Tras los impactantes eventos de la batalla que culminó con la muerte de Biel, han pasado tres horas, el ambiente estaba cargado de una mezcla de dolor y desconcierto. Acalia permanecía junto al cuerpo inerte del joven portador del Fragmento, incapaz de aceptar la cruel realidad. Sin embargo, la calma fue interrumpida por la aparición de una figura inesperada.
Una luz brillante surgió de la nada, iluminando el espacio con una intensidad celestial. De esa luz emergió Kaito, un hombre de porte majestuoso y aura imponente. Vestido con una túnica que parecía estar hecha de la misma esencia del universo, Kaito caminó lentamente hacia Acalia, sus pasos resonando como un eco en el vacío.
—¿Quién eres tú? —preguntó Acalia, su voz temblando entre sorpresa y cautela.
Kaito esbozó una leve sonrisa antes de responder con un tono sereno, casi solemne:
—Mi nombre es Kaito, y soy uno de los tres Rifilser.
El corazón de Acalia se aceleró. Había escuchado historias sobre los Rifilser, entidades míticas de las que incluso los dioses hablaban con reverencia. Sin embargo, enfrentarse a una de estas figuras era algo que nunca había imaginado.
—¿Los Rifilser? —repitió, incrédula. —¿Qué son?
Kaito alzó la vista hacia el cielo antes de volver a mirarla.
—Somos la autoridad suprema del universo y el megaverso. Los que hacemos las reglas en este mundo, por encima de los dioses mismos. Lo que los dioses consideran leyes inviolables, nosotros las escribimos.
El impacto de sus palabras dejó a Acalia sin aliento. La idea de que existieran entidades más poderosas que los mismos dioses era un concepto que iba más allá de su comprensión.
—¿Por encima de los dioses...? —murmuró, intentando asimilarlo. —Esto… no lo sabía.
Kaito agitó una mano despreocupadamente, como si el tema no fuera relevante en ese momento.
—Bueno, pero eso no es importante por ahora.
Acalia lo observó con atención, percibiendo una mezcla de determinación y compasión en su semblante. Sabía que la llegada de Kaito no podía ser casualidad, y su corazón se llenó de una chispa de esperanza que apenas se atrevía a sentir. La posibilidad de que Biel pudiera regresar se entrelazaba con el misterio de esta figura suprema, dando inicio a un capítulo que cambiaría todo lo que conocían.
Tras la introducción de Kaito, Acalia no pudo contener su curiosidad. Aunque la explicación sobre los Rifilser había sido sorprendente, había algo más que inquietaba su mente. Kaito, notando su confusión, decidió esclarecer lo que debía saber para entender lo que estaba en juego.
—Escucha con atención, Acalia —dijo Kaito, su voz resonando con una autoridad innegable—. Este mundo, como todos los mundos del megaverso, tiene reglas. Incluso la muerte no es un fin definitivo, sino un paso hacia un juicio.
Acalia lo miró, incrédula.
—¿Un juicio? ¿De qué estás hablando?
Kaito asintió lentamente, como si ya hubiera anticipado su pregunta.
—Después de la muerte, las almas humanas son llevadas al Plano Espiritual, también conocido como el Sendero de la Vida. Es un lugar donde las almas son juzgadas para determinar su destino final: el cielo o el infierno. Esto no siempre fue así, pero todo cambió debido a un evento catastrófico.
Acalia frunció el ceño, procesando la información.
—¿Qué tipo de evento? ¿Por qué fue necesario un juicio?
Kaito hizo una pausa, mirando hacia el horizonte como si recordara algo lejano.
—Hace mucho tiempo, los humanos podían entrar libremente al Plano Espiritual. Pero debido a un conflicto entre los Reyes Demonios y un humano excepcionalmente ambicioso, la Diosa de los Espíritus, conocida como Yael, decretó que los humanos solo podrían ingresar tras la muerte para ser juzgados. Fue su forma de proteger ese lugar sagrado de futuras amenazas.
