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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capítulo 17: La Vida es Efímera

Capítulo 17: La Vida es Efímera

El campo de batalla se iluminaba con destellos de energía oscura y carmesí mientras Biel, envuelto en su forma de Rey Demonio imperfecto, se lanzaba hacia Lip, el Rey Vampiro. Sus habilidades se manifestaban con precisión mortal, combinando la velocidad de su Ráfaga Ágil y el poder destructivo del Desgarrador Crepuscular.

Lip, con su siniestra presencia amplificada por la Luna Sangrienta, contraatacaba con elegancia letal. Su Forja de Sangre creó lanzas carmesí que volaban hacia Biel, chocando contra el Muro del Abismo que este convocaba. El estruendo de cada impacto resonaba como el eco de tambores de guerra.

Biel giró en el aire, esquivando un golpe dirigido a su torso gracias a su Agilidad Sobrehumana, mientras activaba las Espinas de Penumbra, que emergieron del suelo tratando de atrapar a su enemigo. Lip las esquivó con un movimiento fluido, transformándose en una bruma etérea usando su Forma de Sombra y reapareciendo detrás de Biel.

—¿Crees que un humano puede desafiarme? —gruñó Lip, su voz resonando con un eco profundo, mientras conjuraba la Pesadilla Viviente. Una sombra se cernió sobre Biel, tratando de llenar su mente de dudas y terror.

Sin embargo, Biel permaneció inmune, su Corrupción Resistente y Inmunidad al Lavado de Cerebro anulaban los efectos de los trucos mentales del vampiro. Aprovechó el momento de distracción de Lip para lanzar una poderosa descarga de Llamas de Sombras Menores, obligándolo a retroceder.

Por otro lado, en el Umbral, los dioses observaban con asombro. Incluso aquellos que gobernaban el equilibrio del multiverso no podían apartar la mirada de la intensa lucha. La energía liberada por los combatientes era palpable incluso a esa distancia, alterando las vibraciones del tejido cósmico.

—Ese mortal... —dijo Solaryon, el Dios de la Luz, con incredulidad en su tono—. No debería tener tal fuerza.

—Y, sin embargo, ahí está, desafiando las probabilidades —respondió Nyxaris, con una mezcla de interés y cautela.

De regreso en el campo de batalla, Biel dio un salto hacia atrás, posicionándose estratégicamente. Activó su Marca del Vacío, debilitando la defensa de Lip antes de lanzarse nuevamente al ataque. La batalla continuaba con una intensidad creciente, cada movimiento resonando como un presagio de lo que estaba por venir.

A corta distancia del enfrentamiento entre Biel y Lip, el Caballero Oscuro avanzaba por los pasillos de la fortaleza, enfrentándose a un grupo de vampiros nobles. Las antorchas titilaban en las paredes de piedra, proyectando sombras grotescas que danzaban junto al choque de espadas y el rugir de poderes sobrenaturales.

—Así que tú eres el títere de Biel —espetó uno de los vampiros, un guerrero de ojos carmesí con una capa bordada en oro. —No durarás ni un minuto contra nosotros.

El Caballero Oscuro no respondió. Con una calma glacial, desenvainó su espada negra, cuya hoja emanaba una tenue aura de energía sombría. Los vampiros nobles rieron entre ellos, confiados en su superioridad.

—¡Ataquemos juntos! —ordenó otro, una mujer alta de cabello platinado, mientras activaba su habilidad de “Golpe Carmesí”, una descarga de energía que se deslizaba en láminas hacia el Caballero Oscuro.

Con un movimiento preciso, el Caballero Oscuro levantó su espada y desató su habilidad “Defensa del Abismo”. Una barrera negra se materializó frente a él, bloqueando el ataque con un estruendo que sacudió el pasillo.

—No sois más que peones —dijo finalmente el Caballero Oscuro, su voz resonando con frialdad—. Y el tablero ha cambiado.

El pasillo se llenó de caos. Los vampiros atacaban con ferocidad, combinando su destreza física con habilidades vampíricas. El Caballero Oscuro respondía con contrataques calculados, usando su “Espada de Penumbra” para cortar a través de sus defensas y su “Sombras Encadenantes” para inmovilizar a sus oponentes.

