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Las Aventuras de Robert Select
La Maldición de Kate Wilson (El Último Gran Héroe, Parte 4)

La Maldición de Kate Wilson (El Último Gran Héroe, Parte 4)

—Todo comenzó hace tiempo, en una expedición a Egipto, dirigida por Edward Smith…

En el pasado, Kate Wilson admiraba las pirámides, mientras su equipo preparaba las cosas para una excavación.

—Dime, ¿estás lista? —Preguntó Edward Smith, mirando fijamente a Kate.

—¡Claro! —Contestó Kate.

Smith sonrió y se fué a seguir con sus tareas.

Era una de las primeras excavaciones en las que trabajaba Kate, de prácticas. Tenía suerte que la Universidad de New City tuviera contactos con arqueólogos de renombre, como eran Robert Select o Edward Smith… al menos eso pensaba de ese último. Durante su práctica, al mando de Smith, se dió cuenta de la exigencia y egocentrismo de aquel sujeto. Juró no volver a aceptar ningún trabajo de él.

Además, Kate notaba que Smith no era realmente honesto. Supuestamente estaban ahí para descubrir a un supuesto faraón, pero Smith parecía buscar algo más, algo que claramente no quería que nadie supiera, algo que ni siquiera encajaba en ese lugar…

—¡Lo encontramos! —Gritó una persona de la excavación.

Smith fué veloz hacia la persona, junto al resto del equipo.

—¿Lo has encontrado? —Smith estaba emocionado.

—Sí, pero por desgracia no se puede entrar, está sellado. —Le contestó el hombre, mientras acariciaba la gruesa puerta que impedía el paso.

—¡Mierda! —Exclamó Smith, enfurecido.

Kate miró atentamente la entrada, fijándose en una especie de panel de piedra. Pero, eso era imposible, ¿verdad?

Kate se acercó a él y vió las inscripciones. Al parecer era un código de 3 cifras. ¿Cómo era posible aquello?

Kate empezó a pulsar las piedras inconsientemente.

La puerta de repente se abrió, ante los ojos insólitos de Smith, quien acto seguido se fijó en Kate.

—¿Cómo… cómo lo has hecho? —Preguntó a Kate.

—La verdad, no lo sé… —Se quedó dudando Kate.

Smith observó con atención el interior.

—Por fin, hemos encontrado el Templo de Bastet —Reveló Smith.

—Pero, ¿no buscábamos una tumba de un faraón?

Smith se giró hacia Kate.

—Jovencita, todas las puertas llevan a Roma. El acceso a la tumba estará en el templo —Explicó Smith, aunque sonaba más a excusa que a explicación.

El grupo siguió avanzando, liderado por un entusiasmado Smith.

—¡Ya casi llegamos! —Gritó.

Ante su vista, una amplia sala con una gran estatua de Bastet se alzó ante sus ojos.

—Por fín… —Susurró Smith, avanzando deprisa hasta el fondo de la sala.

Kate seguía pensando lo extraño que era el panel de antes. No existía tecnología de ese tipo.

En el centro, había una figura de oro de Bastet, que parecía importante. Extrañamente Smith buscaba en los extremos de la sala.

—Tiene que estar aquí… —Susurraba de vez en cuando, mientras iba de un lugar a otro.

Acto seguido, éste consiguió encontrar un papel escondido en una de las grietas de la pared.

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—¡La ubicación del diario de Percival de Carpenter, lo escondió a través de los lugares que había explorado! —Se dijo a sí mismo Smith.

Kate se acercó a la figura de oro, sintiéndose llamada por ella, hasta que logró sostenerla en sus manos.

—¡Suelta eso! —Gritó Smith, sacando una pistola de su bolsillo.

Sin previo aviso, Smith disparó a todos sus hombres, excepto a Kate.

—¿¡Q… Qué haces?! —Gritó Kate.

—No sabes lo jodida que estás, Kate —Explicó Smith —Esa estatuilla tiene la maldición de Bastet. Estás maldita —

—Lo del faraón era mentira, lo que buscabas era esto, ¿no?

Smith emitió una estremecedora carcajada.

—La estatuilla no me importa. Lo que buscaba ya lo tengo. Un diario de un explorador que fué buscando objetos con propiedades extraordinarias.

—Percival de Carpenter, el Último Gran Héroe —Dijo Kate.

Smith se sorprendió.

—Veo que lo conoces. Buen trabajo.

—Dicen que él escondió Excalibur, el objeto más mágico de todos, ¿verdad?

—Capaz de hacer milagros y curar maldiciones, lástima que no te vaya a servir a tí.

Kate empezó a estremecer de dolor, mientras veía cómo su cuerpo se cubría de pelaje.

—¿Qué… qué me pasa? —Gritaba desesperada Kate.

—Quien toque la estatuilla, pasará a formar parte del ejército de Bastet. Buena suerte —Nada más decir esto, Smith salió corriendo, dejando a Kate con su dolorosa transformación.

—Y ésa es la historia —Finalizó Kate.

—Espera, ¿porqué Carpenter escondió esa pista en un lugar como ése? Está muy lejos de Camelot —Preguntó Max.

—Carpenter era un explorador, muy interesado en artilugios mágicos, como la estatuilla de Bastet. No me parece extraño que dejara ahí una pista oculta, para un futuro explorador —Explicó Select.

—¿Y lo del panel? ¿No te parece muy extraño?

Select se frotó la barbilla.

—Sí, es muy extraño eso… Pero hay que concentrarse en Excalibur.

—Ya veo, pero ahora, ¿qué hacemos? —Se preguntó Max.

—Seguir las instrucciones del diario antes que Smith.

—Os puedo ayudar, a cambio de que me quitéis mi maldición con Excalibur. —Se ofreció Kate.

—Me parece razonable —Select extendió su mano hacia Kate, para sellar el trato.

—He perdido… el diario —Dijo Smith a través del móvil.

Su mano temblaba al decir esas palabras.

—¡¿Cómo es posible?! —Gritaba la voz del teléfono.

—Ha… ha sido culpa de Robert Select —La voz de Smith se notaba nerviosa.

—¿Robert Select? Conozco a esa rata de cloaca. Encárgate de él —Le ordenó.

—Lo mataré con mis propias manos —Le respondió Smith.