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Las Aventuras de Robert Select
Select contra Smith (El Último Gran Héroe, Parte 11)

Select contra Smith (El Último Gran Héroe, Parte 11)

—¿La tienes? —Preguntó Mr. Boss a Smith.

—Sí, pero no es para ti, ahora me pertenece a mí.

—¡Maldito! ¡Mis hombres acabarán contigo!

—No lo creo.

En cuanto los soldados apuntaron a Smith, él los desintegró con unos temibles rayos que salieron de Excalibur.

—¡Guau! Las leyendas no hablaban de éstos poderes… Ahora, buscaré financiación para mi próximo proyecto… al hombre más rico de New City…

En su oficina del ático, Kit colocaba sus cosas en su mesa, aburrido.

—Hola, ricachón.

El sonido provenía de fuera, donde Smith se encontraba levitando en el aire.

—¿Qué demonios? ¬—Se preguntó Kit.

Con un fuerte rayo, la ventana del ático se hizo añicos, y Kit salió disparado hacia atrás, impactando contra la pared.

—Quiero hacer negocios con usted, señor Robinsons.

Select, Kate y Max miraron todo desde abajo.

—¡Kit! —Gritó Select, preocupado.

Rápidamente entraron en el edificio, subiendo al último piso.

Al llegar allí, Smith sostenía a Kit por el cuello. En cuanto vió el ascensor abrirse, una expresión de pánico y furia apareció en el rostro de Smith.

—¡¿CÓMO PUEDES SEGUIR VIVO?!

—Suéltalo. —Le ordenó Select, sosteniendo una espada.

—¿Te atreves a desafiarme a mí con esa birria de espada? ¡Soy el poseedor de Excalibur, imbécil!

—¿Besas a tu madre con esa boca?

Smith soltó a Kit con un empujón, llendo directamente a por Select.

Select paró el golpe con su espada.

—¡Se acabó, Smith!

—¡Muere de una puta vez, Select!

Smith empujó a Select contra la pared, a lo cual éste último golpeó a la cara de Smith con la cabeza, librándose de él.

—¡¡¡BASTA!!! —Gritó Smith, lanzando un rayo hacia Select.

Éste lo esquivó e intentó atacar a Smith, para ser bloqueado por su espada.

Smith agarró del cuello a Select.

—¿Cuándo te enteraras que soy mejor que tú? —Le dijo Smith.

—Lo único que te importa es el dinero, Smith, eres una escoria.

Smith se acercó a la ventana, con Select en sus manos, y sacó a éste último por ella.

—¿Últimas palabras?

—¡Eh, imbécil! —Exclamó Max, pegándole un puñetazo en la cara, y Kate un arañazo en la pierna.

—¿Quiénes os creéis que sois? —Exclamó Smith, enfurecido.

—Soy Maxine Powers, y nadie le hace daño a mi profesor.

Tras esto, Max le pegó un derechazo devastador a Smith. Por desgracia, Select se resbaló por esto.

Por suerte, se agarró del saliente de una viga, mientras Smith cayó por la ventana, soltando Excalibur, y agarrándose a la pierna de Select.

—¡Select, agárrate! —Le decía Max.

—¡Select, por favor, no me dejes caer! —Gritaba atemorizado Smith, casi llorando.

—¡Dame la mano, Smith! —Dijo Select, sorprendiendo al propio Max.

Sin embargo, Smith resbaló de los pantalones de Select, cayendo.

—¡¡¡SMITH!!!

Abajo del todo, la crueldad y el egocentrismo de Edward Smith terminaron de una vez por todas.

Max y Kate subieron a Select.

—¿Estás bien? —Le preguntaron ambas a Select.

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—Sí, muchas gracias.

Kit se acercó al grupo.

—¿Te encuentras bien, Kit?

—Un día movidito, la verdad.

Los cuatro se sentaron en el suelo, admirando Excalibur.

—Esa cosa no puede estar en un museo. —Dijo Select. —¿Alguna idea, Kit?

—Tenemos una zona de alta seguridad, si te sirve…

—Antes, mi maldición. —Recordó Kate.

—Ah, es verdad, claro.

Así, Excalibur encontró un nuevo hogar, y nuestros héroes un merecido descanso.

—Tenemos malas noticias, señor. Robert Select consiguió Excalibur. —Dijo un soldado, asomado en la puerta de una habitación.

El despacho estaba oscuro, iluminado únicamente por una tenue luz que colgaba del techo.

—¿Y Edward Smith?

—Muerto, señor.

Una sonrisa se formó en el rostro del hombre, que estaba sentado enfrente de una mesa.

—Bueno, una molestia menos.

—¿Y qué pasa con Excalibur, señor?

—Es una pequeña molestia, pero hay mucho más objetos que esa espada…

—¿Quieres que busque un nuevo contacto?

—No. —Contestó el hombre. —Me encargaré yo mismo, tengo un pequeño prototipo de algo que nos va a ayudar bastante.

—¿Está seguro?

—Completamente.

Después de un largo silencio, el soldado asintió.

—No esperaba menos de usted, señor Hamilton.

Jonathan Hamilton se giró, mirando a su soldado salir, mientras admiraba el cartel de su compañía: Tecnologías Hamilton.

Los días pasaron para el grupo. Kate Wilson logró deshacerse de la maldición que tenía, y Select y Max volvieron a la Universidad.

Además, no hubo problemas legales debido a que las cámaras captaron que todo fue causa de Edward Smith.

Select, Kit y Max estaban sentados, en el despacho de éste último.

—Entonces, ¿ya habéis hecho las paces? —Preguntó Max.

—Más o menos. —Contestó Select.

—Me alegro.

—Por cierto, tengo algo de lo que informarte Max. He estado hablando con Kit y, bueno, queríamos agradecerte tu ayuda.

—Salvaste mi vida, Max, por lo que me encargaré de financiarte tu proceso de cambio de sexo. —Reveló Kit.

Max se quedó sorprendido.

—¿En serio?

—En serio.

—¡Muchas gracias! —Exclamó de emoción.

Max se alejó, y Select y Kit se quedaron a solas.

—Select, quiero que sepas que te agradezco lo que has hecho hoy.

—Bueno, no ha sido nada…

Kit se acercó a Select.

—Quería hablarte de un proyecto que tengo entre manos, algo gordo, y necesito tu ayuda.

—Claro, ¿el qué?

—Hemos descubierto las realidades paralelas, Select.

Select se quedó sorprendido.

—¿Cómo?

—Ya te lo explicaré más adelante, pero nuestro mundo va a cambiar para siempre…

Fuera del edificio, Select y Max bajaban en ascensor.

—Select, tengo algo que mostrarte… En el castillo de Cadbury, encontré esto…

Select se fijó en el objeto que le había entregado su joven amigo.

—¿Es…?

—Sí, es una pieza de Atlantis.

Select miró con emoción a Max.

—Maxine, ¿lista para una nueva aventura?