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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capítulo 20: Biel y Monsfil

Capítulo 20: Biel y Monsfil

El viento frío soplaba con fuerza mientras Biel caminaba hacia las imponentes montañas que se alzaban como gigantes dormidos frente a él. El peso de los recientes acontecimientos aún pesaba sobre sus hombros, pero su determinación permanecía firme. Cada paso que daba resonaba con ecos en la quietud del paisaje, y las montañas parecían observarlo, como si escondieran secretos antiguos.

De repente, una figura se materializó frente a él. Era alta, imponente, con una armadura desgastada que reflejaba un tenue brillo bajo la luz. Los ojos rojos de Monsfil lo observaron con intensidad, llenos de un poder abrumador.

—¡Monsfil! ¿Cómo es posible que estés aquí? —exclamó Biel, dando un paso hacia atrás mientras su mano se movía instintivamente hacia la empuñadura de su arma.

Monsfil esbozó una sonrisa lánguida, cruzó los brazos y dijo con calma:

—Este es un plano espiritual, joven portador. La única forma en que puedo salir del Fragmento que llevas en el cuello es en este lugar. Además, no olvides que soy uno de los Reyes Demonios. Mi esencia está profundamente entrelazada con este mundo.

Biel asintó lentamente, procesando lo que había escuchado. A pesar de sus dudas y temores, había algo en la presencia de Monsfil que lo obligaba a escuchar.

—Entonces, ¿qué planeas hacer aquí?

Monsfil soltó una carcajada breve antes de responder:

—Ayudarte a salir de este lugar. Tus amigos están intentando devolverte a la vida, pero también debo contarte más sobre este sitio. Este plano espiritual rige bajo ciertas normas. Hace mucho tiempo, cualquier raza podía acceder libremente aquí: humanos, demonios, incluso los inmortales. Pero todo cambió por un conflicto que marcó la historia.

Biel lo miró con curiosidad y Monsfil continuó:

—Mis hermanos Karia, Reina Demonio del Conocimiento Prohibido; Quizza, Reina Demonio de la Ambición Desmedida; y Tahiel, Rey Demonio de la Oscuridad Primordial, usaron a un humano para sus propios fines. Le otorgaron poder y conocimiento ilimitados, y ese humano causó un caos indescriptible en este lugar. Para detenerlo, el hijo de la diosa Yael sacrificó su vida protegiendo a los habitantes del plano. La diosa, consumida por el dolor, interrogó al humano una vez que su poder se agotó. Él culpó a mis hermanos, y esto enfureció a Yael.

Monsfil hizo una pausa, como si recordara aquellos días con pesar. Sus ojos, que reflejaban milenios de historia, se clavaron en Biel.

—La diosa decidió que los humanos solo podrían acceder a este plano tras su muerte para ser juzgados, y que a los demonios se les sellaría la puerta que conectaba su mundo con este. Mis hermanos lograron su objetivo: enfurecer a Yael solo por diversión. Yo, que estaba lejos durante esos eventos, les había advertido que no hicieran nada para provocar a la diosa. Cuando regresé, descubrí que ya no podía entrar aquí. Me llené de ira hacia ellos, pero entendí que parte de la culpa era mía por haberme ausentado.

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Biel, fascinado y horrorizado por igual, dio un paso más cerca de Monsfil.

—¿Eso sucedió hace más de mil años? —preguntó, con los ojos abiertos de par en par.

—Así es. Quinientos años después, el héroe nos selló a todos. Este plano es un lugar peligroso para demonios como yo. Si planeas usar el poder de un Rey Demonio, ten mucho cuidado.

Biel asintó, procesando la advertencia. Sus pensamientos se agolpaban.

—Lo haré, Monsfil. Tendré cuidado.

El Rey Demonio esbozó una leve sonrisa antes de desvanecerse en una nube de sombras.

—Nos volveremos a ver, joven portador.

Biel retomó su camino. Mientras avanzaba, sintió que el aire a su alrededor cambiaba, como si el plano espiritual respondiera a su presencia. Los paisajes eran un reflejo de sus emociones: tormentosos y llenos de incertidumbre.

Poco después, una escena inquietante lo detuvo en seco. Un grupo de elfos rodeaba a una figura encapuchada, atacándola sin piedad. Las voces de los elfos resonaban en un idioma antiguo, lleno de furia. La figura intentaba defenderse, pero estaba claramente en desventaja. La ira surgió en el corazón de Biel.

—¡Deténganse! —gritó, pero los elfos lo ignoraron.

Sin pensarlo dos veces, activó su habilidad “Ráfaga Ágil”. En un instante, se movió con una velocidad vertiginosa, golpeando a los elfos y lanzándolos por los aires. Algunos chocaron contra los árboles cercanos antes de desaparecer en la espesura del bosque.

—¡¿Cómo se atreven a atacar a alguien de esa manera?! —gritó, con una mezcla de indignación y determinación.

Los elfos, sorprendidos por su fuerza, huyeron entre los árboles sin mirar atrás. Biel se acercó a la figura encapuchada, quien se había desplomado en el suelo. Al inclinarse, preguntó con voz suave:

—¿Estás bien? ¿Cómo te llamas?

La figura levantó la cabeza, revelando un rostro delicado enmarcado por un cabello blanco como la nieve. Sus ojos, de un azul intenso, se fijaron en los de Biel mientras sus labios esbozaban una leve sonrisa.

—Me llamo Raizel.

El silencio llenó el aire mientras Biel intentaba procesar la belleza y la extrañeza de la chica frente a él. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, el bosque pareció susurrar alrededor de ellos. La atmósfera se tornó pesada, como si una nueva amenaza estuviera al acecho.

—Debemos movernos —dijo Raizel, incorporándose con dificultad. Su voz era suave, pero estaba cargada de urgencia—. No es seguro quedarnos aquí.

Biel la ayudó a levantarse, sus pensamientos llenos de preguntas. ¿Quién era Raizel? ¿Por qué los elfos la atacaban? Y, lo más importante, mientras avanzaban juntos hacia un lugar más seguro, Biel no podía evitar sentir que el destino había vuelto a intervenir en su camino.

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En el horizonte, las montañas parecían más cercanas que nunca, pero también más amenazantes. Biel y Raizel se movían en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Aunque acababan de conocerse, una conexión incipiente comenzaba a formarse, como si ambos compartieran un destino entrelazado.

Mientras caminaban, Raizel finalmente rompió el silencio.

—Gracias por salvarme. No muchos se habrían enfrentado a un grupo de elfos por alguien que no conocen.

Biel se encogió de hombros, intentando restarle importancia.

—No podía quedarme de brazos cruzados. Pero ¿Qué hacías tan lejos de cualquier poblado?

Raizel bajó la mirada, como si estuviera decidiendo cuánto contar.

—Estaba buscando algo... o alguien. Pero parece que mi búsqueda no pasó desapercibida.

Antes de que Biel pudiera preguntar más, un rugido profundo resonó a lo lejos. Ambos se detuvieron en seco, sus cuerpos tensándose al unísono.

—¿Qué fue eso? —preguntó Biel, desenvainando su arma.

Raizel estrechó los ojos, mirando hacia el bosque.

—Algo que no debería estar aquí. Prepara tus habilidades, podría ser una larga noche.

Ambos listos para enfrentarse a lo desconocido, mientras las sombras del bosque se agitaban con un peligro inminente.