El sol de la tarde iluminaba suavemente los pasillos de la escuela, filtrándose por las ventanas y proyectando sombras alargadas en el suelo pulido. Biel y Yumi caminaban juntos, en silencio, con el peso de la despedida colgando en el aire entre ellos.
—No puedo creer que realmente te vayas —dijo Biel, con un tono de tristeza contenido.
Yumi sonrió con melancolía, abrazando su mochila contra su pecho.
—Ni yo. Todo pasó tan rápido… pero no podía quedarme. Es algo que mi familia decidió.
Biel desvió la mirada hacia el patio, donde otros estudiantes reían y charlaban ajenos a su despedida.
—Prometimos que enfrentaríamos juntos todo lo que viniera. Pero ahora…
Yumi le puso una mano en el brazo, interrumpiéndolo suavemente.
—No es un adiós, Biel. Solo es un hasta luego. Te prometo que volveremos a vernos.
—¿Lo dices en serio? —preguntó Biel, con un destello de esperanza en la mirada.
Yumi asintió con firmeza.
—Te buscaré, sin importar cuánto tiempo pase.
Se quedaron mirándose por un instante, como si quisieran grabar ese momento en sus memorias. Entonces, sin previo aviso, Yumi se inclinó y le dio un abrazo rápido y apretado.
—No me olvides, Biel —susurró contra su hombro.
Antes de que él pudiera responder, ella se separó y salió corriendo hacia la salida, sin voltear atrás. Biel se quedó allí, viendo cómo desaparecía de su vista, con una sensación de vacío en el pecho.
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Pasaron tres años.
El tiempo había avanzado sin piedad, pero Yumi no había olvidado su promesa. Con el corazón latiendo con fuerza, descendía del taxi que la había traído de vuelta a Hanasato, su antigua ciudad. Se había pasado las últimas semanas buscando información sobre Biel, hasta que finalmente obtuvo una dirección.
Parada frente a la casa donde supuestamente vivía, respiró hondo y golpeó la puerta. Esperó. Golpeó de nuevo. Nadie respondió.
Una señora mayor pasaba por ahí y, al notar su confusión, se detuvo.
—Si buscas al joven que vivía aquí, no lo encontrarás —dijo con un tono de pesar.
Yumi sintió que el aire le faltaba.
—¿Qué quiere decir?
—Hace más de un mes que desapareció. Nadie sabe dónde está.
Los ojos de Yumi se agrandaron y su voz tembló.
—¿Desaparecido?
El miedo se instaló en su pecho como un peso insoportable. ¿Cómo era posible? Había esperado tanto por este momento y ahora, Biel simplemente no estaba.
—Tal vez en la tienda de antigüedades sepan algo de él —interrumpió una voz grave.
Yumi se giró y vio a un hombre de aspecto misterioso, con un abrigo largo y un aire enigmático.
—¿Tienda de antigüedades? —repitió Yumi, tratando de aferrarse a cualquier pista.
El hombre asintió.
—Fue el último lugar donde se le vio.
Yumi apretó los puños y tomó una decisión.
—Entonces, ahí es donde debo ir.
Sin perder más tiempo, se dio la vuelta y partió en dirección a la tienda, con el corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y esperanza.
Yumi llegó a la tienda de antigüedades con el corazón acelerado, sintiendo que cada paso la acercaba a una respuesta, aunque temía lo que podría descubrir. Empujó la pesada puerta de madera, y el sonido de una campanilla anunció su entrada. El lugar estaba repleto de objetos extraños y antiguos, iluminado por una luz tenue que daba un aire misterioso al ambiente.
Detrás del mostrador, un anciano de mirada serena y rostro surcado por los años la observó con curiosidad. Vestía una túnica oscura y sus ojos brillaban con un conocimiento profundo.
—Bienvenida, joven. ¿Qué te trae por aquí? — preguntó con voz calmada.
Yumi tragó saliva y reunió valor.
—Estoy buscando a Biel. Me dijeron que este fue el último lugar donde se le vio.
El anciano suspiró y sacudió la cabeza con lentitud.
—Ese muchacho ya no se encuentra en este mundo.
El tiempo pareció detenerse para Yumi. Su garganta se secó y su cuerpo se estremeció.