Acalia inclinó la cabeza, notando algo peculiar en sus palabras.
—¿Yael? Me suena ese nombre, pero… hay algo más que no estás diciendo, ¿cierto?
Kaito esbozó una leve sonrisa y continuó.
—Yael es solo uno de los nombres que utiliza. En el Plano Espiritual, ella se presenta como Yael, la Reina y Soberana de ese dominio. Pero su verdadero nombre es Enit, y fuera del plano utiliza esta identidad. Es una forma de distinguir su rol como diosa de los espíritus de su verdadera esencia.
La revelación dejó a Acalia sin palabras. Saber que incluso los dioses ocultaban aspectos de su identidad era una muestra de lo complejo que era este mundo.
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—Entonces, ¿qué significa esto para Biel? —preguntó finalmente.
Kaito se acercó al cuerpo de Biel, ahora completamente restaurado gracias a los cuidados de Acalia.
—Significa que su alma está ahora en el Sendero de la Vida. Si desea regresar al mundo terrenal, deberá enfrentarse al juicio de Enit y convencerla de que merece otra oportunidad. Es la única manera.
El silencio que siguió fue casi insoportable. Acalia miró a Kaito, con una mezcla de esperanza y temor. Las palabras del Rifilser habían dejado claro que el destino de Biel dependía ahora de una prueba espiritual, y que el regreso del joven no estaba garantizado. Sin embargo, la presencia de Kaito y su determinación parecían ser el faro que iluminaba el camino por delante.
Mientras Kaito se acercaba al cuerpo inerte de Biel, una calma antinatural envolvió el lugar. Acalia observó con una mezcla de esperanza y preocupación mientras el Rifilser colocaba una mano sobre el Fragmento del Infinito que reposaba en el pecho de Biel. El cristal emitió un brillo tenue al principio, pero pronto comenzó a resonar con una energía cada vez más intensa.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Acalia, su voz cargada de tensión.
Sin apartar la vista del Fragmento, Kaito respondió con serenidad:
—El Fragmento del Infinito es mucho más que un simple artefacto. Dentro de él habita una esencia poderosa: Monsfil, el Rey Demonio de la Destrucción Eterna. Él tiene un papel crucial que desempeñar.
Acalia frunció el ceño, recordando las interacciones previas con Monsfil.
—Ya lo sabemos. Monsfil nos ayudó en el pasado, pero ¿por qué necesitaría involucrarse de nuevo? ¿Qué planeas?
Kaito apartó la mano, y el Fragmento brilló con tal intensidad que iluminó todo el lugar. La energía que emanaba comenzó a tomar forma, proyectando una figura imponente y etérea frente a ellos: Monsfil. Su armadura destellante y sus ojos rojizos inspiraban tanto temor como respeto.
—Monsfil —dijo Acalia con un tono firme—. ¿Estás dispuesto a ayudarlo otra vez?
Monsfil inclinó ligeramente la cabeza hacia ella, reconociendo la familiaridad en sus palabras.
—Nos volvemos a encontrar, Acalia. Mi esencia sigue unida al destino de este Fragmento y, por ende, al de Biel. Esta vez, mi intervención será diferente.
Kaito interrumpió:
—Monsfil es el único que puede guiar a Biel en el Sendero de la Vida. En ese lugar, la fortaleza física es irrelevante; lo que importa es la fuerza del alma. Monsfil tiene la sabiduría y el poder necesarios para ayudarlo a superar el juicio de Enit.
Monsfil dirigió su atención hacia Kaito, con una expresión de curiosidad.
—Hablas como alguien que conoce mucho más de lo que dice. Sin embargo, acepto la tarea, no por ti, sino porque creo que Biel es capaz de lograr lo que yo no pude.
Acalia observó la interacción en silencio, reflexionando sobre las palabras de Monsfil. Finalmente, dio un paso adelante.
—Si esto es lo que necesita para regresar, entonces hazlo. Pero ten cuidado, Monsfil. Biel no es solo un portador; es alguien que merece una segunda oportunidad.
