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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capítulo 33: El Rango Z

Capítulo 33: El Rango Z

En el mundo de los aventureros, los rangos han sido un sistema sagrado e inmutable durante siglos. Desde el humilde rango F hasta el legendario rango AA, cada nivel representaba la fuerza, la experiencia y la destreza de un aventurero. Sin embargo, hoy, ese orden estaba a punto de colapsar.

"El rango más alto registrado en la historia ha sido el rango S... pero... esto... esto desafía toda lógica... ¡Un rango superior al rango AA!"

Los aventureros dentro del gremio observaban en un silencio sepulcral el pergamino que la recepcionista sostenía con manos temblorosas. En letras doradas, brillaba la designación imposible: Rango Z.

Biel, quien hasta ahora había permanecido en relativa calma, sintió que su cerebro entraba en cortocircuito.

—Disculpa, ¿puedes repetir eso? —dijo Biel, con una sonrisa nerviosa, esperando haber escuchado mal.

La recepcionista, una joven de cabellos castaños atados en una coleta y una expresión de absoluto pánico, tragó saliva antes de hablar.

—S-según este documento oficial... t-tu rango es Z...

Una gota de sudor rodó por la sien de Biel mientras un murmullo generalizado se apoderaba del gremio.

—Rango Z...

—¡Eso no existe!

—¿Será un error del sistema?

—Debe ser un título especial para idiotas sin remedio...

—Oye, no exageren —protestó Biel, sintiéndose cada vez más rodeado.

De pronto, Charlotte, su hermana, le dio un codazo juguetón con una sonrisa traviesa.

—Hermanito, parece que eres especial en este mundo.

Biel puso una expresión agria, frunciendo el ceño.

—Hermana, esto no es algo bueno. ¡Esto solo me traerá problemas! —exclamó mientras se rascaba la cabeza—. Además, ¡este rango ni siquiera debería existir!

La recepcionista, intentando recuperar la compostura, alzó la voz sobre el murmullo.

—Biel, por favor, acompáñame a ver al jefe del gremio. Esto es algo que debe aclararse de inmediato.

Biel suspiró profundamente.

—Supongo que no tengo otra opción...

Antes de que pudiera moverse, un aventurero musculoso de apariencia ruda se acercó con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

—¡Oye, niñato! ¿Cómo demonios conseguiste un rango que ni siquiera existe?

—Eso mismo quiero saber —respondió Biel con una sonrisa nerviosa—. Si tienes teorías, seré el primero en escucharlas.

El musculoso lo miró fijamente por un momento y luego soltó una carcajada.

—Jajaja, me caes bien, chico. Pero si resulta que eres más fuerte que un rango S, ¡más te vale demostrarlo!

Charlotte se llevó una mano al rostro.

—Dioses, esto se está saliendo de control...

Biel se masajeó las sienes. Lo último que quería era pelear con alguien antes siquiera de entender qué estaba ocurriendo.

—Bueno, si me disculpan, iré a ver al jefe del gremio antes de que alguien sugiera que soy el hijo secreto de un dios o algo por el estilo.

Charlotte le siguió mientras la recepcionista guiaba el camino. Los aventureros continuaron murmurando y lanzando miradas de incredulidad, algunos con admiración y otros con escepticismo.

—Si resulta que mi rango significa "Rango de Rey de los Problemas", me voy a decepcionar bastante... —susurró Biel para sí mismo.

Charlotte soltó una risita.

—Bueno, hermanito, si resulta que puedes destruir montañas con un solo estornudo, yo te apoyaré en todo.

—No bromees con eso —se quejó Biel—. Ya veo venir un destino de locuras por culpa de esto...

Y con eso, continuaron su camino hacia la oficina del jefe del gremio, sin saber que lo que descubrirían allí sería aún más inesperado.

En la silenciosa oficina del gremio, la tensión era palpable. Biel se encontraba de pie frente a un escritorio imponente, donde un hombre de apariencia recia lo observaba con una mezcla de asombro y curiosidad. A su lado, la recepcionista aún sujetaba los documentos con una expresión de incredulidad.

El jefe del gremio fue el primero en romper el silencio.

