Después de los acontecimientos sucedidos, Biel por fin pudo regresar a la vida. La emoción en el ambiente era palpable. Xanthe, Easton, Sarah, el Caballero Oscuro Ylfur y, especialmente, Acalia, no pudieron contener la alegría de verlo nuevamente de pie.
Acalia fue la primera en acercarse. Sus ojos reflejaban un torbellino de emociones, y sin pensarlo dos veces, se lanzó a sus brazos.
—Gracias por volver —susurró, abrazándolo con fuerza—. Pensé que nunca volvería a verte de pie...
Biel sintió la calidez del abrazo y correspondió con suavidad. A pesar del cansancio que aún pesaba en su cuerpo, ese gesto le recordó lo mucho que significaba para sus amigos.
Uno a uno, los demás también se acercaron, rodeándolo en un abrazo grupal. Easton le dio una palmada en la espalda con una sonrisa confiada.
—No vuelvas a hacernos pasar por esto, amigo —dijo con un intento de sonrisa, aunque su voz tembló ligeramente.
Sarah asintió con una sonrisa, aunque sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—Nos diste un gran susto, Biel. De verdad... no sabíamos si podrías regresar.
Biel miró a cada uno de ellos, sintiendo el peso de su preocupación.
—Lo siento... No quería preocuparlos así —murmuró con un dejo de culpa en su voz.
Xanthe, con los brazos cruzados, intentó mantener una expresión seria, pero al final suspiró y sonrió levemente.
—Bienvenido de vuelta, líder. Pero si vuelves a hacer algo tan temerario, te haré pagar por ello.
Finalmente, el Caballero Oscuro Ylfur se arrodilló frente a Biel, inclinando la cabeza en señal de respeto.
—Mi señor, gracias por regresar. Esta vez lo protegeré a toda costa. No permitiré que nadie ose ponerle una mano encima.
Biel colocó una mano en su hombro y sonrió con sinceridad.
—No pasa nada, querido amigo. Esta vez estaré bien. No permitiré que nadie los lastime. Lo juro.
Las palabras de Biel llenaron de determinación a todos. Su regreso marcaba un nuevo comienzo, pero también la promesa de que no volverían a perderlo
La Diosa Enit miró a Biel con una sonrisa tranquila.
—Biel, ahora debo irme. Disfruta de este mundo, y recuerda que si algún día necesitas mi ayuda, con gusto estaré para ti.
Acalia frunció el ceño con cierta preocupación.
—¿Ya te vas?
Enit asintió suavemente.
—Sí, tengo asuntos que atender. Pero antes de irme, cuida de Biel. Es una gran persona y ha hecho mucho por este mundo.
Las palabras de Enit resonaron en el corazón de Acalia. Justo cuando iba a responder, la diosa desapareció en un destello de luz. Biel suspiró y miró al cielo con gratitud.
—Gracias... —murmuró con una leve sonrisa.
Tras la partida de Enit, Biel giró hacia sus amigos con determinación.
—Quiero presentarles a aquellos que me ayudaron en el plano espiritual. Sin ellos, no estaría aquí.
Dio un paso adelante y señaló a tres figuras.
—Ellos son Charlotte, mi hermana, Ryder y Raizel. Me apoyaron mucho en ese mundo y sin su ayuda, no habría podido regresar.
Acalia fue la primera en acercarse con curiosidad. Su mirada se posó en Charlotte, quien la observaba con una sonrisa confiada.
—Un gusto conocerte, Acalia. Sé que fuiste la primera chica que Biel conoció en este mundo.
Las palabras de Charlotte hicieron que Acalia sintiera un repentino calor en su rostro. Un sonrojo leve, pero notorio, se extendió por sus mejillas. Algo que antes no podría haber experimentado.
(Esta reacción tiene una explicación. En el arco 1, se mencionó que Acalia tenía un sello en sus emociones, impidiéndole sentirlas. Sin embargo, cuando Biel murió, ese sello se rompió, permitiéndole experimentar sus emociones con normalidad).
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Ryder le dio una palmada en la espalda a Biel con una sonrisa burlona.
—Vaya, hermano. No sabía que tenías tantas personas preocupándose por ti.
Biel rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Raizel, por su parte, observó a Acalia con una mezcla de curiosidad y respeto.
—Espero que podamos llevarnos bien —dijo en un tono calmado.
Acalia asintió con una sonrisa leve.
—Lo mismo digo. Cualquiera que haya ayudado a Biel merece mi confianza.
Las presentaciones habían terminado, pero una nueva historia estaba a punto de comenzar.
Sarah dio un paso adelante, con una expresión decidida en el rostro.
—Voy con ustedes —declaró sin titubeos.
Biel la miró con cierta duda y luego ladeó la cabeza.
—¿Seguro que puedes venir con nosotros? —preguntó—. Los vampiros no se queman con el sol, ¿verdad?
Sarah frunció el ceño y cruzó los brazos con indignación.
—¡Oye! ¿Quién te dijo que los vampiros nos quemamos con el sol?
Biel levantó las manos en señal de calma, tratando de apaciguar su enojo.
—Es que en mi mundo, en las historias o libros dicen que los vampiros se queman con el sol...
Sarah rodó los ojos y chasqueó la lengua.
—Vaya que tu mundo es raro... además de tener creencias erróneas sobre nosotros los vampiros.
Biel sonrió con cierta timidez.
—Lo siento, no quería ofenderte. Pero, ¿de verdad estás segura de querer venir con nosotros? Esta ciudad ahora está en manos de ustedes.