Uno de los nobles logró flanquearlo y lanzó una estocada hacia su costado, pero el Caballero Oscuro activó su “Reflejo Nocturno”, un destello oscuro que cegó temporalmente al atacante, permitiéndole girar y asestar un golpe devastador.

—¡Maldito! —gritó uno de los vampiros mientras convocaba un enjambre de murciélagos que se lanzaron hacia el Caballero Oscuro.

Con un gesto, el Caballero Oscuro desató su “Tormenta de Tinieblas”. Una espiral de energía oscura consumió a los murciélagos y golpeó a los vampiros, dejándolos debilitados y tambaleantes.

El último noble en pie, el líder del grupo, alzó su espada y rugió: —¡No subestimes el poder de nuestra sangre!

Se abalanzó sobre el Caballero Oscuro, su velocidad aumentada por su habilidad “Furia Carmesí”. Sin embargo, el Caballero Oscuro lo esperaba. En el último segundo, activó su “Golpe Final del Vacío”, un ataque que envolvió su espada en energía oscura pura. La colisión fue brutal, y el vampiro noble cayó al suelo con un alarido, derrotado.

El Caballero Oscuro observó los cuerpos inmóviles de los nobles mientras su espada regresaba a su forma neutral. Aunque la victoria era suya, no mostró señales de orgullo ni alegría. Simplemente giró sobre sus talones y continuó su camino hacia el corazón de la fortaleza, donde sabía que el destino de Biel y los demás seguía pendiendo de un hilo.

Mientras Biel y el Caballero Oscuro combatían en otras áreas, Xanthe y Easton se enfrentaban a una adversaria inesperada: Acalia, quien había caído bajo el control mental de Lip. Su mirada, normalmente llena de determinación, estaba vacía, dominada por una frialdad artificial que no pertenecía a ella.

—Esto no está bien... —dijo Xanthe con la voz quebrada, sujetando su bastón con fuerza.

—Lo sé —respondía Easton, posicionándose junto a su hermana—. Pero si queremos liberarla, tenemos que romper el control de Lip.

Acalia avanzó hacia ellos con una velocidad aterradora, su espada resonando con energía oscura. Xanthe lanzó una esfera de fuego hacia ella, pero Acalia desvió el ataque con un movimiento grácil y letal.

—Tienes que esforzarte más si quieres detenerme —dijo Acalia, su voz carente de emoción mientras alzaba su espada para atacar.

Easton invocó un muro de hielo para frenar su embestida. El choque entre la espada de Acalia y la barrera hizo que un eco resonara por la habitación, llenándola de fragmentos de hielo que cayeron como lluvia. Mientras tanto, Xanthe comenzó a conjurar un hechizo más poderoso.

—No podemos seguir conteniéndola. Tenemos que encontrar una forma de romper el control —dijo Easton mientras esquivaba una estocada mortal.

Por otro lado, en un espacio adyacente, Sarah enfrentaba una batalla igualmente dolorosa. Su hermano, Muskar, también estaba bajo el dominio de Lip. Los ojos de Muskar, normalmente llenos de calidez, ahora brillaban con un rojo antinatural.

—Hermano, por favor, lucha contra esto —imploró Sarah, su voz cargada de emoción.

Muskar no respondió. En cambio, cargó contra ella con una fuerza brutal, su espada cortando el aire con una precisión despiadada. Sarah bloqueó el ataque con su lanza, pero el impacto la hizo retroceder varios pasos.

—No tengo elección... —susurró Sarah, mientras una lágrima rodaba por su mejilla. Activó su habilidad “Esfera de Luz Pura”, una barrera que emanaba una energía brillante y envolvió a ambos combatientes.

Dentro de la barrera, los movimientos de Muskar parecían ralentizarse, como si la luz afectara el control de Lip sobre él. Sarah aprovechó el momento para hablar directamente a su hermano.

—Muskar, sé que estás ahí. No dejes que nuestro padre controle tu voluntad. ¡Lucha!

