—Oye. Entiendo que no lo hayas querido decir al principio y es posible que tengas tus secretos. Aun así, ¿quién eres, Yan? —así que ya empezamos, esta fue la pregunta que me lanzó Lorien de repente, ¿a qué se debe esto?, ¿acaso no confía en mí? Eso puede ser un grave problema de ser cierto.
—¿Tengo que responder? Creo que lo más importante ahora mismo es seguir nuestro camino —no pienso contar nada acerca de mí a menos que esté seguro de que no sucederá nada cuando lo cuente. ¿Las chances de que no suceda nada?, posiblemente muy cercanas a cero si es que no son cero.
Un silencio reinó durante un par de minutos, seguimos caminando de plataforma en plataforma para descansar un poco, eso dicho, ahora no teníamos tantos problemas de cansancio como antes. ¿Será que nos estamos acostumbrando a esto?
—¿Crees que no lo he notado? —fue lo que añadió Lorien luego de esos largos dos minutos de espera.
—¿A qué te refieres?
—Tu brazo izquierdo. Tu estómago. Incluso tu lengua y tu espalda —así que los vio. Bueno, no es como si pudiera ocultarlo para siempre, aunque ni siquiera lo intentaba realmente ocultar, lo único que debo de ocultar de los demás es quien soy, no el cómo estoy integrado—, todo tu cuerpo está repleto de maldiciones y aun así no eres obligado por ninguna. Eso es imposible para un humano común y corriente. Tampoco veo que estés siendo beneficiado por ellas.
¿Es seguro responderle? Bueno, creo que sí, no puedo arriesgar perder su apoyo luego de salir de aquí ni tampoco puedo arriesgarme a no tener nadie que me entienda. El humano normal no puede resistir tanto tiempo sin algún apoyo moral como sería alguien que sepa de tu situación. Aunque me parece que tengo bastante con que las maldiciones mismas lo sepan.
—Tanto mi cuerpo como mi naginata perdida están encantadas. Magia de protección, descubierta recientemente, deberías de saberlo, ¿no? —hice una pausa mientras él afirmaba—. Perfecto. Soy capaz de comunicarme con las maldiciones y al mismo tiempo estas no me hacen nada. Las maldiciones que retiro con mi naginata son purificadas y nunca más obligaran a nadie, y si no logro purificarlas mi cuerpo las resiste —y aquí es cuando pausé por cinco segundos, esperando alguna pregunta o algún signo de que Lorien no haya entendido—. ¿Estás feliz?
Lorien asintió con su cabeza y entonces seguimos con la rutina diaria de caminar y caminar. Estaba claro que poco a poco nos estábamos acercando, Lorien había dicho que esto se asemejaría a un país entero y pasar de una punta del país en el que vivo a la otra a lo más costaría un año entero a pie teniendo en cuenta todo lo que uno se encontrará en el camino. En este caso no hay ninguna molestia, no sentimos hambre, solo cansancio, mas no sentimos sueño tampoco, y lo único que nos para es la aparición de criaturas de vez en cuando. Básicamente, es un camino recto.
—Mi nombre no es Lorien —repentinamente dijo él—, mi nombre real es Ieyasu.
¿Ieyasu? Un momento, como el espadachín más fuerte de todo el este, ¿Ieyasu-to-Masamune? No es una coincidencia imagino, claro está que esta persona tiene que ser él, sus habilidades lo demuestran. Repentinamente ya no me siento tan mal por haber perdido contra el mejor espadachín de todo el este.
—Y tu espada, yo ya había pensado que tenía una apariencia un poco extraña, ya lo entiendo. Esa espada es Masamune, la espada de Ieyasu, forjada específicamente para él –o para ti– más bien —es cierto que había sospechado de su espada pero jamás me imaginé que llegara a ser Masamune, ni que él mismo fuera Ieyasu.
—Exacto. La razón por la que estoy aquí es justamente por la misma razón que te dije aun así, para limpiar a La Banda de Daimyou de una vez por todas —Ieyasu pausó su dialogo durante un segundo—. Yo, Ieyasu, el hermano menor de los cuatro de la familia Shintogu, formulada por mis hermanos mayores Akimitsu y Aka, y mi hermana mayor por dos años Shin.
