La ciudad del castillo parecía despertar y alcanzar su máximo apogeo durante las noches. Separada del propio palacio y de la Ciudad Prohibida, era allí donde vivían todos los funcionarios, mercaderes, y cortesanos demasiado irrelevantes como conseguir alojamiento bajo el techo del emperador. Las calles habían sido diseñadas de manera ordenada décadas siglos atrás, antes del ascenso de Oni, pero los edificios eran constantemente rediseñados según las modas y las necesidades de la capital. Se habían construido flamantes fachadas de madera pintada sobre los edificios, y las calles estaban inundadas de onis y humanos de todos los rangos.
Nadie detuvo a Kiyoni mientras atravesaba las concurridas calles y llegaba hasta una de las mansiones menores. Tampoco nadie se dirigió a ella mientras iba dejando atrás distintos salones, repletos de onis y humanos que yacían entre cojines mientras bebían, hablaban o se acariciaban entre ellos. Tenía claro a dónde se dirigía.
Abrió una pequeña puerta corredera en una de las plantas superiores y se encontró con una estancia más pequeña que los otros salones, pero decorada con la misma exuberancia. Una mesa baja de madera labrada decoraba el centro de la habitación, alrededor de la cual bebían un pequeño grupo de jóvenes. Un puñado de musculosos sirvientes humanos servía bebidas y masajeaba a las chicas mientras estas charlaban alrededor de la mesa. Se escuchaba música desde detrás de un biombo, aunque Kiyoni no identificó el instrumento ni al músico.
Una de las jóvenes levantó la mirada con curiosidad cuando la princesa entró en la habitación. Era la única oni del grupo; el resto de su séquito eran mestizas de tercera o cuarta generación. Llevaba la larga melena plateada suelta a la espalda y había perforado sus cuernos con múltiples adornos y joyas. Su kimono estaba abierto de manera sugerente hasta la cintura, pero la cinta que lo sujetaba daba a entender que el estilo era intencional. Las demás iban vestidas de manera similar, aunque llevaban pequeñas máscaras imitando facciones demoníacas.
—Vaya, mirad quién ha venido al final —dijo, elevando la voz sobre la conversación y acallándola—. Chiyo, aparta y deja sitio a mi hermana. Y tú sírvele algo de beber, ¿a qué estás esperando?
Las chicas la obedecieron rápidamente mientras Kiyoni se acomodaba junto a la joven sobre una pila de cojines.
—Algunas tenemos cosas que hacer, Nioh. Pero está bien saber que me echabas de menos —le sonrió.
La joven bufó ligeramente mientras daba un sorbo a su copa.
—¿Como hacer la pelota a Oni? No, gracias. Suena tremendamente tedioso. Pero… he escuchado algunos rumores. ¿Es posible que tú sepas algo interesante?
—No lo sé. ¿Qué rumores has escuchado?
—No seas así —los ojos de Nioh brillaron ante la posibilidad de obtener información—. Todo el mundo sabe que ha habido una fuga en la Ciudad Prohibida. Y yo sé que ayer estuviste fuera la ciudad. Cuéntame qué ha ocurrido.
Kiyoni apuró la copa que le había servido de un solo trago e hizo un gesto a las chicas para que la rellenaran de nuevo. La bebida era fuerte, destilada específicamente para onis, pero su resistencia al alcohol era alta. Uno de los sirvientes se acercó y comenzó a masajearle los hombros con habilidad.
—La verdad es que no hay mucho que contar. Se escaparon, los traje de vuelta. Vuelven a estar encerrados. Aunque bueno, Heiji está muerto. La verdad es que es un alivio librarse de él.
—¡Heiji me da igual! Cuéntame algo interesante. ¿Cómo se escaparon? ¿Rompieron el control de…?
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Pensó durante un momento cuánta información revelar. A pesar de su juventud, Nioh se había convertido en una experta en traficar con los secretos de la corte. No tenían nada en común, pero Kiyoni sentía un afecto especial por ella; la habia visto crecer y la había entrenado hasta que la indiferencia de Nioh por el combate había quedado clara. Kiyoni sentía desinterés por las intrigas de la corte de los demonios, y aunque sus caminos deberían haberse separado hace mucho, seguían habituando la compañía de la otra. Decidió que no había motivos para disfrazar la verdad. De hecho, tal vez podía ayudarla.
