El ambiente en la cámara iluminada por el brillo del Fragmento del Infinito era solemne. Biel, con el Fragmento pulsando en su interior, observaba al caballero oscuro, quien ahora se había arrodillado ante él.
—Mi nombre es Ylfur —declaró el caballero, levantando lentamente la vista hacia Biel—. Y, durante siglos, he sido el protector de este Fragmento. Sin embargo, mi verdadera lealtad no era hacia este objeto, sino hacia mi señor, Monsfil, el Rey Demonio de la Destrucción Eterna.
Los ojos de Biel se abrieron con sorpresa al escuchar ese nombre, mientras Xanthe, Easton y Acalia intercambiaban miradas de asombro y precaución.
—¿Monsfil? ¿El Rey Demonio? —preguntó Biel, dando un paso hacia adelante—. ¿Qué significa esto? ¿Por qué dices que ahora vive en mí?
Ylfur asintió, como si hubiera esperado esa pregunta.
—Permíteme contarte una historia, joven portador. Hace siglos, Monsfil no era simplemente un Rey Demonio, como muchos creen. Era un protector. Su dominio sobre la destrucción no era para causar caos, sino para preservar el equilibrio. Donde las plagas devastaban reinos, él las erradicaba. Donde ejércitos corruptos masacraban inocentes, él los destruía sin piedad.
—¿Y eso lo convierte en un héroe? —interrumpió Xanthe, con el ceño fruncido. —Parece más bien el relato de un tirano que decide qué merece vivir y qué no.
Ylfur volteó hacia ella, y aunque su rostro permanecía cubierto por su casco, su voz mostraba una mezcla de pesar y convicción.
—Lo entiendo. Es difícil de comprender para quienes no vivieron esos tiempos. Yo mismo pensé igual alguna vez. Era un joven caballero que luchaba por mi reino, creyendo que la justicia era simple: el bien contra el mal. Pero cuando mi hogar fue devastado por una corrupción imparable, ni mis habilidades ni las de mis aliados pudieron detenerla. Entonces llegó él.
Ylfur hizo una pausa, como si los recuerdos pesaran en su alma.
—Monsfil destruyó todo lo que estaba infectado, incluso aquello que podría haberse salvado. En ese momento, lo odié. Pero cuando vi el resultado... entendí. La destrucción que él traía no era ciega, sino quirúrgica. Salvó a mi reino de un destino peor, aunque el precio fue alto. Decidí jurarle lealtad, no por miedo, sino porque reconocí que sus acciones, aunque duras, eran necesarias.
El silencio en la cámara era absoluto. Biel tragó saliva, procesando las palabras de Ylfur.
—¿Y qué pasó después? ¿Por qué Monsfil fue sellado? —preguntó Acalia, con una mirada inquisitiva.
Ylfur bajó ligeramente la cabeza.
—Los mortales no entendieron su propósito. Lo vieron como una amenaza, y el héroe elegido por los Fragmentos lideró una cruzada para sellarlo. Monsfil no luchó contra su destino. Sabía que el mundo no estaba listo para comprenderlo. Pero antes de ser sellado, me dio una última orden: proteger este Fragmento hasta que llegara alguien digno de portar su poder.
—¿Y crees que yo soy esa persona? —preguntó Biel, su voz llena de dudas.
—No lo creo. Lo sé —respondió Ylfur con firmeza—. Cuando sentí tu energía entrar a este mundo, supe que era el momento. El Fragmento respondió a ti porque Monsfil ahora vive dentro de ti. Sus ideales, su poder... todo está ligado a ti. Por eso, joven portador, yo te seguiré desde ahora. Mi lealtad no es solo hacia Monsfil, sino hacia quien continúe su legado.
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Biel dio un paso atrás, abrumado.
—Yo no pedí esto. Apenas entiendo lo que está pasando. No sé si puedo ser esa persona que esperas que sea.
Ylfur colocó una mano firme en el suelo, levantándose con elegancia. Su armadura resonó mientras daba un paso hacia Biel.
—Nadie está listo para llevar un peso tan grande al principio. Pero el hecho de que el Fragmento te haya elegido significa que tienes el potencial. Yo te guiaré y te protegeré, como hice con Monsfil.