La familia Shintogu, formulada por el mejor espadachín del este, Ieyasu. La mejor usuaria de armas de palo del este, Shin. El mejor usuario de armas de asesinato del este, Aka, que incluye desde dagas hasta katars. Finalmente, el mejor herrero de todo el país y la cabeza actual de la familia Shintogu, Akimitsu Shintogu.
Se está casi convirtiendo en un misterio, o más bien, una leyenda la presencia de la familia Shintogu en esta época, ciertamente los conozco ya que muchas personas en el oeste envidian el este debido a estas cuatro personas. Eso dicho, es la primera que oigo de Shin siendo una mujer, siempre pensé que eran los cuatro hermanos.
Bueno, cada día se aprenden cosas nuevas.
—De todas formas, ¿por qué me cuentas esto? —le pregunté, claramente señalando que aunque me sorprendiera no era realmente necesario que lo supiera.
—Es porque me pareces adecuado para ser mi aprendiz —este tipo me pone de los nervios. ¿Me está llamando débil?, lo suficientemente débil como para tener que aprender de él—, ¿qué dices?
—Ciertamente es una oferta que no puedo rechazar. Pero aun así la rechazare —la cara de Ieyasu se preguntó “¿Por qué?”—. No puedo abandonar mi viaje. ¿Cuál es la razón por la que estoy viajando?, eso sí que es algo que no puedo responder, pero incluso así una vez que recupere mi naginata seguiré viajando y explorando el este. Así es como me lo prometí y así es como lo haré.
—Hah, ya veo. Es una tristeza, pero no puede hacerse mucho, ¿o sí? —Ieyasu subió su cabeza como si estuviera intentando ver el sol que no estaba allí y entonces dijo—. ¿Cuándo termines?
—¿Huh?
—Cuando termines entonces podrías acompañarme, ¿no? —me preguntó Ieyasu.
Una pausa de cinco segundos pasó en los cuales intenté pensar en la respuesta, pero no pude hallar ninguna, urgido por la aparente paciencia de Ieyasu, que esperaba a por mi respuesta, terminé dándola sin pensar más.
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—No lo sé —fue mi respuesta al final.
Seguimos caminando por otros veinte minutos antes de finalmente haber descansado lo suficiente como para volver a correr de vuelta. Había claramente los momentos en los cuales tan solo nos quedábamos sentados durante los casi dos minutos que tardaba una plataforma en caerse y luego pasábamos a la otra pero eran pocas veces las que eso sucedía.
Luego de otras dos horas.
Nos encontramos con un nuevo enemigo que parecía como un zombi pero este estaba podrido, su piel era completamente negra y en sus manos tenía garras largas, casi a la longitud de un katar. De su cuerpo salían un montón de clavos y agujas que le atravesaban. Aparte de eso estaba vestido con unos pantalones musulmanes.
—¿Y este? Es nuevo. ¿Qué hacemos, le desafiamos ambos? —me preguntó Ieyasu.
—Primero veamos qué es lo que puede hacer —le avisé.
Era solo uno pero luego apareció otro. Pasaron cinco segundos y ninguno de los dos se movió, decidí aproximarme un poco, pero en seguida tomé cinco pasos el primer zombi finalmente me detectó y se aproximó a mí a una gran velocidad. Una velocidad casi innatural.
En tan solo unos segundos estaba delante de mí. Esta velocidad se comparaba a la de Ieyasu, y dirigió sus garras a mi garganta. Deslizando mi espada por sus garras y de esta forma haciendo un contra-ataque intenté cortar la cabeza de esta criatura. Para mi propia satisfacción, eso la eliminó.
Pero eso tan solo hizo que otro portal se activara y de allí saliera otro más. ¿Acaso estos tienen conjuración infinita?
El próximo se dirigió a mí, esta vez saltó cerca de dos metros arriba mío y descendió con un ataque en caída que esquivé a la derecha y entonces dirigí mi espada a su corazón luego de posicionarme detrás de él. Claro está que en un zombi esto no haría mucho pero aparentemente eso contó como una muerte.
