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Las Aventuras de Robert Select
La Maldición de Sleepy Hollow, Parte 8

La Maldición de Sleepy Hollow, Parte 8

—¿Esto no es ilegal?

—¿Excavar una tumba? Sólo si te pillan… —Respondió Kate.

Select excavaba la tumba de Ichabod Crane, para comprobar si él podría ser el Jinete.

—¡Aquí está! —Exclamó Select.

Sacaron el atáud, nerviosos por lo que podría pasar.

—¡Vale, allá vamos!

Y…

Ichabod Crane seguía ahí, inmóvil.

—¡Imposible, tiene que ser él! —Exclamó Select.

Kate se fijó en un extraño libro que tenía en las manos.

—¿Qué es esto?

—Su diario o algo, quizá sea útil.

Kate empezó a pasar páginas, y fué tal su asombro que casi tira el libro.

—¿Qué pasa Kate?

—No os lo vais a creer, mirad esta página lo que pone.

Select y Maxine se quedaron perplejos cuando vieron el nombre que ponía en ella.

—Tenemos que ver eso.

Lo que ponía era lo siguiente:

Ichabod Crane, hijo de Percival de Carpenter

Era una tarde de Octubre de 1790,

iba cabalgando a la luz de la Luna, mirando fijamente la carretera.

Llevaba siglos vivo, todo gracias a la magia que aprendió de Merlín, su profesor.

Estaba esperando vivir una nueva y emocionante vida como profesor, alejado de todos los problemas que había vivido como mago. Pero por desgracia caí en las garras de algo más poderoso: el amor.

Katrina era perfecta, un ser de luz, y yo la quería estrechar entre mis brazos. Por desgracia, estaba ese bruto de Abraham, siempre burlándose de mí.

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Una noche, Abraham contó la historia de un jinete sin cabeza para asustarme, y eso me dió una idea, aunque tuviera que utilizar magia prohibida.

Creé a un jinete maldito, un soldado Hessiano que podía controlar con mi libro de hechizos, e hice que le cortase la cabeza a ese desgraciado, y cuando lo hiciera le traspasaría la maldición a él.

Así, me libré de Abraham, y pude vivir con Katrina feliz. Escondí el libro, utilizando un conjuro para encerrar a Abraham de por vida, mientras sigue en su vida muerta…

—Ese Ichabod tenía serios problemas… —Comentó irónico Select.

—Pero, ¿cómo encontramos ese libro? —Preguntó Maxine.

Select pensó, iluminado.

—En la antigua iglesia de Sleepy Hollow, ¿quién buscaría en una iglesia un libro como ése?

Freya miraba con ira a Charles.

—Eres patético.

—Lo… lo siento, estaba conduciendo el bus, no pude hacer nada.

—¡Nada de excusas!

Le clavó en el costado la afilada barra de metal ardiendo.

Un grito desgarrador salió de Charles.

—Por suerte, podremos arreglarlo todo en la Iglesia. Dios me perdonará mis pecados cuando entienda que lo hago por una razón mayor. Nuestras ciudades se están inundando de parásitos, Charles, gente que le mete en la cabeza ideas absurdas a otras personas. Hay que exterminarlos. Y el Jinete será mi llave para el éxito.

Charles miró horrorizado a la mujer.

—Según los rumores, Ichabod hizo una red subterránea debajo de Sleepy Hollow, para poder guardar sus pociones y sus trucos de salón. ¡Qué asco me da!

—Y aún así buscas su magia. —Susurró Charles.

—¿Qué has dicho?

—Que tiene razón, señora. —Tembló.

Freya rió maniáticamente, mientras Charles se preguntaba si alguna vez podría librarse de aquel castigo.