Por un instante, los ojos de Muskar parecieron brillar con un destello de reconocimiento, pero la influencia de Lip seguía siendo fuerte.

Mientras tanto, el enfrentamiento entre Xanthe, Easton y Acalia continuaba intensificándose. Xanthe finalmente completó su conjuro, desatando un torrente de fuego que rodeó a Acalia. Easton usó ese momento para lanzar un hechizo de petrificación, inmovilizándola temporalmente.

—¡Rápido, antes de que se libere! —gritó Easton.

Xanthe colocó las manos sobre Acalia, canalizando un hechizo de purificación. Una luz blanca comenzó a envolverla, luchando contra la energía oscura que controlaba su mente. A medida que la luz crecía, Acalia comenzó a temblar, su expresión cambiando de frialdad a dolor y confusión.

De vuelta con Sarah, su barrera comenzó a debilitarse. Con un último esfuerzo, se acercó a su hermano y lo abrazó con fuerza.

—¡Hermano, vuelve conmigo! —exclamó, mientras su luz brillaba más intensamente que nunca.

En ese instante, el control de Lip sobre Muskar y Acalia se rompió simultáneamente. Ambos cayeron de rodillas, respirando agitadamente mientras recuperaban el control de sí mismos. Sarah y Xanthe corrieron hacia ellos, abrazándolos con alivio.

—Gracias... por no rendirse —susurró Acalia, mirando a Xanthe y Easton con gratitud en sus ojos.

—Siempre estaremos aquí para ti —respondieron al unísono.

El grupo, aunque exhausto, sabía que la batalla aún no había terminado. Con renovada determinación, se prepararon para reunirse con Biel y el Caballero Oscuro, conscientes de que los momentos más críticos estaban por llegar.

En el Umbral Divino, un lugar donde la realidad y el tiempo se entrelazan más allá de la comprensión mortal, los dioses observaban la batalla que tenía lugar en el mundo de los hombres. Desde sus tronos luminosos o sombríos, cada deidad fijaba su atención en los eventos que se desarrollaban bajo su mirada omnisciente.

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La energía que emanaba del enfrentamiento entre Biel y Lip era tan intensa que incluso los cimientos del Umbral parecían vibrar. Las imágenes de la batalla se proyectaban en un vívido holograma de luz en el centro del lugar. Solaryon, el Dios de la Luz, habló primero, su voz resonante llenando el espacio.

—Ese joven mortal... —dijo, señalando a Biel—. Ha invocado un poder que no debería pertenecerle. Si pierde el control, el equilibrio del universo entero podría verse comprometido.

Nyxaris, la Diosa de las Sombras, respondió con calma, sus palabras como un susurro que envolvía a todos los presentes.

—Y, sin embargo, ha mostrado una voluntad que pocos poseen. Es capaz de resistir el control del rey vampiro y mantener su conciencia. Tal vez subestimas su potencial, Solaryon.

Chronasis, el Dios del Tiempo, que observaba con ojos que parecían contener infinitas galaxias, intervino.

—He visto todas las posibles líneas temporales —dijo con solemnidad—. En algunas, Biel se convierte en una fuerza de salvación. En otras, es el catalizador de nuestra destrucción. El resultado aún no está decidido.

Thalgron, el Dios de la Guerra, golpeó su lanza contra el suelo, haciendo retumbar el Umbral.

—Esto es un juego de azar. Si ese chico falla, deberíamos intervenir de inmediato. No podemos arriesgarnos a que Lip o cualquiera de sus aliados reclamen ese poder.

Elaris, la Diosa de la Vida, alzó una mano, emanando una calma que contrastaba con la tensión creciente.

—Intervenir ahora podría ser peor. Aún tiene aliados que creen en él. Su grupo es fuerte porque está unido. Si les arrebatamos esa oportunidad, ¿qué clase de dioses seríamos?

Mientras los dioses discutían, la pantalla mostró a Biel enfrentando uno de los ataques más devastadores de Lip. La energía carmesí de la Lluvia Carmesí caía como un diluvio corrosivo, pero Biel levantó el Muro del Abismo, protegiéndose a sí mismo y al terreno cercano. Su habilidad para resistir era sorprendente incluso para los dioses.