Acalia se cruzó de brazos, observando a Ylfur con desconfianza.
—¿Y qué pasa si decides que Biel no es digno? ¿Volverás a ser nuestro enemigo?
Ylfur giró su casco hacia ella, y aunque su expresión no era visible, su tono transmitía sinceridad.
—No es mi lugar juzgarlo. Mi deber es servir al portador del Fragmento y garantizar que no cometa los mismos errores que llevaron a Monsfil a ser sellado. Eso incluye protegerlo incluso de sí mismo, si es necesario.
Biel se quedó en silencio por un momento antes de alzar la vista con determinación.
—Si realmente crees que puedo hacer esto, entonces aceptaré tu ayuda. Pero necesito tiempo para entender qué significa este poder y cómo usarlo correctamente.
Ylfur asintió solemnemente.
—Eso es todo lo que puedo pedir, joven portador. A partir de hoy, mi espada es tuya.
Con esas palabras, Ylfur se inclinó en una reverencia respetuosa, sellando su lealtad a Biel. A pesar de las dudas que aún pesaban sobre él, Biel sintió una chispa de esperanza. Aunque el camino por adelante seguía siendo incierto, sabía que ya no lo recorrería solo.
Sin embargo, la paz no duraría mucho. El aire en la cámara se tensó de repente, como si una presencia invisible hubiera descendido sobre ellos. Xanthe, quien había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso atrás al sentir un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Easton, empuñando su bastón con fuerza.
Antes de que nadie pudiera responder, una figura translúcida emergió del Fragmento que Biel portaba. Era un espectro de Monsfil, imponente y majestuoso, con una armadura que brillaba como el acero bajo la luz del sol. Sus ojos rojos, llenos de sabiduría y tristeza, recorrieron a los presentes.
—Portador del Fragmento —dijo Monsfil con una voz profunda que resonó en la mente de todos—. Ylfur, fiel guardián. Finalmente, el tiempo ha llegado.
Biel se tambaleó, sintiendo el peso de la mirada de Monsfil sobre él.
—Tú… eres Monsfil —susurró, incapaz de apartar la vista del espectro.
Monsfil asintió.
—Así es, joven. He esperado mucho tiempo para este momento. Pero no he venido a imponer mi voluntad sobre ti. Mi poder es un don y una carga, y depende de ti decidir cómo lo usarás.
Ylfur dio un paso adelante, inclinándose ligeramente ante el espectro.
—Mi señor, he cumplido mi deber. Pero necesito saber: ¿es él realmente digno de llevar tu legado?
Monsfil miró a Ylfur con una mezcla de afecto y firmeza.
—Ylfur, siempre has sido un fiel servidor. Pero ahora tu deber no es juzgar, sino guiar. Biel tiene un corazón puro, aunque débil en este momento. Su fuerza no provendrá solo de su poder, sino de las conexiones que forme y las decisiones que tome.
Acalia, quien había escuchado atentamente, dio un paso adelante.
—¿Y qué hay de Gard? Si este poder es tan importante, él también lo busca. ¿Cómo podemos detenerlo?
Monsfil cerró los ojos, como si recordara un dolor profundo.
—Gard busca lo que no comprende. Si logra reunir los Fragmentos, el caos que desatará consumirá no solo este mundo, sino todos los mundos conectados al Infinito. Pero su poder aún no está completo. Deben detenerlo antes de que lo logre.
La tensión en la cámara era palpable. Biel respiró profundamente y alzó la vista.
—Entonces no tengo otra opción. Si este poder está en mí, lo usaré para proteger a los que me importan. Y si Gard quiere destruir todo, lo detendremos.
Monsfil sonrió ligeramente antes de desvanecerse.
—Confío en ti, Biel. Pero recuerda, la verdadera fuerza viene del sacrificio.
Cuando la figura de Monsfil desapareció, un silencio pesado llenó la cámara. Finalmente, Ylfur habló.
—Debemos prepararnos. El camino por delante será más peligroso de lo que pueden imaginar.
El grupo asintió, sabiendo que su lucha apenas había comenzado.