—¿Cómo dice? ¿Qué está diciendo? — su voz tembló con un miedo que apenas podía contener.
El anciano la miró con una expresión que mezclaba compasión y certeza.
—Así es. Biel ya no está en este mundo y no podrá regresar.
El corazón de Yumi se hundió en el abismo de la tristeza. Sintiendo que las piernas le fallaban, apoyó ambas manos sobre el mostrador, buscando sostenerse.
—No... No puede ser... ¡Él no puede estar muerto!
El anciano soltó una leve carcajada.
—No pongas esa cara, ni llores todavía, joven. Nunca dije que había muerto.
Los ojos de Yumi se abrieron de par en par. ¿Cómo era posible?
—¿Qué quiere decir con eso?
El anciano se inclinó levemente hacia ella y con un tono solemne respondió:
—Biel vive en otro mundo ahora.
Yumi sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Otro mundo? Aquello era ridículo.
—Eso no tiene sentido... ¿Cómo podría ser posible? Usted está bromeando conmigo...
El anciano sonrió, como si ya hubiera esperado esa reacción.
—Es lógico que pienses que estoy loco, pero lo que digo es la verdad. Y te lo demostraré.
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Con una lentitud deliberada, el anciano se giró y sacó de una repisa una esfera cristalina. Era traslúcida y contenía una neblina dorada que parecía danzar en su interior.
—Observa —dijo, sosteniéndola frente a Yumi.
Ella miró con escepticismo, pero conforme la niebla se disipó en su interior, una imagen comenzó a formarse. Su respiración se entrecortó cuando vio la silueta de un joven de cabello oscuro. ¡Era Biel!
—¡Biel! — susurró con asombro.
La imagen se aclaró. Biel se encontraba en un lugar desconocido, rodeado de imponentes estructuras y criaturas que no pertenecían a este mundo. Su expresión era diferente, más decidida, más fuerte... pero seguía siendo él.
Las emociones se agolparon en el pecho de Yumi: alivio, asombro, miedo y una profunda nostalgia.
—Él... ¿está vivo? —preguntó, apenas encontrando su voz.
El anciano asintió.
—Está más vivo que nunca. Pero su destino ha cambiado. Ahora pertenece a otro mundo.
Yumi sintió que su cabeza daba vueltas. ¡Biel estaba vivo! Pero lejos, inaccesible... en un lugar que ni siquiera comprendía.
—Si está en otro mundo... ¿hay alguna forma de traerlo de vuelta? —preguntó con desesperación.
El anciano la observó con gravedad y suspiró.
—Esa es una pregunta difícil, joven. Pero si has venido hasta aquí buscando a Biel, quizás el destino tenga algo preparado para ti también.
Las palabras del anciano dejaron una chispa de esperanza en su corazón. Fuera lo que fuera lo que le esperaba, no se detendría hasta encontrar a Biel.
—Haré lo que sea necesario —dijo con determinación.
El anciano sonrió levemente y asintió.
—Entonces prepárate, porque el viaje para reencontrarte con él apenas comienza.
El ambiente en la tienda de antigüedades se tornó pesado con las palabras del anciano. Yumi, con el corazón encogido, sintió un nudo en la garganta.
—¿No puede regresar? —preguntó con la voz temblorosa.
El anciano negó lentamente.
—No. Ese mundo ahora es su hogar.
Yumi cerró los puños, tratando de contener sus emociones. ¡Había esperado tanto para verlo de nuevo y ahora le decían que era imposible!
—¿Por qué lo enviaste allá? —exigió saber, con el tono cargado de frustración.
El anciano la miró con paciencia infinita.
—Lo envié porque es uno de Los Enviados.
—¿Los Enviados? —repitió Yumi, frunciendo el ceño.
—Así es —afirmó el anciano—. Son seres elegidos para salvar ese mundo. Como dios, es mi misión enviar a aquellos héroes.
Los ojos de Yumi se abrieron en sorpresa y confusión.
—¡Espera! ¿Acaso eres un dios?
El anciano sonrió levemente.
—Así es. Yo soy Aetherion, dios de la creación… o, como algunos me llaman, el Dios Creador.
Yumi sintió que su cabeza daba vueltas. ¡Un dios! Todo aquello sonaba imposible, pero al mismo tiempo, su corazón le decía que era verdad.
