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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capitulo 2: Caminos desconocidos

Capitulo 2: Caminos desconocidos

La luz del amanecer se filtraba a través de las ramas de los árboles, iluminando parcialmente el claro donde se encontraba Biel. El aire era fresco y húmedo, pero eso no era lo único que le helaba los huesos: la incertidumbre lo envolvía como una capa pesada.

Biel se levantó lentamente, mirando el paisaje con incredulidad. Las hojas de los árboles brillaban como si fueran de cristal, y las pequeñas luces que flotaban entre las ramas parecían luciérnagas gigantes, aunque su resplandor era mucho más intenso. Sin embargo, eso no era lo más inquietante. Lo que realmente lo perturbaba era la sensación de que no estaba en ningún lugar familiar.

— ¿Dónde estoy? —murmuró para sí mismo, mientras sus ojos buscaban algo que reconociera, algo que lo conectara con el mundo que conocía.

Se frotó la cara, tratando de despejar su mente. El recuerdo de la tienda, el Fragmento del Infinito, y la luz cegadora que lo había arrastrado a este lugar seguía fresco en su mente, pero no tenía respuestas.

Un rugido lejano lo sacó de sus pensamientos. En ese momento, su estómago le recordó lo mucho que necesitaba comida.

Biel comenzó a caminar, con paso firme pero lleno de dudas. A medida que avanzaba, algo extraño comenzó a suceder. Sus sentidos se agudizaron de manera que no podía explicar. El sonido del viento en las hojas le parecía más nítido, el zumbido de criaturas invisibles lo hacía sentir más alerta.

—Esto es... raro. ¿Qué me pasa? —se preguntó, aunque sabía que no iba a obtener respuestas inmediatas.

El suelo bajo sus pies parecía moverse ligeramente, y las sombras del bosque jugaban con su percepción. Los árboles, aunque hermosos, parecían observarlo. Era como si el mundo mismo tuviera vida.

Al poco rato, se encontró con un arbusto lleno de bayas rojas. Sin pensarlo, se agachó y recogió algunas, llevándoselas a la boca. Estaban dulces, aunque algo amargas.

—Al menos algo no es tan raro aquí. —Biel dijo entre dientes, sintiendo que por fin había logrado algo sencillo en medio del caos.

De repente, el aire se volvió pesado. Biel se giró hacia el sonido de unos pasos, pero no vio nada. Pensó que era solo su mente jugando trucos, pero los ruidos se hicieron más cercanos.

Sin aviso, una sombra apareció entre los árboles: un lobo enorme con ojos brillantes y colmillos afilados como cuchillos. Su pelaje negro absorbía la luz de manera antinatural, y sus patas eran como rocas golpeando el suelo mientras se acercaba rápidamente.

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—¡Oh no! —gritó Biel, retrocediendo rápidamente, pero el lobo ya estaba demasiado cerca.

Biel no tuvo tiempo de pensar. En su intento de huir, tropezó y cayó de espaldas. El lobo gruñó, sus ojos fijos en Biel mientras se acercaban con una velocidad aterradora. Biel levantó las manos, sin saber qué hacer, buscando algo con lo que defenderse.

A lo lejos, una rama caída llamó su atención. Con desesperación, Biel la levantó, preparándose para defenderse.

—¡Vete! —gritó, alzando la rama con todas sus fuerzas. El lobo se detuvo por un momento, con los ojos aún fijos en él, pero el animal no parecía amedrentarse.

Antes de que Biel pudiera hacer algo más, el lobo saltó hacia él, con los colmillos al descubierto. Biel reaccionó instintivamente, esquivando el ataque por un estrecho margen. El lobo pasó a un lado, y Biel aprovechó el momento para correr hacia el primer árbol que vio.

Su corazón latía frenéticamente en su pecho, y su mente parecía nublada por el miedo. Cuando llegó al árbol, se dio cuenta de algo extraño: su cuerpo reaccionó de una forma que nunca había experimentado. Saltó hacia las ramas bajas con una agilidad sorprendente, como si sus músculos estuvieran más fuertes, más rápidos.

En cuestión de segundos, Biel se encontraba a salvo en lo alto, mientras el lobo, frustrado, daba vueltas abajo. Biel miró sus manos, atónito.

—¿Qué acaba de pasar? —murmuró, asimilando lo que había hecho.

De repente, escuchó pasos a su alrededor. No era el lobo. Esta vez, era algo diferente, algo familiar. De entre las sombras emergió la figura encapuchada de la noche anterior, con una calma inquietante.

—¿Tú otra vez? —dijo Biel, incapaz de ocultar su frustración.

La figura levantó la cabeza, y por fin, Biel vio el rostro de la mujer. Sus ojos brillaban con una intensidad que parecía provenir de otro mundo.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? —dijo Biel, dando un paso atrás, aunque sin querer parecer demasiado vulnerable.

—Soy Acalia —respondió la mujer con una voz tranquila, pero firme—. Y te estoy ayudando porque no tienes muchas opciones.

—¿Ayudarme? ¡¿De qué hablas?! ¿Qué está pasando? ¿Dónde está Bastián? —preguntó Biel, incapaz de controlar la ansiedad en su voz.

Acalia lo observó en silencio por un momento, evaluando sus palabras. Luego, con un suspiro, dio un paso hacia él.

—No puedo decirte todo. No todo aún. Pero lo que puedo decirte es que este mundo no tiene piedad con los débiles. Y lo que acabas de hacer... —Acalia hizo un gesto hacia el lobo, que todavía daba vueltas abajo—, no fue suerte. Fue una habilidad que el Fragmento te otorgó.

Biel frunció el ceño. — ¿Habilidad? ¿Qué significa eso? ¿Yo... tengo poderes ahora?

Acalia avanza lentamente. -Si. Has recibido habilidades gracias al Fragmento del Infinito. Tienes que aprender a controlarlas, si quieres sobrevivir.

Acalia levantó la mano, y el lobo, al percatarse de su presencia, retrocedió y desapareció entre los árboles.

—Ahora, tendrás que demostrar que sabes usar tu poder. —Acalia lo miró fijamente—. Ven, te mostraré lo básico.

Biel la siguió, aunque aún estaba procesando lo que acababa de escuchar. Acalia comenzó a moverse rápidamente entre los árboles, y Biel tuvo que correr para alcanzarla.

—No tienes tiempo para dudar. Aquí no hay segundos de sobra.

Biel sorprendió, con más preguntas que respuestas, pero con una determinación creciente de entender este nuevo mundo y su lugar en él.