—Me presento. Mi nombre es Niccolò y soy el jefe del gremio —dijo con una voz profunda—. ¿Me puedes explicar esto? ¡Un nuevo rango! ¿Cómo es posible que exista algo así? ¡Y peor aún, que sea tú quien lo tenga! ¿Quién eres realmente?

Biel suspiró, sabía que esta conversación sería complicada.

—Mi nombre es Biel... y vengo de otro mundo.

Niccolò y la recepcionista se quedaron boquiabiertos.

—¡Cómo que de otro mundo! —exclamó la recepcionista.

—Así es —afirmó Biel—. Toqué un fragmento misterioso y fui transportado aquí. De alguna forma, me otorgó habilidades y he llegado hasta este punto gracias a ellas.

Niccolò se reclinó en su silla, frotándose el mentón.

—Vaya, qué historia brutal... —murmuró, con un brillo de interés en sus ojos—. Dime, ¿es verdad que ya has muerto antes?

Biel asintió.

—Así es. Morí en las Tierras Oscuras, pero resucité gracias a la Reina de los Espíritus.

Niccolò soltó un silbido de asombro.

—Comprendo... Entonces, además de ser un aventurero de rango desconocido, también posees el poder de un Rey Demonio.

—Sí —confirmó Biel—. Su nombre es Monsfil.

Niccolò se enderezó de golpe, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y entusiasmo.

—¡¿Acaso dijiste Monsfil?! ¡El Rey Demonio de la Destrucción Eterna! ¡Esto es increíble!

Biel arqueó una ceja.

—¿Te emociona?

Niccolò se rió, golpeando su escritorio con entusiasmo.

—¡Por supuesto! Siempre he sido un fan de él. Las historias que se cuentan sobre Monsfil son fascinantes. Un ser poderoso, temido y admirado por igual...

Biel cruzó los brazos.

—Ya veo...

La recepcionista carraspeó, trayendo a Niccolò de vuelta a la realidad.

—¿Y qué haremos con este nuevo rango? —preguntó ella—. Si lo hacemos público, la ciudad de Marciler o, peor, el Reino de Zarzate se enterarán. Y vendrán a buscar a Biel.

El entusiasmo de Niccolò desapareció de inmediato, su expresión se tornó seria.

—Tienes razón. Si el reino lo supiera, podría ser una ventaja. Pero si Marciler se entera...

Biel levantó una ceja.

—¿Por qué no sería bueno?

Niccolò suspiró, recargándose en su silla.

—Esa ciudad es gobernada por una mujer llamada Domia. Se rumorea que no es lo que aparenta.

Biel se puso tenso.

—¡Espera un momento! ¿Domia? ¡Ella es la emperatriz!

Niccolò lo miró con sorpresa.

—Así es... ¿Acaso la conoces?

Biel apretó los puños.

—Sí. Fue ella quien me envió a las Tierras Oscuras.

La recepcionista ahogó un jadeo. Niccolò frunció el ceño.

—Entonces, eso significa que ya sabe de tu existencia.

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Biel asintió con gravedad.

—Sí. Y si sabe que sigo con vida, seguro que intentará terminar lo que empezó.

Niccolò golpeó la mesa, pensativo.

—Esto es un problema... Además, en esa ciudad, la mayor parte de los nobles son arrogantes y corruptos. Si Domia se entera de tu poder, podría intentar manipularte o, peor aún, eliminarte de una vez por todas.

Biel suspiró.

—Parece que no tengo un minuto de paz en este mundo...

Niccolò sonrió con pesar.

—Bienvenido a la vida de los aventureros legendarios, chico.

Biel se pasó una mano por el cabello.

—¿Alguna idea de qué hacer con este rango, entonces?

Niccolò entrecerró los ojos y cruzó los brazos, pensativo.

—Por ahora, lo mejor será mantenerlo en secreto hasta que sepamos cómo manejarlo. Si lo revelamos antes de tiempo, las consecuencias podrían ser desastrosas.

Biel asintió, aunque no le agradaba la idea de ocultar algo tan grande.

—Supongo que es lo mejor...

Niccolò le dirigió una mirada seria.

—Escucha, Biel. Si Domia ya te quiso muerto una vez, lo intentará de nuevo. Pero ahora no estás solo. Nosotros también nos aseguraremos de que no pueda tocarte.

