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Fragmento de lo Infinito [Español]
Capítulo 22: Biel contra el Guardián

Capítulo 22: Biel contra el Guardián

La oscuridad del bosque se espesaba a cada segundo. Los árboles centenarios parecían inclinarse hacia los intrusos, como si intentaran expulsarlos. El aire estaba cargado de tensión, y la nublada luz de la luna apenas se filtraba entre las ramas. Biel y Raizel permanecían en guardia, sus cuerpos tensos, mientras un crujido de ramas anunciaba que alguien o algo se acercaba.

De entre las sombras, una silueta imponente emergió con un porte solemne. El guardián, una figura envuelta en una armadura rúnica que irradiaba un aura espectral, caminó hacia ellos con pasos decididos. Su rostro permanecía oculto tras un yelmo grabado con intrincados patrones, pero sus ojos brillaban con una luz que parecía perforar el alma de quienes lo miraban.

—He venido hasta aquí porque unos elfos me dijeron que un humano los atacó —dijo, con una voz grave y resonante que parecía emanar desde el mismísimo bosque—. Los humanos no tienen derecho alguno aquí. Este es un plano sagrado, y tu presencia es un ultraje. Solo vienes aquí para enfrentar el juicio. Pero tu pecado es claro: morirás bajo mis manos. No irás ni al cielo ni al infierno. Serás polvo espiritual.

Biel entrecerró los ojos, su expresión endurecida. La amenaza del guardián era clara, y aunque el miedo intentaba abrirse paso en su corazón, su determinación era mayor. El ambiente alrededor se tornaba más opresivo, con una energía pesada que parecía querer aplastarlos.

—No tengo otra alternativa, ¿verdad? —respondía Biel, mientras desenvainaba su arma. Sus palabras eran firmes, pero Raizel, quien lo acompañaba, se alarmó de inmediato.

—¡Biel, huye! Este guardián es demasiado fuerte. No tienes posibilidad contra él —gritó, dando un paso al frente, con una mezcla de miedo y resolución en su mirada.

Biel sacudió la cabeza, su mirada fija en el guardián. Sabía que Raizel hablaba desde la preocupación, pero también sentía que este enfrentamiento era inevitable.

—No te preocupes —dijo, esbozando una leve sonrisa que buscaba calmar a su compañero—. Ya he enfrentado a seres más fuertes.

El recuerdo de Lip, el rey vampiro, cruzó por su mente, aquel enemigo al que había enfrentado en el pasado. Sus palabras resonaban en su memoria: “La vida es efímera, pero la voluntad la trasciende.” Inspirado por esas palabras, Biel se preparó.

El guardián soltó una carcajada profunda que resonó entre los árboles.

—Tienes agallas, humano. Por tu valentía, te concederé el honor de conocer mi nombre. Soy Remus, uno de los cuatro guardianes de este plano espiritual. Pero que eso no te confunda. Morirás aquí. La diosa no permitirá que escapes.

—Eso lo veremos —replicó Biel, lanzándose al combate con determinación.

Biel activó su habilidad Ráfaga Ágil, que le permitía moverse con una velocidad cegadora. En un instante, cruzó la distancia entre él y Remus, propinando un golpe directo con su espada. El impacto fue poderoso, pero el guardián lo recibió con el brazo desnudo, sin apenas inmutarse. La fuerza del choque liberó una onda de energía que hizo vibrar el suelo bajo sus pies.

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—¿Eso es todo? Me decepcionas, humano —remarcó Remus, con un tono lleno de desdén.

Remus contraatacó con su habilidad Espejo del Vacío, una técnica que reflejó el ataque de Biel con una fuerza doblemente devastadora. El impacto lanzó a Biel contra el suelo, arrancándole un jadeo de dolor mientras sentía el peso de su propio poder voltearse en su contra. Raizel observaba con horror, su respiración agitada mientras luchaba contra el impulso de intervenir.

