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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capítulo 29: El Pacto Destruido

Capítulo 29: El Pacto Destruido

Biel adoptó una postura de combate, su cuerpo tenso pero firme, como si toda la energía en el ambiente convergiera en él. Antes de moverse, giró ligeramente la cabeza hacia sus compañeros.

—Hermana, Ryder, encárguense de los soldados. Yo lucharé contra Maelista.

Charlotte, con los ojos llenos de preocupación, dio un paso hacia él.

—Hermanito, no vas a usar otra vez esa forma, ¿verdad? —su voz estaba cargada de una mezcla de temor y esperanza.

Biel le dedicó una sonrisa breve pero tranquila.

—No te preocupes, Charlotte. Esa forma solo la usaría en caso de emergencia. Lucharé en mi forma imperfecta.

Antes de que alguien pudiera responder, Biel dejó escapar un grito que reverberó por todo el campo de batalla. Una energía oscura y densa, cargada con la esencia de un rey demonio, envolvió su cuerpo. La transformación imperfecta se hizo presente una vez más, su figura ahora irradiando un poder que intimidaba incluso a los más valientes.

Maelista lo observó con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con un destello de malicia.

—Vaya, así que esa es la transformación de un rey demonio. Pero parece que no estás usando todo tu poder, ¿verdad?

Biel, con una mirada decidida, respondió sin titubear:

—No. Por ahora lucharé con esta forma.

En un instante, Biel desapareció de la vista de todos, moviéndose con una velocidad tan abrumadora que apenas era perceptible. Antes de que Maelista pudiera reaccionar, un puño certero impactó en su rostro, enviándolo hacia atrás varios metros. El sonido del golpe resonó como un trueno.

Maelista se incorporó lentamente, limpiándose la sangre de la comisura de los labios. Su sonrisa no había desaparecido.

—No peleas nada mal para ser un humano corrupto. Pero no te emociones demasiado. Esto apenas comienza.

La atmósfera se volvió aún más pesada. Las energías de ambos combatientes chocaban en el aire, creando ondas de poder que hacían temblar el suelo. Charlotte y Ryder, a pesar de estar ocupados con los soldados, no pudieron evitar dirigir miradas preocupadas hacia Biel.

—©Maldita sea! Él siempre tiene que cargar con lo más difícil —murmuró Ryder mientras bloqueaba el ataque de un soldado.

Charlotte, lanzando un hechizo para poder alejar a los soldados cercanos, no apartaba la vista de su hermano.

—Biel... confío en ti. Por favor, no te arriesgues más de lo necesario.

Mientras tanto, Maelista lanzó un ataque feroz, una esfera de energía oscura que rugió hacia Biel como un depredador hambriento. Biel, con movimientos fluidos y precisos, esquivó el ataque, reapareciendo justo frente a su enemigo. Su mirada ardía con determinación.

—No permitiré que lastimes a nadie más. Este es tu fin, Maelista.

El combate continuó, cada golpe y cada movimiento cargado de una intensidad que sacudía el corazón de quienes los observaban. Pero en el fondo, una pregunta persistía en la mente de Biel: ¿Sería suficiente su forma imperfecta para derrotar a un enemigo como Maelista?

Maelista sonrió con malicia mientras alzaba su mano, una energía espiritual descomunal comenzó a concentrarse en su palma. El aire se volvió denso y el suelo tembló bajo sus pies.

—Bueno, ahora es mi turno de divertirme —declaró con arrogancia—. Ahora que tengo el pacto con la diosa, puedo usar su poder. ¡Recibe esto, Biel! Veamos si sobrevives.

Con un movimiento decidido, lanzó su ataque. La energía se desplazó como una ola destructiva hacia Biel, quien no tuvo tiempo de esquivarla y la recibió de lleno. El impacto fue brutal, obligándolo a retroceder mientras intentaba contener la fuerza devastadora que lo envolvía.

—¡Esta energía es demasiado fuerte! —exclamó Biel, sus pies resbalando sobre el terreno mientras luchaba por mantener su equilibrio.

Desde la distancia, Charlotte observaba con el corazón en un puño. Sus manos temblaban, pero reunió el valor suficiente para gritar:

—¡Hermanito, no te rindas! ¡Tú eres más fuerte que esto!

Las palabras de Charlotte resonaron en la mente de Biel, dándole un destello de esperanza. Con renovada determinación, concentró lo que quedaba de su energía y activó la habilidad.