Veyrith, el Dios del Caos, que había permanecido en silencio, sonrió con malicia.

—Esto es fascinante —dijo con una voz que parecía vibrar en el aire—. Biel es un equilibrio perfecto entre orden y caos. Lo que Lip subestima es que su propio control y poder despiertan algo más profundo en ese mortal. ¡Esto es pura belleza destructiva!

Arselturin, el Dios de la Muerte, finalmente intervino, su voz grave y solemne.

—Biel está marcado por el sacrificio. Su fuerza radica en su capacidad de entregarse por los demás, pero eso también podría ser su ruina. Si Lip logra quebrarlo, no habrá esperanza para ninguno de ellos.

Las imágenes en la pantalla cambiaron para mostrar a los demás miembros del grupo. Xanthe y Easton luchaban contra Acalia, Sarah enfrentaba a Muskar, y el Caballero Oscuro destruía a los vampiros nobles. Los dioses analizaron cada batalla, evaluando las decisiones y movimientos de los combatientes.

—No están solos —señaló Elaris—. Sus lazos son su mayor fortaleza. Tal vez deberíamos aprender algo de ellos.

Xaltheron, el Dios del Vacío, cuya presencia había permanecido como una sombra opresiva, rompió el silencio. Su voz era tan profunda que parecía emanar desde el corazón del cosmos.

—La batalla aún no ha terminado. Observemos, pero no olvidemos que el equilibrio no puede mantenerse solo. Si Lip gana, su poder no solo será una amenaza para este mundo, sino para todos los mundos conectados al Infinito.

La decisión final fue tomada: los dioses seguirían observando, dejando que los eventos se desarrollaran según las acciones de los mortales. Sin embargo, cada uno se preparaba en silencio para intervenir si el equilibrio corría peligro inminente. En el campo de batalla, la voluntad de los humanos era todo lo que mantenía a raya el caos que amenazaba con consumirlo todo.

Lejos del fragor de las batallas y del Umbral Divino, Kaito permanecía inmóvil sobre una colina cubierta de hierba. Desde allí, observaba el enfrentamiento entre Biel y Lip con atención, su silueta oscura recortada contra el cielo enrojecido por la energía liberada en la lucha. Su promesa de intervenir en el conflicto resonaba en su mente, pero algo lo retenía.

—Biel... —murmuró para sí mismo, con la mirada fija en los destellos de energía que iluminaban la distancia.

La figura de Kaito proyectaba una calma engañosa. En su interior, se libraba una batalla diferente: la de decidir si era el momento adecuado para actuar o si debía esperar un poco más. Había algo en la forma en que Biel luchaba, en la determinación que emanaba con cada golpe, que lo llevaba a dudar de su necesidad de intervenir.

—Ese chico... —reflexionó—. No es el mismo de antes. Su poder ha crecido, pero también lo ha hecho su voluntad. Quizás esto sea lo que necesita para romper sus propios límites.

El viento soplaba suavemente, llevando consigo los ecos de los gritos y los choques de energía en el campo de batalla. Kaito cerró los ojos por un momento, dejando que sus sentidos se agudizaran. Pudo percibir los movimientos de Biel, el frenético intercambio de ataques entre él y Lip, así como el esfuerzo del resto del grupo en sus propias luchas. Todo formaba parte de un complejo entramado del destino.

Una voz resonó en su mente, tan familiar como su propia sombra.

—¿Por qué dudas, Kaito? Prometiste que actuarías. Sabes que si Biel cae, todo estará perdido.

Kaito abrió los ojos, pero no respondió de inmediato. Su mirada se endureció mientras observaba cómo Biel levantaba el Muro del Abismo para bloquear uno de los ataques más devastadores de Lip. Aunque estaba claro que Biel luchaba con todo su ser, también era evidente que la pelea le estaba pasando factura.

—No se trata solo de cumplir una promesa —respondía finalmente a la voz—. Se trata de entender cuándo es el momento correcto para intervenir. Si lo ayudo ahora, podría debilitar su confianza en sí mismo. Pero si espero demasiado, podría perderlo.