—No lo hicieron solos. Uno de los viejos les ayudó desde fuera… ¿Koi? Supongo que es cuestión de tiempo hasta que vuelva y Oni le ejecute.
Nioh murmuró el nombre para sí misma, archivándolo y ubicándolo. Era demasiado joven para conocerle en persona o recordarle de tiempos pasados. Abrió la boca para preguntar de nuevo, pero Kiyoni la interrumpió levantando un dedo.
—Pero yo también necesito algo de ti por una vez. ¿Qué sabes de Tomoe de las Llanuras Eternas?
La chica apartó la mirada, arrugando el gesto y poniendo los ojos en blanco.
—¿Tomoe? Es una estirada. Va de princesita en su palacio perfecto. Tiene a toda su corte sujeta como si fuesen marionetas, todos formales y bonitos y elegantes.
—Parece que no te gusta mucho, ¿eh? —dijo la princesa con sarcasmo. Nioh bufó de nuevo.
—Me invitó a visitarla cuando cumplí la mayoría de edad. Supongo que quería medirme y decidir si le interesaba tenerme cerca, en su palacio. Pero como te decía, es una estirada. Creo que tiene a la mayoría de su corte controlada mentalmente. Los generales son cortesanos; los magistrados, sirvientes. Debe de gustarle tener un montón de muñecos que colocar donde le plazca.
—¿Como la Ciudad Prohibida?
—Más o menos, pero Tomoe ha conseguido que sea todo mucho más… tedioso. Nada de fiestas, ni orgías, nada de nada. Sólo toman té en los salones y pasean por el jardín; son aburridos incluso después de beber. Créeme, lo puse a prueba. Intenté vaciar una botella en una de las teteras… Tal vez que por eso Tomoe no volviese a invitarme. Aunque si te digo la verdad, no creo que me pierda gran cosa. Se mejor aquí en la capital que en una provincia perdida. Además, ¡es una consentida! Oni se las deja pasar todas, y mientras estuve allí no tuvo que rendirle cuentas ni una sola vez. Pero, ¿por qué te interesa Tomoe de repente?
—Tengo un encargo que cumplir en las Llanuras Eternas —respondió Kiyoni únicamente—. No está de más saber con quién tendré que tratar antes de partir.
Nioh la miró decepcionada.
—¿Vas a salir de nuevo de la ciudad? He preparado una fiesta espectacular mañana por la noche. Vendrá un montón de gente importante, y también contaba contigo. Hasta he contratado a una compañía de Puerto del Desprecio… Y habrá vino traído de las islas. ¿Puedes esperar un par de días antes de partir, verdad?
—Prefiero ocuparme de esto lo antes posible —dijo, negando con la cabeza y sonriendo—. Pero gracias por contar conmigo, hermanita.
—Eres una aguafiestas, Kiyoni. Al menos quédate con nosotras a beber esta noche. Estaría bien que alguien animara la velada.
Siguiendo una orden silenciosa, el sirviente que la masajeaba comenzó a llevar las manos más lejos, introduciéndolas por debajo de la ropa de la princesa. Durante un momento fantaseó con aceptar el regalo de Nioh; continuar bebiendo, escuchando a las chicas despotricar sobre la corte mientras los sirvientes la desvestían lentamente, y luego buscar la oscuridad detrás de alguna esquina, para dejarse acariciar y seducir durante unas horas mientras las demás se retiraban con su propia compañía, tal en vez busca de alguien más en cualquiera de los otros salones…
Pero entonces terminaría retrasando su salida de la ciudad. Necesitaba descansar; no se había recuperado del viaje de la noche anterior aún. Apartó con suavidad al masajista y se puso en pie, sonriendo.
—De nuevo, te lo agradezco. Pero no puedo quedarme. Te prometo que vendré a verte a la vuelta… aunque creo que me perderé tu fiesta.
Nioh suspiró frustrada mientras se servía más vino.
—Tú misma. Pero aún espero que me cuentes más de la huida, y qué demonios tienes que hablar con Tomoe. Por cierto —añadió, levantando su vaso como despedida—, Gotsu ha estado buscándote. Si hablas con él, dile que te he mandado yo. No está de más conseguir algún favor que cobrarme.
Kiyoni chasqueó la lengua y salió de la sala, camino al palacio. El administrador de su padre tendría que esperar hasta que volviese de las Llanuras Eternas.