—¡Muro de Abismo! —gritó.

Una barrera de energía oscura se alzó frente a él, absorbiendo el impacto del ataque de Maelista. Aunque el esfuerzo lo dejó jadeando, había logrado repeler el golpe. Maelista, lejos de estar frustrado, sonrió con mayor intensidad.

—Vaya, parece que eres más sorprendente de lo que pensaba, querido Biel. Tu fuerza combinada con la de un rey demonio te hace un rival digno. Pero, lamentablemente, no podrás disfrutar del nuevo mundo que pienso crear. Este es tu fin.

Biel, agotado pero firme, apretó los puños.

—No me rendiré aquí. Yo venceré y regresaré al mundo terrenal.

Reuniendo las fuerzas que le quedaban, activó otra habilidad.

—¡Espinas de Penumbras!

Del suelo emergieron espinas oscuras que se dirigieron rápidamente hacia Maelista. Las afiladas proyecciones parecían imparables, pero Maelista, con un simple movimiento de su mano, las detuvo todas, haciéndolas desaparecer en un destello de luz.

—¿Eso es todo lo que tienes, Biel? ¡Eres débil! —se burló Maelista—. ¿Por qué no usas esa forma con la que mataste a uno de los guardianes de este lugar? ¿Acaso tienes miedo de volver a perder la razón?

Biel bajó la mirada, su respiración pesada.

—No puedo usar el poder del rey demonio... Mi energía está agotada.

Su cuerpo comenzó a cambiar, perdiendo la transformación imperfecta y regresando a su forma normal. El cansancio lo invadió, haciéndolo tambalear.

—No puede ser... —murmuró para sí mismo, sus piernas temblando—. ¿Qué haré ahora?

Maelista avanzó lentamente, su figura imponente proyectando una sombra que parecía devorar todo a su paso. Biel, sin energía y sin opciones, se preparó para enfrentar su destino.

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Maelista caminó con calma hacia Biel, quien permanecía de rodillas, agotado y derrotado. Una sonrisa cruel se dibujó en el rostro del enemigo mientras sus pasos resonaban entre los escombros.

—Eres patético, querido Biel —dijo con desdén—. Después de que te mate, iré por tu hermana. Y le haré lo mismo.

Esas palabras perforaron el corazón de Biel como una lanza. Una ira incontrolable se apoderó de él, haciendo que su cuerpo temblara. Un grito gutural escapó de su garganta, un sonido tan visceral que hizo vibrar el aire. En ese instante, una explosión de energía oscura se desató, arrasando con todo a su alrededor. Los escombros volaron por los aires, y el paisaje quedó reducido a un campo desolado.

Maelista, sorprendido pero complacido, observó la transformación con ojos brillantes.

—Esto es lo que quería ver —dijo con una sonrisa torcida—. Tu verdadera naturaleza como rey demonio.

Biel había activado su forma semi perfecta. Su cuerpo irradiaba una energía oscura y abrumadora, pero sus ojos reflejaban algo más: había perdido la cordura. Su respiración era pesada, y su mirada vacía.

Dentro de su mente, Biel se encontraba en un espacio oscuro, sentado frente a Monsfil, el rey demonio. Monsfil lo observaba con una mezcla de severidad y comprensión.

—Portador, lo has hecho de nuevo. Has usado esa forma y, una vez más, has perdido la razón —dijo Monsfil, su voz resonando como un eco profundo.

Biel, con la cabeza gacha, apretó los puños.

—No lo entiendo, Monsfil. Este poder es demasiado para mí. Cada vez que lo uso, pierdo el control. ¿Cómo se supone que lo domine?

Monsfil se inclinó hacia él, sus ojos rojos brillando con intensidad.

—Ese poder ya no es mío, portador. Es tuyo. Pero debes entender algo: el poder en sí no es ni bueno ni malo. Es como un arma; depende de cómo lo uses. Si dejas que tus emociones lo dominen, te consumirá. Pero si tú lo controlas, será una herramienta para proteger a quienes amas.

Biel levantó la mirada, desesperado.

—¿Y cómo hago eso? No tengo idea de por dónde empezar. Cada vez que lo intento, termino lastimando a los demás.

Monsfil dejó escapar un suspiro profundo, cruzando los brazos.