El cielo se oscureció momentáneamente, como si el mundo reflejara las dudas de Kaito. En su mente, las imágenes del pasado se entremezclaban con las del presente: Biel luchando por primera vez, cayendo y levantándose una y otra vez. Kaito había sido testigo de su crecimiento, de su transformación de un joven inexperto a un guerrero dispuesto a desafiar incluso a los dioses.

—Quizás esta sea su prueba definitiva —susurró—. Si logra superar esto, no solo ganará contra Lip, sino también contra las dudas que lo han perseguido.

Decidido, Kaito retrocedió un paso y cruzó los brazos. Su postura transmitía tranquilidad, pero sus ojos seguían atentos a cada detalle.

—Muy bien, Biel. Demuéstrame hasta dónde puedes llegar. Estoy aquí si me necesitas, pero esta batalla es tuya.

Mientras tanto, en el campo de batalla, Biel sentía una extraña presencia observándolo. Aunque no podía identificar su origen, algo en su interior le daba fuerzas para continuar. Sus golpes se volvieron más precisos, sus defensas más firmes. Era como si, en el fondo, supiera que no estaba solo.

Desde su posición, Kaito sonrió ligeramente, satisfecho de su decisión. A veces, el mayor acto de apoyo es permitir que alguien enfrente sus propios demonios y emerja victorioso por sí mismo.

Mientras el grupo se reunía en torno a Biel, creyendo que la batalla había terminado, una energía oscura comenzó a emanar del cuerpo de Lip. Aunque herido y aparentemente derrotado, el Rey Vampiro no había sucumbido por completo. Lentamente, comenzó a incorporarse, sus ojos brillando con una furia sobrenatural.

—¡No aceptaré ser derrotado por un simple humano! —rugía Lip, su voz resonando con una mezcla de odio y desespero.

Biel se giró, tambaleándose, mientras el grupo adoptaba posiciones defensivas. La atmósfera se cargó de tensión, y una sensación de peligro inminente invadió a todos los presentes. Lip levantó una mano ensangrentada y convocó una lanza de energía formada de su propia sangre, su habilidad Forja de Sangre alcanzando un éxtasis destructivo.

—Esto no puede estar pasando... —murmuró Xanthe, sintiendo el terror que emanaba del rey vampiro.

Lip fijó su mirada en Acalia, quien aún recuperaba el aliento tras haber sido liberada de su control. Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro mientras dirigía la lanza hacia ella.

—Si no puedo vencerlos, entonces destruiré aquello que intentan proteger.

La lanza fue lanzada con una velocidad abrumadora, cortando el aire como un rayo carmesí. Acalia, apenas consciente del peligro, miró con horror el proyectil que se acercaba hacia ella. Todo parecía moverse en cámara lenta.

Biel reaccionó instintivamente. Sin dudarlo, se lanzó frente a Acalia, interponiendo su cuerpo entre ella y la lanza. El proyectil lo atravesó, perforando su corazón. Un grito desgarrador escapó de los labios de Xanthe y Sarah mientras Biel caía al suelo, su sangre mezclándose con la tierra.

—¡Biel! —gritó Acalia, corriendo hacia él.

El silencio que siguió fue abrumador. Biel, con la mirada fija en Acalia, sonrió débilmente mientras levantaba una mano temblorosa para tocar su rostro.

—Siempre te protegeré, querida Acalia —susurró antes de que su brazo cayera, inerte.

Acalia sintió un quiebre en su interior. Una ola de emociones encontradas la invadió: tristeza, culpa y una ira incontrolable. Fue entonces cuando algo dentro de ella se desató. El sello que había mantenido reprimido sus emociones y su verdadero poder se rompió, liberando una energía que resonó en todo el campo de batalla.

La energía de Acalia se manifestó como un aura brillante que oscilaba entre la luz y la oscuridad. Sus ojos destellaban con una intensidad feroz mientras se ponía de pie, enfrentando a Lip.

—¡Has ido demasiado lejos, Lip! —gritó, su voz resonando con una fuerza que parecía sobrehumana.

