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Crónicas de Korinsei [Español]
2. Las Llanuras Eternas - 1

2. Las Llanuras Eternas - 1

Era bien entrada la mañana cuando Kiyoni hizo llamar a la prisionera a su habitación. La silueta de un sirviente se dibujó al otro lado de la puerta de papel, esperando permiso para entrar, y cuando la princesa le hizo pasar lo hizo acompañado de la joven. Se sentó de rodillas frente a la princesa con expresión neutral. Kiyoni despachó al sirviente y estudió a la chica, dando vueltas a su alrededor.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó finalmente, colocándose frente a ella con los brazos cruzados.

—Lin, señora.

—Y… ¿qué sabes hacer, supongo? Te encerrarían por algo en la Ciudad Prohibida.

—Intenté asesinar a Oni, señora —respondió ella. Se inclinó con una reverencia, como si quisiera demostrar respeto a pesar de sus palabras—. Le alcancé mientras dormía y conseguí herirlo de gravedad, pero me derrotó y me capturó inmediatamente.

Kiyoni la miró con incredulidad durante un momento, y luego soltó una carcajada.

—¿Lo dices de verdad? ¿Te enfrentaste a Oni tú sola? —Todavía sonriendo, se inclinó en cuclillas frente a ella—. Lo que me sorprende es que sigas viva. ¿Por qué lo hiciste? ¿Querías vencer al malvado rey demonio y salvar a tu familia, o algo así? ¿A tu aldea?

Lin negó ligeramente con la cabeza y se incorporó de nuevo, manteniéndose de rodillas. Su expresión no había cambiado.

—Era un trabajo, señora. Hace unos años un grupo de onis me contrató para matarle. Tras ser capturada, el emperador me obligó a perseguirles y matarles.

—Bueno, es lo que se merecían. Idiotas —Kiyoni suspiró—. ¿Por qué te contrataron a ti? ¿Eres algún tipo de asesina a sueldo?

—Así es, señora. La única que ha conseguido herir a Oni.

—Entonces eres la mejor que conozco hasta ahora. Ponte de pie.

Lin se incorporó obediente mientras la princesa daba vueltas de nuevo a su alrededor, observándola de arriba abajo. Físicamente parecía algo mayor que ella, pero Kiyoni le sacaba más de una cabeza debido a su naturaleza oni. No era muy alta, ni siquiera en estándares humanos. Había cambiado las prendas de seda de la casa de bailarinas por ropa más cómoda y utilitaria, y se había recogido el pelo oscuro en una gruesa coleta alta. No llevaba armadura, pero dos afiladas dagas decoraban su cinturón. No importaba demasiado; no podía atacar mientras estuviese bajo la dominación de Oni.

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—Pensaba que mi padre no dormía. ¿Cómo pudiste pillarle desprevenido?

—Es cierto que el emperador no necesita dormir. Es una entidad demoníaca, al fin y al cabo. Pero a veces elige hacerlo, igual que satisface otras necesidades físicas; sólo tuve que averiguar cuándo sería vulnerable, y atacar.

—¿Y pudiste acercarte al rey demonio de Korinsei sin más, sin que te descubriese? No lo creo —presionó Kiyoni sin dejar de andar en torno a ella.

—Tengo la capacidad de anular cualquier poder, señora. Vuestros hermanos estaban seguros de que podría usarlo contra Oni; tuvo efecto, pero no fue suficiente para matarle y él consiguió devolverme el golpe.

—¿Y por qué no usas ese poder para librarte del dominio que tiene sobre ti?

Lin le dedicó una sonrisa vacía.

—No puedo actuar en contra de vuestro padre ni deshacer su magia en este estado. No os preocupéis; os obedeceré en todo lo que ordenéis.

—Justo el tipo de juguetes que le gustan —murmuró la princesa entre dientes. Alzó la voz de nuevo—. Muy bien. Te vienes conmigo. Tengo trabajo que hacer y a lo mejor me eres útil… si las cosas se tuercen.

Echó a andar sin esperarla, y Lin la siguió obedientemente hasta el exterior del palacio. Una vez fuera, Kiyoni hizo un gesto e invocó de nuevo al cuervo. Se sentía fresca tras haber descansado en palacio, y le agradaba la perspectiva de pasar unos días alejada de la capital. Estiró los músculos mientras le indicaba a Lin que montase, y una vez ambas habían subido, puso rumbo hacia el este.

Lin resultó ser una compañía abrumadoramente aburrida. No hablaba a menos que la princesa preguntase directamente, y esta no tenía ningún interés en la humana más allá del intento de asesinato de Oni o de la huida unos días antes. Confirmó que Koi había sido el que había liberado a Morgana con la intención de huir juntos lejos del imperio; Lin simplemente había resultado estar atrapada en el mismo edificio, como todos los demás. Era difícil sacarle detalles sin preguntas específicas, y Kiyoni terminó por ignorar su presencia.

Llevaban un ritmo de vuelta mucho más calmado sin la presión de la competición con Heiji y la huida de los prisioneros. Según se acercaba la noche, el paisaje comenzó a transformarse en suaves colinas y praderas salpicadas de aldeas y pequeños poblados. Kiyoni había calculado poder alcanzar la capital de las Llanuras Eternas en un par de días si volaban sin descanso, pero la presencia de Lin complicaba el viaje; tendrían que parar para comer y dormir en algún momento. La princesa gruñó para sí misma. Viajar con una humana la terminaría retrasando. Se dio por vencida y al caer la noche terminaron descendieron hacia uno de los poblados en busca de un lugar donde descansar, donde no tardaron en localizar una posada. Una vez allí, el dueño despachó a todos los clientes al ver los cuernos y la piel de Kiyoni y se negó a aceptar ningún tipo de pago pese a la insistencia de Lin. Pasaron la noche con el edificio a su entera disposición, y la joven se mantuvo en silencio mientras la oni terminaba con el vino y la comida del lugar sin ningún tipo de miramientos. Partieron temprano por la mañana, sin incidentes, y la misma escena se re