En ese momento, la voz de Muskar resonó con calma.
—Tranquilo, Biel. Ella puede ir con ustedes —dijo, posando una mano en el hombro de Sarah—. Yo me encargaré de estas tierras. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que pasó.
Biel miró a Muskar por un momento, analizando su determinación. Finalmente, asintió con una sonrisa leve.
—Si tú lo dices... está bien. Sarah, puedes venir con nosotros.
Los ojos de Sarah se iluminaron de emoción.
—¡Gracias, Biel! Prometo no ser una carga.
Justo cuando la atmósfera se relajaba, Muskar alzó una mano para interrumpir.
—Pero antes de que se vayan... —dijo con una sonrisa misteriosa—. Les he preparado una pequeña fiesta.
Biel arqueó una ceja.
—¿Una fiesta?
Muskar asintió con orgullo.
—Sí, es mi forma de agradecerles por haberme salvado de mi padre, Lip.
Biel intercambió miradas con los demás y, tras unos segundos de silencio, soltó una carcajada ligera.
—Está bien, entonces vamos todos a la fiesta.
Los ánimos se elevaron con la noticia y, por primera vez en mucho tiempo, todos sintieron que podían relajarse un poco antes de enfrentar lo que venía.
Llegó la hora de la fiesta, y todos se sumergieron en la celebración. Después de tantas batallas y momentos de incertidumbre, al fin podían disfrutar de un respiro. La música resonaba en la sala, las risas llenaban el aire y la comida no dejaba de servirse.
Biel, sentado con una copa en la mano, sonrió con alivio.
—Por fin, después de tanto tiempo, puedo relajarme —dijo, mirando a su alrededor con gratitud—. La última vez que tuve un momento así fue en la aldea de Xantle y Easton, cuando hicieron una fiesta para celebrar que los salvamos. Desde entonces, han pasado tantas cosas...
Xantle asintió y alzó su copa.
—Y cada una de esas aventuras nos ha hecho más fuertes.
Easton rápidamente se unió con entusiasmo.
—¡Por nuevas aventuras y por los amigos que nos han acompañado!
Todos alzaron sus copas y brindaron con energía. La celebración duró toda la noche, en un ambiente de camaradería y alegría. Por un momento, las preocupaciones y los peligros parecieron desvanecerse.
Cuando llegó la mañana, el grupo comenzó a alistarse para partir. Biel, ya listo, observó a sus compañeros mientras se preparaban.
Xantle se acercó y preguntó con curiosidad:
—Ahora, ¿adónde iremos esta vez?
Biel ajustó su capa y respondió con determinación.
—Iremos a Marciler.
Acalia, que estaba terminando de empacar sus cosas, se giró hacia él con expresión de sorpresa.
—¿Marciler? ¿Esa no es la ciudad de la Emperatriz Domia?
Biel asintió con seriedad.
—Así es. Ella tuvo algo que ver con el enfrentamiento contra Lip. Quiero ir allá y descubrir por qué quería que me enfrentara a él. Además, creo que podría obtener información sobre el paradero de Bastián.
El ambiente se tornó más serio. La mención de Bastián hacía que todos recordaran la importancia de su próximo destino. Sin perder más tiempo, el grupo se preparó para partir, con la determinación de enfrentar lo que sea que les esperara en Marciler.
Biel observó a su alrededor una última vez. Las tierras oscuras, aunque marcadas por el caos, ahora tenían una nueva oportunidad de renacer. Inspiró profundamente antes de hablar.
—Bueno, llegó el momento de irnos. Muskar, sé que podrás restaurar este reino y convertirte en un gran Rey. Nos volveremos a ver.
Muskar cruzó los brazos y asintió con una sonrisa confiada.
—Así es, Biel. Nos volveremos a ver. No dudes en regresar cuando lo necesites.
Sarah se acercó a su hermano, con un brillo de emoción en los ojos.
—Cuídate, hermano —dijo con voz suave, intentando mantener la compostura.
Muskar le colocó una mano en el hombro y le sonrió con afecto.
—Igualmente, hermana. No olvides de dónde vienes.
Luego giró su mirada hacia Biel.
—Por cierto, Biel, cuida de mi hermana.
Biel le dedicó una mirada firme y asintió.
—Así lo haré, puedes contar con ello.
Con las despedidas hechas, el grupo cruzó la frontera de las tierras oscuras, dejando atrás los recuerdos de la batalla y mirando hacia el futuro. Biel, con una expresión determinada, miró a sus compañeros.
—Ahora, una nueva aventura nos espera.
Los demás asintieron, listos para lo que vendría a continuación.
Mientras tanto, en Marciler, la Emperatriz Domia recibió una carta sellada con urgencia. Rasgó el sobre con delicadeza y leyó el contenido con una sonrisa que se ensanchó a cada palabra.
—Interesante... —susurró.
El mensaje era claro: El Rey Vampiro Lip ha caído en batalla. Biel también ha muerto.
Domia dejó escapar una risita contenida y se reclinó en su trono.
—Perfecto. Mis planes han salido a la perfección.
Se levantó con elegancia y caminó hacia una gran ventana que daba a la ciudad, observando la vasta extensión de su imperio. Con un destello de malicia en los ojos, susurró:
—Con esto, mi señor estará contento. Si Biel está muerto, entonces ya nadie podrá interferir en mis planes...
Una sombra se deslizó tras ella, una figura oculta entre las penumbras, escuchando atentamente. Domia sonrió, sintiendo que todo estaba en su lugar, ignorante de lo que realmente estaba por venir.