El Rey Vampiro retrocedió un paso, sorprendido por la transformación de Acalia. Los demás miembros del grupo observaron en silencio, conscientes de que algo extraordinario estaba a punto de suceder.

La batalla no había terminado, y con la caída de Biel, una nueva fuerza emergía para enfrentarse al mal que había amenazado con destruirlo todo.

El aura de Acalia, un remolino de luz y oscuridad, resonaba en el campo de batalla mientras el resto del grupo observaba, paralizado entre el asombro y la esperanza. Lip, quien había dominado el escenario hasta entonces, ahora mostraba por primera vez un atisbo de duda en sus ojos rojos.

—¿Qué clase de poder es este? —gruñó el Rey Vampiro, tambaleándose mientras intentaba reunir energía para un último ataque.

Acalia no respondió con palabras. En su lugar, alzó una mano, y su aura brilló intensamente, como si el mismo cielo se partiera en dos para dar paso a su poder. La mezcla de energías creó una onda expansiva que obligó a Lip a retroceder, incapaz de mantener su equilibrio.

—Esta es tu última oportunidad, Lip. Ríndete y pon fin a este derramamiento de sangre —dijo Acalia, su voz firme y llena de una autoridad que nunca antes había mostrado.

Pero Lip, fiel a su naturaleza, solo respondió con una risa amarga.

—¡Nunca! ¡Soy eterno! ¡Un simple mortal como tú no tiene derecho a desafiarme!

Con un grito de furia, el Rey Vampiro cargó hacia Acalia, blandiendo una espada carmesí formada de su propia sangre. Sin embargo, Acalia permanecía inmóvil, su mirada fija en su enemigo. Cuando Lip estuvo lo suficientemente cerca, ella desató una habilidad que nadie había visto antes: Equilibrio Absoluto. Su aura envolvió a Lip, inmovilizándolo mientras energías opuestas luchaban por someterlo.

—No mereces este poder —susurró Acalia mientras su energía comenzaba a desintegrar el cuerpo de Lip, arrancándole su fuerza poco a poco.

El Rey Vampiro intentó resistirse, pero su voluntad fue quebrada. Finalmente, con un último alarido, su forma se desmoronó, disolviéndose en una nube de energía oscura que se desvaneció en el aire. La calma regresó al campo de batalla.

Acalia cayó de rodillas, agotada pero victoriosa. El grupo corrió hacia ella, rodeándola con expresiones de alivio y gratitud. Xanthe colocó una mano sobre su hombro, sonriendo a pesar de las lágrimas en sus ojos.

—Lo hiciste, Acalia. Lo venciste.

Pero Acalia no respondía. Su mirada estaba fija en Biel, quien yacía inmóvil en el suelo. Sarah y Muskar se acercaron para examinarlo, pero la expresión de Sarah pronto se torció en una mezcla de tristeza y resignación.

—No hay pulso... —murmuró, su voz temblorosa.

Acalia se arrastró hasta donde estaba Biel, tomando su mano fría entre las suyas.

—No... esto no puede ser el final —susurró, las lágrimas brotando de sus ojos.

El cielo, que había comenzado a despejarse tras la derrota de Lip, se oscureció nuevamente, reflejando la pesadumbre que embargaba a todos. Acalia, de rodillas junto al cuerpo inerte de Biel, se aferró a su mano fría, incapaz de aceptar lo que había sucedido. Las lágrimas caían silenciosas por su rostro mientras susurraba su nombre una y otra vez.

Xanthe y Sarah miraban la escena con los ojos llenos de lágrimas. Sarah, abrazando a Muskar, intentó consolar a su amiga, pero las palabras se le atoraban en la garganta. El silencio que envolvía el campo de batalla era pesado, roto solo por los sollozos de Acalia.

—Nos prometiste que siempre estarías con nosotros... —murmuró Acalia, su voz temblorosa—. ¿Cómo se supone que sigamos sin ti?

El grupo permanecía inmóvil, incapaz de apartar la mirada del sacrificio de Biel. La energía que había dejado atrás parecía envolverlos, pero esta vez no como un consuelo, sino como un recordatorio de lo que habían perdido.