—El primer paso es aceptar tus emociones, Biel. La ira, el miedo, incluso el odio. Son parte de ti, pero no deben controlarte. Míralos a los ojos, reconócelos, y luego déjalos ir. Eres más que tus emociones.

Biel cerró los ojos, tratando de calmarse.

—Es difícil... Cada vez que pienso en lo que podría pasarle a Charlotte o a mis amigos, siento que me quiebro.

Monsfil colocó una mano firme sobre el hombro de Biel.

—Eso es porque te importa. Ese es tu verdadero poder, portador: tu deseo de proteger. Usa ese sentimiento como ancla. Cuando todo parezca perdido, recuerda por qué luchas. No es por venganza, no es por odio, sino por amor y esperanza.

Biel lo miró, sus ojos llenos de duda pero también de una chispa de determinación.

—Pero, ¿y si fallo? ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?

Monsfil sonrió ligeramente, algo que rara vez hacía.

—Todos fallamos alguna vez. Incluso yo lo hice. Pero lo importante no es cuántas veces caigas, sino que siempre te levantes. Eres un verdadero hombre, Biel. Tienes el corazón y la voluntad para superar esto. Confía en ti mismo.

El espacio oscuro comenzó a desvanecerse, y Monsfil dio un paso atrás, su figura disolviéndose lentamente.

—Recuerda, portador: este poder es una herramienta, no un amo. Tú decides cómo usarlo. Ahora despierta y demuestra de qué estás hecho.

Biel abrió los ojos en el mundo real. Su cuerpo seguía envuelto en energía oscura, pero su mirada había cambiado. Había recuperado la claridad, y su postura reflejaba una renovada determinación. Maelista lo observó con curiosidad, notando el cambio.

—¡Interesante! ¿Acaso has recuperado el control, querido Biel? —preguntó con tono burlón.

Biel no respondió de inmediato. En su mente resonaban las palabras de Monsfil. Finalmente, habló, su voz firme y decidida.

—Este poder no me controla. Ahora yo lo controlo a él. Y lo usaré para detenerte, Maelista.

La batalla estaba lejos de terminar, pero por primera vez, Biel sentía que tenía una oportunidad real de triunfar.

Biel, de pie frente a Maelista, con la energía oscura aún arremolinándose a su alrededor, levantó la voz con firmeza.

—Ahora escucha, Maelista. Deja de controlar a la reina.

Maelista soltó una carcajada que resonó en el aire como un eco siniestro.

—¡Jajajaja! ¿Cómo me pides eso, humano patético? Hace un momento estabas de rodillas, derrotado. ¡Eres una escoria por siquiera atreverse a exigirme algo así!

Los ojos de Biel se entrecerraron, y su voz se volvió un murmullo cargado de determinación.

—Entonces, no me dejas otra opción. ¡Furia del Abismo!

La energía oscura explotó desde el cuerpo de Biel, extendiéndose como un torbellino imparable. Pero esta vez, no era un estallido ciego. La energía se dirigió con precisión hacia Maelista, envolviéndolo por completo. Por primera vez, el rostro de Maelista reflejó algo que nunca había mostrado: terror.

—¡No! ¿Qué es esto? —gritó mientras la energía lo aprisionaba.

Biel avanzó con paso firme, sus ojos brillando con una intensidad que parecía atravesar el alma de su enemigo.

—Ahora romperé el pacto que tienes con la Reina Yael.

Con un movimiento decidido, Biel activó su habilidad de inmunidad al lavado de cerebro. La energía oscura que envolvía a Maelista se intensificó, y Biel declaró con voz firme:

—¡Pacto, desaparece!

Un destello de luz se desató en el campo, y la Reina Yael cayó de rodillas, desorientada. Sus ojos recuperaron su brillo original, y miró a su alrededor confundida.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó con voz temblorosa.

Biel se acercó rápidamente, inclinándose ligeramente en una muestra de respeto.

—Reina Yael, también conocida como la Diosa Enit, permítame presentarme. Soy Biel Beltrán, un humano que ha obtenido el poder de un rey demonio. Sé que usted odia a los demonios por lo que ocurrió en el pasado, pero quiero ayudar a enmendar aquello.

Yael lo observó con cautela, sus cejas fruncidas mientras trataba de procesar sus palabras.

