celestiales a sus filas, dispuestos a seguirle en su ambición desmedida.

Bajo el mandato de Elior, la ciudad de Elinvictus comenzó a expandirse rápidamente. Aeronaves tecnomágicas traían más colonos cada día, y las estructuras improvisadas dieron paso a edificios de piedra y metal, con tecnología avanzada fusionada con magia celestial. Los nuevos habitantes se establecieron en el mercado, abrieron talleres y forjaron alianzas. El lugar adquiría un aire de prosperidad.

Zakarius, satisfecho con su creciente influencia, manipula cuidadosamente a su guardia y a los líderes de la colonia, haciéndoles creer que todo lo que había logrado era para el beneficio de los celestiales. En realidad, cada movimiento estaba calculado para solidificar su poder y asegurarse de que nadie cuestionara sus verdaderas intenciones.

—Este mundo será solo el principio —murmuraba para sí, mientras contemplaba el horizonte más allá de la ciudad.

Con los nuevos portales abiertos, Elior comenzó a trazar un plan más ambicioso. Había otros mundos esperando ser conquistados, llenos de recursos, secretos antiguos y civilizaciones perdidas que podía someter a su voluntad. Ordenó a su guardia y a los tecnomagos explorar los portales uno por uno, buscando cualquier indicio de otros mundos habitables o territorios que pudieran anexarse a su imperio.

Su visión era clara: un imperio celestial, con él como emperador inmortal, trascendiendo el tiempo y el espacio. Con los poderes obtenidos de la filacteria y los conocimientos oscuros que había adquirido en las ruinas, sentía que estaba cada vez más cerca de la vida eterna.

Aunque había conseguido engañar a su guardia personal y a los habitantes de la colonia, Zakarius sabía que no podía descuidar a sus enemigos en el mundo celestial. Angelus y Kael aún le admiraban, pero si algún día sospechaban de la verdad, todo su plan podría venirse abajo.

Por ahora, Elior se erigía como el héroe indiscutible. Pero pronto, cuando su dominio se extendiera por múltiples mundos, sería algo más: un dios entre mortales, gobernando con mano firme un imperio donde ningún celestial se atrevería a desafiarlo.

Su Excelencia Elior ya no era solo un título, sino el primer paso hacia la dominación absoluta.