Biel se sorprendió ante la determinación del jefe del gremio. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no tendría que cargar con todo solo.

—Gracias, Niccolò. Lo aprecio.

El jefe del gremio sonrió.

—No hay de qué. Ahora, ve y descansa. Esto apenas empieza.

Biel asintió. Sabía que los días por venir serían más complicados que nunca, pero al menos ahora tenía aliados.

Niccolò miró a Biel con seriedad antes de hablar.

—Para aclarar las cosas y evitar problemas innecesarios, te designaré un rango C. Así no llamarás tanto la atención. Si Domia se entera de tu verdadero rango, tendrás muchos problemas.

Biel asintió con resignación.

—Tiene sentido... ¡Pero vaya! No es justo que me bajen de Rango Z a C. ¡Eso es un bajón brutal!

Niccolò sonrió levemente y colocó su mano sobre la hoja de datos de Biel. Con un destello de luz azul, su habilidad única "Modificación" entró en acción. La información en la hoja comenzó a cambiar ante los ojos de Biel, reemplazando la designación "Rango Z" con "Rango C".

Biel chascó la lengua, cruzando los brazos.

—Ya veo... Con que puedes modificar todo, ¿eh?

Niccolò asintió con una expresión de orgullo.

—Así es. No es algo que pueda usar a la ligera, pero en este caso es necesario. No queremos que los rumores se expandan más de lo que ya lo han hecho.

Terminado el ajuste, ambos salieron de la reunión y volvieron al gremio, donde todos los aventureros los esperaban con expectación. Niccolò levantó la voz para dirigirse a la multitud.

—Tengo un tema que aclarar. A este joven le apareció un rango que jamás habíamos visto, pero tras verificarlo, hemos determinado que fue un error de la esfera de evaluación. En realidad, su rango es C.

De inmediato, el gremio estalló en murmullos y comentarios entre los aventureros.

—¡Lo sabía! Esa esfera estaba fallando.

—Pff, y yo que pensé que teníamos a un monstruo entre nosotros.

—Jaja, resulta que solo es uno más como nosotros.

Entre todos los presentes, una voz destacó sobre las demás.

—¡Como rango C mi amo debe tener el rango más alto! —protestó Ylfur, indignado.

Biel puso una mano sobre el casco del caballero oscuro y lo empujó suavemente.

—Tranquilo, Ylfur. Por ahora, es mejor así. Más adelante les explicaré todo.

Niccolò miró a Biel con una ceja levantada.

—Espero que cuando llegue ese "más adelante", no estemos todos en problemas.

Biel sonrió con una expresión divertida.

—Eso no lo puedo garantizar...

Los aventureros siguieron con sus murmuros, algunos aceptando la explicación, otros mostrando escepticismo. Sin embargo, lo importante era que, por ahora, el peligro de ser descubierto por Domia había sido contenido... o al menos, eso pensaban.

Tras lo sucedido en el gremio, Biel y los demás salieron del edificio mientras el murmullo de los aventureros aún resonaba a sus espaldas.

—Bueno, lo primero que necesitamos es encontrar una posada —dijo Biel, estirándose.

Xanthe y los demás se detuvieron en seco y se miraron entre ellos, sorprendidos.

—Pero... ¿tenemos suficiente dinero para eso? —preguntó Acalia, con una ceja arqueada.

Biel parpadeó.

—Oh...

Charlotte suspiró y cruzó los brazos.

—¿No pensaste en eso antes de proponer la idea?

—Ejem... detalles, detalles —respondió Biel con una risa nerviosa—. De acuerdo, nueva pregunta: ¡ahora qué hacemos!

Justo en ese momento, un resplandor azulado iluminó el aire frente a ellos. De la nada, apareció una figura etérea, un hombre vestido con ropajes ceremoniales flotando ligeramente sobre el suelo. Todos se pusieron en guardia, pero la figura levantó una mano con calma.

—No teman, vengo en son de paz —dijo con voz serena—. Soy un guía del Plano Espiritual y traigo un regalo para usted, Señor Biel.

Biel parpadeó, procesando lo que acababa de escuchar.

—¿Plano Espiritual? ¡Espera, espera, espera! ¿La Reina de los Espíritus me envió algo?