Ieyasu en la otra punta también estaba batallando contra el zombi que le dejé. Bloqueando las garras que se dirigían a él inmediatamente contra-ataco y cortó a la mitad al pobre zombi. Otro portal de conjuración apareció.
Nuestro tiempo en esta plataforma era limitado así que convencí a Ieyasu de irnos a la siguiente plataforma y simplemente ignorar estos monstruos, pero para nuestro descontento estas criaturas simplemente hicieron un gran salto y pasaron a la siguiente plataforma.
Y entonces, otros dos portales aparecieron, ahora no eran dos sino cuatro zombis de los cuales nos teníamos que ocupar. Y para peor, asesinamos rápidamente a los que nos habían seguido y aunque no aparecieron portales de conjuración esta vez, los nuevos que aparecieron eran mucho más inteligentes.
Uno de ellos se aproximó a mí y me pateo para hacer que perdiera mi balance, desgraciadamente para él terminé cortando su pierna y eso terminó con el suyo, inmediatamente balanceé mi espada y lo decapité. Otro portal apareció.
«¿Podría ser?» —repentinamente tuve una idea. Para confirmar esto debería de pasar por dos o tres plataformas más.
Decidí luego de asesinar a otros dos de estos zombis con Ieyasu que pasáramos a la siguiente plataforma. Esta vez asesinamos a los dos que estaban con nosotros antes de saltar para que no nos siguieran. Otros dos portales aparecieron en la siguiente.
Los zombis, justo como había pensado eran más inteligentes que antes. Esto es un ciclo de portales infinitos y un desarrollo de inteligencia. ¿Podría ser que estemos cerca?
El nuevo zombi se dirigió a mí en un zig-zag al darse cuenta de que estaba preparando mi perno en mi ballesta-pistola justo para dispararle. Al ver esta acción de parte suya terminé por guardar el perno y preparé mi espada. Ahora su velocidad era mucho mayor a la de Ieyasu y su habilidad aunque decente, debido a su rapidez era impredecible y difícil de contra-atacar.
Tanto Ieyasu como yo nos vimos retrocediendo a los ataques de estos, pero… confían demasiado en la velocidad, cuanto más concentrado estés en tu velocidad menos concentrado estarás en lo que el enemigo posiblemente pueda hacer.
Mientras bloqueaba uno tras otro tras otro ataque de garras viniendo de parte de este zombi me acerqué corriendo al extremo en donde finalmente saltaríamos a la siguiente plataforma, pero no salté aún. En vez de eso esperé a que el enemigo pensara que querría hacerlo caer y cuando se aproximó a mí listo para hacer un ataque mientras le esquivaba… yo esquive al lado contrario del que era beneficioso para mí.
Si esquivo para la izquierda no podré usar mi brazo izquierdo a menos que doble mi cuerpo entero, pero sabiendo la velocidad de este enemigo sabía que de todas formas no lograría bloquearme. Deslicé mi espada por abajo y corté ambas de sus piernas para no activar el portal de conjuración. Viéndome, Ieyasu hizo lo mismo mientras bloqueaba a su enemigo y entonces saltamos a la siguiente plataforma.
—¡Ieyasu! Sus piernas. Debemos de simplemente cortar sus piernas para que no aparezca el siguiente portal y entonces pasaremos a la siguiente plataforma —le avisé aunque aparentemente él también tenía esa idea ahora mismo.
En las siguientes plataformas ahora los zombis estaban incluyendo habilidades de espada como el intento de desarmamiento, los deslices, contra-ataques, agarres, entre otros. Pero nosotros no teníamos ganas de hacer un duelo por lo cual simplemente empezamos por distraerlos de una u otra forma hasta lograr cortarles las piernas.
Seguimos de esta forma durante otras treinta plataformas hasta que llegamos… al fin del camino. La penúltima plataforma estaba iluminando a la última, que en vez de ser una plataforma de cristal era una masa de tierra gigantesca de por lo menos cien metros cuadrados iluminada por diferentes antorchas a cada lado.
¿Será… qué lo hemos logrado?