—¿Entonces tú creaste ese mundo? —preguntó, aun intentando asimilarlo.
Aetherion negó con suavidad.
—Ese mundo existe desde hace mucho tiempo. Yo fui designado por entidades superiores para protegerlo y guiar a los Enviados.
La palabra resonó en la mente de Yumi.
—¿Entidades superiores? ¿Quieres decir que hay seres más poderosos que los dioses?
El dios asintió con solemnidad.
—Así es.
Yumi se cruzó de brazos, tratando de entenderlo todo.
—Si eres un dios de otro mundo, ¿por qué estás aquí y no en el tuyo?
—Porque fui enviado por esas entidades a este lugar con la tarea de encontrar y guiar a los héroes destinados a salvarlo.
La joven bajó la cabeza, sintiendo cómo la desesperación volvía a envolverla.
—Entonces… ¿Eres una especie de guía?
Aetherion sonrió con cierta diversión.
—Si lo entiendes de esa manera, entonces sí.
El silencio se extendió entre ambos, hasta que Yumi tomó aire y volvió a preguntar:
—¿No hay ninguna forma de que Biel regrese?
El dios la observó con seriedad y luego negó con la cabeza.
—No, ya no hay forma.
El corazón de Yumi dolió como si alguien lo estrujara con fuerza.
—…Pero —continuó el dios—, tienes la oportunidad de vivir con él si así lo deseas.
Los ojos de Yumi se iluminaron con una mezcla de sorpresa y esperanza.
—¿Qué quieres decir?
Aetherion entrecerró los ojos con una expresión enigmática.
—Yo puedo enviarte junto a Biel, pero solo si aceptas una condición.
El corazón de Yumi martilleaba en su pecho.
—¿Qué condición?
El dios le sostuvo la mirada.
—Deberás vivir en ese mundo. Esa es la condición.
Un escalofrío recorrió la espalda de Yumi. ¡Eso significaba abandonar su hogar, su vida, todo lo que conocía!
Se mordió el labio, pensando en Biel. En su promesa. En el vacío que sintió al no tenerlo cerca.
Respiró hondo y levantó la mirada con determinación.
—Está bien. Aceptaré esa condición. Si con eso puedo estar junto a él, entonces eso haré.
El dios la observó con interés y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
—Qué determinación tienes, muchacha. Dime, ¿te gusta Biel?
El rostro de Yumi se encendió como una brasa ardiente.
—¡Eso no es importante! — exclamó, apartando la mirada.
Aetherion dejó escapar una leve carcajada.
—Oh, claro que lo es.
Yumi apretó los puños, tratando de ocultar su vergüenza. Pero en su corazón, ya había tomado una decisión inquebrantable.
—Muy bien, Yumi —dijo Aetherion, con un tono solemne—. Prepárate, porque tu vida está a punto de cambiar para siempre.
El dios Aetherion levantó su mano y la extendió hacia Yumi, su mirada resplandeciente con un brillo celestial.
—Te otorgo poder, sabiduría y experiencia en este nuevo mundo —declaró con voz solemne—. Ahora serás capaz de igualar a Biel y ayudarlo en su camino.
Yumi cerró los ojos mientras una energía inmensa la envolvía. Sintiendo un calor reconfortante recorrer su cuerpo, pudo notar cómo su mente se expandía con conocimientos que nunca había imaginado y su fuerza aumentaba drásticamente.
Cuando abrió los ojos, sintió un cambio abrumador. Su cuerpo estaba más ligero, su postura firme y, de alguna manera, se sentía… poderosa.
—¡Esto es increíble! —exclamó Yumi, flexionando los dedos mientras una leve aura dorada la rodeaba.
El dios sonrió con satisfacción.
—Actualmente, Biel se encuentra con sus amigos en camino hacia una misión designada por el gremio. Te enviaré con él ahora.
Yumi asintió, sintiéndose lista para lo que fuera que viniera.
—No temas —continuó Aetherion, con una sonrisa traviesa—. Tu llegada alegrará a Biel… y pondrá celosas a las demás.
Yumi parpadeó, su confianza tambaleó un momento.
—¿Celosas? —repitió, ladeando la cabeza.