El guía asintió solemnemente.

—Así es, y también me pidió que le transmitiera este mensaje: "Biel, gracias por todo lo que hiciste por mí. Te recompenso con un poco de dinero para que puedas acomodarte en la ciudad en la que estás ahora. Tómalo como un regalo." Ese fue su mensaje, mi señor.

Charlotte silbó con impresión y le dio un codazo juguetón a su hermano.

—Vaya, hermanito, parece que tienes una admiradora en el otro mundo.

Biel se cruzó de brazos, fingiendo una expresión seria.

—Obvio, mi carisma trasciende dimensiones.

Acalia rodó los ojos.

—No exageres. Pero al menos esto soluciona nuestro problema inmediato.

Xanthe aplaudió con entusiasmo.

—¡Bien, eso significa que podemos dormir en camas y no bajo un puente!

Easton soltó una risa.

—Nunca había considerado dormir bajo un puente, pero es bueno saber que ahora no es necesario.

El guía del Plano Espiritual sonrió levemente.

—Entonces, ¿acepta el regalo, Señor Biel?

Biel asintió con una sonrisa.

—Por supuesto. Por favor, envíale mis saludos a la Reina de los Espíritus y dile que agradezco mucho su consideración.

El guía inclinó la cabeza.

—Así lo haré.

Dicho esto, su cuerpo comenzó a desvanecerse en un vívido destello azul hasta desaparecer por completo.

Charlotte miró la bolsa de dinero que había dejado.

—¿Cuánto habrá aquí? ¿Nos alcanza para la posada o tenemos que vender a Biel en el mercado negro?

Biel puso una expresión horrorizada.

—¡Oye, ni lo pienses!

Acalia tomó la bolsa y la examinó.

—Parece suficiente para quedarnos varios días... sin necesidad de vender a nadie.

Biel suspiró, aliviado.

—Gracias por no considerar la trata de personas como opción viable.

Charlotte sonrió con inocencia.

—No te preocupes, hermanito. Sólo te vendería a un buen precio.

Xanthe y Easton rieron, mientras Biel se llevaba una mano al rostro.

—...Voy a fingir que no escuché eso. ¡Ahora, vamos a la posada antes de que terminen vendiéndome de verdad!

El grupo rió y siguió caminando hacia la ciudad, listos para disfrutar de una noche de descanso en una cómoda posada, cortesía de la Reina de los Espíritus.

El grupo llegó a la posada con el entusiasmo de un viajero sediento que encuentra un oasis en el desierto. La taberna en la planta baja rebosaba de vida: aventureros brindando, bardos tocando melodías animadas y un aroma a comida caliente que hacía rugir el estómago de Biel.

—¡Por fin! ¡Una cama de verdad! —exclamó Xanthe, girando sobre sí misma con los brazos abiertos.

—No cantemos victoria todavía —dijo Acalia con cautela—. Primero hay que asegurarnos de que esta posada no sea un nido de bandidos.

Biel se acercó al mostrador con una sonrisa confiada.

—Disculpe, queremos habitaciones para la noche. Algo cómodo, con vista bonita y sin riesgo de ser asaltados mientras dormimos, si es posible.

El posadero, un hombre robusto con un bigote digno de un noble, lo miró de arriba abajo.

—Tengo habitaciones. Pero también tengo preguntas. ¿Por qué tienes a un caballero oscuro siguiéndote como un cachorro leal? —preguntó, señalando a Ylfur.

Ylfur, con su armadura imponente y su aura de muerte segura, inclinó la cabeza.

—Mi amo es digno de respeto y protección.

El posadero lo observó en silencio, luego se encogió de hombros.

—Bueno, mientras paguen y no me traigan problemas, no me importa si traen un dragón de mascota. Son diez monedas de plata por dos habitaciones.

Biel entregó el dinero sin quejarse.

—Bueno, al menos no tuvimos que venderme en el mercado negro.

Charlotte chasqueó los dedos.

—Lástima, ya tenía compradores interesados.

Biel puso los ojos en blanco mientras recogía las llaves de las habitaciones. Subieron las escaleras y entraron en sus cuartos. Las habitaciones eran modestas pero acogedoras. Xanthe saltó sobre la cama con energía.