—¿Eres el humano que vi en esas pantallas que Maelista me mostró antes? ¿Y dices que usas el poder de un rey demonio? —dijo, con incredulidad en su tono—. Pero esas últimas palabras no parecen de un humano.

Biel asintió lentamente.

—Es cierto. Esas palabras fueron dichas por Monsfil, el rey demonio.

Los ojos de Yael se abrieron de par en par al escuchar ese nombre.

—¿Monsfil? ¡Ya veo! Fue el único rey demonio que no trató de destruir este lugar en el pasado. Incluso me hice su amiga. Pero cuando los otros reyes demonios atacaron junto a aquel humano, me dijeron que él había sido el responsable. Nunca lo busqué para confirmar si era cierto. Mi odio y rencor cegaron mi juicio.

Yael hizo una pausa, sus ojos llenándose de tristeza.

—Pasaron años y esa culpa se aferró a mi corazón. Intenté olvidarlo, pero nunca pude. Cuando por fin fui a buscarlo, ya no estaba. Me dijeron que había sido sellado por el héroe, y eso solo reforzó mi creencia de que también había sido culpable.

Biel escuchó en silencio, dejando que la Reina descargara su pesar. Finalmente, Monsfil habló a través de él.

—Todo fue un malentendido, Yael. Intenté aclararlo, pero ya no podía entrar a tu mundo. Poco después fui sellado. Lamento el ataque a este lugar. Fue mi culpa por haber ido. Mis hermanos me usaron para sus planes.

Yael cerró los ojos mientras las palabras de Monsfil calaban hondo en su corazón.

—Gracias, Monsfil. Por fin puedo estar en paz. Y gracias a ti, Biel. Eres digno de regresar al mundo humano.

Biel sonrió con gratitud, pero su expresión se endureció al mirar a Maelista.

—¿Qué hacemos con él?

Yael lo miró con frialdad.

—Quita la energía oscura. Quiero hablar con él.

Biel obedeció, disipando la energía que rodeaba a Maelista. El enemigo, ahora libre, también estaba aterrado. Observó a Biel junto a Yael y gritó:

—¡Reina, aléjese de él! ¡Es un demonio sucio!

Yael alzó la mano, interrumpiendo sus palabras.

—¡Cállate! Me controlaste con tus artimañas. Ya no eres mi sirviente. Ahora desaparecerás de este mundo.

—¡No, mi reina! ¡Puedo explicarlo! ¡No me mate!

Yael lo miró con desdén.

—Adós, Maelista.

Un rayo de luz descendente lo consumió, dejando solo cenizas tras de sí. Yael suspiró profundamente.

—Como Diosa de los Espíritus, no puedo permitir que alguien así continúe existiendo.

Charlotte y Ryder llegaron corriendo, sus rostros llenos de preocupación.

—¡Hermanito! ¿Estás bien? —preguntó Charlotte, abrazándolo.

Biel sonrió débilmente.

—Hemos ganado, hermana.

—¡Eres sorprendente! ¡Pudiste controlar esa forma! —exclamó ella con orgullo.

Al poco rato, llegó Raizel, quien se tambaleaba pero con una sonrisa de alivio en su rostro. Había ganado su propia batalla.

—Entonces, ¿todo se acabó? ¿Ganamos? —preguntó Raizel, mirando a Biel y al resto del grupo.

Biel asintió, esbozando una sonrisa cansada.

—Así es. Todo ha terminado.

Raizel dejó escapar un suspiro de alivio.

—Qué alivio... Por fin.

El ambiente se llenó de una calma que no sentían desde hacía mucho tiempo, mientras el grupo procesaba la victoria.

Ryder, al ver a Yael, se inclinó respetuosamente.

—Reina Yael, es un honor conocerla. Soy Ryder, y tengo una petición. Quiero acompañar a Biel al mundo humano.

Yael sonrió con amabilidad.

—Levántate, joven. Puedes acompañarlo.

Biel asintió con alivio.

—Perfecto. Entonces, volvamos.

Sin embargo, antes de que pudieran dar un paso, Biel cayó al suelo, agotado por completo. Charlotte lo sujetó con cuidado, sus ojos llenos de preocupación.

—Hermanito...

Yael se inclinó y colocó una mano sobre el hombro de Biel.

—Descansa, joven guerrero. Te has ganado este momento de paz.

El grupo se reunió a su alrededor, compartiendo un momento de alivio tras la batalla.