El dios soltó una carcajada.
—Digamos que Biel ha conseguido… bastante atención femenina en ese mundo.
—¡¿Qué?! —Los ojos de Yumi se abrieron de par en par—. ¡No me digas que ha estado coqueteando por ahí!
Aetherion se encogió de hombros con expresión inocente.
—Bueno, no diría que es culpa de él exactamente… pero digamos que ha atraído a unas cuantas admiradoras.
Yumi cruzó los brazos y frunció el ceño, hinchando las mejillas.
—Tsk… y yo preocupándome por él mientras él se rodea de chicas. Esto no se quedará así.
El dios chasqueó los dedos y un círculo mágico dorado comenzó a formarse bajo los pies de Yumi.
—Prepárate, joven guerrera. ¡Tu viaje comienza ahora!
Justo antes de desaparecer, Yumi apuntó al dios con un dedo acusador.
—¡Si Biel tiene un harem, más le vale tener una buena explicación cuando llegue!
Aetherion soltó una carcajada.
—Oh, estoy seguro de que su reacción será impagable.
La luz la envolvió por completo, y en un destello cegador, Yumi desapareció rumbo al nuevo mundo.
El dios se quedó solo en la tienda de antigüedades, con una sonrisa divertida en el rostro.
—Esto va a ser interesante…
En el bullicioso gremio de aventureros, Biel y su equipo estaban reunidos en el mostrador cuando la recepcionista, con una sonrisa profesional, les entregó un pergamino sellado.
—Tienen una nueva misión —anunció, mirando a Biel con interés—. Deben acabar con tres dragones que están atacando a los viajeros en las rutas comerciales.
Biel sonrió, sintiendo una oleada de emoción.
—Bien, esta será nuestra primera misión como aventureros.
Charlotte, su hermana, asintió con entusiasmo.
—¡Así es, hermanito! ¡Vamos a demostrar de lo que somos capaces!
Acalia cruzó los brazos y sonrió con un destello de diversión en sus ojos.
—Esto promete ser interesante.
Sarah, Xantle y Raizel se miraron entre sí antes de exclamar al unísono:
—¡Por fin, nuestra primera misión como aventureras!
Biel miró a su equipo y asintió con confianza.
—Bien, entonces, vamos.
Con paso firme y actitud imponente, salieron del gremio, pareciendo un grupo de aventureros legendarios… porque, bueno, lo eran.
Estaban a punto de llegar a las puertas de la ciudad cuando una luz cegadora iluminó el lugar. Una columna de luz descendía con majestuosidad, proyectando una sombra imponente en el suelo.
Biel instintivamente se puso en guardia y levantó una mano para alertar a su grupo.
—¡Atentos, amigos! Creo que tenemos problemas.
La luz se intensificó, y una figura femenina comenzó a materializarse en el centro. De pronto, una voz resonó desde el resplandor, cargada de drama y reproche.
—¡Veo que tienes un harem y te olvidaste de mí, infiel!
El tiempo pareció detenerse. Todos los miembros del grupo parpadearon con expresiones de asombro y desconcierto. Charlotte se tapó la boca para reprimir una risa, mientras Acalia arqueaba una ceja con curiosidad.
Biel sintió un sudor frío recorrer su espalda.
—¿P-pero qué...? —balbuceó, sintiendo que su mente no lograba procesar la situación.
La figura femenina emergió de la luz con pasos decididos, cruzándose de brazos con una expresión de evidente molestia.
—Veo que no perdiste el tiempo —dijo con un tono cargado de ironía.
Biel parpadeó rápidamente, su cerebro trabajando a toda velocidad.
—¿E-es una ilusión? ¿Algún tipo de broma del destino? —susurró para sí mismo.
Sarah se inclinó ligeramente hacia Acalia con una sonrisa divertida.
—Esto se está poniendo bueno.
Charlotte miró a Biel con picardía y le dio un codazo en el costado.
—Vamos, hermanito, creo que es momento de que reacciones.
Yumi avanzó un paso más, la luz disipándose por completo a su alrededor.
—Biel, no me digas que... —empezó a decir, pero Biel finalmente dejó escapar un suspiro y la miró fijamente.
—Eres tú —murmuró, con un tono que mezclaba incredulidad y alivio.