—Eres débil —declaró Remus, alzando su mano cubierta por llamas azules—. Este es tu fin.

Las llamas crecieron, transformándose en un círculo de fuego espectral que iluminó el bosque con una intensidad cegadora. La habilidad Llama Espectral fue lanzada hacia Biel, formando una columna de fuego que pareció consumirlo por completo.

—¡Biel, no mueras ahora! —gritó Raizel, con los ojos llenos de angustia, su voz quebrándose ante la devastadora escena.

El humo cubrió el campo de batalla, y el guardián se ría con una burla cruel.

—Solo eras un humano débil, como todos. Nada más que polvo espiritual.

De pronto, un estruendo interrumpió su risa. Desde dentro de la nube de humo, una energía oscura explotó, disipando las cenizas y el fuego. Biel emergió de la columna de humo, pero ya no era el mismo. Su forma había cambiado. Su cuerpo estaba envuelto en una energía negra, y sus ojos brillaban con un rojo intenso. Era su forma de Rey Demonio, aunque imperfecta.

—No puedo morir aquí. Tengo que regresar.

El guardián retrocedió ligeramente, sorprendido, pero recuperó su compostura rápidamente.

—Otra vez ustedes, demonios sucios. Siempre regresan para corromper este lugar.

Biel apretó los puños, recordando las palabras de Monsfil, el Rey Demonio de la Destrucción Eterna. Las dudas cruzaron por su mente, pero también una determinación firme.

—Si realmente he cometido errores... entonces los arreglaré. Pero no aquí. ¡No ahora!

Biel liberó su habilidad Rugido Demoníaco, una onda expansiva de energía que sacudió el campo. Remus, incapaz de esquivar a tiempo, recibió el impacto de lleno, cayendo de rodillas.

La tensión aumentó cuando Biel avanzó, sus pasos dejando un rastro de energía oscura que impregnaba el ambiente. El guardián, aunque debilitado, no estaba dispuesto a rendirse.

—¡La corrupción demoníaca no prevalecerá aquí! —bramó Remus, levantándose lentamente, sus ojos brillando con una intensidad renovada.

Con un gesto, invocó una barrera etérea adornada con runas brillantes. La energía espiritual comenzó a condensarse en su espada, creando un arma de luz pura que irradiaba poder celestial.

Biel sintió la energía opresiva que emanaba del guardián, pero no retrocedió. En cambio, su transformación demoníaca pareció intensificarse. Las sombras que lo envolvían se alargaron y ondularon, como si cobraran vida propia. En su mente, las palabras de Monsfil resonaron una vez más: “El poder no define al portador; sus acciones lo hacen.”

El combate alcanzó un nuevo nivel de intensidad. Biel y Remus intercambiaron golpes que sacudían el terreno. La espada de luz del guardián dejaba rastros luminosos en el aire, mientras los ataques de Biel creaban ondas de energía oscura que parecían devorar la luz misma. Raizel observaba desde la distancia, con el corazón en un puño, incapaz de intervenir.

A pesar de sus heridas, Biel no cedía terreno. Cada movimiento suyo era una declaración de su voluntad inquebrantable. Sin embargo, también sabía que la transformación demoníaca consumía su energía vital a un ritmo alarmante. Necesitaba terminar la pelea rápido.

Remus, por su parte, comenzaba a mostrar signos de agotamiento. Aunque su poder era inmenso, el combate prolongado contra un oponente tan impredecible como Biel lo estaba desgastando. Aun así, su convicción no flaqueó.

—Eres persistente, humano. Pero tu corrupción no puede superar la pureza del juicio divino.

—Y yo te demostraré que no soy solo un humano —respondía Biel, lanzándose hacia adelante con un grito de guerra.

El clímax del combate estaba cerca. Ambos combatientes preparaban sus ataques finales, conscientes de que el próximo movimiento decidiría el desenlace. En el corazón del bosque, las energías opuestas chocaron una vez más, iluminando la noche con un destello cegador que marcaba el destino de ambos.