—¡Oh, esto es gloria!

—Espero que no ronques —comentó Easton, acomodándose en una silla.

Acalia se cruzó de brazos.

—Deberíamos turnarnos para hacer guardia.

Biel suspiró.

—Acalia, estamos en una posada. Nadie nos va a atacar aquí.

—Dijiste lo mismo en la última ciudad y terminamos escapando de un culto de invocadores —señaló Acalia.

Biel levantó un dedo, dispuesto a discutir, pero se detuvo.

—Ok, buen punto.

Finalmente, se establecieron los turnos de guardia y todos se dispusieron a descansar. Pero justo cuando Biel cerró los ojos, escuchó un murmullo.

—Biel... despierta...

Abrió un ojo lentamente y vio a Charlotte con una sonrisa traviesa.

—¿Qué quieres ahora?

—Nada, solo recordarte que en caso de emergencia, tú serás la distracción mientras nosotros escapamos.

—¡Eso no me tranquiliza para nada!

Y así terminó su primera noche en la ciudad: con una habitación cómoda, una hermana sospechosa y la preocupante sensación de que la paz no duraría mucho.

El sol apenas comenzaba a asomarse cuando Biel sintió un peso sobre su pecho. Algo lo estaba aplastando. Con un gruñido adormilado, abrió los ojos y se encontró con Charlotte sentada sobre él, con una gran sonrisa en el rostro.

—¡Buenos días, hermanito!

Biel parpadeó con incredulidad.

—¿QUÉ demonios estás haciendo encima de mí?

—Bueno, intenté despertarte de manera normal, pero después de zarandearte y no obtener resultados, decidí tomar medidas drásticas.

—¡Eso no es tomar medidas drásticas, eso es intento de homicidio!

Charlotte se encogió de hombros.

—Exageras. Además, tenemos que bajar antes de que Xanthe se coma todo el desayuno.

Como si fuera una señal del destino, un grito de triunfo resonó desde la planta baja.

—¡JA! ¡La última pieza de pastel es mía! —se escuchó la voz de Xanthe.

Biel se incorporó rápidamente, lanzando a Charlotte de la cama con un estruendoso "thud".

—¡NOOOOOO, MI DESAYUNO!

El muchacho salió disparado de la habitación con el cabello despeinado y las botas mal puestas, bajando las escaleras de la posada como un rayo.

Al llegar al comedor, vio a Xanthe con la última pieza de pastel en el tenedor, sonriendo de oreja a oreja.

—¿Buscabas esto? —preguntó burlonamente mientras mordía un trozo.

—¡Eso era mío por derecho divino!

Xanthe se encogió de hombros mientras masticaba con deleite.

—Derecho divino, derecho del más rápido... son detalles.

Biel cayó de rodillas, con una expresión de absoluto dolor.

—¡Maldita seas, Xanthe! ¡Has destruido mis sueños matutinos!

Acalia, que estaba disfrutando tranquilamente de su té, miró la escena con una ceja arqueada.

—¿Realmente estamos teniendo una tragedia por un pedazo de pastel?

Easton asintió mientras bebía su café.

—Para Biel, el desayuno es sagrado.

El posadero, que observaba la escena desde el mostrador, soltó una carcajada.

—Tranquilo, chaval. Te haré otro pastel si deja de dramatizar.

Biel se levantó con dignidad, se arregló la ropa y miró al posadero con ojos brillantes.

—¿Lo dice en serio?

—Claro, pero solo si deja de llorar en el suelo de mi taberna. Asustas a los clientes.

Charlotte bajó finalmente las escaleras, sonriendo con satisfacción.

—Ah, siempre es un espectáculo verte en tu máxima expresión de desesperación.

Biel le fulminó con la mirada.

—Algún día... algún día me vengaré.

Charlotte le dio una palmadita en la espalda.

—Claro, claro, pero primero viene algo antes de que también te quedes sin pan.

Biel giró la cabeza y vio a Ylfur devorando los paneles de la canasta sin piedad.

—¡TRAICIONERO!

Y así comenzó un nuevo día, con un desayuno caótico y un Biel más motivado que nunca para no volver a perder en la guerra de la comida.