Monsfil sonrió ligeramente, su mirada llena de determinación.
—Entonces no hay más que hablar. Prepararé su camino.
El Fragmento brilló una vez más, y la figura de Monsfil se desvaneció en un destello de luz. Kaito dio un paso atrás, dejando que la energía del Fragmento hiciera su trabajo.
Acalia, que había observado todo con los puños apretados, finalmente exhaló, sintiendo una mezcla de alivio y tensión.
—¿Y ahora qué? —preguntó en voz baja.
Kaito se giró hacia ella, con una expresión que combinaba determinación y tranquilidad.
—Ahora, esperamos. El destino de Biel está en sus propias manos… y en las de Monsfil. Pero ten fe, Acalia. A veces, incluso las almas más atribuladas encuentran el camino de regreso.
En las alturas del Umbral de los Dioses, un lugar reservado para las entidades más poderosas del cosmos, una reunión llena de tensión se llevaba a cabo. Las energías fluctuaban en el aire mientras los dioses debatían sobre lo ocurrido tras la intervención de Kaito.
El Dios del Tiempo, Chronasis, observaba una proyección del plano terrenal que mostraba a Kaito junto al cuerpo de Biel. Sus ojos, reflejo de infinitas posibilidades temporales, se entrecerraron mientras hablaba:
—Esto altera las probabilidades. Uno de los Rifilser, interviniendo directamente… Este evento no es menor.
Nyxaris, la Diosa de las Sombras, rodeada de penumbras, intervino con un tono calculador:
—¿No era de esperar algo así? Los Rifilser siempre han sido implacables en su búsqueda del equilibrio. Sin embargo, que tomen partido es… perturbador.
Elaris, la Diosa de la Vida, se inclinó hacia adelante con una expresión de preocupación. Su voz, normalmente calmada, denotaba urgencia:
—Si Kaito intervino, debe ser porque considera que el equilibrio del universo está en peligro. Biel no es solo un mortal; su conexión con el Fragmento del Infinito podría cambiarlo todo.
Solaryon, el Dios de la Luz, golpeó su cetro contra el suelo, proyectando un destello cegador.
—¡Esto no puede ser tolerado! Si los Rifilser han decidido involucrarse, nosotros también deberíamos hacerlo. Este mortal no puede cargar con tal responsabilidad.
Chronasis alzó una mano, pidiendo calma.
—Intervenir sin comprender las intenciones de los Rifilser podría ser un error fatal. He visto lo que podría suceder: en algunas líneas temporales, Biel se convierte en un salvador; en otras, desata un caos inimaginable. Debemos observar con cuidado.
Veyrith, el Dios del Caos, soltó una risa suave, disfrutando del conflicto.
—¿Y no es eso lo emocionante? El caos siempre trae oportunidades. Quizás, esta vez, los Rifilser han subestimado las ramificaciones de sus acciones.
Arselturin, el Dios de la Muerte, rompió su silencio. Su voz grave resonó por todo el Umbral.
—Biel se enfrenta al Sendero de la Vida, un dominio donde incluso nuestra influencia es limitada. Solo Enit, la soberana de ese plano, puede decidir su destino. Y si los Rifilser han confiado en él, deberíamos cuestionarnos por qué.
El Umbral cayó en un silencio tenso. Finalmente, Sylvaran, el Dios de la Naturaleza, habló:
—Entonces, esperemos. Pero recordemos que, si el equilibrio se rompe, será nuestra responsabilidad restaurarlo, sin importar las consecuencias.
Mientras los dioses deliberaban, una figura encapuchada observaba desde las sombras. Kaito, con una expresión inescrutable, susurró para sí mismo:
—Los dioses también son piezas en este tablero. Pero esta vez, el juego no lo deciden ellos.
En el plano terrenal, el Fragmento del Infinito brilló con una intensidad renovada, marcando el inicio que cambiaría el curso del destino.